Pasar al contenido principal

Opinión

Américo Martín

Entre Fidel y Raúl hay paradojas algo parecidas a las que van de Hugo a Nicolás, con todo y que la sumisión del Castro menor al mayor haya sido superior, más plena que la de Maduro a Chávez. Me da la impresión de que esta última era casi todo eso pero también fue más interesada.

Lo curioso del asunto es que, acercándose al final del régimen fidelista, se fue haciendo evidente que Raúl había estado acumulando fuerza propia y autonomía que le sirvieron para imponer un viraje de mercado y que el timón del Estado se deslizara de las manos de Fidel a las de Raúl, insólito desenlace que se formalizó en el VI Congreso del Partido Comunista de Cuba, en abril de 2011.

¿Se hubiera resignado Chávez a ceder su poder absoluto y su hermética filiación marxista-leninista, a alguno de sus incondicionales?

Personalmente no lo dudaría si lo que perdiera cediendo fuera infinitamente menos importante que lo que intenta ganar rehusándose. Fue ese el drama de Jruschov, Gorbachov, Yeltsin y demás jefes comunistas tras el proceso desatado por la caída del Muro de Berlín en 1989. Supongo que llevaban rostro amargo, salvo los chinos quienes, como se sabe, “siempre se están liendo”. Y no solo por eso. Vieron, antes que ninguno de los otros que el camino más largo hacia el capitalismo es el comunismo y se lanzaron con tal audacia que han llegado a ser segunda potencia mundial de mercado y principal competidor de EE. UU. que sigue siendo, de lejos, la primera.

La historia registra que la confrontación universal socialismo-capitalismo, es decir URSS-EE. UU., pasó sin remedio a mejor vida. La nueva competencia planetaria se dirime entre dos países capitalistas: EE. UU. y China.

Ese completo viraje fue dibujado en el VI Congreso del Partido Comunista Cubano y su proyectada apertura de mercado, pero la tarea le quedó grande a Raúl y veremos si Díaz Canel, uno de sus más cercanos colaboradores en el diseño del audaz proyecto, puede extraer vida de materia muerta, como Mary Shelley reconstruyó la vida en un muerto, que llamó Frankenstein.

En todo caso, el nuevo presidente de Cuba tiene material suficiente para hacer de la isla otra China, hasta donde semejante milagro pueda alcanzarse. Deng Xiaoping y Su Ronji tuvieron un inconcebible éxito. No debería descartarse que Díaz Canel y sus leales lo lograrán, sin peligro de dar al planeta un nuevo monstruo.

¿Habrá sido tentado Maduro por reflexiones parecidas? Nos hemos acostumbrado a verlo afanado en ser como líder calcado de Chávez. Pero, hemos de recordar que para él fue la mejor manera de identificarse con el líder omnímodo para imponerse a sus duros rivales y, en especial, al general Padrino y a Diosdado Cabello, quienes no parecen inclinados a imitar a nadie, sino a ellos mismos. Acaso por cometer ese error —ahora se ve claramente que lo fue— perdieron la carrera. Y aunque siguen disponiendo de fuerza propia en el PSUV y el gobierno, puede que por el momento prefieran trabajar en unidad.

Si están conscientes de que su propio orgullo incidió en su menoscabo final, tal vez les sirva para resurgir en nuevas condiciones.

El problema de todos es el aislamiento internacional del madurismo y el incremento de la inquietante lucha interna, alentada por la tentativa de acumular fuerza interna y apoyarse en Chávez. Tal jugada angustiará a Maduro, al punto de dejar ver que puede dividir al chavomadurismo en el momento menos esperado e inducir a la totalidad del movimiento a entrar en la lid.

Hay adicionalmente dos factores incidiendo poderosamente en la realidad del gobierno, el PSUV, que es el alud casi espontáneo y, en todo caso, de mando anarquizado de grupos paramilitares, rozando fronteras con bandas de fuerte presencia en ciudades, barrios, aldeas.

El otro factor lo cubre la solidaridad mundial reconociendo el interinato de Guaidó y la validez legal de la AN electa en 2015.

Las sanciones siguen presionando a Maduro a abrir las puertas de la negociación sobre tres temas cardinales: la solución unida de la tormenta humanitaria que no deja de hundir en extrema pobreza al pueblo venezolano, la superación de la profunda crisis política, mediante elecciones libres garantizadas plenamente para que sean viables y confiables, y reconquista de la paz y convivencia democratizando totalmente la vida política y ciudadana del país.

