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Opinión

Nadie se debe sorprender. Solo cambian los instrumentos, pero es la misma estrategia de parte del régimen: intimidación, chantaje, soborno y compra de conciencias; que busca dividir a la oposición, sembrar desesperanza en la población y aferrarse al poder a cualquier precio, dejando saber, además, que ese es su propósito y no escatimara recursos en ello. No hay ni siquiera un ejercicio de imaginación, solo son eficientes aplicando esos instrumentos en un alarde de procaz violencia, para lo único que son muy “creativos”.

Si algo quedo claro de lo ocurrido en la política venezolana en 2019 y los primeros días de 2020 es que el régimen extrema su objetivo de mantener el poder a toda costa. Parte de su estrategia es terminar de copar todos los espacios políticos y por ello arremete con más saña contra la Asamblea Nacional. Ya no le basta desconocerla a través de su dócil TSJ y privarla de recursos económicos, ya no es suficiente inhabilitar diputados, perseguirlos, apresarlos u obligarlos al exilio, táctica que no le dio mayores resultados.

El régimen ha perdido ya todo “decoro”, cualquier respeto a las formas, ya procede sin disimulo a usar sus dos únicos argumentos: la fuerza armada y la violencia física de sus hordas fascistas para copar los espacios del Congreso Nacional e impedir las sesiones de la legitima AN, la que elegimos todos los venezolanos, incluidos ellos.

Estamos ante un nuevo intento de usurpar las funciones de la AN; ya no es mediante decisiones del TSJ, como hace algún tiempo intentaron infructuosamente, ahora es un asalto final, comprando diputados con los que montó un sainete con los que logro y que saltaron la talanquera para elegir una apócrifa junta directiva, que no dudamos que más temprano que tarde será reconocida y “bendecida” por el TSJ, gracias a la ayuda y apoyo de un recurso de interpretación introducido por un supuesto opositor, miembro de la mal llamada Mesa de Dialogo o “mesita de dialogo”.

Del otro lado de la calle, el de la oposición, hay algo que también quedó claro en el 2019 y estos inicios del 2020, además de haber finalizado el llamado mantra –cese a la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres– y es que nadie nos va a liberar y que no hay salida rápida; se requiere una nueva estrategia y esta es una tarea compleja. Ya lo hemos visto por algunos balbuceos de líderes opositores y diputados que se aferran al mantra y pretenden darle una “continuidad” que ya es imposible invocar.

Los elementos fundamentales de esa nueva estrategia, en mi opinión, son: Primero la unidad, como condición indispensable, como principio fundamental, básico, para lograr derrotar a la dictadura venezolana. Ya no es cuestión de interpretaciones, sabemos que el camino de la unidad no es fácil, que hay desvíos y tropiezos, pero quien no obre decididamente para lograrla, se le debe apartar y que quede al margen del camino.

Segundo, es imperativo definir un objetivo que sea alcanzable, realizable, por el cual sea posible luchar e incorporar de manera segura a la mayor cantidad posible de venezolanos. Y esto tampoco es nada fácil; requiere de una profunda meditación, ser sinceros y despojarnos de todo prejuicio falsamente principista.

Paradójicamente, la reflexión sí creo que es simple. En el 2020 habrá elecciones nos guste o no. El régimen, basado en su estrategia de “toma” por la fuerza de la AN da los pasos en esa dirección, soltando globos de ensayo para medir la reacción; en cualquier momento anunciara una fecha –como si elegir la AN este año fuera una graciosa concesión y no una obligación constitucional– y un mecanismo para designar autoridades del Poder Electoral, el “nuevo” CNE. Solo le queda decidir el mecanismo: lo hará mediante su falsa AN –tras ser reconocida esta por el TSJ–, lo hará mediante el TSJ, volviendo a usurpar las funciones de la AN; o lo hará mediante la ANC, como uno de sus muy conspicuos representantes acaba de dejar entrever.

Es una jugada con doble propósito: buscar que la oposición se abstenga, al no haber un “nuevo” e “imparcial” CNE para conducir un proceso, posiblemente adelantado y seguramente amañado; y de paso quitarse de encima el San Benito del desconocimiento internacional, al adueñarse de manera “legitima” de la AN, que le permitirá firmar todos esos acuerdos y contratos que sus socios internacionales –Rusia y China– quieren que gocen de reconocimiento legislativo.

Frente a este muy probable escenario, no es momento de hacer afirmaciones categóricas que sin duda molestaran a muchos; pero si caben algunas preguntas y reflexiones: ¿Qué camino tomara la oposición? ¿Dirá que sin un “nuevo” e imparcial CNE –como si eso fuera posible– no habrá condiciones y se abstendrá de participar, como ocurrió en 2005 y en algunas elecciones recientes, regionales y locales? ¿Le regalaremos la AN al régimen y sus socios “opositores”, que de cualquier manera acudirán al proceso?

La oposición tiene por delante varios retos; el más grande, vencer la natural resistencia de mucha gente hacia los procesos electorales; resistencia incentivada –vamos a estar claros–por el propio régimen y por políticas anteriores de abstención opositora, que en realidad no produjeron ningún resultado. Otro reto importante es tratar de generar condiciones para tener unas elecciones en las que podamos efectivamente participar, pues no cabe duda que la electoral es una vía que permite organizar a la gente y que permite la participación masiva.

El tercer elemento fundamental de la estrategia opositora en el 2020 es tratar de debilitar al régimen y para ello es imprescindible incrementar ante el país y ante la comunidad internacional, el costo político de su desastrosa gestión, que ha conducido al país a la miseria.

La oposición solo cuenta para esta tarea con dos elementos: el apoyo popular a la AN, medido en múltiples encuestas; además, la Asamblea Nacional es el único poder reconocido internacionalmente de Venezuela y por eso, con base en ella, hay que fortalecer también a los partidos políticos, a las ONGs de carácter social y político y fortalecer las protestas ciudadanas, dándole contenido a esa cantidad innumerable de protesta que se hacen todos los días, que no están conectadas, que son inconexas y que no tienen un objetivo político claramente definido.

Y el segundo elemento de apoyo a la oposición, es la comunidad internacional; apoyo que es necesario mantener, estimular y fortalecer y ello solo será posible con políticas coherentes de enfrentamiento a la dictadura.

https://ismaelperezvigil.wordpress.com/

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Carlos Raúl Hernández

Calle-calle-calle, “Maduro vete ya”, “falta poco”, “hora cero”, “trancones”, “referéndum popular”, “la ruta de la dignidad”, 350, “la salida”, “intervención militar democrática”, TIAR, “esto lo resuelve el catire Trump”, “referéndum popular”, “el país no aguanta más”, “no se dialoga con delincuentes”, “solo negociaremos a qué país se va”, “No lo llames elecciones”, “¡colaboracionistas!”, “¿con ese CNE?”, “no es gobierno, es régimen”.

