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Opinión

Jesús Elorza G.

Al finalizar los Juegos Panamericanos Lima 2019, quedó en evidencia una vez más el fracaso de las “políticas deportivas” del régimen usurpador y la incapacidad e incompetencia de los enchufados burócratas enquistados en el Ministerio del Deporte, el Instituto Nacional de Deporte y el Comité Olímpico Venezolano.

El cuadro de medallas, Oro 9- Plata 15-Bronce 19 para un total de 43, nos permite señalar que tuvimos una regresión en términos de resultados. Esa cifra de preseas y el 12º lugar alcanzado, representa la peor actuación en el historial de los juegos en este siglo XXI.

Además, vuelve a repetirse, la superación de Colombia frente a Venezuela, 83 medallas versus 43. Pero en el total de medallas de Oro ¡¡¡fuimos triplicados!!! por Colombia (27 a 9) hecho este advertido por diferentes sectores desde el 2013 cuando perdimos la hegemonía de los Juegos Bolivarianos, sin que hasta los momentos se hayan tomado los correctivos del caso. Los oídos sordos, la prepotencia totalitaria del régimen, la corrupción y el silencio cómplice de la dirigencia federativa, condujeron sin lugar a dudas a este desastre panamericano.

Este cuadro de regresión deportiva revolucionaria continúa su marcha “a paso de perdedores” al sumarse ahora Chile, Perú, Ecuador y Republica Dominicana con resultados superiores al nuestro. Esto puede significar, de no tomarse las acciones necesarias para corregir este desastre, que en los próximos Juegos Bolivarianos del 2021 quedemos limitados a disputar el último puesto del medallero con Bolivia y Panamá.

El “Vía crucis” del deporte venezolano ha tenido una progresividad permanente en los 20 años de “gestión revolucionaria-socialista-bolivariana” del régimen usurpador que nos ha conducido inexorablemente a los continuos fracasos deportivos. Es importante señalar que la responsabilidad absoluta del desastre deportivo venezolano recae sobre los hombros de quienes han tenido la conducción del mismo que solo han demostrado, además de su incapacidad, un desempeño autocrático y totalitario marcado por la corrupción.

El “trabajo revolucionario” del régimen en materia deportiva, se ha caracterizado por una constante violación de la autonomía de las Federaciones Deportivas y del Comité Olímpico, el encubrimiento de los ilícitos ocurridos con todo lo relacionado al transporte, alimentación y viáticos de las delegaciones que representan al país en eventos internacionales. La inseguridad social por la falta de seguros HCM para los deportistas, las becas de hambre asignada a los atletas. La inseguridad laboral de los entrenadores con salarios de hambre y el no reconocimiento de sus derechos contractuales. La no transparencia en el manejo de los cuantiosos recursos económicos del Fondo Nacional del Deporte. La estafa continuada con la solicitud de divisas a Cadivi. El encubrimiento de los ilícitos ocurridos con la construcción de las instalaciones deportivas para los Juegos Nacionales o para eventos internacionales como lo fue el caso del Estadio Iberoamericano de Atletismo en Maracay. El grave y progresivo deterioro y abandono en que se encuentra más del 80% de nuestras instalaciones deportivas, lo cual ha generado el alejamiento de las comunidades y población en general de las mismas, consolidándose además serias restricciones para el desarrollo del deporte de rendimiento por carecerse de instalaciones adecuadas. La no homologación y pago de los pasivos laborales de los pensionados y jubilados del Instituto Nacional de Deporte. La solicitud irresponsable de sedes de eventos deportivos internacionales con el solo propósito de continuar con la apropiación indebida de los recursos económicos destinados para tal fin, ejemplo de ello lo ocurrido con la Copa América de Futbol, Juegos Bolivarianos de Playa, Iberoamericano de Atletismo, Mundial de Softbol femenino, los Panamericanos para Ciudad Bolívar y los Bolivarianos para los Valles del Tuy. La “nacionalización Express” de atletas de otros países para que nos representen. El triste espectáculo de quedarnos varados en los aeropuertos sin poder asistir a competencias previamente programadas y por ello nos califican “No como la generación de oro sino como la Generación Forfait” La entrega de divisas a la dictadura cubana a través de leoninos convenios de contratación de “entrenadores” y los juegos del “Alba” y la permanente suspensión de los Juegos Deportivos Nacionales.

En el aspecto legislativo, el carácter totalitario del régimen fue consolidado en el año 2011, al promulgarla Ley Orgánica de la Actividad Física, la Educación Física, el Deporte y la Recreación, que representa un basamento jurídico para el establecimiento y consolidación en el sector deportivo, de las organizaciones del Poder Popular como son los Consejos Comunales y las Comunas. Este hecho, de naturaleza anticonstitucional pretende promover a través del deporte un sistema social no contemplado en nuestra Carta Magna ni en la normativa del sector deportivo federado.

En este contexto, de control totalitario de toda la estructura organizativa del deporte y la corrupción generalizada en el manejo de los recursos destinados para el sector, pasaron a un segundo plano todo lo relacionado con la preparación científica y metodológica de las selecciones nacionales que nos representan en eventos internacionales, pasando a ser la prioridad el enriquecimiento ilícito con los presupuestos del deporte. A la hora de los fracasos, siempre existirá una respuesta revolucionaria “La culpa es del imperio” y de la “Guerra Económica”. El más elemental análisis sobre las razones del fracaso en los Juegos Panamericanos Lima 2019 nos lleva a concluir que la responsabilidad recae en las incapaces autoridades deportivas y el ilegitimo gobierno de Maduro.

En fin, esa ruta de regresión deportiva revolucionaria del régimen usurpador nos llevó a pasos de perdedores al desastre panamericano y nos seguirá llevando por ese camino, de no ser detenida, a futuros eventos. Cabe en este momento solicitarle la renuncia al ministro del Deporte, el presidente del IND y a los miembros del Comité Olímpico Venezolano COV por ser ellos los responsables directos del cataclismo deportivo de Lima 2019.