Las sanciones fueron diseñadas para presionar hacia esos objetivos de la democracia.

El cúmulo de situaciones que abruman a Maduro y los suyos, al tiempo que a la oposición legal y al pueblo llano, desaparecían como por arte de magia si las dos aceras principales de la confrontación negociaran, con presencia internacional y sin más retardos, las medidas que permitan despejar un nuevo y promisorio horizonte.

Twitter: @AméricoMartin

 3 min


Carlos Raúl Hernández

Marx, Engels y el utopismo introducen graves daños al pensamiento, como inventar la “sociedad capitalista”, “el capitalismo”, definida porque gobierna “el capital”, basado en la plusvalía que propietarios roban al trabajador, y que será sucedido por el socialismo, en el que gobernará la sociedad y la riqueza será de todos. En la Edad Media y la modernidad temprana gobiernan la nobleza y la aristocracia, no la burguesía despreciada e incipiente.
Con la revolución industrial, en el siglo XIX, surge el movimiento obrero, la política democrática, los partidos masivos, los grandes sindicatos, “ligas” de trabajadores, grupos sociales de izquierda, derecha y centro que compiten por el poder a través del voto. Es la llamada por Robert Dahl “poliarquía”, sociedad dividida en múltiples intereses enfrentados. Bismark, un estadista de derecha, es paradójicamente el creador nada menos que de la seguridad social.
Lo hace con los sindicatos, la derecha, conservadores, social cristianos, liberales y las izquierdas revolucionaria y reformista. Lejos del pobrecitismo romántico, los trabajadores, eran protagonistas y encabezaron grandes levantamientos en casi toda Europa. Marx estampa en el Manifiesto, su frase inmortal y suicida: “un espectro recorre el mundo. El espectro del comunismo”.


Perdónalos… no saben lo que hacen
Ejecutan vandalismos como la Comuna de París, tan trágica, que la ciudad levanta la iglesia de Sacre Coeur en Montmartre para pedir perdón al Altísimo por la, destrucción de obras de arte y asesinato de inocentes. El “establecimiento” es la sociedad abierta, plural, poliárquica, gobernada por hombres de las clases emergentes y movimientos de masas. El primer caso de sufragio universal en la historia es la elección de Luis Napoleón Bonaparte, con 75% de los votos, que a Marx parecía incomprensible.
Escribe asombrado “…el Estado burgués se deshace y se vuelve a hacer”. El vigor de la izquierda fue tal que uno de los gigantes del pensamiento político del siglo pasado, Edward Shills, escribió que “de cada diez términos políticos, siete vienen de la izquierda”. Por eso la sociedad abierta, plural, poliárquica, democrática, con florecimientos culturales de los más poderosos de la historia, con el Renacimiento y el siglo de Pericles, quedó motejada de “capitalista, gobernada por el capital.
Para la confusa visión de Marx, los empresarios que habían hecho posible ese milagro, inventaban ferrocarriles, imprentas masivas, máquinas textiles, sistemas productivos, eran ladrones que robaban la “plusvalía” generada por el trabajo. Su idea del futuro radiante sería “el control sobre los medios de producción” y la dictadura del proletariado, según Trotsky, “dictadura sobre el proletariado”.


Deng, el neoliberal
El mundo entero adopta alguna forma de colectivismo o estatismo socializantes: Se imponen en el bloque soviético, China y parte de Asia y formas moderadas en EEUU de Roosevelt, Europa, Latinoamérica guiada por Cepal... Pero murió de hambre el mundo comunista en el siglo veinte para que algunos, solo algunos, entre ellos Den Xiaoping y Gorbachov, entendieran la función de los empresarios junto a los trabajadores para crear empleo y bienestar.

Ese andamio se desploma estrepitosamente durante los ochenta, que inicia con la monstruosa crisis de la deuda latinoamericana, que podía haber sido bancarrota mundial si no intervienen los gobiernos a través del FMI. Hábiles creadores de fake news, los revolucionarios de derecha y de izquierda inventan el neoliberalismo, y atribuyen a los bomberos, programas de reforma económica que frenaban un colapso universal provocado ellos.
Hiperdevaluaciones, hiperinflaciones, pobreza extrema, desempleo. El colectivismo hunde al mundo, pero afortunadamente Deng, había transformado la sociedad china con el socialismo de mercado y la tesis de que la economía de mercado no era patrimonio del capitalismo sino de la humanidad. “Ser rico es glorioso” fue su grito de guerra a finales de los setenta y hoy China es la primera potencia económica mundial. La paradoja trumpista: EEUU, líder del chauvinismo anacrónico y China de la economía abierta.

