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Opinión

Carlos Raúl Hernández

Con frecuencia nos referimos a la ficción de la mayoría, entendida como sentimiento, intuición, o incluso mayoría estadística, que no sirven de mucho. Para que la mayoría sea real y tenga efectos pertinentes, requiere que se convierta en votos, y estos, en cargos de representación. Es la transubstanciación política que asombró a Marx en El 18 brumario…, ante “el misterio moderno”: las primeras elecciones universales directas y secretas del mundo, que eligieron Presidente a Luis Napoleón en 1848.

Lo sorprendía que “el Estado burgués se deshace y se rehace a sí mismo”. Pero con las mayorías ocurre a veces como con quienes ganan la lotería, las derrochan, y un tiempo después son más pobres que antes del golpe de suerte. En 2015 la sociedad votó, se hizo mayoría política, pero quienes debían no entendieron aspectos kidergarterinos y la utilizaron para declarar insurrecciones bobas y no para avanzar sobre el Estado.

Las mayorías políticas se rigen por la tecnología constitucional. Hillary Clinton la obtuvo, pero por el esquema de colegios electorales, pese a sus tres millones de votos de ventaja, hoy el presidente de EEUU es otro. Ocurrió parecido entre Al Gore y Bush. Así son las reglas del juego y nadie en ese país las cuestiona. Donde no existe ballotage –incluso en países que si lo tienen- se puede ganar con mayoría simple, en minoría social, como Caldera en 1993.


En Nicaragua se triunfa en primera vuelta con 40% si el que lo obtiene saca una ventaja de diez puntos sobre el segundo. El jefe del Partido Liberal, Arnoldo Alemán, baluarte del sistema, presionó a la Corte de Justicia para que permitiera a Ortega ir inconstitucionalmente a la reelección. Luego Violeta Chamorro se empeñó en lanzar a su nuero, cuyos votos se restaron al contendor real de Ortega, y aquél no pudo llegar al piso de 30%, pese a que las encuestas lo daban vencedor en segunda vuelta.

Murió la inteligencia política
De allí que, como decía Gramsci, en los procesos electorales se prueba la fuerza en votos, pero más importante, la capacidad para conseguirlos, cosa que depende de la organización, la habilidad, la campaña, las alianzas y varias otras variables. En Venezuela la democracia y la política murieron con Gonzalo Barrios, quien demostró, junto a Betancourt, inteligencia incomparable para preservar el sistema, triunfar y avanzar.

Y también, conciliar y retroceder, sin curvarse por veleidades de la opinión pública, incluso de la opinión de su partido, cuando éstas iban a contramano del sentido sabio de la política. Sacrificó su propia presidencia de la república en 1968 y se la donó a Caldera por treinta mil votos turbios en Socopó de Barinas. Mientras el partido sacaba su hacha, Barrios declaró: “prefiero una derrota discutida que un triunfo cuestionado”. Su razonamiento se apoyaba en que AD llevaba dos períodos seguidos en el poder.

Para que la democracia fuera creíble y no se pareciera al régimen del PRI en México, era necesaria la alternabilidad. A su muerte en 1993, manadas de locos tomaron el siquiátrico, AD derroca a Pérez, el Parlamento se convierte en un infierno, y lanzan la historia al abismo. Desde ese año, la demencia, el conflicto, el espíritu reaccionario, la mentecatez, la brutalidad de un país sin liderazgo adelantan la progresiva destrucción de las instituciones. La marcha de la locura no cesó un minuto.

Vienen las historias de la cripta estúpida, paro petrolero, “megaplasta”, 13 de abril, plaza Altamira, de grupos sociales que no cesan de cabecear contra la pared, hasta la verdadera noche de los primogénitos: la abstención en 2005 un parto de los montes que le entregó al gobierno los demás poderes. Luego los políticos parecieron aprender y asumieron la reconstrucción electoral. Pero en 2016 recomenzó el debate abstencionista-insurreccional, en el que ya ruboriza involucrarse.

El Ángel de la Gafedad
Dice la Biblia que un aire espeso flotaba sobre Egipto cuando el Ángel de la Muerte bajó a ejecutar los primogénitos. Aquí el vaho de la estupidez incorpora nuevos aportes. La intervención militar democrática, llamar a una división de las Fuerzas Armadas, un golpe de Estado, que posiblemente dividiría en dos la república, una intervención militar extranjera, petición inconcebible y sin precedentes, ni siquiera en Puerto Rico.

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A quienes reciben órdenes del gobierno norteamericano, no se les puede exigir más, por su condición decúbito prono. Están muy cómodos con 660 millones de dólares de subsidios internacionales, que disuelven cualquier invocación al sentido político o a la idea de nación. Están obligados a apoyar sanciones que solo afectan a la población civil ¿Con qué argumentos se puede defender a partidos que convocan golpe militar desde una autopista o intentan una acción mercenaria en Macuto?

Aunque haya algunos inocentes, es muy difícil separar polvo de paja. Pero el Ángel no descansa y entra en el campo de quienes participarán en las elecciones de este año. Por razones ignotas no se divisa que cuaje una alianza unitaria como en 2015. Eso garantiza la dispersión y no es posible aceptar que sea solo demencia la fuerza disgregadora entre quienes quisieran ser líderes. Habrá que recoger vidrios otra vez en 2021, aunque “somos mayoría”. Ojalá no.

@CarlosRaulHer

 4 min


Desde que se instauró hace 21 años este régimen cívico-militar –y ahora militar-cívico– el tema de la guerra civil es también un tema recurrente en el análisis político, de tirios y troyanos, y no estoy exento de ese fenómeno, pues en varias oportunidades he escrito sobre el tema, siendo la última hace más de un año, el 23 de febrero de 2019: (https://ismaelperezvigil.wordpress.com/2019/02/23/las-guerras-que-enfrenta-guaido-y-2-la-guerra-civil/ ).

