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Opinión

Fernando Mires

Estoy tentado por creer que el jugar pertenece a la condición humana. Jugar, jugar a cualquiera cosa, desde que aprendemos a percibir el mundo que nos rodea. Los adultos juegan con uno y después jugamos entre nosotros, los coetáneos. Jugamos y nos divertimos, como si hubiéramos aprendido a que jugar y ser feliz no son dos cosas diferentes. El ser humano es, en sus buenos momentos, un ser juguetón. Un Homo Ludens, diría alguien más cursi. Lo cierto es que necesitamos jugar.

El juego, dicen los psicoanalistas, es la sublimación de los deseos pues no todos los deseos son sublimes. Nos gusta ganar, y ganar es ganar a otro. En un juego se gana o se pierde. O sea, negamos al otro. Y a través de la negación del otro, intentamos afirmarnos sobre nosotros mismos. Pues los que ganan son individuos o grupos: yo y los míos en contra de los ellos y los vosotros.

La forma radical de toda negación es la muerte del otro. Su forma sublimada es la derrota deportiva -la muerte ficticia- del otro, en un juego cuyas reglas hemos acordado en conjunto. Por eso los niños juegan a la guerra y hay que dejarlos que lo hagan. Solo así llegan a entender que las agresiones pueden ser convertidas en juegos.

El deporte también es juego. O mejor dicho, hay un juego originario al interior de cada deporte. Por eso las olimpiadas se llaman Juegos Olímpicos. En ellas los deportistas juegan a vencerse a sí mismos (superando sus propias marcas) al adversario y a otros países. Mientras los países compiten deportivamente entre sí, no hay guerras. Porque la guerra no es un juego. Donde termina el juego, ese juego que se llama vida, comienza el de la muerte.

¿Cuándo un juego se convierte en deporte? Yo creo simplemente que eso ocurre cuando es reconocido oficialmente como un deporte. Lo cierto es que originariamente, cada deporte, antes de ser deporte, fue un simple juego.

¿Quién llega primero a ese árbol? Ese es un juego. Pero como el árbol puede estar muy lejos o muy cerca, la carrera fue después oficializada en metros y así se convirtió en un deporte. ¿Quién levanta la piedra más pesada? Ahí reside el origen del levantamiento de pesas. ¿Quién es capaz de pegarle al matón? Para que el matón no nos masacre, alguien inventó a los guantes y así nació el boxeo con todas sus complicadas reglas.

Una vez supe que los indios araucanos de mi país natal fueron los inventores del hockey. La diferencia es que no jugaban con una pelota sino con una piedra. Además corrían a pata pelada y no con zapatillas marca Puma. Ese juego lo llamaban la chueca, tal vez porque le pegaban a la piedra con un palo chueco (torcido). Pero sí, era practicado de acuerdo a los principios más estrictos del hockey. Del mismo modo hay quienes afirman que el juego de la pelota vasca no lo inventaron los vascos sino los mayas.

Los niños también practican juegos primitivos. A veces, con el paso del tiempo, se transforman en deportes. Otras veces, no. Al recordar mi infancia, me doy cuenta de que muchos de los juegos que practicábamos eran muy competitivos y algunos cumplían con todas las reglas de un deporte oficial. La chita y cuarta, por ejemplo. Era un juego con bolitas, en otras partes llamadas canicas. Tú lanzabas una bolita, el otro lanzaba la suya hacia la otra bolita. Después era realizada la medición. Había tres tipos de mediciones. El dedo gordo con el meñique, esa era la chita. El dedo gordo con un anular, esa era la cuarta. Si una bolita le pegaba a la otra, se llamaba pique. A veces las medidas eran irregulares, pues había niños que tenían las manos chicas y otros muy grandotas. Entonces elegíamos a un árbitro encargado de medir las distancias. Algunos nos pasábamos el día completo practicando solos, antes de llegar a las competencias del barrio.

Había otros juegos-deportes que tenían diferentes nombres de acuerdo a las edades. Para los niños, uno era la rayuela. Consistía en trazar en el barro una raya y desde una distancia acordada (6 o 7 metros) lanzábamos una moneda, un peso. El que llegaba a la raya (la quemá) o más cerca, ganaba. No era tan fácil. Requería técnica. La moneda debía ser tomada entre el gordo y un anular, el brazo debía permanecer colgado mientras con los ojos calculabas la intensidad del movimiento. Los adultos hacían lo mismo pero con unos tejos de fierro, desde 20 metros. Se llama el juego del tejo. Los que perdían pagaban el vino.

¿Y quién no jugaba a la payaya? Era complicado. Había que sentarse en círculos y lanzar piedras al medio para que cayeran sobre una mano. Así existía la payaya de a uno, la de a dos, la de a tres piedras. Las chicas también jugaban pero no con piedras sino con frijolitos.

