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Opinión

Estaba destinado a suceder. En algún momento, Venezuela entraría en el debate electoral en los Estados Unidos. Ahora que lo ha hecho, es probable que continúe siendo un problema. Venezuela, después de todo, representa el mayor colapso económico de América, el mayor aumento de la pobreza, la peor hiperinflación, y la mayor migración masiva en los últimos dos siglos.

También es un caso en el que poner fin a la pesadilla - y a la amenaza a la estabilidad regional - se ha convertido en una prioridad de la política exterior de los EE.UU. Es una de las pocas políticas de la administración del Presidente Donald Trump que cuenta con un amplio apoyo bipartidista, como lo demuestra la ovación de pie que recibió el Presidente interino Juan Guaidó durante el discurso sobre el Estado de la Unión de Trump en febrero.

Sin embargo, la tragedia de Venezuela se está utilizando como arma política partidista en el período previo a las elecciones presidenciales y parlamentarias de noviembre. En el relato de Trump, Venezuela muestra el fracaso del "socialismo", y los demócratas son "socialistas". Presumiblemente, si los votantes reemplazaran a Trump por un demócrata, los EE.UU. sufrirían el mismo destino que Venezuela.

Claramente, esta es una afirmación extraña. Los demócratas han ocupado la Casa Blanca durante 48 de los últimos 87 años, y, en general, los EE.UU. han tenido un viaje bastante agradable.

Pero Bernie Sanders, el favorito en las primarias demócratas, no es un demócrata tradicional. De hecho, ni siquiera es miembro del partido. Se llama a sí mismo socialista democrático, no socialdemócrata, y sus declaraciones anteriores sobre Fidel Castro, así como sus viajes a la Unión Soviética y Nicaragua, reflejan su apoyo durante décadas a la izquierda radical.

Los partidarios de Sanders subrayan que el socialismo que tiene en mente es una socialdemocracia al estilo escandinavo. Pero Sanders aún no ha articulado ninguna diferencia ideológica o política con las desagradables tiranías que ha apoyado, y se siente incómodo hablando de ello. En cambio, ha tendido a responder con la defensa de "Mussolini hizo que los trenes funcionaran a tiempo".

Por supuesto, hay otras lecciones políticas que aprender de Venezuela. El economista ganador del premio Nobel Paul Krugman culpa el destino del país a generosos programas sociales durante los años del boom petrolero (2004-14). Cuando el precio del petróleo cayó, el gobierno recurrió a la impresión de dinero para financiar los grandes déficits presupuestarios resultantes, lo que llevó a la hiperinflación. En esta narración, el problema eran las buenas intenciones y la mala gestión macroeconómica, no el "socialismo". Por el contrario, Moisés Naím y Francisco Toro culpan del colapso de Venezuela principalmente a la cleptocracia.

Ambos son partes importantes de la historia del chavismo, pero ninguno de ellos le da al "socialismo" el lugar que le corresponde. Además, como Sanders, no explican cómo el "socialismo" en Escandinavia es diferente de la versión tropical.

De hecho, estos dos sistemas son casi polos opuestos. El sistema escandinavo es profundamente democrático: la gente utiliza el estado para dotarse de derechos y autonomía. Un sector privado próspero crea puestos de trabajo bien remunerados, y las relaciones de cooperación entre el capital, la administración y la mano de obra sostienen un consenso que hace hincapié en el desarrollo de las aptitudes, la productividad y la innovación. Además, dada su población relativamente pequeña, estos países entienden que la apertura y la integración con el resto del mundo son fundamentales para su progreso. Los impuestos se han fijado lo suficientemente altos como para financiar un estado de bienestar que invierte en el capital humano de las personas y las protege desde el vientre hasta la tumba. La sociedad ha sido lo suficientemente poderosa como para "encadenar al Leviatán", como Daron Acemoglu y James A. Robinson lo expresaron en su último libro.

El chavismo, por el contrario, se basa enteramente en desempoderar a la sociedad y subordinarla al estado. Los programas sociales que Krugman cita no eran una realización de los derechos de los ciudadanos, sino privilegios otorgados por el partido gobernante a cambio de la aquiescencia política. Enormes partes de la economía fueron expropiadas y puestas bajo la propiedad y control del estado. Esto incluyó no sólo la electricidad, los servicios petroleros (la producción de petróleo ya había sido nacionalizada en 1976), el acero, las telecomunicaciones y los bancos, sino también empresas mucho más pequeñas: productores de lácteos, fabricantes de detergentes, supermercados, cafeteros, distribuidores de gas de cocina, transbordadores y hoteles, así como millones de hectáreas de tierras de cultivo.

Sin excepción, todas estas empresas fueron arrasadas, incluso antes de que el precio del petróleo se desplomara en 2014. Además, el gobierno intentó crear nuevas empresas estatales en empresas conjuntas con China e Irán: ninguna está en funcionamiento, a pesar de los miles de millones de dólares de inversión.

Por otra parte, los controles de precios, divisas, importaciones y empleo hicieron casi imposible la actividad económica privada, lo que desempoderó aún más a la sociedad. Se suponía que los precios eran "justos" en lugar de que el mercado se despejara, y por lo tanto eran fijados por el gobierno, lo que provocaba escasez, mercados negros y oportunidades para la corrupción y la cleptocracia, mientras que los gerentes y empresarios eran encarcelados en gran número por violaciones de los precios justos.

