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Opinión

Ignacio Avalos Gutiérrez

La pandemia parece que nos ha pasado en vano. A pesar del susto inicial y de los discursos épicos que generó, no nos hizo más conscientes de la situación del mundo en el que vivimos, convertido en la metáfora de una enorme crisis, de la que el coronavirus se suponía que funcionaría como alarma para que reparáramos en la necesidad de revisar los parámetros que gobiernan la actual civilización.

El desmadre planetario

El mundo hace agua por todas partes. No hay necesidad de extenderse en la lista, por demás conocida, de los problemas que lo agobian: la contaminación ambiental y el cambio climático, el aumento notable de la pobreza y de la desigualdad, la expansión del terrorismo en sus diversos formatos, el desplazamiento masivo de migrantes en busca de refugio hacia lugares en donde esperan que su cotidianidad pueda fluir de manera más amable, no obstante, los muros (religiosos, raciales, culturales…) que buscan impedirlo. Una lista larga, como dije, a la que habría que añadir, entre otras cosas, los dilemas que se desprenden del surgimiento de un conjunto de tecnologías disruptivas capaces de transformar radicalmente todos los escenarios e igualmente, la existencia de un mundo armado hasta los dientes, gracias a enormes presupuestos que en demasiados casos, rebasan escandalosamente los recursos orientados hacia la educación o la salud.

Estamos hablando, así pues, de asuntos que conciernen a toda la humanidad. El confinamiento al que nos vimos obligados sirvió para que recordáramos que hoy en día lo que ocurre en un lugar del planeta, ocurre en todas partes, consecuencia de la globalización. Sin embargo, aún no salimos de la pandemia y ya volvimos a mirar las cosas desde el ombligo local, como lo muestra a nivel emblemático, el reparto inequitativo de las vacunas.

El mundo se encuentra partido en pedazos de distintos tamaños, bajo la creencia de que las rayas dibujadas en los mapas, los hace ajenos los unos a los otros. La solidaridad y la fraternidad se han convertido en palabras vacías de uso meramente retórico, a pesar de que el planeta manda señales de peligro cada vez más claras, con visos de ultimátum.

La nostalgia de Putin por la URRS

En medio de semejante entorno, hace pocos días y luego de conversaciones que en algún momento insinuaron la esperanza de una negociación, Rusia invadió a Ucrania, mostrando el rostro de un evento que excede el conflicto entre los dos países y despliega su sombra a lo largo y ancho del mundo, en medio de una gran incertidumbre respecto a su alcance e implicaciones y de un gran susto colectivo, recuérdese que hay armas nucleares de por medio, al lado de las cuales la bomba lanzada en Hiroshima semeja, permítaseme la desmesura, la bala disparada por un revolver. Estamos, así pues, frente a un episodio que coloca en segundo plano los peligros que han ido desvertebrando el planeta y la urgencia resolverlos.

Los entendidos indican que durante las varias décadas que cubrieron el período de la Guerra Fría, no faltaron los pleitos bélicos parciales (“conflictos de baja intensidad”, se los calificaba), originados dentro del marco de una bipolaridad trazada por discrepancias ideológicas (Capitalismo vs Comunismo, por decirlo de manera simple), mezclados con los intereses políticos y económicos de las naciones más fuertes.

Sin necesidad de consultar su decisión con nadie, pues para eso es un dictador que se ha mantenido en el poder alrededor de dos décadas y tiene experiencia de varios años como jefe de la KGB, además de ser cinta negra en judo, Putin, preso de su nostalgia por la antigua URRS, declaró que “a cualquiera que considere intervenir desde afuera, enfrentará consecuencias más grandes que las que haya enfrentado en la historia. Todas las decisiones relevantes ya se tomaron. Espero me hayan escuchado”. Y, para que no hubiera duda alguna respecto a sus propósitos, remató afirmando que “No habrá ganadores y ustedes serán arrastrados a un conflicto contra su voluntad. No tendrán tiempo ni de pestañear”.

Vista la gravedad de las precedentes declaraciones, resulta justo decir que el escenario anterior también es producto de los desatinos cometidos desde de organismos y países occidentales. En este capítulo bélico nadie está libre de culpa, ni puede lanzar la primera piedra, aun cuando, sin duda, la responsabilidad en lo que en lo que esta ocurriendo en estos días, cae sobre todo del lado de Putin.