Millones de capitalistas
Marx decretó “la concentración del capital” pero el mercado global de valores convirtió las grandes empresas de cúpulas a propiedad de millones de accionistas, entre ellos fondos de pensiones y sindicatos y con un clik los capitales se mueven de un país a otro como golondrinas. Surgen las empresas de garaje, grupos de muchachos creativos, hoy las más poderosas de planeta. El poder lo han ejercido los políticos de partido y los antipolíticos, estos últimos especializados en hacer lo que les da la gana y eludir los controles constitucionales.
China lanzó su guerra la pobreza hace décadas y Xi Jimping se declaró en Davos 2017 “líder de la globalización liberal”, mientras Latinoamérica “del siglo XXI” declara la guerra contra la falacia del “neoliberalismo”, incapaz de salir de la crisis. Argentina peronista pasó de segunda potencia mundial en los cuarenta, al tercer mundo. Debía declararse inepto para cargos públicos todo contagiado del Covid mental, el pensamiento anacrónico.

@CarlosRaulHer

 3 min


Francisco Russo Betancourt

La gravedad de lo que ocurre con los migrantes venezolanos en Perú no podemos considerarlo como nuevo; desde el primer momento en que comenzó, la migración venezolana encontró resistencia mayor en aquel país. La resistencia peruana hacia lo venezolano ha sido secular, desde la alta sociedad se denigra de la vida del Libertador en Perú y esa opinión ha permeado a las clases más bajas.

La historia hay que contarla, no sólo porque despierta curiosidad, sino también porque nos permite conocer el pasado y entender los cambios sociales. Además, a todos nos gustan los relatos bien contados, el cómo se desenvolvieron los personajes y cómo dejaron su huella en la sociedad.

Los hechos que se vienen sucediendo contra los migrantes venezolanos, ha alcanzado su clímax en Perú, y bueno es decirlo, nuestros compatriotas han emigrado no precisamente por razones turísticas, sino porque el gobierno nacional le niega a los venezolanos protección y seguridad social, acceso a la educación y al trabajo, en fin, el derecho a la vida, que es el derecho fundamental más importante que establece nuestra Constitución. Esta migración venezolana resulta de la crisis humanitaria y económica que ha deteriorado la seguridad ciudadana y los estándares de vida en nuestro país.

Según ACNUR, cerca de seis millones de compatriotas han salido del país, últimamente caminando y el 80% de ellos se encuentran en Latinoamérica. Como se viene señalando, Perú constituye hoy la mayor amenaza a la seguridad de los venezolanos en aquella región, y esa xenofobia, no nace ahora, a mi modo de ver data desde los tiempos de su independencia, lograda por el genio y la visión libertadora de Bolívar.

El peruano ha encumbrado siempre la figura del general San Martin, quien ciertamente declaró la independencia del Perú, en julio de 1821 y a quien llamaron el Protector del Perú, pero fue el Libertador Bolívar quien lideró los ejércitos patriotas en las batallas de Junín y de Ayacucho, conjuntamente con el Gran Mariscal de Ayacucho, expulsando definitivamente a los realistas españoles, conquistando finalmente su independencia. No han sido precisamente laudatorios las expresiones contra Bolívar, hay un antibolivarianismo en aquella región en donde escritores, políticos e historiadores lo ha declarado enemigo público número 1 del Perú, calificándolo de derecha, que no introdujo ninguna reforma social en el país, además de culparlo de la división territorial peruana con la actual Bolivia.

Es de extrema villanía decir que Bolívar se escondió en la batalla de Junín y que Ayacucho fue una comedia de batalla acordada con el virrey Laserna y el general Canterac. Lo cierto es que los peruanos no demostraban mucho interés en liberarse del imperio español y San Martín tuvo que solicitar ayuda a Bolívar, quien lo recibió en Guayaquil, región que los peruanos pretendían adjudicarse, pero que Bolívar al recibirlo, le dio la bienvenida a tierras colombianas.