Durante el auge del petróleo de 2004-14, mientras se destruían la agricultura y la industria manufacturera, el gobierno ocultó el colapso mediante importaciones masivas, que financió no sólo con los ingresos del petróleo, sino también con un enorme endeudamiento externo. Obviamente, cuando los precios del petróleo bajaron y los mercados dejaron de conceder préstamos en 2014, la farsa no pudo mantenerse por más tiempo. Y la farsa era la versión del chavismo del socialismo.

¿Pero cuál es la versión de Sanders? Un salario mínimo más alto, asistencia sanitaria universal y acceso gratuito a la educación pública superior, como él señala, son la norma en la mayoría de los demás países desarrollados, y definitivamente no son socialistas en el sentido chavista, cubano o soviético de la palabra.

Por otra parte, Sanders rara vez tiene una palabra amable que decir sobre los empresarios y las empresas exitosas, grandes y pequeñas. Es cierto que quiere justificar el aumento de los impuestos para pagar sus políticas sociales, pero necesita que las empresas sean productivas y rentables para que paguen más impuestos. Por lo tanto, ¿su socialismo se basa en la cooperación para dar poder a las personas mientras se impulsa la economía, o se trata de dar poder al Estado para que ejerza un control más coercitivo sobre las empresas?

Esta pregunta debe ser respondida por razones tácticas, porque la carta de Venezuela también puede ser jugada contra Trump. Después de todo, el chavismo ha politizado la aplicación de la ley y el poder judicial, ha pisoteado la prensa libre, ha tratado a los oponentes políticos como traidores y enemigos mortales, y se ha inmiscuido en la imparcialidad de las elecciones. ¿Le suena familiar? Pero el oponente de Trump en noviembre no puede jugar a la ofensiva con la carta venezolana hasta que el "asunto del socialismo" sea tratado adecuadamente.

Los votantes en las primarias demócratas tienen derecho a saber si Sanders entiende lo que hace a Escandinavia diferente de Venezuela. Además, deberían querer saber si su candidato luchará, junto con la actual coalición de 60 democracias de América Latina y el mundo desarrollado, para acabar con la dictadura de Venezuela y restaurar los derechos humanos y la libertad.

2 de marzo de 2020

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www.project-syndicate.org/commentary/venezuela-in-american-presidential-...

 6 min


Guillermo D. Olmo

Para algunos empezó como un trabajo temporal, pero ya llevan años jugando.

"Al principio lo tomé como un trabajo temporal, pero pronto me di cuenta de que ganaba más dinPara algunos empezó como un trabajo temporal, pero ya llevan años jugando. "Al principio lo tomé como un trabajo temporal, pero pronto me di cuenta de que ganaba más dinero que en otros".ero que en otros".

Es lo que le pasó a Roberto (nombre ficticio), cuando comenzó a jugar a los videojuegos para ganar dinero.

Lo llaman el "farmeo", jugar en línea para conseguir puntos y créditos en el videojuego que luego se venden a cambio de dinero en el mundo real.

El término viene del inglés "farming" (cultivar), palabra que se utiliza en el mundo de los videojuegos para referirse a esta práctica.

En Venezuela, sumida en una grave crisis económica y donde, según Naciones Unidas, casi un tercio de la población vive en situación de inseguridad alimentaria, hay jóvenes que han encontrado en esto una alternativa a sus malas perspectivas laborales.

En qué consiste el "farmeo"

El "farmeo" se realiza en juegos multijugador en línea como World of Warcraft, Tibia o RuneScape, que en algunos casos han llegado a superar los 10 millones de contendientes registrados en todo el mundo.

Son adaptaciones de los tradicionales juegos de rol, en los que los jugadores deben obtener objetos de valor, dinero, poder, o sencillamente, puntuación para avanzar.

El "farmeo" consiste básicamente en acumular esos ítems de valor en el mundo virtual del juego.

Como hacerlo puede resultar aburrido para algunos y lleva tiempo, hay quien prefiere comprarlos directamente, pagando por ello dinero real.

Hay incluso individuos y empresas especializadas que se dedican a intermediar en estas transacciones, que permiten a los más perezosos saltarse las primeras fases del juego, más monótonas y rutinarias, y acceder directamente a un nivel superior.

Luis Matheus, un joven de 24 años de Maracay, es uno de los jóvenes venezolanos que se dedican a vender el oro que acumulan jugando horas y horas, en su caso, a RuneScape.

"En Venezuela, la moneda se ha devaluado tanto que el oro del juego tiene más valor que el bolívar", indica.

Antes que un trabajo con un sueldo en bolívares, Luis Matheus prefiere dedicarse a jugar y que le paguen en dólares por Paypal o en efectivo el oro que recolecta.

Cuánto se puede ganar "farmeando" en Venezuela

Los jugadores explican que el rendimiento económico que se pueda obtener del "farmeo" depende del tiempo que uno le dedique y de su habilidad.

Matheus dice que jugando unas cuatro horas diarias gana unos US$40 mensuales.

Roberto, en cambio, pasa más horas frente a la pantalla en su casa de Mérida y suele cerrar el mes con unos US$120 de ganancia.

En la Venezuela actual, no en muchos empleos ofrecen salarios así en dólares, especialmente lejos de Caracas, la capital. "En mi zona, en todos los trabajos pagan como mucho US$50".

