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Opinión

Alianza Social de los Trabajadores de Aragua (ASTA) es la denominación asumida por la plataforma política que tiene como objetivo fundamental contribuir al éxito de las luchas desarrolladas por los trabajadores. Está constituida por ciudadanos venezolanos y extranjeros, de manera individual y/o en representación de otras determinadas organizaciones; quienes por este medio se proponen aportar orientación política y estímular la unidad, la organización, la articulación y la movilización. Es una organización plenamente identificada con los intereses fundamentales de los asalariados como clase o sector social; y configura un espacio de encuentro, libre y abierto, para el análisis y el debate sobre temas relacionados con la situación del país y los trabajadores; asimismo, para la presentación de propuestas y la búsqueda de consensos para la acción unitaria.

ASTA es una organización esencialmente política, amplia, plural, democrática y autónoma.

  1. Es política, porque se ubica en el plano de los intereses particulares de la clase trabajadora en el marco de los factores y condiciones que caracterizan a la sociedad venezolana.
  2. Es amplia y plural, porque reconoce y permite la participación en su seno de personas y organizaciones de diversa procedencia social y pensamiento político; es decir, no es una entidad constituida exclusivamente por trabajadores, organizaciones o dirigentes sindicales y gremiales.
  3. Es democrática, porque además de tener las anteriores cualidades y objetivos, su funcionamiento está basado en mecanismos de participación y toma de decisiones generalmente reconocidos y aceptados como tales.
  4. Es autónoma, porque no está sujeta a los dictados o intereses de ninguna otra entidad; sea esta pública o privada, nacional o extranjera.

Los intereses de los trabajadores son los intereses de las mayorías nacionales.- En la sociedad venezolana, como en la de cualquier otro país, se expresan los intereses propios de los distintos grupos o clases que la constituyen; los cuales, además de identificarlos y diferenciarlos entre sí, pueden ser coincidentes o contradictorios según las circunstancias; tal como ocurre actualmente, por ejemplo, en el caso de los trabajadores y el empresariado. Sus intereses son contradictorios per se; pero, en estos momentos particulares son coincidentes en su intención de producir el cambio de régimen; debiendo en consecuencia actuar como aliados para lograr el cese a la usurpación y después, como integrantes del gobierno de unidad nacional encargado de llevar a cabo un programa de transición en un clima de gobernabilidad. En el entendido de que el actual régimen dictatorial será sustituido por un régimen democrático, donde se busca la armonización de intereses y no la imposición de los de unos determinados factores en detrimento de otros; es fundamental entonces, que los trabajadores adquieran conciencia al respecto y luchen por concretar sus legítimas aspiraciones de participar en el ejercicio del poder; caso contrario, como ha ocurrido históricamente hasta ahora, volverán a quedar para “pagar los platos rotos” de una crisis de la que no son responsables. La transición tiene que ser necesariamente un proceso de democratización; y entre todas las clases o grupos sociales, son los trabajadores los más interesados y los que están en capacidad de ser la vanguardia del pueblo, no solo en la lucha contra la usurpación; sino además, en el proceso de cambio de régimen mediante la efectiva democratización política, económica y social de nuestro país. En otras palabras, es el factor social llamado a encabezar el proceso necesario para producir un viraje profundo en nuestra sociedad; de lo contrario, solamente habremos logrado cambiar de gobierno; es decir, un cambio para que nada cambie.

ASTA no pretende convertirse en sindicato, partido político o cualquier otra organización similar.- Los trabajadores disponen de organizaciones diseñadas fundamentalmente para sus luchas reivindicativas, tales como sindicatos, federaciones y otras; pero, carecen o son muy débiles aún las organizaciones que los puedan conducir acertadamente en el fragor de la lucha política. ASTA no pretende convertirse directamente en ninguna de ellas; pero si se plantea contribuir a orientar a los trabajadores en cuanto al valor y la importancia que ambas revisten, en la relevancia que tiene su activa participación en la transformación de las organizaciones gremiales y sindicales en verdaderos instrumentos de lucha, en el impulso de los liderazgos emergentes que sustituyan progresivamente a aquellos que se mantienen desarrollando concepciones y prácticas burocráticas “tradicionales”, y en la formación o fortalecimiento de sus propias organizaciones para la lucha política. Estos son procesos paralelos, no concebidos como uno primero y otro después, que se cumplen en el día a día y van de la mano con la elevación del nivel de conciencia de los asalariados. Para ASTA es fundamental, en la actual coyuntura, la unidad y la articulación de estos en comandos de conflicto, intersindicales e intergremiales en cada sector y a todos los niveles (nacional, regional, municipal, etc.); pero es necesario también, dar el paso para la articulación intersectorial (salud, educación, energía, empresas básicas, etc.) y para la conformación y presentación de pliegos reivindicativos unificados que deben ser exigidos al régimen mediante la acción conjunta. Los trabajadores, como clase o factor social, deben constituirse en la vanguardia del pueblo y de la sociedad; por tanto, deben establecer las alianzas que sean necesarias con las organizaciones de otros sectores sociales incorporados a la lucha; pero sin perder su esencia y autonomía, sin dejarse absorber por ninguna de ellas. ASTA también se plantea contribuir a ello desarrollando sus propias alianzas con organizaciones de trabajadores y otros sectores sociales (el sector empresarial inclusive). ASTA no es un fin en sí misma, su fortalecimiento propio debe estar centrado en el fortalecimiento de las luchas de los trabajadores, sus organizaciones y su conciencia de clase.

ASTA es una organización democrática.- ASTA no solo lucha por la instauración de un gobierno democrático en Venezuela; también lo hace por la democratización política, económica y social del país; y por supuesto, siendo consecuente con sus principios y objetivos, por la democratización de las organizaciones de los trabajadores. Asimismo, sus propias características determinan que sus mecanismos de funcionamiento interno y externo estén basados en procedimientos generalmente reconocidos como democráticos. La toma de decisiones sobre temas trascendentes en asambleas donde todos los participantes disfrutan de iguales derechos, la búsqueda de acuerdos en base a consensos, el respeto a la militancia de sus integrantes en otras organizaciones partidistas o no partidistas, el reconocimiento a quienes asumen responsabilidades para cumplir las funciones de coordinación, etc. son parte fundamental de los mecanismos que infunden carácter democrático a esta plataforma. Entre las muchas maneras en que esta promueve y estimula la democratización de otras organizaciones, se ubica la exigencia hecha a sus representantes en cuanto al cumplimiento cabal de su papel de voceros; es decir, de expresar los criterios de la entidad que representan y no los propios. ASTA se fortalece con la incorporación y la participación, tanto de militantes de base como de personalidades que detentan cargos directivos en estructuras sindicales, gremiales, vecinales, partidistas, o de cualquier otro tipo; independientemente de que estén o no estén sumadas aún a la plataforma; pues, en ambos casos, son ellos mismos los principales encargados de llevar y desarrollar las políticas de ASTA en el seno de esas otras organizaciones.

