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Opinión

Alexei Guerra Sotillo

Ilustración: Victoria Peña

La pandemia le ha abierto un boquete al tiempo. Silenciosa pero efectiva, ha logrado desestabilizar en tal magnitud la forma de vida que conocíamos, que le ha regalado ya un nuevo hito a nuestra manía de marcar los cambios: de seguro más de uno reemplazará el significado de las siglas A.C. y en lugar de decir “Antes de Cristo”, dirá ahora “Antes del Coronavirus”.

Las lógicas que presiden el mundo, como intentos de ordenar el caos, parecen perder terreno en su eterna lucha civilizatoria contra el absurdo.

Las señales recientes que los medios reflejan, de gobiernos que anuncian el levantamiento gradual de cuarentenas y el restablecimiento de un funcionamiento con mínimos de “normalidad” en la economía, la actividad empresarial, el trasporte y los viajes, las actividades en sitios públicos, nos revelan una certeza creciente: ante la amenaza de profundizar la debacle económica, las quiebras y el desempleo, y la imposibilidad cercana de lograr una vacuna contra el COVID-19, nos toca enfrentar los riesgos y retomar aquello que pueda retomarse.

Pero en esta flexibilización variopinta y diferenciada en ritmos e intensidades, la “normalización” es relativa. Hay sociedades y realidades en las que, además del COVID-19, hay otras pandemias de larga data y con efectos iguales o peores en la salud ciudadana: gobiernos autocráticos, militarización de la vida social, asfixia de la democracia, violación de derechos humanos, hiperinflación, colapso de servicios, el hambre, la devastación de empresas e industrias, deterioro de infraestructura hospitalaria, la criminalización de la disidencia.

El absurdo exhibe hoy ejemplos por doquier de sus contrastes y paradojas.

Mientras la empresa privada en EEUU celebra el primer vuelo orbital no estatal, abriendo una nueva era en la conquista del espacio, en Venezuela la empresa privada intenta subsistir ante la escasez de gasolina, el colapso de servicios y un modelo regulatorio e intervencionista que la asume como enemigo.

Quienes hace años se oponían a la apertura petrolera y hablaban de soberanía energética mientras rechazaban a capa y espada cualquier ajuste en el precio de la gasolina, hoy son los mismos que, luego de avanzar y conducir el deterioro operativo y financiero de PDVSA y aniquilar su perfil técnico, ven como un logro la llegada de barcos de Irán cargados de combustible, para aliviar la aguda escasez de gasolina en el país.

Bajo una peculiar visión de la salud pública, en lugar de ser los médicos, hombres de ciencia y especialistas en temas epidemiológicos quienes lleven la voz cantante en los boletines diarios sobre el virus y en la gestión oficial ante la pandemia, son militares o funcionarios políticos quienes dirigen y dan cuenta cada día del avance del coronavirus.

El racismo, entre otras formas infames y perniciosas de discriminación y exclusión, sigue siendo de los más notables absurdos, a estas alturas del siglo XXI. El caso de Floyd, en EEUU, nos da muestras de los matices y complejidades que aún persisten al respecto.

En nuestros predios, ciudadanos que tienen que soportar 8-10 horas sin servicio eléctrico todos los días, y deciden, desde la penumbra de sus casas o apartamentos, ejercer su derecho constitucional a la protesta, golpeando una olla o cacerola, son reprimidos, acosados e incluso detenidos por los cuerpos de seguridad del gobierno. Aunque no tengas agua, ni luz, tu deber es quedarte callado. Le queja es un delito. La protesta, un crimen.

La expectativa generada por Maduro y el esfuerzo propagandístico que lo sostiene, en relación al reinicio de la venta y distribución de gasolina, con un precio subsidiado y otro internacional, y el anuncio de que dicha distribución cubriría todas las estaciones de servicio del país, se ha topado con la dura e inexorable realidad de la incapacidad e ineficiencia como rasgos de la gestión oficial, y la magnitud de una demanda que, después de casi tres meses de cuarentena y paralización, se está expresando en colas interminables, corrupción, irregularidades y malestar ciudadano.