Jorseeph Rondón está a punto de comenzar a estudiar Matemáticas en la universidad, pero, como en su país los sueldos son "tan bajos", está intentando darle un empujón a su carrera de jugador profesional.

Ha creado una cuenta en Twitch, una plataforma de Amazon en la que los usuarios retransmiten en directo sus partidas de videojuegos. "Si ganas suscriptores a tu cuenta también puedes conseguir ingresos", le dijo Rondón a BBC Mundo.

Su sueño es acumular seguidores y que algún día lo contrate alguna de las empresas líderes en la organización de competiciones de videojuegos en línea, como la británica Faceit o la brasileña Gamers Club. Eso multiplicaría sus ingresos.

¿Hasta cuándo "farmear"?

Luis Matheus trabajaba antes como traductor de inglés e italiano, pero la empresa que lo empleaba fue absorbida por otra y se quedó sin trabajo.

"No es fácil encontrar un trabajo de mi nivel", afirma, y no quiere estar encadenado a un horario en un empleo en el que, según dice, le pagarían lo mismo que por jugar.

"Ahora no tengo un jefe encima ni un horario, y tengo flexibilidad para atender asuntos familiares", cuenta.

Roberto dice que a veces divide la pantalla y repasa sus apuntes de la universidad mientras juega. "Puedes hacer otras cosas mientras avanzas en el juego", indica.

Y Diego (nombre ficticio) cuenta entre las ventajas que las partidas en línea le han permitido hacer amistades de todas partes de mundo.

"Ahora tengo un amigo en México y me ha dicho que, si alguna vez decido dejar Venezuela, puedo irme allí con él".

Se convertiría en uno más de los más de cuatro millones, muchos jóvenes, que se estima que se han marchado en los últimos años.

Pero "farmear" no solo tiene ventajas, dicen quienes lo hacen.

Los jugadores venezolanos sufren las consecuencias de los fallos de electricidad y en las líneas telefónicas habituales en su país.

"A veces se cae la conexión y algún otro jugador me mata sin que yo pueda hacer nada, por lo que pierdo todo lo que había ganado durante horas", lamenta Crozz Zambrano, como le gusta identificarse en las partidas.

Zambrano empezó a jugar con 14 años. Ahora tiene 19 y se ha dado cuenta de algunas cosas, dice.

"Jugar hace que salgas menos y tengas menos vida social. En cierto modo, quienes jugamos, acabamos convirtiéndonos en bichos raros".

Luis Matheus dice: "Muchas veces me planteo hasta cuándo jugaré".

Roberto ve "triste" la situación actual venezolana, que ha dejado a los de su generación con pocas alternativas laborales.

"Siempre pensé que Venezuela podría ser rica como los Emiratos Árabes, pero para eso hará falta que todos nos esforcemos", dice.

Mientras tanto, sigue jugando a los videojuegos.

@BBCgolmo

2de marzo de 2020

https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-51683440

 4 min


Quieren matar nuestra Alma Mater. Para este narcorégimen nuestras universidades son consideradas una amenaza. Para sus torvos propósitos no apelan a un enemigo de la inteligencia, tipo Millán Astray, sino que se valen de inescrupulosos portadores de toga y birrete. Este es el caso de los magistrados de la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia que depende de Miraflores.

El primer zarpazo lo dio la Asamblea Nacional roja cuando violó el artículo 109 de la Constitución, al aprobar el 15 de agosto del 2009, el artículo 34-3 de la Ley Orgánica de Educación. Este artículo contempla: Elegir y nombrar sus autoridades con base en la democracia participativa, protagónica y de mandato revocable, para el ejercicio pleno y en igualdad de condiciones de los derechos políticos de los integrantes de la comunidad universitaria, profesores, estudiantes, personal administrativo y personal obrero, y egresados de acuerdo al Reglamento.

En octubre de ese mismo año, rectores y decanos de diez universidades demandaron ante la Sala Constitucional la nulidad del artículo de marras. Diez años después, el 27 de agosto de 2019, en ponencia de Carmen Zuleta de Merchán, profesora Emérita de la Universidad del Zulia, esa “diligente” Sala aprobó la sentencia 0324. La misma establece que mientras se decide sobre la demanda de nulidad del 34-3, se proceda a realizar las elecciones. De acuerdo a la decisión vil de estos graduados universitarios, las autoridades deben seleccionarse con el voto de profesores, egresados, estudiantes, obreros y personal administrativo, activos y jubilados. Para ser electos requieren ganar en tres de estos cinco sectores y, al mismo tiempo, lograr la mitad del total de votos obtenidos de los grupos mencionados. Es decir que, teóricamente, el equipo rectoral puede ser electo con el voto de obreros, personal administrativo y estudiantes, sin que cuente la opinión de los profesores, ni egresados. Toda una aberración, un crimen y una estupidez.

El 29 de noviembre del mismo año, mediante sentencia número 389, la inefable doctora Zuleta de Merchán ratificó la sentencia antes citada. En consecuencia las universidades debían realizar las elecciones en un plazo de seis meses, vencido el cual los cargos quedarían vacantes, plazo que venció el 27 de febrero. En esta fecha, la misma Sala aprobó sentencia 0047, en la que se hace de la vista gorda sobre la fecha señalada, alegando que la decisión se produce atendiendo al compromiso de las representaciones de las universidades nacionales de renovar democráticamente las autoridades universitarias cuyo período está largamente vencido.

