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Ignacio Avalos Gutiérrez

El 10 de enero (conversación de dos ciudadanos de a pie)

Ignacio Avalos Gutiérrez

El lugar estaba lleno de bote en bote. El mesonero me condujo, entonces, hacia una mesita ocupada por una joven señora, muy guapa, por cierto. Allí me senté y pedí mi guayoyo de rigor, mientras ella degustaba un marrón grande. La conversación sobre el tema no se hizo esperar, por supuesto. El casual encuentro entre nosotros tenía lugar el día después de la juramentación de Nicolas Maduro como Presidente de Venezuela. 

El tránsito vehicular como metáfora política

Ignacio Avalos Gutiérrez
Me vino la idea de contarme a mí mismo como transcurre la vida en Caracas, tomándolo como un ejemplo que ilustra lo que, de otras maneras y en distintas profundidades, dejan ver las grietas que cruzan a lo largo y ancho del país. El lector no encontrara cifras, pero sí sensaciones que son compartidas, de distintos modos y con desiguales alcances, por quienes vivimos aquí.

Decrecer o desaparecer ¿is that the question?

Ignacio Avalos Gutiérrez

Con sus bemoles, es cierto que durante los dos últimos siglos la situación de la humanidad ha mejorado, pero lo es también que en tiempos más o menos recientes se ha puesto a la vista el alto costo lo que ha significado.

Ahorrándome explicaciones que no caben en estas líneas, el planeta experimenta gravísimos problemas que atañen a todos los escenarios y que derivan de nuestros vínculos con la naturaleza, las pautas fundamentales mediante los que se organiza la vida y a los esquemas desde los que armamos la manera de entender la realidad.

Se cuestiona el modo de producir, consumir y vivir que el capitalismo industrialista ha configurado durante los últimos siglos, agravado por su versión moderna, ambos concebidos desde la convicción moral, como la califican ciertos autores, de que apenas han tenido que ver con las realidades físicas y naturales.

Se afirma, igualmente, que nos encontramos en medio dilemas que nos remiten a diversos planos (el ecológico, el económico, el social, el cultural, el político), que se interconectan y retroalimentan, haciendo evidente las distintas cuestiones que se deben entender y resolver, lo que conlleve la necesidad elaborar un estudio interdisciplinar y transdisciplinario, tanto en su diagnóstico como en la formulación de alternativas, o de lo contrario cualquier intento de comprender la realidad sería insuficiente.

Como ya dije, desde tiempos cercanos ha aumentado la divulgación de los estudios que advierten sobre el constante deterioro del planeta. En esta tarea han estado involucradas instituciones de diferente tipo, entre ellas varias internacionales, tales como la Organización de Naciones Unidas), El Banco Mundial (BM), el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), y La Unión Europea (UE).

Hace poco, la UE decidió apoyar financieramente la realización de una propuesta orientada a sustituir las bases del actual modelo de desarrollo y sentar los fundamentos de una Estrategia de Decrecimiento, alrededor de la modificación de los esquemas, tanto de producción como de consumo. Se parte de la idea de que los límites del planeta han sido rebasados por el estímulo al crecimiento continuo.

Un debate político obligado

Se trata, así pues, de proponer soluciones útiles para para acometer las dificultades en las nos encontramos, abordando la tarea de planteando ideas en torno a un nuevo modelo de sociedad que acometan la contradicción básica entre la búsqueda del crecimiento permanente y los perjuicios que causa a la naturaleza, a sabiendas de que en ello nos jugamos nuestra propia sobrevivencia.

Obviamente no se trata de una tarea sencilla. Significa un cambio de paradigma que tome en cuenta las diferencias culturales, las divergencias entre el mundo rural y el urbano, además de la gran desigualdad, tanto entre los países, como dentro de ellos, así como su diferente responsabilidad en la generación de la crisis y la injusta repartición de los daños que ha venido causando.

En la actualidad debiera ser el tema central del debate político mundial. Pareciera que se ha elevado la conciencia en relación con la crisis y, en efecto, se han firmado numerosos acuerdos y hay no pocas iniciativas transitando en la ruta de la sostenibilidad del planeta, pero aún estamos muy lejos de tener una estrategia que sea común, que asuma la complejidad de una crisis que es consecuencia de problemas que se interconectan y retroalimentan, hasta generar la Crisis Civilizatoria que dibuja el globo terráqueo.

