Fatma Hassona tenía 25 años. Era una fotoperiodista independiente palestina. Fue atacada por el ejército israelí el 16 de abril de 2025, al día siguiente de anunciarse que la película de Sepideh Farsi, "PUT YOUR SOUL ON YOUR HAND AND WALK", en la que ella protagonizaba, había sido seleccionada en la sección ACID del Festival de Cine de Cannes. Estaba a punto de casarse. Diez de sus familiares, incluida su hermana embarazada, murieron en el mismo ataque israelí.
Desde las terribles masacres del 7 de octubre de 2023, ningún periodista extranjero ha sido autorizado a entrar en la Franja de Gaza. El ejército israelí ataca a la población civil. Más de 200 periodistas han sido asesinados deliberadamente. Escritores, cineastas y artistas están siendo brutalmente asesinados.
A finales de marzo, el cineasta palestino Hamdan Ballal, ganador de un Óscar por su película NO OTHER LAND, codirigida por Yuval Abraham, Basel Adra y Rachel Szor, fue brutalmente atacado por colonos israelíes y posteriormente secuestrado por el ejército, antes de ser liberado gracias a lapresión internacional. La falta de apoyo de la Academia de los Óscar aHamdan Ballal provocó la indignación de sus propios miembros, quienes tuvieron que disculparse públicamente por su inacción.
Nos avergüenza tanta pasividad.
¿Por qué el cine, caldo de cultivo para obras socialmente comprometidas, parece tan indiferente ante el horror de la realidad y la opresión que sufren nuestros hermanos y hermanas?
Como artistas y actores culturales, no podemos permanecer en silencio mientras el genocidio está ocurriendo en Gaza y esta atroz noticia golpea duramente a nuestras comunidades.
¿De qué sirven nuestras profesiones si no es para aprender lecciones de la historia, para hacer películas comprometidas, si no estamos presentes para proteger las voces oprimidas?
¿Por qué este silencio?
La extrema derecha, el fascismo, el colonialismo, los movimientos antitrans y antiLGBTQIA+, sexistas, racistas, islamófobos y antisemitas libran su batalla en el campo de batalla de las ideas, atacando la industria editorial, el cine y las universidades, y por eso tenemos el deber de luchar.
No permitamos que nuestro arte sea cómplice de lo peor.
Alcémonos.
Nombramos la realidad.
Atrevámonos colectivamente a mirarla con la precisión de nuestros corazones sensibles, para que ya no pueda ser silenciada ni encubierta.
Rechacemos la propaganda que constantemente coloniza nuestra imaginación y nos hace perder el sentido de humanidad.
Por Fatem, por todos aquellos que mueren en la indiferencia.
El cine tiene el deber de transmitir sus mensajes, de reflejar nuestras sociedades.
Actuemos antes de que sea demasiado tarde.