Así las cosas, no es absurdo imaginar que pudiéramos estar ante la posibilidad de una guerra mundial, la primera interconectada gracias a los diversos dispositivos tecnológicos hoy en día disponibles. El asalto ruso a territorio ucraniano ha involucrado directamente a la Unión Europea y a los Estados Unidos, al igual que a China, aunque esta última que lo hace con cierta discreción, manteniendo un equilibrio con el fin de preservar su rol como una de las tres grandes potencias mundiales y cuidando de paso, sus vínculos comerciales con Ucrania, más fuertes que los que tiene con Rusia. Todos los países han fijado posición, la mayor parte repudiando los intentos de ocupación. Por otra parte, hace pocos días, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas condeno a los rusos y la Asamblea General decidió discutir lo ocurrido, cosa que aún no ha hecho al momento de escribir estas líneas.

El desgobierno de la globalización

Como apunte antes, el mundo se ha globalizado. Expresado en pocas palabras, las relaciones internacionales se han multiplicado; hay una mayor interdependencia entre los Estados; se han acortado las distancias físicas; los espacios se han vuelto comunes; la economía no tiene fronteras y emerge una nueva división internacional del trabajo; la comunicación es inmediata y está generando patrones comunes de conducta que perfilan una suerte de identidad global.

Dentro de este cuadro el Estado-Nación demuestra cada vez más sus limitaciones y debilidades para mantener los requisitos básicos a fin de asegurar la convivencia y la seguridad, de allí que tome impulso la idea de repensar el siglo XXI, en una perspectiva que incluya las “lógicas transnacionales”, que dicho en cristiano implica concebir la institucionalidad apropiada para enfrentar los problemas globales, mediante soluciones globales. Supone, por tanto, tejer una red de intereses comunes que fundamenten la elaboración y cumplimiento de una agenda pública compartida. “No hay mejor prueba del progreso de la civilización que el progreso del poder de la cooperación”, escribió John Stuart Mill antes de que el mundo fuera el que es hoy en día.

Ciertamente se han creado nuevas instituciones internacionales, se han ideado nuevos esquemas para cooperación internacional y hay sin duda un conjunto de iniciativas relevantes, pero quedan cortas ante las complejidades envueltas en la gobernanza del planeta. El conflicto entre rusos y ucranianos lo ha hecho claramente visible. En efecto, varios días marcados por daños de diversa índole, por migraciones y por muertos cuya muerte no pareciera doler, no han tenido respuesta.

Toda guerra es una estupidez, señaló el escritor uruguayo Eduardo Galeano. La de estos días también, claro, pero más que ninguna otra, porque en su despliegue podría enrollar a todo el mundo.

Especie en extinción

Así se refiere a los humanos Jeremy Rifkin, reconocido sociólogo norteamericano, asesor en el tema del cambio climático de la Unión Europea y varios países.

¿No será la humana también una especie “autosuicida”? Quiero pensar que no. Supongo que todavía quedan grandes reservas de cordura, sentido común y compasión entre los terrícolas. Ojalá la disputa entre rusos y ucranianos, se resuelva mediante la política que, como predica el filósofo vasco Daniel Innenarity, a quien cito con frecuencia, es la manera de hacer cosas con la palabra.

El Nacional, miércoles 2 de marzo de 202

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​José E. Rodríguez Rojas

Ucrania haciendo uso de su soberanía decidió integrarse en la UE y en la OTAN. Ello chocó con los planes de Vladimir Putin que aspira restablecer el liderazgo y la influencia de la Unión Soviética. El líder ruso, en consecuencia decidió invadir Ucrania. Ello cerró un largo ciclo de paz en Europa. Los líderes europeos han decidido involucrarse en el conflicto fortaleciendo las capacidades de la OTAN y suministrándole ayuda militar al ejército de Ucrania. El conflicto amenaza con generar una crisis humanitaria de considerables proporciones.

El conflicto de Ucrania está estrechamente ligado a la desaparición de la Unión Soviética. La que fue la segunda potencia mundial estaba constituida por Rusia y varios países sometidos a su dominio, entre los cuales figuraba Ucrania. La Unión Soviética entró en crisis en 1991 y los gobernantes rusos de esa época, como Mijail Gorbachov, aceptaron concederle la independencia a los países de su órbita de influencia. La mayoría de estos países que mantenían fronteras conjuntas con Rusia, como Bielorrusia, decidieron mantener estrechas relaciones políticas y militares con la ex potencia.