En suma, como lo ha apuntado el profesor norteamericano Robert Reich, se trata de desplazar el centro de gravedad de nuestra autocomprensión como especie: no podemos prosperar, ni siquiera sobrevivir a largo plazo, si no redefinimos la relación con la Tierra y con nosotros mismos, en condiciones de interdependencia.

Hamlet

En su estado actual el sistema mundial se ha mostrado incapaz de organizarse para tratar problemas vitales, tales como el peligro nuclear, la degradación de la biosfera, las distorsiones de la economía, la desigualdad social, las migraciones e, incluso, los conflictos étnico - religiosos.

En función de lo dicho, hay que bregar los consensos necesarios, según ha señalado Perogrullo en distintas oportunidades, y para ello habría que sentar los fundamentos que permitan la gobernabilidad del planeta, como condición imprescindible para transformar casi desde sus raíces, el actual marco institucional. A la vez hay que repensar, no eliminar, el concepto de Nación y proyectar el de la Tierra Patria, reiterado mil veces por Edgar Morin entre otros autores, el cual supone la conciencia del destino, la identidad y el origen común de la especie humana. .

Retomo el título que encabeza el presente texto, inspirado en la famosa frase de Hamlet, el personaje de Shakespeare, y arbitrariamente colocada por mi entre signos de interrogación a fin de transformarla en pregunta. Finalizo respondiéndola que considero que Decrecer o Desparecer si es la cuestión.

El Nacional, viernes, 25 de agosto de 2023

El futbol femenino vs “el imperio de la testosterona”

Ignacio Avalos Gutiérrez

Desde sus inicios, la trayectoria de nuestra especie ha sido relatada en torno al Homo sapiens, prácticamente sin mencionar a la Mulier Sapiens. Su historia se encuentra marcada por la masculinidad, aunque afortunadamente las cosas están cambiando en todos los espacios, también en el deporte.

Sin embargo, si bien el machismo retrocede, aún respira.

La Costilla de Adán

Aunque no hay certeza plena, leo por ahí, que todo comenzó cuando, estando dormido Adán, Dios le quitó una costilla y a partir de ella creo a la mujer. De allí, tras razonamientos traídos por los pelos y que resultan cuesta arriba descifrar, emergió en el varón la idea de que era superior a la hembra y que ésta le debía obediencia, abriendo así la puerta al patriarcado.

Semejante absurdo ha dominado miles de años en distintos modos y grados, durante los cuales la mujer ha sido postergada y sometida a vivir en un contexto diseñado desde la masculinidad, que la confina a ser pareja del varón, madre de sus hijos y alguito más, no mucho, por culpa de su clítoris, estimado como un defecto anatómico, convertido en el soporte de la desigualdad con respecto a los varones.

No es de extrañar, entonces, que el género se convirtiera en un criterio universal de enorme importancia para definir la estratificación y fijar los roles, los espacios y las oportunidades de unas y otros en la sociedad.

El ethos masculino del deporte

Sin embargo, desde medianos del siglo pasado el movimiento feminista ha hecho posibles varios cambios orientados a ampliar la presencia de las mujeres en todos los rincones de la vida social. En consecuencia, se ha ido modificando su rol secundario y a la vez redefiniendo el de los hombres. La equidad de género empieza a aumentar, mientras el sexo disminuye progresivamente, como pretexto para instaurar la diferencia entre las personas. Se hace más evidente el debilitamiento de lo que algunos han calificado como “el imperio de la testosterona”, cierto, pero el machismo todavía moldea, en diverso grado, casi todos los espacios (educativo, político, científico, económico, cultural y hasta religioso).

También el deportivo, desde luego. Aun antes de que existiera como se le concibe en la actualidad, la mujer fue aislada, salvo en raras ocasiones, de los juegos que lo precedieron, incluso en calidad de espectadoras.

Bajo la inspiración de los realizados en la Antigua Grecia, a finales del siglo XIX se organizaron los Juegos Olímpicos, dando lugar a lo que hoy en día se considera el deporte moderno, el que, con sus lógicos cambios, se practica hasta hoy. El mismo surgió apartando a las mujeres en todas sus disciplinas y categorías, alegando que su presencia “…sería incorrecta, impracticable y poco estética”, según se citaba en uno de los documentos iniciales que sirvieron para darle forma.

Quedó, pues, explícito el ethos masculino del deporte y aunque paulatinamente se fueron observando algunas transformaciones, las mismas alcanzaban sólo para disimular la discriminación de las mujeres. Eran, en efecto, iniciativas tímidas, aisladas, inestables´, que “autorizaban” su presencia dentro de algunas áreas.

