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Opinión

Recientemente se realizaron elecciones parlamentarias en Canadá, en el Reino Unido y en España, países en los cuales los dirigentes generalmente no saltan de un partido a otro y renuncian cuando el resultado no llena las expectativas. En nuestro medio brincar talanqueras es frecuente y los dirigentes se resisten a pasar a un segundo plano. ¿Podemos extraer algunas enseñanzas?

En Canadá logró la victoria el partido Liberal, el cual ya estaba en el poder. Su líder y Primer Ministro reelecto es Justin Trudeau. Este partido ganó 157 escaños en el Parlamento, veinte menos de los que tenía, por lo que Trudeau ofreció rectificaciones. El partido Conservador, bajo el liderazgo de Andrew Scheer, logró 121 parlamentarios, 26 más de los que contaba, y obtuvo 220.000 votos por encima de su rival. Curiosamente, al menos para nuestra idiosincrasia criolla, Scheer renunció a seguir dirigiendo a los Conservadores por considerar que no pudo derrotar al partido de gobierno ¿Qué pensarán los eternos dirigentes de nuestros partidos?

En el Reino Unido, el partido Conservador obtuvo una victoria contundente, con 365 parlamentarios, 66 más de los que tenía. El partido Laborista obtuvo 203, perdiendo 42 escaños. Quedó reelecto el conservador Boris Johnson. ¿Que hizo el derrotado Laborista Jeremy Corbyn? Pidió excusas y renunció a seguir al frente de su partido. ¿Ejemplo a seguir?

En España, en junio del 2018 el Presidente del Gobierno y líder del Partido Popular Mariano Rajoy perdió un voto de confianza del Parlamento, por lo que tuvo que dejar el poder y, además por decisión propia renunció a su curul y al liderazgo del PP, dando paso a Pablo Casado. En la reciente elección de noviembre, el PSOE de Pedro Sánchez logró vencer con 120 diputados, tres menos de los que tenía. El Partido Popular ganó 88 escaños, 23 más de los que tenía. Ciudadanos sufrió una hecatombe, perdiendo 47 curules, quedando con solo 10. Al día siguiente renunció su líder Albert Rivera. Por cierto que el Coletas de Podemos perdió siete diputados.

En Venezuela, por lo general nuestros dirigentes políticos tienen la tendencia a aferrarse al poder dentro de sus respectivos partidos y a resistirse a dejar el primer plano de la política. Cuando perciben rivales que pueden desplazarlos los bloquean para inducirlos a que abandonen esa tolda. En otros casos hay dirigentes que por falta de liderazgo no logran imponerse, por lo que se separan y crean su propio partido a imagen y semejanza para mantenerse en la palestra, así sean cabeza de ratón. Hay que reconocer que Rómulo Betancourt fue una excepción. Después de su presidencia constitucional optó por irse a Berna para no inmiscuirse en la lucha política y se negó a ser reelecto. Carlos Andrés Pérez sucumbió a la tentación y, con razón o sin ella, fue defenestrado en su segundo mandato. Caldera sacrificó a su partido Copei para poder ser electo por segunda vez, creando Convergencia.

Otros líderes optaron por separarse de su partido y crearon otro, alegando razones y sinrazones. Así, Rosales se separó de Acción Democrática para crear Un Nuevo Tiempo, Ledezma también se separó de ese partido para fundar Alianza Bravo Pueblo. Leopoldo se salió de Primero Justicia y estableció Voluntad Popular. Henry Falcón se salió del chavismo para fundar Avanzada Progresista. Es de recalcar que ninguna de estas divisiones obedeció a diferencias ideológicas y ni siquiera a divergencias estratégicas. En ellas privaron las diferencias personales o la apetencia de poder. Un caso diferente fue el MIR, cuyos dirigentes se separaron de AD embullados por la revolución castro-comunista. El MAS se creó en rechazo a la línea sumisa del Partido Comunista a la la Unión Soviética, y desde entonces anda del timbo al tambo. Bandera Roja y Vanguardia Popular también son hijos del Partido Comunista. Además, hoy abundan micro partidos cuyos promotores son mercaderes políticos, como Timoteo Zambrano quien, después de cambiarse de seis partidos, fue consistente con su conducta y fundó Cambiemos. Por su parte Claudio Fermín quiere solucionar asuntos personales, por lo que inventó el partido Soluciones.

Tenemos muchos saltimbanquis. Quizá eso explica en parte la poca identificación de los ciudadanos con los partidos. Ojalá reflexionen porque son imprescindibles y cuentan con dirigentes honestos.

