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Opinión

Paulina Gamus

Hace años era muy popular un chiste en el que la manera para que un país económicamente deprimido lograra su recuperación, era declararle la guerra a los Estados Unidos de Norte América. Evidentemente la perderían y entonces los EEUU procederían a ayudar al país vencido y a levantar su economía. El chiste consistía en que el interlocutor preguntaba ¿Y si ganamos? El convencimiento general de ese proceder estadounidense estaba basado en el llamado Plan Marshall (European Recovery Program) que el país del Norte puso en práctica entre los años 1948 y 1952.

Su más entusiasta impulsor fue el General George Marshall, uno de los más destacados oficiales norteamericanos en la Segunda Guerra mundial y Secretario de Estado durante el gobierno de Harry Truman. El propósito fue ayudar a los países devastados por la guerra, incluidos aquellos que habían formado parte del Eje (Alemania e Italia) o colaboracionistas como Francia.

Las ayudas fueron, en millones de dólares: 1.316 Inglaterra, 1.085 Francia, 510 Alemania occidental y 594 Italia. A los economistas correspondería calcular cuánto serían esas cantidades trasladadas a 2022. Si uno se pregunta sobre la animadversión legendaria de los franceses contra los Estados Unidos, recuerda aquella frase: «no sé porque fulano me odia tanto si nunca le hice un favor».

El Plan Marshall inspiró dos clásicos del cine de humor: «Bienvenido Mr. Marshall», del español Luis García Berlanga (1953). La trama se desarrolla en el pequeño pueblo castellano Villar del Río. El alcalde y los habitantes, enterados de que Mr. Marshall va de visita a España y pasará por su pueblo, deciden organizarle un recibimiento con todos los ingredientes del folclore y de la cocina española. El objetivo, obtener la ayuda norteamericana en aquellos años tan aciagos del franquismo pos guerra civil. La caravana de Mr. Marshall pasa por Villar del Rio pero a más de 100 Kms por hora y todo el pueblo queda con los crespos hechos.

La otra gran película «Rugido de Ratón» es de 1959, inglesa y dirigida por Jack Arnold. La trama se inicia en el Ducado de Grand Fenwick , un minúsculo (e imaginario) país europeo cuya única fuente de ingresos es la exportación de su famoso vino pinot. Pero una empresa californiana inventa una copia, llamada «Pinot Grand Enwick», toda la economía del Ducado colapsa. La duquesa Gloria (Peter Sellers) convoca a una sesión del parlamento, donde el primer ministro Rupert Mountjoy (Peter Sellers) señala que todo país que haya declarado la guerra a Estados Unidos recibe después grandes ayudas materiales, por lo que propone declarar la guerra, enviando al Mariscal de Campo Tully Bascombe (Peter Sellers) con 23 hombres del ejército medieval de Grand Fenwick, a invadir Estados Unidos. Desembarcan en Nueva York y por allí sigue el hilarante argumento.

He recordado ambas películas con motivo de la sorprendente visita (al menos para los ciudadanos comunes y corrientes) de una misión de alto nivel del odiado Imperio para entrevistarse con el no menos odiado presidente írrito Nicolás Maduro. Vinieron James Story, embajador en Venezuela con sede en Bogotá; Juan González, asistente especial de la Casa Blanca para asuntos del Hemisferio Occidental; y Roger Carstens, el enviado presidencial especial de Estados Unidos para asuntos de rehenes.

Uno de los temas centrales fue la liberación de trece norteamericanos presos en Venezuela por distintos motivos. El otro, la posibilidad de que Pdvsa vuelva a ser un suplidor de petróleo para EEUU. Por supuesto con todas las complicaciones que significa reactivar una empresa y toda su infraestructura, destruida por décadas de abandono, impericia y corrupción. El efecto inmediato fue la liberación de dos de los ejecutivos de Citgo y el anuncio de Maduro de que reanudarán –con otro esquema– las negociaciones en México.

El primer chillido de indignación fue del senador (republicano) por Florida, Marco Rubio, con anatemas contra el gobierno (demócrata) de Joe Biden por ceder ante la dictadura de Maduro. A esa voz se han unido y se unirán otras de la oposición recalcitrante cuyo argumento es que todo acercamiento al régimen es una traición.

Son los mismos que han considerado que el proceso de negociaciones en México ha sido no solo ceder ante la dictadura sino también inútil.

Vuelvo al Plan Marshall porque, mutatis mutandis, Venezuela es un país devastado, no por una guerra pero si por el paso rasante del Atila que han significado veintidós años de chavismo-madurismo. Las sanciones que los Estados Unidos han aplicado contra Venezuela le han hecho cosquillas al régimen que se las ha arreglado para burlarlas y las ha usado para justificar su política hambreadora del pueblo.

Los verdaderos afectados hemos sido los venezolanos del común. Por supuesto que levantarlas debería tener una contrapartida: liberación de los presos políticos, cese de la represión contra los medios de comunicación y elecciones libres y transparentes en 2024. Las reanudación de negociaciones en México tienen que centrarse en estos temas ineludibles. Pero, aunque no produzca efectos inmediatos, el solo hecho de quitarnos de encima la sumisión al carnicero de Ucrania, Vladimir Putin, hace que el objetivo de la misión norteamericana merezca un voto de confianza.

