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Opinión

Laureano Márquez

La historia no es una ciencia exacta. Dicho esto, el 9 de noviembre de 1805 a eso de las 11:52 de la mañana, desembarca en Nueva York, procedente de Londres, Francisco de Miranda, contaba el precursor con 55 años, 8 meses, 11 días y 15 minutos. Para la fecha Miranda ya era una figura de prestigio internacional. Había combatido ya en el sitio de Melilla como capitán del ejército español, en ese episodio lograron rechazar el embate del sultán de Marruecos Sidi Mohammed ben Abdallah. En esta oportunidad, Miranda que ya había leído muchos textos de estrategia militar, presentó un plan para inutilizar la artillería enemiga que resultó exitos

Había participado también en la guerra independencia de los Estados Unidos en contra de Inglaterra. El rey de España mandó tropas, en ellas iba Miranda. Participó en la batalla de Pensacola (no Pepsi Cola, como dicen algunos) en 1871 y desarrolló en esa acción militar sus habilidades para reconocer el terreno y su genio en la planificación de la batalla, lo cual le valió un ascenso al rango de teniente coronel (ya estaba pues en condiciones de participar en un golpe de Estado). Luego Miranda es enviado por su superior Juan Manuel Cajigal como espía a Jamaica. Misión que también cumplió con éxito.

También había estado en el ataque español a las Bahamas y negociado la capitulación inglesa ante España, obteniendo el dominio de las islas. Como la inquisición le abrió juicio en España y se había ordenado su detención por comprar libros prohibidos y pinturas obscenas (no me consta), ante la posibilidad de un juicio injusto escapa de Cuba a los Estados Unidos y se convierte en el primer balsero de la historia.

En el recién inaugurado país del norte concibe sus ideas de independizar a hispanoamérica. Luego de pasar un tiempo en EEUU, se va a Inglaterra y recorre Europa en un tour de 4 años. Se incorpora a la revolución francesa en 1792, allí participa en varias batallas es ascendido a mariscal de campo y luego a general (Su nombre está en el arco de triunfo de París). Pasa algunos años entre Inglaterra y Francia, siempre buscando apoyo para su obsesión de fundar una nación hispanoamericana, la Colombeia, pero ni los ingleses ni los norteamericanos terminan de darle su apoyo claramente (parece que eso va en el espíritu anglosajón).

-- Aquí volvemos otra vez con él al 9 de noviembre de 1805 desembarcando en Nueva York. Se reunió con Jefferson, Anderson, Hamilton Washington y todo el resto del malandraje de por allá, pero no consigue –nuevamente-–apoyo formal.

Con ayuda de amigos fleta un barco, el Leander, un bergantín de 180 toneladas, 18 cañones y 200 hombres reclutados en los Estados Unidos. Hace una parada en Haití para ir al baño y compra dos goletas más: Bacchus y Bee.

Llevaba la expedición suficientes suministros, material de guerra, la bandera de Venezuela y una imprenta. Al llegar a Ocumare, en Aragua las goletas son apresadas. Miranda huye en Leander hacia el Caribe y vuelve nuevamente luego de conseguir más apoyo. Viene ahora con 400 hombres, 5 bergantines, 3 cañoneras y dos barcos mercantes desarmados. Estamos hablando del año 1806, sin radares, sin gps, sin vías de comunicación y sin gasolina (eso sí como hoy).

Miranda llega por La Vela de Coro, toma la ciudad, pero entre la indiferencia de la gente y el bloqueo realista, la invasión de Miranda fracasa nuevamente. Regresa a Londres desilusionado, pero no será su último intento por liberar a su patria. Miranda, victorioso en cuanta revolución participó, vino a fracasar una y otra vez en la única que le quitaba el sueño: la suya. Él que escapó de tantas adversidades y sobrevivió a tantos peligros, no pudo con la fatalidad de sus paisanos.

No sé por qué vino este recuerdo de Miranda en los tiempos que corren, así como de la fase que parece ser el cierre de su prodigiosa vida: “¡Bochinche!, ¡Bochinche! Esta gente no sabe hacer sino bochinche”.

Frase de la que dice Uslar Pietri: “Más que un gesto de profundo desengaño, era la voz del oráculo que anunciaba los tormentosos anales de nuestra larga desunión civil”.

