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Opinión

Humberto García Larralde

Ganó Gustavo Petro en Colombia, enarbolando banderas de izquierda. Pero en su nombre, pregonando revoluciones que traerían la justicia social y el progreso, se han impuesto las dictaduras más retrógradas y primitivas, negadoras de las conquistas más importantes de la humanidad. Fidel Castro, Hugo Chávez, Daniel Ortega y muchos otros déspotas se retratan aquí. ¿Debe esperarse lo mismo de Petro?

Suponiendo sinceras sus intenciones (al menos inicialmente), puede atribuirse esta incongruencia al empeño de (cierta) izquierda en fundamentar sus ideas en enfoques colectivistas, argumentando que los intereses personales deben subordinarse al bien común. Rompe con la visión liberal, que enfatiza la inviolabilidad del ser humano en sus atribuciones y prerrogativas fundamentales como ser social, lo que implica la irreductibilidad de sus derechos básicos como individuo.

Para esta izquierda, sin embargo, el liberalismo legitimaría conductas egoístas, no solidarias, contrarias a una justicia social basada en la equidad. La economía capitalista sería la mejor demostración de ello, pues subordina consideraciones sociales o ambientales a la maximización del beneficio privado. Si se es marxista, la acumulación de capital se explica, además, por la explotación de la mano de obra, expresión de la injusticia de clase que ha hecho a unos pocos muy ricos, mientras empobrece a la mayoría. Y la verdad es que el marxismo colonizó hasta tal punto la izquierda que buena parte de sus categorías conceptuales vienen de ahí.

Sin duda suena muy loable sacrificar los intereses personales en aras del bien común. ¿No ha sido en buena medida el motor del progreso de la humanidad? El problema está en cómo definir ese bien común. En la historia real se ha reducido, lamentablemente, en quién o quiénes deciden ese bien común.

Es tentador recurrir a la volonté générale de Rousseau para sortear esta dificultad. Pero resulta un espejismo, pues tal voluntad general no se refiere a decisiones tomadas en colectivo, sino al propósito que, en última instancia, anima el contrato social que cohesiona a una sociedad, por encima de los intereses particulares de quienes la constituyen.

Fundamenta la superación del orden personal y arbitrario del déspota, como la libertad salvaje del mundo natural. Podría decirse que la voluntad general se refiere a un orden social que propicia el bien común, pero que es previo a él. Regresamos, por ende, al punto de partida, a menos que nos aprovisionamos de una idea preconcebida de lo que debe ser ese orden social. Y aquí entran todas las utopías concebidas por la humanidad, tanto las de inspiración religiosa, étnica/racista o de pretendidas ciencias del devenir histórico.

El filósofo polaco, Leszek Kolakowski, alertaba hace unos cincuenta años, en referencia al “socialismo realmente existente”, que todo intento de imponer una utopía, por más bella que pareciera, termina, irremediablemente, en dictadura. Lleva a la fundamentación ideológica del totalitarismo, como lo expuso en su obra magna, Hannah Arendt.

Descomponiéndola en sus raíces semánticas, la ideología no sería más que la lógica puesta en acción de una idea asumida previamente como verdad absoluta. Por antonomasia, esa verdad no admite ser desmentida. Está blindado contra toda contaminación externa, además, por su consistencia interna. Es la llave para entender el universo en que vivimos. Quien no comulgue con tal verdad queda desamparado de su paraguas salvador. Son los “paraísos” construidos con base en la intolerancia absoluta de toda desviación del dogma, propios del sectarismo fundamentalista del ISIS o talibán, pero que siglos antes también exhibieron teocracias cristianas.

Pero quizás más pernicioso han sido los “paraísos” edificados a partir de una supuesta ciencia de la historia que desentraña las causas últimas de la injusticia y ofrece, a través de una labor drástica de reingeniería social a manos de “revolucionarios” esclarecidos, acabar de una vez para siempre con los males que han plagado a la humanidad. Nos referimos, obviamente, a los regímenes nacionalsocialista y del socialismo marxista. El nazismo fue derrotado y, al ser revelado la extensión y profundidad de las atrocidades que cometió, suele pasarse por alto que, previo a la guerra, fue vista por muchos como una propuesta salvadora. Y no sólo en Alemania. Debido a su cruel insania, podemos confiar en que no se le permitirá levantar cabeza de nuevo. ¿Pero sucede lo mismo con el comunismo?

Algunos aun creen que el comunismo fracasó por errores en su ejecución, no por su fundamentación conceptual. Si pasó por alto el respeto a los derechos humanos, fue por perseguir “revolucionariamente” bienes superiores de libertad y justicia, sin detenerse en los “falsos valores” de la democracia liberal. Tales ideas encontrarían justificación en la “ciencia” del materialismo histórico develada por Marx y Engels. No es éste el lugar para discutir estos postulados. Pero sería necio menospreciar la alerta sobre su peligrosidad para la libertad formulada en la Miseria del Historicismo del filósofo austríaco, Karl Popper, y en los escritos, en la misma tónica, de Isaías Berlin

Si se piensa que ser de izquierda implica abogar por la justicia social, la igualdad de oportunidades y la libertad, no puede asentarse en preconcepciones colectivistas. ¿Significa desistir de luchar por el bien común? En absoluto. Sólo que ese bien común debe construirse a partir de las preferencias, libremente expresadas, de los individuos. En una democracia auténtica, la gente se organiza en sindicatos, gremios, centros culturales y asociaciones diversas, para proseguir intereses colectivos. Pero a diferencia del dogma colectivista, estas agrupaciones están sujetas a la voluntad de sus integrantes y deben responder a estos por la manera como se conducen. El sumun de estas expresiones de voluntad colectiva está en la representación política, plural y alternativa, electa para gobiernos locales, regionales y nacionales. Claro está, pueden ser capturados por politiqueros o por oligarquías poderosas, pero evitar eso es, precisamente, el reto de toda sociedad democrática. La solución: más democracia.

La democracia liberal pregona la igualdad de oportunidades para todos, lo que supone leyes y un Estado de Derecho que la aseguren. Lamentablemente, las condiciones para disfrutar de la igualdad ante la ley no están, como todos sabemos, garantizadas. La ausencia de recursos (pobreza), la ignorancia, sesgos a favor de los poderosos en la aplicación de justicia o en la prestación de servicios, prejuicios diversos y otras calamidades, pueden hacer de esta igualdad un derecho vacío, inexistente.