Por supuesto la comparación, remembranza o ejemplo, siempre remite a la guerra civil española, con la que siempre vamos a encontrar similitudes y no solo porque toda situación de violencia se asemeja, sino también porque venimos de un mismo tronco, tenemos un mismo idioma, una cultura similar, un concepto del derecho parecido y muchas cosas más, de las cuales enorgullecernos y lamentarnos. Pero de allí a pensar que la situación de violencia a la que nos ha llevado este régimen va a desembocar en una guerra civil como la española, creo que es exagerar o al menos soslayar algunas diferencias importantes y caer en la matriz de opinión que el régimen quiere y viene desarrollando desde hace tiempo, a través de varios de sus voceros, para intimidar y continuar manteniéndose en el poder.

Desde el principio, durante su campaña electoral en 1998, pero especialmente a partir del año 2002, Hugo Chávez Frías, con su marxismo ramplón, tenía una prédica continua del conflicto social y la también continua exacerbación del mismo. Varios de sus ministros, gobernadores y jefes de “campaña” –y ya sabemos que “campañas”, como procesos electorales, hemos tenido muchos– siempre insistieron en cosas como: “si Chávez pierde, habrá guerra civil”, “rodilla en tierra defenderemos la revolución”, “esta es una revolución pacífica, pero armada”, y toda esa “glorificación” de los militares, ese lenguaje militar y la profusión de uniformes en los gabinetes ministeriales y gobernaciones, las alusiones constantes a guerras de “cuarta generación”, la organización electoral en batallones y unidades de batalla y hasta nombrar las “campañas electorales” como batallas históricas, en fin, toda esa parafernalia no es más que una forma de amenazar y de mostrar las armas con las que nos pueden agredir.

Por si fuera poco lo anterior, es también importante tomar en cuenta el proceso de armar a la población que hace la dictadura: la milicia, los malandros armados y sacados de la cárcel para agredir civiles o enfrentarlos a bandas rivales en los barrios y, desde luego, la actividad de los denominados “colectivos violentos”, o la repetición al infinito de lo que vemos todos los días con la violencia del hampa, que actúa sin mayores restricciones o la no menos peligrosa violencia desplegada por los “cuerpos de seguridad”, para controlar pacificas manifestaciones de gente que protesta por la falta de servicios básicos o por denunciar los estragos que ocasiona la pandemia.

Además, no es necesario insistir en diferenciar lo que nos pasa en Venezuela con la pre guerra española, para explicar porque aquí no hay las condiciones para que ocurra lo mismo, pues la verdad es que no hay ninguna "ventaja" en encontrar semejanzas que nos permitan pensar y temer una guerra civil como la española, puesto que hay muchos desenlaces igualmente funestos a los que nos podemos enfrentar, sin llegar a lo terrible de una guerra civil, y eso sí es algo que nos debe preocupar y escenarios para los cuales debemos prepararnos y poner remedio.

Por supuesto, no podemos desestimar la posibilidad de que la exacerbación de todos los conflictos internos y la profundización de la crisis humanitaria compleja que padecemos, pueda desembocar en una situación social explosiva, violenta y que nos conduzca a las puertas de un conflicto mayor. Lo que si no comparto es que se pretenda utilizar esta posibilidad, para exacerbar ese temor o como pretexto para hacer críticas, solapadas o abiertas, a algunas posiciones políticas asumidas por la oposición democrática.

Ciertamente, cada quien puede usar sus argumentos y razonamientos como mejor le parezca y corresponde a quienes los escuchamos o leemos tener el criterio para discernir quien usa esos argumentos de manera inadecuada o solamente como instrumentos para criticar o “mejorar” su posición en una determinada discusión. Por ejemplo, ¿De dónde proviene esa idea de que la oposición democrática ha optado por la vía insurreccional? Una cosa es no compartir la vía electoral de no participar, e incluso, criticarla –como hemos hecho muchos– y señalar que es equivocada esa táctica electoral, por no ver muy clara la estrategia global; y otra cosa es asumir que se ha adoptado la vía insurreccional, como sí votar y una guerra civil fueran un continuo, sin ningún tipo de alternativas intermedias.

Tampoco es cierto afirmar que la oposición ha estado en blanco y no ha hecho nada en 21 años de régimen chavista; al respecto no argumentaré más, solo remito a mi artículo publicado hace un par de semanas: Resistencia Opositora, y a recordar y destacar los aspectos e hitos allí señalados –muchas de ellos electorales, vía que hoy se desecha– que hemos tenido en estos años. (https://ismaelperezvigil.wordpress.com/2020/07/25/la-resistencia-opositora/)

Tampoco podemos desestimar y dejar de reconocer, mezquinamente, que gracias al tesón demostrado durante 2018 y principios de 2019 fue que se logró el reconocimiento internacional que hoy tenemos y que mantiene viva a la oposición y el desconocimiento, por ilegítimo, que hoy tiene el régimen.

Desde luego lo ocurrido en febrero de 2019, con la fallida entrada de la ayuda humanitaria y el también fallido intento de llamado a la FA del 30 de abril –que ni siquiera los civiles acudimos a La Carlota–, más los frustrados procesos de diálogo en República Dominicana y Oslo, hicieron mucho daño a la moral opositora y nos hicieron ver que carecíamos de una política que no estuviera supeditada a lo que dijeran nuestros aliados internacionales, especialmente los EEUU.