Dijo el general argentino, que Bolívar le ganó de mano. El Congreso peruano, hay que decirlo, solicitó oficialmente a Bolívar su traslado al Perú para dirigir la guerra y lo determinó dictador, entre 1824 y 1827, no precisamente porque él lo formulara sino por el conocimiento que se tenía de sus victoriosas batallas libradas con el ejército libertador, en la independencia de Venezuela, Colombia y Ecuador, de modo, que bien se ha dicho históricamente, que la declaración de independencia en Perú, fue una suerte de acto de espectáculo intentado para unificar las diversas clases heterogéneas que componían la sociedad peruana, dividida por principios diferenciados: negros, indios, mulatos, y algunos blancos, pero la independencia o liberación y expulsión de los españoles en ese territorio, fue una dura lucha del ejercito libertador comandado por Bolívar y Sucre. Lo asienta el escritor y diplomático colombiano, Indalecio Liévano Aguirre, que Perú fue la ciudadela de España en América, y pone en palabras de San Martín: “Yo creo que todo el poder del Ser Supremo no es suficiente para liberar a este desgraciado país (el Perú), sólo Bolívar, apoyado en la fuerza, puede realizarlo”.

Pero a Bolívar se le ha calumniado con desdén en tierras peruanas, desde dictador y divisor del Alto Perú, hoy Bolivia. Al libertador no se le reconoce que él abogaba por unificar a todos los países liberados, mientras San Martín aspiraba designar un príncipe español en cada uno de los territorios para implantar una monarquía en Suramérica.

De modo, pues, que aquellos reproches sobre la personalidad de Bolívar y sus ejecutorias en el Perú, se han trasmutado hoy en los venezolanos que han migrado a Perú en busca de mejor vida para sus familiares, al no encontrar la protección que le debe el gobierno venezolano.

Venezuela fue un país de puertas abiertas a latinoamericanos y europeos, que llegaban a nuestro territorio sin medios económicos; acá subsisten nacionales peruanos que ejercen la buhonería y a nadie se le ocurre amenazarlos con asesinarlos. Más temprano que tarde, la democracia venezolana deberá revisar el ingreso libre de extranjeros al territorio nacional, así como sus comportamientos económicos para instalar tarantines en todas las ciudades venezolanas. Aquí, aparte de la entrega que hace el gobierno actual de nuestra soberanía y de los recursos naturales a chinos, turcos, rusos, cubanos y coreanos, la buhonería de los extranjeros también ha sido un signo de nuestra irresponsabilidad.

Maracay, 19 de febrero de 2

 4 min


Ismael Pérez Vigil

Mientras los partidos democráticos, agrupados en torno al Frente Amplio evalúan −eso esperamos− las fallas y errores cometidos y se ponen de acuerdo en torno a una estrategia, en diversos foros y documentos promovidos por las organizaciones de la sociedad civil, involucradas en la actividad política, se discute acerca de la “unidad”.

No podía ser de otra manera, sociedad civil y unidad, son dos temas indisolubles, a pesar de que muchas organizaciones de la sociedad civil no se caracterizan por mantener en la práctica este concepto y son comunes las divisiones y enfrentamientos, aunque no tan cruentos como en las organizaciones políticas.

Uno de estos foros a los que asistí, contó con la presencia y experiencia del Padre Luis Ugalde SJ, y es precisamente en ese foro donde Ugalde esbozó una idea central, la que considero que imbuía toda su intervención y que sirve de título a este articulo: “el espíritu de encontrarse”.

El “espíritu de encontrarse” tiene que ser el motor, la clave, de cualquier unidad política que se intente en Venezuela; sin ese espíritu, no será posible salir del laberinto en el que ahora estamos; pero, como dije, si bien esa era la idea que impregnaba su presentación, no fue la única que expuso. Mi interpretación libre de sus planteamientos los resumo de la siguiente manera:

- Ugalde nos invita a rescatar la idea de que un cambio es posible; a pasar de la resignación a la esperanza; a que cada quien se active en lo suyo, en las actividades que le son propias; pero, nos advierte Ugalde, la esperanza no es ilimitada, infinita, se agota, tiene instinto de conservación, no es posible ponerla en cualquier cosa, para no desengañarnos, desilusionarnos, esperando el “salvador”, el “mesías”, el que nos salvará sin nosotros hacer nada distinto a lo que estamos haciendo, y cuando nada ocurra decir: “eso son los políticos, yo me voy del país”; no es una actitud de “todo o nada”, es una lucha política; por ejemplo, Pérez Jiménez se proclamó ganador de las elecciones fraudulentas que organizó en 1957, menos de un año más tarde estaba fuera del poder; con esa actitud de todo o nada, no hubiera caído tampoco el Muro de Berlín, que estaba bajo una dictadura policial, brutal, y nadie se imaginaba un año antes que podría caer de la manera en que cayó.