Cabe mencionar que el 16 de enero de este año, destacados profesores integrantes de Ucevistas por la unidad de las fuerzas democráticas, dirigieron un comunicado al Consejo Universitario exhortando a las autoridades rectorales a cumplir con su ineludible obligación de salvaguardar la institución, convocando en inequívoco gesto de afirmación autonómica a la comunidad ucevista a movilizarse para participar en comicios dignos de una institución académica,así como para poner en práctica cuantas acciones contribuyan a su defensa en esta grave hora de la vida universitaria.

Confiamos en que el Consejo Universitario, que tuvo un gran apoyo el 14 de octubre 2019 en acto en el Aula Magna, no se doblegue aceptando cambiar el sistema de elección adoptando un compromiso intermedio. La Constitución y la Autonomía Universitaria tienen que respetarse. Los integrantes de la Sala Constitucional deberían ser declarados non gratos por la comunidad universitaria.

El acoso a nuestras universidades es la norma en tiempos de dictadura. Juan Vicente Gómez clausuró la UCV durante diez años. La Junta de Gobierno presidida por Germán Suárez Flamerich ex decano de Derecho, pero títere de Pérez Jiménez, cerró la UCV por unos dos años. En los sesenta los guerrilleros castro-comunistas utilizaron la universidad como refugio y centro de operaciones, con cierta vista gorda de los rectores de entonces, lo que condujo a Caldera a cerrarla en 1969. Ahora es nuevamente agredida, esta vez por sus propios hijos integrantes de un TSJ espurio y subordinado al narcorégimen.

Nuestra UCV tuvo rectores de prestigio y valientes, como Francisco Rísquez. También un Julio De Armas, destituido en 1951 por Suárez Flamerich y Pérez Jiménez. Lamentablemente, también tuvo algunos rectores alcahuetas de dictaduras o de la extrema izquierda y hasta un aberrado sexual como Chirinos. Una evaluación imparcial tiene que concluir que en su gran mayoría las autoridades universitarias cumplieron una buena labor. La comunidad universitaria tiene que resistir. No es suficiente decir venceréis, pero no convenceréis, del conocido rector salmantino. Hay que decir ¡Ni venceréis, ni convenceréis!

Como (había) en botica:

El narcorégimen está montando el escenario para asesinar al presidente (e) Guaidó por medio de sus paramlitares rojos. Después dirá que fue un loco el que cometió el crimen.

En su artículo del domingo, Ramón Peña reseñó la recuperación de Citgo, rescatada del hamponato rojo. Ojalá Monómeros Colombo Venezolanos siga sus pasos, pero los frecuentes cambios de gerentes indican que algo no huele bien.

¡No más prisioneros políticos, ni exiliados!

eddiearamirez@hotmail.com

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Jesús Alberto Jiménez Peraza

Hace dos siglos, el 15 de diciembre de 1819, Simón Bolívar dictó en el Congreso de Angostura, lo que podría definirse una auténtica cátedra de sociología política, cuando definió un gobierno perfecto como aquél capaz de proporcionar a su pueblo “la mayor suma de felicidad posible, la mayor suma de seguridad social y la mayor suma de estabilidad política”.

La búsqueda de la felicidad individual y colectiva, ha sido una quimera en todas partes y en las diferentes épocas de la historia universal, de manera que no pareciera extraordinaria como consigna en el Siglo XIX. Pero incluir el concepto de seguridad social, cuando actualmente no hemos sido capaces de proporcionarla, entendiéndola como todo un sistema a través del cual el Estado moderno puede garantizar el bienestar de la sociedad, es decir, del individuo y su familia para hoy y para cuando deba retirarse de la vida productiva laboral, es de admirar. Bolívar la incluyó además, magistralmente, en el artículo 6 de la Constitución Política del Estado de Venezuela, sancionada el 15 de agosto de 1819 como producto de ese Congreso.

Pero el genio de Bolívar no carga demagógicamente al Estado, la responsabilidad exclusiva de garantizar la seguridad social, porque sabe que sería irrealizable de esa manera. Al contrario, al tipificar el dispositivo crea la corresponsabilidad del trabajador, imponiendo que “la sociedad desconoce a quien no procura la felicidad general; a quien no se ocupa en aumentar con su trabajo, talentos, o industria, las riquezas y comodidades propias, que colectivamente forman la prosperidad nacional”.

Hablar de la necesidad de estabilidad política, cuando apenas había concluido la Campaña Libertadora de Nueva Granada, con la Batalla de Boyacá (07 de agosto de 1819), ícono de la emancipación de Colombia y, dos años antes de la Batalla de Carabobo (24 de junio de 1821) que representaría la libertad de Venezuela, es reservado para hombres grandes, a quienes Dios proveyó de cualidades innatas, después desarrolladas por ellos mismos. Son los auténticos estadistas.

Rememoro a Simón Bolívar y su concepción del buen gobierno, como antítesis de quienes hoy nos dirigen. Bien sabemos que el pueblo hoy no es feliz, no puede serlo porque no tiene garantizadas sus necesidades básicas de alimentos, vestidos, trabajo, servicios públicos, educación y en esas condiciones no puede crearse un ambiente de bienestar colectivo.