Por cierto, de eso no se ha hablado mucho, pero allí hubo un fracaso evidente de la política de USA hacia Venezuela, con toda esa pantomima de “todas las opciones están sobre la mesa”, que fue una errática conducción de la política de USA. Ciertamente hubo incompetencia por parte de los líderes y voceros norteamericanos (Trump, Pompeo, Bolton, y Abrams, por solo nombrar a los del Poder Ejecutivo), que llevaron al fracaso la “política” de Trump hacia el régimen de Venezuela, en la que la oposición se vio arrastrada. Los intentos de negociación en Rep. Dominicana y Oslo, con apoyo de la Unión Europea, fue también una estrategia minada por USA, que se opuso al diálogo, favoreciendo la llamada presión o diplomacia de “micrófono” y la extensión de las sanciones, hasta que finalmente formuló una política similar a la de la oposición democrática –anunciada por Juan Guaidó en enero de 2020– que es la que ahora sigue; pero en ese momento ya estaba muy fortalecido el régimen venezolano o muy desmejorada o desmoralizada la oposición democrática, pues se habían generado unas expectativas que el liderazgo opositor estimuló y no supo conducir, no supo matizar. No es fácil superar más de 40 años de predica antipolítica y antipartidos y esperar de la noche a la mañana tener partidos fuertes y dirigentes políticos sólidos; ya es un logro importante que a pesar de la tarea de zapa se haya logrado una posición que, aunque me hubiera gustado otra, es al menos unitaria.

La única forma de no enfrentarse a escenarios de violencia es con un país unido, decidido al camino de la paz y dispuesto a emprender tareas de transformación económica, política y social de envergadura. Ese es el camino del que esperamos oír propuestas –por parte de la oposición democrática–, además de la declaración formal de algo que ya sabíamos: que no participaremos en el fraude electoral; esperamos que ahora se concrete en propuestas de acción el anuncio retórico deconvocar a todas las fuerzas sociales y políticas del país a la construcción de un nuevo pacto unitario y nueva ofensiva democrática”.

https://ismaelperezvigil.wordpress.com/

 6 min


Antonio Di Giampaolo

SISTEMAS DE SALUD EN JAQUE (111)

Es público, notorio y comunicacional que las repercusiones de la emergencia humanitaria global en cuanto al sistema sanitario en Venezuela muestran particularidades específicas. Las cifras oficiales reportadas a la Organización Mundial de la Salud indican más de veinticinco mil contagios y unas doscientas veintidós personas fallecidas en nuestro país. Entre los contagiados y fallecidos el sector de la sociedad que ha resultado proporcionalmente más afectado es el correspondiente al gremio de la salud y en segunda instancia a efectivos militares. funcionarios policiales y a personal de los servicios de protección ciudadana.

En todo el mundo ciertamente el personal de los servicios de salud está expuesto al riesgo de enfermarse de manera más elevada que el resto de la población. La Federación Médica de Venezuela señaló que 25% de los fallecidos pertenecen al sector de la Salud. La razón de las infecciones y de las bajas puede estar asociada, en la inmensa mayoría de los casos, lamentablemente a las precarias condiciones laborales. Tanto los servicios públicos como los privados de salud han destinado áreas y espacios reservados para la atención creciente de pacientes de Covid-19. La habilitación de albergues sanitarios para contagiados asintomáticos permite inferir que los casos van en ascenso y el rezago de las pruebas moleculares debido a las limitaciones de centralización para el diagnóstico incide en el monitoreo en tiempo real sobre la pandemia.

La Comisión Presidencial de la Covid-19 y el Comité de Expertos de la AN suscribieron un acuerdo con la Organización Panamericana de la Salud para el abordaje de la pandemia. Se ha reportado el arribo de cargamentos de suministros a través de la OMS, y también implementos, equipos y tratamientos provenientes de China, Rusia, Turquía y Cuba. La Asamblea Nacional declaró la existencia de una situación de emergencia humanitaria compleja y anunció la transferencia de fondos, a través del Programa de Recuperación de Activos, a la Cruz Roja Internacional para apoyar al sector salud en el país.

Las estadísticas no reseñan la totalidad de los registros pues hay reportes de personas fallecidas, cuya acta de defunción acusa el deceso a patologías distintas a la pandemia, y finalmente trasciende el informe tardío de la prueba de PCR resultando positiva para Covid-19. En los centros asistenciales hay deficiencias en materia de insumos y materiales de bioseguridad. También hay hospitales que registran problemas en el suministro de energía eléctrica o de escasez de agua, y hasta de productos de limpieza e higiene. La dotación que lucía suficiente para la etapa incipiente de la pandemia ahora no basta para el incremento progresivo de casos.

¡Amanecerá y veremos!

@ADIGIAMPAOLO

CELEBRACIONES, FIESTAS Y REUNIONES EN PANDEMIA(110)

La pandemia de la Covid-19 ha trastocado la cotidianidad de la mayoría de la gente. Una de las normas preventivas de mayor eficacia para evitar el contagio es el distanciamiento social por lo que la eventual asistencia a fiestas, agasajos y reuniones, supone un nivel de riesgo que no debe ser desestimado.

En el cronograma de la vida hay fechas y acontecimientos importantes que a juicio de algunos resulta imposible posponer. Las autoridades sanitarias han insistido en la necesidad de no realizar eventos y actividades de cualquier naturaleza en las cuales resulte imposible cumplir el distanciamiento social y atender las normas de higiene y protección personal. Desde galas y conciertos, competencias deportivas, manifestaciones públicas, asambleas políticas o empresariales, fiestas populares tradicionales y hasta impactantes bodas, esperados cumpleaños, la anhelada celebración de las 15 primaveras, y hasta bautizos han sido suspendidos para mejores momentos.

En cualquier reunión de carácter social el contacto entre las personas resulta inevitable. Los afectuosos saludos, la posibilidad de compartir tragos y bebidas y hasta cigarrillos, la ingesta de bocadillos y pasapalos en las bandejas, o soplar las velitas de una torta, por ejemplo en un cumpleaños, constituyen verdaderos desafíos contra el nuevo coronavirus. Además, como la inmensa mayoría de las personas son asintomáticas ante la enfermedad, la gente desarrolla una falsa sensación de seguridad que a los pocos días puede terminar teniendo graves consecuencias.