- Esa idea lo llevó a otra, a la necesidad de valorar la política, a dejar la “antipolítica”, que la definió como “un virus más perverso que el coronavirus”. La “antipolítica” implica que la sociedad renuncia a gobernarse; y recalcó: ciudadanía es política, ciudadanía no es “montones de gente”, es una sociedad vigilante y exigente y debe haber gente −dijo− especializada en la actividad política, lo que no significa que la sociedad civil renuncie a esa actividad, sobre todo al control de los políticos.

He recalcado también en diversos artículos que los políticos no llegaron de una galaxia lejana, están allí porque los ciudadanos los pusimos allí y por la comodidad de dedicarnos a nuestras tareas, a nuestros negocios, actividades profesionales, académicas y familiares, renunciamos a controlarlos y luego nos lamentamos de sus errores, como si no fueran los nuestros.

- Ugalde planteó que debe haber objetivos comunes para salir de la situación en la que nos encontramos, del régimen actual; y aunque los objetivos cada quien los viva de una manera distinta, que cada quien los aborde desde su propio lado, los resume, más o menos de la siguiente manera: Se trata de lograr un cambio político y social, donde lo económico es solo un aspecto más; hay que lograr ayuda humanitaria para los más necesitados; lograr elecciones libres que permitan ganar espacios, entre otros objetivos. Pero lo más importante, recalcó Ugalde, es que, si bien cada quien debe caminar desde donde está, desde su propio espacio, hay que entender que en Venezuela −en alusión directa al diálogo entre Fedecámaras y el Gobierno− no habrá una respuesta económica, no vendrán las inversiones que se necesitan con urgencia y cuantía, si no hay un cuadro político diferente.

Con respecto a ese diálogo Fedecámaras-Gobierno, Ugalde añadió: “¿Con quién van a hablar?” Y fue enfático en señalar que, si la conversación es sincera, hablar no es malo, lo malo es ser ingenuo; ¿cómo? y ¿para qué?, es el problema, hay que hablar con firmeza y claridad, pero todo diálogo ayuda. Y recordar, agregó, que el gobierno siempre va a jugar a nuestra división.

- En referencia más específica a la unidad, que muchos anhelamos y esperamos, Ugalde recalcó que hay que lograrla en lo fundamental −la salida del régimen− pero no se puede aspirar a tener todos los detalles completos para comenzar la carrera; no es ninguna tragedia, insistió, no coincidir en todo, además de que no es sano ni conveniente esperar eso en una sociedad plural.

- Por último, quiero referirme a lo señalado por Ugalde con relación al tema electoral, a sí se debe o no participar en unas elecciones para las que no hay garantías. Al respecto Ugalde señaló que las garantías hay que “arrancárselas” al régimen y nunca darán unas condiciones ideales. Por ejemplo, dijo, la Consulta Popular de diciembre pasado no tuvo presupuesto ni garantías ningunas, quienes las organizaban y participaban corrieron todo tipo de riesgos y se logró, fue un éxito y nadie tenía garantías de nada.

No quiero concluir sin recalcar en la idea del diálogo y la negociación, relacionándola con otra idea, que leí en estos días, de Daniel Asuaje (El Efecto Losinsky, El Universal, 17-02-2021) que se refiere al conformismo y la adaptación: “suscribimos…. la adaptación a las circunstancias, que no es lo mismo que conformismo, el conformista sobrevive, el adaptado encuentra cómo superar sus circunstancias…” Y ese es precisamente el reto en esta época en que por diversas vías se nos convoca al diálogo y la negociación.

Resumo, en mi criterio, el mensaje de Ugalde: Tarea del político es adaptarse a las circunstancias que le toca vivir, para influir los cambios en la dirección que desea. Como bien decía Ugalde: “hablar no es malo, lo malo es ser ingenuos”. Lo importante, entonces, es el “espíritu de encontrarse”

https://ismaelperezvigil.wordpress.com/

 4 min


Analítica.com

Editorial

“Terra incognita” era el término que se utilizaba en los mapas antiguos desde el Siglo XV para caracterizar los territorios desconocidos. Los cartógrafos solían escribir la frase “hic sunt dracones” (aquí hay dragones) y los mares ignotos los ilustraban con criaturas fantásticas y serpientes marinas gigantes devorando naves.