Paulina Gamus es abogada, parlamentaria de la democracia.

Twitter: @Paugamus

 4 min


Ismael Pérez Vigil

Hay cosas de las que es necesario hablar a pesar de que algunas personas no les gusta que se las mencionen. Son temas delicados, dada la polarización política extrema en la que nos desenvolvemos y que ahora también exacerba la visión que tenemos de la política norteamericana.

Al observar la discusión política de esta última semana me viene a la mente una pregunta: ¿Cómo se resolvían las cosas en la “otra” Venezuela? La pregunta no es capciosa, porque aquí hubo otra Venezuela, una Venezuela que probablemente no conocen los menores de 30 años −más del 26% de la población−, que solo han vivido en el bochornoso régimen de oprobio que se instaló en el país desde 1999.

En esa otra Venezuela vivíamos bajo un régimen democrático – imperfecto, pero democrático. Y había las instituciones propias de un régimen democrático; había división de poderes, con un poder ejecutivo encabezado por el Presidente de la República y su gabinete de ministros; había un poder legislativo con un Congreso de dos Cámaras, en donde había control político del gobierno, debates y discusiones políticas sobre todos los aspectos de la vida nacional. Había un poder judicial encabezado por una Corte Suprema de Justicia en donde se controlaba la justicia del país y se tomaban decisiones que algunas veces afectaban a los demás poderes; por ejemplo, se enjuició y propició el allanamiento de la inmunidad parlamentaria a algunos diputados y senadores, e incluso se llegó a tomar la decisión de enjuiciar a un Presidente de la República en ejercicio y se precipitó su renuncia al cargo.

Es decir, existía un régimen imperfecto, que en lo económico trataba de garantizar igualdad de oportunidades y en lo político ofrecía la posibilidad de luchar y alcanzar el poder, desde cualquier posición u opción, como se vio en la alternabilidad de la presidencia y hasta en el triunfo de quien llegó amenazando con destruir todo −y lo hizo−; un sistema que contaba con partidos políticos, aproximadamente los mismos que tenemos hoy en día, pero que llegaban a acuerdos, que pactaban, porque para eso son los partidos políticos, para luchar por el poder y además para defender y negociar los intereses que legítimamente representan, para llevar adelante sus objetivos e intereses de sus seguidores y aceptar que los otros, aunque queden en minoría, también puedan defender los suyos.

Esa es la otra Venezuela; no la sórdida que tenemos ahora y no es que la lloremos, porque como bien señalé tenía sus imperfecciones, algunas muy gruesas, pero funcionaba la política, cumplía su función regulatoria del poder y la de conseguir que se llegara a acuerdos para que todos pudieran expresar y defender sus intereses.

En otras palabras, se negociaba, se establecían pactos entre los partidos políticos, para gobernar, o para regular y controlar a quien gobernaba, se pactaban en el Congreso el presupuesto, las leyes, las políticas, la composición de la Corte Suprema de Justicia, la designación de altos funcionarios, como el Fiscal General, el Contralor o la composición de los organismos electorales, etc.; sí, se pactaba, porque eso es la política: negociar, pactar. Negociar no es sinónimo de corrupción, de arreglo deshonesto, negociar es la esencia del ser humano que acepta sus limitaciones, que sabe que puede estar equivocado y sobre todo, que reconoce los derechos de los otros seres humanos.

Todo este largo rodeo viene a colación por lo que está ocurriendo en este momento en el país, donde todo se convierte en un escándalo y un exabrupto, donde cualquier intento de negociar es satanizado; cualquier intento de ponerse de acuerdo es visto como un acto de suprema corrupción.

Tomemos el caso más reciente, el de un grupo de funcionarios norteamericanos que vinieron a reunirse con diferentes personas en el país, con Nicolás Maduro y algunos de sus funcionarios, con el presidente Guaidó y con representantes de los partidos políticos y obviamente hablaron de diversas cosas, de lo cual no se tiene mayores conocimientos o si se llegó o no a algunos acuerdos que, pues aún no ha trascendido mucho de lo que finalmente se acordó.

Únicamente sabemos que tras la visita fueron liberados uno de los seis gerentes de Citgo, presos injustamente desde hace tiempo, más un turista cubano estadounidenses.

Tras la reunión, se produjo un comunicado del Gobierno Interino, explicando lo ocurrido y una declaración de Nicolás Maduro, en la que tras reconocer la reunión anunció su disposición de reanudar las negociaciones –cosa que por cierto ha dicho en varias oportunidades, sin que haya ocurrido nada− y se supone que en México, aunque eso no está muy claro; lo que sí manifestó fue su deseo de que se amplíe la composición de la delegación opositora en cualquier negociación.

Desde luego, la visita y la negociación que se llevó a cabo y los supuestos acuerdos a los que se llegó, fueron de inmediato satanizados y calificados con todo tipo de epítetos, tanto hacia los miembros de la oposición democrática, como hacia el gobierno de los EEUU.

Algunos han visto lo ocurrido con la visita con bastante recelo. Algunos lo ven con escepticismo, a otros les parece muy bien; pero, otros se han rasgado las vestiduras y algunos claramente han mentido acerca de la naturaleza de esta misión norteamericana, acerca de sus objetivos, acerca de lo que lograron y acerca del precio que tendrá que pagar la oposición venezolana, y el país en general, por los supuestos acuerdos a los que se llegó, aunque nadie sepa exactamente cuáles son. La opinión se ha formado sobre la base de elucubraciones y en algunos casos, sobre medias verdades o claras mentiras, con el objetivo político de desprestigiar más a la oposición democrática, al Gobierno Interino y a Juan Guaidó y en algunos casos al Gobierno de Biden.