En general, casi todos los juegos-deportes que practicábamos eran paritarios. Pero había algunos que solo eran de género. El luche, por ejemplo. Nunca logré entenderlo. Las chicas hacían una serie de cuadrados con tizas, todos numerados y después daban saltos con una pata, como chincoles. Yo las miraba de lejos, tal vez me habría gustado jugar al luche, pero los “cabros” del barrio habrían dicho que yo me estaba volviendo marica. Así que, de lejos no más.

El menos paritario de todos los juegos era sin duda el de la meada larga. Nos poníamos todos uno al lado del otro, cada uno con su manguera en la mano, y meábamos. El que meaba más lejos, ganaba. Recuerdo que había uno que nos ganaba siempre. Tiempo después, cuando yo era mayor, me encontré con él casualmente y le pregunté: ¿cómo lo hacías para ganar siempre? Me contestó riendo: muy fácil: poco antes de jugar me tomaba tres litros de agua fría y después, en la competencia, meaba con ganas. Yo me quedé pensando: a su modo, el muchacho ya había descubierto el doping. Yo pienso que la meada larga debería ser incluida en los deportes olímpicos. Si no muy estético, sería divertido.

Durante un tiempo practicamos también un juego-deporte del cual me declaro co-autor. Se llamaba el de la carrera lenta. Todo comenzó jugando con el chico de la casa vecina. Consistía en subirnos a la bicicleta. El que llegaba último en su bicicleta, ganaba. El juego no tardaría en hacer escuela. Así fue como se nos fueron sumando varios ciclistas. Todos esforzados como locos por llegar últimos. Pero lentamente el juego se fue transformando en un deporte peligroso. Muchos, en su afán de ganar, dejaban de pedalear y caían al suelo produciendo carambolas terribles. Aunque de verdad: era apasionante.

Hoy, mientras miraba los ojos de la venezolana Yulimar, después de haber ganado y batido el récord olímpico, pensé que esa radiación de alegría que en ellos alumbraba no era quizás tan diferente a la de los niños del barrio cuando alguien ganaba un campeonato, sea el de la chita y cuarta, el de la rayuela, el de la payaya, el del luche, el de la meada larga, el de la carrera lenta.

Todo comienza alguna vez. Según Nietzsche, el coro del teatro griego precedió al teatro. Según Borges, la milonga de la calle putera, tamboreada sobre un barril de bencina, mientras dos hombres jugaban con cuchillos, precedió al tango. Los saltos de Yulimar comenzaron tal vez como un juego de una niñez. Así como en cada humano vive el niño que fue, en cada deporte hay un juego escondido. Si ese juego desaparece, el deporte también deja de ser un deporte.

“Lo primero fue el juego”, podría habría dicho San Juan, el Evangelista.

1 de agosto 2021

Polis

https://polisfmires.blogspot.com/2021/08/fernando-mires-el-juego-y-el-de...

 6 min


Analítica.com

Editorial

Se denomina inconsistencia a la ausencia de consistencia, es decir, la falta de firmeza, de persistencia y de equilibrio.

Y eso es, lamentablemente, lo que esta ocurriendo en nuestro país en algunos sectores políticos y empresariales, al abandonar la lucha por la libertad, por el acomodo con una realidad que no pueden superar. No pretendemos juzgar las razones que los impulsan a encontrar fórmulas de acomodo con un régimen que reiteradamente ha demostrado que no cree en la economía de mercado y tampoco en la democracia y cuyo propósito fundamental es su perpetuación en el poder.

Lo que sí queremos advertir es que esa falta de consistencia no facilita el cambio que el país requiere para iniciar su proceso de recuperación económica, pero principalmente social, moral y ética. Son muchos los ejemplos históricos que muestran que esos acomodos circunstanciales lo único que logran es beneficiar a unos pocos y prolongar la agonía de la mayoría.

El cambio solo se logra cuando la mayoría de la población se convence, porque un liderazgo así lo demuestra. Que las cadenas que impone una dictadura solo se rompen siendo coherentes y luchando unidos para conquistarla, como ocurrió en Polonia y en Sudáfrica, para señalar dos de los más emblemáticos ejemplos.

Ahora, vemos como el pueblo cubano y el iraní están luchando por romper las cadenas, sin saber si lo lograrán. Si nosotros queremos que eso ocurra tenemos que ser consistentes y entender que desunidos sólo lograremos que la dictadura prolongue su permanencia por algunos años más.

 1 min


Ismael Pérez Vigil

Usare como pretexto en este articulo la hazaña del pesista venezolano, Julio Mayora, su medalla y lo que ha ocurrido en el país en torno a este episodio, para tratar un tema que es más político; y digo “más”, deliberadamente, porque tampoco es un tema enteramente político.