En Venezuela, desde hace rato, hay palabras cuyo significado parece haber mutado, cambiado, o avanzado hacia un vacío triste y peligroso. “Normalidad”, es una de ellas. “Democracia” es otra. “Libertad”, “Estado de Derecho”, “Vivir”, son vocablos que como tantos, han extraviado su significado, pero siguen estando en el clamor y urgencia que somos.

Aunque nos cueste admitirlo. Aunque jamás nos acostumbremos. Bienvenidos a la “normalidad” del absurdo.

4 junio, 2020

El Impulso

https://www.elimpulso.com/2020/06/04/opinion-capitalismo-lunar-la-normal...

 3 min


Mariza Bafile

Photo by: Lorie Shaull ©

Perdido en su laberinto, Trump nunca estuvo tan solo. Su incapacidad de empatía, su carrera ciega hacia la reelección, en momentos tan difíciles y delicados para el pueblo norteamericano, han dejado al desnudo aspectos de su personalidad que ya nadie puede ignorar. Si su cálculo fue el de cabalgar la ola de las protestas y en particular de sus focos violentos, para presentarse como el sheriff capaz de hacerle frente a lo peor con mano dura, la equivocación fue tan aparatosa como desastrosa para su imagen.

El Pentágono, a través de voces tan respetadas e innegablemente republicanas, como el Secretario de Defensa Mark Esper, el general retirado de cuatro estrellas Jim Mattis, y el general retirado John Allen, uno de los protagonistas de las guerras en Afganistán y en Iraq, ha plantado cara al Presidente y ha dicho un rotundo “No” a su petición de mandar a los militares a la calle para dispersar las manifestaciones que estallaron en todo el país tras el lamentable, terrible homicidio de George Floyd.

Los militares dejaron claro que no conciben una guerra contra su propio pueblo. El general Mattis tuvo palabras durísimas hacia el Presidente, acusándolo de impulsar la división de la ciudadanía en lugar de buscar su unión, como le competería por la institución que representa. Mattis hizo un llamado al pueblo norteamericano pidiéndole encontrar unidad, a pesar de Trump.

Paralelamente, el ex Presidente Barack Obama hizo una intervención durante la cual, una vez más, mostró su profunda humanidad. Habló de la esperanza que suscita en él la imagen de tantos jóvenes manifestando pacíficamente para reivindicar el respeto hacia todos los seres humanos independientemente del color de su piel, de su religión, sexo, preferencias sexuales. Con los manifestantes se solidarizaron también los últimos ex Presidentes.

Conmovedor fue el discurso del reverendo Al Sharpton quien dijo: “La historia de George Floyd es la historia de todos los afroamericanos. Son 401 años que no podemos ser quienes hubiéramos deseado y soñado ser, porque ustedes nos mantienen una rodilla en el cuello”.

Las palabras de los militares, así como las de Obama, de otros políticos nacionales e internacionales, de pensadores y activistas, así como las diferentes expresiones de solidaridad que llegaron también de las mismas fuerzas de policía, son un homenaje a George Floyd y reivindican el derecho de una población herida, dolida, asustada, a manifestar su descontento y luchar para un mundo mejor.

Al mismo tiempo devolvieron a su justa dimensión los brotes violentos que han empañado la protesta pacífica. Lamentablemente si cien personas rompen una vitrina y saquean una tienda, los focos de atención quedan centrados en ellos y olvidan a los otros miles quienes están desfilando pacíficamente.

No sabemos todavía quienes están detrás de esas acciones violentas, cuáles fuerzas nacionales o internacionales podrían estar alimentando una rabia acumulada durante mucho tiempo, para empañar la legitimidad de la protesta y de la indignación. Lo único que se sabe es que no ayudan a los manifestantes y, por el contrario, contribuyen a desestabilizar la democracia norteamericana.