La verdad sea dicha no hay nada más reñido con el distanciamiento social que los bailes y las parradas. Siempre es factible posponer una celebración o festejo por motivos de causa mayor. La emergencia sanitaria es sin duda una poderosa razón, incluso cuando se trata de reuniones en la estricta intimidad familiar, para evaluar las consecuencias de una posible exposición a la enfermedad. La Covid-19 ha impuesto limitaciones no solo al disfrute de momentos de satisfacción y alegría, sino también en funerales y sepelios, en los que la gente comparte la tristeza y el dolor por la pérdida de familiares y amigos. En una y otra situación, de ambas facetas de la vida, se impone el cumplimiento de las normas de prevención y salud en el marco de la pandemia.

¡Amanecerá y veremos!

@ADIGIAMPAOLO
EL MILLAR DE CASOS DIARIOS (109)

Tal como lo pronosticó la Academia Nacional de Ciencias, Físicas, Matemáticas y Naturales Venezuela alcanzó el ritmo de incremento del millar de casos diarios de contagios de Covid-19. Más allá de la precisión de las cifras y de la confiabilidad sobre las mismas, se impone una evaluación en torno a algunos aspectos críticos de la situación de la pandemia en nuestro país.

El abordaje militar y policial, y obviamente político, de la contingencia en varios aspectos resulta contrario al manejo eminentemente epidemiológico de la coyuntura. Se ha insistido en la necesidad de descentralizar y ampliar la factibilidad de realizar las pruebas moleculares para desarrollar un monitoreo consistente sobre la pandemia. También se ha alertado que la proporción de infectados, y también de fallecidos es proporcionalmente alta entre el personal de los servicios de salud, lo cual es revelador de las condiciones en las cuales a los equipos sanitarios les corresponde batallar contra la enfermedad. Adicionalmente, son notorias las deficiencias en materia de suministro de insumos, dotación de equipos y disponibilidad de material en los centros asistenciales.

Por si fuera poco la población padece un conjunto de calamidades como la escasez de combustible que incide en la movilidad para las actividades esenciales, ausencia de gas doméstico que obliga a recurrir a los fogones de leña, en los casos en donde es factible, o a improvisados mecheros y hornos a carbón, interrupciones del servicio eléctrico que no siempre pueden compensarse con auto generadores por la falta de gasolina y gasoil, y lo más grave, falta de agua con lo cual es imposible satisfacer los requerimientos de cuidado e higiene personal que la Covid-19 exige.

El país sufre, en medio de la pandemia, un conflicto institucional marcado por la confrontación política, el caos económico y la crisis social. Las autoridades tratan de justificar la delicada situación atribuyendo las carencias, las limitaciones y las dificultades a la llamada “guerra económica” y “el bloqueo internacional” por lo que el escenario moderado previsto por los académicos ocurrió anticipadamente, y entonces, lamentablemente, cabría esperar que el pronóstico crítico de millares de registros diarios esté más próximo en el almanaque.

¡Amanecerá y veremos!

@ADIGIAMPAOLO

Tal como lo pronosticó la Academia Nacional de Ciencias, Físicas, Matemáticas y Naturales Venezuela alcanzó el ritmo de incremento del millar de casos diarios de contagios de Covid-19. Más allá de la precisión de las cifras y de la confiabilidad sobre las mismas, se impone una evaluación en torno a algunos aspectos críticos de la situación de la pandemia en nuestro país.

El abordaje militar y policial, y obviamente político, de la contingencia en varios aspectos resulta contrario al manejo eminentemente epidemiológico de la coyuntura. Se ha insistido en la necesidad de descentralizar y ampliar la factibilidad de realizar las pruebas moleculares para desarrollar un monitoreo consistente sobre la pandemia. También se ha alertado que la proporción de infectados, y también de fallecidos es proporcionalmente alta entre el personal de los servicios de salud, lo cual es revelador de las condiciones en las cuales a los equipos sanitarios les corresponde batallar contra la enfermedad. Adicionalmente, son notorias las deficiencias en materia de suministro de insumos, dotación de equipos y disponibilidad de material en los centros asistenciales.

Por si fuera poco la población padece un conjunto de calamidades como la escasez de combustible que incide en la movilidad para las actividades esenciales, ausencia de gas doméstico que obliga a recurrir a los fogones de leña, en los casos en donde es factible, o a improvisados mecheros y hornos a carbón, interrupciones del servicio eléctrico que no siempre pueden compensarse con auto generadores por la falta de gasolina y gasoil, y lo más grave, falta de agua con lo cual es imposible satisfacer los requerimientos de cuidado e higiene personal que la Covid-19 exige.

El país sufre, en medio de la pandemia, un conflicto institucional marcado por la confrontación política, el caos económico y la crisis social. Las autoridades tratan de justificar la delicada situación atribuyendo las carencias, las limitaciones y las dificultades a la llamada “guerra económica” y “el bloqueo internacional” por lo que el escenario moderado previsto por los académicos ocurrió anticipadamente, y entonces, lamentablemente, cabría esperar que el pronóstico crítico de millares de registros diarios esté más próximo en el almanaque.

¡Amanecerá y veremos!

@ADIGIAMPAOLO

 7 min


Julio Dávila Cárdenas

Los venezolanos nos encontramos ante la disyuntiva de elegir entre lo que coloco como título de esta reflexión.

Decía hace ya más de doce años que la prudencia consiste en discernir y distinguir lo que es bueno o malo, para seguirlo o huir de ello.

En política, la prudencia es aquella dirigida a lograr el bien común. Santo Tomás nos enseña acerca de ella con la metáfora del barco, cuando nos dice: “La nave, que se mueve por el impulso de vientos diversos hacia lugares distintos, no llegaría al fin previsto si no fuera dirigida hacia el puerto por un timonel competente”.

Norberto Bobbio descubre otra, la del laberinto, que tiene alguna salida, pero ni el filósofo sabe cuál es, pues él también está en la misma situación de los demás. Su tarea es la del prudente que enseña “a coordinar los esfuerzos, a no arrojarse de cabeza a la acción, y al mismo tiempo a no demorarse en la inacción, a hacer elecciones razonadas, a proponerse, a título de hipótesis, metas intermedias, corrigiendo el itinerario durante el trayecto si es necesario, a adaptar los medios al fin, a reconocer los caminos equivocados y abandonarlos una vez reconocidos como tales.”

