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Opinión

Ian Mcewan

Los procesos lentos y ciegos de la evolución han descubierto mediante prueba y error que el mejor medio para empujar a los seres humanos y otros mamíferos a proporcionar cuidados parentales, comer, beber y procrear es ofrecerles un incentivo en forma de placer unido a cada actividad. Hay en ello una maravilla cotidiana que no apreciamos en lo que vale. Satisfacer el hambre comiendo no solo elimina una sensación desagradable. Lo que comemos está “exquisito”, “delicioso” o “sabroso”. Si tenemos mucha hambre, incluso una comida sencilla nos procura cierta satisfacción. Hace tiempo, la neurociencia localizó y describió el lugar desde el cual fluyen estos dones, así como su complejo funcionamiento, en la base del cerebro. La fuente de deleite se conoce como sistema de recompensa. Su función es motivar, y también gratificar. La motivación para tener relaciones sexuales se llama deseo. Cuando el deseo cumple su propósito en el sexo, esa sensación desbordante e indescriptible es nuestra recompensa.

Tras la invención de la agricultura, el aumento de tamaño de los asentamientos y la especialización, las sociedades humanas se volvieron más diversas y complejas, y de este eficaz mecanismo biológico se derivaron extraordinarios avances culturales. Qué vinos, qué salsas y cuántos miles de preparaciones a base de leche, cereales y carne animal; qué poesía amorosa, qué canciones, pinturas y música seductora no habrán concebido nuestras múltiples civilizaciones a fin de obtener, o proporcionar a otros, las recompensas de ese asombroso palacio del placer que tenemos en el cerebro. Y qué espléndida complejidad en la expresión.

En detrimento propio hemos descubierto por casualidad atajos que, estimulando los neurotransmisores adecuados del sistema, eluden cualquier actividad con sentido y nos ofrecen el puro placer de las recompensas no ganadas. Muchas personas han descubierto lo placenteras, adictivas y ruinosas que pueden ser la cocaína, la heroína y los opiáceos sintéticos.

Cubiertas las necesidades básicas de alimento y bebida, el sistema reserva sus recompensas más dulces e intensas, su vértigo extático, para el sexo y su momento de goce absoluto. El deseo sexual arde aún con más fuerza que nuestro apetito de comida o bebida, a no ser, por supuesto, que nos estemos muriendo de hambre o sed. A lo largo de los siglos, la literatura se ha esforzado por describir la sensación de la consumación sexual, fracasando la mayoría de las veces, y es que el orgasmo está a años luz de cualquier otra experiencia. El lenguaje cae de rodillas presa de la desesperación. A nadie convence leer términos como “explosión” o “erupción”. Tampoco los frecuentemente utilizados de “anulación” o “aniquilación” nos llevan lejos. La satisfacción sexual no se parece a ninguna otra experiencia de la vida diaria. Los símiles y las metáforas son inútiles. John Updike propuso que ese exquisito momento sensual era como entrar en un hiperespacio mental en el que todo sentido del tiempo, el espacio y la identidad personal se disuelven. Comparado con las horas que dedicamos a trabajar, viajar o dormir, ese momento mágico es lastimosamente breve, aún más para los hombres que para las mujeres. Si tuviésemos el don de hacerlo durar cuanto quisiésemos, si pudiésemos permanecer en esa cumbre del éxtasis días enteros, poco más haríamos. En ello reside la perdición del drogadicto, que sacrifica el alimento y la bebida, a sus hijos y toda su dignidad por la siguiente dosis.

El momento no solo es breve, sino que cuando el deseo se ha satisfecho, no tarda en volver, en una repetición sin fin como la noche y el día. O, justamente, como el hambre y la sed. Inmensos trechos de nuestra vida se organizan en torno al regreso, una y otra vez, a ese breve atisbo del paraíso terrenal. O bien tenemos que apartar los pensamientos tentadores y hacer todo lo posible por ignorarlos mientras nos entregamos a nuestros deberes y ambiciones. Así sucede sobre todo en el caso de los adultos jóvenes. Y ahora que hemos aprendido los trucos para separar el sexo de la procreación, toda nuestra cultura está pautada por esa reiteración constante.

Más allá del colosal negocio multimillonario de la pornografía, a lo largo de los siglos nuestros anhelos han engendrado algunos de los artefactos más hermosos de la imaginación. En el canto, la poesía, el teatro, la novela, el cine y la escultura, hemos explorado y rendido homenaje al vínculo emocional y sexual entre seres humanos, a ese intercambio infinitamente variado, esa disolución de la identidad que llamamos amor. Más aún, o tal vez debería decir menos: hemos dedicado algunas de nuestras efusiones más sublimes a la ausencia de amor o a su fracaso, a su falta de correspondencia y a su insatisfacción, y las más sentidas de todas, a su final. Casi todas las canciones tristes hablan del abandono por parte de la pareja. “Me desperté esta mañana y se había ido”. Qué misterio tan interesante que obtengamos placer de practicar en la imaginación todas las posibilidades trágicas del amor: los celos, el rechazo, la infidelidad, el anhelo sin esperanza, las intrigas, el mal de amores, los tristes y dulces remordimientos, la frustración y la ira.

En nuestro arte, en especial en nuestra literatura, el amor suele convertirse en el microcosmos, en el terreno de juego de todos nuestros problemas y defectos. En una sola relación entre dos personas, los novelistas pueden encontrar todo un universo en el que es posible explorar la condición humana. En el amor están el cielo y el infierno enteros. “Cada rosa”, escribió el poeta Craig Raine, “crece en un tallo infestado de tiburones”. En su hipnótico canto fúnebre, Joy Division entonaba “el amor volverá a destrozarnos”.

Pero la tradición festiva también es rica. En los anales de la literatura inglesa existe una composición fácil de memorizar:

¿Qué requiere de la mujer el hombre?

Las formas del deseo satisfecho.

¿Qué requiere del hombre la mujer?

Las formas del deseo satisfecho.

Los versos de William Blake han sido elogiados por su sencillez, así como por su espíritu igualitario al atribuir la misma importancia al deseo de la mujer que al del hombre, algo no tan habitual en un escritor de finales del siglo XVIII. Y con qué naturalidad asevera su autor que la gratificación personal es lo opuesto a la gratificación mutua.

En el contexto del sexo, ¿es el deseo un placer en sí mismo? No exactamente. Se parece más bien a una llave a la espera de que la hagan girar, o a un picor que espera que lo rasquen. El deseo solo es verdaderamente placentero cuando su satisfacción está al alcance de la mano. De lo contrario, es placer atrapado en la esperanza, una forma de agitado cautiverio mental, un afanarse en pos de aquello que aún no existe, o que nunca podrá existir. Y sin embargo, sin embargo… Pregunte al hombre o a la mujer víctima del mal de amores si, antes que sufrir las punzadas del amor no correspondido, preferiría un narcótico que borrase el recuerdo del amado. La mayoría respondería categóricamente que no. De ahí la muy citada reflexión de Tennyson según la cual “… es mejor haber amado y perdido que jamás haber amado”. El deseo posee algo de la naturaleza de la adicción.

