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Opinión

Los artículos de opinión tienden a retroalimentarse. Bastó que alguien escribiera que el triunfo de Trump representa una rebelión en contra de las elites progresistas (del establisment dicen otros) para que cientos de articulistas repitieran lo mismo. Pocos repararon en el hecho de que Trump también viene de las elites.

No todos los norteamericanos tienen tantos billones en su cuenta como Trump. Si es cierto que Trump emerge en contra de determinadas elites, se trataría entonces de una contradicción inter-elitesca. Quizás ahí está el nudo del problema. Las elites económicas se levantaron a través de Trump en contra de otras elites, las intelectuales (y sus representaciones feministas, anti-racistas e igualitarias).

Para nadie es un misterio que la enorme mayoría de los representantes del arte y del pensamiento se pronunciaron públicamente en contra de Trump y a favor de Clinton. Menos misterioso resulta el hecho de que el discurso predominante de Trump hubiera sido abiertamente anti-intelectual. El mismo se ufana con orgullo de no ser un intelectual. Es un sentimiento compartido. Los intelectuales detestan a Trump. El conflicto está programado.

Anti-intelectuales son también muchos seguidores de Trump. Trump ejerce un liderazgo sobre un odio atávico a los intelectuales. Odio que se encuentra en estado latente en todos los órdenes sociales del planeta. Odio que de pronto irrumpe haciéndose presente con inimaginada furia sobre la superficie de la política.

Nada nuevo bajo el sol. Desde que en la bella Atenas los notables de la ciudad no dejaran a Sócrates otra alternativa que no fuera el suicidio, el odio a los intelectuales ha sido más importante de lo que se piensa en la historia universal. No solo la lucha de clases como intentaron enseñar los marxistas, ha movilizado a grandes multitudes. El poder tiene muchas caras. La económica es solo una. Más importante que la lucha económica parece ser en los EE UU de hoy, la lucha cultural. Un choque de culturas en una sola nación.

Existe el poder político, el poder religioso y, por cierto, el poder representado por los propietarios del saber. Y así como los propietarios del poder económico han sido odiados por los pobres del dinero, los propietarios del poder cultural, los intelectuales, han sido odiados por los pobres de espíritu. Odio que no es vertical ni horizontal sino transversal. Odio que une a pobres y ricos cuando es dirigido en contra de los que saben y piensan. Odio que incluso se expresa en la vida cotidiana.

Los intelectuales que por casualidad han compartido reuniones sociales con los dueños del dinero, han sentido ese odio en su propia piel. A la inversa, cuando un representante de la vida económica cae en una reunión de intelectuales, suele sentirse discriminado por esos personajes raros que hablan un lenguaje críptico, comentan autores desconocidos, ven películas extrañas, escuchan música sin ritmo.

Sucede también al interior de muchas familias. Ha habido empresarios que habiendo tenido un hijo intelectual lo han sufrido como si sus esposas hubieran parido a un anormal o –en el idioma de ellos – a un marica. Hay ejemplos que han hecho historia. Dos nombres muy dispares vienen de pronto a mi mente. Uno es el de Franz Kafka. El otro, el de Mario Vargas Llosa.

El padre de Franz, Herman Kafka, llegó a ser un gran empresario. Hombre de fuerte personalidad, autoritario, orgulloso de sí, Franz se sentía a su lado como una persona indigna e insignificante. Pese a que hacía lo imposible para que el padre aceptara sus debilidades físicas, su timidez innata, su carácter distraído, Herman solo deseaba que Franz fuera un empresario exitoso. La Carta a mi Padre escrita por Franz Kafka es un documento desgarrador. Debería ser leída por todos los psicoanalistas del mundo.

El joven Franz escribía a escondidas, casi como avergonzado, sintiéndose como un “insecto” (así se autodescribe en La Metamorfosis). Incluso pidió a su amigo íntimo, Max Brod, que después de que él, Franz, muriera, quemara sus escritos. Afortunadamente Brod no lo hizo. Fue quizás la no-acción más importante de Brod. Sus escritos, en verdad, no son gran cosa.

La grave psicosis que desató en Franz la omnipotencia anti-intelectual del viejo Kafka fue en cierto modo causante de la enigmática literatura que nos legó el joven Kafka. Relación edípica fallida que sobredetermina a El Castillo (a lo no accesible) y a El Proceso (a la culpa de ser). Así como sus breves cuentos, testimonios de una vida lastimada, pero sublime como pocas.

El padre de Vargas Llosa, Eliécer, al igual que el de Franz Kafka, era un anti-intelectual por excelencia. La relación entre el joven intelectual y su padre –cuenta Vargas Llosa- fue tortuosa. Si no hubiera sido por el cobijo de la madre, la niñez y juventud de Mario habrían sido un infierno.

Don Eliécer envió a su hijo de 14 años a la Escuela Militar Leoncio Prado, en el Callao. “Para que se hiciera hombre”. Esa experiencia fue un suplicio para Vargas Llosa. Pero también fue su lugar de resistencia. Para defenderse de la estupidez cuartelaria, Mario comenzó a leer y a escribir como loco. Tuvo la suerte de tener entre sus profesores a un poeta surrealista, César Moro, quien aparte de impartir clases de francés, fue su primer guía literario. Su primera gran novela La Ciudad y los Perros, en donde describe la brutalidad de la educación militar, fue también una venganza del joven Vargas Llosa en contra de la dictadura anti-intelectual ejercida por su padre.

A diferencias de Franz Kafka, Vargas Llosa dio la batalla edípica. Más aún, logró derrotar a su padre en su propia salsa. El Premio Nobel se convertiría en ese millonario que nunca llegó a ser don Eliécer. Incluso, hoy, con más de 80 años de edad, Mario Vargas Llosa en un personaje de la “sociedad del espectáculo” a la que una vez tan duramente criticara.