Lo primero es destacar la hazaña, como ya dije, del pesista Mayora; porque es una verdadera proeza que un deportista venezolano logré tan siquiera calificar para una olimpiada, mucho más para optar por medallas. Nuestros deportistas, los que no logran entrenar en el exterior, −tras huir del país o tienen los medios para hacerlo afuera−, seguramente lo hacen aquí en pésimas condiciones, sin lugares adecuados para la práctica de su deporte, sin el apoyo que cualquier deportista necesita para entrenar y vivir, él y su familia; en países del tercer mundo (¿aún estamos en esa categoría, o hay otra más abajo?), ese apoyo sin duda le corresponde al estado, pues la empresa privada, en países como el nuestro, están muy limitadas, por razones económicas y políticas obvias, que no necesito explicar.

De manera que lo de Julio Mayora es una verdadera hazaña, como lo es la de todos nuestros atletas que están actualmente en Tokio, aunque no sean capaces de subir al pódium a recoger una medalla. Todo lo demás, es anecdótico o episódico. Y aquí entro en el segundo punto sobre el que quiero reflexionar. Me resulta incomprensible, irreflexivo e irracional, la actitud de quienes califican −más bien, descalifican− a los deportistas venezolanos porque declaren o agradezcan al régimen, a la dictadura o a Chávez Frías, pues sabemos bien que el régimen se va a aprovechar de la circunstancia, valido de la presión que puede ejercer sobre ellos o sus familiares, para que declaren en favor del régimen y agradezcan algún “favor” que sabemos que no recibieron.

Al menos el pesista logro una medalla; algo que no pudo lograr el boxeador, Eldric Sella, a quien el golpe más fuerte que recibió no se lo dio su rival en el cuadrilátero, sino el canciller venezolano y el gobierno de Trinidad y Tobago; el primero al negarle la calificación de refugiado, el segundo por negarle el reingreso a su país por tener un pasaporte vencido. (El Primer ministro de Trinidad y Tobago es Keith Rowley, del Movimiento Nacional del Pueblo, partido de centroizquierda; los menciono para que los recordemos) Seguramente, esa decisión del gobierno caribeño se produjo después de alguna llamada telefónica desde la cancillería venezolana. Aun sin eso, no es poca cosa que el canciller te acuse de ser instrumento ideológico contra tu propio país, ciertamente no es una declaración como para estimular el “regreso a la patria”.

Lo ocurrido con Julio Mayora puede ser −ojalá que no− un preludio de lo que ocurrirá con Yulimar Rojas, cuando esta suba al pódium a recibir su medalla, pues sabemos de seguro que alguna va a conseguir. No sé qué va a declarar, ella o ningún otro atleta, pero seguramente los zamuros de la prensa oficialista los van a abordar, no para celebrar y compartir su triunfo, sino con la aviesa intención de aprovechar políticamente sus logros, pues bien saben que esos atletas se verán obligados a hacer alguna “alabanza” al régimen o su difunto; vimos a un Mayora tartajear, al dar unas loas obligadas al régimen, pero también un Mayora muy diferente que declaró de manera espontánea al salir de su competencia, contento de su triunfo y dedicándoselo al pueblo venezolano, a sus entrenadores, a los que lo apoyaron y a su familia. Lo que digan los atletas bajo la horca caudina del micrófono de la prensa oficial, sabemos que es muy distinto a lo que dicen cuando no tienen encima la presión de algún funcionario “soplándole” lo que deben decir, como fue en el caso de Mayora. Esa declaración forzada es desestimable, para mí es suficiente, ver triunfar, contra toda adversidad, a un atleta venezolano.

Lo que hay que lamentar es que varios jóvenes, se hayan ido del país para poder entrenar y cumplir su sueño olímpico; o escucharlos declarar, como lo hizo el pesista Mayora, que seguramente es lo que él va a hacer para continuar su carrera deportiva. A los políticos que no pueden sobornar o comprar, los persiguen, apresan o destierran. A los artistas o deportistas de extracción humilde, los llevan a Miraflores y se toman fotos con ellos, a sabiendas que negarse es exponerse a una vida de privaciones y miseria para ellos y sus familias. Dicho esto, quiero tocar ahora el problema de fondo.

En la otra acera, en la nuestra, al pesista venezolano se le descalifica por una supuesta simpatía política, que no está muy claramente expresada, pero que en todo caso no coincidió −de manera clara y expresa− con la simpatía política de quienes lo criticaron; que de paso también insultaron o insinuaron los peores calificativos hacia quienes expresaron simpatía por el atleta, lo defendieron o lamentaron las descalificaciones. En un país tan polarizado, políticamente, como Venezuela se producen estas situaciones lamentables, para algunos explicables, pero nunca justificables.