@laureanomar

https://talcualdigital.com/la-mala-experiencia-de-miranda-por-laureano-m...

 3 min


Leila Guerriero

Lo siento, pero no tengo humor. No tengo humor para reírme de memes ingeniosos. No tengo humor para soportar a los que declaman que lo están pasando bien en cuarentena porque hacen gimnasia, miran Netflix y cocinan “cosas ricas”.

No tengo humor porque la mujer policía de la esquina, a la que veo desde mi balcón, maltrata a los que salen a la calle, aunque salgan a hacer las compras, y porque los maltratados agachan la cabeza y vuelven por donde vinieron.

No tengo humor porque cada tanto escucho un insulto —“¡Metete en tu casa, hijo de puta!”— gritado desde una terraza vecina. No tengo humor porque en los edificios donde viven médicos o enfermeros aparecen carteles pegados con leyendas como “¡Andate! ¡Nos vas a contagiar a todos!”, y porque los mismos medios de comunicación que muestran escandalizados esas situaciones han hecho todo lo posible para que los contagiados sean vistos como sujetos apestados, irresponsables y asesinos.

No tengo humor porque pienso en la chica del instituto de depilación que vive con su hijo y su marido golpeador y que hace semanas que no trabaja y quizás qué come y quizás qué monstruosidades padece.

No tengo humor porque tantos buscan histéricamente en la web mecanismos para “distraerse” —hacer zumba, yoga, pan— y negar lo que pasa, tapiar la angustia, sumirse en una hiperactividad doméstica, en una libertad falsa para olvidar que, en el mundo real, no se puede hacer otra cosa que lo que nos obligan a hacer.

No tengo humor porque veo a los vulnerables más vulnerados que nunca: a los pobres sin trabajo ni futuro; a los viejos condenados a respirar esporas venenosas entre pares; a los niños señalados como máquinas bobas de replicar sin intención. No tengo humor porque en la epidemia de un virus moralista —que obliga a los amantes a estar separados, a las personas a no tocarse— han hecho metástasis unas ideas que nos hubieran arrancado aullidos hace un mes: confinamiento, aislamiento, distanciamiento social, denuncia, encierro, ciberpatrullaje, control, certificado de circulación, permiso para salir.

El feminismo era una de las discusiones más vivas y vibrantes del planeta. Contradictoria, problemática, pero necesaria y potente. Su discurso giraba en torno a unas ideas bien distintas: el derecho sobre el cuerpo (que ahora es, otra vez, un cuerpo peligroso); la demolición de ideas patriarcales (dominio, vigilancia y control, ahora bienvenidas); la libertad para decidir (aplastada por la lápida que reza “Te encierro por tu bien”).

Aquel lenguaje subversivo ha sido remplazado por el lenguaje de los machos: estamos en guerra, este es un enemigo invisible, esta es una batalla que vamos a ganar. Un núcleo de significación retrógrado amarrado a metáforas rebosantes de testosterona, acuñado por unos líderes (hombres y mujeres) a los que solíamos no creerles nada y a los que, de pronto, les hemos otorgado el don de la clarividencia rogándoles que nos digan qué hacer. ¿Ellos, los de entonces, son ahora preclaros?

Nos han enterrado en el plexo un discurso que habla de control de los cuerpos, que nos impone un encierro puritano, una moral hecha de jabón, higiene y asepsia. Nos enjaulan en el campo semántico de la obediencia al amo, sumisa y sin discusión. Llegó a sugerirse que el regreso a la “vida normal” sería posible a través de un pasaporte serológico que identificara a quienes ya se han infectado, una evaluación frígida, sanitarista, (más) vejatoria de las libertades individuales.

Pero, si se implementara, es probable que también aceptáramos eso. “Es cierto que China está poniendo en marcha uno de los sistemas de control digital más extensos y reticulares del mundo, pero “¿qué es más peligroso: un sistema de control cuyos usuarios temen y reconocen como autoritario, como el chino, o uno que se presenta bajo los auspicios de la libertad de comunicación, como en Occidente?”, se preguntaba el filósofo Paul B. Preciado en la revista argentina Ñ, ya en agosto de 2019.