Todo ello denotaba el miedo a lo desconocido.

En ese miedo están inmersos actualmente millones de venezolanos que no terminan de entender lo que ha pasado. Una nación occidental y moderna, antes próspera y democrática, que el mundo creía rica por estar dotada de incontables riquezas naturales y en la que el sistema democrático parecía haber hundido sus raíces, ha sido destruida.

Una revolución empobrecedora campea por sus fueros. Una nación que durante décadas Fidel Castro intentó inútilmente invadir mediante desembarcos como el de Machurucuto y guerrillas, cayó sin embargo en sus manos cuando el líder caribeño cambió su estrategia y, conquistando a un solo hombre -Hugo Chávez-, se apoderó de todo el país. Fue la invasión más rentable en la historia de la humanidad.

La inmensa mayoría de los venezolanos, como lo demuestran todas las encuestas, se oponen a lo que aquí ocurre y, sin embargo, el régimen se mantiene en el poder.

Hay que reconocerlo. En la población existe una suerte de desaliento. Más de cinco millones y medio de compatriotas han emigrado. La fuga de cerebros es devastadora. Nos enfrentamos a situaciones incógnitas.

El panorama internacional ha variado. Ya no está Trump hablando de que todas las opciones están sobre la mesa. La posición de México es neutral y en Latinoamérica han ganado terreno los sucesores de los Kirshner, de Evo Morales y posiblemente de Correa.

Pero veamos la otra cara de la moneda:

La economía está destrozada y la hiperinflación avanza incontenible al extremo de que entre marzo del 2013 y enero del 2021 (durante el gobierno de Maduro) la inflación acumulada según cifras del BCV alcanza a la pasmosa cifra de 139.655.058.282 % (ciento treinta y nueve mil seiscientos cincuenta y cinco millones cincuenta y ocho mil doscientos ochenta y dos por ciento). Aunque las crisis económicas no tumban gobiernos, los gobiernos dejan de ser viables. Eso está ocurriendo.

Si bien la oposición luce bastante desarticulada, el régimen se enfrenta a una situación mucho peor. Económicamente las alternativas que ofrece con su inconstitucional “Ley Antibloqueo” (epítome de la inseguridad jurídica) no son factibles. Presenta, sí, buenas oportunidades de negocio para algunos allegados y enchufados, pero resulta aberrante para el país.

Mientras tanto, a nivel internacional una presión de carácter multilateral protagonizada por el gobierno de Biden, la Unión Europea, la OEA y el Grupo de Lima pudieran ser mucho más efectivas que las amenazas de Trump. En particular porque el tema de los derechos humanos adquiere mayor relevancia ante una comunidad internacional cada vez más sensible frente a esos temas.

A la vez una Cuba arruinada y entrando en un nuevo “período especial” -que enfrenta una transición inevitable dada la edad y la salud de Raúl- y que ya no puede contar con la ayuda venezolana, será sin duda mucho más receptiva a los condicionamientos de un Biden dispuesto a tenderle puentes pero también a exigirle sacar las manos de Venezuela.

Una China, decepcionada ante la ineptitud e incumplimientos del régimen caraqueño pero interesada en mejorar sus relaciones con Washington, difícilmente va a romper lanzas por el país caribeño.

Una Rusia económicamente agobiada y enfrentando un fuerte rechazo internacional por el caso de Crimea y el del disidente opositor Alexei Navalny, tampoco lo hará.

Irán es otro cuento, pero aquí ni somos islámicos ni nuestra idiosincrasia guarda relación alguna con aquel lejano país regido por una dictadura teocrática.

En conjunto lo anterior configura un panorama profundamente incierto para el régimen. A ello se suma el caso del preso de Cabo Verde cuya eventual extradición a los EEUU parece llenarlos de pavor.

Y ni hablar de lo que pudiera ocurrir en la Corte Penal Internacional, donde los casos no prescriben y en los que no quisieran verse envueltas figuras claves para la permanencia del régimen.