Maracay, 24 de octubre 2019

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Bjørn Lomborg

Las crisis políticas, los escándalos y la disfunción siguen dominando la agenda noticiosa global. No sorprende, por lo tanto, que mucha gente haya pasado por alto el anuncio del Reino Unido el mes pasado de que invertirá 600 millones de libras (779 millones de dólares) para brindar acceso a otros 20 millones de mujeres y niñas en el mundo en desarrollo a la planificación familiar.

Sin embargo, la decisión del gobierno del Reino Unido –basada en una investigación del Centro de Consenso de Copenhague que muestra que la planificación familiar es una de las inversiones en desarrollo más inteligentes- es de vital importancia. En la actualidad, cientos de millones de mujeres no pueden elegir la cantidad de hijos, el momento de tenerlos y los intervalos entre ellos –a veces con consecuencias fatales, porque los embarazos no deseados pueden cobrase la vida de madres jóvenes y de niños-. Es más, como el acceso universal a la contracepción fomenta el crecimiento, existen poderosos argumentos económicos para hacer de esto una alta prioridad.

En los países en desarrollo, 214 millones de mujeres en edad reproductiva que quieren evitar un embarazo no utilizan un método anticonceptivo moderno. Casi una cuarta parte de las mujeres en África, y una de cada diez en Asia, América Latina y el Caribe, tiene una necesidad no satisfecha de planificación familiar.

Hace cuatro años, los líderes mundiales prometieron lograr un acceso universal a los servicios de planificación familiar en 2030. Sin embargo, en 2017, el último año sobre el cual hay disponibilidad de datos, el financiamiento de donantes globales para este tipo de servicios fue de alrededor de 1.270 millones de dólares –muy por debajo del pico de 1.430 millones de dólares en 2014-. Claramente, más gobiernos necesitan seguir el ejemplo del Reino Unido.

Algunos programas de planificación familiar cuentan con un financiamiento crónicamente insuficiente. La administración del presidente norteamericano, Donald Trump, al igual que sus recientes antecesores republicanos, ha abandonado muchas de estas iniciativas porque no quiere utilizar el dinero de los contribuyentes norteamericanos para financiar abortos. (En general, el gasto en desarrollo de Estados Unidos se ha mantenido, de todas maneras, estable). Pero la política de la administración Trump tal vez no alcance su objetivo buscado: según un estudio de la Universidad de Stanford, una ley estadounidense similar en el gobierno del entonces presidente George W. Bush resultó en más abortos porque recortó el financiamiento a ONGs que ofrecen anticonceptivos.

La investigación del Centro de Consenso de Copenhague utilizada por el gobierno del Reino Unido demuestra por qué deberíamos luchar por un acceso universal a la contracepción moderna. En el estudio, Hans-Peter Kohler y Jere Behrman de la Universidad de Pensilvania estiman que constaría unos 3.600 millones de dólares por año ofrecer servicios de planificación familiar a los 214 millones de mujeres que carecen de acceso.

Los embarazos y nacimientos muy poco espaciados y que llegan en un momento inoportuno contribuyen a altas tasas de mortalidad infantil, mientras que la evidencia sugiere que las mujeres que tienen más de cuatro hijos enfrentan un riesgo de mortalidad mayor. Kohler y Behrman estiman que alcanzar un acceso universal a la contracepción resultaría cada año en 640.000 muertes menos de recién nacidos, 150.000 muertes maternas menos y 600.000 niños menos que pierden a sus madres. Al cuantificar estos beneficios para la salud en términos económicos, Kohler y Behrman encuentran que cada dólar invertido en mejorar el acceso a la contracepción genera un beneficio de 40 dólares para la sociedad.

Es un dato bastante impresionante. Pero los países pobres con un mayor acceso a la contracepción también se benefician con un “dividendo demográfico” –específicamente, el crecimiento económico acelerado que puede resultar de un incremento en la relación entre gente en edad laboral y dependientes.

En los países menos desarrollados, más del 40% de la población normalmente tiene menos de 15 años, y depende de los adultos en edad laboral para un sustento financiero. Pero cuando las mujeres pueden elegir cuándo y con qué frecuencia quedarse embarazadas, es más probable que tengan menos hijos, a la vez que están en mejores condiciones de lograr su tamaño familiar deseado. Cuando las tasas de nacimiento caen, la cantidad de dependientes se achica en relación a la población en edad laboral. Cuando hay menos gente que sustentar y, llegado el caso, más gente en edad laboral, un país tiene una ventana de oportunidad para un crecimiento económico rápido.

Es más, tener familias más pequeñas les permite a los padres invertir más en cada hijo. Los hijos con menos hermanos tienden a quedarse más tiempo en la escuela, por ejemplo. Y con menos hijos en cada grupo etario, cada hijo también podrá usar más capital de la sociedad, lo que los torna más productivos.

En total, estos beneficios demográficos suman hasta 288.000 millones de dólares por año, según Kohler y Behrman. Cuando sumamos este dividendo demográfico a los beneficios de salud, cada dólar invertido en mejorar el acceso a la planificación familiar redunda en un bien social por un valor de 120 dólares.

Esto representa una inversión absolutamente fenomenal. De hecho, un panel de expertos economistas reunido por el Centro de Consenso de Copenhague, incluidos dos premios Nobel, concluyó que el acceso universal a la planificación familiar –junto con un comercio más libre, una mejor nutrición, inmunización e inversión en educación preescolar- es uno de los objetivos de desarrollo más poderosos que puede perseguir el mundo.

Ahora es el turno de que otros gobiernos y donantes equiparen el compromiso financiero del Reino Unido para que la planificación familiar esté más disponible. Lograr un acceso universal a la contracepción salvaría y mejoraría millones de vidas, y colocaría a las sociedades en una vía más rápida hacia la prosperidad compartida. Con tanto en juego, el mundo debería dedicar mucha más atención y recursos a este objetivo.

21 de octubre

Project Syndicate

https://www.project-syndicate.org/commentary/family-planning-universal-a...

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The interpreter (Max Fisher y Amanda Taub)

No es tu imaginación, y los últimos meses no son un caso atípico: Las protestas masivas están aumentando en todo el mundo.

Se han vuelto más comunes, año tras año, desde el final de la Segunda Guerra Mundial, y ahora alcanzan un nivel de frecuencia sin precedentes.

Y si puede parecer difícil encontrar un hilo conductor: manifestaciones anticorrupción en Líbano, manifestaciones separatistas en España, marchas a favor de la democracia en Hong Kong, protestas contra la desigualdad en Chile y por los resultados de las elecciones en Bolivia, por nombrar sólo las más recientes, no es una coincidencia.

Porque todo esto está siendo impulsado por algo más que las causas próximas de cada levantamiento individual. El mundo está cambiando en formas que hacen más probable que la gente busque un cambio político radical al salir a las calles.

Antes de que expliquemos esos cambios y cómo han creado una era de disturbios globales, hay otra tendencia que debe conocer.

Las protestas también son cada vez más propensas al fracaso.