Decía el Hombre Araña que un gran poder conlleva una gran responsabilidad. No sé si las mujeres teníamos un gran poder, pero habíamos logrado algo raro: comenzar a subvertir un orden de siglos. Ahora, el sistema de control entra a chorros por las ventanas cegadas de nuestras habitaciones del pánico. No sé qué hay que hacer. No sé si son tiempos de disidencia. Pero sería alarmante que no lo fueran en absoluto.

3 de mayo 2020

El País

https://elpais.com/elpais/2020/04/27/eps/1587978881_723460.html

 3 min


Kintsugi es la técnica japonesa de pegar cerámica rota. Llegó a ser tan artística la reparación que algunos artesanos rompían ex profeso un objeto de cerámica barata que adquiría mayor valor al pegar los fragmentos.

Los rojos han destruido todo lo que ha pasado por sus manos. A veces abandonan las obras sin terminar. Otras, una vez destruidas, intentan repararlas, sea para que alguien se gane unos reales con un contrato con sobreprecio o porque requieren repararlas para intentar seguir disfrutando del poder. Sin embargo, fracasan porque no tienen la experticia de los artesanos japoneses. Son excelentes demoledores, pero unos constructores chimbos.

Volvieron añicos al país y periódicamente inventan reestructuraciones para repararlo. Tal es el caso de Pdvsa y sus filiales. Los planes irrealizables de Rafael Ramírez y Chávez, como el gasoducto desde Venezuela hasta la Argentina, las refinerías de Cabruta y de Barinas, y muchas otras obras solo sirvieron para que algunos rojos se metieran en el bolsillo unos cobres mal habidos.

Según el Informe Anual de Pdvsa del 2014, último año de gestión del hoy prófugo Rafael Ramírez, para el año 2019 se deberían producir seis millones de barriles por día (b/d), pero hoy solo se producen 621.000 b/d , es decir un diez por ciento. De la oferta de tener una capacidad de refinación nacional de 1.300.000 b/d hoy no se elabora ni un litro de combustible. El plan de llevar gas metano por tubería a 728.900 familias quedó en la nada. En el 2015 ofrecieron desprenderse de las filiales no petroleras, pero no cumplieron y ahora lo vuelven a ofrecer.

Acusaron a Pdvsa de ser una caja negra, a pesar de que la empresa presentaba planes y resultados periódicamente al Ministerio de Energía y Minas y a la Contraloría General de la República, así como al Congreso Nacional, cuando este lo solicitaba. Además elaboraba puntualmente un Informe Anual disponible para cualquiera. A la fecha, el último Informe de Pdvsa es del 2016, por lo que se desconocen las cifras operacionales y financieras.

Ahora, descaradamente, presentan un nuevo plan de transformación de la empresa, agarrando lo que queda para hacer una colcha de retazos, sin saber coser, y mucho menos pegar fragmentos como los artesanos del kintsugi. Para intentar rescatar lo que hundieron están desestatizando lo que estatizaron, pero como dice el ingeniero petrolero Rafael Gallegos “no tienen cómo, con quién, ni con qué”. En palabras del destacado geólogo Gustavo Coronel ”es un tardío rugido de ratón”.

Otro ejemplo del desastre rojo es el sistema penitenciario, que siempre fue malo, pero que la ministra Iris Varela, la amiga de los pranes, ofreció modernizar, terminar con el hacinamiento, impedir el ingreso de armas y eliminar el maltrato a los presos. El resultado reciente es de 50 reclusos asesinados y 75 heridos, masacrados en el penal de Guanare por protestar por falta de alimentos.

La destrucción del sistema hospitalario, del servicio eléctrico y del suministro de agua no es necesario ponerlo en cifras, ya que lo sufren todos los venezolanos y residentes, unos más, otros menos. La educación es impartida por abnegados docentes que reciben sueldos de hambre, pero muchos se han visto obligados a emigrar. Como consecuencia, hay maestros que no están calificados para la docencia.

Ante esta situación necesitamos un liderazgo que, al igual que los artesanos del kintsugi, peguen los fragmentos en que está dividida la oposición para poder enfrentar con éxito al narcorégimen.