Como (había) en botica:

Los diputados corruptos son pocos. Los más, arriesgan su vida y bienestar sin cobrar sueldo ni recibir soborno. Juan Requesens sigue secuestrado por el régimen, Freddy Guevara permanece asilado en la embajada de Chile, hay alrededor de una docena de diputados en el exilio, la diputada Yanet Fermín acosada por fuerzas de seguridad y varios diputados amenazados de perder la inmunidad. De los líderes de partidos, Antonio Ledezma, los Salas y Borges exiliados, Leopoldo López y Roberto Enriquez refugiados en embajadas y María Corina frecuentemente agredida por los paramilitares rojos. Ahora el régimen inventa que que el presidente(e) Guaidó y VP planificaban tomar un cuartel.

Solidaridad con El Nacional.

¡No más prisioneros políticos, ni exiliados!

eddiearamirez@hotmail.com

 3 min


Manuel Valls

Cataluña no es una nación. Asumo que ésta es una afirmación contundente y va a generar debate, algunos incluso intentarán acusarme diciendo que no comprendo los matices de lo que sucede en Cataluña. Nada más lejos de la realidad. La cuestión identitaria o nacional se ha convertido en el gran problema de España, no es un debate pequeño. El concepto nación es discutido y discutible. Éste no es un debate nuevo. Sin embargo, plantear a día de hoy este debate sólo buscando con ello facilitar un posible pacto para una investidura o una nueva mayoría es muy peligroso, mucho más incluso que cuando lo hizo Zapatero. Lo sabemos todos, el contexto ha cambiado. Aquellos que afirman que España es un estado plurinacional se equivocan, entran de lleno en el marco mental del nacionalismo catalán. Aceptan como válidas premisas interesadamente falsas cuya pretensión es construir un relato en torno al derecho de toda nación a poseer un estado.

España es una nación plural capaz de aunar y respetar las distintas sensibilidades de los ciudadanos. La Constitución de 1978 y los diferentes estatutos de autonomía han conseguido proteger la diversidad y riqueza cultural de España como no lo hubiera hecho ninguna otra fórmula, siendo buena prueba de ello la pluralidad lingüística, cultural y social de este país. Siempre será más plural una nación como la española, inclusiva, diversa y plurilingüe, que una hipotética e imposible nación de naciones que, por definición, empobrecería a España considerándola una suma de realidades invariables, uniformes y estancas. Concebir España como un ente plurinacional sólo serviría para sembrar la duda entre españoles sobre a qué comunidad política pertenecen.

El PSC arguye que la solución debe pasar por ofrecer la posibilidad de reconocer, respetar e integrar las diversas identidades nacionales que conviven en España sin mermar la cohesión social y la igualdad entre españoles. Cabe preguntarse, entonces: ¿no lo garantiza ya la Constitución en su articulado? En el momento en que Miquel Iceta inicia el recuento de nacionalidades comete dos errores: olvida mencionar la nación española y abre la caja de Pandora iniciando un debate de definiciones muy peligroso que no solventa absolutamente nada. Sus razonamientos podrían incluso acabar derivando a la justificación de la existencia de los supuestos «países catalanes». Está jugando a aprendiz de brujo. Quienes se reivindican nación cultural suelen hacerlo para reivindicarse como nación política para después imponer el derecho a la autodeterminación y separarse. El independentismo, por defecto, no anhela un nuevo encaje territorial sino una ruptura con el Estado. Es por ello que no se le puede contentar con otro modelo, nunca será suficiente autogobierno porque sus reclamaciones sólo terminarán cuando levanten una frontera entre Cataluña y el resto de España. Cambiar lo que ya tenemos, una vibrante nación cívica y plural, por una especie de Yugoslavia ibérica, donde los ciudadanos tengan cada uno una nacionalidad distinta, me parece una irresponsabilidad. El nacionalismo, repito una vez más, es guerra porque tiene una lógica supremacista y etnicista.

El nacionalismo ha defendido que todo el diseño constitucional era insuficiente para garantizar la supervivencia de la lengua y cultura que consideran propias, pero la realidad es que no se trata de un interés honesto sino de una indisimulada excusa para avanzar en su objetivo: la secesión. Además, olvidan que las lenguas son herramientas, no un fin en sí mismo. Los catalanes somos afortunados al contar con dos lenguas oficiales que nos son comunes. Y esto es capital, tan propio nos es el catalán como el español. El independentismo ha intentado durante años establecer la diferenciación entre lengua oficial y lengua propia, argumentando que pese a que el español es lengua oficial no nos es propia y debe ser tratada como secundaria en las instituciones y la vida pública.