Hace sólo 20 años, el 70 por ciento de las protestas que exigían un cambio político sistémico lo consiguieron, una cifra que había estado creciendo constantemente desde la década de 1950.

A mediados de la década de 2000, esa tendencia se invirtió repentinamente. En todo el mundo, la tasa de éxito de los manifestantes se ha desplomado desde entonces a sólo 30 por ciento, según un estudio de Erica Chenoweth, una politóloga de la Universidad de Harvard que calificó el declive de "asombroso".

"Algo ha cambiado mucho", nos dijo la Sra. Chenoweth, que estudia los disturbios civiles.

Para entender ese cambio, aquí hay cuatro cambios importantes detrás de nuestra nueva normalidad de protesta global de masas y lo que revela sobre el mundo.

(1) La democracia se está estancando

El crecimiento una vez estable de la democracia en todo el mundo se ha estancado, y tal vez esté empezando a revertirse.

Por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial, el número de países que se mueven hacia el autoritarismo está excediendo el número que se mueve hacia la democracia, según un estudio reciente de Anna Lürhmann y Staffan Lindberg de la Universidad de Gotemburgo en Suecia.

Las causas de este cambio son complejas y siguen siendo controvertidas. Las actitudes nacionalistas están aumentando, y los votantes eligen cada vez más a posibles hombres fuertes. Las presiones internacionales para democratizar se han relajado. La corrupción mundial ha ayudado a afianzar los sistemas políticos rotos.

Cualquiera que sea la causa, una cosa no ha cambiado. Las presiones de abajo hacia arriba que normalmente se manifiestan como demanda pública o al menos deseo de democracia, como el aumento de las clases medias, siguen creciendo, como lo han hecho a lo largo de la era moderna.

Pero ahora que la gente no tiene democracia, es como si se hubiera cerrado una válvula de escape. Esa presión acumulada se está liberando como explosiones de indignación masiva. Y debido a que las vías de cambio dentro del sistema, como votar en las elecciones o cabildear a los funcionarios electos, son vistas como cada vez menos confiables, la gente busca el cambio desde fuera del sistema, con protestas masivas.

Mientras que los dictadores solían levantarse de la noche a la mañana, en golpes o auto coronaciones, ahora emergen gradualmente, acumulando poder poco a poco, en un proceso que puede desencadenar ciclos de protesta de años de duración.

Pero la mayoría de los gobiernos están estancados en algún punto entre democráticos y autoritarios, países como Líbano o Irak, que tienen elecciones pero que no tienen partidos que respondan.

Esos países intermedios, donde los ciudadanos tienen suficiente libertad para esperar y exigir el cambio, pero no para conseguirlo, pueden ser los más susceptibles a una revuelta popular repetida.

Estos países pueden quedar "atrapados en una trampa de bajo nivel de equilibrio" entre disturbios y reformas, escribió Seva Gunitsky, politólogo de la Universidad de Toronto, en un documento reciente.

Estas "democracias superficiales", escribió, pueden ser "lo suficientemente receptivas como para subvertir o adelantarse a las protestas sin tener que emprender reformas liberalizadoras fundamentales o aflojar su monopolio sobre el control político", pero garantizando ciclo tras ciclo de indignación y decepción pública.

(2) Los medios sociales hacen que las protestas tengan más probabilidades de comenzar, más probabilidades de que aumenten de tamaño y más probabilidades de fracasar

Los medios sociales, que inicialmente fueron recibidos como una fuerza de liberación, ahora "realmente favorecen la represión en la era digital mucho más que la movilización", dijo la Sra. Chenoweth.

Una teoría presentada por Zeynep Tufekci, un erudito de la Universidad de Carolina del Norte, postula que los medios sociales facilitan a los activistas la organización de protestas y la captación rápida de números que antes eran impensables, pero que esto es en realidad una desventaja.

La facilidad con la que los medios sociales permiten a los activistas reunir a los ciudadanos en las calles, dijo la Sra. Chenoweth, "puede dar a la gente una sensación de falsa confianza; 200.000 personas hoy en día no es lo mismo que 200.000 personas hace 30 años". Porque es un compromiso menor".

Citó, a modo de comparación, al Comité Coordinador Estudiantil No Violento (Student Non-Violent Coordinating Committee, SNCC), un grupo estudiantil de derechos civiles que desempeñó un papel importante en el movimiento de derechos civiles.

En esa era anterior a los medios de comunicación sociales, los activistas tuvieron que pasar años movilizándose a través de la extensión comunitaria y la creación de organizaciones. Los activistas se reunían a diario para perforar, trazar estrategias y resolver desacuerdos. Pero esas tareas hicieron que el movimiento fuera más duradero, asegurando que se construyera sobre redes de base del mundo real. Y significaba que el movimiento tenía la organización interna tanto para perseverar cuando las cosas se ponían difíciles como para traducir las victorias callejeras en resultados políticos cuidadosamente planeados.

Los medios sociales permiten a los movimientos saltarse muchos de esos pasos, poniendo más cuerpos en las calles más rápidamente, pero sin la estructura subyacente para ayudar a obtener resultados.

Esto prepara a las sociedades para ciclos recurrentes de protestas masivas, seguidos de un fracaso a la hora de lograr cambios, seguidos de protestas más estimuladas por los medios de comunicación social.

Al mismo tiempo, los gobiernos han aprendido a cooptar los medios de comunicación social, utilizándolos para difundir propaganda, reunir a sus simpatizantes o simplemente sembrar la confusión.

Esto rara vez es suficiente para que los gobiernos anulen toda la disidencia, pero no tiene por qué serlo. Para prevalecer, sólo necesitan crear la suficiente duda, división o cinismo desapegado como para que los manifestantes no logren una masa crítica de apoyo.

Las campañas de medios sociales pro-gobierno ni siquiera necesitan ser tan sofisticadas; los gobiernos tienen muchos bolsillos profundos para compensar.

(3) La polarización social está en aumento

Hay una verdad sobre los movimientos de protesta que a menudo se pasa por alto.

A menudo pensamos que las protestas masivas representan "al pueblo". Es la forma en que los participantes los describen. Y le da a sus protestas un grado de legitimidad democrática.

Pero la verdad, en casi todos los casos, es que son impulsados principalmente por una clase social particular o un conjunto de clases sociales.

Eso no hace que las protestas sean menos legítimas. Sí, sin duda habrá asistentes de todos los estratos sociales. Y los manifestantes podrían tener razón al posicionar sus demandas al servicio de toda la sociedad.

Pero cualquier movimiento, especialmente al principio, suele estar animado por una clase social que exige colectivamente cambios que servirán a esa clase o, tal vez con la misma frecuencia, que exige revertir los cambios que les han perjudicado. (Cuando se unen suficientes clases sociales, particularmente los estratos más pobres que históricamente tienen menos probabilidades de protestar, se produce una revolución).