La mujer entra en la cancha

La presencia de las mujeres ha tenido, relativamente hablando, menos trabas en deportes como el volibol, la natación, la esgrima, el patinaje y algunos otros, determinados como “más femeninos”, esgrimiendo como motivo la barajita de que “requieren menos fuerza, vigor y potencia que el futbol”. Claro, se trata del “sexo débil”.

Desde su creación, a través de la fundación en Inglaterra de la Asociación de Futbol (1863), el balompié fue pensado, reitero, como un deporte de hombres, según lo muestra fehacientemente la historia a través de miles de episodios. No sorprende, entonces, que la participación femenina fuera aprobada por la FIFA, apenas en el año 1980 y que el primer torneo mundial de fútbol femenino no se realizara sino hasta 1991, en China.

Hoy las condiciones del futbol femenino son otras. Poquito a poquito las mujeres han ido conquistando territorio en este deporte de machos para machos, que no saben qué hacer con esta sorprendente invasión de señoras y señoritas, como lo escribió Eduardo Galeano, bastante antes, cabe advertir, de que fuera, ni de lejos, lo que ha logrado ser hoy.

En efecto, ahora ellas andan en el campo como jugadoras, arbitras y entrenadoras, en todos los países del mundo (si bien algunos todavía lo “prohiben”), al paso que han ido proliferando las competencias, incluyendo varias copas mundiales y ligas internacionales y nacionales en diversas categorías. También se desempeñan como narradoras en radio y televisión e igualmente como escritoras en los periódicos. Y por supuesto como espectadoras, desde los estadios y los medios de comunicación, al extremo de que en el Mundial de Qatar representaron cerca de la mitad del público que siguió la competencia.

En suma, las mujeres han llegado para quedarse, ya se han integrado como feligresas de esa religión pagana, que es el fútbol.

El machismo aún respira

Pero quedan no pocas cuestiones pendientes, en lo relativo a la equidad. El desnivel con respecto a los futbolistas varones, es palpable en aspectos financieros tales como el soporte a los equipos, el sueldo de entrenadoras, jugadoras y arbitras, las condiciones de los contratos (se han asomado cláusulas de embarazo, maternidad …), la difusión pública, la ausencia casi absoluta en los cargos dentro del entramado burocrático que, desde el cielo de la FIFA, gobierna el balompié a lo largo y ancho del planeta.

En parecida dirección resulta imposible no mencionar algo que parece insólito: después de varios años de haberse solicitado, solo recientemente algunos patrocinantes aceptaron que las damas no usaran pantalón blanco, a fin de subsanar la obvia incomodidad que causaba la menstruación en las jugadoras, durante el partido.

Los asuntos considerados anteriormente, además de otros, forman parte de un elenco de prejuicios, que sobrevive en pleno Siglo XXI.

La Copa Mundial

En estos días se está celebrando la novena edición del campeonato Mundial de Futbol Femenino, con sede en Australia y Nueva Zelanda y financiado, aunque suene a inconsistencia cultural, por Arabia Saudita.

Hasta ahora he visto un buen número de juegos. Me precio de saber algo del tema y puedo dar fe, por tanto, de que he observado partidos excelentes, muestra de un futbol bien armado, vistoso, ofensivo, técnico, poco dado al “pelotazo”, con pocos reclamos y fauls, casi sin tarjetas (no tengo en la memoria ninguna roja), sin faltas fingidas mediante caídas y muecas de extremo dolor, con escasos reclamos a las arbitras, amén de otras características.

Así las cosas, después de ver lo que vi me resulta duro de entender que tengan cabida comentarios de ciertos “expertos” que denigran del certamen y afirman, sin siquiera parpadear, que algunos de los rasgos expuestos en el párrafo anterior, derivan de su “menor grado de profesionalización”, además de su falta de formación, comparada con la que se tiene en el entorno varonil. Menos que menos comprendo que algunos reportajes se centren en el tema de las jugadoras lesbianas y saquen estadísticas de cuantas son, en que equipos hay más, en cuales no hay, quien es pareja de quien, para luego concluir que la cancha se ha ido convirtiendo en un lugar propicio para la homosexualidad femenina. Ni tampoco comprendo a quienes elaboran listas que clasifican a las futbolistas más bellas de la competencia, ni a quienes se permiten dar recomendaciones para que las jugadoras lleven una vestimenta un poco más sexy y atrevida (“pantalones más ceñidos”, sugirió Joseph Blatter, ex presidente de la FIFA), a fin de hacer los partidos más “atractivos”.