Lo peor es que de nada sirve aclarar, pues ya hay una matriz de opinión formada sobre la base de elucubraciones e información parcial. De nada sirve aclarar que quienes vinieron fueron el Embajador James Story; Juan González, director del Consejo de Seguridad Nacional para el Hemisferio Occidental y Asesor Especial de la Casa Blanca para América Latina y Roger Carstens, enviado presidencial especial para asuntos de rehenes.

En todo caso no había funcionarios de empresas petroleras; de nada sirve decir lo que explican los expertos petroleros −que sí conocen de la materia− que el régimen venezolano, ni reuniendo todo el petróleo que le sobra y lo que vende a Cuba, está en capacidad de cubrir esos 300 mil barriles sobre los que se especula, ni en la posibilidad de producirlos de manera inmediata o en el mediano plazo

(Tampoco nadie explica porque los EEUU va a venir a buscar petróleo a un país con un gobierno hostil, enemigo declarado suyo, teniendo un vecino en el norte, Canadá, que le puede ofrecer todo el petróleo que necesite).

De nada sirve decir que hasta el momento lo único concreto que se ha visto es la liberación de dos de seis presos por el caso Citgo (y que son una minucia en comparación con los más de 300 presos políticos que hay en el país) y que el gobierno de Maduro, una vez más, de tantas que lo ha hecho, dice que va a sentarse nuevamente a negociar.

De nada sirve aclarar, como lo hizo la Subsecretaria de Estado, Victoria Nuland en el Congreso de los EEUU, que esta visita se coordinó desde Bogotá con la oposición con cuyos representantes se reunieron primero en Bogotá y luego aquí con Juan Guaidó. De nada sirve decir, como ha dicho el gobierno de Biden que no han comprado petróleo a Venezuela y que no tienen pensado hacerlo próximamente, etc.

Pero la verdad es que me ha parecido muy “característica” −y a la vez deprimente− toda la discusión y argumentación sobre la visita de la delegación norteamericana y que se reuniera con Nicolás Maduro.

Si es verdad lo que se ha especulado −y sobre lo que algunos han mentido− que vinieron a: 1) negociar petróleo, 2) liberar a los presos de Citgo; o/y 3) presionar para que Maduro continúe negociando en México −una de las tres cosas o las tres cosas− ¿Por qué se sorprenden que se hayan reunido con Maduro?, ¿Con quién iban a hablar? ¿Quién les puede vender petróleo? ¿Quién tiene presos a los de Citgo y cientos de presos políticos más? ¿Quién es, sino Maduro, quien no quiere seguir negociando con la oposición?; y por último, de todas maneras, a los que no creen en Guaidó, ni en el Gobierno Interino, ni en el G4, ¿Qué les importa si la delegación norteamericana se reunió o no con ellos?

En resumen, lo que sabemos por fuentes distintas −prensa nacional e internacional, el gobierno de los EEU, el gobierno de Juan Guaidó y el gobierno de Nicolás Maduro− es:

– que un grupo de altos funcionarios norteamericanos hicieron una visita a Venezuela;

– que vinieron a tratar asuntos energéticos y otros temas, como parte del plan del gobierno norteamericano de aislar al gobierno de Putin;

– que la visita fue preparada hace tiempo en Bogotá y consultada con lideres de la oposición democrática, antes de realizarse;

– que se entrevistaron con Nicolás Maduro y funcionarios de su gobierno y con Juan Guaidó y miembros de la oposición venezolana;

– que después de la visita Nicolás Maduro liberó a dos de los seis rehenes o presos de Citgo que tiene en su poder y anunció su disposición a continuar negociando con la Plataforma Unitaria;

– que el Gobierno de Biden, tras la visita, anuncio que únicamente sigue reconociendo a Juan Guaidó como el legítimo Presidente de Venezuela; y

– que no ha comprado ni piensa por lo pronto comprar petróleo a Venezuela y tampoco levantar sanciones si no hay avances en las negociaciones en Venezuela entre el régimen de Maduro y la Plataforma Unitaria.

Claro, se bien que siempre habrá quien diga que nada de esto es cierto y que todo es para disimular.

A lo mejor es una ingenuidad de mi parte pero permítanme pensar fuera de la caja, como dicen los anglosajones. ¿Cabe la posibilidad de tener un pensamiento positivo acerca de la intención de la Administración Biden al reunirse con Nicolás Maduro?

Por ejemplo, conocido el manifiesto interés de Maduro de negociar directo con los EEUU, tratar de reducir las sanciones y dado que fue él quien solicito esta reunión: ¿Es posible pensar que el Gobierno de Biden decidiera aprovechar la coyuntura para rescatar a los presos de Citgo, presionar a Maduro para que aceptara negociar en México, de una manera más flexible y se lograra unas elecciones libres?, ¿O ese pensamiento está negado, pues rinde mejores dividendos políticos, aquí y allá, afirmar que fue una negociación, a espaldas de la oposición? ¿Qué no fue más que una negociación de petróleo por sanciones y que todo lo demás −la liberación de los presos de Citgo, reanudar negociaciones en México, o donde sea, etc.− fue algo colateral o para disimular?