Y aquí es donde entra la lucha entre el pensamiento de izquierda y el de derecha en una democracia liberal. Como lo demuestran muchos países europeos, se puede conciliar la prosecución de intereses colectivos con la libertad, con base en el ejercicio pleno de derechos individuales que aseguren objetivos de seguridad social y de igualdad efectiva de oportunidades, en condiciones de creciente prosperidad económica.

Es un error pensar que el liberalismo abandona necesariamente la igualdad de oportunidades a los mecanismos de mercado. Ello es propio del neoliberalismo, que subordina lo político a criterios de racionalidad económica, proponiendo un menú ortodoxo que asegure la confianza del capital financiero globalizado. Es una suerte de chantaje en aras de preservar los equilibrios económicos a nivel nacional, pero que relega a un segundo plano problemas que deberían tener alta visibilidad en la agenda liberal, como los relacionados con percepciones de injusticia y con la provisión adecuada de bienes públicos --o de discriminación en su usufructo--, que fundamentan la igualdad de oportunidades y el respeto por las minorías.

Se requiere, por tanto, coordinar acciones a nivel internacional para contener los efectos desestabilizadores de los flujos financieros internacionales sobre las economías nacionales y disuadir, así, la “carrera hasta el fondo” para congraciarse con estos capitales. Ello permitirá recuperar mayor libertad y seguridad de acción de los gobiernos para responder a estas inquietudes.

Razones de espacio impiden atender otros problemas que son centrales a estas reflexiones. Lo que nos hemos limitado a señalar aquí es la bancarrota de imposiciones colectivistas para proseguir agendas que podría considerarse de izquierda. La historia demuestra que llevan a su contrario. Esperemos, por el bien de Colombia y de Latinoamérica, que el gobierno de Petro pueda sustraerse de esta fatalidad.

Economista, profesor (j), Universidad Central de Venezuela

humgarl@gmail.com

 6 min


Eddie A. Ramírez S.

El Día del Ejército se instituyó en 1949 para conmemorar la decisiva batalla de Carabobo. En ese entonces, el término incluía a los componentes de tierra, mar y aire. La Guardia Nacional era un cuerpo auxiliar. Posteriormente, se adoptó el concepto de Fuerzas Armadas, hoy en singular, con el componente ejército referido solo a las fuerzas terrestres. Estas han tenido un papel de primer orden en la vida política venezolana.

Desde luego, los otros componentes participaron en los golpes de Estado que tuvieron éxito. El 1945 volaron unos aviones sobre Caracas y la marina se sumó a la insurrección militar. La Guardia Nacional permaneció leal al presidente Medina. En 1948, los tres componentes y la Guardia Nacional apoyaron el golpe. En 1958, la aviación dio la señal de rebeldía el 1 de enero y el 23 de enero de ese año, la marina fue la primera en rebelarse, sumándose después los otros componentes. El 12 de abril 2002, oficiales generales y almirantes de todas las fuerzas desconocieron al presidente Chávez por la masacre del día anterior. En los numerosos intentos fallidos de golpe, solo se rebelaron oficiales del ejército de tierra, salvo los marinos en el Carupanazo y en el Porteñazo, y un destacamento de la Guardia que se sumó al Carupanazo.

¿ Se justifica la intervención de los militares para derrocar un presidente? El presidente Medina era un demócrata, pero cometió el error de no aceptar la elección por el pueblo y no fue suficientemente diligente para desplazar a los oficiales de la época de Gómez, que no eran de escuela; esta situación determinó la insurrección militar y la participación a posteriori del partido Acción Democrática. El golpe de 1948 causa rechazo porque por primera vez un presidente, Gallegos, fue electo por votación universal. Sin embargo, hay que tomar en cuenta que había una crisis política severa que influyó en que los partidos de oposición, Copei y URD, avalaran el golpe. No hubo protesta popular y solo la guarnición de Maracay se opuso momentáneamente al golpe.

El desconocimiento militar al dictador Pérez Jiménez estuvo justificado. Durante el período provisional de Larrazábal, se produjo un alzamiento en septiembre encabezado por los tenientes coroneles Elí Mendoza Méndez y Moncada Vidal, quienes pensaban, equivocadamente o no, que Larrazábal era populista.

En el período de Betancourt se produjo en 1960, el Día del Ejército, el bochornoso atentado contra su vida. Trujillo, el dictador dominicano, suministró la bomba. Los venezolanos civiles que perpetraron el hecho fueron apresados. También un grupo de seis oficiales, pero estos no fueron imputados por el atentado.

En abril de 1960, se alzó el cuartel de San Cristóbal, que fue entregado por el coronel Lizarazo al general Castro León. Al año siguiente, en febrero, se produjo la incursión del coronel Edito Ramírez en la Escuela Militar y en el Palacio Blanco, y en junio la toma del cuartel de Barcelona, cuyo jefe fue el mayor Vivas Ramírez. Todos los oficiales citados a partir de 1958 eran antiperezjimenista y, al menos en lo que declararon, dejaron por escrito y que conversó quien esto escribe, no pretendían instaurar una nueva dictadura, sino enderezar entuertos. Es decir, asumieron un papel que no les correspondía en momentos en que había una democracia con muchas fallas, pero perfectible. Lo que procedía era esperar que venciera el período presidencial.

Totalmente diferente fueron los alzamientos militares del Carupanazo y el Porteñazo, en los que había la intención de tomar el poder para instaurar un régimen castrocomunista. El Carupanazo, en mayo de 1962, fue dirigido por el capitán de corbeta Molina Villegas. Un mes después, estalló el Porteñazo, el más sangriento, bajo las órdenes del capitán de navío Ponte Rodríguez y del capitán de corbeta Víctor Hugo Morales, ficha de la extrema izquierda.

Posteriormente, el presidente Leoni tomo la decisión acertada de indultar o sobreseer a todos los implicados en actos subversivos, logrando que cesaran por muchos años las rebeliones militares e iniciando el proceso de pacificación. Este período lo interrumpió la insurrección de Chávez en febrero de 1992 y la posterior de Visconti y Gruber, en noviembre de ese mismo año. Es necesario recalcar que los golpes de Estado no se justifican contra un gobierno electo por el pueblo.