Desde que apareció el Covid-19 en nuestras vidas mostrándonos la fragilidad de los seres humanos, estén donde estén, pensamos que nada volvería a ser igual, que una experiencia tan traumática dejaría marcas profundas obligándonos a revisar nuestras actitudes como individuos y como sociedad. En nuestro ser albergamos la esperanza de un cambio positivo, aunque también había el temor de las consecuencias de una crisis, inevitable, frente a la cual la sociedad y los gobiernos hubieran podido reaccionar con una profundización de sus aspectos más negativos.

Ahora, tras ver a tantas personas marchar juntas, gritando los mismos slogans con igual pasión, no solamente en Estados Unidos sino en todo el mundo, estamos seguros que nada volverá a ser como antes. No solamente los jóvenes sino todas las personas que creemos en la solidaridad, en la tolerancia y en la justicia, sabremos luchar para un mundo mejor.

Nunca como ahora, en las Américas así como en Europa, los movimientos y líderes políticos que fomentan las divisiones, los nacionalismos y la desigualdad, aparecen tan absurdamente anacrónicos. Por lo contrario, se está reafirmando el valor de la democracia y la necesidad de un mundo interconectado y capaz de dar respuestas unitarias a las emergencias.

Mientras mirábamos, con conmoción, las imágenes de centenares de personas acompañando al féretro de George Floyd, en Houston, pensamos que quizás, por una vez, una muerte injusta no será vana.

@MBAFILE

Junio 8, 2020

ViceVersa

https://www.viceversa-mag.com/el-presidente-en-su-laberinto/

 3 min


El régimen militarista-socialista como Estado Cuartel, arrinconado y sobrepasado por las ingentes necesidades de la sociedad, impone como una maniobra más la cuarentena maximizando la antipolítica, a tal extremo que se revuelve en sus propias trampas y engaños, arrinconando en su sin razón -casi delirio- a la masa social democrática cercana al sacrificio, que impuesta en una cuarentena interminable es objeto de una exponencial guerra psicológica. Guerra psicológica como método de control que socialista atemoriza y desquicia para controlar a la masa democrática. La mayoría democrática que, aun en cuarentena persiste y reclama como una necesidad un cambio de gobierno en paz, mediante lo dispuesto en la Constitución y en el entendido del gen democrático del venezolano, lo cual la define distante del militarismo y del socialismo marxistoide que pretende el régimen en usurpación, atrincherado en la anti-política como Estado Cuartel.

El régimen como Estado Cuartel muestra su total perversión de grupo revolucionario, manipulando una cuarentena que aprovecha el militarismo por la vía de la morisqueta militarista para copar de gente armada el espacio social y arrinconar a los demócratas. Este extremo hace notaria la regresión política y barbarie que practica el poder político. El gobierno como Estado Cuartel se abraza al concepto de seguridad y protección ciudadana para arrinconar al demócrata, bloqueándole su libertad, congelar sus acciones, creando un creciente malestar sobre todo en las clases C, D, E y F. Esa masa social resulta incontrolable frente a las disposiciones arbitrarias que registra el eje gobierno y la política doméstica verificando un régimen atascado que recibe el rechazo por sus acciones arbitrarias y primitivas.

¡Ahogar a la ciudadanía! mediante una guerra psicológica para falsear lo ideológico frente a la democracia venezolana, falsearla por la vía de un régimen totalitario que asume que los venezolanos estamos obligados por la vía de las acciones de los cuerpos armados a someternos en función del chavismo-madurismo. Chavismo-madurismo culpable y responsable por el fracaso total de Venezuela como proyecto país y sociedad. Sociedad que persigue la democracia y jamás ni nunca la imposición de una ideología, que es negación de la libertad, de la participación y de la decencia política. Democracia que clama por la diversidad, la autonomía y, sobre todo, la política. Política que hace posible que los demócratas desarrollen su propio juicio que es enfrentar a una dictadura perversa e incapaz.