Vemos pues que para el oficialismo una transición convenida luce como la mejor opción. Cualquier otra alternativa se presenta llena de serpientes marinas gigantes y dragones (hic sunt dracones): una verdadera “terra incognita”.

José Toro Hardy, editor adjunto de Analítica

 3 min


Luis Ugalde

Algunos han expresado su molestia al ver a Jorge Rodríguez dialogando con el Presidente de Fedecámaras en la sede de la cúpula empresarial. Otros se alegran de que grupos empresariales y gobierno de facto se sienten a hablar sobre cómo salir de este desastre económico. Tampoco es malo que la dictadura perseguidora de la empresa privada reconozca ahora que sin recuperación de esta el país no tendrá futuro. El problema no reside en que dialoguen, sino para qué y cómo: Sin ingenuidad ante los halagos engañosos, con firmeza insobornable que da la trágica y urgente realidad y sin ignorar que este régimen tiene poder para reprimir pero no para fomentar y atraer el apoyo internacional y la inversión multimillonaria que Venezuela necesita.

Diálogos primaverales. No nos basta con que unos cuantos dialoguen en la cúpula, necesitamos cientos y miles de diálogos de emergencia donde abordemos sin miedos, ni medias verdades los problemas específicos y el drama agónico que se agrava cada día. Hablamos de diálogos y no de un diálogo, por muy Jorge Rodríguez que sea. Diálogos exigentes con el régimen de los trabajadores, de los productores y de los jubilados; diálogo por la falta de agua, de luz, de gas, de libertad comunicacional y de salario; de los dolientes educativos, de las enfermeras, médicos, farmacias… con los responsables de las políticas de salud. Diálogo en las diversas dimensiones de la vida nacional y en las regiones, sobre las más sentidas tragedias, exigiendo y proponiendo soluciones. Sin confundir esta ruina venezolana con aquella China autoritaria que con su inmenso mercado ascendente y su mano de obra barata exportadora atrajo numerosas empresas occidentales y capitales abundantes.

Diálogos de la sociedad civil en miles de núcleos, cada uno en su área específica planteando al gobierno de facto duras verdades sin contentarse con palabras engañosas y exigiendo hechos y obras. Es difícil reprimir a cientos de miles en numerosos y variados núcleos en toda la geografía nacional y con el país entero “en modo diálogo” con verdad, valentía y urgencia, sabiendo que cada minuto que pasa añade sufrimiento y muerte. Con las organizaciones civiles y partidos aliados en un amplio caminar hacia la Venezuela Libre y democrática.

Diálogos primaverales, no otoñales, ni invernales. El otoño es bello con sus hojas multicolores, pero estas van cayendo para dar paso a la muerte invernal. El diálogo otoñal es la última ilusión del régimen y de una política totalitaria que ni tiene soluciones ni futuro… Los otoñales son diálogos del que se resiste a morir, pero sus hojas de bello colorido ya están muertas. Los primaverales por el contrario traen la vida nueva que nace saliendo

de ese invierno desahuciado y sin esperanza, que brota donde parecía que todo estaba muerto.

Ningún país muere del todo; aunque sus libertades sean arrebatadas, en determinado momento y circunstancia vuelven a brotar las flores cargadas de esperanza porque sus raíces no están muertas.

No nos ilusionamos con diálogos cupulares de comisiones parlamentarias que no representan a nadie, ni con hojarascas otoñales, bellamente vestidas, pero ya en brazos de la muerte.

Diálogos sin caer en el “sálvese quien pueda” de quien considera que el naufragio es inevitable, pero yo y mi empresa podemos salvarnos tirando por la borda al resto. Hoy las soluciones parciales solo sirven como parte integral del renacer del país entero caminando de manera indetenible a una salida del gravísimo error político que ha destrozado el país. Unidos en la Constitución. ¿Pero cómo ponernos de acuerdo en una eclosión de diálogos en los que cada uno parte desde su dolor y su verdad? La unidad indispensable está en el rechazo común al desastre reinante y en la Constitución, hoy violada y abandonada, que expresa el acuerdo nacional y la apuesta por la dignidad, la justicia y la libertad de todos. Todos, absolutamente todos, civiles y militares, tenemos “el deber de colaborar en el restablecimiento de la efectiva vigencia” (artículo 333 de la Constitución). Un deber y un camino de entendimiento para crear una nueva realidad política (exigida a gritos silenciosos por el sufrimiento de toda una nación) de bien común con ciudadanía responsable y productora de soluciones.