Como quiera que haya sido esta misión norteamericana para mí está claro que vinieron hacer algo que nos hace falta hacer en el país: política. Vinieron a hacer política, vinieron a negociar, vinieron a llegar a acuerdos; el problema es nuestro, pues para nosotros todas esas son malas palabras, más allá de que no se haya conducido la información de la forma más adecuada por los dirigentes opositores, que tenían y tienen el deber de informar.

Politólogo

https://ismaelperezvigil.wordpress.com/

 9 min


Alejandro J. Sucre

Es realmente un avance en el respeto a la población que el equipo de gobierno haya mantenido el tipo de cambio del bolívar estable en los últimos tres meses. Esta política de mantener el tipo de cambio, aún cuando Venezuela tiene pocas reservas internacionales y poco acceso al crédito internacional es un verdadero logro. Es un verdadero reconocimiento al manejo con parámetros de gerencia profesional de la política monetaria, no para satisfacer capricho de los políticos tipo Caligula. Ahora que hay estabilidad cambiaria, y reconociendo que hay mucha improductividad en el gasto fiscal, algunos proponen la política del crawling peg de devaluaciones suaves mensuales. El crawling peg es igualmente desastrosa. Saber y anticipar devaluaciones constantes, aunque pequeñas genera una incertidumbre que impide a los empresarios concentrase en mejoras de su productividad y los obliga a concentrarse no en invertir para crecer sino usar el flujo de caja para comprar dólares.

La estabilidad cambiaria acaba con el atropello que viene ocurriendo desde el año 1983 del "viernes negro" donde los gobiernos venían usando la emisión de dinero inorgánico para financiar el gasto fiscal y convertirlo en un gasto clientelar y sin productividad. Carreteras que no se hacían, represas y desarrollos eléctricos con sobre precios, aeropuertos, escuelas, hospitales que se hacían a medias y además con sobreprecios. Todo eso generó dinero inorgánico y pasmó al país que crecía poblacionalmente y no con educación, infraestructura, urbanismo ni medicina suficiente. Pero sí con inflación. Y también las emisiones de dinero inorgánico fue la que ocasionó los desbastadores controles de cambio y precio que aniquilaron al sector productivo de la nación. Con la inyección incesante de dinero inorgánico desde los años ochenta, noventa, y luego del 2000, los gobiernos han mantenido un sistema de gasto fiscal gigantesco y les ha servido para disimular la hiper corrupción, hasta que llegó el colapso de Pdvsa. Este cinismo monetario arrasó con el poder de compra de los venezolanos. Incluso los programas fondomonetaristas en Venezuela fracasaron por que las devaluaciones del Bolívar que se usaron como gasto fiscal, quisieron frenar la liquidez monetaria ocasionada subiendo hasta el 90% las tasas de interés.

Por corrupción y por emitir dinero inorgánico, y por perseguir a los empresarios, Venezuela terminó perdiendo 4/5 de su producción al 2020.

Manteniendo el tipo de cambio en los últimos meses por la vía de una mejor administración de la liquidez monetaria es cambio económico realmente alentador. Eso quiere decir que el gobierno ya no tiene a quien echarle la culpa por la inflación. También sabe que las hiperinflaciones no son del gusto de los ciudadanos. También hay un reconocimiento implícito que las devaluaciones deben hacerse solo para mejorar la productividad del país, no por excesos monetarios. Tener dos monedas circulando en el país además es algo muy superior a dolarizar 100 % o a bolivarizar 100%. Esta competencia de monedas y libertad para elegir entre los ciudadanos es una exigencia más para el gobierno y que beneficia a la nación. Teniendo dos tipos de moneda, el país sigue teniendo un Banco Central que es clave para poder desarrollar y financiar sectores incipientes, y con ventajas comparativas para que no dependan del petroleo. Y por otra parte, teniendo el US dólar corriendo en la misma pista cabeza a cabeza con el bolívar obliga al Estado a controlar la liquidez monetaria y el gasto fiscal con productividad.

La única opción que le queda a la Administración Maduro es mejorar la productividad del gasto fiscal. Los centenares de empresas del Estado quebradas y la caída de Pdvsa solo puede ser recuperada con trabajo, buena gerencia, inversión real y estrategia que aumenten las ventas y la producción. Ya no hay los paliativos de inyectar dinero constantemente sin que suba la producción. Venezuela fue una de las economías más prosperas del siglo XX justamente porque había conciencia por parte de Juan Vicente Gómez hasta Rómulo Betancourt de la importancia de una política monetaria fijada en la productividad y en un gasto fiscal que aumentara la misma. Luego de los años 70 comenzó a usarse el gasto fiscal y la política monetaria en forma clientelar como si fuese una piñata para los amigotes del BCV y del fisco.