Ante este escenario, y teniendo en cuenta que la Unión Europea es una organización de estados-nación entre los que destaca España como una de las naciones más antiguas de Europa, es clave aportar una estrategia clara que no se vea condicionada por el marco mental del nacionalismo, alejada de la búsqueda de un nuevo encaje territorial para Cataluña o para cualquier otro territorio. El PSOE no puede renunciar a los valores de la izquierda que, por definición, ha buscado eliminar las fronteras. La izquierda necesita de un rearme ideológico en Cataluña y en el resto de España para combatir al nacionalismo y defender los principios básicos de libertad e igualdad amparados por la Constitución. Los nacionalismos avanzan de nuevo en España de forma preocupante, y las negociaciones con ellos para facilitar la investidura no hacen más que facilitarles el camino. Negociar con el PNV para crear un nuevo Estatuto en el País Vasco en el que se hable de «ciudadanos nacionales» haciendo referencia únicamente a los ciudadanos vascos o negociar con Bildu en Navarra debilitará todavía más el pacto entre españoles. No podemos abandonar los valores progresistas, igualitarios y europeístas, cuya base son las personas y no los territorios, renunciando a la tradición y la historia para mirar al futuro que debemos construir en España, un país fuerte y democrático, y con la mirada fija en la edificación de una gran Europa. Es cierto que a día de hoy España se enfrenta a grandes retos, pero una cosa es buscar una solución a un problema de convivencia discutiendo con los partidos nacionalistas y con todos los que no lo son y otra muy diferente es cederles la llave de la gobernabilidad de España. Un pacto con ERC sería un caballo de Troya dentro del Gobierno de España que no nos podemos permitir.

Concejal de Barcelona

15 de diciembre de 2019

Polis

https://polisfmires.blogspot.com/2019/12/manuel-valls-cataluna-no-es-una...

 4 min


Gregorio Salazar

Se marcha en pocos días el 2019 cerrando un ciclo de 20 años que deja un país sumido en una emergencia humanitaria profunda y compleja, un proceso que abarca todos los órdenes de la vida de los venezolanos y que ha sido capaz de impactar al resto del continente latinoamericano.

Luego de lidiar por tanto tiempo con las mismas calamidades, de escuchar una y otra vez las historias de inenarrable dolor por el cual atraviesan las familias venezolana, presenciar todas las limitaciones existenciales que padecen quienes habitan hasta en las capitales más importantes del país como Maracaibo, sin agua, sin luz, sin comida, sin gasolina, sin transporte colectivo el riesgo es que todo pase a formar parte del “decorado”, que surja una habituación en la que el ciudadano se adapte por la fuerza a las condiciones abyectas a los que los ha reducido la yunta cubano-venezolana, enceguecida por su obsesión de apropiarse para siempre de esta tierra y sus riquezas.

Sin embargo, en esta Venezuela adolorida y devastada, donde lo que fueron grandes empresas, públicas y privadas, producto de la inversión y de años de esfuerzos de generaciones de venezolanos, no hay asomo de rendición. Cada jornada nos convence de que este es un país hecho de héroes.

Así lo vemos: desde las humildes madres que luchan todos los días por garantizarle la alimentación, la salud y la educación a su hijos, hasta el empresario que debe enfrentar la escasez y el encarecimiento exorbitante de los insumos, mantener su personal y no ceder ante el asedio del hampa, la común y la institucionalizada. Desde los maestros y profesores con salarios de hambre hasta los médicos que atienden a sus pacientes en un entorno de escasez de instrumental, ayuda tecnológica y medicamentos y hasta sin desinfectantes para las instalaciones hospitalarias.

Desde los trabajadores que ven las industrias básicas del petróleo, el hierro y el aluminio reducidas a escombros hasta los periodistas que viven un verdadero apartheid en el cual se les estigmatiza, persigue judicialmente y se les pone toda clase de obstrucciones a su labor informativa.

Todos entregan día tras día una valiosísima cuota de sacrificio en la cruzada colectiva de impedir que Venezuela se hunda en un abismo sin regreso y quede convertida en un país inviable por un período incierto. Todos aspiran no a otra cosa que vivir en un país donde haya normalidad, donde las familias puedan satisfacer sus necesidades fundamentales y prosperar en un territorio donde reine la paz y la convivencia.