En Hong Kong, por ejemplo, el movimiento se centra principalmente en proteger la democracia y el Estado de Derecho de la influencia invasora y autoritaria de Pekín. Pero ese movimiento está impulsado principalmente por estudiantes y profesionales de clase media que han visto su lugar en la sociedad perturbado por los cambios en la estructura de la economía de Hong Kong (por ejemplo, un aumento drástico de los precios de los alquileres para personas demasiado ricas como para tener derecho a subsidios) y por la rápida inmigración procedente de la China continental.

He aquí por qué eso es importante para comprender la oleada de disturbios mundiales: La polarización social está aumentando en todo el mundo. La gente está más polarizada según la raza, la clase y la tendencia partidista. Como resultado, es más probable que se aferren a su sentido de identidad de grupo y vean a su grupo como si estuviera sitiado, lo que los obliga a levantarse colectivamente.

Al igual que con el estancamiento de la democracia, hay muchas razones probables para el aumento de la polarización social. Perturbación económica. Aumenta la inmigración en todo el mundo. Contragolpes contra los ideales liberales de multiculturalismo e igualdad posteriores a la Segunda Guerra Mundial.

A medida que las personas endurecen su sentido de identidad grupal, crecen mucho más enfocadas en cualquier diferencia percibida entre "nosotros" y "ellos".

El resultado es a menudo un sentimiento de conflicto entre "el pueblo" y "el sistema" - una receta para reacciones populistas en países donde la gente todavía confía lo suficiente en las instituciones como para lograr el cambio a través de las elecciones, y levantamientos antisistema aparentemente en todas partes.

(4) Aprendizaje autoritario

Los hombres fuertes del mundo, los aspirantes a hombres fuertes y los dictadores absolutos parecen haber notado el aumento de los disturbios civiles, y especialmente el éxito de los manifestantes en forzar el cambio.

Las protestas no violentas se convirtieron, para las autoridades del mundo, en una amenaza tan peligrosa como cualquier ejército extranjero, si no más.

A mediados de la década del 2000, comenzaron a contraatacar con lo que la Sra. Chenoweth llamó, en un documento de 2017, "esfuerzos conjuntos para desarrollar, sistematizar e informar sobre técnicas y mejores prácticas para contener tales amenazas".

Las prácticas y herramientas de análisis de redes, por ejemplo, ayudan a los gobiernos a identificar al puñado de activistas y organizadores que actúan como nodos en un movimiento social. Encarcelar o amenazar a esas personas puede ser aún más perturbador que una represión a gran escala, con menos riesgo de provocar una reacción más amplia.

Y, dijo la Sra. Chenoweth, los gobiernos aprendieron a observarse unos a otros en busca de lecciones sobre herramientas y tácticas, e incluso a compartirlas abiertamente.

Hay un término para este intercambio directo e indirecto de lecciones: aprendizaje autoritario.

Estas estrategias del gato y el ratón para frustrar y redirigir el disenso popular sin aplastarlo completamente son una de las principales razones por las que la tasa de éxito de las protestas se ha desplomado.

Pero tales estrategias tampoco derrotan a la disidencia por completo, por lo que pueden estar ayudando a asegurar futuros ciclos de protestas, manteniendo la alta tasa mundial.

Los movimientos de protesta no logran un cambio político rápido y transformador de la manera en que lo hacían antes. Pero ya no son aplastados violentamente con tanta frecuencia, encontró la Sra. Chenoweth. Sus quejas subyacentes permanecen, al igual que su capacidad y voluntad de inundar las calles con indignación en ciclos recurrentes de disturbios perturbadores pero no transformadores. No es el resultado ideal para cualquier gobierno, pero en última instancia es una victoria. Por lo tanto, si bien esto puede parecer la era del poder popular, tal vez sea más exacto describirlo como una era de frustración airada.

*** Traducido con www.DeepL.com/Translator (free version) ***

25 de octubre 2019

New York Times

https://static.nytimes.com/email-content/INT_sample.html?module=newslett...

 9 min


Si he tenido la suerte de contarlo a usted entre mis lectores le advierto que vuelvo hoy a un tema que, desde diversas perspectivas y formas, se viene tratando de manera reiterada durante los últimos tiempos – yo mismo he escrito tres o cuatro veces sobre el mismo asunto- de manera que entendería perfectamente que se mudara de página para ver , por ejemplo, cómo van las elecciones de Bolivia y la obsesión de Evo por gobernar cuatro años más a su país, mirar los disturbios de Chile, asomarse a la última insensatez de Trump o de Bolsonaro, cuáles son las últimas ocurrencias del Presidente de Corea del Norte o indagar, por decir algo más, en que anda ahora Gretta, la chamita del cambio climático. Le digo, pues, que el tópico que considerare a través de las siguientes líneas es el del diálogo en Venezuela. Perdone, pues la obsesión, pero en este caso nunca está de más la insistencia, es mucho lo que nos jugamos.

I.

La política, cierto, es la lucha por el poder y alude a la manera de obtenerlo y usarlo. Pero no es sólo eso. En el contexto democrático, es, más que nada, el arte de armar los compromisos básicos necesarios para darle un sentido de dirección a la sociedad y procurar el bien común. Es la vía para digerir las discrepancias, impidiendo que vayan más allá del mero forcejeo y sin que generen procesos que alteren la convivencia social. La política es, por eso, la alternativa a la violencia y a la arbitrariedad. Es el diálogo y la negociación, no la imposición. Supone, en fin, el respeto por la pluralidad y la disidencia y es, en último término, el mecanismo que hace más previsible y confiable la vida colectiva, le reduce los sobresaltos, aceita la normalidad de cada día y pone árnica en las posibles fracturas, al tiempo que esclarece los límites dentro de los que se pueden desenvolver los conflictos, haciendo más probables las soluciones civilizadas. Sumo, pues, mi voz a la de tantos otros que han escrito sobre esto.

II.

Nuestra sociedad se encuentra mal casi que por donde se la mire. No es porque lo registran los diversos estudios que se han llevada a cabo. Es, sobre todo, por lo que se siente en la calle, sin necesidad de diagnósticos, sin que hagan falta las estadísticas. No podemos permitir que los graves los problemas que nos rodean se nos vuelvan normales y se trasmuten en inercia. Cómo enderezamos el país, ese es, entonces, nuestra mayor urgencia.

No hay magia ni milagros que nos hagan la tarea. El país tiene que re encontrarse en la política, ausente durante las dos últimas décadas. De esta no salimos si no se abren diversos espacios para que tengan lugar las conversaciones necesarias y se den los entendimientos que marquen los nuevos rumbos que conduzcan a superar el desmadre nacional, respetando la diversidad y la pluralidad. Hay, así pues, que recurrir a una gran operación política que dibuje un territorio amplio para todos. La política fue concebida para generar ese espacio y en esa tarea los procesos electorales representan un elemento central.

Nuestra crisis se profundiza día a día. Se expresa en el hambre, la incertidumbre, la inseguridad, y la desesperanza de la inmensa mayoría de los venezolanos y se traduce en la exigencia mayoritaria de un cambio fundamental en la manera como transcurre su vida.