En el 2022, Venezuela no está para seguir perdiendo tiempo. La única opción que le queda a la Administración Maduro es mejorar la productividad del gasto fiscal. Ya esta más que demostrado Rusia, aliado de Venezuela, se benefició de vender más petróleo a EEUU luego de las sanciones a Pdvsa. También Rusia muestra que mas le importan sus propios intereses cuando entra en una guerra y pone un corralito a los fondos de los bancos donde Pdvsa guarda dinero luego de las sanciones. México, Argentina, Irán y otros supuestos aliados de Venezuela también se pelean el nuevo mercado de petróleo que deja Rusia al ser sancionada. También la Administración de Biden también demuestra que su supervivencia es mas importantes que los temas humanitarios. La Administración Maduro para mantener el tipo de cambio a $4,3 debe poner los intereses de Venezuela primero, negociar para aumentar la producción, el levantamiento de sanciones, y recuperar las empresas del Estado con inversión privada.

Twitter @alejandrojsucre

 4 min


Carlos Raúl Hernández

Cancelan conciertos de Ana Netrebko, suspenden en Varsovia Boris Godunov de Mussorgsky, despiden a Valery Gergiev director de la sinfónica de Munich, Placido Domingo no puede cantar en Moscú, suspendido curso sobre Dostoievsky en Italia.

Los equívocos sobre el concepto de fascismo son frecuentes. En España, por ejemplo, la izquierda califica de fascista a Vox, un movimiento de extrema derecha, xenófobo, confesional, pero no fascista. Suelo decir que el fascismo es un comunismo de derecha y el comunismo un fascismo de izquierda porque, condición sine qua non, utilizan cancelación y violencia contra quienes no comparten sus opiniones y dan materialidad física a la baja pasión. Escraches, ultrajes personales, boicot a presentaciones de libros y conferencias, manifestaciones de repudio contra obras de arte, son propios de los movimientos identitarios de izquierda y derecha. Declaran “enemigos del pueblo” a personas concretas que rechazan sus concepciones parroquiales, equivocadas, mera ignorancia, mentiras y monstruosidades. Es la prepolítica, estado de barbarie sicológica, y pueden ser palizas físicas, verbales o morales. El fascismo no es de izquierda ni de derecha sino todo lo contrario.

Es una reacción química primaria, animal. Ante un estímulo adverso, el cerebro manda a segregar adrenalina, contrae la musculatura, el semblante se hace lívido porque la sangre abandona rostro y tórax, y va a las extremidades para combatir o huir. Miles de años de desarrollo cultural y más de doscientos de democracia controlaron un poco a Hulk, las pulsiones, hostilidad hacia ideas ajenas, y superamos la bioquímica mejor que lo haría un jabalí. Bufar con espumarajos en la boca es una pulsión de lo que denominamos fascismo y puede desembocar en acciones políticas. Sustituye los razonamientos por chorros de emoción, moralina o sentimentalismo, recurso gemelo al vacío de instrumentos racionales y emotivos requeridos para hacer sinapsis política. Y por el reverso, es tan esforzado controlar el estrés y la respuesta agresiva, como lo contrario, los impulsos eróticos que dilatan las pupilas, relajan los músculos y concentran la sangre en otras partes del cuerpo, ante personas o situaciones placenteras, pero también estamos obligados a hacerlo.

Cuentan que Burt Lancaster tuvo que repetir por varios días una escena en traje de baño en la que besaba a Deborah Kerr en la playa (De aquí a la eternidad: Zinnemann, 1953) por ser incapaz de disimular las ostensibles manifestaciones de entusiasmo hormonal que ella le producía, pero jamás saltaría sobre ella. Un Cro-Magnon le hubiera dado a Deborah un estacazo en la cabeza para arrastrarla a la cueva. En la modernidad aparece la teoría de la tolerancia, el control de la pasión en la política con Locke y Voltaire, contra la violencia identitaria desatada por dos religiones rivales. La Iglesia Anglicana embiste en 1670 contra las disidencias, con asesinatos, torturas, quemas de libros. A monjas acusadas de herejes daban anchoas en el calabozo y luego les negaban agua. La reacción de Locke fue desafiante y heroica: en Carta sobre la Tolerancia fundamenta filosóficamente el libre albedrío, la libertad de conciencia, y la necesidad de que la autoridad acepte la existencia de diversas concepciones religiosas.


De otro lado del Canal de la Mancha, en Francia católica, décadas después Voltaire reacciona con el mismo coraje: la frase “no comparto tu opinión, pero estoy dispuesto a morir por tu derecho a expresarla” aun siendo apócrifa, contiene la substancia de su obra y de su vida. Indignado por el espurio proceso contra Jean Calas, un honorable comerciante calumniado y ahorcado por los católicos por protestante, escribe su valiente Ensayo sobre la Tolerancia. La esencia de ambas obras es la misma. El poder está obligado a “consentir”, “tolerar”, “condescender”, las opiniones disidentes. La sociedad contemporánea asumiló la tolerancia, el “buen talante” y lo convirtió en obligación de las instituciones democráticas que tanto desprecian los radicales. Se transforma en huesos y sangre del Estado de Derecho y cuando una sociedad ya está regida por la separación de poderes que frena la tiranía, la tolerancia pasa a ser una virtud privada más que política.

