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Opinión

Jesús Elorza G.

Los medios de comunicación, centran sus publicaciones en enaltecer la figura de Isabel II, lo que no dicen es qué ella y su familia son responsables de miles de muertos, de saqueos en el mundo y de expoliación, fundamentalmente al África. Durante siglos la monarquía inglesa se dedicó a robar la riqueza y territorios de otros pueblos, especialmente en África. Ya en el reinado de la hoy idolatrada Isabel II impusieron regímenes de masacre en el continente africano. Tal es el caso de Kenia y de Sudáfrica donde tenían verdaderos campos de concentración y tortura.

En países como Nigeria, Tanzania o Kenia su nombre está ligado a una monarquía que, “al igual que tras su muerte se ha resaltado que ha sido un símbolo de unidad y continuidad, muchas sociedades africanas ligan su figura a la colonización y la opresión que han vivido los pueblos africanos”

La familia real británica se ha enriquecido a base del saqueo y la colonización de África. En la corona y el cetro de Isabel II, hay fragmentos del diamante de la Estrella de África. La piedra fue robada de Sudáfrica en 1905 y tiene un valor de 400 millones de dólares. En Yemen del Sur, Isabel II estableció un apartheid contra los yemeníes nativos, que eran perseguidos y asesinados por sus soldados de ocupación. En los años 60, el pueblo yemení se rebeló e Isabel II ordenó reprimir a todos los que se sublevaran. En Kenia, apenas 6 meses después de la coronación de Isabel II, tuvo lugar la mayor masacre británica en África. La masacre de Mau Mau, donde los británicos reprimieron a los kenianos que se sublevaron y les bombardearon con 6 millones de bombas matando a más de 300.000 kenianos. Igual que en la Alemania nazi, en Kenia con la aprobación de Isabel II y de Churchill, se establecieron campos de concentración incluso para niños. El modelo nazi fue usado por el imperialismo inglés contra los Mau Mau, usándolos como mano de obra esclava y violando todos los DDHH. Los campos de concentración británicos para niños en Kenia eran llamados «Wamumu Camp», donde era «educados» por los colonialistas blancos británicos y hacían trabajos forzados bajo disciplina militar. Por no hablar del saqueo imperialista que persiste hasta hoy, el sistemático exterminio de indígenas apoyado por los británicos en sus gobiernos títeres en África o los golpes de estado contra países soberanos, todo bajo la monarquía de Isabel II que se enriquece de ello. Su familia fue íntima amiga de los nazis, su tío Eduardo VIII junto a su mujer, Wallis Simpson, duquesa de Windsor, visitaban a Adolf Hitler muy a menudo en sus banquetes. Esta es la «abuelita simpática» que los medios han blanqueado durante décadas. La «abuelita» que con 31 años comandó a un ejército a encerrar a 1,5 millones de personas en campos de concentración en Kenia y que vivió del saqueo imperialista, rodeada del oro robado a África».

El partido Libertad Económica (The Economic Freedom Fighters) de Suráfrica recuerda en un comunicado que la reina Isabel II ascendió al trono en 1952, reinando durante 70 años como jefe de “una institución construida, sostenida y viviendo de un legado brutal de deshumanización de millones de personas en todo el mundo”, dicen un comunicado. “No lamentamos la muerte de Isabel, porque para nosotros su muerte es un recordatorio de un período muy trágico en la historia de este país y de África”. Las corrientes más progresistas en Kenya, Nigeria, Uganda y Tanzania o Sudáfrica, ligan a la monarquía con el atroz pasado colonial y reivindican la desconexión definitiva, es decir, la salida de la Commonwealth.

En esos primeros años en que Isabel II aprendía a ser reina, el Ejército británico respondió a la rebelión de Kenia, que fue denominada del Mau Mau, con una campaña de ejecuciones, torturas y asesinatos de motivación claramente racista. Los enemigos fueron tratados como animales, y eso incluía a la población civil. Al igual que en la Guerra de los Boer en Sudáfrica a principios de siglo, se montaron campos de concentración por todo el país para encerrar sobre todo a los keniatas de la etnia kikuyu, mayoritaria en el país, a los que se consideraba simpatizantes del movimiento insurgente. En 1954 ya habían encerrado a 70.000 personas. Las cifras se dispararon cuando la política de concentrar a la población civil se extendió a campos y poblados rodeados como si fueran una prisión. Más de un millón de keniatas compartieron un destino cruel que acabó con miles de muertos por hambre y enfermedades, abandonados a su suerte.

Más allá de algunas referencias genéricas, la reina nunca pidió disculpas en nombre del Estado británico por las matanzas realizadas en Kenia y otros países de África y Asia por el imperio.

Gran Bretaña, junto a Francia e Israel, llevó a cabo una última aventura imperial con la invasión de Egipto como respuesta a la nacionalización del Canal de Suez por Nasser, al que la propaganda británica tildaba del nuevo Hitler.

En la controversia por Las Malvinas, el monarca no decidió, pero sí avaló las acciones adoptadas por la entonces primera ministra británica, Margaret Thatcher (1979-1990), relativas a la guerra con Argentina. Conflicto bélico que duró 74 días, se saldó con un triunfo británico y se llevó la vida de 649 argentinos, 255 británicos y tres isleños. Además, de avalar las decisiones tomadas por el Gobierno de Thatcher, Isabel II movilizó apoyos en todo el Commonwealth (Mancomunidad de Naciones).

En conclusión, su santidad la abuelita Isabel, no era tan santa como ahora pretenden presentarla, era una consumada colonialista que justificaba las acciones criminales y genocidas de su ejército en su agresión imperialista a los pueblos del mundo y que, en sus siete décadas de mandato, el perdón o las disculpas por las reiteradas violaciones a los Derechos Humanos no estaban en su léxico monárquico.

 4 min


Guillermo Mendoza Dávila

Ante el reciente y muy anticipado anuncio del restablecimiento de las relaciones con Colombia y, en especial, del reinicio del intercambio comercial, debemos estar bien preparados para lo que dichos anuncios implican para el sector productivo venezolano.

La economía vecina es actualmente de unos $330 mil millones, que como referencia es aproximadamente el mismo monto que tenía Venezuela en 2013; haciendo alarde de veinte años de crecimiento sostenido en este siglo y solamente una mancha de -7.3% en el 2020, el año inicial de la pandemia, compensado con creces al año siguiente con un importante rebote de más del 10% y la expectativa de que este año debe crecer cerca del 5%.

Esto ubica hoy a Colombia como la cuarta economía latinoamericana, después de los tres grandes, Brasil, México y Argentina pero por encima de Chile. Por cierto, ese fue precisamente el puesto que ocupó Venezuela por muchos años. Los motores principales de su desempeño son el consumo privado y la inversión, ambos dando muestras de mucha robustez en lo que va del año en curso. De igual manera su sector externo está muy activo, tanto las importaciones como las exportaciones mostrando un sólido desempeño este año. Su población se estima apenas arriba de los 50 millones de habitantes y la presidencia de la nación recién asoma los pininos de un nuevo modelo político, con resultados aún imprevisibles, que no pretendemos vaticinar.

Para nosotros eso podría significar oportunidades ciertas para colocar productos públicos y privados en un mercado 75% más grande que el nuestro por número de consumidores y con mucho mayor capacidad de consumo, cuyo PIB per cápita es el triple que el nuestro. Para ellos, Venezuela siempre ha sido un mercado apetecible, en especial ahora que tenemos muchas limitaciones en cuanto a la oferta de productos que o bien no se consiguen o que llegan a precios relativamente elevados ya que provienen de mercados muy distantes como Turquía, China o la India.