Aunque a algunos les da piquiña cuando se menciona la necesidad de que en esa colcha de retazos participen algunos rojos, pensamos que es necesario. Nadie está promoviendo que participen violadores de derechos, ni corruptos, mucho menos los incursos en narcotráfico. Tampoco que los rojos sean los que lleven la voz cantante, pero tampoco que sean mudos.

Como (había) en botica:

Aparentemente la Operación Gedeón fue una acción de un grupo de luchadores poco realistas. Militares activos no siguen a retirados.

El neurocirujano venezolano Pedro Marín se fue a España en búsqueda de oportunidades que niega el régimen de Maduro. Efectuó todo de tipo de trabajo antes de que el hospital de Úbeda lo contratara. Cuando se presentó el coronavirus no se fue a “los cerros de Úbeda”, como el cobarde Álvar Fáñez que en 1233 se escondió en esos cerros ante el temor al enfrentamiento con los moros, sino que se dedicó a salvar vidas a costa de la suya.

Maduro es tan perverso que inventó que el médico venezolano Henry Olivares falleció por falta de atención hospitalaria en Estados Unidos, lo cual fue desmentido por los familiares.

El ingeniero agrónomo JJ Cabrera Malo realizó una gran labor al poblar de pinos nuestras sabanas de Monagas, protegiendo el bosque con un eficiente control de incendios. Ahora todos los años se queman miles de hectáreas. La más reciente fue en Maderas del Orinoco, en donde un incendio destruyó el huerto de semillas. Según denuncias no había equipos, ni personal entrenado para controlar el fuego.

¡No más prisioneros políticos, ni exiliados!

eddiearamirez@hotmail.com

 3 min


Jesús Elorza G.

Durante la primera semana del mes de mayo en 1975, la Huelga de los Entrenadores, marcó un hito en la historia deportiva no solamente nacional sino internacional porque era la primera manifestación, de ese tipo, que se daba en el sector de los trabajadores del deporte a nivel mundial.

Además, debemos destacar que la referida acción, en procura de reivindicaciones laborales contó con el apoyo solidario de las distintas organizaciones gremiales y sindicales que hacían vida en la Venezuela de ese momento, así como también la de padres, representantes, atletas y docentes de todo el territorio nacional.

Es loable mencionar en este momento la presencia de Isaac Olivera como presidente de la Federación Venezolana de Maestros, los periodistas deportivos que unidos todos en su organización gremial Colegio Nacional de Periodistas, Círculo de Periodistas Deportivos y el Sindicato de Trabajadores de la Prensa brindaron un apoyo irrestricto a la huelga de los entrenadores. Así como las distintas organizaciones gremiales y sindicales de los distintos sectores laborales del país representados por la Confederación Venezolana de Trabajadores C.T.V.

El 8 de mayo quedó establecido oficialmente como el “Día del Entrenador Deportivo” en reconocimiento a la gesta que se había librado durante toda esa semana y en esa fecha alcanzó la solución a las demandas laborales requeridas por los entrenadores en ese momento.

Los logros gremiales alcanzados quedaron plasmados en el contrato colectivo denominado “Las Bases Normativas” Las cláusulas de importancia contenidas en ese documento laboral fueron múltiples y variadas. En primer lugar, el reconocimiento del derecho a de los entrenadores a tener una contratación colectiva con el patrón del Instituto Nacional de Deportes, la indexación salarial en base a los índices inflacionarios que mostrara el Banco Central de Venezuela, es decir, anualmente el salario de los trabajadores del Instituto se iba a mover de acuerdo a las escalas inflacionarias señaladas por el mencionado Banco, esta cláusula pasó a ser un punto de referencia obligatorio en los contratos colectivos de Venezuela.

También se contempla la clasificación del personal, en unas escalas previamente señaladas, en un Manual de Clasificación de Cargos de los Entrenadores Deportivos que se desempeñan en la Administración Pública Nacional. Este manual es un elemento de vital importancia porque le dio jerarquía a este sector laboral con una fisonomía propia dentro de la administración pública venezolana.