En Dinamarca o Canadá a los ciudadanos les importa muy poco si el presidente tiene mal carácter, si al gobierno le gustan o no sus opiniones, sus costumbres sexuales, sus credos religiosos o el negocio a que se dedican para ganarse la vida. Si el gobierno se pone “intolerante”, peor para él. Nadie más vigilado que el mandatario de una nación libre y tiene que cuidarse más bien de la factura electoral o, en casos extremos, del impeachment. Los dictadores son especies anómalas que se reconocen por su mal halitosis. Donde hay uno, las cosas son al revés y allí los cuasi-ciudadanos, meros habitantes, accidentes demográficos sin derechos, deben vivir aterrados porque al que gobierna no se le ocurra ocupar propiedades, insultar, mandarlos a la cárcel contra la Ley, o lanzar tropas de asalto dirigidas por perdedores desquiciados. Los cuasi-ciudadanos trémulos, agradecen que sea “tolerante”, permita “un poco” de libertad y que no asesine gente, que no haya “excesiva” represión, que no se torture “mucho”, como si se estuviera ante Robespierre.

@carlosraulher

 3 min


Francis Fukuyama

Estoy escribiendo esto desde Skopje, Macedonia del Norte, donde estuve la última semana enseñando uno de nuestros cursos de la Academia de Liderazgo para el Desarrollo. Seguir la guerra de Ucrania no es diferente aquí en términos de información disponible, excepto que estoy en una zona horaria adyacente y el hecho de que hay más apoyo para Putin en los Balcanes que en otras partes de Europa. Mucho de esto último se debe a Serbia y al alojamiento del Sputnik en Serbia.

Me arriesgaré y haré varios pronósticos:

1- Rusia se dirige a una derrota absoluta en Ucrania. La planificación rusa fue incompetente, basada en la suposición errónea de que los ucranianos eran favorables a Rusia y que su ejército colapsaría inmediatamente después de una invasión. Evidentemente, los soldados rusos llevaban uniformes de gala para su desfile de la victoria en Kiev en lugar de municiones y raciones adicionales. Putin en este punto ha comprometido la mayor parte de su ejército en esta operación; no hay grandes reservas de fuerzas que pueda llamar para agregar a la batalla. Las tropas rusas están atrapadas en las afueras de varias ciudades ucranianas, donde enfrentan grandes problemas de suministro y constantes ataques ucranianos.

2- El colapso de su posición podría ser repentino y catastrófico, en lugar de ocurrir lentamente a través de una guerra de desgaste. El ejército en el campo llegará a un punto en el que no podrá ser abastecido ni retirado, y la moral se evaporará. Esto es al menos cierto en el norte; a los rusos les está yendo mejor en el sur, pero esas posiciones serían difíciles de mantener si el norte se derrumba.

3- No hay una solución diplomática a la guerra posible antes de que esto suceda. No existe un compromiso concebible que sea aceptable tanto para Rusia como para Ucrania dadas las pérdidas que han sufrido en este momento.

4- El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas ha demostrado una vez más su inutilidad. Lo único útil fue el voto de la Asamblea General, que ayuda a identificar a los actores malos o prevaricadores del mundo.

5- Las decisiones de la administración Biden de no declarar una zona de exclusión aérea o ayudar a transferir MiG polacos fueron buenas; han mantenido la cabeza durante un momento muy emotivo. Es mucho mejor que los ucranianos derroten a los rusos solos, privando a Moscú de la excusa de que la OTAN los atacó, así como evitando todas las posibilidades obvias de escalada. Los MiG polacos en particular no agregarían mucho a las capacidades ucranianas. Mucho más importante es un suministro continuo de jabalinas, aguijones, TB2, suministros médicos, equipos de comunicaciones e información compartida. Supongo que las fuerzas ucranianas ya están siendo dirigidas por la inteligencia de la OTAN que opera desde fuera de Ucrania.

6- El costo que está pagando Ucrania es enorme, por supuesto. Pero el mayor daño lo causan los cohetes y la artillería, sobre los que ni los MiG ni las zonas de exclusión aérea pueden hacer mucho. Lo único que detendrá la matanza es la derrota del ejército ruso sobre el terreno.

7- Putin no sobrevivirá a la derrota de su ejército. Recibe apoyo porque se le percibe como un hombre fuerte; ¿Qué tiene para ofrecer una vez que demuestra incompetencia y es despojado de su poder coercitivo?

8- La invasión ya ha causado un gran daño a los populistas de todo el mundo, quienes antes del ataque expresaron uniformemente su simpatía por Putin. Eso incluye a Matteo Salvini, Jair Bolsonaro, Éric Zemmour, Marine Le Pen, Viktor Orbán y, por supuesto, Donald Trump. La política de la guerra ha expuesto sus inclinaciones abiertamente autoritarias.

9- La guerra hasta este punto ha sido una buena lección para China. Al igual que Rusia, China ha construido fuerzas militares aparentemente de alta tecnología en la última década, pero no tienen experiencia en combate. El miserable desempeño de la fuerza aérea rusa probablemente sería replicado por la Fuerza Aérea del Ejército Popular de Liberación, que tampoco tiene experiencia en la gestión de operaciones aéreas complejas. Podemos esperar que los líderes chinos no se engañen a sí mismos en cuanto a sus propias capacidades como lo hicieron los rusos al contemplar un movimiento futuro contra Taiwán.

10- Esperemos que Taiwán se dé cuenta de la necesidad de prepararse para luchar como lo han hecho los ucranianos y restablecer el servicio militar obligatorio. No seamos prematuramente derrotistas.

11- Los drones turcos se convertirán en los más vendidos.