“Henry Falcón será Vicepresidente”, “no voto sin condiciones electorales”, “si o si”, “operación libertad”, “Maduro abandonó el cargo”, “intervención extranjera”, “marcha sin retorno”, “abstención”. Espantajos del diccionario del vacío, arterías, engendros mermados. Quincalla conceptual que nos hundió y fortalece la revolución, que por fortuna, hace lo necesario para desvencijarse. Y la reina madre de las burradas: el llamado abstencionista en 2018.
Mentiras, errores, calumnias, necedades, destruyeron la fuerza para hacer un cambio, pero también la ilusión, que nacieron brillantes en 2015. El mundo está hecho de palabras y ellas cambian la vida de quien las pronuncia y de quien las oye, porque son el momento simbólico de la acción. Hablamos varios lenguajes al mismo tiempo sin saberlo, el verbal, los gestos, las miradas, el vestido, pero más allá de cualquier hermenéutica, se impone el que respalda la práctica.
Llamar a papá
Hay que hacer esfuerzos para no dejarse arrastrar al cul de sac al que los activistas nos conducen periódicamente. El curso actual iba (¿va?) directo a regalar la Asamblea Nacional con lo que la oposición desaparecería igual que en 2005. Hemos sido el ridículo latinoamericano, porque otros se quitaron de encima, sin implorar al “catire”, al pepetismo, a Correa.
También a Kirchner (ojo: gracias a unos tontos regresaron, lo que hace temer por nosotros). Igual al Farabundo Martí, a Evo Morales. Mientras, en cuatro años la A.N de la esperanza que nos aguaba los ojos el 5D, devino un centro migueliano que debieran allanarlo la CEV y el Cardenal en persona con un equipo Swat de exorcistas del Vaticano.
Y habrá que desviar un río de “aqua mirabilis” para que arrastre las emanaciones de esos establos de Augías. Dieciocho diputados, aunque ojo, se dice que son treinta, que algunos cobraron mucho por votar mientras otros, precio razonable por solo hacer quorum. Así murió la eticidad de la A.N, la gran esperanza democrática y la peor pesadilla de la revolución.
Pecado de soberbia porque se cometen siempre los mismos errores, pasamos por ellos de la peste al cólera, luego del cólera a la peste, nadie tuvo la sensatez de llamar a la rectificación y ni siquiera se aprende de la experiencia propia. No se sabe a ciencia cierta si fue Cicerón o Santayana quien escribió que estudiar la historia no sirve para nada porque estamos condenados a repetir los mismos errores.
Unidad para la práctica
Un abogado podría glosar la frase con otra como que “la ignorancia de la historia no excusa su cumplimiento”. Los contendientes duros, brutales, suelen devorar princesitas y príncipes, como saben Megan y Harry. Los argumentos contra la locura política se han dado durante 21 años y no hubo taladro que perforara cráneos de granito. Ya desde el abismo, es imperativo regresar a la realidad y que se entienda que terminó la comedia insurreccional. Hay que abrir una nueva etapa.
No hay otra unidad posible sino para escoger CNE, reformar la ley electoral y concurrir a las elecciones parlamentarias, reconstruir la victoriosa experiencia de la MUD y aprobar el crédito multilateral para el sistema eléctrico de Zulia, Mérida y Nueva Esparta. No buscar más subterfugios y hacer lo necesario. Pero las heridas que no cicatrizan vuelan sobre nuestras cabezas y atormentan dentro de ellas.
Y no son solo errores. La “ayuda internacional” se convirtió en el modo de vida de un estamento que no está dispuesto a renunciar a él, y por eso no acepta elegir nueva A.N ya que le es imprescindible ese Frankenstein deplorable, desencajado, impotente, pero al mismo tiempo inauditable, su caja negra.
La elección ventilaría los establos y eliminaría el poder de casta que se ejerce y eso afectaría a demasiados. Los aparentes exabruptos ya no lo son, sino defensa de sus intereses, y los detentores solo estarían dispuestos a emprender un cambio si tienen la seguridad de que el monopolio del poder se mantiene en sus manos.
Transición de amigos
Eso explica el mantra. “cese de la usurpación y gobierno de transición”, más bien de amigos que no altere la micro hegemonía. Solo así convienen las elecciones. Es momento de que la opinión pública produzca un cambio electoral sobre el organismo legislativo.
De lo contrario seguirá esta senda de tonterías, disparates y peor, envilecimiento crónico y consciente, que garantiza la permanencia de Maduro, su demiurgo, quien da los pasos necesarios para mantener ese statu quo y estimular la abstención por descrédito ¿O sería que no nos dimos cuenta de que él propició lo ocurrido los días 5N y subsecuentes?
El gobierno calculó bien los rocambolescos episodios producidos. Solo se equivocaron porque su naturaleza brutal los llevó a abusar de la fuerza bruta, bastarda e inconstitucional en la sesión del 5E, lo que desvió la atención de lo ocurrido. Todo lo demás fue fríamente calculado. “No contaban con mi astucia”.

@CarlosRaulHer

https://www.eluniversal.com/el-universal/59757/la-comedia-insurreccional

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Juan Carlos Zapata

A Patricia Gonzalo Mendoza le recomendaron que montara el negocio en el exclusivo barrio de Salamanca. Pero ella, agente de viajes en Caracas y Madrid, que conoce cómo y por dónde se mueven los turistas en las grandes capitales del mundo, decidió abrir Barehuä en el corazón de la capital de España. En la zona que concentra la mayor cantidad de teatros, museos, restaurantes de corte tradicional, edificios y monumentos turísticos y hoteles cuya oferta, por cierto, aumentará con la apertura en un mes del exclusivo Four Seasons.

Allí, en la calle del León, entre la calle de Atocha y el Paseo de Las Letras, cerca de la Plaza Santa Ana, en 140 metros cuadrados luminosos, Patricia Gonzalo Mendoza le ha dado forma a Barehuä, una original sandwicherie y patisserie que combina el sabor de los cachitos, un manjar de su natal Venezuela, con la delicada repostería francesa y los suculentos bocadillos y platos de factura gastronómica, creación de José Cabo, chef y pastelero, nacido en la famosa isla de Margarita.

Patricia Gonzalo Mendoza lleva dos años en Madrid. En Caracas se desempeñaba como agente en Molina Viajes, actividad que mantiene porque le permite seguir ofreciendo paquetes especiales y mantenerse conectada a las vueltas que da el mundo.

Los hijos de Patricia, Alí y Daniela, habían migrado antes. Alí se especializó en Barcelona en gerencia de deportes. Y Daniela en estudios políticos en Newcastle, Inglaterra. Cuando se graduaron los alcanzó el desafío de qué hacer y dónde. Entonces tomaron conciencia de que era más complicado dedicarse a la profesión que darle una vuelta de tuerca a la vida, y emprender un negocio. Lo más indicado resultaba España. La madre, todavía en Caracas, les dijo:

-Observen España. Miren Madrid. Analicen la economía, el movimiento del turismo. Y decidamos.