Más allá de compras estratégicas de parte de Colombia, como podría ser por ejemplo el gas en su transición prevista a energías más limpias, y quizás algunos proyectos bilaterales, nuestras posibilidades de exportar desde el sector privado se ven seriamente afectadas por la poca competitividad de nuestra moneda, que se encuentra sobrevaluada por la política cambiaria vigente de sostener el bolívar y no permitir que se devalúe en función de la inflación; cuando la moneda local está cara en divisas, nuestros productos se hacen pocos competitivos. De igual manera, nuestra oferta exportable es pírrica, ya que el aparato productivo doméstico está sumamente mermado por años de recesión, hiperinflación, medidas y políticas de control férreo de parte de los distintos entes fiscalizadores y la pérdida sostenida de mano de obra calificada como resultado de una inmensa migración.

¿Y entonces qué nos queda? El comercio de frontera será muy alentador para la economía de esos estados, por la posibilidad inmediata de acceder a artículos actualmente escasos o inexistentes, a medida que se vaya formalizando la relación comercial. Nuestros empresarios podrán acceder a proveedores más próximos, que conocen bien nuestro mercado por años de relaciones y similitudes culturales. Al momento, el intercambio acumulado es de quizás $400 millones, un 15% de bienes que enviamos y 85% de bienes que recibimos. Una vez legalizado, el comercio debería crecer, pero la proporción posiblemente se mantenga muy a favor de las exportaciones colombianas.

Sólo con una moneda competitiva y apoyo decidido al productor de bienes y servicios vía financiamiento suficiente, reglas claras y seguridad jurídica podremos beneficiarnos de un mercado tan atractivo como el colombiano. Nos toca continuar solicitando y propiciando el acercamiento institucional con el sector oficial, hasta persuadir a los actores claves de que con la plataforma normativa adecuada podremos en un corto plazo ver crecer nuestra economía de manera muy significativa.

guillermomendozad@gmdconsultor.com

https://dr-guillermo-mendoza0.webnode.pag

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Víctor Rago A.

Antes

El secretario de la UCV se dirigió a los decanos (oficio CU 2022-0252 del 18 de mayo de este año) para pedirles materializar una decisión del Consejo Universitario adoptada en sesión de la misma fecha, según la cual había que «continuar con el proceso de las actividades académicas y administrativas presenciales en esta Casa de Estudios en la medida [en] que los factores limitantes se vayan superando». En el mismo oficio se los instruye para que establezcan «los planes correspondientes a partir del 1° de junio».

Es digna de aplaudirse esa decisión del máximo órgano directivo de la UCV porque enunciaba claramente el objetivo: volver a los espacios universitarios que la pandemia del coronavirus forzó a abandonar. Desde ese preciso instante –la paralización de la universidad- todo universitario sensato debió entender que el retorno al campus tendría que producirse cuanto antes, esto es, tan pronto las condiciones lo permitieran sin riesgo alguno y sin injustificada dilación ¿Estaban para el momento del llamado del Consejo Universitario dadas tales condiciones? Probablemente no del todo puesto que en el oficio se menciona la existencia de «factores limitantes» que habría que ir superando. ¿Era factible hacer ese llamado antes del pasado mayo? Probablemente sí. Y mucho antes, incluso, guardando las necesarias precauciones, como el mismo oficio advertía.

En suma, el regreso a la Ciudad Universitaria de Caracas (y a otros recintos de la UCV en el interior del país) hubiera debido asumirse desde un principio como un objetivo prioritario, solo subordinado a la existencia de condiciones propicias. Pero esto, claro, habría exigido una firme voluntad de evaluación del conjunto de la situación una vez rebasado el período inicial de confusión (en parte inducida por alarmismos tanto ingenuos como maliciosos) y sorteadas las abusivas restricciones impuestas por el gobierno, menos inspiradas en preocupaciones epidemiológicas que en propósitos de control social.

Teniéndose en cuenta que la emergencia sanitaria no era ya el principal obstáculo -la epidemia remitía en todas partes y las llamadas medidas de bioseguridad serían de relativamente sencilla implementación- la atención debía centrarse, pues, en los otros «factores limitantes». La pregunta principal tendría que apuntar a la situación de la universidad al cabo de poco más de tres años de paralización de muchas de sus actividades y de desempeño hemipléjico en las restantes. Es verdad que la decisión del Consejo Universitario se adopta tras haberse «considerado los informes de los decanos de las diferentes facultades con respecto a las actividades académicas y administrativas presenciales...». Pero, ¿bastaban tales diagnósticos para formarse una imagen íntegra del estado real de la institución, requisito esencial para la formulación de un programa de acción a escala general (sujeto a las adaptaciones particulares allí donde fuera necesario)?

Es el sentido unitario de la conducción institucional y la visión de conjunto de la complejidad estructural del dispositivo académico –una realidad que no cabe representarse mediante la sumatoria mecánica de los variados cuadros locales- lo que parece ausente del Consejo Universitario. Sea como fuere, lo cierto es que la decisión de este órgano no se concretó en una proporción significativa, salvo algunas decorosas y respetables excepciones, justo es observarlo. De suerte que con el llamado a la reincorporación presencial, al cabo de varios meses en los que no se hizo lo suficiente para disipar la confusión heredada de los anteriores (aunque ha sido un período gremialmente afortunado, para reconfortamiento del ánimo universitario), es ahora cuando estamos por fin a las puertas del tan invocado «reinicio de actividades».

¿Reinicio de actividades hemos dicho? En el significado de ese socorrido, familiar y engañosamente inocuo sintagma se cifran entusiastas pero no siempre fundadas esperanzas. Cuánto es de desear, pues, que en su potencial semántico cohabiten en fecundo acoplamiento el atavismo sentimental del calendario lectivo y la conciencia imperiosa de la necesidad de reconquistar los espacios académicos.

... y después.

¿Qué hacer cuando se vuelva a la universidad? Es decir, cuando de verdad y todo lo plenamente que se pueda volvamos a ella? Hay una forma todavía más rotunda de formular esta pregunta: ¿para qué volver? La convicción de que la vuelta es cuestión vital está reñida con el simplismo resignadamente recuperativo, tan cargado de añoranzas retrógradas: seguir como antes expone al peligro de un conformismo hecho de rutinas aletargantes, hábitos reflejos, prácticas de dudosa fertilidad precisamente cuando los tiempos exigen lo contrario.

En el pasado prepandémico los universitarios nos fuimos acostumbrando insensiblemente a la penuria material. Y a un debilitamiento tal vez correlativo del espíritu académico. Mientras era paso a paso abandonada la noción de comunidad intelectual y su consustancial práctica dialogal y deliberativa, apenas se protestaba tenue y esporádicamente contra la aniquilación de la universidad. La convocatoria gremial encontraba muy pocos oídos hospitalarios y la infrecuente reflexión crítica sobre los riesgos en ciernes parecía no estremecer demasiadas fibras en la colectividad universitaria.

Fue dado así contemplar el surgimiento en algunos ámbitos del medio académico de una especie de vocación sacrificial. Desde entonces ha sido común exaltar la virtud del «apostolado» docente, casi siempre en un registro de dolorido júbilo amparado en la primordial e inmarcesible dignidad de la enseñanza. El logro intelectual ha podido tasarse a menudo no por su mérito intrínseco sino en relación directa a la magnitud de los oprobiosos obstáculos que han debido vencerse. Extrañamente, el inventario pormenorizado de las privaciones no ha conducido en forma clara al reconocimiento de la indigencia como estado general y es en cambio posible percibir cierta irreflexiva infatuación por el hecho de que la universidad no cerrara jamás sus puertas, por mucho que al trasponerlas se diera uno de bruces con toda clase de humillantes estrecheces.

