España y la Izquierda

Isaac Asimov, notable escritor de ciencia ficción decía que hay pocas en el mundo en las cuales la gente deposite tanta fe con tantas evidencias en contra como la revolución. Voy a extender un poco la imagen y diré que en el mundo en general y en América Latina en particular no hay nada tan cómodo, inclusivo y socialmente reconocido como declararse de izquierda.

Tomemos un ejemplo: España. En ese país, como en muchos otros, la gente tiende a identificar izquierda con sensibilidad social y derecha con individualismo. Pero estos términos son ambiguos; hace siglos que los asientos de la Asamblea Nacional francesa perdieron vigencia. Deberíamos hablar hoy en día de socialismo y capitalismo, términos que tiene un significado más concreto y operacional.

En España el representante de la izquierda por antonomasia fue el Partido Socialista Obrero Español (PSOE). Aun cuando se fundó que con una orientación claramente socialista, evolucionó hacia la socialdemocracia y la economía de mercado, de la mano de Felipe González y otros, llevando a España por el camino del desarrollo, hasta formar parte de la Comunidad Europea.

Administraciones poco afortunadas, como la de Rodríguez Zapatero, en la búsqueda de un Estado de Bienestar, impulso una vorágine de gastos sin control, que crearon un fuerte déficit fiscal y una gran deuda, dejando al país en una posición vulnerable, y fue profundamente afectado por la crisis financiera del 2008. Tocó a un gobierno liberal (Partido Popular), tomar las siempre antipáticas medidas correctivas, la reducción de gastos y equilibrio fiscal hasta que, poco a poco, España fue saliendo de la crisis, disminuyó el desempleo, presenta un razonable desempeño, y un crecimiento sostenible.

En los peores momentos de la crisis surgió un movimiento autodenominado “los indignados”, que obtuvo cierto respaldo por denunciar la cara fea de la crisis y de las medidas destinadas a combatirla; este respaldo, amén de un generoso financiamiento por parte de gobiernos socialistas latinoamericanos, permitió la creación del partido Podemos por Pablo Iglesias. Con un aura romántica y de protesta, pronto capitalizó las simpatías de los más jóvenes, incluyendo parte de la militancia más radical del PSOE, que comenzó a sentir que le estaban comiendo parte del pastel. Algo similar paso con el partido Popular y el partido Ciudadanos, pero eso es otra historia.

Pedro Sánchez, secretario general del PSOE, no sabemos si por ideología propia o por conveniencia política, inicio un “giro a la izquierda”, destinado a restablecer la imagen del PSOE como la auténtica expresión del socialismo español, recuperar el terreno y la militancia perdidos. Este giro incluyó alianzas con sectores radicales, rechazadas por los líderes históricos del PSOE. Esto permitió, pese a los peores resultados electorales en 40 años, hacerse con la presidencia del gobierno, gracias a un voto de censura a Mariano Rajoy. Para lograr este voto de censura con escasos 84 diputados tuvo que hacer alianzas peligrosas: con los socialistas de Podemos, con los independistas catalanes y vascos, con republicanos radicales, eso dejó una factura que será costosa de pagar.

Ahora como presidente, con dos años de magistratura por delante, se ha esforzado por demostrar que efectivamente el PSOE es el partido de la izquierda española, tomando las medidas usuales por los partidos de ese signo. Primero fue la toma de los medios de comunicación, empezando con RTVE, en donde hizo una purga de comunicadores, otorgándole a Podemos un tribuna privilegiada para su propaganda. En segundo lugar, incrementó el salario mínimo, creando déficit fiscal; para subsanar este déficit presentó nuevos presupuestos, incrementando el gasto público. Toma como personal el tema del cadáver de Franco, y crea una comisión para reescribir la Historia. Pero lo más llamativo ha sido la actitud conciliadora con el independentismo catalán.

Estas medidas, que a primera vista, parecen “progresistas”, tienen, sin embargo, su lado oscuro. En primer lugar, el incremento de los presupuestos se aleja de la meta europea de reducir el déficit fiscal y podría tener efectos inflacionarios a corto plazo; la alianza con socialistas radicales como Podemos puede llevar a tomar medidas de corte restrictivo a la libertad económica, por ahí se habla de una regulación de alquileres, aún sin confirmar, así mismo se especula con una marcha atrás a la reforma laboral vigente. Y la deuda con los independentistas podría costar la pérdida de Cataluña.

En nuestra opinión, un gobierno socialista siempre es peligroso para cualquier país, más aún para uno que apenas va saliendo de una crisis. La negativa a realizar nuevas elecciones lo obliga a asociarse con peligrosos compañeros de viaje, como los independentistas catalanes, vascos y navarros, que públicamente han amenazado la estabilidad de su gobierno si no libera los enjuiciados por el intento separatista de octubre 2017 y si no aprueba un referéndum vinculante para la independencia de Cataluña.

El afán de controlar la economía y la vida de las personas para “protegerlas” siempre termina mal. Son malos augurios para la economía, la sociedad y la propia integridad territorial de España. Lecciones que los venezolanos debemos aprender a la hora de escoger el gobierno que vaya a regir nuestro país en la era post-chavista.

06 de septiembre de 2018

https://visionyanalisis.blogspot.com/2018/09/espana-y-la-izquierda.html

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