A esta confluencia de intereses se unió el hecho de que el chef José Cabo llevaba 13 años radicado en Madrid. Los padres de Cabo son de origen portugués. Y en la isla de Margarita se dedicaron siempre al negocio de las panaderías y pastelerías, un ramo que los portugueses han explotado con éxito en Venezuela. Cabo estaba empeñado en desarrollar su propio negocio. Entonces allí se ataron los cabos. Todos los cabos. Los intereses de Alí y Daniela, que aficionada a la cocina, cursó estudios en el Instituto Culinario de Caracas; los intereses de Cabo y su proyecto; los intereses de Patricia que consideraba había llegado el tiempo de migrar, debido a que la crisis empeoraba en Venezuela. Así hace un año nació Barehuä.

Patricia Gonzalo Mendoza bien explica por qué escogió la zona del Paseo de Las Letras. Sabe de memoria el nombre de cada hotel y la ubicación. Sabe de memoria cada teatro, cada museo. Cada monumento. Cada edificio emblemático. Sabe que los turistas se mueven por el centro de ciudades como Viena, Roma, Berlín, Londres, París, y también de Madrid. De modo que, con mucho miedo, porque el miedo no se deja del todo cuando se emprende en un territorio que no es el tuyo, dieron el paso, hallaron el local, un viejo bar, oscuro, que llevaba por nombre La Dama Boba, como una obra de Lope de Vega.

La consecuencia es Barehuä. La sandwicherie y patisserie que requirió una inversión total de 250.000 euros, entre capital propio, y créditos de Aval Madrid y el BBVA, que se encargó del leasing de los equipos.

Aquí está Barehuä, nombre tomado del pueblo Piaroa, que es una tribu indígena que vive a las orillas del “soberbio río Orinoco”, y que remite a una planta que viene a ser como el ancestro del cacao. El cacao conecta en directo a las exquisiteces creadas por José Cabo, que incluyen la tartaleta de mango con maracuyá, la cheese cake con dulce de leche, el mouse de maracuyá con mango, tartas de zanahoria, chocolate y de manzana con nueces, bizcochitos de zanahoria, limón y naranja. Y entre estos colores y sabores, los cachitos, ese manjar de Venezuela, un pan especial relleno de jamón de York, o de jamón y queso crema. Un pan tan especial que para alcanzar el punto costó un esfuerzo de ensayo y error. Y allí en la carta también aparece el bocadillo Barehuä, emblemático, relleno de pernil de cerdo, pimientos asados, rúcula y salsa de curry dulce. Y vieran a la mujer polaca que se hizo adicta a los tequeños.

Y vieran a los músicos de la orquesta de Radio Televisión Española que antes de cada presentación en el Teatro Monumental se repotencian en la cafetería. Y hubieran visto llorar a la venezolana que llevaba 15 años sin probar un cachito.

Porque hay lo siguiente: que así como los turistas y el parroquiano se acercan por las croquettes, o los fingers de pollo, las empanadillas de pollo, vegetales o de queso y hongos y por el cous cous fresco, también aparecen los venezolanos tras los cachitos, tras los tequeños, tras las polvorosas y el dulce tres leches.

Patricia Gonzalo Mendoza asegura que ya alcanzaron el punto de equilibrio aunque eso no significa que el negocio esté consolidado. Falta mucho. Y todavía hay miedo. Siempre hay un margen de incertidumbre. Los propietarios de otros locales vecinos le dicen que ningún día es igual a otro. Y las temporadas tampoco. Y esta es una lógica que hay que aprender: lo que se consume en verano, lo que se vende en invierno. Por ejemplo, ahora, con el frío, la mayor demanda se concentra en los postres. “Hay que ponerse creativos”, dice Patricia, y para creativos todo el equipo, los siete que trabajan en Barehuä, venezolanos, todos bilingüe inglés-español, profesionales, incluyéndola a ella que es ingeniera agrónoma, y al joven mesero que estudió filosofía en la Universidad Central de Venezuela y cuya tesis de grado versó sobre Kant.

19 de enero de 2020

AlNavío

https://alnavio.com/noticia/20214/actualidad/en-esta-pasteleria-de-venez...

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El Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) se olvidó, al menos en una sentencia, la primera de este año de la Sala Constitucional, que tiene cuatro años acusando a la Asamblea Nacional (AN) de estar en desacato a sus decisiones sobre el caso de los diputados del estado Amazonas.

La palabra “desacato” no figura en ninguna de las seis páginas que tiene el fallo n.° 1 que la Sala dictó este 13 de enero y en el cual admitió la solicitud de amparo que seis días antes le hiciera el exconcejal Enrique Ochoa Antich para analizar la situación generada por la existencia de dos juntas directivas del Parlamento.

Esta ausencia es llamativa, porque el supuesto incumplimiento por parte del Legislativo de las decisiones de las salas Electoral y Constitucional respecto de la suspensión de la asunción del cargo por los diputados de Amazonas ha sido la excusa esgrimida por el máximo juzgado desde 2016 para anular todas las decisiones adoptadas por los diputados, y arrebatarle con ello la inmensa mayoría de sus funciones.

Pero esto no es lo único llamativo de la decisión del TSJ, porque en ella la Sala Constitucional pareciera reconocer a la directiva encabezada por el cuestionado diputado Luis Parra, según se lee en la sentencia con ponencia del presidente de la Sala, magistrado Juan José Mendoza:

Visto que es un hecho público, notorio y comunicacional que el 5 de enero de 2020, se reunieron en la sede de la Asamblea Nacional los diputados a los fines de elegir de su seno a la Junta Directiva correspondiente al año 2020, conforme lo prevé el artículo 194 de la Constitución, resultando electos los diputados Luis Parra, como presidente, Franklin Duarte, como primer vicepresidente; y José Gregorio Noriega, como segundo vicepresidente, los cuales dicen conformar esa nueva Junta Directiva, esta Sala considera imprescindible solicitar a los mencionados diputados que dicen integrar la Junta Directiva de la AN que en el lapso de cinco días siguientes a su notificación, informen a esta Sala sobre el acto parlamentario de conformación de esa nueva Junta Directiva de la AN y el quorum de la sesión, tanto el de instalación como el de la aprobación de la Directiva, lo cual deberá soportarse con copia certificada del acta y demás actuaciones” (negritas nuestras).

Pareciera que los magistrados no prestaron atención a las afirmaciones hechas por Negal Morales, exsecretario de la Asamblea Nacional y miembro del grupo de opositores que se alió con los oficialistas para intentar reemplazar a Juan Guaidó.