Este enigma tiene profundas consecuencias para la literatura del amor. Cuando, en diversas culturas, un hombre y una mujer son separados a la fuerza por las convenciones sociales o religiosas, y solamente el matrimonio les permite estar juntos a solas, o cuando el amor de un hombre por un hombre o de una mujer por una mujer se prohíbe bajo pena de castigo; en otras palabras, cuando lo único posible es el amor a distancia y el sexo no se hace realidad fuera de la imaginación, el amado es idealizado, y la literatura del deseo aparece para alcanzar una cumbre de expresión atormentada y espléndida.

Recordemos el ejemplo de Dante, que como nos cuenta la tradición y es de todos conocido, se fijó en Beatrice Portinari por la calle cuando ella tenía nueve años, y se enamoró sin haberle hablado. Durante el resto de su vida, nunca llegó a conocerla bien, aunque a veces la saludaba por la calle, pero el amor que sentía por la joven fue la fuerza que animó su genio para la poesía y el dolce stil novo, y, de hecho, para la vida misma.

Otro ejemplo famoso es el efecto que Laura causó en Petrarca. El poeta la vio en una iglesia en 1327, y ella siguió siendo, hasta su muerte en 1348, el amor inalcanzable al que dedicó 365 poemas. Al igual que Dante, Petrarca tuvo poco o tal vez ningún contacto con el objeto de su amor. El lector actual puede apreciar la grandeza de la poesía amorosa que ambos produjeron. Poco importa el hecho de que el amor no tuviera una base biográfica. Es literatura y la imaginación lo es todo, a pesar de los años de infructuosos anhelos. Nosotros, como lectores, somos los únicos beneficiarios.

Existe otra tradición más vitalista, derivada del carpe diem —aprovecha el momento— de Horacio, una forma de persuasión poética que por la pura exuberancia comunica la promesa de un final feliz. No vamos a vivir siempre, así que hagamos el amor ahora. He aquí uno de los poemas más célebres de la tradición inglesa. En A su esquiva amada, Andrew Marvell dice:

Es un misterio que obtengamos placer de practicar en la imaginación todas las posibilidades trágicas del amor

Por eso, ahora que el tinte juvenil

vive en tu piel cual matinal rocío,

y tu alma dispuesta transpira

por cada poro fuegos instantáneos,

gocemos mientras podamos…

Estos diestros tetrámetros evocan con su urgencia rítmica la palpitante insistencia del deseo sexual. En el poema, el anhelo y su satisfacción yacen uno junto al otro, precisamente igual que los amantes.

En muchas novelas de los siglos XVIII y XIX, y en la ficción romántica barata del XX, la conclusión satisfactoria del deseo y el amor no se alcanza en la cama, ya que ello se consideraría una infracción excesivamente grosera del gusto y las normas sociales. El final como Dios manda es la fusión de los destinos más que de los cuerpos. El clímax llega con el sonido de las campanas de la iglesia. El deseo encuentra su resolución respetable en la cohesión social y el matrimonio. Este relato tiene su expresión cabal en las novelas de Jane Austen.

Pero después de los grandes maestros de la ficción del siglo XIX, en particular Flaubert, George Eliot y Tolstói, esta narrativa ha gozado de escaso crédito en la literatura seria. La dura lección de la realidad mostraba que las campanas de boda no eran más que el comienzo de la historia. El adulterio era un villano irresistible. El aburrimiento era otro. Y lo mismo pasaba con las restricciones a la libertad de las mujeres y el peso amargo de la dominación masculina, cuya expresión máxima es la violación, tema central de Clarissa, la obra maestra de Samuel Richardson, escrita en el siglo XVIII. Durante 300 años, uno de los proyectos de la novela literaria fue investigar e, implícitamente, reconsiderar cómo podía ser una relación amorosa.

Hoy en día nos encontramos en un nuevo y disputado territorio en lo que a relaciones, preferencias e identidad sexuales se refiere. Toda clase de subgrupos de diferencias minuciosamente clasificadas reivindican enérgicamente sus derechos. Puede que a una generación mayor esto le parezca amenazador o absurdo, pero en las costumbres sexuales estas luchas y redefiniciones forman parte de una larga tradición de cuestionamiento de las ortodoxias predominantes. La historia de la novela así lo dice. Las formas convencionales de las expresiones literarias del deseo, especialmente del masculino, adquieren un nuevo aspecto. ¿Quién puede poner objeciones cuando se retira a los hombres de riqueza, fama o prestigio la licencia sexual que les había sido otorgada? Las órdenes de detención no están de moda, pero es posible que los poetas y otros espectadores sean arrestados en medio de la confusión general. En el nuevo orden, Andrew Marvell podría ser acusado de acosar a una joven virgen. Sentía una necesidad sexual apremiante, y su apelación a los estragos del tiempo no era sino un alegato falaz. Donde antes un poeta habría rendido homenaje con normalidad a la belleza de determinada mujer, en nuestros días parece burdamente facultado. Sus palabras, que en otro tiempo sonaron dulces, hoy se consideran expresión de una tendencia insana a la cosificación o a la hostilidad irreflexiva. Esas mismas dulces palabras se leen bajo una nueva luz, como los estertores de un orden moribundo.

En literatura, un canon o una tradición son, en esencia, una polémica literaria y, como tal, exigen compromiso. En los últimos tiempos, la polémica ha llegado al punto de ebullición. Las antes comúnmente consideradas obras maestras corren el peligro de la degradación. Algunas son eliminadas de las listas de lecturas de las universidades. Pero si nos deshacemos de un tesoro por exceso de celo, otros lectores estarán esperando para recogerlo y apreciarlo. Las formas del deseo humano antes prohibidas, ridiculizadas o perseguidas, y hoy justamente aceptadas, pueden dar pie a nuevos modos de etiqueta literaria que demanden de la poesía amorosa no solo expresiones de admiración y respeto, sino también de intenciones puras y del ofrecimiento sentido de una desvinculación tranquila. Tal cosa requerirá grandes dosis de talento para no resultar insulsa. Quizá lo próximo sea la negación de uno mismo. A lo mejor mientras yo hablo está naciendo el poeta que algún día forjará una nueva estética del deseo insatisfecho que rivalice con los castos regímenes de Dante y Petrarca.

Yo no puedo hablar verdaderamente en nombre de los poetas, pero, en lo que respecta a los novelistas, creo que sea cual sea la narrativa que nuestra historia social despliegue en el futuro, conservará, en especial dentro de estas texturas sociales más densas, las mismas oportunidades de observar y luego escribir las comedias y las tragedias de las costumbres y el amor. Así seguirá siendo. En el concurrido foro del amor, el anhelo y la literatura en el que se encuentran lectores y escritores, puede parecer que todo está a punto de cambiar, pero en el corazón de las cosas, en su núcleo oculto, todo seguirá igual. No podemos existir —o persistir como especie— sin el deseo, y no dejaremos de cantarle.