12- Una derrota rusa hará posible un “nuevo nacimiento de la libertad” y nos sacará de nuestro miedo al estado de decadencia de la democracia global. El espíritu de 1989 seguirá vivo gracias a un puñado de valientes ucranianos.

Este artículo fue publicado originalmente en American Purpose el 10 de marzo de 2022. Traducción libre del inglés por morfema.press

11 de marzo 2022

Morfema Press

https://morfema.press/opinion/preparandose-para-la-derrota-por-francis-f...

 3 min


Marcos Hernández López

Venezuela es uno de los países de América Latina que más pobreza y división clasista ha acumulado en los últimos años y que en la actualidad sufre la mayor polarización sociopolítica desde la desintegración de los movimientos guerrilleros de los turbulentos años sesenta.

Para muchos analistas en materia política Chávez es el producto, no la causa. El comandante emergió como el gran redentor para los pobres, lo tuvo todo con el poder político en sus manos. No obstante, en el año 2007, el presidente Hugo Chávez hizo un intento mayor para profundizar, consolidar y radicalizar su “revolución bolivariana”.

Al mismo tiempo, surgieron nuevos actores políticos de oposición democrática (los estudiantes como movimiento sociopolítico) y produjeron la primera derrota electoral a Chávez en nueve años. En el campo económico, el gobierno se empeñó a continuar políticas económicas intervencionistas que, paradójicamente, han producido escasez e inflación en un contexto de continuo boom petrolero. Esto es parte de una historia ya conocida.

En este país, la polarización política parte el panorama en dos bandos bien definidos el chavismo-madurismo, cuyo partido es el PSUV, y la oposición, unida fundamentalmente en la MUD.

El partido de Gobierno (PSUV) en este momento está fortalecido por el resultado electoral 21N, salió victorioso y cuenta con la mayoría de alcaldías y gobernaciones del país.

El PSUV se ha mantenido articulado en torno al chavismo, con ciertas críticas a lo interno, pero siempre asumiendo la defensa del Gobierno de Maduro. Han intentado continuar tejiendo propuestas de transformación en el marco de la crisis política y económica.

Son estratégicos y tácticos los consejos comunales, comunas y diversas organizaciones originadas en el chavismo-madurismo están actualmente en un momento de reflujo, y aunque algunas mantienen “fuertes”, otras están reconfiguradas en espacios de organización para disminuir la crisis económica-política.

Sin embargo, la mayoría de la gente en la calle a diario se pregunta de manera angustiada, con todas las crisis que vivimos: ¿Qué va a pasar en este país?… Dios, ¿cuándo llegará el cambio?… Mi Dios, ¿hasta cuándo Maduro?…

Lamentablemente, las respuestas no se pueden dar sin hacer primero un análisis profundo de los errores políticos y socio-históricos del pasado y presente. Si algo tiene significación real en Venezuela, son los dilemas en sus diferentes dimensiones. El desconcierto y la duda germinan a cada momento y con mucha fuerza entre los millones de ciudadanos.

No obstante, ser un dilemático no necesariamente es gravitar en la desesperanza, tarde o temprano llegara el cambio, lo malo no puede durar para siempre. Palabras bíblicas: “Es justo y necesario” recurrir a la historia, según en la era posguerra fría hubo una reunión secreta entre el líder sindical y ex presidente de la Polonia poscomunista, Lech Walesa, y el papa Juan Pablo II. El sumo pontífice le dijo al premio Nobel de la Paz: “Hijo, te prohíbo tres cosas: que mates, que odies y que pierdas la esperanza», todo el mundo ya sabe el resto de la historia.

Es evidente que existe un divorcio en una sociedad que, hace no mucho, llenaba las calles, se movía por la política y hablaba de ella casi a diario. Una separación que ha transcurrido por la vía la decepción y el desencanto hasta llevar a casi 30 millones al desinterés casi absoluto a la política.

Son 23 años con una polarización extrema, en los que el chavista no migraba de preferencia tan fácilmente, ahora la mayoría piensa seriamente en un cambio de gobierno ya.

Que Maduro haya frenado por momento algunas complicaciones de enfrentamientos sociales no implica que haya resuelto la crisis estructural económica y le dé esperanza de continuar para siempre en el poder central, así como la debilidad estratégica en el marco de la decadencia de su capital político-electoral, nudo crítico para aceptar nuevas elecciones competitivas. La oposición con posturas contradictorias, en sus acciones revela ausencias de estrategias para lograr los objetivos que logren el cambio.

En este momento histórico, Nicolás Maduro y Juan Guaidó según nuestros datos cuantitativos están prácticamente empatados en términos de aprobación popular, el mandatario con 16% y el opositor con 18%, lo que considera absolutamente insólito si miramos la crisis económica.

Nuestros estudios muestran no hay nadie que despunte dentro del tema del liderazgo, lo cual es, por un lado, terriblemente negativo y, por otro lado, un campo de cultivo fértil para surgimiento de los nuevos actores políticos.

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11 de marzo 2022

Hispanopost

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George Soros

La invasión rusa de Ucrania lanzada el 24 de febrero dio inicio a una tercera guerra mundial que puede destruir la civilización. La invasión fue precedida por una larga reunión que mantuvieron el presidente ruso Vladímir Putin y su par chino Xi Jinping el 4 de febrero, día de inicio de las celebraciones por el año nuevo lunar chino y de las Olimpíadas de Invierno en Beijing. Al final de la reunión, ambos publicaron un documento de 5.000 palabras, cuidadosamente redactado, con el anuncio de una estrecha alianza entre los dos países. El documento es más contundente que cualquier tratado y seguramente demandó negociaciones detalladas previas.