Otro tipo de golpe de Estado fue el propinado a Carlos Andrés Pérez en mayo de 1993. Esta vez no fueron los militares, sino los dirigentes de su propio partido. Por último, no hay que olvidar que tanto Chávez, como Maduro han dado varios golpes de Estado al violar flagrantemente la Constitución. Ante esta situación muchos hemos reclamado a los militares por no acatar lo establecido en los artículos 333 y 350 de la Constitución que nos obligan a todos a contribuir a su restitución. Al respecto, hay que considerar que durante muchos años se ha insistido, con razón, en que los militares no deben ser los árbitros de la política, ya que ese papel corresponde a los Poderes Legislativo y Judicial.

Actualmente los militares están conscientes de que los otros Poderes del Estado están secuestrados, que Maduro es un usurpador no reconocido por las principales democracias del mundo; además, sufren en carne propia por la crisis económica y por la deficiencia de los servicios, y les preocupa el tráfico de drogas, la corrupción y la injerencia de Cuba, Rusia e Irán. Sin embargo, les inquieta la división que existe en la oposición, la escasa credibilidad de la población en los dirigentes y la posible falta de gobernabilidad en caso de que decidan intervenir. Según el Foro Penal, hay 239 presos políticos, de los cuales 130 son militares, y cientos están exiliados, víctimas de cierta indiferencia del sector político. ¿Será posible que muchos de nuestros dirigentes entiendan las causas que hacen dudar a los militares de intervenir para restablecer la Constitución?

Como(había) en botica:

En Colombia se pondrá a prueba la solidez de las instituciones para impedir cualquier abuso de Petro.

La destacada violinista venezolana Daniela Padrón sigue cosechando éxitos.

Lamentamos los fallecimientos de Idalia Vicuña Diaz, Graison Barrios y Naime Plaza, compañeros de Gente del Petróleo y de Unapetrol.

¡No más prisioneros políticos, ni exiliados!

eddiearamirez@hotmail.com

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Analítica.com

Editorial

Lamentablemente para nuestro hermano país, la irreflexiva desesperación de los que querían un cambio sin entender que podía ser peor que lo que había, y que los hombres providenciales no sólo no existen, sino que cuando algún oportunista asume esa función, lo que suele ocurrir es una acentuada involución en vez de una progresiva evolución.

El tiempo les hará ver, después de las mucha intencionadas descalificaciones, que el presidente Duque no era lo que se dijo de él y que obtuvo logros, tal vez no percibidos por la mayoría, que iban a enrumbar a Colombia hacia una evolución positiva que permitiría ir reduciendo progresivamente la desigualdad social, uniéndola a una modernización del país.

Al igual que Chávez, Petro será, muy probablemente otra versión nefasta del populismo que tanto daño le ha hecho a America Latina. De esos que, en su enorme ignorancia creen tener las claves para resolver en pocos años la miseria acumulada y paradójicamente lo que logran es más bien agravar la desigualdad, por la inviabilidad de sus utópicas reformas.

Esperemos que los colombianos no dejen que les destruyan las instituciones o que modifique la Constitución. Que no intente perpetuarse en el poder y que el daño que pueda causar sea reparable, después de los 4 años de su mandato presidencial, , no como en Venezuela.

Esperamos que su discurso inicial de amplitud y de reconciliación no sea mera retórica y que sepa, por el bien de Colombia, gerenciar la crisis que se le viene encima como consecuencia de la guerra en Ucrania. Poder sortearla va a requerir mucha habilidad y realismo y no solo discursos populistas cuya ejecución será insustentable.

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Fernando Mires

No voy a defender aquí a Angela Merkel, cuya biografía la defiende por sí sola. Voy a defender sí, su concepto de la política. Un concepto que a su vez define a la política como actividad existencial.

Entiendo por actividad existencial enfrentar a los hechos tal como se presentan sobre la superficie de la realidad. Por eso he sostenido en otras ocasiones que la política es actividad superficial, pero no en el sentido de que sea banal, sino porque su práctica tiene lugar sobre una superficie o base existente y no supuesta o imaginaria. Por lo tanto, al defender la existencialidad de «lo político», defiendo su condición ineludible y necesaria: la de su «presentabilidad».

La política tiene lugar en tiempo presente y por lo mismo es representación de hechos que emergen a la superficie desde un fondo oculto que no solo reside en el pasado temporal. Afinemos esta idea: No me refiero al presente de los filósofos ni al de los teólogos, a ese presente que según San Agustín no existiría jamás pues, si digo algo, al decirlo ya es pasado. Pero el futuro tampoco existe porque simplemente está en un futuro, de modo que el único tiempo existente sería el tiempo de Dios, el tiempo absoluto, el tiempo no relativo, el tiempo total.

Guiada por las confesiones de Agustín, Hannah Arendt logró afirmar que el presente surge de una conflagración entre las fuerzas de un pasado que ha dejado de existir y las de un futuro que todavía no existe. De esa conflagración aparece un hueco que es el tiempo situado en seres que están viviendo su tiempo. El presente político, por lo tanto, no es más que una convención formal que abarca al pasado inmediato y al futuro inmediato.

Para entendernos mejor, es el espacio determinado por la aparición de un acontecimiento o de una cadena de acontecimientos. De acuerdo a Hannah Arendt no es la historia la que determina a los acontecimientos sino los acontecimientos a la historia.

Para decirlo con un ejemplo muy cercano: desde el 24 de febrero, día de la invasión rusa a Ucrania, vivimos en medio de un presente determinado por la guerra de Rusia a Ucrania. Es en ese presente donde los diversos gobiernos occidentales interactúan y toman decisiones ya sea en conjunto, o simplemente a nivel nacional, para enfrentar al adversario común: la Rusia de Putin.

Angela Merkel y el pasado-presente

En el presente condicionado por ese acontecimiento llamado guerra, la ex canciller alemana Angela Merkel no es un actor político pues su poder de decisión es prácticamente nulo. No obstante Merkel, como representante de un poder simbólico, ha sido declarada por diversos políticos y medios de comunicación, responsable, algunos dicen culpable, de no haber sabido detener a tiempo a Putin en su proyecto imperial. Entre las diversas faltas que le enrostran hay tres que por reiteradas podemos considerar principales. Son las siguientes.

1.-No haber asumido una posición firme frente a las agresiones de Putin a Georgia durante el 2008.

2.- No haber endurecido las relaciones frente a Putin el 2014, cuando invadió militarmente a Crimea. Según algunos políticos antimerkelistas, incluyendo a algunos miembros del cuerpo diplomático ucraniano, si Merkel hubiese bregado por incorporar de inmediato a Ucrania en la OTAN, la invasión de Rusia a Ucrania no habría tenido lugar. (¿Cómo lo saben?, no lo sé)

3.-Haber convertido a Alemania en una nación energéticamente dependiente (gas y petróleo) de un agresivo imperio antioccidental.