A estas alturas, más del 80 por ciento de los venezolanos tenemos claro cuál es el obstáculo que nos separa de la recuperación de Venezuela: un grupete de civiles y militares que no sólo implantaron el modelo que ha llevado al país a la ruina y degradaron todo el quehacer político, económico e institucional, sino que hicieron de la corrupción su modus vivendi y la incrementaron exponencialmente, sin paralelos regionales.

El 2020 marcará el último año del presente período legislativo de la Asamblea Nacional, único poder legítimo y que por eso mismo padece el cerco oficialista en lo político, lo judicial y lo económico. Es la tabla a la que se ha aferrado en su lucha la sociedad democrática con el apoyo de los países más importantes del mundo. En esta etapa final del año la dictadura arrecia sus embates contra la AN y su presidente Juan Guaidó. Enorme la responsabilidad histórica que descansa sobre los hombros de esa dirigencia que debe hablarle con claridad a la gran mayoría que la respalda sobre la ruta que seguirá durante el año que está por comenzar.

La primera meta es obvia: garantizar la reelección de Guaidó en la presidencia de la AN y en la presidencia interina de la república. Y la otra mantener la AN bajo el control de la mayoría opositora cuando se realice el proceso electoral que pauta la Constitución Nacional. Sin parpadeos ni vacilaciones.

Esas son las importantes victorias que forzosamente debe conseguir el pueblo venezolano en su lucha contra la tiranía. Un liderazgo, claro, firme y transparente que unifique más aún al pueblo y potencie su capacidad de lucha para salir de la dictadura.

https://talcualdigital.com/un-pais-hecho-de-heroes-por-gregorio-salazar/

 3 min


Américo Martín

Escucho al vicepresidente del PSUV, Diosdado Cabello. Está comparando la “revolucionaria” democracia directa con la “reaccionaria” democracia representativa. Por la importancia del personaje y porque el tema lo merece, pongo cuidadosa atención a sus palabras. Diosdado bifurca el río: por principio desconfía de la utilidad de las elecciones, no cree en sistemas basados en el voto. Los agitadores electorales –dice- arman violentas trapatiestas para que grupos de follones mandados por ellos pesquen el poder abriéndose paso en la confusión.

Desde el siglo XVIII la autoridad intelectual de enciclopedistas e iluministas resolvió el trascendental tema de la residencia de la soberanía. ¡Reside en el pueblo! fue la idea emergente ¡Ya no más monarcas absolutos ni autócratas envanecidos! Esa convicción se hizo parte de la cultura occidental regada con la sangre de las revoluciones francesas (1789, 1830, 1848,1872) y la de la Independencia de EEUU.

La función de la derecha consistirá, según Cabello, en inhibir el despliegue de la democracia directa, oponiéndole el sufragio. La idea es dejar las cosas donde siempre han estado, ¡Y que nada cambie!, remataría en su Gatopardo Giuseppe Tomasi, príncipe de Lampedusa.

Resulta que en los días siguientes al triunfo de Chávez sobre Salas Römer, mi amigo Manuel Quijada me invitó a almorzar. No entendía que alguien de mi reputación no se entusiasmara con la victoria del audaz barinés. Está interesado en lograr mi respaldo a una causa en la que no creo; ha sido ministro en el gabinete de Herrera Campins y no es un improvisado. Decido debatir afectuosamente con él.

La novedad de Hugo, arranca Manuel, es que por primera vez aparece un serio defensor de la democracia directa. Todos los demás siguen atados, más allá de su talento, a la falaz democracia representativa.

Pero dime Manuel, ¿consideras viable la gobernanza de todos al mismo tiempo?

Sí lo creo, responde sin desconcierto aparente.

Es decir, que le parece posible discutir minuciosamente reuniendo al soberano en una plaza donde quepan millones, todos con derecho a voz.

No irían millones…

No es solo eso. La complejidad de la agenda gubernamental pide más expertos en oficinas no ruidosas en lugar de presencias masivas y ruidosas. En el famoso Ágora ateniense se decidía el ostracismo de jefes célebres mediante tablillas para el sí y el no. Un asunto grave pero de trámite sencillo. ¿Cómo decidir mediante tablillas sobre guerra y paz, alianzas, gestión ordinaria, epidemias, orden público? La democracia directa de Pericles es otro mito, sin dejar de ser una excelente democracia.

Los discursos del gran arconte y de los jefes del partido democrático han sido deslumbrantes. Agradecida, la historia ha dejado que sin especial rigor cubran con el nombre de democracia directa las estupendas innovaciones promovidas por los jefes del partido democrático en la organización de la justicia y la sociedad. Pero mejor déjame comentarte las paradojas de la democracia, según Norberto Bobbio. Explican por qué la única democracia factible es la que desprecias: la representativa. Salvo en muy pequeña escala –un condominio quizá, y solo para asuntos del vivir cotidiano cabe imaginar sociedades de democracia directa.