© Ian McEwan, 2019 / Rogers, Coleridge & White Ltd. Este ensayo fue leído por el autor el pasado 22 de junio en Taormina con ocasión de la recepción del Premio Taobuk. Traducción de Paloma Cebrián / News Clips.

10 de agosto 2019

El País

https://elpais.com/cultura/2019/08/08/babelia/1565281328_525926.html

 11 min


Francisco Toro

El lunes por la noche, Estados Unidos anunció medidas radicales para congelar los activos del gobierno venezolano y prohibir las transacciones comerciales con él.

'Estados Unidos está actuando con firmeza para cortar financieramente a [Nicolás] Maduro y acelerar una transición democrática pacífica', dijo el martes el asesor de seguridad nacional John Bolton en una conferencia sobre la crisis venezolana celebrada en Lima, Perú.

Gran parte de la prensa se ha dirigido inmediatamente a la 'palabra electrónica': Venezuela, los titulares anunciaron sin aliento, había sido puesta bajo un embargo estadounidense. La palabra electrónica es prominente en el titular del Wall Street Journal que anuncia las nuevas sanciones, y se hizo eco en todas las cuentas de los medios a partir de entonces.

Solo hay un problema: la medida es, de ninguna manera imaginable, un 'embargo'.

Un embargo es una prohibición del comercio con un país en particular. Bajo un embargo, es ilegal vender bienes o servicios al país objetivo. No hay exactamente nada sobre el comercio con Venezuela en la nueva medida de EE. UU., Cuyo enfoque completo está en congelar los activos del gobierno venezolano en los Estados Unidos.

Y para los observadores de Venezuela, hablar de los activos estatales venezolanos en los Estados Unidos significa solo una cosa: Citgo.

Sin que muchos estadounidenses lo supieran, Venezuela compró la refinería con sede en Tulsa, Oklahoma, en 1986. Venezuela quería un canal confiable para refinar y distribuir su crudo extrapesado en el mercado estadounidense, y ser dueño de una gran empresa en Estados Unidos tenía un buen sentido estratégico.

Es solo que poco más de una década después de que compraron Citgo, Hugo Chávez llegó al poder, y el país estableció una trayectoria trágica que lo ha convertido en un sinónimo de disfunción en los últimos años.

La administración caótica bajo Chávez terminaría poniendo en peligro el control de Citgo por parte de Venezuela. Y lo haría a través de una serie de errores que no tenían nada que ver con Citgo, nada que ver con Donald Trump, sino que se relacionaban con uno de los depósitos de oro más grandes del mundo: un lugar llamado Las Cristinas en el remoto sureste de Venezuela.

En 2002, Chávez firmó un acuerdo para desarrollar la mina Las Cristinas junto con una pequeña empresa minera canadiense llamada Crystallex. Pero, como solía hacer Chávez, cambió de opinión y anunció planes para nacionalizar la mina en 2008. Crystallex no fue compensado, y siguió una batalla judicial épica que duró una década.

Para hacer corta una historia extremadamente larga, los canadienses llevaron el caso a arbitraje internacional, ganaron y luego se presentaron en la corte de los Estados Unidos para cobrar su premio de $ 1.4 mil millones. Pero, por supuesto, la única esperanza que tenían de cobrar su premio era incautar propiedades venezolanas en los Estados Unidos, que es donde entra Citgo.

A fines del mes pasado, un Tribunal de Apelaciones del Circuito de los Estados Unidos en Filadelfia confirmó una orden de un tribunal de primera instancia que le daba a Crystallex el control de Citgo.

Solo en ese momento, la crisis venezolana había llegado tan lejos que el gobierno de los EE. UU ya ni siquiera reconoció al régimen chavista, ahora dirigido por Nicolás Maduro, como legítimo. En cambio, Estados Unidos y otros 50 países reconocen al líder de la oposición, Juan Guaidó, como el presidente legítimo, a pesar de que no controla el gobierno real en Caracas.

Debido a que todavía es una empresa con sede en los EE. UU., Citgo es quizás el activo más destacado al que Guaidó tiene acceso. Eso hizo que Venezuela lo perdiera, como resultado de un error de Chávez, ¡nada menos! - totalmente inaceptable.

De eso se trata la congelación de activos del lunes por la noche: un esfuerzo desesperado y desesperado por parte de la administración Trump para evitar que Guaidó y la oposición pierdan cualquier esperanza de controlar a Citgo.

Si esta medida sobrevivirá a los inevitables desafíos judiciales que enfrentará debido a un Crystallex (correctamente) agraviado, es cuestionable. La ley de los Estados Unidos le da al presidente un amplio margen de maniobra en asuntos como este. Lo que debe quedar claro es que salvar a Citgo, y no algún tipo de embargo al estilo cubano, es lo que la Casa Blanca tenía en mente con esta última congelación de activos.

Lo que hace que los titulares sobre un 'embargo' sean tan confusos, y una bendición de propaganda para el repugnante régimen en Caracas. Es irónico A medida que Estados Unidos hace un último esfuerzo para tratar de salvar el activo más valioso restante de Venezuela en el extranjero, Maduro interpreta a la víctima, agitando una copia del Wall Street Journal como prueba.

Traducción de Google Translator

Versión original en inglés:

https://www.washingtonpost.com/opinions/2019/08/06/its-not-us-embargo-ne...

 3 min


María A. Blasco

Dar un paseo por el Museo del Prado puede ser una manera de reflexionar sobre por qué envejecemos y sobre las consecuencias del envejecimiento.

Hans Baldung Grien, pintor renacentista alemán, es autor de Las edades y la muerte, una pintura del Prado. En ella, Grien nos habla de las consecuencias del paso del tiempo en el cuerpo humano a través de la representación de un recién nacido, de una mujer joven, y de una mujer envejecida, quien es arrastrada por un ser que simboliza la muerte. Esta última, la muerte, sostiene un reloj de arena, para indicarnos que es el paso del tiempo el responsable de la decrepitud del cuerpo humano y de la muerte. Un destino inevitable, según nos advierte Grien representando a una lechuza, símbolo de la sabiduría desde la época griega.

Algo tan obvio en la pintura de Grien como que el envejecimiento acarrea la enfermedad y a la muerte, ha sido omitido hasta hace poco por la comunidad científica. Se han estudiado las enfermedades de manera detallada con el fin de descubrir estrategias para curarlas, pero sin tener en cuenta el hecho de que el proceso de envejecimiento está en su origen. Prueba de esta omisión, es que no hay ningún fármaco para curar enfermedades que haya surgido de entender el proceso de envejecimiento molecular. Y quizás por ello, bien entrado el siglo XXI, no somos capaces de frenar la progresión, ni de curar ninguna de las enfermedades del envejecimiento.

Lo que determina la longevidad es la velocidad de acortamiento de los telómeros

No voy a entrar aquí a analizar por qué se ha ignorado al envejecimiento como origen de las enfermedades. Lo importante es que esto ha cambiado, y ahora entender el envejecimiento a nivel molecular es un tema “estrella” de la investigación. El objetivo es entender por qué envejecemos a nivel molecular para así poder evitar, frenar o curar enfermedades asociadas al envejecimiento, que son prácticamente todas las enfermedades que nos matan en los países desarrollados, incluyendo el cáncer, las enfermedades cardiacas y las enfermedades degenerativas. ¿Cuáles son estas causas moleculares del envejecimiento?