Vamos punto por punto. Durante la guerra a Georgia en 2008 era difícil, no solo para Alemania, sino para toda Europa tomar posiciones ya que allí estaban involucrados diversos problemas que provenían del pasado soviético y aún más allá. No debemos olvidar que el centro de la política en Alemania y en Europa estaba lejos de estar puesto en los problemas de Rusia con su periferia. 2008 fue, además, el año de una gran crisis financiera, comparable solo con la crisis económica de 1929.

Enfrentar a una crisis mundial, la quiebra masiva de empresas, y estimular planes de ahorro con las naciones más pobres de la UE, no eran las mejores condiciones para implementar un programa de confrontación con la Rusia de Putin.

En cuanto la invasión de Rusia a Crimea (2014) hay que subrayar que esta fue saludada por una enorme cantidad de habitantes de Crimea que consideraban a su «nación» como parte de Rusia. ¿Pero no era también esa invasión una amenaza potencial a Ucrania? dirán los geoestrategas. Correcto, pero la pregunta pertinente es, ¿a qué Ucrania? La Ucrania del 2014 –esto es decisivo para entender la política internacional de Merkel- no era la Ucrania del 2022. Por despejar dudas, hagamos un poco de historia.

¿Cúal Ucrania?

Ucrania es hija directa del desmembramiento de la URSS durante los gobiernos de Gorbachov y Yelsin. Nació como nación independiente el año 1991, cuando Leonid Kravchuk, líder de la república soviética de Ucrania, declaró la independencia de Moscú. En 1994 asumió el gobierno Leonid Kuchma, de tendencias occidentalistas. En 1999 Kuschma se hace reelegir en elecciones fraudulentas. El 2004 asume el prorruso Viktor Yanukovich, también en elecciones marcadas por el fraude y manipuladas desde Moscú. Como respuesta ciudadana surge la Revolución Naranja que obligó a repetir las elecciones, siendo elegido esta vez el prooccidental Viktor Yuschenko (2005). Pero pronto sería desatada una lucha interna entre los partidarios de Yuschenko y los de la líder populista Yulia Timochenko.

En medio de ese desbande la OTAN hace la promesa de que un día Ucrania podría entrar a la OTAN. Naturalmente «ese día» debería aparecer cuando Ucrania solucionara su problema de gobernabilidad, algo que todavía estaba muy lejos de ocurrir. Así fue como la indisciplina y corrupción del bando antirruso creó las condiciones para que regresara al poder el prorruso Yanukovich quien en las elecciones del 2010 derrotó ampliamente a Timochenko, acusada de corrupción.

El gobierno Yanukovich, acatando una orden de Putin, rompió relaciones con la UE. Acto seguido, el dictador ruso invade sorpresivamente a Crimea. En abril del 2014 los separatistas prorrusos se apoderan, con ayuda militar de Moscú, de la región del Donbás. En el resto de Ucrania crece la oposición en contra de Rusia. Bajo esas condiciones, en mayo del 2014 asume el empresario proocidental Petro Porochenko cuyo gobierno acompañó su posición antirusa con la más desmedida corrupción. En abril del 2019 el actor y abogado Volodimir Zelenski –prooccidental aunque no radicalmente antirruso– obtuvo la victoria electoral con una impresionante votación (70%) gracias a haber levantado un programa en contra de la corrupción y ofrecer su mediación en la guerra contra los separatistas del Donbás.

Hemos hecho este recuento con el objetivo de hacer una pregunta: ¿por esa Ucrania convulsa, políticamente inestable, iba a iniciar la UE y el gobierno Merkel, una campaña para incorporarla a la UE y a la OTAN? Haberlo hecho habría sido una locura. La UE como la OTAN han intentado siempre incorporar a naciones, si no democráticas, por lo menos políticamente bien constituidas. Ese estaba lejos de ser el caso de Ucrania.

La estabilización política nacional de Ucrania comenzó recién a configurarse bajo el gobierno de Zelenski. Antes de Zelenski, Ucrania era una nación, digamos así, en formación. De ahí que gane o pierda la guerra en contra de Rusia, Zelenski pasará a la historia como el fundador de la Ucrania política.

Muy mala gobernante habría sido Merkel si hubiera bregado por incorporar a la UE a una nación políticamente desmembrada, a una que, en cualquier momento, incluso por vía electoral, podía llevar nuevamente al bando de los prorusos al poder.

La dependencia energética

La tercera acusación a Merkel, relativa a la hipoteca contraída por la dependencia energética de Alemania con respecto a la Rusia de Putin, pareciera, a primera vista, estar mejor fundada. Evidentemente, una nación democrática no debería poner en juego su soberanía política al hacerse económica o energéticamente dependiente de una potencia autocrática. Es cierto que los acuerdos con Rusia, sobre todo los referentes a las importaciones de gas, precedieron al gobierno de Merkel, pero fue bajo su administración cuando lograron extraordinario vigor. A la luz de los acontecimientos actuales dicha dependencia es hoy vista como un enorme error estratégico.

Naturalmente, si Merkel hubiera sabido lo que iba a ocurrir el 24 de febrero del 2022 nunca habrá permitido que bajo su gobierno tuviera lugar una dependencia tan estrecha con la Rusia de Putin. El problema es que no había como saberlo. Por supuesto, nunca Merkel tuvo plena confianza en Putin a quién jamás consideró un demócrata. Pero de ahí a creer que Putin era lo que efectivamente demostró ser, un tirano arcaico poseído por fantasías meta-históricas, hay un largo trecho. Incluso el historiador polaco Adam Michnik, conocedor personal de Putin, confesó en una entrevista que nunca creyó que Putin fuera capaz de invadir a Ucrania, o por lo menos no del modo como lo hizo.

Probablemente Merkel, como la mayoría de los gobernantes europeos (sí, la mayoría) pensó que la dependencia energética con respecto a Rusia era un riesgo. Pero según su percepción había que correr ese riesgo. La razón es simple: como proveedor, Rusia aseguraba la dependencia de naciones occidentales pero a la vez ligaba su economía a esas naciones. Todo vendedor al fin necesita un comprador y Europa, sobre todo Alemania, era y es un muy buen comprador. En breve, nadie pensó, simplemente porque era impensable, que Putin, siguiendo el mandato de sus alucinaciones, iba a arruinar la economía de Rusia en una guerra tan absurda como criminal. «Rusia nos amarra pero nosotros amarramos a Rusia», parecía ser el pensamiento predominante en la Alemania de preguerra. No muy infundado, hay que decirlo.