La solución es, pues, algo muy sencillo, pero a la vez muy difícil. Se trata dialogar y negociar para pactar los acuerdos que se precisan. La historia enseña, dicen los estudiosos, que del otro lado del diálogo no hay nada. Nada que se considere una fórmula buena que nos pueda dejar una sociedad mejor, más amable y más aceitado en su funcionamiento, sino todo lo contrario.

III.

En suma, dialogar y negociar para lograr un acuerdo nacional, ese es el objetivo. Y quienes tienen la responsabilidad de trabajar con ese propósito no pueden convertir la negociación en una lucha por el poder, una suerte de partida de ajedrez en la que, sobre todo el gobierno saca a relucir estrategias, tácticas y un extenso menú de artimañas con las que pretende seguir gobernando hacia ninguna parte. Deben entender que se trata de una actividad cuya finalidad es sacar a flote al país y darle motivos a un gentío para que no quiera irse a vivir a otro lugar. Cuyo fin es, en otras palabras, construir el espacio en el que quepan todos, sin sucumbir a la ficción política de que el otro no existe ni cuenta. Seguramente el costo será muy alto (ya lo es) si nuestras élites políticas no comprenden que hay que dialogar y negociar, no en nombre de sus conveniencias, sino en las del noventa por ciento de los venezolanos, ciudadanos de a pie, que manifiesta querer un cambio que resuelva nuestra crisis. Hay, entonces, que mantener a toda costa las negociaciones que apoya el gobierno noruego, con las modificaciones que se considere conveniente hacerles.

Se suele decir que ningún país se destruye, pero como escribió alguna vez el intelectual mexicano Carlos Monsivais hablando del suyo, a las generaciones que lo habitan si se las puede llevar la chingada.

HARINA DE OTRO COSTAL

Se sabe que el espacio digital adquiere una importancia cada vez más determinante como medio de comunicación. Gracias al periodista Alexis Correia he podido darle un vistazo a un reciente informe de la Universidad de Oxford, “The Global Desinformation Order”, publicado este año. En el mismo se revela que Venezuela, junto con China, Rusia, India, Pakistán y Arabia Saudita, encabeza el uso de Twitter y Facebook en el renglón que califica la capacidad de que disponen para desinformar.

El Nacional jueves 24 de octubre de 2019

 4 min


Daniel Eskibel

Varios candidatos presidenciales argentinos lloraron públicamente durante la campaña electoral de 2019. ¿Qué efectos provoca ese llanto sobre la ciudadanía? ¿Acaso el llanto de los políticos tiene consecuencias en materia de votos y de liderazgo?

El periódico La Nación de Buenos Aires me consultó en referencia a este hecho relativamente inusual. Así fue que contribuí, junto con destacados colegas como Mario Riorda y Daniela Aruj, al reportaje titulado Una campaña en la que todos lloran: ¿estrategia electoral o emoción real?

En la nota, además de nuestros comentarios y de las observaciones del periodista Alan Soria Guadalupe, aparecen cuatro vídeos que registran las lágrimas recientes del presidente Mauricio Macri, de la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner y de los candidatos Alberto Fernández y Roberto Lavagna.

El tema remite directamente a dos asuntos esenciales en el mundo político de hoy. Tan esenciales que cada uno constituye un módulo de aprendizaje en nuestro Curso de Experto en Psicología Política. Me refiero a la psicología del votante y a la psicología del liderazgo.

La cuestión de fondo es si llorar en público supone consecuencias positivas o negativas para la percepción que tiene el votante acerca del líder político que así se expresa.

Cuando los políticos lloran…

Las lágrimas públicas de los candidatos demandan para su comprensión un estudio de cada caso concreto. O sea, evaluar quién llora, en qué contexto lo hace, en qué momento de la campaña, en qué situación socio-cultural y en relación a qué asunto concreto. Y también demandan medir las consecuencias en las investigaciones de opinión pública.

Más allá de esa necesaria profundización, de todos modos podemos trazar algunos apuntes generales sobre el llanto de los políticos:

El primer asunto sería determinar si el llanto es sincero y real o si es fingido. Si es sincero, entonces es el reflejo de una emoción. Si es fingido, si no tiene una emoción como punto de partida, entonces es simplemente una táctica para engañar al electorado.

Cuando el llanto es fingido, la mayoría del público lo advierte de forma inconsciente. Entonces la gente capta la intención de engaño, se da cuenta de la falsedad y reacciona con desdén o con rechazo hacia esa figura política.

Cuando el llanto es real, entonces una parte de los votantes posiblemente sienta la misma emoción que siente en ese momento el político. Casi cualquier estado emocional puede ser la raíz de un llanto auténtico: tristeza, felicidad, miedo, ira…Esa emoción se hace viral en el sentido de que se transporta de persona a persona. Entonces el candidato que se emociona y deja que eso se transparente en sus lágrimas está contagiando esa emoción a una parte de quienes lo ven o lo escuchan.

A su vez, cuando el llanto es real hay otra parte de los votantes que posiblemente no se contagien con facilidad. Ellos van a reaccionar de otro modo, tomando el llanto como una señal que al mostrar una emoción podría estar mostrando un aspecto importante de la personalidad del candidato. Esos votantes van a decodificar ese llanto y esa emoción en función de su propio vínculo con sus emociones. Es así que algunos lo verán como señal de sensibilidad y humanidad mientras otros lo verán como señal de debilidad.

¿Qué impacto tiene sobre la ciudadanía la percepción de la vulnerabilidad del candidato? Varios estudios de psicología política muestran que los dos rasgos de personalidad que los votantes mejor valoran en los políticos son la energía y la amabilidad. Las lágrimas pueden reforzar o debilitar cualquiera de esos dos rasgos, por lo tanto el impacto principal pasaría por la autenticidad o no de la emoción que sustenta esas lágrimas. Si la emoción es auténtica lo más probable es que el impacto sea positivo, pero si es fingida entonces lo más probable es que el impacto sea negativo.

¿Rinde electoralmente? Lo que rinde electoralmente es una estrategia de campaña bien diseñada, lo que rinde es una buena investigación previa a la campaña, lo que rinde es una buena lectura de la realidad, lo que rinde es una comunicación política bien hecha, lo que rinde es lo sembrado en los años anteriores, lo que rinde es la política pensada a mediano y largo plazo. La superficialidad, la búsqueda de golpes de efecto espectaculares y la simulación no solo no rinden sino que son meros castillos en el aire.

¿La ciudadanía lo toma como algo genuino? La gente tiene experiencia en detectar emociones verdaderas y en diferenciarlas de simulacros. De hecho eso lo hace espontánea y naturalmente toda persona por el solo hecho de vivir en contacto con otras personas. De manera que las personas sí que se dan cuenta cuando hay simulación y también cuando hay emoción verdadera. Aunque algunas personas puedan ser muy crédulas, de todos modos, la mayoría sabe diferenciar.