Luego de permanecer más de veinte años en el poder, tanto el régimen de Chávez como el de Maduro han llevado al país a una situación verdaderamente desastrosa, aun cuando durante el tiempo del primero, el petróleo logró que Venezuela contase con ingentes recursos que tanto Chávez como Maduro despilfarraron y en buena parte fueron a parar a la corrupción.

Aquel pueblo al que el comunismo le prometió luchar por ellos se encuentra sumido en la miseria. Como diría Churchill, “una masa trémula de atormentados, hambrientos, desposeídos y aturdidos seres humanos se encuentran ante las ruinas de sus ciudades y de sus casas y escudriñan los oscuros horizontes”. Los inmensos recursos que debieron emplearse en salud, educación y en mejorar la situación del país, sólo sirvieron para tratar de comprar voluntades tanto en el país como en el exterior y para enriquecer a quienes detentaban el gobierno y a sus viejos y nuevos amigos.

Hoy Venezuela se encuentra en estado más que lamentable, ruinoso. Son muchos quienes piensan que esto se lo llevó el diablo y que prácticamente no hay posibilidad de recuperación. Nos encontramos sin agua, energía eléctrica, gasolina ni petróleo que vender y en medio de una pandemia en un país que no cuenta con recursos hospitalarios ni medicinas con que enfrentarla.

Otros pensamos que lo que se requiere es unidad, unidad y mas unidad de dirigentes y personas capaces y de buena voluntad para recuperar el país y salir de un comunismo que pretende terminar de destruirnos. Aún estamos a tiempo. ¡Hagámoslo!

 2 min


Jorge Suárez-Vélez

Las crisis fomentan desigualdad. Por sentido común, quien tiene recursos las puede enfrentar con menos dificultad que quien vive al día; le va mejor a quien tiene un buen empleo que a quien sobrevive en la informalidad. Las crisis presentan un áspero ambiente de selección darwiniana en el cual el más fuerte saca ventaja. Pero sería peligroso confundir el impacto temporal con el daño permanente, pues eso llevaría a adoptar políticas públicas equivocadas que pueden mermar la prosperidad y el potencial de crecimiento de sociedades y países, incluso restringiendo la ansiada movilidad social.

Para comprender lo que está pasando con la pandemia, es importante recordar que es una crisis sanitaria de proporciones solo comparables con la llamada gripe española de 1918, y que ocurre apenas una década después de la “Gran Recesión” de 2008. Llegó la covid-19 cuando todavía vivíamos las secuelas de políticas adoptadas para mitigar las consecuencias de esa crisis, y cuando estábamos aún lejos de poder afirmar que habíamos logrado regresar a un entorno estable o normal.

La respuesta a la crisis de 2008 fomentó mayor desigualdad porque favoreció a quienes tenían activos sobre quienes dependían de su salario. Después de la crisis, los bancos centrales del mundo inundaron de liquidez las economías, con el objeto de evitar una espiral deflacionaria como la que ocurrió después del colapso de 1929. Al hacerlo, provocaron que se desplomara el precio del dinero, es decir, la tasa de interés. Las tasas de interés cercanas a cero –o incluso negativas en algunos países– incitaron un alza sin precedente en los precios de activos (acciones, bienes inmuebles, obras de arte) enriqueciendo, al menos en papel, a sus dueños. Las tasas de hipotecas, en mínimos históricos, hicieron posible adquirir inmuebles que previamente hubieran parecido fuera del alcance. Invertir en acciones de empresas que pagaban dividendos de dos o tres por ciento al año resultaba mucho más atractivo que comprar bonos exentos de rendimiento. Por ello, la década pasada fue la cuarta más rentable en la historia para invertir en la bolsa estadounidense. Quien hubiera puesto mil dólares en la bolsa el primero de enero de 2010 hubiera tenido 3,600 el último día de 2019. Pero quien no tenía activos no recibió beneficio alguno. Quienes sólo podían ahorrar mediante un depósito bancario o un bono, no recibieron retornos para siquiera compensar la tasa de inflación (que, de por sí, fue históricamente baja).

En contraste, el aumento en los salarios ha sido menos robusto como consecuencia de dos grandes corrientes: la globalización y la robotización. Al ser incorporados en las cadenas de valor países densamente poblados como China, Vietnam o México, los trabajadores en muchos países desarrollados perdieron capacidad para negociar sueldos y prestaciones, frente a la amenaza de que plantas industriales pudieran migrar a otros países. Ahora, esa tendencia se profundiza conforme avanzan la robotización y automatización de la producción y surgen herramientas de inteligencia artificial que reducen significativamente la necesidad de interacción humana para la provisión de servicios (esta tendencia podría acentuarse con la interrupción de cadenas de valor por la pandemia, pues las máquinas no se contagian). Según un estudio del Pew Research Center, el ingreso en los hogares del decil más alto en Estados Unidos en 2016 fue 8.7 veces mayor que el del decil más bajo, cuando en 1970 la diferencia era de 6.9 veces.

Sin embargo, cuando se hace este tipo de análisis se critica solo el impacto negativo de la globalización en la producción de manufacturas y no se analizan las consecuencias positivas, empezando por el fuerte abaratamiento que ha habido en los precios de bienes duraderos. En las últimas tres décadas, el índice general de precios en Estados Unidos ha aumentado en promedio 2% al año, pero el precio de los bienes duraderos ha caído 1.3% al año durante el mismo periodo. Gracias a la caída en los precios provocada por la globalización, la familia de un trabajador promedio puede comprar televisiones de grandes dimensiones, teléfonos inteligentes, y una serie de bienes que mejoran su calidad de vida, al proveer entretenimiento gratuito (o casi) y darle la posibilidad de conectarse con amigos y familia distantes en condiciones que antes eran imposibles o inasequibles sin niveles más altos de ingreso (¿cuánto costaba antes una llamada de “larga distancia”?).