En todo caso, y es el tema de fondo que quiero destacar, que es algo que he dicho otras veces, y es que lo ocurrido con la reacción de algunas personas contra los atletas, no es más que la angustiante confirmación de que el chavismo/madurismo está triunfando. No solo nos han derrotado políticamente en varios procesos electorales y políticos, no solo destruyeron el país y lo han llevado a la más ignominiosa miseria. Lo más grave es que lograron inocularnos su veneno de odio, rencor y resentimiento social, que hoy circula lastimosa y libremente por nuestras venas, se nos mete hasta los tuétanos de los huesos y nos anega el alma.

Toda esa frustración que sentimos, toda esa rabia que reflejamos, todo el veneno que llevamos por dentro y que volcamos en redes sociales no hace ni mella en el oprobioso régimen, no los toca, pero se vuelve contra nosotros mismos, contra nuestros líderes, buenos, malos o mejores, contra nuestros partidos políticos, y ahora contra nuestros atletas, víctimas también del régimen, a los que algunos critican inmisericordemente, de los que hacemos burla y chistes fáciles, con es humorismo barato y ramplón que tienen los venezolanos que carecen de imaginación.

Cuando hablamos de los políticos y líderes, decimos que no se trata de limitar la crítica, mucho menos suprimirla, sino de evitar que se haga sin argumentar, ni dar razones y dar la oportunidad de que los criticados se defiendan, dándoles el beneficio de la duda. Lo mismo hay que decir de los atletas, que hay que saber festejar con ellos su triunfo y dolerse de sus derrotas, reconociéndoles el inmenso esfuerzo que le dedicaron a prepararse, a adquirir destrezas, bajo las peores condiciones y circunstancias.

Saldremos de este oprobioso régimen, no tengo la menor duda, pero al paso que llevamos, será mucho más difícil librarnos del veneno del odio que reconstruir el país. Se trata entonces de meditar, reflexionar, estar conscientes acerca de que nos han llenado de rencor, de amargura, de rabia…como me dijo una buena amiga hace tiempo: “¡Qué difícil es pensar derecho con este veneno adentro!” Pero es necesario hacerlo.

https://ismaelperezvigil.wordpress.com/

 5 min


Américo Martín

Fui invitado a un interesante foro en el que debí responder muchas preguntas. Una en particular me pareció tan importante que decidí desarrollarla por escrito.¿Será necesario que una nueva generación tome la dirección política en Cuba y Venezuela para hacer lo que no quieren o no pueden los viejos líderes?

El prejuicio que la indicada interrogante expresa en cuanto al desempeño de los viejos conductores es históricamente insostenible, salvo que pasemos por alto el papel cumplido por ancianos ilustres como Churchill, Adenauer, De Gaulle, Eisenhower, Nixon, Chou Enlai, Mao Zedong y muchos otros. En la Segunda Guerra Mundial y en su posguerra, ese viejo liderazgo —hablando sin hipérboles y partiendo de conflictuadas esquinas— salvó al mundo.

Más obligatorio que salvar los méritos legítimamente logrados es dar vuelta a esa pregunta del indicado foro, con el fin de poner en evidencia su falacia.

Recuérdese que una nueva generación conduce en nuestro país el timón de la nave y que ha ocurrido de manera más formal en Cuba. Pese a la índole planificada y cuidadosamente manejada del proceso cubano, ha sido este más peligroso y cruento que el venezolano.

En la históricamente agitada isla, escenario del liderazgo extremadamente contradictorio del apóstol José Martí y del mítico dictador Fidel Castro, la revolución protagonizada por los hermanos Castro, el Che, Camilo, Huber Matos, sencillamente mostraba ya signos avasallantes de fracaso, pese al colosal esfuerzo de sus líderes tradicionales para ocultarlo. Lo lograron a medias, pero cuando las malas noticias sobre su desempeño invadieron el alma tempestuosa de Fidel, y casi inmediatamente la del sobrio Raúl, la onda mortalmente pesimista se expandió como una feroz pandemia por casi todo el cuerpo de la festinada revolución. Sin embargo, entre la cautela y la esperanza, la mayoría decidió confiar en algún milagroso discurso del caudillo para recuperar la fe en la causa, ahora puesto en discusión su destino. A un abismo muy abrupto se habría desplomado la zozobra del máximo líder, que su esperada respuesta fue realmente aterradora.

Convocó un homenaje a sí mismo en el Aula Magna de la Universidad de La Habana —recinto en el que, por cierto, nunca tuvo mayor relevancia— donde volcó un estado de ánimo impregnado de derrotismo. Comenzó preguntando a la nutrida concurrencia: ¿Ustedes creen que la revolución pueda sucumbir? ¿No piensan que una perestroika cubana pueda destruir la Cuba socialista?

