Pasar al contenido principal

Leopoldo López Gil

Un frente contra el mal

Leopoldo López Gil

La destrucción de nuestro país es referencia global. Un estudio para ilustrar el riesgo que representan los políticos populistas, los cantos de sirena, los bagazos del comunismo caribeño denominado socialismo del siglo XXI.

Venezuela es un modelo mundial para comprender cómo, aún contando con cuantiosos recursos , una población preparada para el desarrollo y condiciones naturales excepcionales, con gobernantes inspirados por el revanchismo y resentimiento y motorizados por un desmesurado afán de enriquecimiento personal, se puede pulverizar la riqueza. Decían, Venezuela no es Cuba, sin embargo...

En Venezuela pareciera que se libra una batalla decisiva contra las fuerzas del mal empeñadas en destruir todo lo que podría ser positivo o beneficioso para la nación. Esfuerzos muy eficaces en esta nefasta labor no son producto de la incapacidad o de la improvisación. Se trata de fuerzas nocivas resultantes de un mefistofélico diseño gestado en Cuba y reforzado por incentivos internacionales alimentados por las riquezas del narcotráfico y conjuradas en el Foro de Sao Paulo.

Venezuela recibe al Frente Amplio, como quien recibe al hijo recién nacido que representa la unidad de su nación. Es el resultado positivo de la unión de las fuerzas del bien, agrupadas por la aspiración de superación y voluntad de trabajo, comprometidas con la honestidad y el amor a la patria. Es un compromiso de tolerancia y de perdón que nos ilumina el oscuro y difícil camino para recuperar la democracia.

Si alguna vez hubo dudas sobre la posibilidad de lograr unidad en la oposición venezolana, hoy el mundo recibe este contundente mensaje de la voluntad del país democrático. No hay dudas de que todos los venezolanos nos abrazamos en este Frente y si alguno no se ha convencido de la conveniencia del compromiso, tendrá que explicar qué lo separa.

La ausencia no es suficiente, es necesario acompañar la determinación de rechazar la ilegítima convocatoria a elecciones fraudulentas con acciones que emanarán de este cuerpo. Contrasta favorablemente este ejemplar comportamiento de una sociedad que una vez más busca solución a su tragedia dentro de la avenencia, sin violencia, sin guerras, contrapuestas a ofertas como la terrible que propone la alternativa, socialismo o muerte.

Ante la incapacidad de gobernar en socialismo, nuestros gerifaltes ofrecieron muerte a nuestro pueblo. Muerte por violencia, muerte por desahucio, muerte por alienación de la juventud al ver desaparecer su futuro.

Esta acción es la ratificación del statu quo y no una actividad nueva. Es, sin grandilocuencia, la entropía social que busca transformación sin ambigüedades, expone el deseo de la mayoría nacional de sustituir al régimen por lo previsto en nuestra Constitución, elecciones libres, limpias y ordenadas, con los plazos previstos y los rectores que representen probidad y ecuanimidad.

Qué triste futuro

Leopoldo López Gil

“Qué triste futuro nos espera...”, escribió recientemente un profesor de nuestra ilustre Universidad de los Andes cuando refería lo siguiente: “Luego de dos semanas de reinicio de actividades, varios cursos de diversas facultades aún no han iniciado clases, sencillamente porque no ha llegado ni un solo estudiante. Esta semana se efectuó la inscripción y cursos que hasta hace un semestre tenían 30 o 40 alumnos, solo cuentan con 3 o 5 inscritos. Qué tragedia para nuestra nación”.

El profesor, mientras llama la atención por la fatalidad de perder a toda una generación de discípulos, señala con angustia la pasividad o indiferencia de toda una nación que contempla inmutable el sucumbir de las universidades del país. “El silencio nos abruma”, dice.

¿Dónde están esos estudiantes de la Generación del 28 que se enfrentaron a la barbarie del “Bagre” y pagaron con sangre, sudor y lágrimas en la construcción de carreteras, el exilio o las cárceles para recuperar la dignidad y la libertad de su país?

¿Han desaparecido los valientes del 58 que desafiaron al “rey de la Orchila” y su pretensión de perpetuarse en Miraflores mediante un espurio plebiscito?

¿Qué habrá pasado con esa juventud rebelde, inconforme que se manifestaba en las calles de Caracas, Mérida, Cumaná, Maracaibo o Valencia, por sus cupos, falta de laboratorios, mejoras curriculares o simplemente por mayores presupuestos para sus universidades?

¿Habrá asesinado el régimen junto con tantos jóvenes su apetito de libertad e ilusión de futuro?

Venezuela cambió tanto que antes de la llegada del socialismo del siglo XXI la inversión en programas como Fundayacucho durante dos décadas fortaleció el nivel académico de todo el país, ese que dicen que no teníamos, pero que fue envidia de nuestro continente por sus instituciones de educación superior y sus plantillas de docentes e investigadores.

Una generación perdida, como perdido está su porvenir, sus miras y ambiciones centradas en salir del país devastado y desarrollar sus destrezas en el extranjero. Hoy los jóvenes venezolanos son triunfadores en otras tierras porque en Venezuela los gerifaltes rojos rojitos les robaron su futuro aquí, en su patria.

Es probable que muchos pensaran que el gasto social obligaba otro rumbo, mayor a la educación superior, algunos siempre recriminaron la administración universitaria. Es posible que ese presupuesto precisara ajustes sin asfixiar al sistema para rectificarlo. Solo un imbécil pensaría que el país con su sistema educativo enclenque pueda crecer y progresar en la era del conocimiento.

Bonos y CLAP producirán la nueva generación, una seguramente llamada “la generación de las (y los) bolsas”.