La ausencia de estabilidad política se puede graficar fácilmente en Venezuela, con la existencia paralela de los órganos cabeza de los Poderes Públicos. Independientemente del sustento legal y de que, en la práctica, uno de ellos no ejerce el poder efectivamente, es indudable que el gobierno y la oposición formal, reconocen mutuamente la existencia de dos Asambleas, como órgano máximo del Legislativo. Juan Guaidó es aceptado como Presidente de Venezuela en sesenta países del mundo, entre ellos Estados Unidos, la Unión Europea y los principales de América.

La felicidad del pueblo, como producto del bienestar público, se mide hoy con la Encuesta Inmaver Gallup, la cual para diciembre del 2019, coloca al presidente Nicolás Maduro con un rechazo del 82%, más alto incluso que el señor Jimmy Morales, un actor de televisión Presidente de Guatemala desde el 14 de enero del 2016, hasta el mismo día y mes del 2020, quien alcanzó el 76% del rechazo popular.

Ese rechazo generalizado se fundamenta, por supuesto, en un mal gobierno, que por interpretación en contrario a lo dicho por Bolívar, sería aquél que nos proporciona la mayor suma de infelicidad; que genera la mayor crisis de inseguridad social y produce la máxima inestabilidad política. Pero si buscamos una causa primaria, tendríamos que señalar al esguince evidente entre la formación política de los venezolanos, su cultura histórica y la doctrina que se le trata de imponer, a la fuerza.

Nuestros gobernantes hoy, lejos de fortalecer el Estado propugnando la unidad nacional lo fraccionan, conduciéndolo sin convencerlo y bajo la apariencia de estado de Derecho, al socialismo como concepto político y al comunismo, como doctrina económica. El socialismo es centralismo, concentración de los Poderes y unipartidismo, todo lo contrario a los postulados de la CN99 y al mandato popular.

Decía Juan Pablo II que el comunismo nos roba el alma. Interpreto de sus palabras que el comunismo conlleva la degradación del hombre. El comunismo es una pandemia, pero desgraciadamente es un mal siempre latente en nuestra América.

No deja de preocupar cómo el principal precandidato demócrata de Estados Unidos, el senador Bernie Sanders inicia su campaña pregonando admiración por Fidel Castro, quien sumió a Cuba en la más espantosa crisis política y económica vivida en el hemisferio occidental, durante la última mitad del siglo pasado y principios del actual. Sus palabras alarman y obligan a revisar la situación actual de los gobiernos en todo el continente. Nada puede tenerse como consolidado.

¡Dios bendiga a Venezuela!

Jueves, 27 de febrero de 2020

@jesusajimenezp

jesusjimenezperaza@gmail.com

 3 min


La palabra lo dice: Líder es quien guía. Por lo tanto, ser líder supone ser reconocido como guía en función de un objetivo y, por lo mismo, como alguien que conoce los medios para alcanzar ese objetivo. Dicho al revés, ningún líder puede ser reconocido durante largo tiempo si no conduce a ningún lugar o meta, hecho que exige de cada liderazgo la capacidad de establecer una relación coherente entre fines y medios. Puede haber medios equivocados para conducir a objetivos correctos, pero medios correctos para conducir a objetivos errados no puede haber.

El reconocimiento del líder como tal es el punto de partida. Apoyándonos en, pero sin seguir al pie de la letra a Max Weber, podríamos afirmar que ese reconocimiento puede provenir de la tradición, de un carisma o de una determinada racionalidad. Visto así, el líder perfecto sería aquel que es tributario de tres vertientes: de una tradición cultural o religiosa, de cualidades o talentos personales, y de una racionalidad que le permite conjugar objetivos y medios en un sentido predominantemente comunicacional. En los tres casos el líder lo es gracias a su palabra, ya sea porque esta provenga del pasado (tradición), o porque señala con claridad el objetivo a cumplir o porque teje relaciones entre diversos actores a fin de alcanzar ese objetivo.

El líder que proviene de la tradición (puede ser un rey, un papa, un ayatolah, un mesías) pertenece al mundo de las sociedades pre-políticas. Su objetivo es resguardar el orden y preservar los valores que provienen del pasado. Pero eso no quiere decir que el líder político de los tiempos modernos no recurra a las tradiciones. Mas aún: cuando estas no existen, las inventan. Para poner un ejemplo, la mayoría de los líderes habidos en países latinoamericanos son conscientes de que actúan en un medio cuyo pasado poscolonial ha sido signado por la confrontación y la violencia, hecho que explica por qué ellos prefieren usar un lenguaje épico, incluso militarista, en contra de un gran enemigo -real o inventado- al que hay que derrotar sin piedad.

Podríamos afirmar que el clásico líder populista latinoamericano es un eslabón situado entre el líder de la tradición pre-moderna y el líder racional de la modernidad. Del primero hace suyo los mitos de una tradición real o supuesta. Del segundo, no olvida nunca su objetivo: el poder. La tradición a la que constantemente recurre (nación, patria, pueblo) solo en apariencias es irracional pues está puesta al servicio del poder que lo aguarda. En la escena latinoamericana hubo un trío clásico: Perón, Castro, Chávez. Los tres fueron seductores de masas, mitómanos y demagogos hasta el cansancio, pero extremadamente racionales a la hora de buscar el momento del poder. En otros términos, los líderes del populismo latinoamericano han sabido poner la irracionalidad de sus palabras al servicio de la racionalidad del poder.