Sin embargo Ucrania decidió seguir una senda distinta, dando pasos para integrarse a la Unión Europea (UE) y al Tratado Militar del Atlántico Norte (OTAN) liderado por Estados Unidos. Esto no fue visto con buenos ojos por la nueva dirigencia rusa liderada por Vladimir Putin que están intentando restablecer el antiguo liderazgo de la Unión Soviética sobre los países que estaban en su órbita de influencia. Además Putin ha señalado que la integración de Ucrania a la OTAN implicaría que sus enemigos potenciales acamparían sus ejércitos y misiles en la frontera con Rusia lo cual era inaceptable. Adicionalmente a ello Ucrania como nación democrática es un mal ejemplo que podría llevar a muchos rusos a imitarla deponiendo el régimen autoritario que impera en Rusia.

En consecuencia Rusia decidió invadir Ucrania y lo ha venido haciendo por etapas. En el 2014 se anexó Crimea. En ese momento los países occidentales implementaron tardías y tímidas sanciones que no tuvieron ningún impacto. Más recientemente separatistas rusos que habitan las regiones fronterizas de Ucrania con Rusia decidieron separarse de Ucrania, lo cual fue legitimado por Rusia al reconocerlos como países independientes. Finalmente Rusia decidió invadir Ucrania por diversos puntos y actualmente se acerca a la capital Kiev. Aparentemente el propósito es destruir la capacidad militar de Ucrania e instalar allí un gobierno títere. Ello es lo que aparenta ser la finalidad de la invasión aunque para expertos en el tema ruso ello no está claro, pues algunos argumentan que el propósito es más punitivo pues se trataría de destruir a Ucrania.

La invasión de Ucrania ha generado un efecto contrario al que Rusia esperaba. La OTAN según algunos internacionalistas entrevistados por el canal DW era una organización en decadencia, cuya existencia no se justificaba debido al largo periodo de paz que se había producido, en especial en la región europea. Macron, el presidente de Francia, llegó a decir que la OTAN estaba en “muerte cerebral”. La invasión de Ucrania, no solo ha justificado la existencia de la alianza militar sino que ha colocado el gasto militar de los países europeos como prioritario a fin de modernizar unas fuerzas armadas que lucen poco preparadas para la coyuntura actual.

Los líderes europeos están conscientes que se ha cerrado una larga etapa de paz y que nueva era ha comenzado. Macron quien ejerce la presidencia rotatoria de la UE ha expresado que “La guerra volvió a Europa. Y durará”. En consecuencia los líderes europeos se han involucrado en el conflicto que amenaza la paz en el continente; han mantenido conversaciones con el presidente de Ucrania en las cuales han acordado suministrar ayuda militar. La lista de los países donantes se agranda cada día, pero ya alcanza a una treintena de países. Uno de los últimos en integrarse fue Alemania, la primera potencia económica de Europa ha decidido abandonar su tradicional postura de no involucrarse en conflictos externos y ha decidido suministrarle ayuda al ejército de Ucrania, proveyéndolo con armamentos.

La invasión amenaza con generar una crisis humanitaria de considerables proporciones. Los países vecinos como Polonia y Rumania han abierto sus fronteras para recibir a los desplazados por la guerra que podría alcanzar a 1,7 millones de personas. Afortunadamente los países europeos están preparados para contribuir a ayudar a los cientos de miles de desplazados que ya está generandoå el conflicto.

Profesor UCV

 3 min


Jesús Elorza G.

Cargado de carpetas, se presentó el jefe del G2 cubano, al despacho de Nicolás, con la intención de presentarle la propuesta diseñada para los Carnavales 2022. Creemos camarada que no debemos desperdiciar este momento para hacernos presentes con una propuesta que estimule y afianza el culto a su personalidad como gobernante “revolucionario”.

- ¿Cómo así? Me estás diciendo que debo disfrazarme de payaso para estimular la admiración del pueblo mesmo hacia mi persona. No entiendo, dijo Nicolás. Explícate mejor.

Nada de payasos. Impulsaremos su imagen como la de Súper Bigote que tuvo una inmensa pegada cuando la presentamos a finales del año pasado y este es el momento para sacarla nuevamente a flote.

- ¿Cómo se haría?

Muy fácil. Ya usted pudo ver como la camarada Ministra de Educación les sugirió a todas las zonas educativas del país que estimularan en las escuelas a que los niños se disfrazaran como Súper Bigote en señal de agradecimiento hacia su persona por su política educativa en la construcción y mantenimiento de escuelas, liceos y universidades que nada tienen que envidiarles a países del primer mundo. Así mismo, su política de comedores escolares, transporte y lo más importante “su política de HCM, salarios y pensiones” para los docentes.