Como ha ocurrido con muchas personas, para derrotar el imago (Jung) del padre interno, Vargas Llosa tuvo que asumir parte del Sobre-Yo de ese mismo padre. Eso no lo pudo hacer Kafka. Sin embargo, ambos escritores, tan diferentes entre sí, han demostrado a través de sus respectivas biografías que el odio hacia los intelectuales no solo es social y cultural. Es, además, intrasocial, intracultural, intrafamiliar. A veces lo mamamos.

Por cierto, no siempre el odio hacia los intelectuales se expresa en forma directa. Durante un tiempo ese odio logró ocultarse en diversos países bajo formas políticas. La más conocida fue la tradicional dicotomía izquierda –derecha.

Recordando años juveniles puedo testimoniar que mis primeras experiencias políticas en la izquierda las hice no porque me interesara la política sino porque me sentía atraído por la cultura que en esos tiempos monopolizaba la izquierda, particularmente el partido comunista. La derecha, en Chile como en otros países, era radicalmente anti-intelectual (todavía, aunque no tanto, sigue siéndolo). Los intelectuales de derecha podían contarse con los dedos de las manos. Los de izquierda, en cambio, sumaban millares. Ser intelectual y ser de izquierda era casi una obligación.

En cierto modo nosotros, jóvenes chilenos con aspiraciones literarias, seguíamos la tradición comenzada por los jacobinos franceses, continuada después por las izquierdas europeas y por los bolcheviques rusos. Estos últimos eran intelectuales organizados en un partido. Trotzski, Lenin, Bujarin, entre otros. En ese punto ellos mantenían la tradición intelectual de la socialdemocracia alemana, donde nombres de grandes pensadores como Kautzsky, Rosa Luxemburg, Bernstein y varios más, contrastan con la miseria intelectual que hoy exhiben los actuales partidos socialdemócratas.

El fin del monopolio ejercido por las izquierdas sobre los intelectuales fue resultado de un largo proceso. Hay, no obstante, un año clave: 1968. La invasión soviética a Praga. Desde ese momento comenzó un éxodo planetario. Algunos intelectuales giraron a la derecha. Pero la mayoría, redescubriendo a la democracia, asumió una postura liberal, en cierta medida solidaria con el anticomunismo radical mantenido por los intelectuales al interior de los países de la órbita soviética.

El papel jugado por los intelectuales en las revoluciones democráticas del Este europeo fue notable. En Polonia el historiador Adam Mischnik, el sociólogo Joseph Kuron y el escritor cristiano Tadeus Mazowiecki, orientaron los pasos de Solidarnosc mientras el cine de Andre Wajda denunciaba de modo implacable a la dictadura. En Alemania del Este la voz de Wolf Biermann recitaba y cantaba a la libertad en el mejor estilo de su maestro, Bertold Brecht. Los húngaros reivindicaban a sus escritores proscritos, antes que nadie a Sandor Marai. Y en Checoeslovaquia, el excelente dramaturgo y poeta Vaclav Havel se convirtió en uno de los más brillantes presidentes de Europa.

En América Latina el proceso fue más lento. Mario Vargas Llosa, Octavio Paz, Jorge Edwards y sobre todo, los poetas cubanos Herberto Padilla .y Reinaldo Arenas, el novelista Guillermo Cabrera Infante, y muchos otros, dieron vuelta sus espaldas a una revolución cubana convertida en vulgar dictadura militar. Los que siguen a la dictadura de Maduro en Venezuela son poquísimos. La gran mayoría engrosa las filas de la oposición.

Volviendo hacia atrás, observamos, sin embargo, una relación asimétrica. Mientras en los países comunistas los intelectuales eran víctimas de dictaduras, sus colegas de la izquierda occidental apoyaron durante mucho tiempo a esas mismas dictaduras. Casos llamativos fueron el escritor Günter Gras y el filósofo Jürgen Habermas. Ellos, que protestaban en contra de todas las injusticias del mundo, no fueron capaces de levantar sus voces en contra de una dictadura -la de Honecker- apoderada de una parte de la propia nación.

Stalin, siguiendo el ejemplo de Hitler, usó a los intelectuales solo cuando favorecían sus objetivos. De otro modo iban a parar a las cárceles. La pasión de Solzhenitsyn en los hielos de Siberia será siempre un símbolo de esa terrible historia. Stalin, aún más que Hitler, fue el primer dictador del anti-intelectualismo militante. En cierto modo el georgiano ejerció su venganza en contra de sus ex compañeros bolcheviques a quienes con deleite fue asesinando. Uno después del otro.

Así como Hitler mantenía como perro faldero al creativo arquitecto Alfred Speer o convertía al genio cinematográfico de Leni Riefenstahl.en un cine cortesano, Stalin se servía de compositores como Shostakóvich y del grandioso cine de Eisenstein. Pero, diferencias más o menos, ambos sistemas eran, en el fondo, profundamente anti-intelectuales. La brutal ofensiva nazi en contra de esa joya de la historia de la pintura universal que es el expresionismo alemán y la imposición del “realismo socialista” en el arte y la literatura rusa, son signos del odio parido profesado por las dictaduras a los artistas e intelectuales.

Y, sin embargo, a pesar de toda la furia anti-intelectual de los totalitarismos del siglo XX, gran parte del intelectualismo occidental capituló frente a ambos. Que los dos más grandes filósofos del siglo XX, Heidegger y Sartre, hayan sido ocasionales sirvientes del poder totalitario, nazi y comunista respectivamente, es un hecho que siempre deberá llamar a reflexión. El deseo de adorar a un gran padre no solo aparece dentro de las familias. También aparece en las naciones. Nombres como Hannah Arendt, Raymond Aron o Albert Camus, fueron solo honorables excepciones a la regla.