Sin un mínimo de racionalidad, un líder está condenado a fracasar, ya sea antes o durante el ejercicio de su poder. Uno de los casos más patéticos fue el del peruano Alan García cuando durante su primer mandato intentó presentarse como líder tercermundista negándose a pagar la deuda externa contraída por gobiernos anteriores. Las consecuencias económicas y políticas fueron desastrosas para el Perú. En una dimensión mucho más grande, el fracaso histórico de Fidel Castro al intentar convertirse en líder de la revolución latinoamericana pasará a la historia de la psicopatía política. No solo dejó sierras y montañas de algunos países latinoamericanos pobladas con cadáveres. Además convirtió a Cuba en un desastre, tanto político como económico. Al final terminó destruyendo su propio liderazgo para terminar convertido en uno de los más crueles dictadores militares de Latinoamérica.

Somera revisión que lleva a deducir que un líder pierde su condición de líder cuando plantea objetivos imposibles de ser cumplidos, o cuando ya habiéndolos cumplido no se requieren liderazgos. Por eso ningún líder lo ha sido por demasiado tiempo. La mayoría de ellos han sido circunstanciales y sus liderazgos han durado el tiempo en que trabajaron para lograr su objetivo. A guisa de ejemplos: Winston Churchill dejó de ser líder después de la segunda guerra mundial. Michael Gorbatchov dejo de ser líder con el fin del comunismo. Adolfo Suárez quien lideró la transición de la democracia a la dictadura dejó de ser líder cuando la democracia fue restablecida en España. Y así sucesivamente.

De tal manera, nos encontramos frente a una paradoja: un líder pierde su liderazgo cuando no cumple su objetivo pero también cuando lo cumple. La diferencia es que en el primer caso no será recordado como líder. De ahí que no sería errado hablar de líderes fracasados y líderes exitosos. Estos últimos son los que han aplicado los medios correctos frente a objetivos reales y posibles. En otras palabras, el fracaso de un liderazgo tiene mucho que ver con la carencia de racionalidad política.

Carismáticos, magnéticos, mesiánicos, los líderes han llegado a serlo no gracias a esas virtudes o defectos sino cuando han establecido la relación más adecuada entre objetivos y medios. Por lo tanto, el liderazgo, lejos de ser irracional, es expresión de racionalidad política. No existen líderes irracionales exitosos. Un líder puede hacer delirar a multitudes pero sin una adecuada racionalidad derivada de la lógica medios-fines es imposible que lleve a cabo una función conductora. Ha habido incluso líderes carentes de carisma: fríos, calculadores, sin la menor empatía personal, pero dotados de una extrema racionalidad. Uno de los más racionales, incluso racionalista, fue sin duda Lenin.

Lenin: sin voz ni prestancia de líder, muy lejos de poseer la oratoria vibrante de un Trotzki, logró el poder (su objetivo) atravesando vericuetos, avanzando y retrocediendo y siempre pactando. No por casualidad Gramsci vio en Lenin la representación rusa del Principe de Maquiavelo. Del mismo modo, el conservador y ultracatólico Carl Schmitt lo presentó como reencarnación de la esencia de “lo político”. Sin escrúpulos no vaciló Lenin en retorcer las tesis de Marx sobre el papel del “proletariado”. Sin vacilar firmó acuerdos de paz muy desventajosos para Rusia (Brest Litovsk). Y sin complejos ideológicos afirmó que la tarea del partido no era construir el socialismo sino un capitalismo dirigido por el estado (algo que entendió muy bien ese otro témpano llamado Putin). Para Lenin, la práctica destinada a la conquista del poder era la reina y la ideología su sirvienta.

Ha habido líderes menos fríos y calculadores que Lenin, pero todos se han dejado regir por el principio de realidad. Ni Gandhi ni Mandela fueron santos pacifistas, pero se dieron cuenta que la no-violencia suponía el primado de la política por sobre la guerra. Así abrieron la posibilidad de realizar alianzas nacionales e internacionales en aras de la conquista del poder. El primero usó todas las artes de la diplomacia frente a la Inglaterra colonial. El segundo logró llevar a mesas de negociaciones a líderes racistas como Botha y de Klerk. De más está decir, Gandhi y Mandela fueron brutalmente atacados por fracciones extremistas de sus propios partidos. Al igual que Walesa en Polonia.

Lech Walesa fue un líder de integración nacional. Por una parte surgió como representante de los trabajadores sindicalmente organizados (el sujeto histórico de los marxistas) pero por otra profesaba el catolicismo más tradicional. Supo retroceder cuando tuvo que hacerlo (golpe de Jarucelzki) aunque mantuvo conversaciones con la dictadura al precio de ser acusado de colaboracionista por no pocos de sus seguidores. Habiendo llegado la hora de negociar con los comunistas, les abrió incluso vías de co-participación en el gobierno. Nunca se dejó llevar por fantasías ni entregó la conducción de su movimiento a instancias extranjeras. Escuchó a todo el mundo, siempre estuvo atento al debate, pero no fue portavoz de ningún poder detrás del suyo. Pasará el tiempo y Walesa será recordado como uno de los líderes más completos engendrados por la cultura política occidental.

En síntesis: todo liderazgo político, con o sin cuotas de emocionalidad, supone un alto grado de racionalidad. Dicha racionalidad es puesta a prueba no por la infabilidad de un líder sino por su capacidad para rectificar errores a tiempo, aún a riesgo de romper con quienes una vez lo apoyaron. Eso implica su autonomía política. No es necesario que sea un genio, pero sí ha de ser un conocedor del arte de lo posible y no de lo imposible.