El mundo quiere ayudar. Pero EE.UU. con la novedad del gobierno de Biden, la Unión Europea, las democracias de América Latina, ONU, OEA … poco pueden hacer sin una unidad activa de nosotros los venezolanos movilizados en miles de núcleos variados, unidos en diálogos primaverales, exigiendo condiciones aptas y organizando fórmulas unitarias de participaciones electorales y de respeto del voto. Esa unidad y movilización política atraerá apoyos económicos y democráticos sin los cuales ni Venezuela, ni Cuba, tienen futuro humano de libertad y de justicia.

20 de febrero 2021

 3 min


Emiro Rotundo Paúl

Si estuviésemos todavía en la llamada Cuarta República, hubiésemos cambiado Presidentes en los años 1998, 2003, 2008, 2013 y 2018. Nadie podría negar, ni ayer ni hoy, que hubiese sido infinitamente preferible cambiar esos cinco presidentes en esos años, aunque fuesen malos o regulares, que haber mantenido dos, que resultaron pésimos, sin poderlos cambiar durante 22 años.

No es que la Cuarta República fuese una maravilla. Muchos fuimos sus opositores. Sin embargo, esa oposición, que era producto de la evaluación crítica de sus imperfecciones (populismo, rentismo, clientelismo y corrupción), nunca nos llevó a pensar que el cambio de ella por el militarismo chavista (muy evidente ya desde 1992) era la solución del problema. Intuíamos que el remedio era peor que la enfermedad.

Con la Cuarta República, como mínimo, se habría garantizado la alternabilidad democrática, el mantenimiento de la infraestructura básica del país (vialidad, agua, gas y luz) y el parque industrial, seguirían funcionando las empresas básicas de Guayana y PDVSA estaría produciendo los seis millones de barriles diarios que estaban programados por la empresa, cuyos planes y personal técnico superior fueron eliminados totalmente por Chávez. Los millones de venezolanos que se han ido seguirían acompañándonos y Venezuela continuaría integrada al bloque de los países democráticos del mundo occidental.

Cuando llegó Chávez al poder en 1998, la Cuarta República sufría una crisis económica desde principios de los años ochenta, por la caída drástica de los precios petroleros. Pero esa situación estaba por cambiar. Pocos años después, a principios del siglo XXI, se produjo el aumento de precio más grande y duradero de la historia. La Cuarta República con todas sus fallas hubiera administrado mucho mejor la inmensa riqueza derivada de esa coyuntura, por una simple razón: tenía controles en el Congreso, la Fiscalía General, el Banco Central, la Corte Suprema de Justicia y la opinión pública nacional que, con todas sus fallas, funcionaban. Chávez no tuvo ningún control y manejó esa fabulosa riqueza a su antojo. En sus manos se dilapidó un millón de millones de dólares sin un provecho real y permanente.

Lo ocurrido en Venezuela después de la Cuarta República no fue un simple estancamiento. No es que hayamos perdido 22 años de desarrollo y que estemos en la misma situación que había cuando Chávez llegó al poder. Eso sería una bendición. Es que hemos retrocedido varias décadas y hemos perdido la mayor parte de la riqueza nacional acumulada a lo largo de un siglo de desarrollo petrolero. Hemos dado un salto atrás de no menos de 70 años, regresando a la época anterior a Pérez Jiménez.

La tragedia venezolana es difícil de entender porque no tiene parangón con nada similar que haya ocurrido en otro país en la Época Moderna, ni siquiera en la Alemania nazi, totalmente destrozada en la Segunda Guerra Mundial. Los chavistas dirán que lo expuesto en este escrito es mentira o exageración. Algunos de ellos, cegados por la ideología del socialismo marxista, lo creerán de una manera ingenua y limpia, pero el resto, la gran mayoría, saben que lo dicho es cierto pero no les importa porque sacan provecho de la situación. A ellos les pedimos con toda franqueza que abran bien lo ojos, moderen su dilatado egoísmo y observen con cuidado lo que ocurre a su alrededor. Para algo le servirá al país y a ellos mismos una reflexión de ese tipo.

Y a los dirigentes de la oposición venezolana les repetimos: este año y el próximo son la última oportunidad que tienen de reivindicar sus nombres ante la Nación, el mundo y la Historia.

18 de febrero de 2021

 2 min