Venezuela vive una guerra silenciosa, donde la fragmentación interna erosiona las bases del poder cabellomadurista más eficazmente que cualquier ofensiva armada.
Citgo, entonces, no es solo una empresa. Es el espejo donde se reflejan las consecuencias de la irresponsabilidad, la corrupción y el desprecio por la legalidad.
El colapso venezolano no es un accidente, sino la consecuencia previsible de una serie de maniobras políticas y económicas que benefician a unos pocos y condenan a la mayoría.
Lejos de ser un gesto pasivo, fue una acción estratégica colectiva, una desobediencia masiva que despojó a Nicolás Maduro y compañía de su último vestigio de legitimidad simbólica.