Como un resorte, la multitud se puso en pie rugiendo. ¡Nunca! ¡El socialismo nunca será vencido! Castro la cortó en seco. Pues yo creo que si no hay una vigorosa reacción y cambiamos ahora, todo se irá al diablo.

Era obvio que el caudillo no podía más, con el tiempo lo siguió su incondicional hermano menor, con una decisiva diferencia, asomó el contenido del cambio: la apertura económica y la apertura política y urgió a aplicarlas inmediatamente. Sus palabras fueron: «No podemos seguir dando vueltas al borde del precipicio sin caer en su oscuro fondo».

Raúl siempre fue un hombre práctico que no se ufanaba de su manejo de la ideología y se aferró a lo que estaba a la vista y daba resultado, «el socialismo de mercado chino», salido de la férrea voluntad de Den Xiao Ping. No se le escapó a Raúl la perspicacia y el pragmatismo del reformador asiático y procedió a hacer lo mismo.

Muy a pesar de las abismales diferencias entre las dos realidades, impusieron a los cubanos una serie de retoques con el objeto de «cubanizar» el viraje.

Fue así como, del flamante proceso abierto a la imaginación de los líderes emergentes, se fue estructurando la nueva generación del cambio en Cuba.

Su fuerza reside en la autenticidad de origen y en su habilidad para sumar aportes de otros. Del grupo de nuevos miembros del Buró Político del PCC, el más joven y uno de los más competentes es Miguel Díaz-Canel, quien fue ministro de Educación. Estuvo con Raúl en tiempos cruciales y específicamente durante la realización del VI Congreso del PCC, que le dio el mando del Estado, del partido y del poderoso Ejército cubano después de quitárselos, sin estridencias ni maltratos, a Fidel.

El hermano menor pronunció entonces su primer discurso oficial desde la cima del poder. Díaz-Canel fue el encargado para responder, de modo que fue muy visible la identidad política de los dos. Y la razón por la cual se otorgó el honor y tamaña responsabilidad evidenciaron sus lazos de amistad.

La cuestión es que los dos fueron percibidos como los aliados decisivos del alto mando estatal y partidista, pero aparentemente podría explicar los delicados problemas que, en tiempos recientes, han estallado en las esferas dominantes de la organización, al punto de dejar entrever el ardiente drama que está manchando la casi familiar conexión alrededor de Raúl y Díaz Canel, entre los más altos dirigentes políticos y militares.

Presento esta prueba maciza al canto: es público y notorio que en solo nueve días murieron cinco generales de la más alta graduación y elevadas responsabilidades. ¿Como murieron? ¿Quién los asesinó?

Un hecho tan brutal y escandaloso no puede permanecer oculto en la bruma ni tapiado por un oscuro e interesado silencio. La verdad brillará profunda y certera como el canto de la alondra en la mañana. y entonces habrá que preguntar cuándo llegará esto a su fin.

Twitter: @AmericoMartin

Américo Martín es abogado y escritor.

 4 min


Lazos Guayana y la Tertulia de los Martes

Señores: Juan Guaidó Márquez, Ramón Guillermo Aveledo, Luis Ugalde, Benigno Alarcón, José Mendoza Angulo, Gerardo Blyde, Enrique Colmenares Finol, Carlos Fernández, Andrés Velázquez, Henrique Capriles Radonski, Eduardo Fernández, Julio Borges, Ángel Oropeza, Manuel Rosales, Henry Ramos Allup, Delsa Solórzano, Felipe Mujica, Américo De Grazia, Américo Martin, Cecilia García Arocha, Claudio Fermín, Fernando Ochoa Antich, Simón García, Eugenio Martínez, Leopoldo López, Héctor Alonso López, Henri Falcón y Nicmer Evans

Estimados señores.

Los suscritos, ciudadanos venezolanos residenciados en los estados Bolívar y Mérida en representación de las ONG Lazos Guayana del estado Bolívar y la Tertulia de los Martes del estado Mérida nos dirigimos a ustedes, respetuosamente, a objeto de presentarles públicamente una propuesta que estimamos pertinente y urgente darle concreción práctica para fortalecer y reorientar, si fuera el caso, las luchas democráticas para el rescate del país del deplorable estado de postración y atraso en el cual se encuentra.