La seguridad social de los trabajadores se vio fortalecida con el establecimiento de los seguros HCM, el establecimiento de las cajas de ahorro con el aporte del 10% y el aporte patronal del 10%, la denominación del salario integral de los trabajadores, el establecimiento de comisiones bipartitas y tripartitas para conocer el caso de los despidos que se presentara en el Instituto Nacional de Deportes

Pero no todo fue una ganancia para el gremio, el gobierno nacional en una clara conducta retaliativa ordenó el cierre de la Escuela Nacional de Entrenadores Deportivos alegando que en ese centro de formación de docentes deportivos se estaban formando los guerrilleros del deporte venezolano, provocando con esa descabellada acción, el desequilibrio entre la oferta y la demanda de los entrenadores requeridos por el país. Todos los programas sustitutivos, tales como Monitores Deportivos y el Bachillerato Deportivo no pasaron de ser falsas ilusiones y de una efímera duración.

A 45 años de esa gesta gremial, los problemas laborales que dieron origen a la huelga, lejos de resolverse, se han agravado: Los entrenadores venezolanos han sido sustituidos por 10.000 “entrenadores” cubanos, el pago de salarios es discriminatorio los cubanos cobran en dólares y los venezolanos en bolívares devaluados, la seguridad social de los trabajadores ha empeorado, los contratos colectivos están congelados desde el año 2000, no se les reconoce la homologación de las pensiones y jubilaciones a los trabajadores, se mantiene cerrada la Escuela de Entrenadores, los seguros HCM que por sus pirricas coberturas, prácticamente mantienen "condenados a muerte" a los trabajadores, los manuales clasificadores de cargos no son aplicados y los pasivos laborales duermen el sueño del burócrata, en la larga espera de su cancelación.

Quienes han pasado por los cargos administrativos: Ministerio del Deporte y Presidencia del Instituto Nacional de Deporte han implantado y desarrollado una política que bien podemos caracterizarla como “El saqueo de los recursos presupuestarios”. Diferentes encargados de los puestos burocráticos, han permitido en sus gestiones que los dineros del deporte hayan sido malversados o apropiados indebidamente a favor de una minoría corrupta.

El Deporte merece dejar de ser un antro de corrupción. No solo lo merece, lo demanda. Por eso, se impone que atletas, entrenadores, dirigentes, obreros, empleados del sector, padres y representantes tomen el protagonismo de su destino. Nos toca escribir nuestra propia historia.

Pácifica y democráticamente, nos incorporamos al llamado ciudadano para buscar una salida a la crisis económica, política y social en la cual estamos inmersos por la manifiesta incapacidad gubernamental. Solo con la salida de un régimen autocrático, corrupto, totalitario y usurpador se podrá lograr un cambio para el país.

Hoy, más que nunca tiene plena vigencia el pensamiento de Carlos Sánchez, como una expresión de compromiso social en las luchas gremiales:

El Entrenador Deportivo debe ocupar permanentemente su puesto de lucha por Un Deporte Mejor y no doblegarse ante ningún burócrata civil o militar que pretenda usarlo con fines politiqueros o de enriquecimiento ilícito. Solo la Unidad Gremial nos hará fuerte en la búsqueda y defensa de nuestros Derechos Sociales

La historia, nos permite recordar que el pasado no está nunca terminado sino que permanece abierto y que en él reposan aún las semillas de otro presente y otro porvenir….la lucha continúa.

 4 min


Antonio Di Giampaolo

“VOLVEREMOS A JUNTARNOS”

“Volveremos a juntarnos” dice el estribillo de una emotiva canción de la joven actriz y cantante española Lucía Gil, que por estos días de cuarentena ha tenido un formidable éxito en el mundo de habla hispana. La autora le puso por título “Volveremos a brindar”, aunque otros la identifican también como “días tristes”, se ha vuelto un himno, con millones de reproducciones en las redes sociales. La melodiosa pieza conjuga la melancolía de estos días con la esperanza puesta en el futuro y es toda una oda a la gente en estos tiempos.