-Eso suena bien. Te pregunto ¿Ya repartieron los disfraces?

Si. Todo está bajo control. El escenario central para este proyecto será Caracas. En tal sentido, ya la camarada Alcaldesa de Libertador se encargó de elaborar el programa comunitario de actividades que incluirá Desfiles, conciertos, tomas culturales, giras parroquiales, rutas gastronómicas y la consabida elección de la reina de carnaval.

El acto central, será el desfile de comparsas y carrozas por las avenidas de la capital. Déjeme decirle camarada Nicolás, expresó muy emocionado el jefe del G2 que superaremos al Sambódromo brasileño y pasaremos a ser el centro de atracción mundial.

-Manos a la obra. Llenemos las calles de Caracas con serpentinas, papelillo y caramelos.

Llegado el día del desfile, se pudo observar que la comparsa era encabezada por el Ministro de Cultura y la Alcaldesa de Libertador. Detrás de ellos, en diferentes carrozas venían todos los miembros del tren ejecutivo, presidentes de Institutos Autónomos, representantes de empresas del estado, integrantes del Alto Mando Militar, funcionarios de las alcaldías, representantes de los organismos de seguridad, contingentes de milicianos y colectivos. Todos, vestían el disfraz de Súper Bigote e iban lanzando toneladas de caramelos y saludando como reina de carnaval.

Pero, la emoción duro poco. El desfile fue bruscamente interrumpido por el presidente de la ilegitima Asamblea Nacional, al darse cuenta que los vítores del publico eran más un reclamo que un reconocimiento. El paso de las comparsas y las carrozas era acompañado por un grito unánime del público presente en las avenidas “Súper Bojote, Súper Bojote no te queremos” El reclamo popular hacia el mandatario, era por el bojote de ofrecimientos incumplidos en su gestión de gobierno: la recuperación económica, la superación de la pandemia, el rescate de los hospitales, la recuperación de las escuelas, la homologación de los salarios y pensiones con el costo de la cesta alimentaria, la superación de la pobreza crítica, el regreso a clases, el respeto a los sindicatos, la discusión de los contratos colectivos, la liberación de los presos políticos, la recuperación de PDVSA, etc., etc., etc.

Este disfraz, no sirvió para nada fue el comentario final de toda la comparsa.

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Eddie A. Ramírez S.