“Aun sin quorum y sin la mayoría de los parlamentarios en el hemiciclo, hoy decidimos tomar a la AN por la fuerza, en alianza con el PSUV y Nicolás Maduro para lograr un cambio en Venezuela, con la participación de todos”, escribió el parlamentario y exdirigente de Acción Democrática (AD) a través de su cuenta de Twitter.

La Sala tampoco tomó en cuenta las declaraciones del mismo Parra, quien manifestó haber perdido el acta donde consta la asistencia, la cual es el soporte necesario para verificar el quorum necesario para elegir a la directiva.

El mismo Ochoa Antich en su escrito, según consta en la sentencia, hizo referencia a que esa elección fue hecha con la presencia de 81 diputados, cuando es necesario, de acuerdo con la Constitución en su artículo 221, que el quorum para celebrar las sesiones de la Asamblea Nacional sea con la mayoría absoluta de sus miembros, es decir, de los 167 miembros la mayoría absoluta se requerían los votos de 84 diputados.

El máximo tribunal tampoco le prestó atención a la solicitud del accionante, quien señala como sujetos agraviantes a los integrantes de ambas directivas, además de al jefe de Comando de la Guardia Nacional de Zona 43 de Caracas, al comandante del Destacamento 432 de la Guardia Nacional, y al mayor general Fabio Enrique Zavarse Pabón.

Llama la atención que la Sala únicamente solicite información a la directiva presidida por Parra pero no a la dirigida por Guaidó. Con ello le viola el derecho a la igualdad y a la defensa a la directiva representada por este, vulnera el principio de equilibrio procesal y, de alguna manera, adelanta opinión en cuanto a desconocer esta directiva.

Lo anterior es alarmante, pues todo tribunal, para poder actuar como tal, antes de tomar una decisión definitiva sobre un caso debe considerar a todas las partes que el accionante indique como agraviantes, ya que al excluir a algunas de ellas sin fundamento jurídico, como lo hace la Sala Constitucional en su primera sentencia de 2020, muestra parcialidad.

La Sala, además, hace caso omiso a lo dispuesto en el Reglamento de Interior y Debates de la Asamblea, ya que según este es al presidente saliente del Parlamento a quien le corresponde instalarlo cada 5 de enero (artículo 27.4) y establecer junto con el secretario de la directiva saliente si hay quorum o no para la votación de la nueva (artículo 33.2). En este sentido, el máximo tribunal también debió dirigir la solicitud de información a la directiva de 2019 para saber qué había pasado y quién conforma la de 2020, y no a la presidida por Parra.

¿Reconocimiento en puertas?

Por otro lado, la dudosa elección de Parra, Duarte y Noriega ya fue avalada por la cuestionada Asamblea Nacional Constituyente (ANC), cuyo presidente, Diosdado Cabello, afirmó: “Contribuiremos para que la AN sea capaz de salir del desacato y funcionar en beneficio del pueblo venezolano”.

¿Ahora el TSJ podría hacer lo mismo? La historia ha demostrado que la Sala Constitucional es capaz de desdecirse de un momento a otro, pero a la luz de sus propias sentencias no podría reconocer a su directiva, porque en la sesión del pasado 5 de enero no se cumplieron los pasos establecidos por ella para levantarle el desacato a la AN.

El máximo tribunal ordenó en su sentencia número 2 de 2017:

“Ante la evidente situación de desacato en la que ha incurrido el Poder Legislativo Nacional y su Junta Directiva de lapso vencido [en referencia a la que encabezó Henry Ramos Allup en 2016] y la consecuente nulidad de las actuaciones por ella ejercidas durante el año 2016 y lo que va de 2017, incluyendo la írrita instalación del segundo período anual de sesiones, la designación de una Junta Directiva, Secretaría así como de la Subsecretaría y las sesiones ordinarias por ella convocadas, no puede esta Sala convalidar lo actuado y, en consecuencia, ordena a los diputados que conformaron la Junta Directiva del lapso vencido acatar los fallos emitidos por este máximo tribunal antes de proceder a la instalación del período de sesiones correspondiente al año 2017”.

En otras palabras para lograr que el Parlamento salga de la supuesta ilegalidad en la que se halla, la directiva encabezada por Ramos Allup debería volver a desincorporar a los diputados de Amazonas y luego convocar a una sesión de instalación para elegir una nueva directiva. Encajar la elección de Parra en este nudo gordiano le implicaría al TSJ contradecir las más de 100 sentencias que ha dictado contra la AN declarando su desacato, pero lamentablemente tampoco nos sorprendería, dado que ha demostrado no ser imparcial ni independiente.
¿Y a ti venezolano, cómo te afecta?

La existencia de otra junta directiva de la AN no hace más que agravar el conflicto político y la crisis institucional que atraviesa el país, el cual ya tiene dos tribunales supremos, dos fiscales generales, dos presidentes y un Parlamento paralelo (la ANC). Asimismo, un eventual reconocimiento de la directiva de Parra por parte del TSJ no solo dejaría nuevamente en evidencia cómo este organismo busca avalar y proteger los intereses del chavismo y no de los ciudadanos frente a los eventuales abusos del poder, sino que supondría otro golpe a la esencia del sistema democrático, que es aquel en que la mayoría decide.

Enlace a la nota: https://www.accesoalajusticia.org/por-primera-vez-cuatro-anos-tsj-no-acusa-an-estar-desacato/

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Roberto Casanova y Sary Levy

Imaginemos la siguiente situación. Muchas personas comienzan a recibir, con cierta periodicidad, ciertos montos de Petros en sus «monederos virtuales». El efecto de tal hecho será, desde luego, contagioso y muchas personas más estarán dispuestas a integrarse a este sistema de subsidios directos. La mayoría de tales personas querrá usar esos ingresos para adquirir productos diversos. Se encontrará, sin embargo, ante la circunstancia de que sus Petros solo serían recibidos como medio de pago por algunos comercios, aquellos que habrían aceptado instalar los dispositivos de autentificación biométrica del cliente asociados a esa moneda. Ello ocasionará la aparición de largas colas en algunos negocios y la disminución de consumidores en otros.

En este contexto el incentivo de otros comercios, cuya clientela se ha visto mermada, sería sumarse también al sistema. Sobre todo porque los Petros podrían, en principio, ser convertidos en Bolívares y las transacciones habituales -adquirir insumos, pagar servicios y nómina o, incluso, comprar divisas- podrían seguir realizándose. Al incorporase al sistema se evitaría, además, posibles represalias gubernamentales o chantajes de funcionarios. Todo el asunto se convertiría en un molestoso trámite adicional para la actividad productiva. El Petro sería solo una unidad de cuenta.