La realidad política, social y económica de Venezuela es ampliamente conocida por todos. Nos ahorramos, en esta oportunidad, las explicaciones al respecto. Sólo a modo enunciativo recordamos la destrucción y bancarrota del aparato productivo público y privado, la virtual desaparición de la institucionalidad democrática, el proceso totalitario que adelanta el actual régimen, la quiebra del Estado de derecho, la salvaje represión y criminalización de las protestas, persecución y encarcelamiento de líderes políticos y dirigentes de la sociedad civil, la antidemocrática censura y hegemonía comunicacional, el deplorable estado de los servicios públicos, el peligroso avance de un proceso de anomia social, la emergencia humanitaria compleja, el manejo perverso de la pandemia que ha hecho el actual régimen y la creciente pobreza atentatoria contra la dignidad humana.

Situación que demanda un cambio de rumbo en la conducción política de la nación. A lo anterior se suma la frustración colectiva y el desencanto de la población con la dirigencia política de los sectores democráticos, con el liderazgo y los partidos políticos; la confrontación entre los actores políticos de cambio; las omisiones y errores de conducción que si bien no viene al caso detallar, si es importante destacar el elevado peso que han tenido y tienen en la mencionada frustración colectiva y en las circunstancias nada halagüeñas que vive la oposición en el país.

Lo antes dicho impone la impostergable necesidad de conformar un Equipo Político dirigente unionista con elevada capacidad de elaboración política que permita trabajar, con tino, en el desarrollo, mejora y eventuales cambios en la estrategia en marcha: negociación con el actual régimen, procura de un Amplio Acuerdo Nacional, que priorice el ingreso de la ayuda humanitaria, la formulación de una estrategia política unitaria en lo social con especial énfasis en salud y educación, económico y electoral que incluya un cronograma electoral integral, conquista de condiciones electorales competitivas y lo suficientemente amplia a propósito de las elecciones regionales y locales de noviembre del presente año, de cara a la sociedad civil y a los liderazgos regionales efectivos, superando el tradicional y anacrónico reparto burocrático entre aparatos partidistas, para definir las propuestas y acciones conjuntas a presentar a la comunidad internacional y al régimen.

Más allá de los objetivos inmediatos indicados en el párrafo anterior estimamos necesario que la Dirección Política unionista que proponemos asuma la tarea de reconstruir y recuperar a la oposición venezolana del actual estado de derrota y desorientación; una detenida y bien ponderada evaluación a la propuesta de la Conferencia Episcopal y otras surgidas de la ciudadanía.

Sin menoscabo de las Direcciones Nacionales de los partidos políticos proponemos, reiteramos, la creación de una Dirección Política Superior y Unionista, en la cual participen la diversidad de las corrientes políticas, la sociedad civil y la provincia venezolana.

En tal sentido, nos permitimos proponer, aunque sin consultar con los mencionados, a las siguientes personas para formar parte de la misma. Juan Guaidó Márquez, Ramón Guillermo Aveledo, Luis Ugalde, Benigno Alarcón, José Mendoza Angulo, Gerardo Blyde, Enrique Colmenares Finol, Carlos Fernández, Andrés Velázquez, Henrique Capriles Radonski, Eduardo Fernández, Julio Borges, Ángel Oropeza, Manuel Rosales, Henry Ramos Allup, Delsa Solórzano, Felipe Mujica, Américo De Grazia, Américo Martin, Cecilia García Arocha, Claudio Fermín, Fernando Ochoa Antich, Simón García, Eugenio Martínez, Leopoldo López, Héctor Alonso López, Henri Falcón y Nicmer Evans

En caso de contar con el aval de nuestra propuesta, sugerimos realizar un primer y urgente encuentro virtual en fecha y hora a convenir, sobre la base de una agenda compartida que se les haría llegar oportunamente, orientada a lograr el objetivo implícito en esta comunicación.

Para tales fines, favor comunicarse con Lazos Guayana por el correo electrónico lazosguayana@gmail.com o con La Tertulia de los Martes por el correo electrónico latertuliadelmartes@gmail.com.

Confiados en que la sensatez y la madurez política se impondrá sobre intereses parciales, en aras de la recuperación de la Democracia de nuestro País, se despiden

Atentamente

Por Lazos Guayana

Celestino Aponte

Coordinador

Por La Tertulia de los Martes

Genry Vargas Contreras

Coordinador General.

https://puntodecorte.net/index.php/2021/07/31/ong-de-bolivar-y-merida-pr...

 4 min


Alejandro J. Sucre

Haber invitado al oficialismo al Asamblea 77 de Fedecamaras fue un gigantesco paso para la institución empresarial. Y haber sido acompañada por más de 50 cámaras empresariales del país a ese acto fue un contundente y acertado respaldo a la política de acercamiento que el país clama. Igual ocurre con gran parte de la oposición liderada por Henrique Capriles donde piensan que el debate y las diferencias nunca deben salirse de los canales democráticos. La resistencia, las manifestaciones, los debates, todos deben ser democráticos. Basta de la criminalización de los líderes entre sí y muy buen paso de Fedecamaras de haber roto formalmente con el formato impuesto por algunos radicales de la oposición. Si el mismo oficialismo criminaliza a la oposición y a los empresarios pues la respuesta no deber ser criminalizar a los oficialistas, sino con paciencia esperar el momento para racionalizar y debatir como lo ha hecho Fedecamaras en su Asamblea número 77.