Con permiso del admirado “Zorzal criollo”, eso de que veinte años no es nada, depende de la época en que se vive. En el siglo pasado, veinte años en la vida de un humano era mucho tiempo, porque la esperanza de vida rondaba los treinta años. Por el contrario, en la vida de una nación era muy poco tiempo, ya que las cosas marchaban lentas, y no solo en palacio. Hoy es lo contrario, veinte años no es nada para un Homo que no ha resultado muy sapiens, pero es mucho tiempo para la vida de una nación. Kennedy prometió llegar a la Luna en la mitad de ese lapso, y los Estados Unidos lo logró. En veinte años varios países de Asia han logrado un desarrollo espectacular y, en ese mismo lapso, Venezuela y otros se han hundido. El 25 de febrero 2002, un remitido en El Nacional alborotó el cotarro político, ya alebrestado por el movimiento Con mis hijos no te metas, así como por los 49 decretos leyes, algunos inconstitucionales, que ocasionaron las protestas de la Confederación de Trabajadores de Venezuela y de Fedecámaras. No era novedad que educadores, sindicalistas y empresarios expresaran públicamente sus desacuerdos con el gobierno. Que lo hicieran 34 altos ejecutivos de la empresa estatal Petróleos de Venezuela, fue no solo novedoso, sino una convulsión política. ¡Salvaguardemos a Pdvsa! Fue el grito angustioso de unos trabajadores percibidos como prepotentes, encerrados en su burbuja, indiferentes al acontecer nacional, más identificados con el “imperio” que con Venezuela. ¿Qué los motivó? ¿Sería demanda de aumento de sueldos? ¿Quizá mejor seguro médico? ¿Estabilidad laboral? ¿Mejoramiento profesional? ¿Limitaciones de crecimiento dentro de la empresa? ¿Querer privatizar la empresa? ¿Ambicionar imponer a la directiva? Nada de eso. Nadie tenía necesidad de pedir aumento de sueldo; eso venía automáticamente. La gerencia de recursos humanos los fijaba dentro del 75 percentil de las mejores empresas venezolanas, y consideraba el rendimiento del trabajador. Sobre el seguro médico nunca hubo quejas, todo lo contrario. La estabilidad laboral estaba garantizada por la ley, solo no cumplir con las responsabilidades asignadas o cometer un delito implicaba la destitución. El mejoramiento profesional era continuo y se planificaba de acuerdo del potencial del trabajador. Llegar a ser director era una ambición legítima, pero los trabajadores estaban conscientes de que solo el mérito permitía ascensos. La designación de la directiva de Pdvsa es potestad del presidente de la república y nunca estuvo planteado privatizar Pdvsa, ya que la misma funcionaba bien como empresa del Estado. Únicamente el Plan de Jubilación era deficiente, ya que dependía de los cálculos actuariales y del aporte propio. Ese Plan no se indexaba, por lo que era inferior al de la Contraloría, Poder Judicial, legislativo y otros. ¿Entonces, por qué arriesgar todos esos beneficios al publicar un manifiesto advirtiendo a la ciudadanía que la empresa corría grave riesgo de politizarse? Sencillamente, el riesgo se corrió por defender principios y valores. Esa defensa fue no solo de palabra, sino con hechos. Inicialmente no se protestó la designación de Gastón Parra Luzardo como presidente, a pesar de que no tenía formación petrolera, ni gerencial y, además, era militante de la extrema izquierda. Antes hubo presidentes sin experiencia petrolera, como Andrés Sosa Pietri, Gustavo Roosen y Guaicaipuro Lameda, pero respetados por ser excelentes gerentes y buenos ciudadanos. Parra acató la orden de Chávez de designar cinco profesionales con experiencia dentro de Pdvsa, pero sin méritos suficientes para ser directores. Esa ruptura de la meritocracia fue la que desató la protesta. El citado manifiesto fue acogido con entusiasmo por los trabajadores, que se organizaron en todas las áreas designando delegados. Fracasaron las gestiones ante los propios directores designados, para que retiraran motu proprio su nombramiento, o que Parra anulara las designaciones. Por el contrario, arbitrariamente obligaron a jubilarse a dos excelentes gerentes por percibir que no eran afectos a la llamada revolución o por querer designar a personal de confianza. Eso desató, el 5 de abril 2002, el paro petrolero, al que se sumaron el día 9 la CTV y Fedecámaras. Chávez despidió con un pito, en cadena de radio y televisión, a siete de los voceros de la protesta y Parra jubiló a catorce ejecutivos. Carlos Ortega y Pedro Carmona, presidentes de la CTV y de Fedecámaras, respectivamente, promovieron una marcha de apoyo a los petroleros, que culminó con la masacre del 11 de abril y la consecuente presión de los militares para que renunciara el presidente Chávez. Errores cometidos y falta de apoyo político por parte de partidos que estaban muy disminuidos, indujeron a la Fuerza Armada a regresar a Chávez a Miraflores. Alejandro Dumas, en su novela Los tres mosqueteros, describió al cardenal Richelieu como el malo de la partida, pero en su otra novela titulada Veinte años después, lo reivindicó. En nuestro caso no hay reivindicación posible. Los rojos destrozaron al país y a Pdvsa. Ojalá que la dirigencia política proceda a dar los pasos adecuados para que tengan que abandonar el poder. Ya no se puede exclamar ¡Salvaguardemos a Venezuela!, ni ¡Salvaguardemos a Pdvsa! Hay que gritar ¡Recuperemos a Venezuela! Como (había) en botica: Hay que rechazar la invasión de Rusia a Ucrania y la solidaridad de Maduro con Putler. Nos sumamos a la petición de que Blyde rechace la presencia de Rusia como facilitador en caso de que se reanude la mesa de México. Muchos venezolanos no saben que le congelan sus cuentas, activos y allanan su residencia a quienes aceptan un cargo designado por el presidente Guaidó. Ese es otro saqueo de los rojos, como lo es el caso del Fondo de Jubilación de quienes trabajaron muchos años en Pdvsa. ¡No más prisioneros políticos, ni exiliados! eddiearamirez@hotmail.com 1/03/22

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Josep Borrell

A esta hora muy oscura, en la que vemos como ocurre la invasión no provocada e injustificada de Rusia a Ucrania y las campañas masivas de desinformación y manipulación informativa, debemos separar las mentiras ―inventadas para justificar lo injustificable― de los hechos. Los hechos son que Rusia, una de las principales potencias nucleares, ha atacado e invadido un país vecino pacífico y democrático, que no suponía ninguna amenaza para ella. Además, el presidente Putin amenaza con tomar represalias contra cualquier otro país que pudiera acudir al rescate del pueblo ucraniano. Este uso de la fuerza y coerción no tiene cabida en el siglo XXI.