¿Qué sería lo mejor para un candidato presidencial? Lo mejor sería que su comunicación política estuviera alineada con su personalidad real. De esta manera siempre podrá ser auténtico y eso será percibido y valorado por los votantes. Esto tiene un correlato: que su personalidad real sea la más adecuada para la toma de decisiones trascendentes y para actuar bajo presión. Esto es que tenga una personalidad estable y un buen control de emociones e impulsos. Si así es su personalidad, entonces la autenticidad siempre va a jugar a su favor con independencia de que en alguna ocasión derrame alguna lágrima o no.

Una pequeña historia real. En cierta ocasión estaba asesorando a un ex Presidente de un país de América Latina. Horas antes había fallecido una personalidad política latinoamericana que era su amigo además de su aliado político. Y este ex Presidente se enfrentaba a una conferencia de prensa acerca de esa muerte. Le habíamos preparado una breve declaración escrita pero mientras bajaba las escaleras para encontrarse con los periodistas lo detuve un momento y le pedí que más allá del papel escrito dijera lo que sentía en su interior. Fue lo que hizo: leyó la breve declaración y luego dijo lo que sentía. En medio de eso se quebró un instante y se le cayeron algunas lágrimas. Y fueron esas palabras conmovidas las que le generaron una corriente inmediata de respeto, comprensión y apoyo. La moraleja es que nunca se trata de llorar o no llorar, cual si fuera un dilema digno de Hamlet. Se trata de ser auténtico, de ser coherente con la personalidad del candidato y con sus posiciones políticas.

En suma: el candidato frío como una heladera generalmente no convence. Tampoco lo hace el candidato emocionalmente inestable que llora sin control. Y menos que menos el candidato falso que simula una emoción que no siente.

Es simple. Candidatos hay muchos. Los líderes políticos son menos. Y los estadistas muchos menos aún. Si se trata de estadistas o de grandes líderes, lo mejor pasa por la estabilidad emocional y la autenticidad.

Maquiavelo&Freud

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América Latina vive, sufre y padece una violencia social repentina, bruscamente extrema con niveles de violencia, organización, soportes y recursos humanos, comunicacionales e instrumentales que llaman al escrutinio y análisis político y geopolítico; consecuencia del impacto de la 74ª Asamblea de las Naciones Unidas y su resultado critico, central, como lo es la decisión de la mayoría de Jefes de Estado de impedir el establecimiento de impedir el establecimiento otro país comunista en el hemisferio. Guardando las distancias, la 74ª Asamblea de las Naciones Unidas expresó por parte de la mayoría de los Jefes de Estado la inconveniencia de que en Venezuela se mantuviera el socialismo-madurista-militarista, definiéndolo como una Real Amenaza para el hemisferio occidental.

Amenaza geopolítica que la Venezuela de 2019 con su visión marxista, violenta y adireccionada, se aparta de la concepción democrática del venezolano en la región. Visión marxista que intenta establecer en el continente una zona de conflicto-guerra, privilegiando a una economía controlada por el Estado venezolano y una ideología que obedece a Relaciones Internacionales según lo decida Rusia y China. Venezuela para 2019, quede claro, fue y es ahora una sociedad que deviene de raíces históricas, religiosas, económicas y sociales propias de la libertad, ejerciendo una reconocida ética y un proyecto ético que se asienta en la paz, en el derecho y jamás en el dominio y la violencia que hoy predomina en el madurismo.

El proyecto marxista-madurista tiene un espacio y tiempo variables y hoy son críticas estas dos variables, ante la geopolítica continental en la que ambos son infinitamente valiosos para los venezolanos demócratas, que obedecen al libre albedrío y jamás al dominio de los intereses del Estado. El ciudadano de 2019 ama la libertad, pero el proyecto chavista- madurista-militarista es autoritario, primitivo y es tan cierto ello que ha sido capaz de construir la desgracia de la diáspora. El espacio y tiempo son propios de la geopolítica, que hoy aparecen frente a la barbarie golpista de la dictadura militarista, no quiere entender los factores geográficos, económicos e ideológicos que guiarán al estadista para conducir a la política y que aconsejarán al militar para el ejercicio de la defensa.

En consecuencia, la decisión geopolítica de los Estados del hemisferio occidental aterra al chavismo-madurismo, que se atrevió a convocar al Foro de Sao Paulo en Caracas y desde allí, llenos de pánico y enloquecidos, pretenden prender la pradera en el continente y enfrentar la decisión de la 74ª Asamblea de la ONU. Llenos de locura y demencia política se han atrevido a instrumentar en el hemisferio acciones que reflejan con pruebas cuanto ha acontecido en el Ecuador, el inicio de la Segunda Marquetalia en Colombia, la violencia extrema que vive Chile y las intranquilidades de cualquier otro país del hemisferio, que están todos dispuestos de manera consciente y valiente “a contener esta hoja de ruta perversa, primitiva y anti-política” para neutralizar la Amenaza del régimen madurista-marxista por la vía de la geopolítica y, necesariamente, de su instrumento el TIAR.

El madurismo, a pesar de lo previamente descrito y de la posible aplicación del TIAR como legítima defensa colectiva, invoca a la violencia para que crezca la incertidumbre económica, política y social en la región que es propia de la Imaginación Geopolítica de la barbarie en contra del continente democrático. Región que se niega aceptar a un régimen, que como Amenaza, intenta desajustar los empeños democráticos del continente. Así, hoy en Chile, Perú, Ecuador y Colombia maniobran en concordancia con la red de agencias internacionales, el Foro de Sao Paulo, la segunda Marquetalia, el narcotráfico y sobre todo los Ejércitos Gansteriles Socialistas, que pagados con dólares robados a la administración del Estado venezolano sirven para construir la parapolítica, mediante la moción política multidireccional que genera ya una ralentización del orden y la paz social en el continente.

El chavismo-madurista militarizado, provocador y subversivo, está arrinconado por la geopolítica del hemisferio. El mensaje es simple, su existencia como Estado Comunista es inviable, Venezuela y los venezolanos no lo toleran -no obstante el arrinconamiento que sufre el cuerpo social y la ineptitud de operadores demócratas- que no han entendido que la violencia y barbarie regional requieren una respuesta de la ciudadanía democrática. Ciudadanía que exprese, que evoque a los demócratas capaces de enfrentar a la violencia y muestre al ciudadano que no traga la insensatez del desespero de los rojos, frente al rechazo de la región democrática.

El chavismo-madurista impregnado de violencia, esa que recorre al continente, servirá para que la democracia y a los demócratas amarrados a la geopolítica regional y a la imaginación geopolítica democrática en el marco geográfico del hemisferio, hagan valer la ley. La ley en forma de la Constitución, la ley ética, las leyes de la política y de la ciudadanía. La violencia que recorre el continente potencia la cooperación entre pueblos, instituciones y organizaciones para resguardar el bienestar de hombres y mujeres de derecho, que creen en la democracia y rechazan la violencia.