Para contestar esta pregunta, visitemos a Goya. Goya conocía un mito griego para explicar la duración de la vida: el mito de las Parcas. Las Parcas eran tres hermanas hilanderas, que determinaban la duración de la vida. Una de las Parcas tejía el hilo de la vida con la rueca, la otra media el hilo para ver cuánto viviría la persona, y la tercera cortaba el hilo cuando la vida tenía que llegar a su fin. Es curioso que la hermana que corta el hilo se llama Morta en la versión romana del mito, la muerte. Por eso, la muerte a menudo se representa sosteniendo una hoz en la mano, la hoz que corta el hilo de la vida.

Pues bien, ese hilo de la vida que tejen las Parcas, es una de las causas moleculares del envejecimiento. Imaginemos que el hilo de la vida es la hebra de la molécula de ADN, y en concreto su parte final, o telómeros, unas estructuras esenciales para la vida. Cada vez que nuestras células se multiplican para regenerar nuestro organismo, y esto pasa constantemente, nuestros telómeros se acortan y cuando los telómeros son demasiado cortos esto desencadena otras causas moleculares del envejecimiento. Así, los telómeros tienen una longitud máxima cuando nacemos y se van acortando conforme vivimos, hasta que son demasiado cortos para seguir permitiendo la regeneración de los tejidos y por eso se producen las enfermedades, y en última instancia la muerte.

La telomerasa tiene la capacidad de re-alargar los telómeros cuando la activamos; opermite aumentar la duración de la vida

En su casa de Aranjuez (que ya no existe), Goya pintó un fresco sobre el mito de las Parcas. Este fresco esta ahora en la sala de “pinturas negras” de Goya en el Museo del Prado y se titula Las Parcas. Cuando miramos la pintura, nos damos cuenta de que Goya no pintó el hilo, ¿quizás porque supuso que sería “invisible” al ojo humano? Goya pintó a la hermana hilandera como un ser que sujeta a un niño recién nacido en las manos. ¿Quizás Goya intuyó que el nacimiento sería el momento de mayor longitud del hilo de la vida? Goya representó a la hermana hilandera que mide el hilo de la vida con alguien sosteniendo una lupa magnificadora en la mano. ¿Pensaría Goya que esta lupa magnificadora nos permitiría ver el hilo invisible? Es inevitable para mí pensar que esa lupa magnificadora es un microscopio como los que usamos para medir los telómeros. Y finalmente, Goya representó a la muerte con unas tijeras en la mano.

Cuando los científicos descubrimos que los telómeros se podían medir pensamos que quizás la longitud de los telómeros podría determinar la vida de un individuo, cual hilo de la vida de las Parcas. Hoy sabemos que en humanos la longitud de los telómeros tiene un valor pronóstico/predictivo para muchas enfermedades del envejecimiento. También sabemos que personas que nacen con telómeros más cortos de lo normal debido a alteraciones en el enzima que los sintetiza, llamada telomerasa (la “rueca de las Parcas”), van a morir de manera prematura debido a una falta de la capacidad de regeneración de sus tejidos. Incluso hay estudios con decenas de miles de individuos que demuestran que personas con telómeros más largos están protegidos de determinadas enfermedades del envejecimiento. A la vista de esto, la intuición de Goya nos pone los pelos de punta.

Pero ¿cómo de universal es el fenómeno de los telómeros? ¿Se ha usado “la rueca de las Parcas” más veces para determinar la longevidad de otras especies?

En un estudio reciente de nuestro grupo hemos encontrado un patrón universal que podría explicar como se determina la longevidad en las especies. Pero este patrón universal no es la longitud del hilo, pues hemos visto que animales que nacen con telómeros muy largos como los ratones, viven mucho menos que los humanos que nacemos con telómeros más cortos. Lo que determina la longevidad es la velocidad de acortamiento del hilo, o de los telómeros. Animales que acortan sus telómeros más rápido viven menos que los que los acortan más lento. Por lo tanto, la clave no está en hacer el hilo más largo, sino en tener un muy buen mantenimiento del hilo. Además, vemos que la velocidad de acortamiento del hilo de las distintas especies se puede ajustar a una función matemática llamada Ley Potencial, que a su vez puede predecir la longevidad de las especies solo con saber la velocidad de acortamiento de los telómeros.

Pienso que este descubrimiento explica algo bastante inexplicable y es el hecho de que la longevidad no tiene ninguna lógica evolutiva, no hay una correlación entre “parentesco evolutivo” y longevidad. Por ejemplo, un flamenco vive lo mismo que un elefante (unos 60 años), a pesar de que evolutivamente son mucho más distantes evolutivamente entre sí que un elefante y un ratón, que sólo vive dos años. Por lo tanto, no es la sofisticación genética, ni el grado de desarrollo cerebral lo que nos hace más longevos, sino el tener una velocidad de acortamiento telomérico lenta. Habría que preguntar a los tiburones de Groenlandia como hacen para mantener sus telómeros largos durante 400 años o a las secuoyas durante miles de años.

Finalmente, no nos olvidemos de que existe la “rueca”, la telomerasa, como la conocemos los científicos. La telomerasa tiene la capacidad de realargar los telómeros cuando la activamos. Hemos conseguido que un ratón viva mucho más de lo normal simplemente activando la rueca y manteniendo sus telómeros largos durante más tiempo. Y esto me lleva a pensar en otro pintor surrealista español obsesionado con la inmortalidad: Salvador Dalí. Dalí pensaba que el ADN, que tiene una estructura en doble hélice a modo de escalera helicoidal, cuyos peldaños están formados por las bases o letras del ADN (A-T, G-C), era la escalera de Jacob, que en la mitología judeocristiana es la escalera que lleva al cielo, y por ende, según Dalí, a la inmortalidad. La fascinación de Dalí por el ADN le llevó a pintar la doble hélice del ADN en varias de sus obras. No creo que algún día seamos inmortales, pero espero que en el futuro se puedan evitar, retrasar o curar enfermedades del envejecimiento. Para ello tiene que haber una apuesta seria por la ciencia y la investigación. ¿Qué hay más avanzado que un mundo donde poder curar enfermedades aún incurables?

Directora del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas

El País

6 de agosto de 2019

https://elpais.com/elpais/2019/08/06/opinion/1565109622_241292.html

 6 min


Edgar Benarroch

La catastrófica situación que vivimos, no registrada en nuestra historia, nos ha originado inmensa angustia y preocupación. Los últimos veinte años han significado atraso, involución y destrucción con graves consecuencias de hambruna, desnutrición y escasez de elementos fundamentales para un saludable desenvolvimiento. No solamente es difícil, algunas veces imposible adquirir el pan nuestro de cada día, sino que además los medicamentos necesarios para atender los inconvenientes de salud no se consiguen y si tenemos la suerte que existan carecemos de los recursos necesarios para adquirirlos, solo para tocar los temas de alimentación y medicinas. Todo ello en un marco de extrema inseguridad personal y de bienes como no conocíamos.