La política es representación. La representación política es siempre personal. Pero si la representación no representa a la realidad, ninguna persona, por muy dotada que sea retórica o físicamente, puede ejercer las tareas encomendadas a un líder. Tarde o temprano la realidad, diosa de la política, le pedirá cuentas.

27 de febrero 2020

Polis

https://polisfmires.blogspot.com/2020/02/fernando-mires-el-lider.html?ut...(POLIS)

 7 min


Ayer quedé impactado por la gravedad del atentado que sufrieron los manifestantes de Barquisimeto, incluyendo al joven presidente Juan Guaidó. Y hoy leí los comentarios de una profesora hablando de la innegable valentía de Guaidó y de la aparente apatía de los opositores, que no reaccionan ni siquiera ante un intento de asesinato. Esto motiva la presente nota, que intenta comentar los rasgos principales de la estrategia en las que muchos creen para poner fin a la dictadura.

En primer lugar, no se puede negar que Guaidó es muy valiente y arriesga su propia seguridad con frecuencia. En segundo término, se ha descubierto que pocos opositores están dispuestos a atender los llamados a la calle que hace Guaidó, ni siquiera ante los atentados de los cuales él ha sido víctima.

Y es que creo que “la calle” y el liderazgo carismático pueden influir en promover el desenlace que buscamos, pero no necesariamente forman la combinación fundamental que necesitamos para romper el nudo actual.

Puede que estemos errando al seguir intentando “Calle” sin alguien cuyo espíritu logre encender los corazones de todos los venezolanos y sin una expectativa siquiera mediana de que las manifestaciones harán que los militares reaccionen, al menos no asesinando a los muchachos que manifiestan.

Tal vez nuestras mentes generarían ideas para una acción más eficaz si nos saliésemos del círculo vicioso en el que reclamamos más carisma a quien no tiene más y más arrojo a la inmensa mayoría que tiene miedo a morir y pareciera haber perdido la esperanza.

Tal vez el camino está efectivamente fuera de nuestro propio alcance. Tal vez solos no podemos.