A lo largo de esto días de cuarentena, unas más breves y otras más prolongadas, algunas más severas y varias más relejadas, numerosas expresiones artísticas se han puesto de manifiesto a propósito de la pandemia. Hay algunas actividades que han tenido una inmensa repercusión a nivel mundial. Un suceso resultó la presentación del tenor Andrea Bocelli desde el Duomo de Milán el Domingo de Resurrección pasado. Un gran éxito alcanzó el concierto “Global Citizen” con artistas de todo el mundo, coordinados por Lady Gaga, que contribuyeron en plataformas colaborativas para un evento mediático que recaudó más de cien millones de dólares destinados a un fondo de la OMS para la lucha contra la pandemia.

El cantante Miguel Bosé vive el duelo de la pérdida de su madre a causa de la pandemia. El actor Tom Hanks y su esposa Rita Wilson anunciaron estar contagiados de COVID-19, otro tanto hizo Idris Elba junto a su mujer. El tenor español Placido Domingo también resultó positivo y anunció que afortunadamente está fuera de peligro. Lamentablemente en el mundo del showbisness no todos corrieron la misma suerte. El cineasta chino Chang Kai, sus padres y su esposa fallecieron en Wuhan. Otros artistas como Andrew Jakk de la saga de Star Wars, la actriz Lee Fierro, el actor Mark Blum, el dramaturgo Terrence McNally, la ilustradora de Walt Disney Ann Sullivan, la leyenda del yazz Elis Marsalis, el jazzista estadounidense Mike Longo, el trompetista norteamericano Walace Roney, el saxofonista camerunés Manu Dibango, el baladista de country Joe Diffie, el guitarrista Jhon Bucky Pizzarelli, el cantautor de rock Allan Merril, el violinista francés Jean Leber, el compositor mexicano Óscar Chávez, el comediante argentino Marcos Mundstock, el humorista japonés ken Shimura, el rapero neoyorquino Fred The Godson y el joven Dj Oliver Stokes, entre otros sucumbieron al contagio del nuevo coronavirus.

La industria cultural y del entretenimiento padece los embates de la emergencia sanitaria con un panorama nada alentador en el corto plazo. Teatros, cines, salas de concierto y salones de eventos han cerrado sus puertas hasta nuevo aviso. Ese vacío temporal ha tratado de ser llenado de múltiples maneras Hay desde espontaneas apariciones de músicos y cantantes en el balcón de un apartamento, o la ventana de una casa, hasta presentaciones de destacados artistas a través de internet que han servido para levantar el ánimo colectivo durante la pandemia, mitigar los miedos y las fobias y apoyar a la gente con lo mejor que saben y pueden hacer. Para decirlo en el argot propio del espectáculo “el show debe continuar”.

¡Amanecerá y veremos!

#CrónicasDeCuarentena (48)

@ADIGIAMPAOLO

EL VIRUS DE LA CENSURA (47)

El virus de la censura recorre el planeta, y menor o mayor grado afecta en varias latitudes, tal y como la COVID-19 impacta con gran intensidad o de manera moderada distintos rincones de la tierra. El derecho a la información es un principio de carácter universal que sin embargo no es valorado y respetado en todas las sociedades de la misma forma. En el marco del día mundial de la libertad de Prensa el Secretario General de la ONU, Antonio Guterres, alertó que "La prensa nos brinda el antídoto: noticias y análisis verificados, científicos y basados en la realidad. Pero desde que comenzó la pandemia, muchos periodistas están siendo objeto de mayores restricciones y castigos tan solo por hacer su trabajo”

Es sabido que el ejercicio del periodismo supone riesgos en todos lados. En una veintena de países más de medio centenar de periodistas han fallecido a consecuencia de la COVID-19. La mayor incidencia se ha registrado en la provincia ecuatoriana de Guayas en donde la crisis de la emergencia sanitaria ha cobrado la vida de al menos cinco reporteros, que desempeñaban sus labores sin las indispensables medidas de protección. El saldo es lamentable pero también es preocupante el recrudecimiento de las presiones y los controles que se ejercen contras medios, comunicadores sociales e incluso infociudadanos en diversas partes del mundo.

Una de las primeras víctimas es el comentarista de redes sociales Chen Qiushi, que alcanzó notoriedad por documentar las protestas de Hong Kong del pasado año, y quien antes de su misteriosa desaparición en Wuhan alertó a través de un video: "Tengo miedo. Delante de mí está la enfermedad. Detrás de mí está el poder legal y administrativo de China”. La organización Reporteros sin Frontera denunció que una docena de periodistas fueron detenidos en Turquía bajo el alegato de “difundir pánico y miedo. Otro tanto ha ocurrido en India, como lo señala Amnistía Internacional, donde varios comunicadores han sido criminalizados por sus publicaciones relativas a informaciones sobre la pandemia.