Ahogar, perseguir, apresar, pero sobre todo intimar a la sociedad ha sido lo actuado por el régimen durante esta cuarentena y su absurdo es tal, que por poco no ordenan el toque de silencio y el toque de diana para los demócratas, que siguen siendo la mayoría para la sociedad venezolana. El régimen con su cuarentena ha enloquecido e intenta a arrinconar y limitar en extremo la libertad, expresando su totalitarismo de Estado Cuartel, pero la sociedad democrática ha tomado debida nota y aun sufriendo de calamidad política social en donde todo cuesta y mucho, le recuerda al bestiario militarista que al venezolano le sobra civilidad. Civilidad para entender esta crisis política, civilidad para responder a esta guerra psicológica y civilidad para mostrar su disposición a recobrar la política y con ello su libertad.

Libertad y coraje para impedir que se nos ahogue, persiga y oprima como ciudadano, porque el régimen-cuarentena no sabe de respetar la ley, pero que quede claro que el ciudadano sigue reclamando su soberanía, su condición de ciudadano y además le permite despreciar la guerra psicológica burda y perversa totalitaria distante de la política. Los venezolanos demócratas son participativos y deliberativos. En consecuencia aún en Cuarentena Perversa, Militarizada y Policial nos sobra ciudadanía. Ciudadanía para construirnos acertadamente, edificar canales para impedir que el Estado Cuartel y su sargenteada cobarde pueda imaginarse que la ciudadanía esta distante de su libertad sagrada.

Ahogar, perseguir, apresar y contener son las acciones del Estado Cuartel durante esta cuarentena grotesca y ridícula, pero los demócratas queremos y lo haremos posible mediante la democracia. Así, la venezolanidad cercada por el Estado de Excepción, violencia y persecución del Estado Cuartel, dibuja a quienes como golpistas practican, creen y crecen sólo en la violencia. Los demócratas que nos han limitado en extremo en esta cuarentena y tratan de ahogar, perseguir y apresar, estamos vivos políticamente, creemos y practicamos la política, nos asquean los demagogos y el militarismo perverso, estamos claros que nos ofenden pero no nos han engañado a nadie, ni siquiera con la ridícula e infantil Acción mercenaria del costado norte y en reparto grotesco de la condecoración del padre de la patria. ¡Habrá democracia, libertad y soberanía, no obstante tanto primitivismo y regresión socialista militarista!

Es autentico,

Director CSB-CEPPRO

@JMachillandaP

Caracas, 08 de junio de 2020

 3 min


Jesús Elorza G.

Este lunes 8 de junio se confirmó la muerte del caballo Ocean Bay, doble coronado y estrella del hipismo venezolano tras ser encontrado descuartizado. El animal fue sacado de su puesto en el Haras La Alegría, en el estado Carabobo, donde cumplía su rol de semental. ​

No existen noticias referentes a las personas que secuestraron a Ocean Bay y a otra yegua del mismo establo de La Alegría, que está ubicado en Güigüe, estado Carabobo. Ambos fueron encontrados descuartizados esta semana. La misma circunstancia sucedió hace unos meses cuando la yegua madre de Ocean Bay fue secuestrada presuntamente para comérsela sino pagaban el rescate.​

Ocean Bay es recordado por haber ganado las dos primeras carreras de la Triple Corona del año 2016. En general, en 15 participaciones logró 8 primeros, 3 segundos y dos cuartos, convirtiéndose en uno de los caballos con más prestigio del país.​

El campeonato Triple Corona es la suma de tres carreras clásicas disputadas por caballos tres añeros en el país. Son el Clásico José Antonio Páez, el Clásico Cría Nacional y el Clásico República Bolivariana de Venezuela, este último el más importante. Para las dos primeras carreras el entrenador Ramon García Mosquer fue el encargado de preparar a Ocean Bay.