Esta espantosa calamidad tiene su inicio hace veinte años con un modelo trasnochado y fracasado en todo el mundo donde se ha pretendido establecer (no hay en la historia universal un solo ejemplo de progreso y bienestar). Se dicen llamar socialistas sin serlo, es una mezcolanza de funestas ocurrencias que han destruido nuestro país y creado gravísimos problemas sociales. Ello se ha profundizado y agravado en los últimos tres años con la inflación más alta del planeta, la dependencia para todo de la importación con las circunstancias que cada día disponemos de menos divisas para honrarla. Sumémosle que desde el 10 de enero del presente año quien se dice Presidente del país es un señor que con un manotazo se hizo del poder, lo que le ha provocado un inmenso cuestionamiento mundial por su ilegitimidad, solo diez naciones del mundo, algunas tibiamente lo reconocen.

Es perfectamente entendible la angustia y preocupación, por ello el pueblo reclama cuanto antes y con urgencia un cambio en la conducción del país que nosotros tenemos el insoslayable deber de proporcionarle.

Afortunadamente desde el 23 de enero ha renacido en el país esperanza, optimismo y alegría que se manifiestan de mil maneras en las multitudes que plena las calles cargadas de la convicción que produce el cumplimiento del deber que el tiempo demanda. No debemos permitir que la angustia y preocupación nos lleven a la desesperación que nos radicaliza y aparta de la sensatez aunque el momento presione mucho hacia allá.

La democracia como diseño humano es imperfecta pero perfectible, hasta ahora es el sistema político con menos inconvenientes y muchas virtudes. En ella encontramos salidas civilizadas a los problemas aportadas por la voluntad popular que debe respetarse y acatarse por las buenas o con el látigo en la mano como Jesús desalojó del Templo de su Padre a quienes lo profanaban. El látigo es el pueblo en la calle sin retorno hasta que el usurpador se vaya. La solución está es nuestras exclusivas manos y debe ser así. Agradecemos mucho la solidaridad internacional y la queremos y deseamos, pero somos nosotros los que debemos darnos la salida, lo otro sería una inaceptable e intolerable confesión de cobardía y desgano e incumplimiento del sagrado deber que tenemos contraído con la Patria. No debemos esperar ni siquiera pensar que otros hagan lo que nos corresponde a nosotros.

Entiendo sin justificar a quienes procuran una intervención militar, concretamente de Estados Unidos, que logre la salida del usurpador. De ello producirse difícilmente sería con pinzas, el enfrentamiento bélico además de buscar los blancos previstos tendría "efectos colaterales" en extremo dolorosos, lamentables e irrecuperables, nuestras calles pueden ser tapizadas de cadáveres, sangre, escombros y ceniza.

Vamos por buen camino y creo que las etapas previstas se cumplen a nuestro favor. Sin descalificar la capacidad nacional supongo que el Presidente Guaidó está asesorado por la más alta inteligencia: Estados Unidos, Alemania, Reino Unido, Francia, Israel y el grupo de Lima entre otros, es de suponer que todos los movimientos de Guaidó han sido suficientemente bien pensados y analizados. Es el tiempo de continuar dándole calor y confianza a él quien en corto tiempo logró el milagro de UNIR al país, la solidaridad internacional y entusiasmarnos a todos.

Un viejo y sabio proverbio chino nos señala que " cuando no se va a mejorar el silencio lo mejor es callar". Si no vamos a mejorar la estrategia, que no es precisamente con invasión o guerra, que hasta ahora parece acertada lo mejor es continuar en ella en búsqueda de una salida lo menos traumática posible. Vamos a agotar todas las vías del diálogo y el acuerdo, si ello no resulta nos queda la calle sin retorno que es garantía de triunfo.

 3 min


En las ciencias políticas y sociales impera una suerte de dogma, es el dogma de la definición tipológica. El dogma dice así: para enfrentar a cualquier gobierno enemigo, sobre todo cuando se trata de un régimen autoritario o de una simple dictadura, es necesario definir primero su carácter.

El problema que pocos han advertido es que, cuando es lograda una definición, aparecen dos problemas. El primero es que ninguna definición da cuenta de la totalidad del objeto definido. Por eso suele ser común que lo definido deja fuera de sí a partes no definidas por lo cual hay que intentar otra definición, y otra, y otra más, hasta que llega el punto en que los discutidores terminan debatiendo acerca del sexo de los ángeles.

El segundo problema es que el llamado carácter de un objeto político, en este caso un gobierno enemigo, no es estático sino histórico. Eso quiere decir -siguiendo una dialéctica más heraclitiana, que hegeliana- que el carácter de ese gobierno puede cambiar de acuerdo a circunstancias dadas a lo largo de su recorrido histórico. Por ejemplo, para hablar de un caso muy conocido por el autor de estas líneas: la dictadura chilena durante Pinochet comenzó siendo fascista para transformarse en el tiempo en una de tipo pretoriano y terminar siendo en sus últimas fases una dictadura “bonapartista”. Y bien, hasta hoy académicos chilenos discuten acerca del “verdadero” carácter de la dictadura.

Afortunadamente, cuando los dirigentes políticos de la resistencia chilena bajo las condiciones más desfavorables que es posible imaginar, decidieron recoger el guante del plebiscito, no se detuvieron en tipologías. Si lo hubieran hecho habrían concluido tal vez en que “dictadura no sale con votos” y se habrían abstenido y la dictadura habría permanecido en el poder nadie sabe cuantos años más. No obstante, dichos dirigentes descubrieron que con el plebiscito se abría una grieta, todo lo angosta que se quiera, pero grieta al fin. Y decidieron abrirse camino a través de ella. Patricio Aylwin, Ricardo Lagos y otros, hicieron lo que tenían que hacer, desentendiéndose de los extremismos que sin cesar los ofendían. E hicieron bien.

La lección que de ahí se deriva es elemental: para combatir a un régimen anti-democrático, la tarea política (política, no académica) es descubrir el lugar y la dimensión de sus grietas. Pues, si no estamos hablando de un sistema totalitario, todos los sistemas de dominación tienen grietas. Podríamos afirmar en ese sentido que cuando un sistema totalitario -o dictadura perfecta- comienza a agrietarse, deja de ser totalitario. La idea, como tantas otras, la debemos a Hannah Arendt. La gran filósofa llegó a afirmar que la dictadura soviética, a partir de Kruschev y Brechnev, dejó de ser totalitaria para pasar a ser otro tipo de dictadura que ella, anti-tipóloga por excelencia, no intentó definir. Lo que sí intuyó Arendt, es que la dominación de Kruschev y Breschnev a diferencias de la de Lenin y Stalin, mostraba grietas y por eso ya no era total ni absoluta.