El reinicio de la vida institucional no puede ahora consistir en una simple reanudación de actividades, como si estas hubieran sufrido una interrupción accidental por causas enteramente ajenas, inopinadas y sobrevenidas. Es cierto que así se presentó la pandemia del coronavirus en Venezuela (como en casi todas partes). Pero al menos en las universidades, tras la remisión de la covid, la «normalización» necesaria a la que todo el mundo comprensiblemente aspira carecería de sentido como mera continuidad de un cercano ayer lastrado de insuficiencias.

De un lado, esto significaría el regreso a la escasez generalizada, la prosecución voluntaria de la penuria, el consentimiento de la miseria personal e institucional, una pasmosa exhibición de mansedumbre... ¿Es que acaso tres años no proporcionan una perspectiva en la que haya podido florecer aunque fuera una débil conciencia acerca de la privación hecha política de gobierno. Del otro lado, ¿por qué sucumbir a la molicie restauradora si lo que la universidad demanda a gritos, para quien sepa oírlos, es una renovación profunda de sus estructuras y sus modos de funcionar?

En un marco que trasciende el propio mundo académico, pero con su participación, se han producido en las últimas semanas, según arriba insinuamos, activas protestas de sectores de la administración pública en defensa de derechos laborales vulnerados y reivindicaciones históricas negadas por el Ejecutivo y los poderes públicos que se le supeditan, en flagrante violación de la Constitución y las leyes. Las victorias parciales alcanzadas prestan un razonable optimismo a las luchas sociales, económicas y políticas que previsiblemente se incrementarán en los próximos meses. He allí un poderoso estímulo para que la comunidad universitaria recobre su capacidad de movilización con vistas a la preservación de la universidad pública nacional. Sobre todo para proveerla de recursos presupuestarios que le permitan el cumplimiento de sus altos fines, así como ofrecer condiciones de vida digna a quienes la integran.

Pero el retorno a los espacios académicos debe propender además a la gestación de un clima interno que, en vez de devolverlos a la monotonía institucional precedente, favorezca un vigoroso debate sobre el estado de la universidad en los últimos tiempos. Ese debate serviría no solo para que se analizaran atentamente las temibles amenazas externas, sino también para que aquella practique sin condescendencias ni narcisismos autocompasivos un sincero escrutinio de sí misma. Nada de esto será factible de no haber una incorporación de los universitarios a la institución en la mayor escala posible. Tal proceso, como deja ver la experiencia de estos años, encuentra escollos en la lucha por la supervivencia individual y familiar en el contexto de un país sumido, como múltiples veces con razón se ha dicho, en una profunda crisis sistémica.

Es de esperar, no obstante, que se vaya produciendo en forma gradual y cabe presumir que podría beneficiarse de una circunstancia hasta no hace mucho ausente por motivos bien conocidos del escenario ucevista: las elecciones para el recambio de los cuadros directivos a todos los niveles. Los episodios recientemente celebrados –elecciones estudiantiles y para representantes de egresados- pusieron de manifiesto una clara voluntad de participación de la comunidad universitaria y una revalorización de la utilidad del voto. Puede pensarse que los procesos venideros para elegir autoridades rectorales, decanales y representantes profesorales al Consejo Universitario despertarán un interés comparable o aun mayor. Esta expectativa pudiera proyectarse también a las próximas elecciones de la APUCV (6 de octubre), cuyo carácter gremial reviste sin embargo importancia considerable en el dificultoso presente universitario.

Si esta apreciación no es errónea presenciaremos muy pronto el retorno en importante medida de la comunidad universitaria a los espacios de la institución, movimiento favorecido por la cuestión electoral. Esta ha de ser entendida como un punto de alta prioridad en la agenda por confeccionarse y no solamente como un acontecimiento que se agota en el acto mismo de su celebración y cuyo efecto se reduciría a una simple operación sustitutiva de unos directivos por otros.

Porque, sin duda alguna, la pregunta de para qué volver a la universidad solo puede responderse si la formulamos conscientemente convencidos de la complejidad que encierra: inventariando las cuestiones que configuran su situación y al mismo tiempo impulsando el debate para ventilarlas públicamente con vistas a los necesarios consensos.

Desprovisto de esa convicción racional el «reinicio de actividades» corre el riesgo de no poder desembarazarse del lastre inútil para convertirse en lo que las circunstancias demandan: un nuevo inicio.

 7 min


Edgar Benarroch

EL PENSAMIENTO. LOS BUENOS Y MALOS

Hemos afirmado que el pensamiento es de carácter personal, se produce a partir de la razón y es elaborado por la mente después de una disposición racional cuando es voluntario. El pensamiento precede a la acción. Hemos también dicho que la acción sin el pensamiento puede ser catastrófica y el pensamiento sin la acción es infecundo o estéril. Antes de actuar pensamos, quienes desean actuar en bien, piensan en bien y quienes desean actuar el mal su pensamiento está cargado de maldad. En el pensamiento se planifica la acción, cuándo y cómo lo hacemos. Quien piensa bien y actúa en consecuencia debe ser feliz, puesto que no tiene cargos de conciencia que lo martirice. Quien piensa y actúa mal carece de conciencia racional y como tal se comporta como un animal.

Podemos decir que el pensamiento es la chispa que enciende el motor de nuestras acciones, mientras más delicadas sean éstas, seguramente el tiempo en pensarlas y meditarlas será mayor. El malo planifica sus fechorías en su pensamiento obscuro y lúgubre y las realiza consumando el mal.

“Por sus obras los conoceréis”, dijo Jesus a quienes le preguntaron por los cristianos.

Quien es malo se conoce por su conducta, obra y acciones. Si causas malestar y pérdida de nivel de vida, si prefieres mantener el nivel de pobreza y aumentarla con el propósito de manipular a la población, si provocas infelicidad, es porque eres malo. Este régimen ha desbaratado y descompuesto el país al extremo de tener a PDVSA al borde de la quiebra, después de ser la cuarta industria en importancia del mundo. Ha acabado con nuestras tierras fértiles con expropiaciones e invasiones, ha provocado la inflación más alta del mundo. Todo lo que estaba bien ahora está mal y lo que estaba mal está peor. Sembraron hambre en más del 80% de la población, empobrecieron a todo el pueblo y nos tienen viviendo con el corazón en la boca por la extrema inseguridad pública, personal y de bienes que nos constriñe y limita. Los servicios públicos se transformaron o los transformaron en calamidad. Nos transformaron en un país pobre y de pobres después de ser uno los más ricos de Latinoamérica. Acabaron con nuestro parque industrial, más del 70% de las industrias han cerrado. Es decir, éramos un país donde nos desenvolvíamos más o menos bien y ahora estamos cargados hasta la coronilla de problemas y sinsabores. Así pues, si la obra es mala, catastrófica en nuestro caso, es porque sus ejecutores son malos, perjudiciales y catastróficos.

Quien mal actúa es porque mal piensa y el que está dispuesto a ocasionar daños lo hace con premeditación, ventaja y alevosía y busca el tiempo preciso para consumar su maldad, todo parece que estos señores del régimen piensan que estamos desde hace mucho tiempo en el de dar rienda suelta a la maldad.

El mal debemos combatirlo con el bien, no con mayores males. Si respondemos al mal con más mal, en corto tiempo seremos una sociedad de malos y de males. No nacemos para ser infelices, la felicidad la logramos siendo buenos, actuando bien siempre y en función del Bien Común, particularmente el de los pobres y vulnerables que son muchos.