Por otra parte, a pesar de que el régimen socialista ha anunciado que la cantidad circulante de Petros obedecería a unas supuestas reglas es de prever que éstas no se cumplirán. Después de todo el financiamiento fiscal mediante emisiones monetarias, prohibido constitucionalmente, ha venido siendo abiertamente utilizado por el Banco Central. Así pues la cantidad de Petros en circulación crecería de manera discrecional. El Banco Central crearía la masa virtual de esa moneda que el gobierno le ordenase y la emisión sin respaldo de Bolívares, causa básica de la hiperinflación, mutaría en emisión desmesurada de Petros, con similares consecuencias negativas para la estabilidad económica.

En estas circunstancias, la desconfianza ante el bolívar sería endosada al Petro, aunque éste, a diferencia de aquél, podría preservar en parte su valor mientras el Banco Central lo ajustase a la cotización internacional del barril de petróleo, algo que, por supuesto, no está garantizado. La crisis de la moneda nacional -llámese Bolívar o Petro- continuaría y la dolarización de las transacciones seguiría expandiéndose.

¿Qué sentido tendría entonces el empeño gubernamental en forzar la introducción de este instrumento de pago virtual? ¿Sería solo un negocio para proveedores del sistema y algunos funcionarios públicos? No sería nada nuevo en realidad ¿Una forma de evadir las sanciones internacionales? Esto es lo que muchos han pensado, sin preocuparse demasiado por el asunto o burlándose de la ignorancia gubernamental en materia económica. Pero ¿son las cosas realmente así?

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Imaginemos ahora una variante de la situación anterior. Los Petros no son convertibles en Bolívares. ¿Qué haría un comerciante en estas condiciones? El miedo a perder clientela o a recibir la visita de funcionarios gubernamentales persistiría, pero a ello se agregarían otros problemas. ¿Cómo compraría a sus proveedores, nacionales e internacionales? ¿Cómo pagaría su nómina?

Para un comerciante el hecho de que sus ingresos por venta sean canalizados a través de un «monedero virtual», en un sistema controlado por el gobierno socialista, sería fuente inagotable de incertidumbre y temores. Sería, para decirlo en términos gráficos, como si la caja registradora de su negocio estuviese a cargo de un empleado público. El asunto es que si un comercio no acepta integrarse al llamado ecosistema Petro puede ir quedando aislado del proceso económico y correr el riesgo de quebrar. Se vería obligado entonces, para sobrevivir, a pedir a sus empleados y a sus proveedores se integrasen también al ecosistema Petro. Los propios comerciantes estarían así, paradójicamente, promoviendo el desarrollo del sistema que los oprime.

El Petro, sin embargo, sería teóricamente convertible en divisas o criptomonedas. Pero cabe preguntarse, ¿quién estaría dispuesto, en los mercados internacionales, a entregar divisas o criptomonedas a cambio de Petros? Solo algunos de los pocos que quieren hacer negocios en Venezuela. ¿Tendría entonces el Banco Central las reservas necesarias para satisfacer la demanda de quienes deseasen cambiar sus Petros en divisas? No: dicho organismo vive, como es sabido, una aguda crisis en materia de reservas internacionales. Luego, por la vía de los hechos, los Petros serían no solo no convertibles en Bolívares sino tampoco en criptomonedas o divisas. O, para ser más precisos, lo serían solo para la casta de privilegiados o «enchufados» que el gobierno revolucionario, como todo régimen socialista, ha creado. Sin mencionar aquéllos que actúan de inextricables formas con el propósito de legitimar capitales.

Así, aunque es de esperar que la demanda de divisas por parte de muchos comerciantes y de personas se mantuviese, sus posibilidades prácticas para acceder a ellas se verían limitadas. El gobierno socialista aspiraría a disminuir de esta forma la presión sobre el tipo de cambio.

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Imaginemos, finalmente, una ampliación y profundización de la situación previa. Todas las transacciones internas -compra y venta de productos y servicios, pago de nómina, pago de impuestos, compra de gasolina, tarifas y servicios públicos- pasarían a ser realizadas en Petros. De igual manera, todos los activos que los ciudadanos posean serían denominados en Petros, así como los estados financieros y la información bancaria. En otras palabras, sin anuncio oficial, el Petro sustituiría al Bolívar.

El Petro no tiene presencia física pero debe quedar claro que no es una criptomoneda. Una criptomoneda, por definición, no posee respaldo en activos físicos y la confianza en ella deriva de la robustez y la transparencia de la tecnología que la sustente (tipo blockchain); su emisión la realizan los propios agentes económicos, de manera distribuida y descentralizada, mediante plataformas abiertas, auditables e independientes de bancos centrales y gobiernos; por analogía a una mina, existe una cantidad determinada de cada criptomoneda y cada unidad de ellas debe ser buscada mediante un proceso que se ha dado en llamar «minar».

El Petro sería una moneda virtual cuyo uso dentro del territorio nacional no solo será forzoso sino que estará canalizado por una plataforma controlada por una dictadura política y económica.

Se trataría de una moneda cuya emisión no tiene costo alguno y cuyo señoreaje (es decir, las ganancias obtenidas por el monopolio en la creación de una moneda y el mantenimiento de divisas y otros activos valiosos) se haría infinito para el Banco Central y, por tanto, para el gobierno socialista.

En este contexto sucedería que los activos de las personas y las empresas no perderían, supuestamente, su valor mientras la relación del Petro con el precio del petróleo se mantuviese. Pero esto solo es teoría. En la medida en que los Petros no son realmente convertibles en divisas o criptomonedas los activos, en términos de éstas, pierden todo su valor y el arbitraje en su canje sería elevado y creciente. Sería, para ilustrar el punto, como si el mercado local pasase a funcionar con billetes de Monopolio: dentro del juego, los billetes tienen todo su valor, fuera del mismo, no tienen ninguno.

Pero el comercio internacional requiere divisas. Estas se venderían fundamentalmente de manera informal, pues no habría incentivos para hacerlo a través del ecosistema Petro. Así, el tipo de cambio implícito que se generaría entre el Petro y las divisas convertibles sería elevadísimo e inaccesible para la mayoría de la población.

Todo esto, en definitiva, apunta a la transformación autoritaria de nuestra economía en una economía dual, una economía constituida por un sector que funcionaría en Petros no convertibles y otra que lo hará mediante divisas. Cualquier parecido con el sistema establecido en Cuba, a partir del llamado «Período Especial» que se produjo luego de la desaparición de la URSS, no es, por supuesto, casualidad.

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¿Cómo operará esta economía dual? No es fácil prever todas las dinámicas que se desencadenarían. La economía, como la vida, siempre se abrirá camino. De todos modos, algunas cosas pueden anticiparse.

Una parte de la población quedará presa de la moneda no convertible, recibiendo y gastando la totalidad o buena parte de sus ingresos en Petros, a través de sus «monederos virtuales». Esos Petros serán utilizados tan pronto fueran recibidos, no solo porque muy probablemente su valor se depreciará en el tiempo, sino porque sus receptores no querrán mantener saldos en una denominación no convertible.