Este lamentable e indignante hecho no es nuevo. "La Carnicería de Equinos" como se le conoce en el medio para referirse al secuestro y asesinato de caballos, es de larga data. Recordemos que uno de los primeros casos donde un caballo fue hallado desmembrado fue en julio del año 2016, específicamente en el Zoológico de Caricuao en Caracas. En Maracay al menos tres equinos, pertenecientes a la Facultad de Veterinaria de la UCV fueron sido asesinados y posteriormente desmembrados para consumirlos en el estado Aragua, en solo ocho meses, en el 2018, hecho criminal que año tras año se sigue presentando en ese campus universitario. ​

La industria del hipismo nacional se encuentra hoy azotada por el flagelo de la inseguridad, la crisis económica, el deterioro de la infraestructura, la falta de mantenimiento, el manejo corrupto de las premiaciones, la expropiación de las haras y la proliferación de las mafias delictivas que operan en este entorno con el cobro de peajes y vacunas ha provocado el cierre o la quiebra de los hipódromos que operan en el país, la salida hacia otros países de calificados preparadores, jinetes y el retiro cada vez mayor de propietarios quedando el manejo del negocio hípico en manos de enchufados protegidos del régimen que solo buscan enriquecerse ilícitamente en el menor tiempo posible.

Sin lugar a dudas, esta "revolución" de pacotilla del siglo XXI redujo el 5y 6 a un dantesco espectáculo de secuestros y asesinatos de animales.

 2 min


Corina Yoris-Villasana

En mis clases de Lógica (durante unos cuantos años) he usado un argumento para pedirle a mis estudiantes que identifiquen los elementos constituyentes de ese argumento. El pasaje dice: “Quien a un hombre mata, quita la vida a una criatura racional, imagen de Dios; pero quien destruye un buen libro, mata la razón misma, mata la imagen de Dios”. Su autor, John Milton. Y, al usarlo, siempre he apuntado a suscitar en mis alumnos el amor por los libros. Incluso, en este prestigioso espacio de El Nacional, he escrito varios artículos sobre el libro como símbolo de inteligencia, de conocimiento, de libertad de pensamiento.

Si hablas o escribes sobre libros es ineludible la referencia a Jorge Luis Borges quien, en el prólogo a Ficciones, antes de escribir el cuento La biblioteca de Babel, compuso un ensayo intitulado La biblioteca total, editado en la Revista Sur, 1939. En este ensayo Borges filosofa sobre la imagen de la biblioteca infinita. Es un maravilloso escrito en el que nos brinda un recuento de los predecesores del tema de esa biblioteca ilimitada. Estos antecedentes no son otros que el cuento La biblioteca universal, escrito por Kurd Laßwitz; Sylvie and Bruno, de Lewis Carroll y El certamen con la tortuga, de Theodore Wolff. Imperdibles, tanto los escritos de Borges, como las obras citadas.

¿Por qué aludo a Borges y a su biblioteca infinita? Porque en ella estarían reunidos todos los libros que el ser humano ha escrito. Infinitos estantes hexagonales contendrían “todo lo que es dable expresar, en todos los idiomas”; allí estarían las obras perdidas, aquellos libros que encierran los secretos mejor guardados de nuestro mundo, documentos que disiparían cualquier inconveniente, bien fuese individual o mundial. Así, el ser humano, poseído por una “extravagante felicidad”, estarían en capacidad de resolver definitivamente “los misterios básicos de la humanidad”. Hay que volver a Borges y a su biblioteca infinita para adentrarse en el simbolismo que encierra una librería, un simple estante, una rinconera.

No me cabe la menor duda acerca de que el paradigma de ese sueño borgiano no es otro que la gloriosa Biblioteca de Alejandría.

¿Qué misterio encierra ella? En un imperdible artículo de Roger Bagnal, recogido en los Proceedings of the American Philosophical Society, 2002, hay un arqueo de todo lo que contenía este recinto sagrado del saber, escrito que recomiendo a mis lectores; Bagnal desenmaraña mitos aclarando muchos puntos sobre los números fantasiosos que han sido usados para expresar la grandeza de la Biblioteca.

La historia de la Biblioteca de Alejandría puede ser dividida en varias etapas y solo quiero referirme a su destrucción, que tiene lugar en distintos momentos. Construida poco tiempo después de la fundación de Alejandría por Alejandro Magno en 331 a. C., tenía como propósito agrupar todas las obras del intelecto humano, y que debían ser compendiadas en una especie de colección infinita para la posteridad.