En la gran familia americana, tal como ocurrió al interior de las familias Kafka y Vargas Llosa, comienzan hoy a alinearse los frentes que separan a los valores representados por un presidente millonario y los de los intelectuales. ¿Quién vencerá esta vez? ¿La materia o el espíritu? En las historias de familias (de pronto me acordé del pobre Rimbaud) como en las de naciones, tenemos ejemplos en ambas direcciones.

En los EE UU está todavía por verse: ahí sabremos si la numerosa clase intelectual estadounidense elevará sus valores liberales y libertarios hacia el plano político o claudicará frente a la arrogancia del poder, del exitismo y del dinero. Del resultado de ese conflicto dependerá no solo la suerte de los EE UU.

POLIS, 21 Nov 2016`

http://polisfmires.blogspot.com/2016/11/fernando-mires-el-odio-los-intelectuales.html

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A los estudiantes en su día

A mí, que hasta una huelga de hambre por el pecho tengo, librada allá en San Cristóbal, con Enrique Ochoa Antich, Leví Alter, Alberto Urdaneta y un grupo de más de cincuenta estudiantes, en respuesta a una medida de expulsión colectiva, por parte del Ministro Héctor Hernández Carabaño, en los tiempos del primer gobierno de Rafael Caldera, donde el movimiento estudiantil batalló duro por sus derechos.

A mí, que siendo dirigente estudiantil de casi todas las Escuelas Técnicas del país, y que un buen día, saliendo de la ETI de Valencia, fui detenido, desaparecido y aparecido en el Campamento Anti Guerrillero TO5 de Yumare, donde fui enjuiciado por rebelión militar, siendo un imberbe estudiante. A mí no me pueden venir a hora con el cuento, que en este siglo XXI y con este “socialismo” en marcha, tenga que olvidar lo que nos sucedió a casi todos los dirigentes estudiantiles en el siglo XX.

Gustavo Machado, Pio Tamayo, Miguel Otero Silva, Joaquín Gabaldón Márquez, Prieto Figueroa, Antonio Arráiz, Guillermo Prince Lara, Rómulo Betancourt, Jóvito Villalba, Pedro Juliac, Ricardo Razetti, José Antonio Marturet, Inocente Palacios y Carlos Eduardo Frías, entre otros, también fueron jóvenes que sin formula de juicios y con fiscales complacientes, de un sablazo los mandaron a Palenque y al Castillo Libertador de Puerto Cabello, por haber alterado el orden público y participar en revueltas estudiantiles, aquellos carnavales de 1928, que resultaron la peor mueca del régimen despótico del General Juan Vicente Gómez.

Ali Primera, Kleber Ramírez, Julio Escalona, Jorge Rodríguez, Argelia Melet, Germán Lairet, Américo Martín, Héctor Pérez Marcano, Freddy Muñoz, Teodoro Petkoft, Juvencio Pulgar, Ali Rodríguez, Carlos Betancourt, María León y Fernando Soto Rojas, junto a otros chamos, dejaron sus pupitres y salieron a las calles a provocar disturbios estudiantiles, algunos contra la agonizante dictadura del General Marcos Pérez Jiménez, y otros contra el gobierno del ex dirigente estudiantil y ex perseguido político, Rómulo Betancourt.

Jorge Rodríguez, Juan Barreto, Saúl Ortega, Elías Mata, Julio Montes, Jacqueline Farías, William Barrientos, Idelfonso Finol, Tony Boza, Lenin Cardozo, Elías Jaua, Mari Pili Hernández, Frank D Armas, Euro González y los de reciente data, Héctor Rodríguez y Tarek El Aissami, asumieron ser militantes de las causas estudiantiles, que, con o sin capucha en mano, largaron el pellejo para demostrar sus verdades, pero ningún Fiscal les instruyó expediente alguno para que pasaran el resto de su juventud en cárceles tenebrosas como la Tumba.

Bassil Da Costa, Kluiberth Roa, Alejandro Márquez, Geraldine Moreno Orozco, Gisella Rubilar, José Gregorio Amaris Cantillo, Acner Isaac López Lyón y Arturo Alexis Martínez, han podido al pasar de los años, echar sus cuentos de juventud y haber sido influyentes ciudadanos en la Venezuela del futuro. Bien como Diputados, Ministros, Escritores y hasta Presidentes de la República, pero jamás lo serán, porque ellos corrieron el riesgo de estudiar y luchar bajo el gobierno de Nicolás Maduro. Todos cayeron asesinados en las calles del país, cuando protestaban por sus ideales, tal como lo han hecho nuestros estudiantes, desde los tiempos de José Félix Rivas y su Seminaristas en la Batalla de la Victoria. Y ese es el punto.

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Cambio de modelo y de gobierno

1. El cambio de gobierno y del actual modelo económico y político de dominación y exclusión es urgente. Los venezolanos, sin distinción entre opositores y partidarios del gobierno, no merecemos seguir sufriendo. Si el gobierno de Maduro y su modelo continúan, estaremos condenados a convertirnos dentro de poco en la nación más pobre de América Latina, y en uno de los últimos reductos de las dictaduras militaristas del planeta. Cambiar de gobierno es hoy una necesidad impostergable, y es una condición necesaria para atender las necesidades de la gente que hoy no tiene acceso a los alimentos y medicinas, que vive en la angustia permanente de la violencia y la inseguridad, que no ve oportunidades para los jóvenes y los trabajadores, que no les alcanza su salario para mantener a sus familias y progresar, y que le han cerrado sus posibilidades de expresarse y elegir. Este es un grito que retumba en todas las calles y rincones de nuestras ciudades, pueblos, barriadas y caseríos.