El otro segmento de la economía, en el que se incluirían empresas asociadas al ámbito internacional, tendría acceso a divisas y naturalmente podrá beneficiarse del diferencial. El funcionamiento en divisas de una parte de la economía nacional continuará. Seguirán entrando montos poco significativos, con respecto al tamaño de la economía, de divisas legítimas, asociadas a remesas, ahorros, ingresos por venta, etc. También lo harán montos desconocidos de divisas proveniente de actividades ilícitas, provenientes del narcotráfico y otros negocios turbios. De igual modo la demanda de divisas, para salvaguardar el patrimonio y para la compra de insumos y productos terminados, se mantendrá. Lo novedoso podrá ser el traspaso de Petros del «monedero virtual» de una persona o empresa al de otra, a cambio de divisas pagadas informalmente. Esos traspasos serán percibidos como riesgosos y, por tanto, la cotización paralela del Petro en términos del dólar u otras divisas será elevada.

En este sentido, el mercado paralelo de divisas no desaparecerá y el impacto permanente de la devaluación de la moneda nacional -Petro o Bolívar- sobre los costos y precios nacionales continuará. Habrá pues inflación en Petros. No sería de extrañar que, ante ese hecho, se reactivase el sistema de controles de precios, con sus nefastas consecuencias.

Así la dualidad monetaria se replicará en toda la economía, distorsionando aún más su dinámica, entorpeciendo la medición de su eficiencia y competitividad y dificultando la integración de los sectores económicos en los mercados internacionales.

De manera progresiva y artera, el socialismo del siglo XXI, con base en nuevas tecnologías, está dando forma a la dimensión monetaria del sistema de control social cuya implementación es su máxima aspiración.

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Jordi Vilaplana, Carme Pelegri, Elisabet Augé y Marta Riba

Si administrásemos un colorante vital como el azul de Evans a la sangre de una rata o un ratón, pasados unos minutos el animal tendría todos los órganos azulados, cual pitufo sin calzones, con excepción de su cerebro. La explicación es sencilla: en el cerebro existe una barrera, conocida como barrera hematoencefálica, que limita enormemente el intercambio de sustancias entre la sangre y dicho órgano.

Esta barrera provoca quebraderos de cabeza a los neurólogos, ya que dificulta la entrada de fármacos al cerebro y, por tanto, restringe los tratamientos disponibles para enfermedades como el alzhéimer y el párkinson. Pero ojo, porque esta barrera no solo limita la entrada de sustancias al cerebro. También frena su salida.

Entonces, ¿cómo hace el cerebro para sacar la basura?

Estudios recientes que hemos llevado a cabo junto con otros autores indican que el cerebro tiene un sistema propio de recogida de basura. En una primera fase, sin salir del cerebro, los desechos se vierten dentro de contenedores. Seguidamente, los contenedores abandonan el órgano pensante. Y en una tercera fase, ya fuera del cerebro, se eliminan esos contenedores.

Como veremos a continuación, esto nos va a permitir obtener información relevante acerca del estado del cerebro. Pero no nos adelantemos y describamos antes de nada cómo funciona el sistema de recogida de basura.

Los contenedores de basura del cerebro

En el cerebro existe un tipo de células llamadas astrocitos. Se caracterizan por tener forma estrellada, con digitaciones que se expanden a su alrededor. Son los responsables de generar los contenedores de basura, denominados en la jerga científica cuerpos amiláceos. Además, cual maleta facturada en un aeropuerto, los cuerpos amiláceos se etiquetan con unos marcadores denominados neo-epítopos que especifican cuál será su destino una vez expulsados del cerebro.

Generalmente, estos cuerpos amiláceos son estructuras esféricas y relativamente grandes. Pueden alcanzar diámetros de más de 20 micras, superando las 10 micras de los capilares sanguíneos. Demasiado tamaño para eliminarse a través de la sangre. Suerte que el cerebro tiene otros recursos para deshacerse de estos contenedores.

Físicamente el cerebro está muy bien protegido. Al igual que un pez de gran tamaño dentro de una pequeña pecera, “flota” dentro del cráneo suspendido en un medio acuoso llamado líquido cefalorraquídeo.

Pues bien, algunas sustancias de desecho cerebrales son vertidas directamente al líquido cefalorraquídeo, y este es el caso de los cuerpos amiláceos. Nuestros “contenedores”.

De ahí que, del mismo modo que es necesario limpiar de vez en cuando el agua de la pecera, sea necesario limpiar y renovar el líquido cefalorraquídeo, extrayendo los cuerpos amiláceos allí acumulados. Una tarea que está a cargo del sistema linfático de las meninges.

Cuestión de meninges

Entre el líquido cefalorraquídeo y los huesos del cráneo, así como entre el líquido cefalorraquídeo y el cerebro, existen unas membranas conocidas como meninges (la inflamación de estas membranas, la meningitis, es una enfermedad grave y en ocasiones mortal).

En las meninges encontramos el sistema linfático de las meninges, redescubierto recientemente. Los capilares linfáticos de las meninges recogen parte del líquido cefalorraquídeo y de los productos que contiene. Y los vasos linfáticos de las meninges descienden hacia el cuello. En el cuello se encuentran con nódulos linfáticos que filtran y limpian el líquido de productos indeseados.

Para llevar a cabo esta limpieza contamos unas células especializadas llamadas macrófagos. Los macrófagos, una vez leídas las etiquetas de destino o neo-epítopos presentes en los cuerpos amiláceos, se los “comen” (fagocitan) y proceden a su degradación química. De este modo, sustancias residuales cerebrales que no pueden ser degradadas en el propio cerebro ni pueden salir a través de la sangre encuentran una escapatoria y son eliminadas.

Una nueva herramienta para el estudio de enfermedades cerebrales

Lo más interesante del asunto es que, del mismo modo que el análisis del contenido de una bolsa de basura nos permite conocer los hábitos de las personas que las generaron, estudiando los productos de desecho presentes en los cuerpos amiláceos presentes en el líquido cefalorraquídeo podremos hacernos una idea de cómo está funcionando el cerebro.

Obtener líquido cefalorraquídeo es relativamente sencillo, por ejemplo mediante punción lumbar. Aislar los cuerpos amiláceos de este líquido también es fácil, debido a su relativamente gran tamaño, peso y densidad. Y en caso de padecer alguna enfermedad cerebral, los cuerpos amiláceos contendrán productos de desecho que nos pondrán sobre aviso. Por tanto, el análisis del contenido de los cuerpos amiláceos aislados puede ser una buena herramienta de diagnóstico.

Resumiendo, en el cerebro algunos desechos se acumulan en contenedores de basura denominados cuerpos amiláceos. Estos cuerpos son expulsados al líquido cefalorraquídeo y transferidos al sistema linfático. Y ya en el sistema linfático, los macrófagos existentes en los nódulos linfáticos acaban definitivamente con ellos.