La covid-19 ha abierto la brecha de la desigualdad de una forma sin precedente en cuestión de meses. Nos recuerda que millones de familias no pueden darse el lujo de permanecer en casa, pues hacerlo implicaría no poder llevar pan a la mesa. Subraya las condiciones de hacinamiento en las que vive una parte no menor de la población. Cuando escribo esto, por ejemplo, uno de los focos de infección más activos en Asia está en Mumbai, ciudad en la que dos tercios de la población viven en arrabales como Dharavi, cuya densidad poblacional es 30 veces la de Nueva York. Lo mismo ocurre en las favelas de Río de Janeiro o en los cinturones de miseria de Lagos. ¿Cómo mantener “sana distancia” cuando millones necesitan transitar por horas en transporte público sucio y abarrotado?

En Perú, a pesar de las políticas sanitarias sensatas, la pandemia se sale de control porque la población va en promedio 200 veces al año a mercados públicos, pues carece de refrigerador para guardar productos perecederos. A pesar de un plan de estímulo económico adecuado, la economía de ese país se desplomará –se estima– 17% debido a la dificultad de proveer ayuda en forma eficiente cuando tres cuartas partes de la población trabaja en la economía informal. Cuidarse del contagio es un lujo que solo quienes tienen fuentes de ingreso estables se pueden dar.

Encima, se expande la llamada “brecha digital”, que marca una diferencia abismal entre aquellos jóvenes con acceso a computadoras, internet y aprendizaje remoto y quienes no lo tienen, ni asisten a una escuela que provea esa alternativa; muchos jóvenes simplemente perderán meses y quizá años que serán difíciles de recuperar.

Independientemente de que las condiciones que incrementan la desigualdad sean coyunturales o estructurales, es innegable el impacto que esta tendrá en el entorno electoral y en las plataformas políticas en los próximos años. La pandemia dejará una secuela de desempleo y pobreza quizá solo comparable con la Gran Depresión en la década de los treinta. En Estados Unidos, la Reserva Federal estima que la tasa de desempleo, que llegó a 14.4% en el mes de abril, se mantendrá por encima de 5.5% hasta 2022, cuando en febrero, al inicio de la pandemia, era de 3.8%, la más baja desde 1969, después de más de diez años de expansión económica ininterrumpida. En México, se estima que 12 millones de personas perdieron su fuente de ingreso, dos millones de éstas en la economía formal, y se espera que la economía muestre su peor caída desde 1932 (-10%), con una tibia recuperación en 2021, manteniéndose estancada posteriormente como consecuencia del desplome en la inversión, tanto pública como privada.

Como si la lectura de estas condiciones no fuese suficientemente compleja, hay que agregarle las protestas que surgen por las asignaturas pendientes dadas las condiciones de discriminación –racial, de género y clase– que prevalecen en varios países. Así, empezamos a ver confusión en el lenguaje de protestas que tienen un origen absolutamente válido y que reclaman cambios que hace mucho debieron ocurrir. Repentinamente las protestas son también contra el capitalismo, contra el neoliberalismo, o contra la globalización.

La crisis sanitaria ha subrayado las deficiencias en las políticas públicas, la politización de la respuesta, y la ineptitud del liderazgo y de la clase política. Sin embargo, parece no haber suficiente crítica a la pésima asignación de recursos fiscales que se manifiesta en las carencias del sistema de salud pública donde trabajadores de la salud responden con vocación conmovedora y enorme sacrificio, a pesar de las carencias que se les imponen.

Pronto veremos que surgirá la crítica a las soluciones –terapias, vacunas, sistemas de rastreo de contagio– que serán desarrolladas por empresas privadas. Nuestra sociedad parece ignorar que una crisis como esta subraya la colosal importancia de la inversión privada en la investigación científica y médica que todos los días logra encontrar soluciones a enfermedades que antes eran mortales, y a condiciones que afectan seriamente la calidad de vida de millones de seres humanos.

Todos los años se invierten alrededor de 300 mil millones de dólares en investigación médica. Un tercio proviene de universidades que buscan hacerse de propiedad intelectual que pueden vender para tener con qué financiar investigación en áreas científicas y de humanidades, pero también para proveer educación para quien no pueda pagarla. Las soluciones a esta pandemia que ha matado a más de 400 mil seres humanos en solo cuatro meses provendrán de éstas y de empresas de biotecnología.

En este momento en el que los jóvenes protestan por causas justas e impostergables, vale la pena recordarles la importancia de la empresa privada. Hay que recordarles que la globalización y el libre comercio permitieron que entre 1990 y 2010 el número de seres humanos viviendo en condiciones de pobreza extrema ($1.25 dólares diarios) se redujera a la mitad, cinco años antes de la meta establecida. Hay que recordarles que no hay una sola medicina remotamente relevante que haya sido originada en un país que no sea capitalista.

Sí, este es un momento crucial para impulsar la responsabilidad social de las empresas, para fomentar transparencia y honestidad, para subrayar el cuidado al medio ambiente. Pero es también crucial recordar la importancia de que estas tengan incentivos para invertir en innovación y en tecnología. Hoy es más importante que nunca crear riqueza, desarrollar las capacidades de los trabajadores y darles acceso a equipo y tecnología de punta para que logren mayor productividad y para que tengan un trabajo mejor remunerado.

Es importante que las empresas paguen impuestos, pero es igualmente importante exigir que los gobiernos no desperdicien recursos fiscales que hoy serán más escasos que nunca y que deben ser destinados a ayudar con eficiencia (y sin objetivos clientelares) a la población más afectada, a proveerle educación que permita movilidad social, a ofrecerle salud pública que ponga los enormes avances médicos a su alcance y le ofrezca cuidado digno. Hoy es más importante que nunca fomentar la formalidad en la economía para que el grueso de la sociedad tenga acceso a capacitación, a crédito, e incluso a programas de ayuda estatal que sean transparentes y que eviten fomentar dependencia.