La grieta principal la descubrieron los primeros disidentes: ella residía en la contradicción que surgía de la diferencia entre lo que esos regímenes pensaban de sí mismos y lo que objetivamente eran. Mal que mal todos sus adláteres sostenían que la dictadura ejercida por ellos era democrática, incluso más democrática que las “democracias capitalistas”. Advirtiendo tal dislocación, la disidencia no levantó un discurso antagónico al de las “nomenklaturas”, simplemente exigió que estas fuesen consecuentes con los principios que ellas proclamaban.

Así se explica por qué la primera ola de disidentes de las repúblicas socialistas fueron también socialistas, entre ellos Dubcek en Checoeslovaquia, Mischnik, Kuron y Modzelevski en Polonia, Havemann, Biermann, Bahro en la DDR y, en sus primeros momentos, Solyenitzin y Sajarov en la URSS. Con persistencia, voluntad, paciencia, ellos actuaron sobre dos planos. Uno jurídico: confrontar a los diversos regímenes con la declaración universal de los derechos humanos. El otro, político: exigiendo elecciones libres, participando en cada comicio electoral por muy viciado que estuviera. Cada farsa electoral fue para ellos un medio de agitación, propaganda y denuncia.

Después del fin del comunismo en Europa y de las dictaduras del Cono Sur en Sudamérica todos los gobiernos anti-democráticos portan consigo una grieta: es la que aquí llamamos grieta electoral.

¿Por qué las anti-democracias del siglo XXI aceptan vivir con esa grieta? La razón parece ser sencilla: ninguna de ellas, desde el Kremlin a Miraflores, quiere posar ante la cámara fotográfica de la historia como una dictadura. Todas, al igual que las dictaduras comunistas de ayer, creen y quieren ser “nuevas democracias”.

Pongamos otro ejemplo que para el autor de estas líneas es también muy conocido: el “chavo-madurismo”. Para unos se trata de un régimen autoritario, para otros de una simple dictadura militar. Hay quienes han hablado de “cesarismo”, “bonapartismo”, y no sé cuanto más. Los más perezosos creen que se trata de una resurrección del fascismo o del comunismo ruso en suelo sudamericano. Algunos hacen incluso una diferencia entre chavismo y madurismo: mientras el primero sería un populismo autoritario, el segundo sería su degeneración pretoriana (o militarista). Y así sucesivamente. Los tipólogos de todas las latitudes y tendencias no han escatimado conceptos en una labor que, desde el punto de vista académico puede ser interesante pero, desde el punto de vista político no parece ser demasiado fructuosa.

Ahora, lo que ninguna definición ha podido negar es que todos esos regímenes han incorporado las elecciones a su sistema de dominación. La más divulgada explicación dice que a través de las elecciones los gobiernos no-democráticos intentan lograr mayor legitimación frente a sus ciudadanos, frente a la comunidad internacional y frente a ellos mismos. Visto así, las elecciones operarían como un mecanismo más de dominación pues la práctica ha demostrado que los autoritarismos y dictaduras cuando se sienten amenazados no vacilan en recurrir a las más escandalosas trampas, corrompiendo a tribunales electorales, intimidando electores, o simplemente, falsificando resultados. Pero si es así las elecciones terminan por convertirse en un arma de doble filo. Por una parte, cuando son masivas pueden ser perdidas a pesar de los fraudes. Por otra, al ser objeto de fraudes, y como tales denunciadas, las elecciones pueden contribuir a la ilegitimidad de esos gobiernos. Por cierto, para que ocurra lo uno u lo otro se requiere de la participación de las fuerzas democráticas. Si estas no participan, por más fraudulentas que sean las elecciones, las fuerzas democráticas pierden toda posibilidad para denunciar al régimen. Así lo entienden hoy las oposiciones de Rusia y Turquía.

No obstante, todavía falta por responder a la pregunta crucial: ¿para qué necesitan las dictaduras o autocracias occidentales o semi-occidentales de la legitimación electoral? En el pasado reciente no les importaba nada: ni Hitler ni Stalin, ni Franco, ni Salazar, ni los coroneles griegos, ni Castro, ni los dictadores del Cono Sur, fueron devotos electorales. En cambio Putin, Erdogan, los ayatolahs, Ortega, Maduro, Morales, insisten en convalidarse mediante mecanismos electorales aún a sabiendas que las elecciones pueden convertirse para ellos en una grieta fatal ¿Será la nueva generación anti-democrática más democrática que la antigua? ¿O simplemente es más hábil? Quizás la respuesta hay que buscarla por otro lado, a saber, en la creciente hegemonía del ideal democrático a nivel mundial.

La democracia es, o ha llegado a ser, la forma predominante de gobierno en el occidente político y sus periferias. En ese punto hay que conceder razón a una tesis central de Claude Lefort. Esa tesis dice que el mundo vive, desde hace muchísimos años, probablemente desde la dictación de la Carta Magna en la Inglaterra del 1215, una revolución democrática que no ha terminado ni nadie sabe cuando terminará. Una revolución que retrocede, muchas veces es derrotada, parece de pronto desaparecer, pero al fin termina imponiéndose, continuando su avance a través de los siglos.

Para volver a nuestra terminología, las dictaduras de nuestro tiempo han tenido que aceptar la existencia de una grieta surgida del principio de la soberanía popular cuya única expresión puede ser el ejercicio del voto. Naturalmente, las elecciones bajo un gobierno no-democrático jamás serán libres. Pero siguen siendo una grieta, una que puede ser abierta y profundizada si es que la decisión de luchar por elecciones libres es tomada con fuerza y convicción.

Al fin y al cabo, el sentido primario de la política es y ha sido ubicar y agrandar las grietas en las paredes de la casa del enemigo.

Renunciar a la lucha por elecciones libres es igual a renunciar a la política.

9 de agosto de 2019

Polis

https://polisfmires.blogspot.com/2019/08/fernando-mires-la-grieta.html?u...

 6 min


Manuel Planelles

La crisis climática ha alcanzado tal dimensión y rapidez –2019 encadena máximos de temperaturas mes a mes mientras se suceden olas de calor y sequías– que ya no basta con fijarse solo en un sector para intentar dejar el calentamiento dentro de unos límites manejables. No será suficiente con reducir o suprimir del sector energético los gases de efecto invernadero, que según la mayoría de los científicos están detrás del cambio climático. Hacen falta transformaciones profundas en otros sectores como el de la producción de alimentos mundial y la gestión de los suelos, y también en las dietas. “No hay una solución que pase por reducir los gases de un solo sector”, ha explicado este jueves por teléfono desde Ginebra (Suiza) Eduardo Buendía Calvo, copresidente del IPCC, el panel internacional de expertos que asesoran a la ONU.

El peruano Buendía es uno de los coordinadores del informe especial sobre cambio climático y tierra del IPCC que se ha presentado este jueves en la ciudad suiza y en el que han participado 107 expertos de 52 países. El estudio apunta a la necesidad de cambios para combatir la deforestación, la desertización y el derroche. Solo el desperdicio de alimentos, resalta, es responsable de entre el 8% y el 10% de todas las emisiones de efecto invernadero que genera el ser humano. Entre el 25% y el 30% del total de alimentos producidos en el mundo se pierde o se desperdicia, resaltan los expertos de la ONU.