12 de septiembre 2020

EL PENSAMIENTO

El pensamiento es una función de carácter personal que se produce a partir de procesos de la razón. Los pensamientos son elaborados y producidos por y en la mente después de una disposición racional cuando es voluntario o cuando es a través de un estímulo externo que es involuntario. El pensamiento de las personas es acumulativo y se desarrolla a lo largo del tiempo, puede ser inductivo, interrogativo, creativo, analítico, crítico, etc., etc.

La lógica que dedica casi exclusivamente a la formulación de leyes que rigen el pensamiento humano, la filosofía que le da respuesta a muchas interrogantes que se relacionan con el pensamiento, la psicología que es la ciencia que estudia la mente humana y su influencia en la conducta, la psiquiatría que se encarga de analizar los modos de pensamientos y de estudiar y tratar las enfermedades de la mente, son ciencias que tienen que ver en mucho con el pensamiento humano.

Se sabe que el ser humano es el único con capacidad para razonar, pero no es el único que puede pensar ya que los animales tienen cerebro y como tal piensan de una forma extremadamente práctica y basada en la experiencia. La diferencia con las personas está en que no poseen capacidad para saber de las causas ni de las consecuencias de sus comportamientos, pues carecen de razón, no saben discernir y por lo tanto no diferencian lo bueno de lo malo.

La forma y manera de pensar sobre situaciones tiene un valor muy importante porque puede condicionar nuestra manera de actuar, de comportarnos, de manifestar nuestras emociones y de relacionarnos con los demás. El pensamiento reflexivo permite un análisis amplio de la situación en que nos encontramos y a meditar sobre nuestras debilidades y fortalezas.

Ante la dramática situación que confronta el país y cada uno de nosotros, es bueno saber que estamos cargados de inmensas fortalezas ampliadas por la esperanza, fe y optimismo, pero muy lamentablemente no hemos logrado ponerlas en práctica. Por ejemplo, la primera fortaleza es la UNIÓN seguida de la acción organizada y coherente que debemos desplegar y sostener hasta lograr los objetivos planteados, que como sabemos empiezan por salir del desastre que tenemos. Unión, férrea voluntad y acción son tres elementos que debemos tener presentes para salir exitosos de los desafíos que nuestro tiempo nos plantea y de ellos la UNIÓN de todos quienes queremos cambio radical ya, es la fundamental. UNIÓN, UNIÓN Y MÁS UNIÓN para alcanzar cuanto antes el país que deseamo.s

11 de septiembre 2022

ENCUESTA, OTRA OPCIÓN

En nota anterior sumé el consenso, a la elección primaria, para tomarlo en cuenta en la selección del candidato de la oposición a la Presidencia de la República, ahora agrego a las encuestas que realizadas con estricto rigor científico nos indica hacia donde apunta la voluntad popular. Una encuesta es un procedimiento que consiste en la recopilación de datos mediante un cuestionario previamente diseñado, sin modificar el entorno ni el fenómeno donde se recoge la información que más adelante ofrece; por supuesto se debe seleccionar muy bien el universo o la muestra a interrogar.

Una encuesta bien diseñada, bien elaborada, bien efectuada y con una muestra suficiente para emitir juicio, es un procedimiento científico totalmente confiable, tanto que existen algunas con un margen de error mejor del 2%. Tendrían que ponerse de acuerdo TODOS los candidatos en seleccionar dos o tres empresas encuestadoras totalmente serias y confiables y sobre todo insobornables, para realizar el estudio del país y conocer lo que piensa el pueblo en torno a quien debe ser nuestro candidato. Tendrían TODOS que jurar ante Dios y el país respetar los resultados y hacerlos propios. Ello tiene la ventaja, además de conocer lo que el pueblo piensa, que no hay proceso interno de captación de voluntades que puede sucumbir en descalificaciones absolutamente inconvenientes.

Asome el consenso y ahora las encuestas, además de la elección primaria, no con ánimo de desechar, menos aún descalificar, la consulta directa que es recurrir directamente a la fuente de la soberanía, solamente presento alternativas para el estudio y consideración que nos alejan de la controversia interna y nos permiten emplear el tiempo hacia afuera.

Las empresas encuestadoras deben ser nacionales, pero sin descartar la posibilidad de contratar a alguna o algunas extranjeras de bien ganada fama de seriedad y autenticidad.

Repito, nada más cristalino y transparente que la consulta directa al pueblo, pero apunto los riesgos de ella y asomo alternativas que de ser aceptadas por todos, no tendrían riesgos de descalificaciones ni pérdida de tiempo.

Que bueno sería que se realicen dos o tres encuestas, si es posible con sobre muestra para mayor seguridad y minimizar el error, aceptadas por todos con el compromiso de asumir como propios los resultados de las mismas. En ese momento tendríamos nuestro abanderado, que con seguridad será el próximo inmediato Presidente de la República e iniciaremos el difícil pero apasionante camino de la recuperación del país, mejorando el que nos arrebataron.

10 de septiembre 2022

PRIMARIA O CONSENSO

Tengo entendido que la dirigencia de la oposición decidió celebrar, durante el primer trimestre del inmediato próximo año, una consulta primaria general, donde todos los venezolanos mayores de 18 años tengan derecho a votar, para seleccionar nuestro candidato a la Presidencia de la Republica.

Por supuesto se mantiene como objetivo esta elección, pero considero no debe descartarse la posibilidad del consenso, que como bien se entiende debe tener la aceptación de TODAS las partes involucradas y nunca pensar que una parte se imponga a otra, ello traería muchísimos inconvenientes nada buenos para la UNIÓN opositora.

De lograrse consenso en torno a un nombre se entiende que éste guarda sintonía con el país nacional y está muy bien equipado para ejercer la Presidencia en este momento tan dramático caracterizado por una enorme crisis general y de esa manera se evita un torneo interno que por muy bien que se desarrolle puede dejar fisuras inconvenientes. Lo importante es que TODOS los nombres que se consideren para ser nuestro abanderado se sometan a la consulta y acepten su resultado haciéndolo propio.

Creo igualmente que debe garantizarse a los venezolanos mayores de 18 años en el exterior la posibilidad de votar en la consulta. No estoy informado si el Consejo Nacional Electoral (CNE) participará en la consulta primaria o si la oposición, sin la participación de éste, la adelantará.

Leí unas declaraciones atribuidas a María Corina Machado donde dice que si participa el CNE en nuestra consulta, ella no propondría su nombre y presumo resolverá sola por su lado. Esto para nada me gusta porque creo que este tema tan delicado debe resolverse con la participación de todos y lo peor que puede ocurrir y que la historia nunca perdonará es que la oposición se presente con más de un candidato a la Presidencia de la República; sería el colmo de anteponer los intereses personales ante el de la Patria y colectivo.

Una vez que desde la oposición se decida la candidatura, por primaria o por consenso, no es racional y es criminal que otro nombre decida proponerse; quien lo haga merecerá nuestro más alto desprecio y desconocimiento y quedará arraigado a la orilla del camino con una fuerte, severa y seria calificación de la historia.

Aceptamos que el interés del colectivo y del país es primero o nos dedicamos a otras cosas, pero lo que es inaceptable es vivir en un permanente torneo de intereses individuales.

9 de septiembre 2022

 8 min


Benjamín Tripier

Si bien es cierto que la esperanza es el gran motor de la supervivencia, es importante tener claras las bases que la sostienen. Desde hace meses nuestra economía –y la esperanzas asociadas- vive alimentada de informaciones y rumores que tienen visos de realismo y que generan un conjunto de acciones orientadas, en unos casos a anticipar decisiones, y en otros a posponerlas. Y cuando terminas dándote cuenta de que la información que circulaba, ni siquiera era posible que ocurriera, entonces aterrizas en que siempre, algo de dinero perdiste, por no verificar las fuentes.