Lo que está haciendo el presidente Putin no sólo es una grave violación del derecho internacional, sino que es una violación de los principios básicos de la coexistencia humana. Con su decisión de traer la guerra a Europa, vemos un regreso de la «ley de la selva», en la que la fuerza da la razón. El objetivo no es sólo Ucrania, sino la seguridad de Europa y todo el orden internacional basado en normas, el sistema de la ONU y el derecho internacional.

Su agresión se está cobrando vidas inocentes, destruyendo el deseo de la gente de vivir en paz. Se están atacando objetivos civiles, violando claramente el derecho internacional humanitario, obligando a la gente a huir. Vemos una catástrofe humanitaria desarrollándose. Durante meses, invertimos todos nuestros esfuerzos en lograr una solución diplomática. Pero Putin mintió a la cara de todos aquellos que se reunieron con él, fingiendo que le interesaba una solución pacífica. Sin embargo, ha optado por una invasión total, una guerra a gran escala.

Rusia debe poner fin de inmediato a sus operaciones militares y retirarse incondicionalmente de todo el territorio de Ucrania. Lo mismo debe hacer Bielorrusia, que debe dejar inmediatamente de estar involucrada en esta agresión y respetar sus obligaciones internacionales. La Unión Europea está unida para ofrecer su firme apoyo a Ucrania y a su pueblo. Se trata de una cuestión de vida o muerte. Acabamos de adoptar un paquete de emergencia para apoyar a las fuerzas armadas ucranianas en su lucha.

En respuesta, la comunidad internacional optará ahora por un aislamiento total de Rusia, para responsabilizar al presidente Putin de esta agresión. Estamos sancionando a quienes financian la guerra, paralizando el sistema bancario ruso y su acceso a las reservas internacionales.

La UE y sus socios ya han impuesto sanciones masivas a Rusia que apuntan a sus dirigentes y élites y a sectores estratégicos de la economía dirigida por el Kremlin. El objetivo no es perjudicar al pueblo ruso, sino debilitar la capacidad del Kremlin para financiar esta guerra injusta. Para ello, estamos estrechamente alineados con nuestros aliados ―Estados Unidos, Canadá, Reino Unido, Japón, Corea del Sur y Australia―. También vemos que muchos países del mundo se unen para proteger la integridad territorial y la soberanía de Ucrania, incluidos nuestros amigos de América Latina y el Caribe. Nos mantenemos unidos, del lado correcto de la historia, frente al horrible ataque de Rusia contra un país libre y soberano.

Para justificar sus crímenes, el Kremlin y sus partidarios, han emprendido una campaña de desinformación masiva, que ya comenzó hace semanas. Hemos visto a los medios de comunicación estatales rusos y su ecosistema propagando falsedades en las redes sociales con el objetivo de engañar y manipular. Los Balcanes occidentales también han sido el objetivo de las operaciones de desinformación del Kremlin durante demasiado tiempo y saben cómo detectar cuando están expuestos a la manipulación informativa.

Los propagandistas del Kremlin llaman a la invasión una «operación especial», pero este cínico eufemismo no puede ocultar el hecho de que en realidad estamos siendo testigos de una invasión en toda regla de Ucrania, con el objetivo de aplastar su libertad, su gobierno legítimo y sus estructuras democráticas. Llamar al gobierno de Kiev «neonazi» y «ruso-fóbico» es un despropósito: todas las manifestaciones del nazismo están prohibidas en Ucrania. En la Ucrania moderna, los candidatos de extrema derecha son un fenómeno marginal con un apoyo mínimo, sin llegar al límite establecido para entrar en el parlamento. El gobierno ucraniano no ha aislado al Donbás, ni ha prohibido el uso de la lengua y la cultura rusas. Donetsk y Luhansk no son repúblicas, son regiones ucranianas controladas por grupos separatistas armados y respaldados por Rusia.