Mencióname solo dos de esas paradojas, no sea que perdamos el almuerzo.

Muy bien, va la primera: la democracia eleva las expectativas de mejora social, para satisfacerlas se crean órganos especializados con gente escogida por sus destrezas técnicas. Es una minoría especializada que ensancha la burocracia. Es esa la primera paradoja: al aumentar la democracia aumenta la burocracia y consecuencialmente se vuelve a reducir la democracia, ¿Voy con la otra, Manuel?

El tiempo se nos fue. Mejor dejémoslo ahí.

Por desgracia mi amigo Manuel ya no está con nosotros, el debate se interrumpió sin remedio.

¿No querrá Diosdado continuarlo o enviar un delegado suyo a representarlo? Sería otra válida evidencia de la curiosa policromía de la democracia representativa.

https://talcualdigital.com/democracia-representativa-por-americo-martin/

 2 min


En Venezuela, no son cosa nueva las aspiraciones del pueblo por vivir en un país mejor, de progreso y justicia social; como tampoco es nuevo que estas hayan sido burladas una vez tras otra. Para no remontarnos tan lejos en el tiempo, recordemos que en el Acta de Declaración de la Independencia (5 de julio 1811) ya se establecía que la nueva nación se constituía basada en los valores y principios republicanos de igualdad, solidaridad y fraternidad; totalmente opuestos a las prácticas políticas, culturales y sociales que habían existido durante 300 años en la América española.

Fueron estos los fines que, supuestamente, motivaron la Guerra de Independencia que culminó en 1823; pero en realidad, el orden social colonial continuó persistiendo en lo fundamental. Tan es así, que no fue sino hasta el 24 de marzo de 1854 cuando el presidente José Tadeo Monagas decretó la abolición formal de la esclavitud. Esta situación fue el germen que, 36 años después de finalizada la Guerra de Independencia, condujo a una nueva confrontación armada: la Guerra Federal o Guerra de los Cinco Años (1859-1863); donde; bajo la consigna de “Tierra y hombres libres” los liberales o federalistas liderados por el Gral. Ezequiel Zamora, entre otros, se enfrentaron a la oligarquía conservadora surgida de la Guerra de Independencia y encabezada por el Gral. José Antonio Páez, que se oponía a modificar el esquema social establecido. El fin de esta guerra, lejos de permitir que se cumpliera la consigna enarbolada, condujo a la promulgación de la Constitución Federal (1864) y a que los caudillos militares terminaran siendo los jefes políticos y dueños de las tierras.

Se atribuye al Gral. Juan Vicente Gómez (1908-1935) la derrota del caudillismo, la conformación del Estado moderno y la cancelación de la deuda pública; pero también, de haberse apropiado de inmensas extensiones de terrenos, de los negocios más lucrativos de la época y haber mantenido una brutal dictadura durante 27 años. Su muerte dio paso a un proceso de progresiva apertura política que fue truncado por el derrocamiento del Gral. Isaías Medina Angarita en el año 1945 por un Golpe de Estado, la Revolución de Octubre, que dio paso a la instalación de una “Junta Revolucionaria de Gobierno” constituida por sectores militares dirigidos por los oficiales Carlos Delgado Chalbaud y Marcos Pérez Jiménez, y miembros del partido AD encabezados por Rómulo Betancourt. Este asumió el cargo de presidente interino hasta diciembre del año 1947, cuando se realizan las elecciones donde Rómulo Gallegos resultó vencedor (la suma de ambos períodos ha sido llamada “el trienio adeco”). En noviembre del año 1948, sin haber cumplido un año en el cargo, Gallegos es derrocado a su vez por un movimiento militar liderado por los mismos oficiales que anteriormente habían sido aliados de su partido: Delgado Chalbaud y Marcos Pérez Jiménez. La “Junta Revolucionaria Gobierno” cambia su nombre a “Junta Militar de Gobierno” y el primero de los mencionados es designado presidente. Este es asesinado el 13 de noviembre de 1950 y es sustituido por el abogado Germán Suárez Flamerich, quien permanecerá en el cargo hasta diciembre del año 1952, cuando es sustituido de facto por el Gral. Marcos Pérez Jiménez, quien termina siendo proclamado Presidente Constitucional de la República para el período 1953-1958.