El IPCC apunta a los beneficios en la lucha contra el cambio climático de las “dietas equilibradas” basadas en alimentos de origen vegetal, como cereales secundarios, legumbres, frutas y verduras. Se incluyen también alimentos de origen animal, pero producidos de manera sostenible con bajas emisiones. “Algunas opciones dietéticas requieren más tierra y agua”, ha explicado este jueves Debra Roberts, una de las científicas que también ha coordinado el estudio, “y provocan más emisiones de gases”.

El planeta necesita un cambio del modelo alimentario para combatir la crisis climática

Hace 10 meses, en octubre de 2018, otro informe del IPCC sacudió el mundo. Porque los científicos advertían entonces de que el ser humano se estaba quedando sin tiempo para poder cumplir con el Acuerdo de París, que establece como meta para final de siglo que el incremento medio de la temperatura quede por debajo de los dos grados centígrados respecto a los niveles preindustriales (finales del XIX). Y en la medida de lo posible por debajo de 1,5 grados. Con un incremento que ya ronda el grado centígrado y la acumulación en la atmósfera de dióxido de carbono (CO2) en niveles nunca vistos por el ser humano, aquel informe del IPCC advertía de que se necesitaban reducciones de gases de efecto invernadero sin precedentes en muy poco tiempo para cumplir el acuerdo.

Ahora, el análisis monotemático del IPCC sobre el uso de la tierra en el planeta resalta la importancia del sector alimentario en esta lucha y la necesidad de tomar medidas rápido: “Actuar ahora puede evitar o reducir los riesgos y pérdidas y generar beneficios para la sociedad”. “Las rápidas acciones de adaptación y mitigación climáticas, alineadas con la gestión sostenible de la tierra y el desarrollo sostenible (...), podrían reducir el riesgo para millones de personas expuestas a fenómenos extremos del clima, desertificación, degradación de la tierra e inseguridad alimentaria”.

“Los Gobiernos tienen que meditar ahora cuidadosamente”, ha pautado el peruano Eduardo Buendía Calvo, uno de los copresidentes del IPCC y especialista en inventarios de gases de efecto invernadero. “El informe no es un traje a medida; se ofrece un listado de medidas y los países tienen que ver cuales se adaptan a su realidad socioeconómica”, ha añadido. Porque lo que puede ser bueno para una región no tiene que serlo para otra. “El informe ofrece un conjunto de medidas bastante grande a los Gobiernos”, resalta Buendía.

El otro mensaje que los responsables se han esforzado por difundir este jueves hace referencia a los esfuerzos de reducción de gases de efecto invernadero que han de realizarse en todos los sectores económicos. “La agricultura y el uso de la tierra representan alrededor de un tercio de todos los gases. Y, aunque los elimináramos todos, algo que no es posible porque hay que seguir alimentando al ser humano, quedarían otros dos tercios”, ha advertido este especialista por teléfono desde Ginebra. Por eso, se debe trabajar también en la reducción de gases de la energía, la industria y los residuos, concluye.

Porque la tierra y el uso que el ser humano le da son a la vez una víctima del cambio climático y un causante de ese calentamiento. El crecimiento de la población mundial y los cambios en las dietas y el consumo desde mediados del siglo pasado han llevado a “tasas sin precedentes de uso de la tierra y el agua”, apunta el IPCC. Por ejemplo, alrededor del 70% del consumo mundial de agua dulce se destina a la agricultura. “Estos cambios han contribuido al aumento de emisiones netas de gases de efecto invernadero, pérdida de ecosistemas naturales y disminución de la biodiversidad”. El informe recuerda que desde mediados del pasado siglo el consumo per cápita de grasas vegetales, carnes y calorías se ha disparado. Esos cambios en los patrones de alimentación han llevado a que en el mundo vivan 2.000 millones de personas con sobrepeso u obesidad.

El informe establece que un 23% de todos los gases de efecto invernadero que expulsa el hombre vienen de la agricultura, la silvicultura y el uso de la tierra. Pero si se añaden las emisiones asociadas a la producción mundial de alimentos, esa cuota puede llegar hasta el 37%. “Se prevé que las emisiones de la producción agrícola aumenten impulsadas por el crecimiento de la población y la renta y los cambios en los patrones de consumo”, advierte el informe.

El IPCC resalta que el cambio climático está teniendo ya impactos en la “seguridad alimentaria” ya que están cambiando los patrones de precipitación y aumentando la frecuencia e intensidad de fenómenos extremos que dañan los cultivos. Y las proyecciones no son buenas: “Se prevé que la frecuencia e intensidad de las sequías aumenten particularmente en la región mediterránea y en África meridional”.

Pero los impactos se pronostican para todo el planeta: en Asia y África habrá más personas sometidas a la desertización; en América, el Mediterráneo, el sur de África y Asia central se prevén más incendios forestales; en los trópicos y subtrópicos caerá el rendimiento de los cultivos... Además, estas consecuencias, que pueden incrementar las migraciones asociadas a factores medioambientales, serán mayores a medida que aumente el calentamiento.

Soluciones

El informe apunta a algunas soluciones, como los cambios en las dietas que los consumidores pueden realizar. O acciones de más envergadura como los “muros verdes” con especies vegetales autóctonas que se proyectan para frenar la desertización. Los científicos del IPCC explican que hay acciones que tienen “impactos inmediatos” positivos, como la conservación de ecosistemas en turberas, humedales, praderas, manglares y bosques, que guardan enormes cantidades de gases de efecto invernadero que se liberan cuando se destruyen y contribuyen más al calentamiento. Otras intervenciones, como la reforestación, necesitan décadas para ser efectivas.

En todo caso, el IPCC recuerda que la tierra tiene que seguir siendo “productiva para mantener la seguridad alimentaria” ante el aumento de la población previsto y los impactos negativos del calentamiento. “Esto significa que hay un límite para la contribución de la tierra en la lucha contra el cambio climático”, apunta el panel de expertos, que advierte de los riesgos que puede conllevar la bioenergía para la “seguridad alimentaria, la biodiversidad y la degradación de la tierra”. Es decir, advierte del riesgo de determinados cultivos –como el aceite de palma– para generar biocombustibles.

El IPCC plantea la necesidad de una respuesta rápida ante el desafío del cambio climático: “Retrasar la acción (...) podría dar lugar a algunos impactos irreversibles en algunos ecosistemas”. Y esto a su vez generaría más gases de efecto invernadero que calentarían aún más el planeta.

“El informe del IPCC ofrece una dirección clara a los Gobiernos sobre cómo evitar el colapso climático”, ha resumido este jueves la Red de Acción Climática (CAN por sus siglas en inglés), de la que forman parte más de un millar de ONG presentes en más de 120 países. Para ello, ha continuado la CAN a través de un comunicado, se debe transformar “rápidamente el uso de la tierra y los sistemas alimentarios”, además de detener “la deforestación” y aplicar “políticas nacionales que empoderen a los pequeños agricultores, eliminen la pobreza y el hambre y protejan a los más vulnerables de unos fenómenos climáticos extremos cada vez más frecuentes”. En la misma línea, Greenpeace ha sostenido que es necesaria “la conservación y restauración de los bosques” y la actualización “urgente del sistema alimentario mundial mediante un cambio en la dieta”.