Nosotros lo sabemos, y muchos rusos lo saben también. Desde el inicio de la invasión se han producido valientes protestas en ciudades de toda Rusia, exigiendo el fin de la agresión contra una nación vecina pacífica. Escuchamos sus voces y reconocemos su valentía al manifestarse, y también vemos a muchas figuras públicas destacadas en Rusia protestando contra esta invasión sin sentido.

Sigo trabajando con nuestros socios de todo el mundo para garantizar un frente conjunto de la comunidad internacional contra el comportamiento del Kremlin. El pasado 25 de febrero, sólo Rusia vetó una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU sobre la agresión rusa, con la abstención de China, India y los Emiratos Árabes Unidos. Desde todo el mundo, los países condenan los ataques de Rusia y en la Asamblea General, toda la comunidad internacional debe unir sus fuerzas y ayudar a poner fin a la agresión militar de Rusia mediante la adopción de la correspondiente Resolución de la ONU. Damos las gracias especialmente a Albania como copartícipe de la resolución.

Considero que todos los países con voluntad democrática deben exigir a Rusia el fin de esta agresión que viola de manera flagrante el derecho internacional, y los principios de soberanía de los Estados y su integridad territorial, la solución pacífica de las controversias y el pleno respeto por los derechos humanos. En este contexto, destaco la importancia de que Argentina, como presidencia del Consejo de Derechos Humanos, continúe defendiendo estos mismos principios consagrados en la Carta de las Naciones Unidas y reiterando su llamamiento a Rusia a cesar sus acciones militares en Ucrania.

Tras esta guerra, el mundo no volverá a ser el mismo. Ahora, más que nunca, es el momento de que las sociedades y las alianzas se unan para construir nuestro futuro sobre la base de la confianza, la justicia y la libertad. Es el momento de levantarse y hacerse escuchar. La fuerza no da la razón. Nunca lo hizo. Nunca lo hará.

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Carolina Jaimes Branger

Un museo en Camboya relata el genocidio cometido durante el régimen de Pol Pot | Getty Images

¡Ojalá se les enseñara marxismo a los estudiantes de bachillerato! Los profesores tendrían que explicarles a los muchachos que en los regímenes comunistas existe el más salvaje de todos los capitalismos: el capitalismo de Estado. Este se adueña de todos los espacios y secuestra no solo la propiedad privada, sino también la de los medios de producción, que debería pertenecer a los ciudadanos.

Tendrían que explicarles que en 1917 una revolución puso fin a una monarquía absolutista, la de los Romanov en Rusia, para dar paso a otro absolutismo más esclavista, más tiránico y más depredador que el régimen de los zares. Primero Lenin y luego Stalin, uno de los peores carniceros de la historia. Tal vez nunca se sabrá el número de muertos, pero los indicios hablan de decenas de millones. Les explicarán a los estudiantes que los iconos que trataron de destruir, resurgieron a la caída del régimen con más fuerza que nunca y que hasta los miembros de la familia real asesinada son venerados como santos por un gran sector de los rusos. Y que hoy en día Vladimir Putin intenta reconstruir ese fracaso histórico teñido de sangre por todas partes que fue la Unión Soviética.

Tendrían que explicarles que el paralelo 38 divide dos Estados, Corea del Sur y Corea del Norte. Que el primero, capitalista, es una de las primeras economías del mundo. Que sus habitantes gozan de un alto índice de ingreso per cápita, la educación es una de las mejores del mundo y poseen un sólido sistema democrático. Que del segundo, sin embargo, más de 500.000 refugiados han huido desde 2000 y 4 millones de muertos es el saldo de la hambruna a raíz de la caída del régimen soviético. Un país pobre, rico en recursos naturales, víctima de un régimen autoritario que comenzó con Kim Il-sung, continuó con su hijo Kim Jong-il, investido de todos los poderes por la Asamblea Nacional y donde hoy su nieto, Kim Jong-un, un monstruo peor que su padre y su abuelo, manda a matar a quien le da la gana, por cualquier nimiedad. Corea del Norte es el país más aislado del mundo.

Tendrían que explicarles también que Mao Tse-tung construyó su régimen sobre el terror y que el exceso de trabajo y la hambruna que hubo entre 1958 y 1961 produjeron la muerte documentada de 38 millones de personas y muchos millones más que jamás pudieron contabilizarse. Que la violencia de Mao y sus acólitos, sucesora directa de la violencia estalinista de la mal llamada Revolución Cultural, dejó como saldo muchos más millones de muertos.