El levantamiento cívico militar del 23 de enero de 1958 obliga a Pérez Jiménez a huir del país y se conforma la Junta Provisional de Gobierno, presidida por el Contralmirante Wolfgang Larrazabal. El derrocamiento del dictador hizo renacer nuevamente las esperanzas populares por un cambio hacia la democracia; pero los partidos AD, Copei y URD firmaron un acuerdo de gobernabilidad denominado el Pacto de Punto de Fijo; el cual, complaciendo a los dictados del Departamento de Estado norteamericano y a su política de “Guerra Fría”, dejó por fuera al partido comunista, organización política que había sido un factor destacado de la lucha contra la dictadura y había formado parte de la Junta Patriótica, organismo clandestino creado en 1957 e integrado por los partidos AD, Copei, URD y el PCV. Esto constituyó uno de los actos de exclusión política más relevantes de nuestra historia reciente; el cual ha tenido trascendencia en la vida de nuestro país. En estas circunstancias, se realizan las elecciones que llevan a la presidencia a Rómulo Betancourt (1959-1964), y posteriormente a la aprobación de la Constitución de 1961, donde quedó formalmente establecido el régimen de democracia representativa que perduraría durante 40 años y se ha conocido como el período puntofijista.

La política antipopular y represiva desarrollada por el gobierno de Betancourt en la Venezuela del momento, fue determinante para el desarrollo del proceso de lucha armada iniciado por sectores de la oposición; entre los que se encontraban los excluidos por el pacto mencionado anteriormente. Dicho proceso se extendió aproximadamente por una década, y se dio formalmente por concluido mediante la política de pacificación nacional implantada durante la primera presidencia de Rafael Caldera (1969-1974). El agotamiento del régimen de democracia representativa, o del puntofijismo, catalogado también como bipartidismo y dictadura de partidos, abrió las puertas para el ascenso a la presidencia de la república del Tcnel. Hugo Chávez por medio de las elecciones realizadas en diciembre del año 1998; el cual, ni corto ni perezoso impulsó una Asamblea Constituyente que dio origen a la vigente Constitución de la República Bolivariana de Venezuela en el año 1991, a través de la cual se formalizó el nuevo régimen de democracia participativa y protagónica; denominado revolución bolivariana, socialismo del siglo XXI, o simplemente “chavista”.

El gobierno de Chávez se inició con un importante apoyo popular que fue menguando progresivamente a raíz de las políticas erráticas y demagógicas implementadas por este, quien progresivamente fue incrementando el espacio de participación para el estamento militar, alejándose cada vez más de los dictados de la constitución e incrementando los niveles de autoritarismo. A su muerte, reconocida oficialmente en fecha 5 de enero 2013, es sucedido en la presidencia de la república por Nicolás Maduro y se agrava en todos los sentidos la crisis pre existente; hasta llegar a la actual situación de inestabilidad política, económica y social, y a la consideración generalizada sobre la ilegitimidad de este y el carácter dictatorial del régimen. Los representantes de este “proyecto político” han detentado el poder por más de dos décadas; habiendo demostrado suficientemente su absoluta inviabilidad y encontrándose actualmente en su fase final de agotamiento.

Como hemos podido apreciar, en Venezuela hubo una independencia que nunca fue tal, una federación que tampoco cuajó, una democracia de apariencia y una revolución socialista de pacotilla; en todas ellas se vieron frustradas las esperanzas del pueblo, quien ha pagado siempre “los platos rotos”, manipulado y utilizado en función de ajenos intereses. Ahora estamos en una nueva encrucijada, el régimen está agotado y es necesario sustituirlo; la pregunta es: ¿por cuál “modelo” lo sustituimos?, ¿seguimos de brazos cruzados esperando que otros decidan por nosotros? ¿nos seguimos calando que nos consideren tan tontos para hacernos creer que “en el pasado éramos felices y no lo sabíamos”? ¿o decimos ¡YA BASTA! y nos decidimos, como pueblo venezolano, a ocupar el papel que nos corresponde, a ser los protagonistas principales del cambio, a decidir nuestro propio destino y a construir el proyecto que responda a nuestras reales aspiraciones de progreso, soberanía, democracia y justicia social?.

Secretario General de Vanguardia Popular. Estado Aragua.

Maracay, 6 de diciembre 2019

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Jesús Elorza G.