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Fermín Sánchez Carracedo

¿Es la especie humana la única especie inteligente del universo? No parece que haya ninguna razón para pensar que así sea. Si la vida y la inteligencia son el fruto de un proceso fortuito producido por millones de años de evolución, como defiende la mayoría de científicos, este proceso podría (y debería) haberse repetido en diferentes puntos del universo. Según Christian de Duve, Premio Nobel de Medicina en 1974, la vida debe surgir casi necesariamente en un planeta si se producen unas condiciones físicas similares a las que tenía la Tierra hace 4 000 millones de años. Existen miles de millones de estrellas del mismo tipo que nuestro Sol (tipo G) en la Vía Láctea, y la nuestra es tan solo una entre las más de diez mil millones de galaxias del universo observable. Además, nada impide que la vida pueda desarrollarse en planetas que giren alrededor de otras estrellas que no sean de tipo G, aunque probablemente esta vida sería muy diferente de la vida que conocemos. Sin agujeros de gusano, sólo nos quedan los vecinos próximos Lo cierto es que no debería importarnos demasiado la posibilidad de existencia de vida extraterrestre inteligente en otras galaxias, ya que lo más probable es que jamás consigamos establecer contacto con esos seres. La Vía Láctea tiene un diámetro de cien mil años luz. Esto quiere decir que, si recibiésemos una señal procedente de seres extraterrestres del otro extremo de la galaxia (nosotros estamos en uno de sus brazos espirales), esa señal habría sido enviada hace cien mil años, y nuestra respuesta tardaría otros cien mil años en llegar a su destino. No parece una buena forma de mantener una conversación. Sería todavía más complicado establecer algún tipo de comunicación con seres de otras galaxias. La más cercana, Andrómeda, está a dos millones de años luz de nosotros. Es decir, necesitaríamos cuatro millones de años para escuchar a alguien que nos dijese “hola” y que ese alguien recibiese nuestra respuesta. En definitiva, la comunicación con seres extraterrestres solo podría producirse con criaturas que viviesen en un sistema planetario situado a unos pocos años luz del nuestro. A menos, claro, que la física que conocemos esté equivocada y la velocidad de la luz no sea un límite insalvable, o que aprendamos a construir agujeros de gusano y descubramos cómo enviar señales de radiofrecuencia a través de ellos. Y de paso, aprendamos a viajar en el tiempo. Civilizaciones que se autodestruyen En 1950, el gran físico Enrico Fermi enunció lo que se conoce como la paradoja de Fermi: “Hay una contradicción entre la probabilidad de la existencia de vida extraterrestre y el hecho de que no hayamos tenido ningún contacto con ella”. La respuesta de Fermi a la paradoja, probablemente influenciada por su participación en el proyecto Manhattan, donde trabajó en el diseño de la primera bomba atómica, fue que todas las civilizaciones inteligentes desarrollan una tecnología con la capacidad de destruir la propia civilización, y la utilizan. ¿Puede una civilización colonizar la galaxia? El tiempo necesario para que una civilización inteligente se desarrolle y colonice una galaxia es muy inferior a la edad de la Vía Láctea. Por lo tanto, desde que existe la Vía Láctea ha habido tiempo suficiente para que sea colonizada muchas veces por diferentes civilizaciones. Una civilización capaz de colonizar una galaxia debe ser de tipo 3, según la escala de Kardashov. Esta escala clasifica las civilizaciones en función de cuánta energía de su entorno son capaces de aprovechar. Una civilización de tipo 3 debería ser capaz de aprovechar toda la energía disponible en una galaxia. Las civilizaciones de tipo 2 son capaces de aprovechar toda la energía de un sistema planetario, y las de tipo 1 toda la energía de un planeta. Nuestra civilización aún no es ni siquiera de tipo 1, y le quedan más de 100 000 años para ser de tipo 3. Justo el tiempo que tardaría un mensaje nuestro en llegar a la otra punta de la galaxia. Si lanzásemos un mensaje ahora, probablemente llegaríamos antes que él (si no nos autodestruimos ates, claro) ¿Cuántas civilizaciones inteligentes hay en la Vía Láctea? En 1961 Frank Drake, famoso radioastrónomo y presidente del instituto SETI, presentó una ecuación para responder a esta pregunta. Según la ecuación de Drake, el número de civilizaciones presentes en nuestra galaxia con capacidad de comunicarse con otras civilizaciones es el producto de siete factores: El ritmo anual de formación de estrellas que son adecuadas para la vida en la galaxia. El porcentaje de estas estrellas que tienen un sistema planetario. El número de planetas de este sistema que orbitan dentro de la zona de habitabilidad de la estrella. El porcentaje de estos planetas en los que se ha desarrollado la vida inteligente. El porcentaje de planetas donde la vida inteligente ha desarrollado una tecnología capaz de comunicarse con otra civilización extraterrestre e intenta usarla. El tiempo durante el que puede existir una civilización inteligente que intenta comunicarse con otras civilizaciones. Actualmente no disponemos de datos suficientes para asignar valores específicos a los siete factores de la ecuación de Drake, pero numerosos científicos han tratado de calcularlos para resolverla, obteniendo resultados muy dispares. El propio equipo de Drake, por ejemplo, obtuvo que el número de civilizaciones que podríamos detectar en nuestra galaxia es de 10. Michael Shermer estableció valores distintos para algunos parámetros, y calculó que actualmente debería haber 4 975 civilizaciones detectables en todo el universo. El número de civilizaciones de nuestra galaxia sería solo de 0,000000014, que es equivalente a la existencia de una civilización cada 70 millones de años. Si se usa la teoría de Olduvai para calcular alguno de los factores, el número de civilizaciones de nuestra galaxia es aún menor: 0,0000000008. Esto significa que en la Vía Láctea habría existido una civilización tecnológica cada 1 240 millones de años, y en todo el universo observable habría 282 civilizaciones emitiendo señales de radio en este mismo momento. Aunque ya sabemos que las civilizaciones de fuera de nuestra galaxia no llegarán nunca a contactar con nosotros sin agujeros de gusano. Otros científicos han calculado valores tan dispares como que existe una única civilización o que hay diez millones. Todo depende de los criterios que se usen para estimar los diferentes parámetros. La ecuación de Drake tiene siete incógnitas y algunas de ellas solo pueden ser estimadas, no medidas. Además, la evolución tecnológica y nuestro propio conocimiento del universo podrían hacer que los valores asignados a cada una de estas variables cambien considerablemente. Por eso, la ecuación de Drake es un ejercicio intelectual de dudosa aplicación práctica. Otros autores han hecho propuestas similares a la ecuación de Drake. Por ejemplo, Sara Seager propuso en 2013 una ecuación para estimar el número de planetas habitables de la galaxia (aunque no viva en ellos una civilización tecnológicamente avanzada). ¿Son los estallidos cortos de rayos gamma la respuesta? En el año 2001 tuve la oportunidad de asistir a una conferencia del profesor Matteo Cavalli-Sforza (que actualmente trabaja en el Institut de Física d'Altes Energies) sobre la posibilidad de que exista inteligencia extraterrestre. Una charla, celebrada con motivo del 33 aniversario de la película 2001, una odisea en el espacio, de la que extraje algunas ideas que luego utilicé en mi novela de ciencia ficción Odisea. El profesor Cavalli-Sforza sugería que los estallidos cortos de rayos gamma explican el gran silencio, como se denomina al hecho de que en ningún radiotelescopio de la Tierra se haya conseguido captar jamás ninguna señal extraterrestre. Los estallidos cortos de rayos Gamma son los fenómenos que emiten más energía en todo el universo observable. Los astrofísicos piensan que se producen por el colapso de dos estrellas de neutrones. Estos destellos podrían generar radiaciones, a escala galáctica, capaces de interferir en la vida de los planetas destruyendo, por ejemplo, su capa de ozono. Actualmente se estima que se produce un colapso de estrellas de neutrones cada 100 o 200 millones de años, pero en el pasado, cuando el universo era más joven, estas explosiones eran mucho más frecuentes. Según el profesor Cavalli-Sforza, algunas hipótesis sugieren que una civilización inteligente con capacidad tecnológica no puede desarrollarse hasta que el intervalo entre dos colapsos de estrellas de neutrones es suficiente para permitir esta evolución. Tal vez sean necesarios al menos 100 millones de años para conseguir el grado de evolución necesario para que se desarrolle una civilización tecnológica en nuestra galaxia. Tal vez, si esta teoría es cierta, no haya extraterrestres en ninguna parte y estemos solos en el universo. Febrero 27, 2020 The Conversation https://theconversation.com/donde-se-esconden-los-extraterrestres-132405

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