No creemos, como afirman algunos funcionarios de la administración de Joe Biden, que la reunión de su Asesor para Latinoamérica y otros funcionarios haya sido sólo para lograr la libertad de dos estadounidenses presos, un vago compromiso alrededor del petróleo y la exigencia que Maduro ha complacido de regresar a las conversaciones en México. Más creemos en lo que dijo –o se le “chispoteó”- un anónimo funcionario, que esta reunión lleva tiempo en preparación.
Biden quizás no quiera continuar la política de alardes y confrontación de Donald Trump, después de todo fue Vicepresidente de confianza de ese permanente negociador que fue Barack Obama, y buena parte de sus altos funcionarios de confianza se formaron a lo largo de esos ocho años. Quizás Joe Biden y Anthony Blinken piensen que reconocer a Juan Guaidó como Presidente en vez de rodear y presionar a Nicolás Maduro, fue un error, Guaidó es Presidente de una ilusión sin ministros, recursos ni armas, y Maduro es un cuestionable mandatario con todo el poder en sus manos.
No sabemos, no estuvimos en la reunión del fin de semana, no somos de la confianza de Juan Guaidó ni de Nicolás Maduro, pero nos da la impresión de que algo se está cocinando. Y no es sólo asunto petrolero, tiene un fuerte olor a geopolítica, a reestructuración y solidificación de áreas de influencia con tres capitales, Washington, Moscú y Pekin, cada quien con sus intereses y realidades.
Para Washington puede ser complicado enfrentar ahora a una China poderosa y astuta que mientras va manejando problemas internos que le crecen y desgastan el poder del Comité Central poco a poco, mantiene una poderosa situación económica que la hace apetecible para demasiados gobiernos, incluyendo el de Estados Unidos. Al menos por ahora.
Moscú se la puso más fácil a Joe Biden, Putin se empeñó en convertirse en el canalla del mundo y Estados Unidos y la Unión Europea, sin arriesgar a un solo hombre, dejan que se desgaste en una guerra que ganando o perdiendo igualmente perderá, mientras desde Washington, Londres, Berlín, Paris, etc., empiezan a salivar las bocas de una colosal industria militar que no sólo rearmará a esos países, sino que provocará una danza de billones nunca vista. Las ventajas no son sólo para Dassault, Boeing, Lockheed, Colt, etc., los trabajadores y técnicos de armas también comen hamburguesas, ordenan pizzas, van a los supermercados, compran y gastan ropa, zapatos y vehículos. La cuestión no es la inflación y el aumento del petróleo, camaradas, sino que más hombres y mujeres en Estados Unidos y Europa –y por rebote en Japón, Vietnam, Australia y la propia China tengan mas sueldos y salarios para comprar más cosas.
Por más que Elin Musk y varios grandes fabricantes de vehículos avancen con los motores eléctricos -Toyota trabaja con hidrógeno- por muchos años el petróleo seguirá siendo el gran energizador del mundo, y eso interesa a los árabes pero también a Canadá, Colombia, Estados Unidos y la devastada PDVSA, que tardará años en recuperarse pero hay tiempo y dinero en el mundo para esa recuperación, Y, así, paso a paso y mientras la oposición venezolana decide si va o no a cambiar sus liderazgos desgastados –Acción Democrática y Copei ya avanzan en eso-, el PSUV también se adapta y puede aprender la fuerza política en democracia, como una vez lo fue –y podría volver a serlo- Acción Democrática. No defendemos la corrupción, pero ¿cuántas fortunas venezolanas pueden pasar un esmerado examen de plena honestidad? Los ricos si son simpáticos, y sus vecinos también se adaptan, y un PSUV que entienda la ventaja de unos años refrescándose y revigorizándose en la oposición, pueden liderar un cambio importante en el país.
Solo estoy especulando, no pronosticando. Pero esa visita sorpresiva y esa reunión no bien explicada, hacen pensar.
Crónicas burguesas