Pero no solo la renuncia, de estos incapaces y sinvergüenzas enchufaos en la dirigencia deportiva, sería la solución al problema, puesto que sus vacantes serán llenadas por el régimen usurpador por otro grupo de serviles para que todo continúe igual. En consecuencia, una salida integral requeriría del cese de la usurpación, un gobierno de transición y el llamado a elecciones libres.

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Carlos Raúl Hernández

Todo el que se interese o quiera actuar en la política internacional debe tener claras las dos leyes de hierro que la rigen, inexorables como la gravedad y que nadie, en ninguna circunstancia, debería descuidar. La primera es que las sanciones económicas o embargos fortalecen las autocracias al hacer miserable y débil a la ciudadanía, postrarla ante la dádiva, como teorizaba con sabiduría el ministro Jorge Giordani. Y la segunda no recuerdo bien cuál es.

Se ha dicho incansablemente: durante la segunda mitad del siglo XX hubo 25 países embargados o sancionados por las potencias y en ninguno de ellos, en ninguno, se logró lo que llaman cambio de régimen. Al contrario las tiranías se entronizan y la gente muere de hambre y enfermedades curables, principalmente niños y ancianos. Esas medidas se conciben con fines loables, derrocar tiranías que violan los Derechos Humanos, pero producen lo que Maquiavelo llamó efectos perversos.

Resultados contrarios a los objetivos. El Príncipe de intelecto mermado que se lanza en pos de un objetivo y lo hace tan burdamente que sus actos alejan el fin buscado. Hay toneladas de obras que analizan eso desde variadas perspectivas. Dos fundamentales de Samuel Huntington y Crane Brinton explican en profundidad que la pobreza genera conformismo y que los cambios políticos ocurren en sociedades en expansión económica, nunca en el entorno de la starvation.

El médico asesino

Para que no hay confusiones: a países averiados porque tuvieron la desgracia de vivir revoluciones socialistas, luego los liquidó el desmañamiento de los liberadores, que quisieron apagar el fuego con nitroglicerina. Afectados por la terrible enfermedad, caen en manos del médico asesino. La historia actual de sanciones inútiles y efectos perversos comenzó en 1950 contra el régimen de Kim Il Sum y lleva ya tres generaciones de sicópatas norcoreanos en el poder.

El abuelo, el hijo, y el nieto que hoy se da el lujo de tomarle el pelo a la comunidad internacional. Después fue Fidel Castro el sancionado y embargado desde 1959 y consiguió el argumento propagandístico ideal para convertirse en el Capitán América tercermundista, ejercer su tiranía sanguinaria hasta la muerte y dejar heredero. En 1979 se produjo la revolución islámica en Irán, dirigida por una excresencia medieval, el Ayatola Rujollah Khomeini y este año se cumplen cuarenta de sanciones económicas.

No deja de tener hunor porque el número de sancionados pasa de cincuenta mil (pero como el mal absoluto dicen que no existe, mientras Rohani trasiega el brollo de las sanciones, se ocupa menos de fastidiar a las mujeres que ya comienzan a enseñar sus cuerpos y rostros). En 1990 comenzaron las penalizaciones contra Irak y se levantaron en 2010, cuando ya el país estaba destruido. Lo mismo ocurre con Yugoslavia en 1991 y ni las sanciones ni la intervención extranjera pudieron impedir que el país se despedazara.

En 1997 le toca a Birmania, en 2002 a Zimbabue y en 2004 a Bielorusia, 2006 Congo, 2007 Sudán, 2010 Somalia (potencial atracción turística por ser el país más perfectamente miserable del mundo). En Libia entre sanciones e intervención extranjera lograron despachar de este valle de lágrimas a Gadafi, a cambio de que el país dejara de existir, un éxito muy dudoso. Y así Ucrania, Yemén, Sudán, Siria y hasta Rusia. En 2014 comienzan en Venezuela.

Entendimiento bífido

A quienes cuestionan la perversa ineficacia de sanciones que provocan resultados exactamente antagónicos, los defensores generalmente fuera del país o aquí con buen respaldo esgrimen dos primorosos argumentos. Uno es la legendaria apelación a la excepcionalidad venezolana. Cuando alguien menciona alguno de los casos señalados, la respuesta es “Venezuela no es Cuba” o “no es Somalia” o “no es Irán o Irak” y en definitiva, tienen razón: el ser solo es idéntico a sí mismo.

Por fortuna Kant dedicó un par de capítulos de su CRP a explicar que la razón sigue dos caminos. Por uno se descubre que esa vaca y un hombre se parecen en que son mamíferos, vivíparos, vertebrados, que no es poco. Y otro que explica en qué son diferentes una vaca y un hombre, que no es poco. La unidad y la diversidad, y el conocimiento es la concatenación de ambos, la mente científica contrasta sus hipótesis con la experiencia, lo general con lo particular.

El otro argumento es asombroso. Las sanciones se aplican para impedir la exportación petrolera, única fuente de divisas y paralizar el comercio exterior de un país que todo lo importa. Pero para el interlocutor en el diálogo de Esperando a Godot, éstas no tienen que ver nada con el deterioro de la situación. El embargo reduce la producción petrolera de Irán de millón y medio de b/d a 250 mil y lo poco que vende es por vericuetos. Si los ingresos caen en 80%... ¿cómo es que no tiene que ver?

¿Entonces para qué son? ¿Para favorecer al régimen? Un gobierno de los más ineptos de la historia latinoamericana convirtió la economía en escombros, así como la sociedad, la cultura y la calidad de vida, con el agravante de que la vocación caótica de toda revolución se agrava en este caso porque lo han enfrentado fuerzas desorientadas, disolventes y por lo que ocurre, dispuestas a usar todo tipo de medios para sus particulares fines, que no son necesariamente los del resto del país.