2. Para cambiar la presente situación sólo existen dos caminos, el de la política y el de la violencia. La violencia es excluyente y se reduce a destruir. Y detrás de ella sólo hay dolor, al que luego sigue una inmensa y generalizada frustración, ya que la violencia no resuelve ninguno de los problemas que pretende remediar, pero sí agrava los que existen. Es injusto que el destino de un pueblo sufriente sea más dolor y daño. Venezuela no puede estar condenada a ello.

3. El camino de la política, por el contrario, es complejo porque supone construir. Y en el campo de la política existe un amplio rango de herramientas de lucha cívica: organización popular, presión internacional, movilizaciones, protestas, diálogo con el adversario, trabajo electoral, huelgas, negociaciones, docencia social e incorporación de la ciudadanía, por nombrar sólo las más importantes. Todas ellas son complementarias e incluyentes, y ninguna puede ser dejada de lado. Hacerlo puede significar el debilitamiento y eventual fracaso de la opción política y, en consecuencia, correr el inmenso riesgo que en su lugar irrumpa la opción violenta.

4. La lucha por superar la actual crisis, para lo cual el cambio de gobierno y de modelo es condición imprescindible, debe aprovechar todos los instrumentos de la Política. Debe entonces, en consecuencia, combinar la necesaria presión popular y la organización de la ciudadanía, con una estrategia agresiva, consensuada e inteligente en la mesa de diálogo. Estos instrumentos no son excluyentes, sino por el contrario, complementarios.

5, Haber obligado al gobierno a sentarse a dialogar es un triunfo innegable del pueblo democrático. Nuestra intención es reforzar la alternativa del diálogo. Es necesario afrontar esta complicada y desigual fase de la batalla política, luego del cierre de las salidas electorales, acompañados de un testigo de excepción y de ascendencia insuperable, como es el Vaticano, con gran confianza en la fuerza de la ciudadanía organizada y activada.

Claves del proceso de diálogo

1. El trabajo político en la mesa de diálogo presidida por la Santa Sede es difícil. La negociación será siempre asimétrica, porque el poder institucional y de fuerza está en manos de la contraparte oficialista. Para que el país democrático alcance logros y resultados concretos, hacen falta en principio unidad de criterio y de acción.

2. La unidad política es ahora más necesaria e imprescindible que nunca. La unidad política es unidad social, es concordia, pero es, sobre todo, unidad de objetivos y trasparencia en las decisiones. No sólo unidad de nuestro liderazgo democrático, sino la de todos los venezolanos descontentos. Unidad en la movilización, en la perseverancia y en la estrategia, que implica entre otras cosas enfrentar a la oligarquía gobernante con todas las herramientas de la política. Se requiere un trabajo unitario para maximizar y darle direccionalidad a la inmensa legión de los venezolanos ansiosos de cambio, sin lo cual no pasaremos de ser una mayoría numérica, pero políticamente desagregada y desorganizada.

3. La creatividad y la inteligencia, por el otro lado, son esenciales. Para todos es evidente que el gobierno quiere a la mesa de diálogo sólo para ganar tiempo y “enfriar” la presión popular, pero nunca para tomarla en serio. Nuestro reto es que esa mesa se asuma como algo serio. Ello pasa, a nuestro juicio, por 4 condiciones:

a. Asumir un compromiso de apoyo al diálogo como proceso de negociación política, con etapas, pasos, tiempos, consolidación de hitos y logros, identificación de alternativas, evaluación de resultados, y con el Vaticano como mediador confiable. Es un proceso donde se pone en tensión las fortalezas, en la mesa y fuera de ella, para alcanzar logros tempranos y resultados totales o parciales razonables.

b. Exigir compromisos significativos y suficientes garantías de cumplimiento de logros, que aseguren el respeto a los poderes electos y al voto popular, como primer paso para propender a un cambio de gobierno en el menor tiempo posible, y evitando así que se generen nuevas y mayores frustraciones en un pueblo cansado de tanta burla e indolencia gubernamental.

c. Atender con especial énfasis el tema de la clara, precisa y oportuna información y comunicación a los venezolanos y al mundo, asegurando la coherencia en el discurso y, de ser posible, la unificación del mismo, con una eficaz gestión de medios, convencionales y alternativos.

d. Diseñar y conformar una plataforma de conexión orgánica o de vasos comunicantes entre la MUD, por una parte, como participante directa en la mesa de diálogo, y los actores, organizaciones y movimientos sociales, por la otra, que son los participantes indirectos en esa instancia.

2. Al tiempo que se desarrollan estas actividades, directamente relacionadas con la Mesa de Diálogo, es conveniente que las organizaciones políticas y sociales consideren y adelanten un conjunto de acciones populares que conformen un ambiente favorable para lograr los mejores resultados, como por ejemplo:

a. Presentar a los venezolanos una propuesta clara que invite a reconstruir el país, sobre la base del compromiso de conformar un Gobierno de Unidad Nacional con todos los sectores, amplio e incluyente, que haga énfasis primordial en la atención inmediata a la grave situación social y económica de nuestros compatriotas, y que incluya una propuesta de lineamientos principales del próximo gobierno.

b. Promover la declaratoria de amplios y diversos sectores y organizaciones no partidistas a favor del cumplimiento de la Constitución, y exigir el respeto a su legítimo derecho constitucional a protestar y realizar movilizaciones en respuesta a las políticas equivocadas del gobierno.

c. Convertir la mesa de diálogo en herramienta política para la organización popular, para impulsar la docencia social y la protesta ciudadana. Una forma de hacerlo es debatiendo y discutiendo en asambleas ciudadanas los detalles del proceso, recoger impresiones y recabar cuestionamientos y sugerencias.

d. Impulsar un movimiento amplio de defensa de la Constitución y la democracia, para ampliar y maximizar las voluntades en favor del cambio político democrático.