Venezuela necesita líderes políticos y políticas económicas que atraigan de los mercados nacionales e internacionales $3 trillones en inversiones en los próximos 10 años para desarrollar su potencial económico y expandir su PIB anual a USD 1 trillón, basado en recursos naturales, agrarios y demás sectores de la economía. Eso implica pocas agresiones y muchas discusiones y debates entre políticos, en la AN, entre empresarios y sindicatos para analizar el papel de las inversiones extranjeras, las políticas comparativas para atraerlas, las condiciones de atraer inversiones para beneficiar a la población, comunicar la importancia de los inversionistas a la población, beneficiar la democratización del capital y a los inversionistas locales, debatir políticas migratorias y arancelarias, desmontar la hiperinflación, reorganizar toda la estructura gubernamental para hacerla más eficiente y menos despilfarradora. Esos son los debates que necesita Venezuela. No las agresiones entre líderes buscando revanchas personales y protagonismo exacerbado.

Fedecamaras descriminalizando al oficialismo y el oficialismo asistiendo a la Asamblea número 77 de esa institución han dado un paso al frente muy importante para romper con el patrón de rencillas a los que nos tienen sometidos algunos políticos radicales de oposición y del oficialismo y las redes sociales. Nuestro territorio es más privilegiado en términos per cápita en riquezas de recursos naturales que Rusia, Brasil, China, India y EEUU. Está de 4to. lugar a nivel mundial en per cápita de recursos naturales comercializables detrás de grandes potencias como Canadá, Australia y Arabia Saudí.

La oposición debe dar una respuesta de más profundidad democrática acercándose al pueblo en cada rincón del país para formarlo, en lugar de buscar prender candelitas y “salidas” rápidas y usar sanciones y marchas, aunque democráticas, como armas. Los ciudadanos en un ambiente de pugna entre las cúpulas políticas aisladas en sus batallas no encuentran soluciones de gobierno: mejor infraestructura, promoción a las inversiones, mejor educación y salud pública, funcionarios públicos que faciliten la actividad privada para el crecimiento económico de la nación. Solo observan a través de las noticias afrentas de lado y lado mientras el PIB cayó en 66 % en 6 años.

El papel de los líderes políticos es el mismo que el de los capitanes de equipos deportivos. Juntos, empresarios, políticos, sindicalistas, intelectuales y gremios profesionales sólo deben concentrarse en cómo recuperar la producción del país y ese esfuerzo ayudará a fortalecer las instituciones. No es al revés. Es que las instituciones se adapten a asegurar estabilidad a las inversiones y que el mismo pueblo las abrace.

Hoy el Estado venezolano controla el 100 % de los recursos naturales en Venezuela y a la vez todas las empresas en manos del Estado para desarrollar esos recursos naturales están quebradas. Este deterioro nada tiene que ver con las sanciones. Este deterioro es producto de líderes políticos que no ejercen sus funciones. Venezuela debe ser un centro de inversiones chinas, rusas, europeas y estadounidenses y no un centro de confrontación geopolítica. Venezuela debe retomar el rumbo de $1 trillón en crecimiento del PIB con un nuevo impulso de líderes políticos con visión de gran país de la talla de nuestros libertadores.

Para crear infraestructura y autopistas para conectar a toda la nación de manera que se pueda activar al comercio nacional e internacional con nuevas y viejas empresas agrícolas, mineras, energéticas, turísticas, y manufactureras, se necesita el apoyo de inversionistas nacionales y extranjeros. Para arrancar las obras de infraestructura inconclusas producto de la corrupción, para superar el default de la deuda externa, para incrementar la capacidad eléctrica y el urbanismo, todos los venezolanos debemos atraer inversionistas y empresarios de todos los países y unirnos para superar las sanciones. Fedecamaras ha dado un primer paso importantísimo.

Twitter @alejandrojsucre

 3 min


Carlos Raúl Hernández

En torno a la inutilidad de las movilizaciones de masas, Francis Fukuyama escribió hace más de una década que solo creaban identidad y simpatía entre los asistentes, o sea, nada. Luego trató ese tópico Carlos Alberto Montaner. Balanceaban las protestas contra Chávez que, según se dice, entraron al libro Guinnes. La oposición venezolana de entonces abusó de la lucha de calle en esfuerzos ilusorios, la “quemó” y demostró al mundo, y en especial a los autócratas, que lo mejor era darle suficiente cuerda a la calle para que se ahorcara sola.