@CarlosRaulHer

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La realidad puede generar fuerzas fantásticas. Políticas institucionales de inversión privada con la doble condición de ser muy grandes y rentables y, a la vez, tener como política fines sociales y los derechos de la gente, pueden ser, también, parte de esa realidad.

Hay un ejemplo estrella de esto: el fondo de pensiones del gobierno de Noruega, administrado por el Norges Bank, cuya política y conducta tiene repercusiones mundiales. La extraordinaria experiencia del fondo debería servir de ejemplo a tantos fondos de inversión existentes en el planeta indiferentes con el curso de las cosas.

Hay tres aspectos fundamentales que merecen ser destacados de este fondo nórdico.

Primero: su tamaño gigantesco. Es algo más que un fondo de pensiones pues tiene el respaldo de los ingresos petroleros noruegos y no sólo de las contribuciones de los trabajadores. Con un tamaño superior a los 918.000 millones de euros, es el mayor fondo soberano del mundo. Es, además, de gran rentabilidad: el primer trimestre su rentabilidad en inversiones en acciones fue del 12,2%. Sostiene el 1,05% de los mercados bursátiles mundiales y equivale al 2,15% de las reservas europeas.

Segundo: maneja criterios sustentados en principios y no sólo de rentabilidad para decidir sus inversiones. Sólidos análisis para destinar sus enormes recursos en más de 8.000 empresas; pero, también, para retirarse liquidando sus participaciones si la empresa en cuestión afecta algunos principios y políticas sociales básicos. Se retiran del accionarado por razones sustantivas y poderosas sólo luego que un selecto comité analiza cuidadosamente ciertos hechos cuando los principios así lo aconsejan.

Esto ocurre en dos circunstancias. De un lado, cuando se comprueba que la empresa en cuestión produce bienes cuestionables para la salud o la vida de la gente. En esa categoría está la extracción/producción de carbón para uso industrial contaminante; o fabricar componentes para armas nucleares con lo cual, por ejemplo, Boeing ha pasado a estar excluida.

Por otro lado, cuando el funcionamiento de la empresa ha afectado derechos fundamentales de sus trabajadores o de la población en su área de influencia. O lo ha hecho con el medio ambiente o ha tolerado/fomentado la corrupción. Varias empresas mineras y petroleras en Latinoamérica y otras regiones están en esta ignominiosa lista. En la última “barrida” el número de empresas excluidas por una u otra causal llega a las 150.

Tercero: todo se sustenta no en úkases (decretos) arbitrarios sino en una institucionalidad transparente en el análisis y en la toma las decisiones. De un lado, un “Consejo de Ética” integrado por cinco personalidades de muy alto nivel que analiza la conducta social, laboral, ética y ambiental de las empresas. La otra: decisiones del Consejo Ejecutivo del banco central noruego basándose en las recomendaciones de la administración del mismo Norges Bank.

Toda una experiencia institucional importante, pues, de soft law en la que se recogen principios democráticos esenciales de democracia, derechos humanos y protección del medio ambiente. Que traza una ruta interesante para que en otros países el sector privado no tenga que esperar a la “protesta social” para generar esfuerzos semejantes.

8 de agosto 2019

El País

https://elpais.com/elpais/2019/08/08/opinion/1565294146_922990.html

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José Rafael Herrera

Saber es hacer, le guste o no a los burócratas de la ratio instrumental, inerciales prisioneros de su fe, atrapados en las redes del entendimiento abstracto. Todo pensar es, en efecto, un crear, un hacer, un producir incesante. Cuando se piensa se hace y cuando se hace se piensa. Se piensa para producir reproduciendo. Se hace para reproducir produciendo. Tal es la determinación constitutiva de toda posible construcción del ser social. Verum et factum convertuntur, afirma Vico: para comprender a fondo el decurso de la historia, es menester estudiar en profundidad las distintas facetas de “la mente humana”, porque los cambios que ocurren en las sociedades tienen su origen en ella. Si la totalidad histórica tiene sus fundamentos en la comprensión de “la mente humana”, su estudio resulta de factura esencial y justifica, además, el estudio de las más diversas formas del conocimiento. Las expresiones concretas del quehacer social tienen que ser, pues, investigadas, enseñadas y divulgadas, porque esa es la manera como los pueblos, al reconocerse a sí mismos, logran avanzar, ser prósperos, conquistar la libertad y vivir en paz. Forma y contenido son inescindibles: theoría y praxis.

Las universidades no son fábricas de títulos ni de titulados. No son formas vaciadas de contenido, suerte de requisito nominal para poder obtener un cierto status de vida que permita, a su vez, alcanzar las subsiguientes “nominaciones”. Ellas son la mayor fuente de saber real y, por ello mismo, de hacer concreto. Su propósito esencial consiste en hacer país sobre la base de saber del país. Des-hacer la institución universitaria equivale, en consecuencia, a des-hacer el país en el que la sociedad pretende conquistar sus metas más preciadas, la realización de sus firmes propósitos específicos y generales, la conquista consciente de sus derechos y deberes. Ninguna sociedad que se respete a sí misma puede tan siquiera representarse la posibilidad de desarrollarse, de desplegar sus potencialidades, prescindiendo de la labor de sus universidades. A menos que se imponga la mediocridad como norma y sistema de vida, y que se llegue a sentir orgullo por las miserias de la ignorancia, la pobreza, el atraso, la violencia y la barbarie. Todo lo cual sólo puede ser calificado de fascismo en estado puro. Un régimen que promueve deliberadamente semejantes valores garantiza su permanencia absoluta en el poder. A mayor ignorancia más fácil resulta su perpetuidad al frente de una sociedad esclavizada, empobrecida, famélica, enferma, en fin, miserable.