Caracas, a los 10 días del mes de noviembre de 2016

José Virtuoso

Juan Mijares

Luis Pedro España

Laureano Márquez

Elizabeth Martínez

Julio Castro

Hasler Iglesias

Víctor Márquez

León Arismendi

Juan Raffalli

Francisco Martínez

Ismael Pérez Vigil

Vicente Díaz

Ángel Oropeza

….siguen más firmas

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Cuando a comienzos de noviembre Nicolás Maduro, en una intervención televisada, acusó al economista Ricardo Hausmann de ser el primer operador de una supuesta persecución financiera contra Venezuela, las reacciones no se hicieron esperar. Decenas de estudiantes y académicos expresaron su solidaridad con este profesor, para quien el inquilino del Palacio de Miraflores pidió un juicio, al igual que su requisición con “código rojo”, supuestamente por medio de la Interpol.

No es la primera vez que el actual director del Centro para el Desarrollo Internacional de la prestigiosa Universidad de Harvard tiene un encontrón con la administración chavista, a la que responsabiliza de un enorme descalabro que ha empobrecido a la que fuera una de las naciones más ricas de América Latina. Desde hace rato, Hausmann viene señalando las falencias de un régimen que cree que sus dificultades tienen origen en una conspiración internacional.

Pero la verdad es que sus inquietudes intelectuales van mucho más allá. Su costumbre de decir las cosas en forma directa incluye a Estados Unidos y Colombia, como lo dejó en claro en la semana que termina cuando pasó por Medellín para asistir a la reunión de la Asociación Latinoamericana de Economistas, que tuvo lugar en la Universidad Eafit. EL TIEMPO habló con él.

¿Cuál fue su reacción cuando supo de las declaraciones de Nicolás Maduro en las que lo acusaba de enemigo del régimen?

Esta es la tercera vez que me ataca. La primera fue en septiembre de 2014, por publicar un escrito en el cual proponía la moratoria en los pagos de la deuda externa. La segunda fue en octubre de 2015, cuando grabó ilegalmente y publicó una llamada mía en la que hablaba de pedir asistencia financiera al FMI. Y ahora, no sé de dónde, llegó esta amenaza de hacerme un proceso judicial.

¿Qué tan seria considera esa amenaza?

En lo personal no me inquieta. La diferencia es que esta vez tiene a mi cuñado Braulio Jatar preso desde el 3 de septiembre por divulgar el cacerolazo contra Maduro ocurrido el día anterior en isla Margarita. Mi preocupación no es por mí, sino por los más de 100 presos políticos que viven hoy las mismas condiciones inhumanas de prisión que él desea imponerme.

¿Por qué atacar a un académico?

Él cree que la razón por la cual a Venezuela no le prestan dinero es resultado de un complot, sin tener en cuenta que la deuda pública representa seis años de exportaciones, la proporción más alta del mundo. Para Maduro tampoco tiene que ver que tengamos un déficit fiscal gigantesco o una inflación de cuatro dígitos. Por eso se inventa estas teorías de la conspiración, para echarles la culpa a los demás de lo que es su responsabilidad.

¿Cómo se resumen los errores cometidos?

En toda sociedad las cosas que la gente necesita se consiguen porque otra gente las produce o las provee. Venezuela acabó con esa posibilidad a punta de controles. Esa forma de organizar la economía y acabar con el aparato productivo no produjo grandes traumatismos mientras era posible hacer importaciones.

En 2012, cuando el barril de petróleo estaba en un precio promedio de 104 dólares, el Gobierno estaba gastando como si estuviera a 200 dólares. El faltante se financió con crédito, pero esa puerta eventualmente se cerró y después llegó la descolgada en las cotizaciones del crudo.

¿Cuál fue la consecuencia?

Las importaciones se fueron a pique y hay un colapso de la producción nacional. Como consecuencia, existe una verdadera crisis humanitaria de la que no se sabe más por la represión a los medios. El hambre, la escasez, la muerte de los niños en los hospitales pasan todos los días. La gente sobrevive vendiendo activos, pero si uno sale de su carro y se gasta el dinero, pues ya se queda sin qué más vender. Creo que la situación económica se está deteriorando y se va a seguir deteriorando.

¿Qué elementos tendría una cirugía de fondo que permita empezar a salir de la crisis?

Es necesario que a la sociedad se le restituyan sus derechos económicos, se unifique la tasa de cambio, se quiten los controles, se liberen los precios, se reestructure la deuda externa y se pida la ayuda financiera internacional. Para evitar más muertos, eso debe incluir ayuda humanitaria.

Cambiando de tema, ¿cómo analiza el triunfo de Donald Trump?

Lo que conocemos de su personalidad es que es alguien sumamente ignorante sobre cómo es el mundo y que no sabe de temas fundamentales de políticas públicas. Pensar que construyendo un muro o denunciando los tratados comerciales se resuelve un problema habla sobre su falta de conocimientos. Además, es alguien inseguro, impulsivo y mentiroso. Con esas características, solo le queda incumplir sus compromisos electorales, que son una locura tras otra, o los cumple y genera el caos.

Eventualmente aprenderá, pero la curva de aprendizaje tendrá un costo fenomenal.

¿Está preocupado?

Mucho. Y los mercados, también. Me inquieta que alguna de las potencias quiera medirlo en una crisis, tal como hizo Kruschev con Kennedy en 1961. Por eso considero que viene un periodo de incertidumbre profunda para la economía mundial.

Pero Wall Street llegó a un máximo histórico el jueves...

Porque hay la idea de que el Banco de la Reserva Federal podría posponer un aumento de sus tasas de interés, combinado con la expectativa de un programa de mayor gasto público. Sin embargo, a los movimientos de corto plazo no vale la pena prestarles tanta atención.