Fue el barón de Montesquieu quien hace muchos años formuló la teoría del «dulce comercio». Según esa teoría el comercio entre naciones suaviza las costumbres, vuelve corteses a los políticos brutales y permite allanar los caminos que conducen a la paz. Karl Marx se burlaría de las teorías de Montesquieu. Pero el mismo Marx no pudo negar un hecho objetivo, y es el siguiente: la diplomacia nació del comercio. Digamos la tesis completa: así como la política nació de la guerra (en ese sentido toda guerra sería una regresión prepolítica) la diplomacia nació del comercio.

La idea de una interdependencia más que de una dependencia entre Rusia y Occidente parecía ser atractiva a muchos políticos occidentales. En cierto modo fue asumida como la continuación de la diplomacia comercial mantenida entre el bloque comunista y la Europa democrática durante la Guerra Fría. Basta recordar que la teoría de la convergencia de los dos bloques fue defendida en Alemania por gobernantes de la talla de Willy Brandt, Helmut Schmidt, e incluso Helmut Kohl. Angela Merkel no hizo más que seguir la ruta señalada por sus predecesores, pero esta vez con la Rusia de Putin en lugar de la URSS.

Como conocedora de la historia europea sabía, además, que en Rusia siempre han convivido dos almas: un alma occidental y un alma asiática y despótica.

Toda la gran literatura rusa, desde Dostoyevski y Tolstoy, Gogol y Turgeniev, tiene como tema central la coexistencia conflictiva de esas dos almas. Desde el punto de vista psicopolítico parecía ser adecuado entonces estimular el alma occidental de Rusia, lo que solo sería posible con un acercamiento diplomático y comercial y no con amenazas militares. ¿Cuándo Putin dejó de seguir a su alma occidental y comenzó a escuchar las voces de su alma asiática o despótica? Eso no lo podemos saber. Merkel tampoco. Nadie.

Angela Merkel no es una política futurista. En general los gobernantes democráticos no lo han sido. Es difícil que lo sean. La mayoría son elegidos por uno o dos periodos, y en las democracias parlamentarias, si sobrepasan ese tiempo –es el caso de Merkel– están sujetos a coaliciones programáticas. La mayoría de los dictadores, en cambio, sí son futuristas. En su enfermiza imaginación piensan que fueron llamados al poder para cumplir una misión histórica.

Hitler, Stalin, Mao, Castro, fueron futuristas. Putin también lo es. El dictador ruso cree que su misión es reconstruir el imperio como poder rector de una Eurasia unida (Putin ha llegado a compararse a sí mismo con Pedro el Grande). Merkel en cambio es, como la mayoría de sus colegas occidentales, presentista. Conoce el tiempo limitado de la política e intuye que el futuro no lo puede conocer ni prefijar nadie. Tal vez por eso pensó que Putin era en el fondo un ser racional. No haber advertido lo que no advirtió nadie, fue su gran error.

Merkel fue la canciller de un país en tiempos de paz y actuó consecuentemente con las condiciones que en ese tiempo imperaban. Ahora estamos en tiempos de guerra, y a pesar de no ser política activa Merkel no ha dudado un segundo en ponerse al lado de los gobiernos que apoyan militarmente a Ucrania. En su última entrevista captó la esencia del problema. Dijo: «Ucrania es un rehén político que Putin usa para dañar a todo Occidente». Eso no lo han dicho ni Macron ni Scholz.

Cada tiempo tiene su tiempo, está escrito en el Eclesiastés. Hay efectivamente un tiempo para la paz y un tiempo para la guerra (Eclesiastés 3:8 PDT). Hay también políticos que actúan en tiempos de guerra como si estuviéramos en paz y dedican su tiempo a llamar por teléfono a Putin con el ingenuo propósito de calmar sus ambiciones imperiales.

Merkel no lo habría hecho. Así como asumió la crisis financiera mundial del 2008, así como asumió la crisis de refugiados del 2015, así como asumió la crisis pandémica del 2020, con la misma intensidad habría asumido la crisis provocada por esa guerra todavía no mundial que comenzó el 2022.

Nadie sabe cómo terminará esta atroz guerra que estamos presenciando, ni mucho menos cuáles serán sus consecuencias. Y es comprensible que así sea. El futuro es y será siempre un vacío.

Fernando Mires es (Prof. Dr.), Historiador y Cientista Político, Escritor, con incursiones en literatura, filosofía y fútbol. Fundador de la revista POLIS, Político,