Sufrió varias devastaciones y una de ellas y, quizás, la más significativa fue el incendio ocasionado cuando Julio César, quien había arribado a Alejandría con el propósito de brindarle apoyar a Cleopatra, fue asediado en el palacio, situado en un lugar cercano a la biblioteca de los “Libros regios” así como al Museo, el templo de las musas. Se dice que Julio César fue el mayor causante de la devastación de la biblioteca, al provocar el incendio de una escuadra de naves y favoreciendo que se esparciera el fuego. Este suceso se sitúa en el año 47 a.C.

Con la caída de Marco Antonio y Cleopatra se produjo el desplome del reino ptolemaico de Egipto, quedando bajo el dominio de Roma. Inevitablemente, Alejandría sufrió un lánguido y fatal ocaso, y con ella, también su Biblioteca.

En el siglo IV de la era cristiana, las leyes contra el paganismo promulgadas por el emperador Teodosio fueron utilizadas por los cristianos más fanáticos para justificar sus asaltos contra templos e instituciones del paganismo. Así, la valiosa biblioteca del Serapeo, fundada por Ptolomeo Evergetes –que, por cierto, muchos autores confunden con la biblioteca palatina, la Biblioteca de Alejandría–, fue devastada en el año 391 d. C, durante un pogromo en contra de los paganos, exhortado por el patriarca Teófilo.

Sobre el califa Omar se dice que incendió textos contrarios al Corán en el 645 d. C., aunque la mayoría de los historiadores juzgan que esta versión es falsa.

Sea como fuere, la Biblioteca de los sueños, el gran ideal por juntar el saber humano fue destruido.

En la historia de la aberrante quema de libros, saltando siglos desde Alejandría, encontramos el horror de esta práctica en el Opernplatz de Berlín, 10 de mayo de 1933. La multitud allí concentrada, fue arengada por el discurso henchido de odio del líder estudiantil nacionalsocialista Herbert Gutjahr, quien vociferaba: “Hemos dirigido nuestro actuar contra el espíritu no alemán. Entrego todo lo que lo representa al fuego”, y arrojó una cantidad considerable de libros a las llamaradas de una pira avivada por millares de libros incinerados. Actos similares se repitieron ese fatídico día en toda Alemania. Prácticamente en casi todos los campus universitarios fueron calcinados libros de aquellos autores que no concordaban con sus marcos ideológicos. La barbarie en las propias casas del saber. El horror recorriendo los templos de la cultura.

Así, cuando se irrumpe con violencia en el sagrado recinto del conocimiento, cuando se atenta contra un libro, aunque sea uno solo, se está agrediendo al ser humano mismo, a la inteligencia, a la razón. He visto con profundo dolor el incendio de la biblioteca de la Universidad de Oriente. Toda aquel que ha pisado alguna vez una biblioteca, todo aquel que ha disfrutado del olor de un libro, todo aquel que ha encontrado en un pequeño opúsculo alguna frase que le ha llenado un vacío en su alma, debe levantarse y condenar enérgicamente semejante barbarie. Pero, además, está en el sagrado deber de ayudar a producir más cultura y así resarcir al ser humano, y, en particular a cada integrante de la UDO, de la inexcusable pérdida de su patrimonio bibliográfico.

Hoy, todos los universitarios de Venezuela elevamos nuestra protesta y exigimos una exhaustiva investigación sobre este asesinato de la razón.

junio 9, 2020

El Nacional

https://www.elnacional.com/opinion/ante-la-barbarie-mas-cultura/

 4 min


Marta de la Vega

El RP2, el 187n° 11, el TIAR o los Cascos Azules de la ONU no son factibles si los gobiernos aliados de los países democráticos del mundo en contra de la tiranía usurpadora de Maduro y la camarilla militar civil que lo sostiene y protege, dirigidos en primer plano por la dictadura cubana, con Rusia, China e Irán en el trasfondo, han afirmado varias veces que no están de acuerdo con el uso de la fuerza ni pueden respaldar una incursión militar. Una intervención armada constitucional o un desembarco por razones humanitarias en costas venezolanas tampoco están en la agenda ni de la Unión Europea, ni del grupo de Lima, ni del gobierno actual de los Estados Uni

Todos los que impulsamos la lucha por la democracia, la decencia, el respeto a los otros y el cumplimiento estricto de las normas que garanticen la civilidad y la convivencia pacífica en Venezuela, nos preguntamos hoy cómo es posible que el sátrapa enquistado en Miraflores o en Fuerte Tiuna, Nicolás Maduro, se mantenga aún en el poder. La cúpula de las fuerzas armadas es la que tiene el dominio del país.