Hubo un tiempo en Venezuela, en el que las universidades llegaron a ser centros de estudios auténticamente superiores. Grandes exponentes de las disciplinas científicas y humanísticas, de los saberes clásicos y modernos, fueron convocados con el firme objetivo de formar, no sin rigor y excelencia, a los futuros responsables de la construcción de un país decidido a salir de su retardo histórico-cultural e incorporarse a la civilización, superando así los peligros del prejuicio y la presuposición, esas percepciones ‘de oídas’ que redundan, por un lado, en el craso empirismo tout court, y, por el otro, en el fanatismo y la adoración ante el cacique, el taita o el caudillo. Bajo el cobijo de la democracia, y en poco tiempo, la universidad venezolana se constituyó en una sólida, respetable y prominente institución, autónoma y con profundas raíces civiles. Ser profesor universitario, ser estudiante o egresado de La Universidad venezolana se transformó no sólo en una cuestión de prestigio sino, sobre todo, en un compromiso con el país. De nuevo, forma y contenido, theoría y praxis. Esa gran universidad, referencia internacional y modelo de las universidades latinoamericanas, ha sido literalmente secuestrada, golpeada, torturada y violentada con saña y crueldad por el actual régimen narco-terrorista. Su diagnóstico es reservado. Puede decirse que de suma gravedad y, la verdad, se haya a punto de morir. Por lo pronto, está des-hecha, y será necesario reconstruirla desde sus cimientos.

No hay peor cuña que la del mismo palo, dice un adagio popular. Pero cuando a las “cuñas” se las carcomen las polillas del resentimiento, la mediocridad y la piratería, el regressus a los tiempos del analfabetismo palúdico y a la pobreza material y espiritual se hace inminente. La cantidad sin mediaciones no hace calidad. Llenar cifras con más graduandos no pasa de ser una ficción, un espejismo tercermundista. Una universidad que no investiga y que no extiende los resultados de sus investigaciones en aportes reales, en beneficios para la sociedad, no merece llevar ese nombre. Las supuestas universidades que se limitan a impartir clases de refritos son una vergüenza. El profesor universitario, reseñado por el burocratismo dominante, como “docente” es un insulto a su formación investigativa y extensiva, a su concurso de oposición, a sus trabajos de ascenso, a sus investigaciones de campo, a sus publicaciones y a sus post-grados.

Hoy la cada vez menor población profesoral de las -auténticas- universidades que apenas sobreviven se ha vuelto anciana. Con premeditación y alevosía, los sueldos del profesorado universitario, que deberían situarse entre los mejores remunerados del país, dada su altísima y muy delicada responsabilidad, son los peores de toda la administración pública. Ya nadie quiere ser profesor universitario. Los jóvenes relevos, bien preparados para el oficio, se van del país, buscando mejores condiciones de vida. La previsión social se ha vuelto infame. Los “dirigentes gremiales”, incapaces de defender los derechos que le corresponden al profesorado por ley, optan por pecharlo, sacándole del bolsillo los ya bastante mermados recursos de su salario para cubrir los malabares de una política de seguros lo más distante de la idea de “previsión social”. O se pelean por “la torta” de los beneficios obtenidos en otros tiempos -producto de la venta de los activos del desaparecido fondo de jubilaciones-, y no precisamente para poder cubrir los impagables costos actuales de las clínicas. Y es que, así como urge una nueva universidad que, cual fénix, resurja de sus cenizas, urge, de igual modo, un nuevo sistema de seguridad profesoral y la renovación integral del gremio. El poder atemporal enferma.

Des-hacer significa hacer que una cosa vuelva a la condición en la que se encontraba antes de haber sido hecha, de modo que desaparezca, quede destruida o sea descompuesta. Este es un régimen de des-hechos: su característica esencial es la reacción, a la que auto-califican como “revolución”. Su fundamento ideológico -aunque muchos de ellos no lo sepan- es el fascismo, al que deberían, de una vez por todas, denominar ‘nacional-socialismo’. Su desprecio por las universidades -su afán por des-hecharlas- sólo se compara con su profundo temor a la inteligencia. Tal vez, re-hacer la universidad sea la tarea más importante del presente y la mejor garantía de un futuro en progreso y libertad.

@jrherreraucv

8 de agosto de 2019

Círculo Histórico de Caracas

https://circulohistoricistaccs.wordpress.com/2019/08/08/la-universidad-d...

 5 min


Zhang Jun

El ascenso de China se atribuye ampliamente a su capitalismo de Estado mediante el cual el gobierno, al estar dotado con grandes activos, puede ir tras la consecución de una política industrial de amplio alcance y puede intervenir para mitigar los riesgos. Por consiguiente, China debe su éxito, primordialmente, al “control” que tiene el gobierno sobre la totalidad de su economía.

Esta explicación es fundamentalmente errónea. Es cierto que China se ha beneficiado de tener un gobierno con la capacidad de implementar políticas integrales y complementarias de manera eficiente. Al contar con líderes que no están sujetos a cortos ciclos electorales que son característicos de las democracias occidentales, la cúpula central de líderes de China puede involucrarse en una planificación visionaria e integral a largo plazo, ejemplificada por los Planes quinquenales del país.

Además, el poder del Estado chino ha reforzado su capacidad de implementación, misma que eclipsa a la capacidad que tienen la mayoría de las economías en desarrollo y en transición. Un Estado fuerte – y la estabilidad social y política que lo sustentan – han sido fundamentales para permitir el rápido avance de China en áreas como educación, salud, infraestructura, e investigación y desarrollo.

Sin embargo, es revelador que China utilice su planificación a largo plazo y su robusta capacidad de implementación, no para afianzar el capitalismo de Estado, sino para avanzar en la liberalización económica y la reforma estructural. Es esta estrategia a largo plazo – que ha permanecido inquebrantable, a pesar de algunos tropiezos y desviaciones a corto plazo – la que se encuentra en el corazón del rápido crecimiento económico de décadas de duración de este país.