¿Es esta una reacción contra la globalización?

Las personas actúan con base en creencias. Algo que han hecho los populistas es convencer a la gente de algo que no es verdad, tal como lo hizo Hitler en su momento. Por eso la reacción de los electorados no es contra la globalización, sino en contra de una narrativa de la globalización.

Las circunstancias externas oscurecen más las perspectivas de América Latina...

Es verdad que nada de esto es bueno para la región. Érase una vez que soñamos con un destino común de integración, y ahora el destino es la construcción de un muro.

En medio de esa perspectiva, ¿cómo se ve Colombia?

Me llama la atención la poca importancia que ha tenido en la discusión económica la preocupación sobre las exportaciones. Todos estamos sorprendidos con el hecho de que, a pesar de que el dólar pasó de 1.900 a 3.000 pesos, las exportaciones colombianas no reaccionaron. Eso quiere decir que hay problemas que se deben diagnosticar y atacar. Pero no veo una agenda concentrada en eso.

¿En qué nos ve concentrados?

En asuntos más externos, como ser parte de la Ocde, algo que implica un conjunto de tareas que son importantes para el país pero que no son críticas, en su mayoría, para atender los problemas de este momento.

Y el lío actual es que la economía tiene un gran déficit externo, por lo cual las exportaciones son definitivas para poder generar una dinámica positiva. Lamentablemente, veo poca disposición a mirar el asunto y seguir ejemplos de otros que han podido avanzar mucho, comenzando por Panamá, que experimenta un auge en materia de servicios. Su aeropuerto es un modelo.

¿Qué opción tenemos?

Hay que diversificar. Y lo que hemos aprendido es que las sociedades deben aprender a producir más cosas, y cuando uno no lo sabe consigue gente que se mude a su país. Es más fácil mover las cabezas que tienen el conocimiento que aprender desde cero.

¿A qué se refiere?

Voy a poner un ejemplo inobjetable. Nadie pone en duda que el auge que tuvo Colombia en su producción petrolera se dio por la llegada masiva de técnicos venezolanos que eran expertos en crudos pesados.

¿Hay que atraer talento?

Exactamente. Pero Colombia en materia de migración es casi un récord global. Según datos del Banco Mundial, la proporción de gente nacida en el exterior que hay en este país apenas llega al 0,2 por ciento del total, que es uno de los índices más bajos del planeta. Eso equivale a imponer un bloqueo al que aspiraría Donald Trump, que va a ser presidente de una nación en la cual el 13 por ciento de sus habitantes nacieron en otro sitio. Por cierto, en Canadá esa proporción es del 20 y en Australia, del 27 por ciento.

Al mismo tiempo tenemos una diáspora importante...

Así es. El Banco Mundial dice que hay 2,5 millones de colombianos viviendo fuera de su país y solamente 110.000 extranjeros en Colombia. Es decir, la relación es de 20 a uno, que es absurda. Y en el caso concreto de Venezuela, ese número llega a 650.000 colombianos, pero aquí hay solo 35.000 venezolanos, que es casi la misma relación.

¿Cuál es la explicación?

Siempre se ha dicho que la gente no quiere venir por los temas de violencia. Pero ahora estamos en una etapa en la que un gran número de venezolanos quieren instalarse aquí, y no se les permite. Había la visa Mercosur, que antes se entregaba con relativa flexibilidad y que ahora la Cancillería eliminó, argumentando la falta de reciprocidad, lo cual es absurdo pues, aparte de ser moralmente cuestionable, es económicamente un error, pues atenta contra los intereses de Colombia.

¿Por qué es un error?

Los estudios económicos más recientes muestran que la inmigración no reduce los salarios y no aumenta el desempleo. De hecho, ocasiona el efecto contrario porque los migrantes son complementos y no sustitutos de los trabajadores locales. Tristemente, aquí la reacción de la política pública es acentuar el cierre y expulsar venezolanos. Por eso no es casualidad que Colombia no se diversifique.

El 52 por ciento de las compañías que se crean en Silicon Valley son de extranjeros, la mitad de los profesores de Harvard somos extranjeros. Y en Colombia, una de cada 400 personas lo es. Así no se puede absorber el conocimiento y no se puede crear una sociedad moderna, que sea heterogénea.

¿Está seguro de que los parámetros son más estrechos ahora?

Totalmente. He visto correos de Migración Colombia en los cuales el argumento para rechazar una visa es la discrecionalidad. Eso quiere decir que el motivo es porque a un funcionario se le dio la gana.

¿Y Colombia se está disparando en el pie?

Totalmente. Es un síntoma de una enfermedad que es la que está detrás de la falta de diversidad social. Este país lo está pagando muy caro porque la experiencia muestra que el ánimo de emprender es mucho más elevado entre los inmigrantes que crean riqueza y aprovechan oportunidades. Lo reitero, a Trump le encantaría tener una política migratoria como la de Colombia.

¿De ese tamaño es la comparación?

Los colombianos no saben lo increíblemente cerrada que es su sociedad. Ustedes no se dan cuenta del gigantesco costo colectivo que eso implica.

El Tiempo. Noviembre 12, 2016

http://www.eltiempo.com/economia/sectores/entrevista-con-ricardo-hausmann-sobre-crisis-de-venezuela/16749229

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“Esta edad vanidosa que se alimenta de vacuas esperanzas, ama los cuentos y odia la virtud; esta edad que adora lo útil se hace cada día más inútil”. G. Leopardi, ‘El pensamiento dominante’.