Los tres puntos de referencia internacional que hoy tiene Venezuela están relacionados con Colombia, EE UU e Irán; cada uno por diferentes razones, pero todos atados por el mismo patrón de aislamiento que nos caracteriza. Porque con Irán logramos apoyo en lo petrolero, con EEUU estamos atados a su poder, y con Colombia, atados (y a veces desatados) por la vecindad.

Y de los tres, EE UU es el que tiene el poder de permitir y no permitir, casi cualquier cosa; mientras los otros dos son válvulas de descompresión, que a veces funcionan y a veces no.

Esperanza… con los pies sobre la tierra

Para entender la relación con EE UU, y poner los pies sobre la tierra, debe ponerse en primer plano, y como una restricción dura que supera cualquier relato, que para ellos somos “una amenaza inusual y extraordinaria” contra la seguridad interna de EE UU; y que además tenemos unos rehenes americanos que ahora, últimamente, están claramente tipificados por una orden ejecutiva específica de Biden.

Mientras esos dos elementos estén vigentes, toda conversación o acercamiento, siempre tendrá como objetivo, liberar a los rehenes primero, y conjurar la amenaza inusual, después. No hay que perder de vista que no se trata de un tema del poder ejecutivo de EE UU, sino de una política de estado, apoyada por los dos partidos, que trasciende presidentes.

Es interesante como Europa en su conjunto, por una cuestión de principios, y por la historia, decidió enfrentar la falta de combustible, sometiéndose a penurias, con tal de no apoyar la brutal invasión de los rusos a Ucrania, que es percibida como solo el principio de una embestida más fuerte, tratando de correr las fronteras de Rusia a las que, en el pasado, definieron la cortina de hierro.

Ahora, imagínense a EE UU vulnerando las dos anclas que les mencioné más arriba, por unos pocos barriles de petróleo que pudiera proveer Venezuela, y que para colmo no son estables por los temas de falta de energía y de mantenimiento en nuestro país. Porque podrá producirse algo de petróleo, pero convertirlo en gasoil, ya requiere de la infraestructura de refinación y electricidad, que están deterioradas e inestables.

Lo del petróleo con EE UU, entonces, sería un subproducto de los temas ancla: democracia para lo de la “amenaza inusual…”, y liberación de los rehenes.

La esperanza como política de Estado tiene la dificultad de que a medida que se van cayendo las zanahorias que la representan, deben ir siendo reemplazadas por otras, todo de acuerdo a una realidad cambiante y conflictiva. Desde los trascendidos y rumores infundados sobre Chevrón y Siemens, que la lectura esperanzadora convierte en posibles (aunque nunca terminen de ocurrir), hasta los empresarios optimistas, pasando por el “Venezuela ya se arregló”, pareciera que están de acuerdo en esconder debajo de la alfombra los niveles brutales de pobreza que, según la UCAB, superan 90%, con casi 80% de indigencia.

Solo cuando en la ecuación hagamos visibles todas las variables, podremos hacer que la esperanza sea un camino, y no una quimera.

Lo social se está convirtiendo en un plomo en ala de nuestras posibilidades. La descompensación de la matriz de RR HH disponibles, versus necesidades a ser satisfechas, nos está llevando a que la población activa que permanece en el país, no tiene las habilidades (y a veces ni la edad) para cubrir las necesidades de un posible crecimiento. Si como dice la ONU, casi 7 millones de personas han emigrado en los últimos años, el gran peso de esa emigración está en lo que nos enorgullecía, que era el bono demográfico.

Debemos hacer un esfuerzo desde la empresa privada (y también personalmente aquellas personas que puedan hacerlo) para incorporar cada uno a la gente que pueda, ya sea capacitándola, ya sea ayudándola; y en el caso de los menores, asegurándonos que asistan a la escuela… que estudien.

Podemos llegar a perder toda una generación si no actuamos coordinadamente entre todas las fundaciones, asociaciones y ONG que hoy, gracias a Dios, trabajan en forma denodada y desinteresada por el bienestar de los demás.

La Responsabilidad Social Empresarial Extendida –RSEX- pudiera ser una respuesta, si cada unidad de producción, por pequeña que sea, y en el sector al que pertenezca, pudiera asumir una metodología común de establecer áreas de influencia, y asumir un mecanismo de aproximación a las comunidades que rodean a cada una.

Lo económico

Pasando a lo económico, la corrida cambiaria de la semana pasada, con un deslizamiento importante del dólar oficial y del paralelo, no fue una crisis, pero si fue una alerta de que hay distorsiones de fondo que pueden hacer que hasta el más común de los problemas pueda resultar en la desestabilización de todo el sistema.

El deslizamiento del valor del dólar del último mes significó la subida de un escalón más en el camino que lleva de devaluación indetenible. Hubo una meseta de varios meses –entre octubre 2021 y mayo 2022- por debajo de cinco bolívares por dólar, que se logró con una inyección semanal importante de dólares por parte del BCV, pero sabiendo que se estaba controlando/reteniendo una presión inflacionaria muy fuerte; además de los elementos intrínsecos de la moneda ancla, que es el dólar americano, como la inflación en EE UU, y la escasez del billete usado de baja denominación, cuya provisión al mercado depende de factores exógenos y fuera de control.

Porque si bien la cotización y disponibilidad de dólares son importantes en la construcción de la inflación por el lado monetario, no hay que olvidar que por las condiciones estructurales que limitan la posibilidad de aumentar la producción, el lado de la oferta tiene una influencia decisiva como generador de la inflación de precios; la cual volvería a las dimensiones de varios miles de puntos de inflación al año, si no se hubiera derogado la ley de ilícitos cambiarios, y se hubiera permitido, informalmente, la libre circulación del dólar en nuestra economía (“una válvula de escape que yo la veo como positiva” Maduro dixit).

Él dólar, entonces, alcanzó un nuevo piso en el entorno de los ocho bolívares, con presión orgánica hacia los nueve bolívares por dólar… o sea que se mantendrá, como una meseta con pendiente positiva, en la parte baja de esa banda por un tiempo, hasta que un nuevo disparador, generalmente inyección grande de bolívares por parte del Estado, lo impulse a un siguiente escalón.

El anuncio presidencial sobre que la Navidad arranca en octubre, normalmente va acompañado de una inyección de bolívares, los cuales, al no estar respaldados por reservas, ni por actividad económica, presionarán directamente sobre el valor de dos inventarios escasos: los bienes y servicios, y los billetes de dólar. Y saltaremos al siguiente escalón, antes de que termine el año, el cual, dependiendo de la disponibilidad de los dos inventarios mencionados, podría superar los 10 bolívares por dólar.

Isabel II

Hablando del fallecimiento de la Reina de Inglaterra. La seriedad y el prestigio que en forma sostenida ha tenido Isabel II, han sido el soporte de la continuidad de la monarquía británica y de haber mantenido unida a la Commonwhealth.

Mantenerse durante 70 años en el tope de aceptación y popularidad personal es algo envidiable en un líder de estos tiempos. Y eso, tal vez sea, porque no era un líder de estos tiempos…

25% del pueblo inglés que es republicano y no monárquico, tendrá su oportunidad de volver a la carga… hasta ahora no pudieron, porque el perfil de Isabel II era tan fuerte, que hasta ellos la admiraban. Mantuvo la estabilidad institucional en los mejores y los peores momentos.

Dios la tenga en la gloria.