Curiosamente, los elementos de esta estrategia provienen directamente de los países avanzados. En los últimos 40 años de normalización diplomática con Estados Unidos, el capitalismo al estilo estadounidense ha ganado una sólida posición en China, sobre todo entre las élites intelectuales y empresariales del país. Por lo tanto, si bien el gobierno de China ha otorgado siempre una alta prioridad a la estabilidad, también ha trabajado en la aplicación de las mejores prácticas mundiales en muchas áreas, incluyendo el gobierno corporativo, las finanzas y la gestión macroeconómica.

Sin embargo, este proceso de liberalización económica y reforma estructural también es exclusivamente chino, en la medida en que ha enfatizado la competencia y la experimentación a nivel local, que a su vez apoyan la innovación institucional de abajo hacia arriba. El resultado es una especie de federalismo fiscal de facto – y un potente impulsor de la transformación económica.

Los frutos de este enfoque son irrefutables. En la última década, han surgido una cantidad de gigantes financieros y tecnológicos privados chinos los que, a diferencia de sus contrapartes estatales, han logrado establecerse como líderes mundiales en innovación. La lista Fortune Global 500 del año 2019 – que clasifica a las empresas según sus ingresos operativos – incluye 129 compañías chinas, en comparación con 121 de Estados Unidos.

Entre las firmas Fortune 500 de China se encuentran los gigantes del comercio electrónico Alibaba, JD.com y Tencent, la compañía detrás de la popular aplicación móvil WeChat. El gigante tecnológico Huawei logró subir 11 lugares desde el año pasado, a pesar de la campaña del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, en contra de esta compañía. Y, Xiaomi, un fabricante de teléfonos inteligentes que tan sólo tiene nueve años de funcionamiento, entró en los anales de la historia como la empresa más joven en llegar a formar parte de la lista.

El espectacular crecimiento de estas empresas – y la prosperidad y competitividad que han ayudado a fomentar – primordialmente no se hizo realidad debido a las políticas industriales de arriba hacia abajo, sino que se facilitó debido a la liberalización económica y la innovación de abajo hacia arriba. En una época en la que Estados Unidos acusa a China de utilizar herramientas capitalistas de Estado – como por ejemplo subsidios para las empresas nacionales y barreras de entrada para las empresas extranjeras – con el propósito de obtener una ventaja injusta, vale la pena destacar la medida en la que este país no debe su éxito económico a dichas políticas.

Esto no sugiere que los propios líderes de China no deberían también tomar nota de sus programas de reforma que aún están sin terminar. Tras tres décadas en las que las tasas de crecimiento del PIB fueron de dos dígitos, una desaceleración era inevitable. Sin embargo, incluso a la par de que el gobierno central de China acepte una disminución en el crecimiento anual, este gobierno debe permanecer alerta y seguir comprometido con el abordaje de los factores estructurales que están agravando la tendencia, tales como el aumento del costo de las finanzas y la disminución del rendimiento del capital.

Paralelamente, el gobierno de China debe continuar alentando el emprendimiento privado y la innovación (y ya se ha comprometido a hacerlo), al mismo tiempo que debe reforzar su sistema de cuasi federalismo competitivo. Además, también debe acelerar la reforma de su gobernanza, tal como prometió, con el propósito de garantizar que el país pueda mantenerse al día con una mayor liberalización del mercado.

China ha recorrido un largo tramo en el camino de la reforma y la apertura. Pero no debe subestimar los desafíos que se avecinan, y mucho menos olvidar cómo, en primer lugar, llegó tan lejos. Como dice un proverbio chino: “En un viaje de 100 millas, las 90 primeras no son más que la mitad del camino”.

Traducción del inglés: Rocío L. Barrientos.

7 de agosto de 2019

Project Syndicate

https://www.project-syndicate.org/commentary/china-liberalization-struct...

 4 min


Ian Mcewan

Los procesos lentos y ciegos de la evolución han descubierto mediante prueba y error que el mejor medio para empujar a los seres humanos y otros mamíferos a proporcionar cuidados parentales, comer, beber y procrear es ofrecerles un incentivo en forma de placer unido a cada actividad. Hay en ello una maravilla cotidiana que no apreciamos en lo que vale. Satisfacer el hambre comiendo no solo elimina una sensación desagradable. Lo que comemos está “exquisito”, “delicioso” o “sabroso”. Si tenemos mucha hambre, incluso una comida sencilla nos procura cierta satisfacción. Hace tiempo, la neurociencia localizó y describió el lugar desde el cual fluyen estos dones, así como su complejo funcionamiento, en la base del cerebro. La fuente de deleite se conoce como sistema de recompensa. Su función es motivar, y también gratificar. La motivación para tener relaciones sexuales se llama deseo. Cuando el deseo cumple su propósito en el sexo, esa sensación desbordante e indescriptible es nuestra recompensa.

Tras la invención de la agricultura, el aumento de tamaño de los asentamientos y la especialización, las sociedades humanas se volvieron más diversas y complejas, y de este eficaz mecanismo biológico se derivaron extraordinarios avances culturales. Qué vinos, qué salsas y cuántos miles de preparaciones a base de leche, cereales y carne animal; qué poesía amorosa, qué canciones, pinturas y música seductora no habrán concebido nuestras múltiples civilizaciones a fin de obtener, o proporcionar a otros, las recompensas de ese asombroso palacio del placer que tenemos en el cerebro. Y qué espléndida complejidad en la expresión.

En detrimento propio hemos descubierto por casualidad atajos que, estimulando los neurotransmisores adecuados del sistema, eluden cualquier actividad con sentido y nos ofrecen el puro placer de las recompensas no ganadas. Muchas personas han descubierto lo placenteras, adictivas y ruinosas que pueden ser la cocaína, la heroína y los opiáceos sintéticos.