 11 min


Carlos Raúl Hernández

“Le seguimos pagando a Putin por la energía para que no consiga recursos en otras partes”. No lo dice Cantinflas, sino nada menos que de la Presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von Der Leyen. Es como si Hans fuera feliz porque su mujer se acuesta con el chofer, “y no tiene que buscar sexo fuera del hogar”. 1. La irresponsabilidad de los dirigentes democráticos europeos y norteamericanos, no registra empacho en lanzar Ucrania a la debacle como carambola para destruir la economía rusa, pero por los resultados ha sido un error gravísimo, infantil. Identificar a Putin con Hitler y presentar la guerra una “cruzada por los valores occidente” no salvará a Ucrania, y quien pierde no es Putin sino esta y las democracias occidentales. Putin llega al poder en el año 2000, Europa -EEUU lo ven como “un KGV”, y él intenta convencerlos de que es un aliado occidental, elegante, glamoroso, aeróbico, decidido. Como pruebas de lealtad, en 2001 y 2003 Putin apoya las invasiones a Afganistán (350 mil bajas) e Irak (850 mil bajas; mientras, según ONU, en Ucrania van 4000 víctimas) y facilita el uso de sus bases militares en Bielorusia, Armenia, Azerbaiyán, Kazajistán, Kirguistán. 2. Las potencias lo menospreciaron y, por el contrario, durante veinte años lo acorralan, incorporando a la OTAN países del área de influencia rusa, contra las más elementales nociones de geopolítica, sumidos en el error de que unipolaridad mundial a la caída del comunismo, era irreversible. Violentan los mandamientos uno y dos de la diplomacia de Kissinger, que mantuvo el equilibrio mundial desde los años 70 hasta hoy: “no permitirás que se conforme un bloque entre China y Rusia” y “Ucrania no debe ser de la OTAN sino neutral” (para algún cagatintas de medio pelo, Kissinger debe ser “putinista” encubierto). Desde 1990 hubo negociaciones entre Rusia y EEUU para que OTAN no se ampliara más allá de la Alemania Unificada. A pesar de eso, en 1999, incorporan Hungría, Polonia y República Checa. En 2004, Rumania, Estonia, Lituania, Letonia, Eslovaquia, Eslovenia, Bulgaria; en 2009, Albania y Croacia, y en 2017, Georgia, Macedonia, Bosnia y Herzegovina, con lo que OTAN llega cerca del pescuezo ruso. 3. Desmantelada la Unión Soviética porqué se mantiene y fortalece una organización creada contra ella, y para Rusia es una ruda amenaza. Un ejército de plañideros, tontos de diploma, y unos que no lo son y se valen de los aquellos, argumentan que el principio de soberanía permite que cada nación haga lo que le da la gana, y desconocen que soberanía y geopolítica tienen relaciones íntimas pero peligrosas que los adultos deben conocer. Fidel Castro en 1962 comprobó esos límites cuando los soviéticos sacaron, desmontaron las ojivas atómicas de Cuba sin siquiera informarle. Noriega, superhombre en Panamá y terminó sus años preso en Miami. La incapacidad para medir el coeficiente soberanía-geopolítica perdió a Saddam Husein, a Muamar Gadafy y muchos otros. La asociación es lineal: ni EEUU podría aceptar bases en Cuba, México o Canadá, ni Rusia en su frontera ucraniana. Hay quienes no disciernen los hechos y tampoco entienden las explicaciones. 4. Un plan mentalmente mermado, porque Ucrania no puede ganar y perderá más de lo imaginable. Putin pedía que Ucrania no entrara en OTAN y ni siquiera reconocía a los prorusos que declararon repúblicas en el Dombas. Pero después del infinito error va a obtener inmensamente más de sus peticiones anteriores y si la guerra se prolonga demasiado Ucrania puede convertirse en un recuerdo, por obra de sus defensores y la novatada de Zelensky. Rusia desplegó en diciembre pasado tropas en la frontera para enseñar las garras y exigir que Ucrania no entrara a la OTAN, como recomendaba Kissinger en 2014 y cualquiera que tuviera un poco de sentido de la realidad, uso de razón. Hasta ahora no ha utilizado su letal aviación ni los aterradores misiles hipersónicos, que acabarían el conflicto rápidamente a costa de una mortandad masiva de civiles. Al contrario de lo planeado, la guerra favorece a Rusia, descompone la economía mundial y la inflación en EEUU y Europa alcanza los puntos más altos en cuarenta años, lo que afectará gravemente a sus gobiernos. Hay alarma en los organismos internacionales por actual escasez y previsible crisis de alimentos en Àfrica. 5. El barril de petróleo podría llegar a 300 dólares, según calificadoras de riesgo, el metro cúbico de gas se dispara en 40 y 50%, y la economía rusa, el rublo, se fortalece mientras los aliados sufren problemas insolubles. Europa no puede embargar la energía rusa porque paraliza la sociedad. Rusia y Ucrania son los mayores productores mundiales de trigo, es decir, el pan nuestro de cada día, y hoy están bajo control de Putin, y se anuncia que en un par de meses los ucranianos tendrían que quemar las cosechas podridas en los silos. Van 4000 víctimas certificadas por la ONU, no porque Putin tenga buen corazón, sino porque cuida políticamente en lo posible su guerra, cuyos efectos perversos se devuelven contra los gobiernos occidentales Europa. La irresponsabilidad colocó en sus manos la palanca del mercado de alimentos (además petróleo y gas). Si esta es una guerra en defensa de las instituciones democráticas, se disimula muy bien. @CarlosRaulHer

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Semana

Después de la jornada electoral de este domingo 19 de junio, el líder del Pacto Histórico, Gustavo Petro, se pronunció desde el Movistar Arena tras conocer los resultados que definen que él será posesionado en agosto 7 como el próximo presidente de la República de Colombia.

El político comenzó agradeciendo a los asistentes en el lugar. “Es historia lo que estamos escribiendo en este momento, una historia nueva para Colombia, para América Latina, para el mundo”, afirmó.

“Lo que viene es un cambio de verdad, un cambio real. En ello comprometemos la existencia la vida misma, no vamos a traicionar a ese electorado que lo que le ha gritado al país es que a partir de hoy Colombia cambia, Colombia es otra. Un cambio real que nos conduce a algunos de los planteamientos que habíamos hecho en estas plazas públicas: la política del amor”, añadió.

“No es un cambio para vengarnos, no es un cambio para construir más odios, no es un cambio para profundizar el sectarismo en la sociedad colombiana [...]. El cambio consiste precisamente en dejar los sectarismos atrás. Las elecciones, más o menos, mostraron dos Colombias, cercanas en términos de votos. Nosotros queremos que Colombia en medio de su diversidad, sea una Colombia, no dos Colombias”.

“El cambio también significa la bienvenida a la esperanza, la posibilidad de abrir un futuro; el cambio significa abrir las oportunidades para todos y todas las colombianas en la esperanza; el cambio significa que esa esperanza pueda llenar todos los rincones del territorio nacional, que la esperanza reine en el corazón; el cambio significa que llegó el Gobierno de la esperanza”, continuó.

Después de agradecer nuevamente a los votantes, a su familia y a su vicepresidenta, Gustavo Petro afirmó: “yo le solicitó al fiscal general de la Nación que libere a nuestra juventud. Liberen a los jóvenes. Yo le solicito a la procuradora general de la Nación que restituya en sus puestos a los alcaldes de elección popular”.

Al lado de Antanas Mockus, Petro afirmó: “¿Qué significa poder hacer la paz? Significa que los 10 millones y pico de Rodolfo Hernández son bienvenidos en este Gobierno; significa que Rodolfo Hernández, que hizo una campaña interesante, puede dialogar con nosotros cuando quiera”.

“Sobre la base de los diálogos regionales poder construir las reformas que necesita Colombia para poder convivir en paz. No es extraño que en esos 11 millones de votos que nos han dado el triunfo, la mayoría sean de jóvenes y de mujeres. Una marea juvenil decidió hoy tomarse las urnas. Una marea femenina decidió hoy tomarse las urnas”.