Los grupos políticos y la política en Venezuela tendrán que emplearse para potenciar la participación de la ciudadanía y sus instituciones en la búsqueda del orden social, de las metas económicas y de los objetivos políticos. Es decir, que la Imaginación de la Geopolítica de los venezolanos y de los latinoamericanos operarán como sistema–lucero guía, que vaya a la raíz de la historia del venezolano como expresión de un rasgo que desprecia y rechaza la barbarie, la barbarie y el primitivismo–socialista militarizado, que es la expresión de un modelo arrinconado que no entiende de geopolítica y hoy está cercado por el TIAR.

Es autentico,

Director de CEPPRO

@JMachillandaP

Caracas, 22 de octubre de 2019

 4 min


¿Cómo puede ser posible que Chile, nación vitrina del desarrollo económico, la que ostenta las más altas tasas de crecimiento, el por su presidente denominado oasis latinoamericano, sea hoy escenario de cruentos enfrentamientos con sus siniestras secuelas? Cientos de heridos, miles de detenidos y, al momento de ser escritas estas líneas, 18 muertos. Destrucción de estaciones de Metro, quema de vetustos institutos, centros comerciales saqueados son, entre otros, trágicos saldos que dejan detrás de sí las jornadas de octubre.

ESTALLIDO

Estallido: término que quiere significar una irrupción de hechos que nadie ha podido predecir. Algo radicalmente inédito. Metáfora válida. Pues si bien es cierto que todo acontecimiento, para que lo sea, ha de ser inesperado - de otra manera sería la repetición de algo ya acontecido – la palabra estallido está asociada con la aparición violenta de un fenómeno.

LA CAUSA

¿Cuál es la causa del estallido? Pregunta infaltable para quienes estamos acostumbrados a pensar de modo cartesiano. Ese pensamiento nos dice: “todo efecto debe tener su clara causa”. Por lo tanto, todo hecho debe ser sometido a un proceso de “causalización” (Max Weber). Pero ahí comenzamos a dividirnos. A un lado los que decimos, esperen un poco, denme tiempo para saber que es lo que está ocurriendo. Al otro, los que se las saben todas. Los que incluso tienen preparada la causa antes de que sucedan los hechos.

Y así no más fue: en una primera fase aparecieron los causólogos divididos en derechas e izquierdas. Es una maniobra del Foro de Sao Paulo, gritaron los de derecha. Es una protesta contra “el imperio” y el “neoliberalismo”, replicaron los de izquierda. Lugares comunes cuya única función es ahorrar esfuerzos para pensar.

EL PARADIGMA

En una segunda fase aparecieron los administradores del saber socioeconómico. Los de un lado dijeron: lo ocurrido tiene su causa en la desigual repartición de los ingresos. Los del otro, a nivel latinoamericano la desigualdad en Chile es menor a la de otros países. Ambos partían de dos dogmas. El primero supone que las desigualdades son expresiones numéricas exactas de la realidad. El segundo, todo lo que sucede políticamente en esta tierra ha de tener un oculto origen económico.

Las desigualdades -eso no pueden entender los macro-economistas- son relativas y nunca absolutas. Lo que es desigualdad en Chile puede ser igualdad en la India. Las desigualdades tienen que ver no solo con su permanencia sino con su aumento o disminución en el tiempo. Y sobre todo, con la vida cotidiana. ¿Por qué mi vecino puede enviar sus “cabros” al Saint George’s College y los míos van a un liceo fiscal? ¿Por qué ese político se compró un Mercedes y yo debo viajar en “micro”? Y así sucesivamente.

Las desigualdades son caldo de cultivo para la producción de envidias y rencores. La protesta social en cambio permite desviar esos sentimientos hacia arriba. Y más arriba que nadie, está el gobierno. El pequeño problema es que hasta ahora no tenemos ninguna prueba de que el estallido, por lo menos en su primera fase, haya surgido como protesta en contra de las desigualdades.

¿Por qué los “especialistas” determinaron entonces que las desigualdades eran la principal “causa” sin siquiera investigar lo que estaba sucediendo? Aparte de ser una respuesta para salir del paso, hay otra razón. Para la gran mayoría rige un mandamiento: todo lo que ocurre en la superficie social o política ha de tener necesariamente un origen económico. Es decir, nos encontramos frente a un paradigma. Un paradigma originariamente liberal (la mano invisible que regula el mercado) fue después asumido por los marxistas (el desarrollo de las fuerzas productivas configura una super-estructura política) Tan afincado está ese paradigma que no solo macro-economistas sino gran parte de la clase política no conciben que se pueda pensar de otra manera. No importa que todas las grandes manifestaciones de nuestro tiempo, desde el mayo francés, pasando por los movimientos ecológicos, hasta llegar a las de Chile y Hong Kong, no tengan visibles causas económicas. El paradigma economicista debe ser salvado, aún al precio de negar la realidad. El economicismo ha llegado a ser la dialéctica de los tontos.

TRES SEGMENTOS

Escapando a la rigidez de los paradigmas del pasado, valía la pena entonces hacer un esfuerzo para conocer la composición orgánica de los movimientos chilenos de octubre. Fue así posible detectar que no nos encontramos frente a un movimiento homogéneo. En su breve historia ya es posible reconocer tres segmentos. Por orden de aparición, uno juvenil: los estudiantes y escolares autoconvocados para demostrar en contra del alza de los pasajes del Metro. A ellos se fueron sumando jóvenes de distinta proveniencia. Más adelante algunas organizaciones gremiales y sindicales. Por último, sobre todo en las noches, las turbas destructivas.

LOS JÓVENES Y LA CALLE

Lo más natural del mundo es que los jóvenes organizados en universidades e institutos de enseñanza media usen parte de su tiempo para protestar. Lo contrario sería anormal. Y siempre habrá motivos para protestar, aunque sea por un alza de pasajes. Protestar es el ser de la juventud. Y como toda protesta la de los jóvenes suele ir acompañada con actos de violencia.

Por favor, no nos hagamos los santos. Uno de los objetivos que asoma en cada protesta juvenil chilena es “sacarle la chucha a los pacos” (carabineros). La diferencia entre los jóvenes de antes con las de ahora es que los primeros lo hacíamos en nombre de grandes ideologías. Los de ahora no, pero igual se la sacan. La razón es simple: El paco no solamente es el policía uniformado. Es el símbolo del orden público. Y como ser joven implica transgredir el orden, lanzar piedras a los pacos es asumido como un acto de catársica liberación. Un goce. No goce como placer sino en sentido lacaniano: un deseo de transgredir, un ir más allá de lo permitido y liberar pulsiones, entre ellas las de agresión.

El problema es cuando termina el juego entre el joven y el paco y aparecen en la calle los militares. Ahí pasamos a otro capítulo. A partir de ese momento la lucha social será enfrentada con métodos de guerra. No se sabe quién fue el genio que aconsejó a Piñera tomar tan drástica medida. Si su propósito fue amedrentar a los manifestantes, consiguió lo contrario. La presencia de militares en las calles despierta en Chile todo tipo de asociaciones. Los fantasmas del 73 nunca han sido aventados. Por el contrario, rondan en cada casa, en cada familia. Incluso en los silencios. Chile es un país traumatizado. La falta de sensibilidad política de Piñera al militarizar las calles fue notable. Pocas veces se ha visto a un gobernante tan desconectado con los sentimientos de su país.