Cubiertas las necesidades básicas de alimento y bebida, el sistema reserva sus recompensas más dulces e intensas, su vértigo extático, para el sexo y su momento de goce absoluto. El deseo sexual arde aún con más fuerza que nuestro apetito de comida o bebida, a no ser, por supuesto, que nos estemos muriendo de hambre o sed. A lo largo de los siglos, la literatura se ha esforzado por describir la sensación de la consumación sexual, fracasando la mayoría de las veces, y es que el orgasmo está a años luz de cualquier otra experiencia. El lenguaje cae de rodillas presa de la desesperación. A nadie convence leer términos como “explosión” o “erupción”. Tampoco los frecuentemente utilizados de “anulación” o “aniquilación” nos llevan lejos. La satisfacción sexual no se parece a ninguna otra experiencia de la vida diaria. Los símiles y las metáforas son inútiles. John Updike propuso que ese exquisito momento sensual era como entrar en un hiperespacio mental en el que todo sentido del tiempo, el espacio y la identidad personal se disuelven. Comparado con las horas que dedicamos a trabajar, viajar o dormir, ese momento mágico es lastimosamente breve, aún más para los hombres que para las mujeres. Si tuviésemos el don de hacerlo durar cuanto quisiésemos, si pudiésemos permanecer en esa cumbre del éxtasis días enteros, poco más haríamos. En ello reside la perdición del drogadicto, que sacrifica el alimento y la bebida, a sus hijos y toda su dignidad por la siguiente dosis.

El momento no solo es breve, sino que cuando el deseo se ha satisfecho, no tarda en volver, en una repetición sin fin como la noche y el día. O, justamente, como el hambre y la sed. Inmensos trechos de nuestra vida se organizan en torno al regreso, una y otra vez, a ese breve atisbo del paraíso terrenal. O bien tenemos que apartar los pensamientos tentadores y hacer todo lo posible por ignorarlos mientras nos entregamos a nuestros deberes y ambiciones. Así sucede sobre todo en el caso de los adultos jóvenes. Y ahora que hemos aprendido los trucos para separar el sexo de la procreación, toda nuestra cultura está pautada por esa reiteración constante.

Más allá del colosal negocio multimillonario de la pornografía, a lo largo de los siglos nuestros anhelos han engendrado algunos de los artefactos más hermosos de la imaginación. En el canto, la poesía, el teatro, la novela, el cine y la escultura, hemos explorado y rendido homenaje al vínculo emocional y sexual entre seres humanos, a ese intercambio infinitamente variado, esa disolución de la identidad que llamamos amor. Más aún, o tal vez debería decir menos: hemos dedicado algunas de nuestras efusiones más sublimes a la ausencia de amor o a su fracaso, a su falta de correspondencia y a su insatisfacción, y las más sentidas de todas, a su final. Casi todas las canciones tristes hablan del abandono por parte de la pareja. “Me desperté esta mañana y se había ido”. Qué misterio tan interesante que obtengamos placer de practicar en la imaginación todas las posibilidades trágicas del amor: los celos, el rechazo, la infidelidad, el anhelo sin esperanza, las intrigas, el mal de amores, los tristes y dulces remordimientos, la frustración y la ira.

En nuestro arte, en especial en nuestra literatura, el amor suele convertirse en el microcosmos, en el terreno de juego de todos nuestros problemas y defectos. En una sola relación entre dos personas, los novelistas pueden encontrar todo un universo en el que es posible explorar la condición humana. En el amor están el cielo y el infierno enteros. “Cada rosa”, escribió el poeta Craig Raine, “crece en un tallo infestado de tiburones”. En su hipnótico canto fúnebre, Joy Division entonaba “el amor volverá a destrozarnos”.

Pero la tradición festiva también es rica. En los anales de la literatura inglesa existe una composición fácil de memorizar:

¿Qué requiere de la mujer el hombre?

Las formas del deseo satisfecho.

¿Qué requiere del hombre la mujer?

Las formas del deseo satisfecho.

Los versos de William Blake han sido elogiados por su sencillez, así como por su espíritu igualitario al atribuir la misma importancia al deseo de la mujer que al del hombre, algo no tan habitual en un escritor de finales del siglo XVIII. Y con qué naturalidad asevera su autor que la gratificación personal es lo opuesto a la gratificación mutua.

En el contexto del sexo, ¿es el deseo un placer en sí mismo? No exactamente. Se parece más bien a una llave a la espera de que la hagan girar, o a un picor que espera que lo rasquen. El deseo solo es verdaderamente placentero cuando su satisfacción está al alcance de la mano. De lo contrario, es placer atrapado en la esperanza, una forma de agitado cautiverio mental, un afanarse en pos de aquello que aún no existe, o que nunca podrá existir. Y sin embargo, sin embargo… Pregunte al hombre o a la mujer víctima del mal de amores si, antes que sufrir las punzadas del amor no correspondido, preferiría un narcótico que borrase el recuerdo del amado. La mayoría respondería categóricamente que no. De ahí la muy citada reflexión de Tennyson según la cual “… es mejor haber amado y perdido que jamás haber amado”. El deseo posee algo de la naturaleza de la adicción.

Este enigma tiene profundas consecuencias para la literatura del amor. Cuando, en diversas culturas, un hombre y una mujer son separados a la fuerza por las convenciones sociales o religiosas, y solamente el matrimonio les permite estar juntos a solas, o cuando el amor de un hombre por un hombre o de una mujer por una mujer se prohíbe bajo pena de castigo; en otras palabras, cuando lo único posible es el amor a distancia y el sexo no se hace realidad fuera de la imaginación, el amado es idealizado, y la literatura del deseo aparece para alcanzar una cumbre de expresión atormentada y espléndida.