La Agencia Mundial Antidopaje (AMA) tomó una decisión que trasciende el ámbito deportivo y la sitúa en el complejo tablero político, económico y jurídico que configura el convulso mundo actual. La resolución, que sigue las recomendaciones elaboradas por un comité de expertos durante los últimos tres años, prohíbe la participación de Rusia en las grandes competiciones internacionales hasta 2024. El veto incluye los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 y el Mundial de fútbol de Qatar en 2022. Como ocurrió en los Juegos de Río 2016, celebrados en medio de una polvareda similar a la actual, los deportistas rusos podrán participar en Tokio sin himno ni bandera nacional. El dopaje en el deporte ruso tiene una naturaleza sistemática. Rusia perdió 49 medallas olímpicas por infracciones de dopaje, la mayor cantidad en cualquier país, cuatro veces el número de finalistas y más de un tercio del total mundial. De 2011 a 2015, más de mil competidores rusos en diversos deportes, incluidos deportes de verano, invierno y paralímpicos, se beneficiaron de un encubrimiento del cual era partícipe el gobierno ruso.​

El vasto y sistemático plan del gobierno ruso para el dopaje de los atletas se descubrió meses después de celebrarse los Juegos de Invierno de Sochi, en 2014, donde los éxitos de sus deportistas quedaron manchados por las consecuencias de un fraude gigantesco. La trama fue revelada al milímetro por Grigory Rodchenkov, jefe del laboratorio antidopaje de Moscú, hasta entonces honrado con condecoraciones y ahora sometido en su país a una incesante campaña de descrédito. ​

Rodchenkov, detalló la enorme magnitud de una trama que afectaba a miles de deportistas y que alcanzó su apoteosis en los Juegos de Sochi. Desde un laboratorio secreto, situado junto al laboratorio oficial antidopaje, a través de un túnel, se cambiaban las muestras de orina de los medallistas rusos por recipientes con fluidos limpios.​

A la exclusión de los Juegos de Río 2016 se añadió el cierre en Moscú del laboratorio de la Agencia Rusa Antidopaje (RUSADA) y la exigencia a las autoridades de garantías de limpieza en el control de sus deportistas. No sin polémica, la AMA accedió a la reincorporación del laboratorio de Moscú al sistema global de lucha contra el dopaje. A cambio, los rusos se comprometieron a entregar todos los datos de los controles que hasta entonces habían permanecido ocultos. ​

Los investigadores adscritos a la AMA acudieron a Moscú y recibieron la información solicitada. Sin embargo, cuando comenzaron a analizarlos, comprobaron la existencia de groseras manipulaciones informáticas para intentar borrar datos, cambiar fechas e introducir pruebas falsas entre los gigas y gigas de datos almacenados. “Alguien ha eliminado de la base de datos los documentos elaborados y brutos, y PDF correspondientes, de cientos de presuntos casos positivos”, anuncia la AMA en su informe. La información era falsa. El big data ruso estaba manipulado. Los expertos antidopaje descubrieron que se habían alterado, y posiblemente perdido para siempre, datos de miles de deportistas, certeza que ha desembocado en la decisión que vuelve a excluir oficialmente a Rusia de los principales acontecimientos deportivos.

Como era de esperarse, al quedar al descubierto el Plan de Dopaje organizado y dirigido por el gobierno, el presidente ruso Vladímir Putin dijo que Rusia "nunca apoyó ninguna violación en el deporte, nunca la hemos apoyado a nivel estatal, y nunca lo apoyaremos​ y que las acusaciones eran parte de una "política contra Rusia" por parte de Occidente, pero los hechos dejan al descubierto el "Modus Putin Operandi"para el dopaje de los atletas rusos.

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Pedro Benítez

El nudo gordiano que no logra resolver el campo democrático en Venezuela es el enigma militar. Entre la Venezuela civil y la militar ha habido un abismo histórico que el chavismo ha usado (y usa) a su favor. Mientras la Fuerza Armada no le retire el apoyo a Maduro no hay transición en Venezuela y no lo hará mientras no vea una alternativa clara.

El pasado sábado Nicolás Maduro afirmó haber juramentado a 3.300.000 milicianos. “Hemos sobrecumplido la meta (afirmó), tenemos 3.300.000 hombres y mujeres organizados y dispuestos para la defensa y la paz de Venezuela”.

Agregó además que la Asamblea Nacional Constituyente (ANC) reformaría la ley de la Fuerza Armada Nacional (FAN) a fin de incorporar a la Milicia Bolivariana como cuerpo combatiente de la misma. Es decir, como el quinto componente militar.

Instituir un cuerpo armado compuesto por militantes del partido oficial, y directamente leales al ocupante del Palacio presidencial de Miraflores, es uno de esos proyectos iniciados por el antecesor de Maduro en el cargo y que este se ha empeñado en ampliar a todo trance.