Confieso sentir un perverso placer cuando las predicciones de los especialistas sobre algún comportamiento colectivo fracasan estrepitosamente. Y ello aunque lo que realmente ocurre sea para mí más inquietante que lo que parecía que iba a pasar. Mi regocijo agridulce es del mismo tipo que expresa la repetidísima exclamación de Voltaire (apócrifa, por otra parte): “Estoy en completo desacuerdo con lo que usted dice, pero daría mi vida por que pudiera seguir diciéndolo”. De semejante modo, lamento que los votantes en una consulta o en unas elecciones se pronuncien mayoritariamente contra lo que aconsejan los expertos más fiables o la simple argumentación racional, pero me alegro de que tal desvío pueda ocurrir, porque la capacidad masiva de disparatar a coro es una prueba de salud democrática. De hecho, esta temible disposición es el argumento derogatorio que han empleado siempre contra la democracia sus adversarios más insignes, desde Platón a Borges. Y hoy continúa escandalizando a muchos de menor talento. Pero precisamente en ese punto estriba lo característicamente democrático. Jean Cocteau aconsejaba: “Lo que todos te censuran, cultívalo… porque eso eres tú”. Con algo de prosopopeya, también podríamos decírselo a Doña Democracia.

Deplorando el resultado de las elecciones presidenciales norteamericanas, una portavoz de Podemos dijo: “Hoy es un día triste para la democracia”. Lo repitió varias veces y luego, ya lanzada, dijo también que “era un día triste para la humanidad”. Pasemos por alto esta última hipérbole, porque a todos se nos puede calentar la boca. Pero ¿por qué es un día triste para la democracia? Sin duda es una jornada poco radiante para quienes, como esa señorita y yo mismo, aborrecemos el ideario agresivamente xenófobo, clasista, machista y sobre todo apoyado en descaradas exageraciones y falsedades del ya presidente Trump. Pero ni la portavoz ni yo somos dueños de las instituciones, debemos compartirlas con otros millones de personas que desdichadamente no piensan como nosotros. En cambio, desde otra perspectiva, unas elecciones donde los ciudadanos prefieren contra todo pronóstico a un candidato al que no apoyan ni en su propio partido (mientras a su rival la recomendaba el presidente anterior, los periódicos de referencia, artistas, intelectuales, etcétera), que vomita barbaridades, se comporta públicamente como un patán, ofende a todos los grupos sociales imaginarios, promete medidas políticas autoritarias, belicistas o que amenazan mejoras sociales, demuestra ser un ignorante en casi todo y elogia demagógicamente a quienes lo son aún más que él… Pues vaya, caramba, eso sí que es una muestra estremecedora pero indudable de libertad. Porque elegir según recomienda la lógica, la fuerza de las razones, la opinión de los expertos políticos y morales, puede ser socialmente beneficioso, pero deja un regusto de que es “lo que hay que hacer”, lo obligado; mientras que ir contra lo que parece conveniente y cuerdo es peligrosísimo, pero sin duda revela que uno sigue su real gana. Cuando se incendia la casa, el que sale corriendo para salvar el pellejo hace muy bien, pero obedece a las circunstancias; libre, lo que se dice grandiosamente libre, es el que se queda dentro cantando salmos entre las llamas.

La libertad política es algo muy deseable de tener pero peligroso de utilizar. Nos hemos criado oyendo mencionar al poder como el coco que quiere devorarnos: el lenguaje del poder, las asechanzas del poder, la cara oculta del poder… Lo imaginamos oculto en cenáculos restringidos donde conspiran unos cuantos plutócratas desalmados. Seguro que hay algo de verdad en esta caricatura siniestra, pero el poder más temible en democracia es precisamente el que comparten todos y cada uno de los ciudadanos: el poder de elegir. Temblamos con razón ante los autócratas que monopolizan el mando, pero en nuestras democracias es lógico sentir escalofríos al pensar en las multitudes que deciden quién debe ostentarlo. Algunos tratan de aliviar este recelo asegurando que la mayoría de los ciudadanos no pueden ser llamados realmente libres porque son ignorantes en las cuestiones de gobierno, se dejan engañar o seducir con promesas vanas, se asustan ante amenazas imaginarias, son venales, xenófobos, intolerantes… Pero todo esto sólo quiere decir que son humanos: esos mismos defectos existen en todas partes, aunque no haya libertades políticas. En democracia la diferencia es que pueden expresarse y elegir lo que prefieren: quizá no sean más felices que otros vasallos, pero al menos son tratados como realmente humanos. No se les reconocen sus virtudes, sino su dignidad. La democracia no es ante todo el asilo de la lucidez, la solidaridad, el buen gusto o la creación artística, sino que es “la tierra de los libres”, como dice el himno de Estados Unidos.

Para evitar que el devenir democrático sea una serie de dictaduras electivas contrapuestas, están las leyes. Los ciudadanos basan las garantías de su libertad participativa en el acatamiento de la Constitución. Los que hablan de fascismo y caos tras la victoria de Trump fantasean tétricamente. Lo único que verdaderamente sonó inquietante en el discurso electoralista de Trump fue la amenaza de no respetar el resultado de las elecciones si no le gustaba. Algo parecido a lo que hoy berrean por las calles —espero que por poco tiempo— los modernos caprichosos del “No es mi presidente” o “No me representa”, que se consideran por encima de la democracia y capacitados para decidir cuándo la libertad ha optado por el bien y cuándo no.

En España ya estamos acostumbrados a quienes piensan que la democracia funciona mejor sin leyes que la coarten, como la paloma de Kant creía volar mejor en el vacío… Sin duda Trump es populista, como en nuestro país Podemos y sus siete enanitos: no porque prediquen lo mismo sino porque predican del mismo modo, empleando la retórica demagógica para conseguir aunar la heterogeneidad de los descontentos.