El informe monográfico elaborado por los especialistas del IPCC, el grupo internacional de científicos que asesora a la ONU en temas de cambio climático, presentado en Ginebra (Suiza), forma parte de una serie de análisis monográficos sobre el impacto del calentamiento en sectores concretos. Tras el estudio sobre el uso del suelo por parte del ser humano, en septiembre se presentará otro sobre el impacto del cambio climático y los océanos.

Estos informes sirven para sentar las bases del conocimiento científico sobre los problemas derivados del calentamiento global para que los responsables políticos tomen luego las decisiones para adaptarse a los impactos y reducir los gases de efecto invernadero.

Tras la difusión del informe del IPCC, la ministra en funciones para la Transición Ecológica de España, Teresa Ribera, ha valorado que el IPCC vuelva a ofrecer “la última y mejor información científica disponible para que las Administraciones y sectores económicos adopten medidas y políticas informadas para frenar el cambio climático”. “Una vez más”, ha añadido a través de un comunicado de prensa la ministra, “la comunidad científica internacional lanza un claro mensaje de urgencia: es necesario garantizar, en el corto plazo, un uso sostenible de la tierra”.

Todos los análisis apuntan a lo graves impactos climáticos que vivirá España y, como recordó Ribera, el país es “vulnerable al cambio climático y a sus fenómenos asociados”. Y recordó que España está expuesta al “riesgo de desertificación, la erosión o la pérdida de biodiversidad”.

El País

https://elpais.com/sociedad/2019/08/07/actualidad/1565193502_273906.html

 8 min


Daniel Gómez

Varios puntos explican por qué Nicolás Maduro no se presentó en Barbados a la sexta ronda de negociaciones. Es una forma de ganarse el apoyo de su gente en Venezuela. No de los venezolanos. De la cúpula de jerarcas y militares que le sostienen en el poder. Así, Maduro también responde a sus aliados. Cuba, Rusia y China, los tres, salieron a apoyarle luego de que el presidente Donald Trump bloqueara al régimen en Estados Unidos. Por otro lado, con esta acción Maduro divide. La negociación es la opción favorita de la comunidad internacional para que Venezuela salga de la crisis, pero no todos aspiran al mismo resultado. Por ejemplo, EEUU dice que no habrá elecciones libres ni democráticas en Venezuela si Maduro continúa en el poder. La Unión Europea no ha puesto ningún condicionante, pero sí apremia a encontrar una solución. Urgente, porque urgente es la crisis de Venezuela.

El diario ALnavío conversó con la experta noruega Benedicte Bull. Profesora en la Academia de Gobernanza Global de Oslo y directora la Red Noruega de Investigación sobre Latinoamérica, Bull ha seguido la negociación entre Guaidó y Maduro con detenimiento. Aclara que su opinión no es la misma que la del gobierno noruego. De hecho, apunta que es tal el hermetismo con el que los mediadores tratan el tema que, en Oslo, una pequeña ciudad en la que todo se sabe, apenas se conocen detalles de lo que conversan Guaidó y Maduro.

- Maduro no acudió a la sexta ronda de negociaciones por el bloqueo de Trump. ¿Es una excusa?

- Difícil saber. Me imagino que es una estrategia para ganar tiempo y fuerza. Sabe que mientras que el pueblo siente cada vez más el impacto de las sanciones, ellos tienen más apoyo por lo menos desde unos sectores.

- En el comunicado que lanzó Maduro dijo que hay que “revisar el mecanismo” de Noruega para que la negociación fuera “efectiva y armónica con los intereses de nuestro pueblo”. ¿Qué quiso decir?

- Lo de efectivo y armónico va en la misma dirección que lo que explicaba antes. Ellos no quieren ser los que terminan las negociaciones sino los que las ‘mejoran’. Y por supuesto, también es una manera de contribuir al que se quiebre la comunidad internacional, que ya está dividida.

Como dice Bull, no es sólo la crisis política y la polarización. Es el problema económico, social, humanitario, migratorio… “Son cosas entrelazadas”, dice la experta, que siempre afectan a los mismos: a la población, a los venezolanos, a América Latina, esta última, obligada a afrontar un éxodo de varios millones de personas.

- Por la situación que vive la población allí pienso que el problema de Venezuela es urgente, dice la experta.

Todos coinciden en este punto. A Venezuela le urge una solución rápida. Hasta sus aliados lo dicen. Y la solución más rápida, como apunta la UE, es la negociación, ahora detenida por Maduro para, como dice Bull, ganar tiempo y fuerza. De aquí se infiere que la negativa de Maduro a la sexta ronda no es un punto final, sino una especie de pausa en las negociaciones.

- ¿La negociación está dentro de los plazos o ya se está demorando mucho?

- El gobierno de Noruega no ha dicho nada sobre la perspectiva en términos de tiempo que puede durar una negociación.

- ¿Hasta cuándo pueden alargarse? Luego del bloqueo de Trump parece que el tiempo escasea.

- Es muy difícil decirlo. Depende de muchos factores, inclusive factores externos a Venezuela. Para llegar a acuerdos, no sólo sobre una resolución a la crisis política y económica actual, también acuerdos que pueda permitir la creación de una institucionalidad para la convivencia de las partes en el largo plazo… Esto requiere tiempo.

- ¿EEUU está siendo un actor constructivo en este proceso?

- Los EEUU ahora habla con varias voces. Por un lado, dicen apoyar una solución negociada, por otro lado, actúa unilateralmente en una manera que puede entorpecer las negociaciones. Puede ser que haya una estrategia clara detrás de las acciones, inclusive la última ronda de sanciones, pero por el momento es muy difícil entender cuál es.

Tanto Bull, como los venezolanos, están a la espera de los acontecimientos. En Venezuela es todo un no parar. ¿Qué ocurrirá ahora? Lo que pudo saber el diario ALnavío es que la negociación, ahora pausada, generó altas expectativas entre los diferentes empresariales en Venezuela. En opinión de Bull esto es así, porque “pocos creen en una solución violenta”, aunque también son conscientes de que la negociación “no es una bala mágica” que lo resolverá todo de golpe. No obstante, que exista expectativa también puede dar lugar a una decepción.

- ¿Cómo pueden prepararse lo empresarios para el peor de los escenarios?

- Ya llevan muchos años en adaptarse a un entorno muy hostil y volátil, y tienen planes para enfrentar varios escenarios. Ahora el peor de los escenarios es que no haya ningún cambio en el sistema político-económico y que continúe el proceso de informalización de la economía, que se ha acelerado los últimos años. No veo como uno fácilmente puede prepararse para eso.

Jueves 08 de agosto de 2019

Alnavio

https://alnavio.com/noticia/19358/actualidad/desde-noruega-explican-por-...

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