Después de continuar su discurso enfocado en la paz y la justicia social, indicó que su Gobierno desarrollará “el capitalismo en Colombia. No porque lo adoremos, sino porque tenemos primero que superar la premodernidad en Colombia, el feudalismo en Colombia. Los nuevos esclavismos, la nueva esclavitud. Tenemos que superar mentalidad ligadas a ese mundo de siervos [...]. Tenemos que construir una democracia”.

En medio de las palabras de Petro, al escenario llegó una mujer con la foto de un joven, quien tomó la palabra y afirmó: “en nombre de mi hijo Dilan, que es una víctima más de este país, en nombre de todas las víctimas de los falsos positivos [...], alzo mi voz por mi hijo, porque exijo justicia y le doy la bienvenida, presidente, en usted está la esperanza de todos nosotros”.

Más adelante, el nuevo mandatario continuó afirmando que desea sea líder en la lucha contra el cambio climático y del ingreso del país a las energías limpias. También indicó que ha recibido llamadas de casi todos los gobernantes de América Latina, con los que planea hacer acuerdos en materia ambiental.

“Le propongo al gobierno de los Estados Unidos y a todos los gobiernos de América, sentarnos a dialogar para acelerar los pasos de la transición energética, los pasos de la construcción de una economía descarbonizada, los pasos de la construcción de una economía de la vida”, afirmó el presidente electo.

Finalmente, Gustavo Petro indicó que se había soñado con este momento en varias ocasiones y pronunció una frase por la que ha sido reconocido durante su campaña: “Me llamo Gustavo Petro y soy su presidente. Los quiero mucho”.

Petro, según los resultados de la Registraduría Nacional del Estado Civil, hasta el momento, obtuvo el 50,46 % de los votos con más de 11 millones 200 mil, mientras que Rodolfo Hernández obtuvo el 47,29 %, con más de 10 millones 500 mil votos.

La cifra mencionada de Petro no se acerca ni siquiera a los votos obtenidos por él en la segunda vuelta de 2018, cuando obtuvo 8′040.449, quedando, como es claro, en el segundo puesto, por debajo del hoy presidente de la República, Iván Duque.

Quien fue candidato del Pacto Histórico es un político curtido, de izquierda, exmilitante de la guerrilla del M-19, con tres campañas presidenciales encima. Ha tenido una larga carrera como congresista y también fue alcalde de Bogotá. Entre sus propuestas está sacar adelante una reforma tributaria de unos 50 billones de pesos.

El presidente electo asegura que esa dura carga tributaria recaería sobre las 4.000 personas más adineradas del país. Algunos economistas consideran que una reforma tan drástica podría afectar negativamente la inversión extranjera, generar una estampida de empresarios hacia otros países, golpear la empresa privada y aumentar el desempleo.

Entre otras de las propuestas principales del líder del Pacto Histórico están la democratización y facilidad en el acceso a los créditos; fomentar la educación rural y la formación ciudadana; fortalecer la ciencia y la tecnología; empoderar la economía popular a través de la recuperación de 60.000 empresas, que según él, han quebrado, entre otras.

Petro, al llegar a la Presidencia de la República, también planea realizar un plan de choque para frenar la crisis económica y sanitaria; generar empleos productivos y decentes; asegurar la transición energética, desactivando el modelo extractivista; y reformar el sistema pensional.

Con respecto a este último punto, el modelo que Petro defiende es el mismo que fracasó en Argentina. Por esa razón, los fondos privados de pensiones lanzaron una alerta en medio del debate político argumentando que ningún Gobierno puede disponer de los 350 billones de pesos del ahorro pensional. De ser así, estaría en riesgo el futuro de las mesadas de los adultos mayores y la pensión de los jóvenes.

Cabe resaltar que, en medio de la contienda electoral, el presidente electo enfrentó un escándalo político derivado de los llamados ‘petrovideos’. En ellos se muestra que en el Pacto Histórico hubo una estrategia de guerra sucia y otras prácticas reprochables contra candidatos, activistas, mujeres y hasta medios de comunicación como SEMANA.

Roy Barreras fue uno de los protagonistas, quien reconoció que sabía de las visitas a los extraditables y habló de una supuesta financiación de Supergiros. También generó escándalo la financiación de Christian Daes a Petro, quien aclaró que solo le pagaba a Nany Pardo.

El último gran escándalo se generó por las declaraciones de Verónica Alcocer, esposa de Petro, quien dijo sobre las periodistas del país: “A todas les va bien, todas entran de reporteras y terminan en el mismo canal casándose con los dueños, pa’ eso entran ahí, ¿pa’ qué crees?”. Ante la oleada de críticas, Alcocer tuvo que excusarse públicamente.

Semana

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Anaisa Rodríguez.

El pasado lunes 23 de mayo, la Plataforma Unitaria, de la mano del secretario general Omar Barboza, comenzó el proceso de consulta para definir la fecha y el mecanismo para escoger al candidato presidencial opositor, de cara a las elecciones presidenciales que -según la Constitución- deberían ser a finales de 2024.

Tras años de una política abstencionista, los principales partidos opositores se lanzan al camino electoral, y exigen condiciones, pero también actúa sin perder tiempo considerando que el chavismo podría adelantar las elecciones.

En esta situación comenzó la discusión y también comenzaron a hablar las encuestas y quienes son, al menos inicialmente, los posibles candidatos.

Que si sí, que si no, que si así sí o así no: La variopinta oposición

La Plataforma Unitaria es el resultado de la «refundación» de la coalición opositora que busca aglutinar a dirigentes políticos alejados del G4, así como sectores de la sociedad civil como el Foro Cívico. Todo enmarcado en la reanudación del diálogo que inició en México, que fue pausado tras la extradición a EEUU del presunto testaferro de Nicolás Maduro, el colombiano Álex Saab.

Pero mientras el diálogo no termina de arrancar, las discusiones sobre si participar o no, y sobre el mecanismo de escogencia, no paran.

Algunos dicen que no deberían participar figuras que se apropiaron de tarjetas y símbolos de AD, PJ Y VP, los llamados «alacranes»: José Brito, Luis Parra, Bernabé Gutiérrez y José Gregorio Noriega. Otros, como Henrique Capriles, han manifestado que este proceso debe estar abierto a todos, incluyendo «gatos y leones».

Otros plantean una primaria con segunda vuelta.