Recordemos el ejemplo de Dante, que como nos cuenta la tradición y es de todos conocido, se fijó en Beatrice Portinari por la calle cuando ella tenía nueve años, y se enamoró sin haberle hablado. Durante el resto de su vida, nunca llegó a conocerla bien, aunque a veces la saludaba por la calle, pero el amor que sentía por la joven fue la fuerza que animó su genio para la poesía y el dolce stil novo, y, de hecho, para la vida misma.

Otro ejemplo famoso es el efecto que Laura causó en Petrarca. El poeta la vio en una iglesia en 1327, y ella siguió siendo, hasta su muerte en 1348, el amor inalcanzable al que dedicó 365 poemas. Al igual que Dante, Petrarca tuvo poco o tal vez ningún contacto con el objeto de su amor. El lector actual puede apreciar la grandeza de la poesía amorosa que ambos produjeron. Poco importa el hecho de que el amor no tuviera una base biográfica. Es literatura y la imaginación lo es todo, a pesar de los años de infructuosos anhelos. Nosotros, como lectores, somos los únicos beneficiarios.

Existe otra tradición más vitalista, derivada del carpe diem —aprovecha el momento— de Horacio, una forma de persuasión poética que por la pura exuberancia comunica la promesa de un final feliz. No vamos a vivir siempre, así que hagamos el amor ahora. He aquí uno de los poemas más célebres de la tradición inglesa. En A su esquiva amada, Andrew Marvell dice:

Es un misterio que obtengamos placer de practicar en la imaginación todas las posibilidades trágicas del amor

Por eso, ahora que el tinte juvenil

vive en tu piel cual matinal rocío,

y tu alma dispuesta transpira

por cada poro fuegos instantáneos,

gocemos mientras podamos…

Estos diestros tetrámetros evocan con su urgencia rítmica la palpitante insistencia del deseo sexual. En el poema, el anhelo y su satisfacción yacen uno junto al otro, precisamente igual que los amantes.

En muchas novelas de los siglos XVIII y XIX, y en la ficción romántica barata del XX, la conclusión satisfactoria del deseo y el amor no se alcanza en la cama, ya que ello se consideraría una infracción excesivamente grosera del gusto y las normas sociales. El final como Dios manda es la fusión de los destinos más que de los cuerpos. El clímax llega con el sonido de las campanas de la iglesia. El deseo encuentra su resolución respetable en la cohesión social y el matrimonio. Este relato tiene su expresión cabal en las novelas de Jane Austen.

Pero después de los grandes maestros de la ficción del siglo XIX, en particular Flaubert, George Eliot y Tolstói, esta narrativa ha gozado de escaso crédito en la literatura seria. La dura lección de la realidad mostraba que las campanas de boda no eran más que el comienzo de la historia. El adulterio era un villano irresistible. El aburrimiento era otro. Y lo mismo pasaba con las restricciones a la libertad de las mujeres y el peso amargo de la dominación masculina, cuya expresión máxima es la violación, tema central de Clarissa, la obra maestra de Samuel Richardson, escrita en el siglo XVIII. Durante 300 años, uno de los proyectos de la novela literaria fue investigar e, implícitamente, reconsiderar cómo podía ser una relación amorosa.

Hoy en día nos encontramos en un nuevo y disputado territorio en lo que a relaciones, preferencias e identidad sexuales se refiere. Toda clase de subgrupos de diferencias minuciosamente clasificadas reivindican enérgicamente sus derechos. Puede que a una generación mayor esto le parezca amenazador o absurdo, pero en las costumbres sexuales estas luchas y redefiniciones forman parte de una larga tradición de cuestionamiento de las ortodoxias predominantes. La historia de la novela así lo dice. Las formas convencionales de las expresiones literarias del deseo, especialmente del masculino, adquieren un nuevo aspecto. ¿Quién puede poner objeciones cuando se retira a los hombres de riqueza, fama o prestigio la licencia sexual que les había sido otorgada? Las órdenes de detención no están de moda, pero es posible que los poetas y otros espectadores sean arrestados en medio de la confusión general. En el nuevo orden, Andrew Marvell podría ser acusado de acosar a una joven virgen. Sentía una necesidad sexual apremiante, y su apelación a los estragos del tiempo no era sino un alegato falaz. Donde antes un poeta habría rendido homenaje con normalidad a la belleza de determinada mujer, en nuestros días parece burdamente facultado. Sus palabras, que en otro tiempo sonaron dulces, hoy se consideran expresión de una tendencia insana a la cosificación o a la hostilidad irreflexiva. Esas mismas dulces palabras se leen bajo una nueva luz, como los estertores de un orden moribundo.

En literatura, un canon o una tradición son, en esencia, una polémica literaria y, como tal, exigen compromiso. En los últimos tiempos, la polémica ha llegado al punto de ebullición. Las antes comúnmente consideradas obras maestras corren el peligro de la degradación. Algunas son eliminadas de las listas de lecturas de las universidades. Pero si nos deshacemos de un tesoro por exceso de celo, otros lectores estarán esperando para recogerlo y apreciarlo. Las formas del deseo humano antes prohibidas, ridiculizadas o perseguidas, y hoy justamente aceptadas, pueden dar pie a nuevos modos de etiqueta literaria que demanden de la poesía amorosa no solo expresiones de admiración y respeto, sino también de intenciones puras y del ofrecimiento sentido de una desvinculación tranquila. Tal cosa requerirá grandes dosis de talento para no resultar insulsa. Quizá lo próximo sea la negación de uno mismo. A lo mejor mientras yo hablo está naciendo el poeta que algún día forjará una nueva estética del deseo insatisfecho que rivalice con los castos regímenes de Dante y Petrarca.