Se produce con todo ello un buen lavado de cerebro. Un lavado imprescindible para su correcto funcionamiento. Que además, ahora que lo conocemos, ofrece un nuevo enfoque para diagnosticar las enfermedades cerebrales.

15 de enero 2020

The Conversation

https://theconversation.com/asi-saca-la-basura-el-cerebro-129808

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(Alrededor de los libros)

Jesús: “¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno, sino solo uno, Dios” (Marcos 10:18)

Existe un dicho muy popular: “La historia la escriben los vencedores”. Pero al cotejarlo con la realidad comprobaremos que es falso de punta a punta. Mas bien ha ocurrido lo contrario. La historia de lo sucesos decisivos de la modernidad no ha sido escrita casi nunca por los vencedores. O esa tarea la han asumido escritores ajenos al lugar de los hechos historiados, o ha sido revancha de los vencidos. Ha ocurrido así desde la revolución francesa hasta nuestros días.

Cierto es que hasta comienzos del siglo XX predominaba en la historiografía francesa una abierta y militante condena al Ancien Régime. Pero también es cierto que paralelamente fue surgiendo una historiografía que pondría en tela de juicio la legitimidad del regicidio, los crímenes de Robespierre y los desmanes de las turbas jacobinas. Fue así que historiadores de la talla de François Furet, secundado políticamente por Claude Lefort, siguiendo la tradición inaugurada por Alexis de Tocqueville y las interpretaciones de Edmund Burke, dieron al traste con el mito de los buenos revolucionarios y los malos monarquistas impuestos por historiadores marxistas como Albert Mathiez, por nombrar a uno de los más connotados.

En el caso de la revolución rusa el fenómeno fue más explícito. La historiografía acerca de la revolución de octubre comenzó a hacerse a partir de la Historia de la Revolución Rusa escrita por Leo Trotzky quien de los derrotados fuera el más derrotado. A la inversa: no hubo ningún historiador estalinista digno de mención. Después de Trotzky la tarea fue asumida por plumas europeas. Los libros sobre la revolución rusa escritos por D. H. Carr, Chistopher Hill, Isaac Deutscher y otros, siguen siendo clásicos inolvidables.

Pero quizás el ejemplo más ilustrativo que demuestra como la historia no la hacen los vencedores ocurrió en la España de la Guerra Civil. La cantidad de historiadores y literatos españoles y europeos que tomaron abierto partido en contra del franquismo, es sencillamente apabullante, hasta el punto que podría decirse -y el escritor Javier Cercas lo dijo- “el franquismo ganó la guerra militar pero perdió la cultural”. Solo recién después de la caída de los muros ideológicos de la Guerra Fría ha comenzado a tomar forma una reinterpretación de esa historia terrible que por cierto no intenta reivindicar ni al franquismo ni a Franco, pero sí demostrar que el antagonismo simple: los buenos (los republicanos) y los malos (los franquistas), no da cuenta de toda la realidad vivida por España bajo la despiadada tutela de El Generalísimo.

Como suele ocurrir, la interpretación literaria ha ganado la delantera a la historiográfica. Algo que no debe asombrar: la novelística histórica tiene un pasaporte que le permite ir más allá de los hechos, apelando al simple recurso de la imaginación. En cierto modo traza caminos que después los historiadores recorrerán. Incluso, en la literatura popular, un novelista tan amigo de la historia como es Arturo Pérez-Reverte – “su” Historia de España me espera en el estante – no trepidó en convertir en héroe a un sicario al servicio del franquismo: Falcó. Algo que 20 años atrás habría sido impensable. Que hoy sea pensable, lo debemos a algunos escritores que, en la época cuando imperaba el categórico esquema, “malos allá, buenos acá”, fueron abriendo grietas, demostrando que no todos los malos eran tan malos y que entre los buenos había no pocos que no lo eran.

Digámoslo de modo escandaloso: la historia no existe, lo que existe en nombre de la historia es la historiografía, vale decir, la historia escrita por los historiadores. Y la tarea historiográfica, en sus dos fases principales: selección e interpretación de los hechos, no puede ser totalmente objetiva. Pues el historiador, aún sin ser un ente ideológico, vive siguiendo coordenadas que se dan en el tiempo y lugar en que él está viviendo. Incluso en la faena que puede ser la más objetiva, la selección de los hechos, será maniobrado por cierta subjetividad. Así, para un historiador un hecho puede ser determinante y para otro muy secundario. Ni hablemos de la interpretación. Allí las diferencias son más que ostensibles.

No es lo mismo escribir, por ejemplo, “el pueblo revolucionario se apoderó de la torre de la Bastilla”, que escribir, “la Bastilla fue asaltada por una turba alcoholizada”. Las dos interpretaciones podrían ser incluso ciertas (las chusmas alcoholizadas son parte del pueblo) Pero el énfasis puesto por el historiador determina el sentido de cada frase. ¿Quiere decir que nunca vamos a conocer definitivamente a la realidad histórica? En términos absolutos, no. Pero en términos aproximados, sí. Ahora, el mayor o menor grado de aproximación dependerá siempre de la revisión de los hechos, proceso que no termina jamás. La historiografía no tiene límites. Ninguna historia está definitivamente contada. Incluso puede suceder que actores aclamados una vez como “buenos”, con el correr del tiempo, bajo la luz de nuevos hechos y nuevas interpretaciones, puedan dejar de serlo.

Y así llegamos a la pregunta ineludible: ¿Se encuentra la historia determinada por el tiempo político de los historiadores? En parte, sí. Pero por otro lado siempre, como en muchas actividades de la vida, habrá historiadores que salten más allá de las coordenadas del tiempo y del lugar donde habitaron. Eso nos lleva a suponer que mientras más alejado en el tiempo se encuentra un historiador con respecto a determinados hechos, es decir, cuando no está bajo el influjo de las pasiones de los actores históricos, mejores y mayores serán sus posibilidades para aproximarse a la verdad de los hechos. Podríamos decir entonces que en la historiografía rige el principio: “mientras más lejos más cerca”. Mas no en la política. Así como la historiografía vive de la lejanía, la política vive de la cercanía. “Ahora y aquí” es lema de la política. “Después y más allá” debería ser el de la historia.

Naturalmente, la actividad historiográfica se encuentra políticamente interferida, pero lo importante es que esas interferencias no sean las mismas que actuaron en el tiempo en que ocurrieron los hechos. En este último caso la historiografía tendría solo un valor testimonial.