En la era de Internet, el populismo tiene campo abonado. Y es inútil empeñarse en regañar a la gente por sus preferencias (todos son “gente”, los que piensan como nosotros y los demás), mejor es perseverar en educarla para argumentar y comprender en lugar de aclamar. También hay que proponer alternativas ideológicas fuertes, no simplemente apelar al pragmatismo y la rentabilidad. Hagamos lo que hagamos, seguiremos remando en lo imprevisible. Porque la incertidumbre no la ha traído Trump, sino la libertad.

Filósofo y ensayista.

El País. 11 de nov. 2016

http://internacional.elpais.com/internacional/2016/11/11/actualidad/1478883603_653674.html

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Lester L. López O.

Apreciación de la situación política # 88

La literatura es abundante en cuanto a los procesos de transición democráticas, pero esencialmente es el paso de una dictadura, o gobierno no democrático, a un gobierno democrático de transición que debe cumplir con tres premisas: a) restablecer la democracia; b) restablecer el estado de derecho y c) realizar, en un tiempo perentorio, elecciones libres, transparentes y justas. Aparte de estas premisas, el gobierno de transición, probablemente por la fuerza de los hechos, también deberá reorientar la economía y enmendar, o redactar, una nueva constitución en condiciones precarias de gobernabilidad. Por esta última razón el presidente de un gobierno de transición no puede aspirar a reelegirse inmediatamente y también para garantizar unas elecciones justas, como se prevé en la premisa tres.

Lograr el cambio de gobierno amerita una negociación que actualmente se está realizando con la mesa de diálogo instalada y que es un logro para los factores democráticos, pero hasta ahora por los desaciertos comunicacionales de la misma oposición no se ha evidenciado en el común de la gente. Mantenerse en la mesa es imprescindible para lograr el cambio, especialmente porque es la forma constitucional, democrática, pacífica y electoral que ha sido la propuesta original de la oposición democrática, siendo a su vez, la que le ha permitido el reconocimiento y apoyo internacional, el cual hay que buscar la forma de aumentar su presencia en el país.

Como es obvio, cambiar de gobierno implica cambiar al presidente, para lo que se había solicitado el referendo revocatorio que fue suspendido (o anulado) por una truculencia jurídica. La otra forma de cambiar al presidente es obligarlo a su renuncia – que está prevista en la Constitución – para que termine el vicepresidente el periodo constitucional. El llamado a unas elecciones generales no está contemplado constitucionalmente, por lo que amerita una enmienda o reforma constitucional que, aunque se acuerde en la mesa de diálogo llevará su tiempo igualmente y, aun así, a mi entender, todavía no hay garantía de que el gobierno finalmente lo acepte.

Lo único que puede garantizar una eventual renuncia anticipada del presidente es la activación del RR con la recolección del 20% de las firmas preferiblemente este año, con un CNE con dos rectores nuevos que obvie la decisión judicial truculenta que lo mantiene secuestrado por inconstitucional. Su valides simbólica como muestra del rechazo de la población al régimen no tiene por qué perder vigencia si se realiza en el 2017 y sería un argumento irrebatible para forzar la renuncia del presidente que evidentemente no está dispuesto a pasar por un RR. ¿Qué vicepresidente se quedaría para finalizar el periodo? Para eso está la mesa de diálogo.

La Mesa de la Unidad Democrática ha tenido éxitos indiscutibles como alianza electoral, sin embargo, como alianza política ha tenido contratiempos entre sus integrantes que se han subsanados bajo el eslogan “la unidad dentro de la diversidad”, pero que en las circunstancias críticas que vive el país que amerita soluciones políticas de altura para enfrentar con éxito el actual régimen dictatorial, evidencia que esa diversidad se ha convertido en un obstáculo difícil se superar. La misma conformación de la MUD donde no están todos los que son ni son todos los que están, complica más su funcionamiento, en esencia porque es muy difícil que todos los partidos compartan una sola visión de país y una sola estrategia para alcanzar cuotas de poder a las que aspiran legítimamente. Esto sin olvidar que la ubicación de los partidos políticos venezolanos, desde los noventa, sigue siendo la misma sin poder remontar la cuesta ni medianamente, como consta en las diferentes encuestas y sondeos de opinión.

Todos hablamos de la necesidad de una “unidad superior” para enfrentar y salir del régimen, el problema es que esa unidad superior no está plenamente definida y si se quiere aún está, principalmente, en los buenos deseos de organizaciones y asociaciones de la sociedad civil organizada. Pero la situación del país no está como para abrir un debate para caracterizar esta unidad propuesta.

Sin embargo, para mi criterio, sí existe una necesidad que puede, y debería motivar una sola unidad en los factores políticos: la urgente necesidad de salir de este régimen autocrático, militarista, narcotraficante y por supuesto, corrupto, que es el mayor problema para superar la crisis del país. Si no se cambia el régimen, los planes de cada partido político para desarrollar su propia visión del país se quedarán en eso, en planes y visiones. En consecuencia, para la importante coyuntura actual, sería conveniente crear una “Unidad para la transición” enfocada únicamente en conducir con éxito el proceso de transición en curso. Esta “Unidad para la transición” posibilitaría el ingreso de nuevos actores, especialmente de la sociedad civil, y bajaría los niveles de cálculo político que agobia actualmente a la MUD nacional.

La Unidad para la transición en torno a ese solo objetivo debe prever una estrategia comunicacional que enfrente la propaganda y la estrategia cumunicacional del régimen fundamentado en generar la división de la oposición, hacer creer que el régimen está sólido en el poder, crear la desesperanza en la mayoría de la población y la eterna promesa de que las cosas van a mejorar en el corto plazo, especialmente para los más pobres, siempre todo en la defensa del pueblo que es su primera víctima.

Finalmente, además de una estrategia comunicacional, la Unidad para la transición debe ser presidida por un solo vocero que garantice unidad de mando y

20/11/16

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