Plebiscito

Cambiando de tema, el plebiscito chileno sobre la modificación de la constitución resultó en un contundente rechazo a la propuesta por 62,2% de consenso nacional, con una participación histórica de 80% de la gente inscrita que superó los 12 millones de votantes en un país de 19 millones.

Se están encaminando a un nuevo proceso constituyente, que podría, o bien leer la voluntad de los chilenos y eliminar los extremismos que esta tenía, o intentar (típico de las izquierdas latinoamericanas) forzar la voluntad del pueblo, pese a la claridad del mensaje. Lo que debería quedar claro es que “no es no” y mostrar lo que hasta ahora Chile había demostrado que es la madurez democrática que el resto de la región; con algunas excepciones, ha ido mostrando que es capaz la izquierda de aceptar los reveses. Y si fuera así, Chile volvería a ser referencia de democracia.

En el caso Colombia hay que estar atentos a la posición de Petro, cuya verdadera agenda aún no se adivina…se intuye, pero es difícil saber cuál será el recorrido. Los inesperados y sorprendentes comentarios que hizo sobre los resultados del plebiscito en Chile, más parecen un mensaje interno a Uribe, que a Pinochet, quien ya está fuera de la historia chilena, porque hasta la constitución que data de su época, no era de él, sino de la realidad política que caracterizaba a los chilenos en esa época, y que todo indica que se mantiene; no es Pinochet, sino que son los chilenos y su propio perfil antropológico y social.

Regresando a Petro, se encuentra, en relación a Venezuela, con la necesidad de reactivar esa frontera y bajar el nivel de amenaza que significa tener un enemigo cruzando el río; además de reactivar la economía regional, primero, y, poco a poco, y solo si es posible, reincorporar el mercado venezolano a la economía colombiana. Recordar que desde que Venezuela salió de la CAN, los colombianos se mudaron al Pacífico y orientaron su economía para ese lado; por consiguiente, pueden seguir viviendo sin nosotros; sería buenísimo para ellos que nos incorporemos, pero no tienen el apuro que deberíamos tener nosotros; así no lo demostremos, nosotros los necesitamos más a ellos que ellos a nosotros.

En fin. La relación con Colombia es aún impredecible pese al optimismo y la esperanza que una apertura está generando. Cuando ocurra –porque todo indica que sí ocurrirá- habrá que ver el cómo ocurrirá, porque en estos años, mientras estábamos enemistados, pasaron muchas cosas y esa frontera se informalizó de una manera rotunda y casi estructural. Habrá que ver si hay disposición de los grupos que hoy detentan el poder en la zona, de permitir que los negocios legales prosperen.

Recomendación

  • Al gobierno: que, ha llegado el momento de revisar el enfoque político, y reorientarlo para alinearlo en la misma dirección del resto de la región; países que, sin sacrificar soberanía, no andan peleando y distanciándose de todo el mundo. Porque vamos perdiendo cada vez más espacio, y nuestras relaciones integrales están seriamente limitadas.
  • A la dirigencia opositora: que entienda que, sin unidad activa y comprometida, no hay ninguna posibilidad de cambio, y sí una garantía de permanencia del estatus quo. Y con primarias, tal vez consigan un candidato (aunque lo dudo…siempre tendrán más de uno) pero no conseguirán ni líder, ni unidad. Las cosas están cambiando rápidamente, y la oposición no hace ajustes en su estrategia, cuando debería hacerlo. Eso se llama gerencia estratégica.
  • A la dirigencia empresarial: que continúe en la línea de aproximación directa con el empresariado colombiano, estableciendo, a priori, las líneas básicas netamente de negocios, para ser sometidas posteriormente al gobierno. Lo ideal –muy poco probable- es que se despolitice al máximo posible la relación comercial y de inversión. Facilitando las propuestas y pensando en forma innovadora y disruptiva. ¿Es posible pensar en un mercado de capitales extendido e integrado?

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Guido Sosola

Los venezolanos somos muy sentimentales y, por ello, circula en las redes una humorada en torno al amigo británico que lamenta la muerte de la reina Isabel II, pero duerme serenamente la noche, mientras que la tía maracucha rompe en un llanto incontrolable y prolongado. E, igualmente, somos de una muy profunda convicción y emoción republicana que se nos antoja la monarquía y todo lo que conlleva, como una cosa exótica salvo para los que no se dan cuenta de los dictadorzuelos de larga duración y, por supuesto, los devotos lectores de la revista Hola.

Exotismo aparte, es necesario entender el rol histórico de Isabel II en el contexto de una democracia que hizo poderosa a Inglaterra, tanto como el libre mercado, la armada y una enorme vocación de poder, que la llevó al dominio de toda la isla y de una muy buena parte del resto del mundo. Quizá Gran Bretaña hubiese perdido la segunda guerra mundial, cosa que no hacía falta para perder una institución que le daba sentido y unidad a lo que fue un extraordinario imperio: la monarquía. Y he acá el rol que jugó Isabel.

El rey Jorge V muere en 1936 y asciende al trono Eduardo VIII, quien no llega al año de su reinado al abdicar para luego contraer matrimonio con la estadounidense Wallis Simpson, una vez que ésta finiquitara su proceso de divorcio. Además de no haber demostrado una especial sensibilidad por las responsabilidades que le esperaban como heredero del trono, tenían grandes simpatías por la Alemania nazi, la cual recorrió después de su abdicación, y no cuesta demasiado pensar, a las puertas de una conflagración mundial, en la consiguiente pérdida de legitimidad de la monarquía como institución de más siglos como inglesa y de menos como británica, pero siglos al fin y al cabo que auspiciaron y dieron nacimiento a instituciones como el parlamento, y a todo un régimen de libertades democráticas.

Ido Eduardo VIII, su hermano asume como Jorge VI, quien fallece en 1952, atravesada la peligrosa tempestad de la guerra mundial, ascendiendo al trono Isabel II. Desde los 26 años de edad tiene por empeño devolverle a la monarquía toda la sobriedad y credibilidad que tuvo, lográndolo a pesar de los baches familiares que llevaron leña al fuego de la prensa amarillista. Y, por cierto, conspirando Eduardo VIII con algunos lores, con el deseo de volver al trono con la Wallis añadida, no precisamente de Springfield.

Un reciente documental de la Deutsche Welle (https://www.youtube.com/watch?v=elt2K11qu_Q), indica como virtud y ventaja que Isabel II no naciera para reina, formando sólo parte de la familia real. Por ello, su modestia, en medio de todo, constituyó un recurso extraordinario para superar la crisis definitiva que ya parecía algo más que una tormenta circunstancial respecto a la monarquía.

Por cierto, de los baches multiplicados se establece un importante contraste entre la conducción del Estado y de la familia. Casualmente, meses atrás, un amigo me envió dos títulos interesantes, una novelita negra de S.J. Bennett que convirtió a Isabel II en una investigadora inigualable, como pudo poner a otra persona, “El nudo Windsor” (Salamandra, 2021), y un ejemplar digital de título elocuente de Ingrid Seward, como “My husband and I. The inside story off 70 years of the royal marriage” (Simon&Schuster, 2021). Sirva como ejemplo el siguiente párrafo de la Seward: “ … Los rumores persistieron hasta el final de su vida, cuando el príncipe Felipe le dijo a la princesa Diana que su comportamiento descarriado estaba destruyendo la esencia de todo lo que él y la reina habían dedicado su vida a preservar, y que sus acciones también estaban dañando la herencia de sus hijos, ella decidió que iba a hacer todo lo posible por descubrir sus supuestos asuntos como venganza por lo que ella veía como su deslealtad. Según ella, después de un cuidadoso trabajo de detective, llegó a creer que él tenía hijos ilegítimos, como sugerían los rumores, y que habían sido cuidados económicamente a perpetuidad, aunque su identidad nunca se iba a permitir que saliera a la luz” (127).