Yo no puedo hablar verdaderamente en nombre de los poetas, pero, en lo que respecta a los novelistas, creo que sea cual sea la narrativa que nuestra historia social despliegue en el futuro, conservará, en especial dentro de estas texturas sociales más densas, las mismas oportunidades de observar y luego escribir las comedias y las tragedias de las costumbres y el amor. Así seguirá siendo. En el concurrido foro del amor, el anhelo y la literatura en el que se encuentran lectores y escritores, puede parecer que todo está a punto de cambiar, pero en el corazón de las cosas, en su núcleo oculto, todo seguirá igual. No podemos existir —o persistir como especie— sin el deseo, y no dejaremos de cantarle.

© Ian McEwan, 2019 / Rogers, Coleridge & White Ltd. Este ensayo fue leído por el autor el pasado 22 de junio en Taormina con ocasión de la recepción del Premio Taobuk. Traducción de Paloma Cebrián / News Clips.

10 de agosto 2019

El País

https://elpais.com/cultura/2019/08/08/babelia/1565281328_525926.html

 11 min


Francisco Toro

El lunes por la noche, Estados Unidos anunció medidas radicales para congelar los activos del gobierno venezolano y prohibir las transacciones comerciales con él.

'Estados Unidos está actuando con firmeza para cortar financieramente a [Nicolás] Maduro y acelerar una transición democrática pacífica', dijo el martes el asesor de seguridad nacional John Bolton en una conferencia sobre la crisis venezolana celebrada en Lima, Perú.

Gran parte de la prensa se ha dirigido inmediatamente a la 'palabra electrónica': Venezuela, los titulares anunciaron sin aliento, había sido puesta bajo un embargo estadounidense. La palabra electrónica es prominente en el titular del Wall Street Journal que anuncia las nuevas sanciones, y se hizo eco en todas las cuentas de los medios a partir de entonces.

Solo hay un problema: la medida es, de ninguna manera imaginable, un 'embargo'.

Un embargo es una prohibición del comercio con un país en particular. Bajo un embargo, es ilegal vender bienes o servicios al país objetivo. No hay exactamente nada sobre el comercio con Venezuela en la nueva medida de EE. UU., Cuyo enfoque completo está en congelar los activos del gobierno venezolano en los Estados Unidos.

Y para los observadores de Venezuela, hablar de los activos estatales venezolanos en los Estados Unidos significa solo una cosa: Citgo.

Sin que muchos estadounidenses lo supieran, Venezuela compró la refinería con sede en Tulsa, Oklahoma, en 1986. Venezuela quería un canal confiable para refinar y distribuir su crudo extrapesado en el mercado estadounidense, y ser dueño de una gran empresa en Estados Unidos tenía un buen sentido estratégico.

Es solo que poco más de una década después de que compraron Citgo, Hugo Chávez llegó al poder, y el país estableció una trayectoria trágica que lo ha convertido en un sinónimo de disfunción en los últimos años.

La administración caótica bajo Chávez terminaría poniendo en peligro el control de Citgo por parte de Venezuela. Y lo haría a través de una serie de errores que no tenían nada que ver con Citgo, nada que ver con Donald Trump, sino que se relacionaban con uno de los depósitos de oro más grandes del mundo: un lugar llamado Las Cristinas en el remoto sureste de Venezuela.

En 2002, Chávez firmó un acuerdo para desarrollar la mina Las Cristinas junto con una pequeña empresa minera canadiense llamada Crystallex. Pero, como solía hacer Chávez, cambió de opinión y anunció planes para nacionalizar la mina en 2008. Crystallex no fue compensado, y siguió una batalla judicial épica que duró una década.

Para hacer corta una historia extremadamente larga, los canadienses llevaron el caso a arbitraje internacional, ganaron y luego se presentaron en la corte de los Estados Unidos para cobrar su premio de $ 1.4 mil millones. Pero, por supuesto, la única esperanza que tenían de cobrar su premio era incautar propiedades venezolanas en los Estados Unidos, que es donde entra Citgo.

A fines del mes pasado, un Tribunal de Apelaciones del Circuito de los Estados Unidos en Filadelfia confirmó una orden de un tribunal de primera instancia que le daba a Crystallex el control de Citgo.

Solo en ese momento, la crisis venezolana había llegado tan lejos que el gobierno de los EE. UU ya ni siquiera reconoció al régimen chavista, ahora dirigido por Nicolás Maduro, como legítimo. En cambio, Estados Unidos y otros 50 países reconocen al líder de la oposición, Juan Guaidó, como el presidente legítimo, a pesar de que no controla el gobierno real en Caracas.

Debido a que todavía es una empresa con sede en los EE. UU., Citgo es quizás el activo más destacado al que Guaidó tiene acceso. Eso hizo que Venezuela lo perdiera, como resultado de un error de Chávez, ¡nada menos! - totalmente inaceptable.

De eso se trata la congelación de activos del lunes por la noche: un esfuerzo desesperado y desesperado por parte de la administración Trump para evitar que Guaidó y la oposición pierdan cualquier esperanza de controlar a Citgo.

Si esta medida sobrevivirá a los inevitables desafíos judiciales que enfrentará debido a un Crystallex (correctamente) agraviado, es cuestionable. La ley de los Estados Unidos le da al presidente un amplio margen de maniobra en asuntos como este. Lo que debe quedar claro es que salvar a Citgo, y no algún tipo de embargo al estilo cubano, es lo que la Casa Blanca tenía en mente con esta última congelación de activos.

Lo que hace que los titulares sobre un 'embargo' sean tan confusos, y una bendición de propaganda para el repugnante régimen en Caracas. Es irónico A medida que Estados Unidos hace un último esfuerzo para tratar de salvar el activo más valioso restante de Venezuela en el extranjero, Maduro interpreta a la víctima, agitando una copia del Wall Street Journal como prueba.

Traducción de Google Translator

Versión original en inglés:

https://www.washingtonpost.com/opinions/2019/08/06/its-not-us-embargo-ne...

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