Con los militares profesionales comprometidos como nunca antes en respaldar a su régimen, con oficiales controlando áreas clave de la economía como por ejemplo lo que queda la estatal petrolera PDVSA, o con su propia empresa minera, Camimpeg, parecería que Maduro puede tener segura la lealtad de la corporación armada y si no de todos sus miembros al menos sí de la mayoría

Puede que como en otros tantos asuntos Maduro esté exagerando en el número de milicianos (por años lo ha hecho descaradamente con las cifras de la Misión Vivienda), y también parece evidente que esos milicianos en su abrumadora mayoría no tienen ni la condición física, ni la preparación profesional para reemplazar al Ejército o la Guardia Nacional de Venezuela. Pero su sola presencia la usa Maduro como una disuasión ante cualquier intento de insubordinación desde la FAN. Uno de los temores tradicionales de los altos mandos militares venezolanos es la guerra civil o tener que imponerse por medio de una represión sangrienta. En ese sentido los milicianos son la carne de cañón que Maduro ofrece sacrificar en el altar de su propio poder.

Entre Maduro y los militares profesionales hay una situación de desconfianza mutua. El primero sabe que el descontento generalizado que hay con su régimen y contra su persona en la sociedad venezolana hace rato entró a los cuarteles. Por su parte los oficiales también desconfían de Maduro. Debe ser así entre los mandos de mayor jerarquía; después de todo se deben mirar en el espejo de otros jerarcas civiles y militares del chavismo que hoy son perseguidos por el mismo régimen al que sirvieron.

De modo que aquí cabe una pregunta: Si esto es así, ¿por qué los militares siguen respaldando a Maduro?

Hay varias respuestas, pero una en particular luce como la más relevante de todas, esos mismos militares desconfían más de los dirigentes de la oposición venezolana que de Maduro. Prefieren el mal conocido que el mal por conocer. Entre un bando y otro escogen jugar (pese a todos los pesares) con el chavismo. Después de todo, este ha tenido una política hacia ellos que no ha tenido el campo democrático venezolano.

Esto no es un hecho nuevo. Tiene una historia tan larga como la existencia misma del país. Para resumir, digamos que de 1830 a esta parte sólo dos políticos civiles se ganaron el respeto, e incluso el liderazgo, dentro de la institución militar, los expresidentes Rómulo Betancourt y Rafael Caldera.

Para casi todos los demás el mundo militar fue algo ajeno y extraño del que se conocía poco o incluso se despreciaba. Así por ejemplo, el expresidente Carlos Andrés Pérez creyó que la lealtad militar a su persona estaba asegurada porque los golpes y conspiraciones eran cosas del pasado en la Venezuela de fines del siglo XX. Ese fue un grave error que se manifestó en toda su magnitud el 4 de febrero de 1992 con el fracasado intento de golpe militar con que se dio a conocer Hugo Chávez.

Una década después ese abismo entre políticos y militares explicó el intento fallido por desplazar a su vez a Chávez del poder el 12 de abril de 2002.

Desde entonces el chavismo, con todas las ventajas que le ha dado (obviamente) el poder, se ha dedicado a cultivar la lealtad de los oficiales repartiéndoles privilegios, ventajas, cargos y oportunidades de negocios. Pero además, ha tenido una política hacia ellos, esa que se denominó como la unidad cívico-militar. La misma, sin embargo, no ha logrado zanjar la desconfianza entre el grupo proveniente de la ultraizquierda que llegó con Maduro al Palacio de Miraflores y los compañeros de armas de Chávez. Las consecuencias desastrosas que para Venezuela ha tenido el paso del heredero por el poder son evidentes para los militares. Pero ante las alternativas planteadas prefieren el statu quo.

Del lado opositor no ha habido una política, como la que sí tuvieron en su momento los presidentes Rómulo Betancourt y Rafael Caldera (o en Chile el expresidente Patricio Aylwin) hacia el mundo militar, sino por el contrario, mensajes contradictorios y estrategias inconstantes. Nada que salve la mutua desconfianza.

El descontento militar contra Maduro existe, él lo sabe. Por eso su empeño en incrementar y armar a la Milicia. Por eso su servicio de contrainteligencia militar no baja la guardia. Pero la oposición no ha sido capaz de capitalizarlo. Ese no es un error en el que esté sola. También ha sido el error a lo largo de este año de la comunidad democrática internacional que ha respaldado a la Asamblea Nacional (AN) y en particular de la Administración Trump.

Viernes 13 de diciembre de 2019

AlNavío

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