En todos los niveles, sea por miedo, sea por horror a la delación de sus propios compañeros, o por las torturas indescriptibles de las que han sido víctimas los sospechosos de disidencia o de insubordinación, sea por la relajación de sus conductas institucionales, sea por degradación de sus principios y valores, en los que ya el honor no se divisa, las fuerzas militares o policíacas sustentan la dictadura madurista. O callan de manera cómplice ante los desafueros y abusos atroces cometidos por los integrantes de los organismos de seguridad y contrainteligencia del Estado, la Guardia Nacional Bolivariana o las Fuerzas de Acciones Especiales, que son escuadrones de exterminio para aterrorizar y asesinar a ciudadanos inermes.

Sus motivaciones no provienen de razones ideológicas ni es por respeto a la Constitución venezolana vigente, pisoteada despiadadamente desde hace muchos años para aferrarse al poder a cualquier costo. Se ha construido un entramado denso y oscuro de corrupción generalizada que se extiende desde el general de más alto rango hasta el soldado raso y contamina todas las estructuras del Estado, hoy refugio de una banda de hampones que controlan las instituciones de la república, la explotación criminal del Arco Minero, el narcotráfico con pingües ganancias, el contrabando de gasolina y ahora la “custodia” de las bombas surtidoras de combustible.

En este sentido, la posibilidad de un “quiebre” militar ha resultado ser una táctica fallida en la visión estratégica por parte de la dirigencia democrática. Causas muy poderosas como las que acabamos de enumerar frenan una acción de las fuerzas armadas, pese a conatos de rebelión, para acatar la Constitución siguiendo su artículo 328 y contribuir a restaurar el Estado de Derecho.

En Venezuela ha habido históricamente una mentalidad de privilegio y supremacía militaristas a pesar de que la Constitución subordina el poder militar al poder civil. También cierto menosprecio de aquellos hacia estos últimos. Los códigos de los militares resultan enigmáticos para el mundo civil. No han podido ser descifrados por la dirigencia democrática para trazar un camino efectivo de acercamiento hacia el cuerpo armado. Estos sienten desconfianza hacia los civiles como alternativa real de poder. ¿Qué hacer entonces?

El engranaje entre los problemas de la gente y sus protestas y un gobierno de emergencia nacional es indispensable para impulsar el cambio político. Su antecedente más importante fue el pliego de conflictos elaborado por múltiples organizaciones de la sociedad civil y partidos políticos, entregado en la concentración del 10 de marzo pasado al presidente interino de la república, Juan Guaidó. El Plan País marca una dirección experta y seria para resolver la multicrisis nacional.

Otro hecho clave es la firma que acaba de ocurrir para asegurar sin obstáculos el ingreso de ayuda humanitaria a Venezuela entre la OPS (Organización Panamericana de la Salud) con un representante del gobierno interino y el ministro de salud del régimen de Maduro. No es un acuerdo político como se pretende hacer ver sino, por un lado, un reconocimiento al gobierno legítimo de Juan Guaidó y por el otro, un esfuerzo técnico multinacional para evitar de nuevo la tragedia del 23 de febrero pasado al impedir brutalmente la entrega en territorio venezolano de la ayuda humanitaria.

Es decisivo comunicar ya a la ciudadanía todos los aspectos del contenido de la propuesta de los negociadores democráticos en Oslo y Barbados, que muchísima gente no conoce. La importancia mayor del gobierno de emergencia nacional es que facilita un “puente de plata” a los chavistas, militares y civiles, sin excluir a los distintos actores de la oposición.