Se hará más grande la brecha entre los países ricos, con acceso casi ilimitado a crédito, y los más pobres que no lo tienen. Estos últimos tendrán que actuar con inteligencia, creatividad y enorme eficiencia, pues de no hacerlo será su población más necesitada quien lo resienta. Este no es momento para politiquería o para clavar cuñas, separando a partir de etiquetas. Hoy el sentido común es crucial. Hay que convocar a los expertos y escucharlos. Hay que trabajar juntos y con gran eficiencia en la búsqueda de objetivos comunes. Hoy dividir y polarizar hace más daño que nunca.

Toda crisis presenta oportunidades. Aprovechemos las que ya tenemos enfrente.

Junio 2020

Letras Libres

https://www.letraslibres.com/mexico/economia/desigualdad-y-capitalismo

 8 min


Escribí el borrador de este articulo el pasado domingo, día de descanso, según fue establecido por Dios, agotado después de haber trabajado toda la semana en la creación el mundo. Tenía pensado escribir sobre la Sociedad del Riesgo, concepto que le debemos a Ulrich Beck, sociólogo alemán, que busca caracterizar el planeta incierto y complejo en el que vivimos actualmente.

Hoy es domingo, me dije, y decidí, entonces abordar un tema más leve, si cabe el término, que el de la pandemia o el de nuestra insensatez política. Me refiero al Deporte 4.0, ubicado en el contexto de la Cuarta Revolución Industrial, cuya marca distintiva es el uso creciente de las nuevas tecnologías, calificadas de “disruptivas” por su gran capacidad de transformación.

Zapatos de fútbol inteligentes

A título de ejemplo cabe citar, en este sentido, cosas que ya comienzan a observarse en el fútbol y que, en otro formato y condiciones, también se asoman en las demás disciplinas. Me refiero a la reducción de los tiempos en la recuperación de lesiones, la digitalización de fases completas del juego hasta convertir la cancha en un enorme centro de experimentación o al uso zapatos inteligentes que “adivinan” si el jugador va a driblar o a rematar con piquete al arco.

En una dimensión distinta de las cosas cabe referir, mero ejemplo también, el uso de la biotecnología para crear miembros para personas amputadas, aumentar la resistencia del atleta o llevar a cabo operaciones que recuperen la vista, posibilidades todas que, junto a otras muchas, plantean interrogantes serias (aún sin respuestas satisfactorias, sobre todo, aunque no solo, desde el punto de vista ético), con respecto a su aplicación a los deportistas, no para corregir defectos sino con el propósito de potenciar su desempeño.

En otro orden de ideas, los especialistas anuncian, en paralelo con la expansión y el mayor desarrollo de los denominados E-sports, la invención de nuevos deportes, capaces de combinar el ejercicio y el “gaming”, con lo que, de paso, enfrentan el creciente problema del sedentarismo entre los adolescentes, convertido casi en un problema de salud pública.

Los Juegos Olímpicos

Este nuevo menú conocimientos actualmente disponible transforma el deporte de alta competencia hasta límites que resultan casi inimaginables. Su impacto se visualiza, más allá de las canchas de juego, en nuevas formas de productos, servicios e, incluso, en cambios en el diseño de las organizaciones, en las estrategias de mercadeo y en otro tipo de cambios, todo lo cual es particularmente visible en los Juegos Olímpicos (JJOO).

Con respecto a lo anterior expongo algunas consideraciones extraídas, de manera muy resumida, del trabajo que publicamos Iván de la Vega, Luis Germán Rodríguez y yo (“Tecnociencia, Deporte y Sociedad. La variable tecnocientífica como eje del cambio en los Juegos Olímpicos”), publicado hace algunos años y disponible en internet. En el mismo, que, dicho sea de paso, es una suerte de continuación de otro que editamos antes (“Tecnociencia, Deporte y Sociedad: ¿victorias de laboratorio?”), también en la red, se explora el rol del esfuerzo tecno científico a partir de los últimos siete eventos olímpicos.

Las tecnologías emergentes están marcando diferencias entre quienes las tienen y aplican y aquellos que no pueden acceder al conocimiento de última generación. Esto da pie a afirmar que la competencia es incluso mayor fuera que dentro de los recintos deportivos. Así las cosas, el principio sagrado que debe gobernar la competencia, el de la ‘igualdad de condiciones’, planteado por el Barón Pierre de Coubertin, fundador de los juegos olímpicos modernos, se encuentra en vías de desaparición.

En síntesis, el deporte del siglo XXI debe ser entendido, en buena medida, identificando y sopesando la repercusión que tiene el desarrollo tecnocientífico en sus diversas disciplinas a partir de innovaciones que surge en el seno un nuevo paradigma proveniente de la convergencia tecnológica entre nanotecnología, biotecnología, tecnologías de información y comunicaciones y las ciencias cognitivas, así como de sus derivaciones en tecnologías facilitadoras como la Big Data, Internet de las cosas, cloud computing, transformación digital, inteligencia artificial, impresoras 3D, robótica, etcétera, que tocan la esencia misma del deporte, al punto de que se ha abierto la puerta para hablar de atletas transhumanos.

¿Victorias de laboratorios?

En el lapso considerado en nuestro primer trabajo, que cubre los juegos olímpicos desde 1992 hasta 2016, los resultados se correlacionan en buena medida con los esfuerzos realizados en el campo de la generación de conocimientos, calibrados por los indicadores usuales (gasto en actividades científicas, número de investigadores y número, número de publicaciones científicas, número de patentes …). En otras palabras, obtienen más medallas los países que mejores índices exhiben en cuanto a su nivel de desarrollo en materia de investigación, una correspondencia que, desde luego, merece explorarse con más profundidad a fin de determinar si las victorias deportivas se dilucidan cada vez más en los laboratorios.