Así hicieron en adelante y por eso preocupa que el desastroso cabecilla de la debacle vuelva con la manía, una perturbación emocional que muchos sospechan.

Con la comedia de 2019, Operación libertad, surge un nuevo aprendizaje: “el apoyo de casi 60 países” (nunca se supo el número, por alguna razón arcana o cabalística) tampoco sirve con una oposición interna inútil. La “enseñanza” le vino al dedillo a Daniel Ortega, dictador genético, para hacer lo que da la gana en las barbas de EEUU. Son dos aportes de nuestros radicales al mundo, y hay un tercero: si eres lo suficientemente cabeza de ñema, puedes perder elecciones, aunque tu intención de voto favorable sea de 8 a 2. Basta tener talentos políticos que persuadan a la mayoría de no ser “fundamentalistas del voto”, que vas a una “chapuza” y que vendrán una invasión extranjera” o una “intervención militar democrática”.

De paso liquidaron el mágico instrumento, el “misterio moderno” que asombró a Marx: votar. Después se cambian y aparecen gorditos, bañaditos, grandilocuentes, tan enfáticos y frívolos ahora como eran en la anterior, no posición sino postura.

El sanedrín opositor prefirió el triunfo del PSUV antes que llevar un mestizo la Presidencia en 2018. Hoy el gobierno fortalecido por sus enemigos, pone en práctica las experiencias y arresta sin parpadear a unos activistas radicales ante los ojos de “los casi 60” y especialmente de Noruega, de visita por aquí. Las revoluciones de colores y la primavera árabe terminaron de demostrar que el valor de calle-calle-calle es un logaritmo si no forma parte de un dispositivo electoral o, por cierto, militar. Cada quien llama pueblo a sus mesnadas y las santifica, como si éste no hubiera sido históricamente autor de tantas cochinaditas, saqueos, linchamientos, asesinatos. Los derechosos y la mayoría silenciosa, piensan que masas en las calles solo son riesgos y molestias.


Una parte de la doxa (opiniones inexpertas e ideológicas) se siente atrapada en una discordia que les rompe las galletas, por la idea a priori de que lo que hagan las “masas” es bendito, sin examinar los casos. Hay movimientos de calle de fines contrarios a las necesidades de las mayorías y que obedecen a objetivos políticos no democráticos, como los de Hitler, Mussolini, Perón, Vargas, Bolsonaro. Para los izquierdosos toda movilización es buena “porque la hace el pueblo” y particularmente si es contra “el capitalismo” como las protestas de clases medias ricas que pretendieron abatir la imagen exitosa de Chile -como buscaron con Parasit y Surcorea-, un misterioso país “neoliberal”, extrañamente dirigido durante 30 años por socialistas y socialcristianos y cuyo nivel de vida es comparable a España.


A lo Savonarola, hacían piras luego de saquear tiendas de alta tecnología, quemar automercados, farmacias, el Metro, correr desnudos por las calles “contra la dictadura sexual”, e introducirse objetos. Con el estímulo y el apoyo izquierdoso global pedían agónicamente “¡No más Iva a los libros¡”. Este reflejo se invierte cuando la protesta es contra un gobierno progre y aparece la garra del imperialismo, como las manifestaciones “reaccionarias” en Cuba, aunque a diferencia de los tumultos de personas pudientes chilenas, sean producto de la desesperación, seis décadas con vidas miserables, infrahumanas, sin alimentos y menos esos plásticos vibrátiles. A gente identificable históricamente en la ultra, el fidelismo, como Silvio Rodríguez, se le presentó una crisis de conciencia con el riot y no estuvieron de lado de la represión revolucionaria, un comportamiento honesto y digno de elogio.

Como nota de color, un descabezado opositor venezolano mayamero escribió, con aspiraciones de ironía, que muy pronto recomendarían a los cubanos la vía electoral. Elecciones en Cuba serían un milagro como la estatua de la virgen que lloró sangre. Seguramente él recomendaría a los cubanos que se abstuvieran en espera de la invasión o del “quiebre”. Otros ven la inminente caída de Diáz-Canel por el pueblo en la calle. Ni las manifestaciones hacen eso ni las sanciones afectan a la nomenklatura, sino a esas turbas desesperadas. Un liderazgo latinoamericano decente, promovería un movimiento para atender la crisis alimentaria y promover el diálogo, en remembranza del Grupo de Contadora. Es devastador que los cubanos estén acorralados doblemente. Por la represión y porque no hay alternativa política. Mientras, los héroes en Goya, Brickell y Andrés Carne de res, llaman “a la calle” en Venezuela para seguir contribuyendo a cubanizar al país.

@CarlosRaulHer

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