Al parecer, el príncipe Felipe tenía instituido un segundo frente por toda la calle del medio, sobre el cual cayó el telón de acero de la casa real. Pero eso es otra cosa de la que el tiempo se encargará, pues, mientras tanto, es necesario reconocer – por muy republicanos que seamos – el sello que supo imprimirle Isabel II al trono, la paciencia que demostró con Hugo Chávez tan ávido por conocer y fotografiarse con todos los líderes del mundo, y lo que le espera a esa potencia con un rey de las características de Carlos, el eterno príncipe de Gales.

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Fernando Mires

Volodomir Zelenski es antes que nada el presidente constitucional de Ucrania. La palabra presidente significa en sentido literal, «el que se sienta adelante». Quiere decir: el gobierno no es el presidente, pero el presidente es quien preside y representa al gobierno. La distinción es políticamente importante.

Hace algunos días ha cursado la noticia de que el presidente de Rusia quiere cambiar en su país el título de presidente por el de gobernante. El pretexto es capcioso. Aduce el dictador que el término presidente proviene de la constitución norteamericana y Rusia no tiene por qué seguirla. Pero el motivo es evidentemente otro: Putin no quiere presidir el gobierno, él quiere ser el gobierno. En el hecho lo es, pero no de modo oficial. El título de presidente se lo impide.

Para ser presidente basta ser un ciudadano. Nadie estudia para presidente, así como nadie estudia para ser político (politología se estudia solo para ser politólogo y no ha habido hasta ahora ningún presidente que sea politólogo). Se puede haber sido abogado como lo fue Zelenski, militar como lo fue de Gaulle, obrero electricista como lo fue Valessa, médico como lo fueron Bachelet y Allende, futbolista como lo fue Erdogan, chófer de metrobús como lo fue Maduro, espía de la KGB como lo fue Putin, empresario como lo fue (y lo es) Trump, actor de cine como lo fue Reagan y también, de nuevo, el mismo Zelenski.

La previa profesión no tiene ninguna importancia para optar al cargo presidencial. Sin embargo las redes del putinismo no han cesado de atacar de modo infame a Zelenski por el hecho de haber desempeñado la profesión de actor de teatro y cine (además de guionista, director y productor). Lo que callan es que, como casi todas las personas que optan al cargo presidencial, Zelenski poseía lo que se necesita: conocimiento político.

Como estudiante, Zelenski, junto con su actual esposa, se comprometió en iniciativas socioculturales. Entre ellas –y aunque parezca ironía– en la lucha por la defensa del idioma ruso al que algunos nacionalistas radicales querían prohibir (Zelenzki habla mejor el ruso que el ucraniano). En efecto, Zelenski nunca fue antirruso, pero sí, como muchos estudiantes de su generación, fue un declarado europeísta. Sus primeras apariciones públicas tuvieron lugar en el marco de la revolución de Maidán, conocida también como Euromaidán por el hecho de que surgió en oposición a los planes del presidente Yanukovich orientados a convertir Ucrania en una dependencia rusa, al estilo de lo que es hoy la Bielorusia de Lukaschenko.

Como reacción a las invasiones rusas en Crimea y en el Donbáz, Zelenski apoyó las posiciones nacionalistas de Porochenko. Pronto se desilusionaría. La retórica nacionalista de Porochenko no podía ocultar sus corruptas relaciones empresariales con los magnates rusos crecidos bajo la sombra de Putin.

Antes de presentar su candidatura, Zelenski, y su recién formado partido «Servidores del pueblo», levantó una política de tres puntos. El primero: luchar en contra de la corrupción. El segundo: ordenar a un nivel europeo la caótica estructura institucional de su nación. El tercero, buscar una vía pacífica para llegar con Putin a un acuerdo que pusiera fin a los conflictos armados que tenían lugar en el Dombás y en Luganz. Esos tres puntos eran las demandas más sentidas por la ciudadanía. Gracias a la claridad en la exposición de esos puntos, Zelenzki se convertiría, antes de ser candidato, en la figura política más popular de Ucrania. Ese 73,22 % con que derrotó a Porochenko, habla por sí solo.

Zelenski, como todo presidente, será juzgado por la historia. El problema es que la historia no existe independientemente de los historiadores. Por eso casi nunca habrá un veredicto definitivo mientras los historiadores discutan entre sí. Lo que nadie puede sin embargo negar, es que Zelensky ya es un personaje histórico. La razón es muy simple: Zelenski es el presidente de una nación soberana e independiente, reconocida por todos los organismos internacionales, una nación que en estos momentos está siendo invadida por un imperio dirigido por uno de los personajes más crueles y siniestros de la historia moderna, un hombre que sufre de delirios de grandeza proyectados hacia el espacio mundial, un asesino de magnitud, un genocida.

Al igual que Putin, Zelenski también será sometido a juicio histórico. Lo que la historia dirá, dependerá en gran parte del resultado de una guerra que está lejos de terminar. Pero más allá de ese desconocido final, ya tenemos suficientes antecedentes para emitir juicios parciales sobre el cometido de su gestión. En ese sentido conviene recordar que la presidencia de un país no solo es un cargo político, sino además uno determinado por un segmento de la política que es la gobernabilidad, en este caso, la gobernabilidad en tiempos de guerra. Al llegar aquí, cualquier lector bien informado, entenderá que, para analizar a Zelenski como político, resulta conveniente recurrir al Max Weber de Política como profesión.

Según Max Weber, tres son las virtudes necesarias para el buen ejercicio de la profesión política: pasión, responsabilidad y ponderación (Augenmaß). ¿Posee esas virtudes Zelenski?

Pasión, podríamos decir, es lo que menos le falta. Basta escucharlo para saber que la sensibilidad con la que se dirige a su gente o a sus interlocutores extranjeros, no es fingida. Sus palabras le nacen del alma. A Zelenski le duele Ucrania. Todas la personas que han viajado a Ucrania a entrevistarse con el presidente dan cuenta de los sentimientos que inundan a Zelenski, pero a la vez de su capacidad para darles un formato político. Pasión sí, pero sin perder las perspectivas que ofrece la realidad.

Nunca se ha escuchado a Zelenski proferir palabras de venganza ni mucho menos insultos en contra del pueblo ruso como suele hacerlo Putin en contra de los ucranianos. Incluso, rara vez nombra a Putin. Solo se limita a dejar claro que Ucrania es un país libre, soberano e independiente. «Lo único que hoy nos une con Rusia es la frontera», ha dicho un par de veces. ¿Es entonces Zelenski un patriota? Sí, pero siempre que especifiquemos en que consiste su patriotismo, muy diferente al patriotismo de connotaciones religiosas, culturales e incluso racistas del que hace gala Putin (en su escrito sobre Ucrania del 2021 llega a hablar, como ayer lo hizo Hitler, de «lazos de sangre»).

En cierta medida el patriotismo de Zelenski está cerca del «patriotismo constitucional» propuesto por Jürgen Habermas (en verdad, su creador conceptual es Dolf Sternberger). Bajo patriotismo constitucional entendía Habermas la fidelidad a la constitución, no solo como cuerpo de leyes sino como el libro que constituye a una nación como tal. Habermas se desprende así del culturalismo que fuera característica de la literatura romántica alemana.

Patriotismo constitucional es un concepto que sustituye al amor patrio –al terruño, al idioma, al folclore– por el respeto a una constitución que es la de todos. El patriotismo constitucional es, en fin, el patriotismo moderno.