El Nacional, 6 de agosto de 2020

 3 min


La introducción del sistema acusatorio poco antes de principios de siglo colocó al Ministerio Público en el centro del proceso judicial penal venezolano, al conferirle a ese organismo la responsabilidad de dirigir las investigaciones para identificar a los responsables de los crímenes y sentarlos en el banquillo de los acusados. Esta doble función obligó a incorporar más funcionarios y crear nuevas dependencias, sin embargo, ello no se ha traducido en una mejora del servicio.

Al menos esta es la conclusión a la que arribó Acceso a la Justicia en su Informe sobre el desempeño del Ministerio Público (2000-2018), elaborado a lo largo de 2019 con la coordinación de Elienai González y la investigación de Lissette González, Carmen Jiménez, Thais López y Keymer Ávila, y para el cual revisó los informes anuales que el organismo presentó a la Asamblea Nacional desde el año 2000.

En el reporte se da cuenta del incremento de personal sufrido por la instancia garante de la legalidad en las últimas dos décadas, al afirmar que en el año 2002 el Ministerio Público contaba con 1.135 fiscales, y en 2019 con 2.199, para una tasa de 6,82 fiscales por cada 100 mil habitantes, lo que implicó un aumento de 93,7% en la cantidad total. Venezuela en el año 2015 se encontraba dentro del promedio de la tasa internacional recomendada con 5,5 fiscales por cada cien mil habitantes (pccmh).

El número de fiscales venezolanos está dentro del promedio de la región, arrojó el estudio, aunque también está por debajo del de otros países con alta incidencia de violencia criminal como El Salvador, el cual tiene 8,9 pccmh, con la tasa más alta de la región; Colombia, que tiene 7,8, o Guatemala que tiene 6,9.

El delito sigue campeando

El crecimiento experimentado por el Ministerio Público debería haberse traducido en una mejor respuesta a la ciudadanía, porque debió resolver el colapso que provocó la entrada en vigor del Código Orgánico Procesal Penal (COPP). En el informe se recuerda que para el primer semestre de 1999 ingresaron a la Dirección de Delitos Comunes 17.249 casos, para el segundo semestre de ese año y el primero de 2000 se contaron 206.072 casos, y para el primer trimestre de 2001 ingresaron 133.129 causas nuevas, es decir, cinco veces más que en el primer semestre de 1999.

Sin embargo, el aumento en el número de fiscales no ha venido acompañado por un crecimiento proporcional en la cifra de investigaciones y en la calidad de estas. Ello se demuestra al revisar los propios datos del Ministerio Público sobre casos relacionados con ejecuciones extrajudiciales, torturas y otras violaciones a los derechos humanos cometidas por funcionarios públicos.

Al respecto, en el documento se lee que a pesar del aumento en la cantidad de homicidios, víctimas, y acusados en 2007, con respecto 2006, paradójicamente los funcionarios privados de libertad disminuyeron en un 26,35%, es decir, de 52 detenidos en 2006, se pasó a solo 16 en 2007.

Una situación similar se constató en la lucha contra la corrupción. La investigación detectó que las cifras brindadas sobre la cantidad de acusados en los años 2015 (3.119), 2016 (2.167) y 2017-2018 (1.282), revela un descenso ininterrumpido, de 2015 a 2016 bajó en un 30,52%, y de 2016 a 2018 en un 40,84%, lo que comparado con la cantidad de imputaciones en los mismos años revela la decisión de no acusar en muchos de los casos aun contando con los elementos de convicción para ello, ya que en 2015 imputaron a 3.565, y en 2016 a 3.165 personas, es decir bajó un 11,22%. En 15 meses (2017-2018) se reportaron prácticamente la mitad de los acusados que en el año anterior.

Esto explicaría por qué casos emblemáticos de irregularidades administrativas como Odebrecht, Cadivi o PDVSA permanecen sin castigo.

Otro indicador para medir la eficacia del Ministerio Público que aborda el informe de Acceso a la Justicia es el relacionado con el costo para resolver cada caso. Así, el estudio, muestra que «entre 200 dólares y 400 dólares costó cada asunto resuelto por el Ministerio Público entre 2009 y 2013».

Precisamente el aspecto económico no parece ser una de las razones por las cuales el organismo no ha cumplido cabalmente sus funciones, al menos en buena parte de las dos décadas estudiadas. Entre 2000 y 2011 el Ministerio Público vio cómo su presupuesto no hacía más que crecer —llegó a manejar más de 336 millones de dólares en 2008—. Sin embargo, a partir de 2012 los fondos no han hecho más que caer y «en 2015 se registró el menor presupuesto del período, con 23 millones de dólares».

¿Y a ti venezolano, cómo te afecta?

El Ministerio Público es un organismo fundamental en el sistema democrático diseñado en la Constitución de 1999, porque no solo es el encargado de llevar ante la justicia a quienes quebrantan la ley, sino que además es el responsable de velar porque los tribunales y los cuerpos policiales respeten los derechos de los ciudadanos.

La ineficacia del Ministerio Público es uno de los motivos por los cuales la impunidad campea en el país. La ausencia de castigo a los crímenes no solo incita a que estos se repitan, sino que lo hagan con una mayor virulencia, poniendo así en jaque a los ciudadanos. No hay que olvidar que Francisco de Miranda ya advirtió que «Entre las diversas maneras de matar la libertad, no hay ninguna más homicida para la República que la impunidad del crimen o la proscripción de la virtud».

5 de agosto 2020

https://www.accesoalajusticia.org/el-caso-del-ministerio-publico-prueba-...

Puede leer el Informe sobre el desempeño del Ministerio Público (2000-2018) en

https://www.accesoalajusticia.org/wp-content/uploads/2020/08/Informe-sobre-el-Desempeño-del-Ministerio-Público-2000-2018.pdf

Puedes leer el Resumen Ejecutivo del Informe sobre el desempeño del del Ministerio Público (2000-2018) en

https://www.accesoalajusticia.org/wp-content/uploads/2020/08/Resumen-Ejecutivo-Informe-sobre-el-desempeño-del-Ministerio-Público-2000-2018-1.pdf

 4 min