Las modificaciones presentadas por el gobierno estadounidense agregan una serie de garantías para los militares, la permanencia del alto mando actual hasta las elecciones presidenciales, la suspensión de las sanciones y la escogencia de Maduro y sus acompañantes de quedarse en el país o salir al que ellos deseen sin que se les persiga o extradite. Esta condición es necesaria pero no suficiente para que cese la usurpación y comience una transición incluyente de todos los sectores políticos y sociales del país a fin de emprender su reconstrucción.

@martadelavegav

https://talcualdigital.com/por-que-un-gobierno-de-emergencia-nacional-po...

 4 min


Maxim Ross

Hace tiempo atrás publiqué un artículo con el mismo nombre y con el mismo argumento, porque sigo observando cómo, economistas, analistas y políticos siguen empleando el mismo concepto para identificar lo que sucede en Venezuela y, por consecuencia, proponen soluciones correspondientes a esa definición. Decía, en aquel momento: “No creo que estemos frente a un fenómeno de crisis, al menos en su sentido convencional. El examen de la situación de Venezuela desde ese punto de vista es errado y nos lleva a conclusiones y propuestas equivocadas”

¿Qué es una crisis?

De varios lugares tomamos el concepto de crisis y todos van en la misma dirección: la “interrupción de un proceso inercial”, “la ruptura o separación”, “hechos que producen un quiebre” o la “inestabilidad de una inercia”. Todos ellos, como vemos, encierran la idea de una ruptura de un equilibrio que es independiente de la acción de un individuo o grupo, que es precisamente lo importante en nuestro caso.

Varios casos para aclarar la tesis que defiendo. En el mercado político se puede ver muy claramente con los gobiernos parlamentarios, cuando el partido que tiene la mayoría la pierde, se produce una crisis política y se resuelve con un llamado a elecciones. En el terreno económico existen ilustraciones claras de su significado como lo fueron los distintos casos experimentados por el mundo contemporáneo, la Gran Depresión, la reciente “crisis financiera” del 2007-2008.

Observamos, entonces que, tanto en los casos políticos o económicos que refiero, el patrón común, el patrón de consistencia de lo que se puede llamar “crisis” es producto de la ruptura de una inercia, de una situación espontanea, que se genera dentro del propio sistema, inesperada y no provocada intencionalmente. En este sentido la distinción entre una crisis y lo que pasa en Venezuela es muy clara.

¿Por qué no estamos en crisis?

Ninguno de los síntomas que se describen todos los días en Venezuela son producto de una crisis y no provienen de hechos espontáneos sucedidos en el seno del sistema que los organiza. Por el contrario, todos ellos, repito todos, son el producto de la acción intencionada y deliberada de una entidad ideológica y política que está poniendo en práctica una modalidad de vida y de sociedad distinta a la que se tenía y la que se tiene. Es la postura y la práctica clásica de un proceso revolucionario que quiere destruir lo preexistente, como lo ha sido en todas las experiencias históricas que conocemos.

Es el socialismo en marcha.

En aquel articulo cerraba con esta conclusión: “A pesar de toda la confusión que se genera al entender este proceso lleno de corrupción, narcotráfico, incompetencias, ineptitudes, violaciones constitucionales, trampas electorales, devaluación de la moneda, caída de los precios petroleros, etc., etc., negar su carácter ideológico es un grave y sustantivo error pues, poco a poco, se ha ido implantando en Venezuela un modelo similar al de la Cuba de los 60’s, al de China o la Unión Soviética con las variantes que imponen los tiempos”

Diría ahora: ¿Hacen falta más pruebas? Con todo y los cambios que se han producido con la aceptación del dólar como moneda de intercambio, con la gasolina a precios internacionales, con la “liberación” de controles y precios en algunos mercados, creemos que el “socialismo” está abandonando sus objetivos. Recordemos que el sistema de propiedad ha sido radicalmente vulnerado, recordemos que todos los días hay amenazas en el campo de la politica y que, poco a poco, se construye la hegemonía politica del partido único.

¿Será, de verdad, que estamos en crisis?

 2 min