Y bien, coincidiendo con el concepto de Habermas, podríamos intentar ir un paso más adelante que el filósofo social de Alemania. El de Zelenski, pensamos, además de constitucional, es un patriotismo político. ¿Dónde reside la diferencia? En lo siguiente: mientras el patriotismo constitucional de Habermas hace referencia «a lo propio», el patriotismo político haría referencia a «lo otro», vale decir, separa a una nación de otra, sin que eso lleve a la negación de la otra. Para Zelenski ese patriotismo se expresa en la fórmula «Ucrania ya no pertenece a Rusia». Así es efectivamente: desde que Ucrania se convirtió hace treinta años en una nación constitucional y como tal fuera reconocida por todos los organismos internacionales, sobre todo por la ONU, después de largos meses de ardua resistencia al invasor, ha llegado a ser, además, una nación política.

La guerra, la sangre derramada, Putin mismo, terminaron por convertir a Ucrania en una nación política. Podemos decir así que, después de todo lo sucedido, nunca más los ucranianos se sentirán parte de Rusia. Esa guerra ha creado una división política irreversible. Putin podrá ganar la guerra militar, sin duda. Pero la guerra política ya la perdió.

Max Weber agrega que la pasión, en este caso, la pasión política, no serviría de nada si no está puesta al servicio de objetivos racionales. «La política debe ser hecha con la cabeza, no con otras partes del cuerpo», escribió. De acuerdo a la terminología de Weber ¿ha actuado con responsabilidad Zelenski? Pegunta pertinente, pues los seguidores de Putin no se han cansado de repetir que en la guerra a Ucrania gran parte de la responsabilidad le cabe a Zelenski al haber insistido en que Ucrania debía ser parte de la UE y de la OTAN, asustando al «pobre Putin» quien no tuvo otra alternativa que invadir a Ucrania para defenderse del cerco tendido por la OTAN.

Hasta que Putin reconociera públicamente que su objetivo no era «liberarse de la OTAN» sino crear un nuevo orden mundial antidemocrático con una Rusia militarizada a la cabeza, esta parecía ser la posición dominante, incluso para algunos ingenuos que dicen no simpatizar con Putin y sin embargo ven la mano negra de EE UU y la OTAN hasta en sus sueños. La realidad es otra.

Casi todas las naciones democráticas europeas son miembros de la UE y de la OTAN. Pertenecer a la UE y a la OTAN han llegado a ser credenciales de una nación europea. ¿Por qué Ucrania si había decidido su pertenencia a Europa y no a Rusia debía tener menos derechos que Polonia o que Rumania? Era responsabilidad del presidente de Ucrania dar un carácter europeo a su nación, bregar para que Ucrania (siguiendo «el mandato de Maidán», dice Zelenski) no fuera una nación europea de segunda clase, con deberes pero sin derechos. Eso por una parte. Por otra, Ucrania era y es una nación amenazada por el imperialismo ruso. Desde el 2014 no hay nadie que lo pueda negar.

Ucrania, como nación europea, debía ser protegida frente a Rusia y la única protección posible era su ingreso a la OTAN. Y aunque a algunos les duela oír, digamos con claridad: Si muchos gobiernos europeos no se hubieran opuesto a que Ucrania fuera miembro de la OTAN (y de la UE) Putin no habría osado nunca invadir a Ucrania. O afirmando lo mismo pero al revés:

El hecho de que Ucrania no hubiera sido miembro de la OTAN, hizo posible que Rusia invadiera a Ucrania. Cuando la UE decidió postergar la discusión sobre el tema de la pertenencia de Ucrania a la OTAN hasta ¡el año 2024! Putin, malvado pero no tonto, comprendió que había llegado su momento.

Desde esa perspectiva, al integrar el triángulo de Lublin formado por Lituania, Polonia y Ucrania, países cuyos gobiernos saben que la territorialidad de cada uno de ellos no está asegurada mientras no lo esté la de los tres, Zelenski fue plenamente responsable con los intereses territoriales y políticos de su país. Así como también lo fue cuando, en el momento en que comenzaba la invasión rusa, rechazó toda las ofertas de gobiernos que le ofrecían asilo y decidió ponerse al frente de sus país, no porque fuera un héroe sino por seguir el llamado de su profesión.

Visto así, Zelenzki fue fiel a su profesión, la de ser el presidente de Ucrania. En estos momentos, una profesión cercada por el peligro de su propia muerte. Pero no es solo Zelenski quien asume ese peligro. Muchos ciudadanos también. Lo asumen los soldados en el frente de batalla, lo hace la policía cuando se enfrenta a mafias organizadas, lo hace el personal hospitalario cuando atienden a los contagiados por la pandemia. Zelenski, de acuerdo a esa visión, no hizo otra cosa que asumir con responsabilidad el cargo para el que fue elegido, fuera en la paz como en la guerra. Y lo ha hecho, como recomendó Max Weber, con ponderación, la tercera de las virtudes políticas

Tengo a mano los discursos de Zelenski. En ninguno noto belicismo, exaltación, ni siquiera odio. Su retórica es ponderada. No cree en misiones históricas, futuros luminosos, destinos manifiestos. A diferencias de Putin, es radicalmente antimítico. Sabe también a quienes y cómo dirigir sus palabras. Puede hablar como estadista en la ONU, pero también adecuar sus palabras al público de revistas populares como Vogue. No se ha cansado de repetir a los europeos que la guerra en su país no es en contra de Rusia sino en defensa propia y que si bien tiene lugar en Ucrania, está dirigida en contra de toda Europa. Sin recriminaciones, casi con pedagogía, no pide armas como ayuda, sino como una contribución de los países europeos a ellos mismos. En fin, dice con clara sintaxis lo que muchos presidentes no se atreven a decir a sus ciudadanos, que esta debe ser una lucha de todos y no de algunos.

¿Ponderación la de Zelenski?, dirán sus críticos. ¿No ha subido acaso Zelenski la apuesta hasta el punto de decir que está dispuesto a liberar el Donbás e incluso Crimea, de Rusia? Textualmente dijo: «la guerra comenzó en Crimea (lo que es cierto) y teminará en Crimea». Pero seamos sinceros ¿esperaba el pacifista público que Zelenski dijera, «estoy dispuesto a ceder territorio a Rusia para alcanzar la paz»? Habría sido absurdo.

Primero: ningún presidente puede ofrecer territorios a gobiernos enemigos sin previa consulta ciudadana. Zelenski es presidente, pero no propietario de Ucrania, como cree serlo Putin, de Rusia. Segundo: una declaración de ese tipo llevaría a la desmoralización de sus huestes, justo en los momentos en que asestan serios golpes a las tropas rusas. Tercero: como presidente, Zelenski sabe que tarde o temprano deberá concurrir a una mesa de negociaciones. Pues bien, en las negociaciones (no solo en las internacionales) se va a exigir el máximo para alcanzar un tanto. Pero si alguien va a exigir solo un tanto, se va a quedar sin nada. Esa es uno de las nociones elementales de toda geoestrategia política.

Seguramente, después de que termine esta guerra espantosa, los historiadores juzgarán a Zelenski. Habrá juicios positivos y tal vez otros negativos. La historiografía nunca ha estado exenta de ideología. Pero hay una verdad que nadie podrá negar: Zelensky ha cumplido con su profesión: la de ser el presidente constitucional de la república de Ucrania.

Twitter: @FernandoMiresOl

Fernando Mires es (Prof. Dr.), Historiador y Cientista Político, Escritor, con incursiones en literatura, filosofía y fútbol. Fundador de la revista POLIS.

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