Las amenazas surgen de todos los flancos . Bolsonaro acusó a los medios de sembrar la histeria colectiva sobre la pandemia. Trump suspendió una rueda de prensa ante una pregunta incómoda. En Venezuela el Colegio Nacional de Periodistas y el Instituto Prensa y Sociedad han reclamado la persecución y la detención arbitraria de la que han sido víctimas más de una docena de comunicadores. Hay denuncias sobre allanamientos practicados, sin orden judicial, simulando visitas domiciliarias de equipos sanitarios. El hostigamiento contra el ejercicio del periodismo no ha cesado durante la pandemia. Entre tanto el reporte diario de la comisión presidencial sobre la COVID-19, desde el Palacio de Miraflores, se imparte sin sesiones de preguntas y respuestas. Amanecerá y veremos!

@ADIGIAMPAOLO

#CrónicasDeCuarentena (47)

LOS ALUMBRAMIENTOS EN LA PANDEMIA (46)

El mundo sigue girando inexorablemente a pesar que el tiempo luzca detenido a consecuencia de la cuarentena, y de los confinamientos y el aislamiento al cual deben someterse los contagiados por la COVID-19. Al ritmo del movimiento de las manecillas del reloj o del cambio progresivo de los números en los cronómetros digitales cada día nacen cerca de cuatrocientas mil criaturas contribuyendo así a aproximar a la humanidad a las ocho mil millones de almas en todo el globo terráqueo.

En la India a principios del mes pasado una pareja, con el ánimo de derrotar la pandemia, puso por nombre a sus gemelos recién nacidos Covid, y Corona. Con independencia de que se trate de un parto natural o una cesárea el protocolo se ha adaptado a la emergencia sanitaria En los casos en los cuales las parturientas estén contagiadas de Covid-19 se toman las previsiones de aislamiento y se separa luego del alumbramiento a la criatura. La OMS ha indicado que no hay evidencia de transmisión del nuevo coronavirus a través de la leche materna.

En todo caso es necesario extremar las medidas de higiene, cuidado y protección en torno a los recién nacidos en virtud que lamentablemente se han registrado casos positivos también en infantes. En una maternidad de Timisoara en Rumania una docena de bebés dieron positivo a los test de COVID-19, lamentablemente por el contacto con el personal de salud del centro hospitalario. En las redes sociales se ha hecho viral la imagen de unos lactantes tailandeses con protectores faciales en un Hospital de Bangkok o la de madre española amamantando a su hijo con la mascarilla puesta. Hay también hijos de la diáspora, y es que, en el marco de la cuarentena, media docena de criaturas han nacido en Venezuela cuyas madres ingresaron al país por los pasos fronterizos y las trochas en su periplo desde Colombia y Brasil.

Vencer la pandemia es el anhelo de la humanidad entera. Intentar que la vida siga adelante en medio de la cuarentena es una tarea que se libra todos los días. Cada bebé que viene al mundo es una fuente de esperanza en esa lucha. Todos los esfuerzos se centran en alcanzar el balance positivo en la gesta por la sobrevivencia. Oremos porque se establezca un tratamiento efectivo mientras se elabore finalmente una vacuna. Rara vez se enfrenta una batalla desconociendo al adversario, como ocurre en la actualidad. Independientemente de las características y la naturaleza del nuevo coronavirus, en el mundo, está en desarrollo una guerra sin cuartel contra la pandemia.

¡Amanecerá y veremos!

@ADIGIAMPAOLO

#CrónicasDeCuarentena (46)

 6 min


Carlos Raúl Hernández

Especulamos sobre la post pandemia y nos equivocaremos en buena medida. Por eso conviene escabullirse de conspiranoias, historicismos, catastrofismos y otros ismos. De los que dijeron que “no había que hacerle caso”, y de los paladines contra una sociedad ególatra y hedonista que abandonó a los pobres (¿?), de los que anunciaron terremotos en la civilización y que nunca volveremos a ser los mismos.

