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Apenas han pasado cien dias

Opinión
Tiempo de lectura: 3 min.

Hoy se cumplen cien días desde que se juramentó para el cargo por un tercer período. Lo hizo en la Asamblea Nacional, en donde pronuncio un largo discurso, dándole las gracias a Elvis Amoroso por los favores recibidos.  En su habitual tono épico, mencionó los logros alcanzados por el Socialismo del Siglo XXI, asegurando que serían ampliados y profundizados, a pesar de los ataques perpetrados por el neofascismo nacional e internacional.

Un país “fake”

Fue, no hay mejor manera de catalogarlo, un discurso tejido por las llamadas verdades alternativas. Ignoró, así pues, que el país se encuentra mal por donde se lo mire. No se necesitan estudios y números para saberlo, basta y sobra con lo que cada venezolano siente al asomarse a la calle o al tratar de abrir la llave de agua, constatando, además, que la situación “empeora satisfactoriamente”, como suele decir un amigo mío. 

No admitió que su proyecto político (¿cabe llamarlo así?) se agotó y que despierta cada vez menos esperanza para cada vez más gentehabiéndose convertido en una propuesta medularmente reaccionaria, elástica como chicle, en la que hay espacio para todo, sin que medie ninguna vergüenza política. La llamada Revolución Bolivariana, reiteró, “avanza a paso de vencedores”.

Hay que poner a Venezuela a la altura del Siglo XXI, expresó en su alocución y para ello propuso someter a referéndum una modificación de la Constitución de 1999, la del “librito azul”, considerada, modestia aparte, como la mejor del planeta. Alegó para ello la necesidad de colocarla a la altura de los tiempos que corren y con ese fin (?) propuso construir el Estado Comunal, la implantación del voto indirecto y la renovación del modelo económico. En función de ello, designó una comisión para redactar el proyecto correspondiente, dejando en el aire - no hay que ser demasiado suspicaz para ello-, la idea de que lo que se persigue es gobernar con el propósito de seguir gobernando

No podemos permitir que los graves problemas que nos rodean se nos vuelvan normales y se trasmuten en inercia. Hay que enderezar el país, sacarlo del hoyo donde está metido, pero no hay magia ni milagros que nos hagan la tarea. Corriendo el peligro de que se me ubique en el grupo de los ingenuos, el país tiene que reencontrarse en la política, ausente durante las últimas décadas. Como diría Perogrullo, de esta no salimos si no se abren diversos espacios para que tengan lugar las conversaciones necesarias y se den los entendimientos que, respetando la diversidad y la pluralidad, tracen la ruta para superar el desmadre nacional. Hay, así pues, que recurrir a una gran operación política que dibuje un territorio amplio para todos.

La solución es, pues, algo muy sencillo, pero a la vez muy difícil. Se trata de dialogar y negociar para pactar los acuerdos que se precisan. La historia enseña, dicen los que la estudian, que del otro lado del diálogo no hay nada que nos pueda dejar una sociedad mejor, más grata y amable, sino todo lo contrario.

Una digresión necesaria

Un conjunto importante de investigaciones deja ver una clara decadencia del sistema democrático en el mundo. Sus números indican que 38 países califican como no libres, 42 como parcialmente libres y solo 20 como libres. El capitalismo sigue siendo, con sus variantes, el sistema económico dominante, transformado lógicamente por los recientes avances tecnológicos.

Pareciera que aquella vieja distinción entre derecha e izquierda ha perdido en gran medida su vigencia, a expensas de la distinción entre democracia y autocracia, esto es entre los países que respetan el Estado de Derecho, con todos los elementos institucionales que lo integran, y los que no lo hacen o lo hacen a medias.

Dicho lo dicho en estas líneas ¿sabrá Maduro que se parece más de lo que quisiera a Donald Trump, quien al igual que él también cumple apenas cien días como Presidente, ejerciendo el poder de la misma forma, es decir, eludiendo o interpretando a su antojo, las normas que lo estorban?

El Nacional, 1 de Mayo de 2025