Afortunadamente los historiadores no están solos. Como ya hemos insinuado, suelen ser antecedidos por literatos con tendencias historiográficas, novelistas de la historia quienes, si bien no son fieles a los hechos, intentan ser al menos fieles a su comprensión. La novela histórica es efectivamente un género muy particular en donde la fantasía se encuentra subordinada al principio de realidad. Para ejemplificar no será necesario retroceder hasta Alexander Dumas. En el caso que nos preocupa, el de la Guerra Civil española, la redefinición de “los malos” y de los “buenos” no está finiquitada. Así lo entendió Javier Cercas cuando escribió su novela más famosa: Soldados de Salamina, publicada el año 2001.

Tranquilos: nadie va a intentar hacer aquí una reseña literaria de un libro veinteañero. Estoy solo trayendo a colación un caso que podríamos denominar paradigmático, uno que en su tiempo desató una fuerte polémica acerca de las relaciones entre literatura e historiografía. La “culpa”, por cierto, la tuvo el mismo Cercas al anunciar que Soldados de Salamina es “una novela donde todo es verdad”. Pues allí surgió la inevitable pregunta: ¿es una novela donde todo es verdad una novela? ¿No es una novela donde todo es verdad un texto de historia? Esa fue la razón por la cual la crítica literaria, en lugar de analizar el fenómeno creado por Cercas se dividió entre quienes vieron en Soldados de Salamina un libro de historia y quienes la entendieron como novela. Entre los segundos, la más destacada recepción fue la de Mario Vargas Llosa, en un acucioso artículo publicado en El País titulado El sueño de los héroes (03.09. 2001). Según el Nobel, el libro de Cercas es una novela en todos los sentidos de la palabra. Y desde su punto de vista tiene razón: el uso de tiempos contrapuestos, los soliloquios, los diálogos, son recursos literarios muy bien trabajados por Cercas. El problema es que – no lo dice Vargas Llosa – contradice una de las tesis del escritor peruano, formulada en su ensayo La verdad de las mentiras. Según esta tesis, para revelar su verdad el novelista debe imaginar y al imaginar no se ajusta a la verdad objetiva. Cercas, por el contrario se ajusta, o dice ajustarse a la verdad objetiva. Precisamente por esa razón fue furiosamente atacado por dos conocidos intelectuales españoles: Arcadis Espada y Gregorio Morán.

Espada quien mantuvo (o mantiene) una permanente enemistad con Cercas lo acusó de distorsionar los hechos históricos. Morán, aún más virulento, afirmó que el personaje central de la historia (o novela) de Cercas, el falangista Rafael Sánchez Mazas, fue reinventado por Cercas.

Naturalmente Cercas podría haberse defendido como una vez lo hizo García Márquez cuando un grupo de historiadores colombianos le enrostrara que su novela sobre Simón Bolívar El general en su laberinto, contenía graves errores históricos: “Me van a perdonar los señores” - dijo el Nobel colombiano- “yo no escribí un libro de historia sino una novela”. Cercas, en cambio, con tozudez española, defendió a muerte “la verdad de sus verdades” y, como suele ser también hispana costumbre, los polemistas se dijeron de todo. Solo les faltó mentarse la madre (seguro que lo hicieron en privado)

Pero vamos a lo importante: Cercas mantuvo incólume su posición: lo que él escribió -lo volvió a afirmar en un epílogo a la republicación de su obra en el 2015 - no fue una novela histórica sino una historia novelada. Lo que no dijo sin embargo, es ostensible. Que la reacción visceral de Espada, Morán y otros, expresaba una resistencia, no tanto a la verdad histórica, sino al hecho de que el héroe de Cercas, Sánchez Mazas, no fue solo presentado como un canalla fascista, sino también como un excelente escritor, un hombre sensible a las ideas, un intelectual de tomo y lomo. En otras palabras, Sánchez Mazas fue, para Cercas, un malo no tan malo.

Historia o novela, novela o historia, Soldados de Salamina relativizó una historia que estaba a punto de convertirse en oficial.

Rafael Sánchez Mazas, amigo personal del carismático Primo de Rivera, fundador de la Falange, el primer fascista de España, como se autodenominaba, hizo sus primeros pasos en el ambiente de la pre-guerra, en los cafés donde intelectuales socialistas discutían con los nacionalistas sin pasar de las palabras a los hechos. Cuando ser fascista -antes de Mussolini, Hitler y Franco- solo significaba creer en una nación, en el regreso del ser a su condición natural opacada por la realidad social, en un romanticismo vitalista e incluso naturalista y en el culto a la acción heroica. Una ideología, como tantas otras más, eso era al fin el fascismo pre-franquista.

Pues bien, al leer o revisar casi veinte años después la novela (o historia) de Cercas no pude evitar hacer un paralelo entre su vida con el destino que han corrido muchos intelectuales de izquierda. Personas que iniciaron su vida política creyendo en la igualdad social, en las teorías sobre la plusvalía y la alienación del trabajo por el capital, en la revolución proletaria y en el paraíso terrenal. Y al final como ocurrió a Sánchez Mazas durante el franquismo, terminaron por convertirse en funcionarios de poderes criminales como el estalinismo, el maoísmo y el castrismo cuyos adalides, sin estudiarlas, convirtieron determinadas ideas en burdas doctrinas de legitimación.

Soldados de Salamina: ¿Historia o novela? ¿Historia novelada o novela historizada? ¿O las dos cosas a la vez? Mantenerse hoy en esa discusión carece de sentido. Al fin y al cabo mi experiencia con el libro fue otra: Porque cuando lo leí, hace ya casi dos décadas, no me pregunté acerca del género del texto. Simplemente me gustaba lo que estaba leyendo.

Pero al comenzar el año 2020 he comenzado a hacerme preguntas acerca de la relación entre la historiografía y la imaginación literaria. Tiene tal vez que ver con el espectáculo que ofrece esa España de hoy donde Podemos, ya en el poder, acusa de fachos a todos quienes no comulgan con sus oxidadas ruedas ideológicas. Inevitable ha sido acordarme de Soldados de Salamina. Fue así que volví a releer los pasajes por mí subrayados, tanto tiempo atrás. Y al hacerlo me di cuenta de que, efectivamente, no había leído el libro ni como novela ni como historia, sino como un texto de reflexión política. Si se quiere, como un aporte al pensamiento político de nuestro tiempo. Pude entonces corroborar una suposición que me persigue: la de que cada lector establece un diálogo distinto con el autor. O la de que cada uno lee un libro no solo de acuerdo a lo que el libro dice sino de acuerdo a lo que uno es. Y como cada uno de nosotros es muchas cosas a través del tiempo, a veces estamos al lado de los buenos y otra veces al lado de los malos.

Quienes son los buenos y quienes son los malos lo sabemos después. Quizás mucho después. Si es que llegamos a saberlo. Pues, si bien el dicho “la historia la hacen los vencedores” ha demostrado ser falso, aquel otro que afirma: “el camino hacia el infierno está plagado de buenas intenciones”, ha probado ser más verdadero.

Enero 17 de 2020

Polis

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