Puedo imaginar perfectamente a no pocos estudiantes creyendo que había llegado la hora de vengar a sus abuelos.

LA PROTESTA SOCIAL

Las dimensiones de la protesta juvenil no tardaron en atraer a un segundo segmento. Los sindicatos mineros, empleados y trabajadores del comercio, la confederación unitaria de trabajadores, el colegio de profesores y muchas grandes organizaciones laborales, encontraron en la movilización juvenil un camino para hacer valer sus demandas. Con la incorporación de ese segmento la protesta deja de ser puramente generacional y se transforma en protesta social. Fue en esos momentos cuando el presidente Piñera, en uno de sus más desafortunados exabruptos, declaró la guerra a las protestas. Hasta el general de defensa nacional Javier Iturriaga se vio en la obligación de contradecirlo: “yo no estoy en guerra con nadie”, dijo.

LAS TURBAS

El tercer segmento son las turbas. ¿Qué son las turbas? Para precisar, no son sectores “de clase”. Tampoco son masas, grandes multitudes identificadas con un símbolo o con un líder. Las turbas son masa desintegrada en diversas partículas o bandas. Son las eternas acompañantes de las grandes movilizaciones sociales desde la Comuna de París hasta nuestros días. Pero a diferencia de los segmentos anteriores, su objetivo no es protestar sino destruir y saquear. ¿De dónde salen? ¿De dónde vienen? Predominantemente de las zonas sub-urbanas, aunque es difícil localizarlos en un lugar preciso.

Las turbas no son una especialidad chilena. Los vemos incluso en los países más desarrollados. Una vez en Los Ángeles. Otra vez en Londres, Berlín, París. Luego desaparecen. Para decirlo cruelmente, son deshechos sociales, gente sin orden ni ley, no necesariamente los más pobres, desintegrados de sí mismos y del mundo que los rodea. De más está decir que constituyen el material ideal para cualquier gobierno interesado en desprestigiar a toda protesta social. Por eso la televisión oficial chilena no se cansa de enfocarlos. Esas tomas fotográficas circularán después por el mundo entero. La opinión pública, siempre dispuesta a dejarse engañar, termina concluyendo que Chile se encuentra cercado por vándalos.

LA RECTIFICACIÓN DEL PRESIDENTE

El día 22 de octubre, esta vez bien aconsejado, Piñera decidió cambiar de estrategia. Por una parte, pidió disculpas por su “falta de visión”. Por otra, ofreció un “paquetazo (pacto) social” con medidas que en otras condiciones habrían sido aplaudidas por todos. Entre ellas, aumento de pensiones, aumento del salario mínimo, renovación de los programas de salud, reducción de la dieta parlamentaria. Piñera se hizo cargo así de toda la deuda social dejada por el “socialismo” de Bachelet.

La disculpa hay que valorarla. En un mundo dominado por brutos puede parecer inconcebible. Y así ocurrió: Las izquierdas la catalogaron como un acto de demagogia. Las derechas como un acto de cobardía. Ni lo uno ni lo otro. Fue simplemente una decisión cívica asumida por un presidente constitucional elegido en elecciones libres y soberanas.

Las medidas sociales llegan tal vez con cierto atraso. Pero eran necesarias, aunque no más fuera para desactivar en parte un crecimiento de las protestas que puede llevar a Chile al borde de la ingobernabilidad. Con ellas Piñera buscó, sin duda, desarticular al componente social de las protestas con respecto a sus componentes a-sociales. Si lo logrará, es difícil decirlo en estos momentos.

LOS PARTIDOS

Piñera llamó a los principales partidos políticos a dialogar. Como era de esperar, gran parte de la izquierda, entre ella su partido más histórico, el socialista, no aceptó la invitación. Está claro que esos partidos buscan pescar a río revuelto y capitalizar por lo menos una parte del descontento popular. Lo que nunca podrán ocultar es que los partidos - aquí incluimos a la izquierda y a la derecha - son tanto o más responsables que el gobierno de la crisis política desatada en octubre. En efecto, bajo una democracia se supone que los partidos son canales que vinculan tanto en sentido positivo como negativo a la ciudadanía con respecto al estado. Cuando los partidos no cumplen esa función, las aguas sociales se desbordan. Esa es nuestra tesis: el estallido fue el resultado de un desborde de masas sin canalización política.

De la derecha chilena es poco lo que hay que esperar. Menos que una derecha política es una derecha empresarial a la que se suman auténticos grupos fascistas. La responsabilidad mayor recae en este caso sobre la izquierda. Una izquierda dividida en fracciones también desunidas entre sí. El beaterío comunista representa solo un pasado imaginario. Los socialistas ya no representan nada. El Frente Amplio, nacido a imitación del fracasado Podemos español, es una bolsa de gatos chillones. Así se explica que el papel conductor de los partidos durante las protestas haya sido prácticamente nulo. De esta manera ha tenido lugar en Chile una situación inédita. Los partidos de izquierda en lugar de conducir han terminado siendo conducidos por las protestas. ¿Hacia dónde? Eso nadie lo sabe. Probablemente hacia ninguna parte.

A primera vista la ciudadanía chilena vive una crisis de representación. Quizás el problema es más grave: la que vive Chile es una situación de anomia (desintegración) política. A un lado una derecha indolente que solo sabe de números y privilegios. Al otro, una izquierda errática sin programas, sin visiones, sin ideologías y sobre todo, sin ideas.

Las protestas de octubre pueden ser entendidas también como una expresión de malestar, pero no en la cultura, sino en y con la clase política. Eso significa que, hasta que en Chile tenga lugar una rehabilitación de los canales políticos, la crisis anunciada por el estallido continuará, expresándose bajo diversas formas.

Si los partidos políticos ya no canalizan las demandas sociales, los ciudadanos dejan de interesarse por su ciudad. Bajo esas condiciones la llamada sociedad sucumbe bajo el primado de la disociación. Sin virtud política somos entes socialmente desvalidos. Simples individuos sin capacidad de expresión ciudadana. Personas apáticas y tristes recluidas en la mezquindad de sus hogares o embobados en la mediocridad de una televisión horrible, como es la chilena.

Las depresiones individuales no se diferencian de las masivas. En todas ellas reconocemos al menos dos estadios: el de la melancolía y el de la euforia. El estallido de octubre fue sin duda un momento de euforia. Pronto la ciudadanía volverá al estadio de la melancolía y de la tristeza, cuando el principio de muerte se impone sobre el de la vida, aún entre los seres vivos.

Chile no solo mantiene los mayores índices de crecimiento económico. Además ostenta la más alta tasa de suicidios del continente. Hecho – se quiera o no – que tiene más de alguna incidencia política. Hay que aprender a pensar más allá de los números.

octubre 25, 2019

Polis

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