Tendrían que hablarles de los jemeres rojos (Khmer Rouge), un ejército de revolucionarios comandados por una de las figuras más monstruosas que haya producido la humanidad: Saloth Sar, mejor conocido como Pol Pot. El odio fue el motor de su vida y obra. La llamada Kampuchea Democrática marcaba el “año cero”. Todo el pasado capitalista, hasta el más mínimo vestigio, debía ser eliminado. Se quemaron industrias hasta que no quedó piedra sobre piedra. Todos los medios de transporte fueron también destruidos. La carreta de bueyes o mulas fue decretada como el medio de transporte nacional. Se quemaron escuelas, bibliotecas, laboratorios, se prohibieron todos los medicamentos, pues los “remedios” residían nada menos que en la sabiduría popular. Los ciudadanos perfectos eran los campesinos, pues no habían sido contaminados. Y bajo la orden de Pol Pot, de acabar con “todos los elementos subversivos” se ejecutó indiscriminadamente, previa toda clase de horrendas torturas que los hacían confesar cualquier cosa, a toda la clase media y culta, profesionales de todas las ramas. Llegaron hasta a asesinar a quienes usaban lentes “porque los lentes eran síntomas de intelectualidad”. La liberación para aquellos infelices era el tiro de gracia que acababa con sus vidas. “El que protesta es un enemigo, el que se opone, un cadáver” era el lema de Pol Pot.

Tendrían que contarles sobre los fusilados y los presos, sobre los que se fueron de Cuba y los que quedaron sin libertades en su propio país. Y por supuesto, hablarles de cómo una revolución inspirada en la cubana acabó con nuestro país.

Tendrían que hablarles de Marx, un misógino, maltratador de su mujer y sus hijos, que nunca trabajó sino en escribir sus teorías imposibles, llenas de odio y violencia, ha producido la mayor cantidad de muertos que haya conocido la humanidad, para, como decimos aquí, “curarles el sarampión desde chiquitos”.

@cjaimesb

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El Nacional

Por más que se busquen razones para llevar la vida del país como si nada estuviera pasando, por más que algunos municipios pongan banderas de colores y armen comparsas por las calles principales, el sufrimiento de Venezuela es genuino y profundo y no se borra con voltear para otro lado.

Esa ha sido la práctica del gobierno chavista durante los 20 años que han ocupado Miraflores. Los líderes rojos han sido expertos y han perfeccionado las artes escapatorias, más por cinismo que por ser capaces de algo en su vida. Ellos saben con lujo de detalles el porcentaje del hambre, de la desnutrición, la cantidad de familias en pobreza extrema que ha perdido todas las esperanzas, la cantidad de niños que han despedido a sus padres en cualquier paso fronterizo, la cantidad de ancianos solos sin cuidados. Pero nada de eso les importa y no se preocupan ni en fingir.

Lo malo es que vengan otros, que se dicen oposición, y sigan el mismo tipo de comportamiento, escudados en alguna excusa barata; usan la cultura y las tradiciones como si con eso comieran los cientos de niños que ponen a desfilar por las calles, cuando saben que muchos no tienen en su estómago ni un magro desayuno que les dé fuerzas. ¿Disfraces para qué? ¿Por qué hay que enseñarles a los niños a ocultar sus sentimientos y emociones tras una farsa? ¿Por qué, lo que es peor, hay que gastar dinero en organizar comparsas que no representan ninguna mejoría en sus condiciones de vida?

Hay que aplaudir decisiones como las del alcalde del municipio Carrizal del estado Miranda, José Morales, quien prefirió destinar el presupuesto de 20.000 dólares a la compra de alumbrado público que gastarlos en unas fiestas que no le dejarán nada a los habitantes de la zona. Ha sido valiente, ha hecho lo correcto por lo que lo eligieron como mandatario local y ha sido consecuente con la situación del país.

El que quiera y tenga cómo festejar, viajar y disfrazarse, que lo haga, pero en estas circunstancias de país no se justifica que se gaste el dinero del presupuesto público en banalidades como las de celebrar un Carnaval mientras los niños venezolanos se mueren de hambre.

Los ciudadanos necesitan gobernantes y líderes que piensen en ellos primero, no que sigan el mal ejemplo de los 20 años del gobierno chavista, que ha sido puro pan y circo. Esto es parte de los cambios que la oposición debe hacer para recuperar la confianza de un electorado que está cansado de ser el último eslabón de la cadena. Acciones, no discursos.

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