Que Xi le haya dado a Putin una aparente carta blanca para la invasión y guerra contra Ucrania me tomó por sorpresa. Ha de estar muy seguro de que su confirmación como gobernante vitalicio de China dentro de unos meses es una mera formalidad. Tras concentrar todo el poder en sus manos, Xi ha preparado con esmero el escenario para elevarse al nivel de Mao Zedong y Deng Xiaoping.

Obtenido el respaldo de Xi, Putin se lanzó a hacer realidad su sueño con una brutalidad increíble. Ya cercano a la edad de 70 años, piensa que si va a dejar una marca en la historia de Rusia, es ahora o nunca. Pero su idea del lugar de Rusia en el mundo está distorsionada. Parece creer que el pueblo ruso necesita un zar a quien seguir ciegamente. Esa idea es todo lo contrario de una sociedad democrática y distorsiona el «alma» rusa, que es emocional hasta el sentimentalismo.

En mi infancia tuve muchas ocasiones de hablar con soldados rusos que ocupaban Hungría en 1945. Aprendí que compartirán hasta el último trozo de pan con alguien que les caiga bien. Luego, a inicios de los ochenta, me embarqué en lo que denomino mi filantropía política.

Lo primero que hice fue crear una fundación en mi Hungría natal; luego tuve participación activa en la desintegración del imperio soviético, que ya estaba comenzada cuando Mijaíl Gorbachov ascendió al poder en 1985. Establecí una fundación en Rusia, y después en cada uno de los estados sucesores. En Ucrania lo hice incluso antes de que se convirtiera en un país independiente. También visité China en 1984, donde fui el primer extranjero al que se permitió crear una fundación (la cerré en 1989, justo antes de la masacre de la plaza Tiananmen).

No conozco a Putin en persona, pero he observado su ascenso con mucha atención, consciente de su carácter despiadado. No vaciló en reducir a escombros la capital de Chechenia (Grozny), así como ahora amenaza hacer lo mismo con la capital de Ucrania, Kiev.

Putin ya no es la persona astuta y prudente que fue como agente de la KGB. Ahora tiene una idea fija, y parece que perdió contacto con la realidad. Es evidente que juzgó mal la situación en Ucrania. Esperaba que los ucranianos rusoparlantes recibieran a los soldados rusos con los brazos abiertos, pero se comportaron igual que los que hablan ucraniano. La población ucraniana organizó una resistencia increíblemente valiente contra fuerzas muy superiores.

En julio de 2021 Putin publicó un largo ensayo en el que sostiene que en realidad, rusos y ucranianos son un solo pueblo, y que los ucranianos están bajo el engaño de agitadores neonazis. La primera parte del argumento no está desprovista de justificación histórica, ya que Kiev fue la sede original de la Iglesia Ortodoxa Rusa. Pero en la segunda parte, el que se engaña es Putin. Y debería estar advertido: muchos ucranianos lucharon con coraje durante las protestas de la plaza de la Independencia en 2014.

Los hechos de 2014 enfurecieron a Putin. Pero cuando ordenó al ejército ruso atacar a sus hermanos ucranianos, el desempeño militar fue deficiente; y en esto tiene mucho que ver la corrupción en el otorgamiento de contratos de defensa. Sin embargo, en vez de culparse a sí mismo, todo indica que Putin se ha vuelto literalmente loco. Decidió castigar a Ucrania por hacerle frente, sin que nadie al parecer le esté poniendo límites. Lanzó al combate a todo el ejército ruso, pasando por alto todas las reglas de la guerra; en particular, con sus bombardeos indiscriminados contra la población civil, que alcanzaron numerosos hospitales y dañaron la red eléctrica de la que depende la central nuclear de Chernóbil (ahora ocupada por fuerzas rusas). En la asediada Mariupol, 400 000 personas han estado casi una semana sin agua ni alimentos.

Es muy posible que Rusia pierda la guerra. Estados Unidos y la Unión Europea están enviando armas defensivas a Ucrania, y hay tratativas para la compra de aviones de combate MIG de fabricación rusa, que los pilotos ucranianos conocen, y que pueden cambiar la situación por completo. Cualquiera sea el resultado, Putin obró maravillas en lo referido a fortalecer la determinación y unidad de la UE.

En tanto, parece que Xi se dio cuenta de que Putin está fuera de control. El 8 de marzo, un día después de que el ministro chino de asuntos exteriores Wang Yi insistiera en que la amistad entre China y Rusia sigue siendo «fuerte como una roca», Xi telefoneó al presidente francés Emmanuel Macron y al canciller alemán Olaf Scholz para transmitirles su apoyo a los esfuerzos de pacificación que llevan adelante y pedir «máxima contención» en la guerra, para evitar una crisis humanitaria.

Es dudoso que Putin vaya a satisfacer sus deseos. Sólo cabe esperar que ambos pierdan el poder antes de que puedan destruir la civilización.

Traducción: Esteban Flamini

11 de marzo 2022

Project Syndicate

https://www.project-syndicate.org/commentary/putin-ukraine-world-war-3-r...

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