Para otros, el proceso de primarias no debe estar manejado por el «cogoyo del G4», como dijo Antonio Ecarri hace unas semanas. Y para la líder de Vente Venezuela, MCM, este proceso no debe estar ligado al CNE porque este responde al régimen de Maduro.

¿Qué dice Datanálisis?

Datanálisis afirma que el soporte popular de los líderes de oposición está por debajo de 20% y el interés que tienen los venezolanos en la política está «por el subsuelo».

En contacto telefónico con ND, el presidente de la firma, Luis Vicente León, comentó que los liderazgos en términos generales están muy deteriorados y que un reto muy importante es rescatar la popularidad y mover la atención de la gente.

«El venezolano está más preocupado hoy en vivir y trabajar, que pendiente de las ofertas políticas», asegura.

«No hay líder individual relevante. Nadie genera esperanzas ni conexiones relevantes. Sus apoyos son muy limitados. Por supuesto que una selección unitaria (primarias o consensos) podría mejorar la posición de algún líder pero hay que esperar para verlo. Por ahora, todo es bien frío».

Pero más allá de las declaraciones, durante las últimas semanas han comenzado a circular las primeras tendencias o resultados sobre quiénes podrían ser los candidatos por cada partido.

Delphos, Datincorp y Ettiko Group

Las tres encuestadoras han comenzado a evaluar posibles candidatos. Quienes tendrían mayor aceptación en este momento inicial son (sin orden de importancia): Carlos Prosperi (AD), Freddy Superlano (VP), Juan Guaidó (VP), Carlos Ocariz (PJ), Henrique Capriles (PJ), Manuel Rosales (UNT), Antonio Ecarri (Alianza Lápiz), María Corina Machado (Vente Venezuela), David Uzcátegui (FV), y Delsa Solórzano (EC)

ND tuvo acceso a varias de ellas y las expone a continuación:

Delphos

El estudio nacional titulado «Coyuntura política nacional», realizó del 11 al 16 de mayo, 1.200 encuestas a través de «entrevistas directas en hogares». El 41,6% de los entrevistados dijo que la situación general del país es «regular hacia buena», pero que debe haber un cambio político.

46,5% manifestó que el país debería estar en manos de la oposición, frente a 20.5% en manos del chavismo. Al ser consultados sobre su disposición a votar en primarias opositoras, 50,3% dijo que sí votaría, 36,4% no votaría y 13,3% no sabe.

Según Delphos, 33,8% de los consultados no votaría por ningún líder opositor, mientras que Manuel Rosales ocupa el primer lugar de intención de votos con 12,1%; le sigue Henrique Capriles con 12,5% y María Corina Machado con 8.7%.

Datincorp

También en mayo, pero para el 29, Datincorp -Jesús Seguías- llevó a cabo el estudio al que tituló «Así piensan los venezolanos»: con 1.200 electores entrevistados, un error muestral de 2,83% y un nivel de confianza del 95%. «Las entrevistas se realizaron estrictamente en hogares, en forma directa y personal, clasificando a los entrevistados por tipo de vivienda, edad y género. La supervisión fue 100% en campo», suscribe el documento en PDF al que accedió ND.

Uno de los resultados más llamativos es que 63% de los consultados manifestó que el presidente de 2024 no debe ser ni del chavismo ni de la oposición, lo que da fuerza a la tesis de que debe surgir un outsider. Y que 45% está «totalmente decidido a votar en las primarias».

¿Quién de los siguientes líderes políticos le genera mayor confianza para dirigir al país a partir de 2024?

– Manuel Rosales 8,85% (106 personas)

– María Corina Machado 8,68% (104 personas)

– Henrique Capriles 3,76% (45 personas)

*Ninguno 40,15% (481 personas).

Ettiko Group

En fecha más reciente -entre 6 y 10 de junio-, la empresa Ettiko Group realizó una encuesta de opinión a través de Instagram que arrojó ideas más precisas, sobre cuál sería el candidato por PJ, VP, AD y partidos minoritarios.

ND tuvo acceso al primer informe que busca indagar la opinión pública del electorado en torno a unas posibles primarias que darán un candidato unitario que se enfrentará al candidato chavista en 2024. Ettiko evalúo una muestra de 1.945 votantes, mayores de edad, de ambos sexos y en su mayoría residenciados en Caracas.

El instrumento reveló que estos serían los candidatos por partido con mayor aceptación:

Primero Justicia: Carlos Ocariz lidera el sondeo con 49,5% del total de votos, le sigue Henrique Capriles con 36% y en tercer lugar, Juan Pablo Guanipa con 15% del total de participación.

«Cerca de 200 personas, lo que representa 10% de la participación, enviaron mensajes privados asegurando que no quieren votar por ninguno de esos candidatos porque no les generan confianza», añade.

Voluntad Popular: en primer lugar está Freddy Superlano, el dirigente de Barinas que desplazó al chavismo el 21N, pero que fue «inhabilitado» posterior a su triunfo electoral, tiene 35% de la participación total; le sigue Juan Guaidó con 32% y el representante del gobierno interino en EEUU, Carlos Vecchio con 17%.

Acción Democrática: el partido más longevo del país, ha perdido popularidad durante los últimos años y su tarjeta y símbolos fueron secuestradas por el TSJ que se las entregó a Bernabé Gutiérrez. Para los encuestados, el militante que debería representar a la tolda blanca es Caros Prosperi con 40%, le sigue Edgar Zambrano con 25% y Henry Ramos Allup con 20%.

Fuerza Vecinal: este 26 de junio, FV cumplirá su primer aniversario, pero en las regionales logró varios alcaldes y concejales a nivel nacional. Según los datos recogidos por Ettiko Group, es David Uzcátegui quien cuenta con 51% del apoyo de los participantes, seguido por el alcalde del Hatillo, Elías Sayegh con 44%, y el alcalde de Chacao, Gustavo Duque solo obtuvo 5% en una semana donde fue muy criticado por la detención de dirigentes juveniles de Voluntad Popular en las calles del municipio mirandino.

Partidos pequeños: Antonio Ecarri 38%, MCM 31% y Delsa Solórzano 31%.

«Porcentajes similares, baja participación y un elevado número de participantes exigiendo incorporar a esta encuesta la opción de ninguno, fue lo que ocurrió en este apartado, lo que refleja la baja aceptación que tienen estos tres dirigentes políticos», acotan.

17 de junio 2022

Noticiero Digital

https://www.noticierodigital.com/2022/06/encuestas-diez-precandidatos-pa...

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