Completo mi asombro con la opinión de un exfutbolista, actualmente ocupado en la tarea de fichar jugadores para un club europeo. Dijo una frase que me viene de maravilla como cierre de esta larga lista de insensateces: “el futbol femenino es como comerte una salchicha vegana."

El Nacional, jueves 15 de agosto de 2023

El Nacional cumple sus primeros ochenta años

Ignacio Avalos Gutiérrez

Sobran las ideas para escribir un artículo. En estos tiempos proliferan los temas que llaman la atención, tanto nacionales como mundiales. A cada instante pasan miles de cosas de las que nos enteramos. Nuestra vida se desliza dentro de la Sociedad de la Información que, a la vez que nos deja saber lo que sucede, nos confunde con la realidad, la oculta y la falsifica. Hace posible que se burlen los hechos y se abran las puertas a las que elegantemente han sido bautizadas como las “verdades alternativas”. En suma, enturbian la posibilidad de conocer e interpretar los acontecimientos que nos rodean, lo que obviamente también sucede en nuestro país, pero aderezado con otros factores que soplan desde el poder, reforzándolos, y que atañen a la libertad de expresión

En este sentido, me refiero a las diversas maneras de las puede disponer el gobierno actual con el objetivo de controlar los medios de comunicación (televisión, radio, periódicos, la esfera digital), haciendo caso omiso de lo dispuesto en nuestras normas legales, incluso en la Constitución.

Aludo, igualmente, a la opacidad que caracteriza el manejo de los asuntos oficiales. Solo por mencionar un aspecto, las estadísticas se manejan a discreción y uno se queda sin saber bien como es la cancha en la que estamos parados, quedando siempre con la obvia y legítima sospecha de que no es la que se describe en los informes a los que se puede acceder. Por fortuna hay organizaciones de diversa índole, unas locales, otras internacionales, que muestran las otras caras de la realidad nacional, recogiendo la sensación de los ciudadanos de a pie, los que sufren en carne propia el descalabro de nuestro país, sumido en una larga crisis que lo afecta en todos los espacios.

Sin pretender, ni mucho menos, ser exhaustivo en el análisis de un asunto que ciertamente es medular para la democracia, quiero mencionar un tercer aspecto, al que me parece que no le damos tanta relevancia. Se trata de la resignificación del lenguaje, idea recogida como predicción hace más de medio siglo en la novela “1984”, escrita por George Orwell. En efecto, desde el inicio de la presidencia de Chávez, las palabras han ido pasando a significar algo distinto a lo que hasta entonces designaban. Expresado muy brevemente, se trata de lo que el mencionado autor identificó como la “neolengua”, con el fin de advertir en torno a la simplificación del idioma, bajo el entendido de que éste es el medio del que disponen las personas para entender y conceptualizar la realidad. Desde entonces se ha ido encogiendo, convirtiéndose en un relato político simple y maniqueo, que se destila en un pensamiento único y que sataniza las discrepancias, sirviendo como plataforma a un discurso épico que se vocea en decibeles altos, como si de esta forma aumentara su capacidad de convencer a “nuestro pueblo” de que vamos hacia la construcción de la “Gran Venezuela”.

Viene a cuento lo anterior porque el pasado 3 de agosto, El Nacional cumplió 80 años de fundado. Son muchos años y merecen ser celebrados, sobre todo en un país en el que aún priva la “cultura de lo efímero”. Pero que hay que festejarlos todavía más si se calibran a la luz de las dos últimas décadas de su historia, trenzadas por múltiples obstáculos de toda índole que, sin embargo, no han logrado bajar al periódico de la tarima pública, manteniendo su propósito de exponer una versión de nuestra sociedad, muy lejana de la que se divulga mediante la “lengua oficial”.

Como he dicho más de una vez, estoy familiarizado con “El Nacional” desde niño, cuando leía sus páginas de deporte, en particular las de futbol. Al paso en que avanzaba en mi adolescencia, brinqué a otras secciones y nació mi interés por la política, sin entender muy bien de que se trataba, pero que me abrió una ventana para ver un poco más allá de mi ombligo personal y social.

Nunca me pasó por la cabeza que algún día escribiría en estas páginas como columnista, acontecimiento que interpreto como un privilegio que me dio la casualidad. Desde esta condición va mi reconocimiento a quienes lo fundaron y mis felicitaciones a quienes hoy lo hacen posible desde su tenacidad.

El Nacional, 7 de agosto de 2023