Harán mal papel y por eso entre los profetas del futuro y los del pasado, me quedo con estos. Los segundos intentan muy modestamente, aprender cómo se comportaron sociedades en suertes parecidas y nunca adivinar lo que vendrá a partir del pretérito ¿Qué cambios se produjeron? Vale preguntarse sí fueron tan drásticos como los que nos anuncian; y qué se puede aprender de ellos. La Muerte Negra del detestable siglo XIV, comienza, se expande y desaparece sin que nadie supiera qué era ni por qué estaba ahí, lo que se descubrió quinientos años después.
No sé de ningún pensador que atribuya la causa del Renacimiento en el siglo XV, a que la mitad de la población de Europa, y casi todas las majadas y cosechas desaparecieran con las desgracias del pestoso siglo anterior. Más bien lo explican por la acumulación de riquezas, gracias a la expansión de comercio con Oriente que permitió surgir en Italia clases ociosas y ricas amantes del arte.
A la Gripe Española, se le llamó así porque el único país que publicó información sobre la pandemia fue España, ya que las demás naciones de Europa, menos ella, combatían en la Primera Guerra Mundial. Pero la gripe no dejó huella en los procesos políticos posteriores, entre otros la descomposición de los grandes imperios que sucedió a la guerra. Hablamos de dos de las más destructivas pandemias que recuerde la Humanidad.
El mal necesario
No hay que ser “visionario” para intuir que según indica modestamente la experiencia, después del Covid-19, la sociedad deberá aprender como siempre de los infortunios. Pero creer que el porvenir está predeterminado por lo que pasó ayer y que los hechos tejen una cadena de eslabones inseparables, desconoce que los procesos históricos son reinicios, rectificaciones, rupturas, más que continuidades. Los errores nos persiguen, pero no son fatales. Podemos librarnos de ellos.
Supongamos que al frente de un proceso político X, hay una claque de mangantes, buenos para nada con incontables fracasos por su incapacidad de reconocer la O por lo redondo. Pero después de, por ejemplo, 25 años, el enemigo que combaten los mangantes se trastabilla y pierde el poder. La épica pueril dirá que el desenlace es producto de “una trayectoria histórica de luchas”, es decir, sacralizará sus burradas. Con la deriva de la oposición chilena, Pinochet hubiera muerto en el poder como Castro.
La derrota de la dictadura en el plebiscito de 1989 no fue obra de la “trayectoria histórica de luchas” ni ninguna otra zarandaja, sino de que los opositores cambiaron radicalmente de mentalidad, rompieron con todo lo que habían hecho y viraron en 180º. De persistir en el camino, hubieran seguido su fracaso. La manía de que los fenómenos son producto inevitable de las condiciones y de fuerzas históricas indetenibles se llama historicismo
(he oído incluso alfabetas decir que Hitler, Stalin o Mao fueron “históricamente necesarios”).
En la Edad Media éramos simples ejecutantes de una partitura escrita por Dios. Lo que pasaba era necesario porque Él lo quería. San Agustín murió aterrado de que su alma estuviera condenada desde la eternidad y que todo lo que hizo para salvarse fuera inútil. En la visión moderna, la ciencia y la pseudociencia quieren ocupar el lugar de Dios y prescriben que la realidad es cognoscible y predecible. Hegel y Marx, creadores de cienciologías,
nos enseñaron a pensar en predestinaciones sociales, vicio que estorba entender lo político.
Destino final
Al estilo medieval, el sino de la Humanidad era ineluctable y habría un Fin de la Historia. Para Hegel el triunfo de la Justicia y la razón, el Espíritu Absoluto. Según Marx el socialismo-comunismo, luego de pasar los estadios avanzados de la sociedad capitalista, tal como ésta se desarrolló de manera natural en el régimen feudal, en una secuencia nieta-madre-abuela.
La violencia política era la simple partera de una criatura que ya estaba en el vientre de la historia. Cuando los comunistas hacían política, actuaban a nombre de la necesidad del parto, eran actores inconscientes de fuerzas ciegas, de condiciones materiales todopoderosas que conducirían a un destino inevitable. Los países industriales pasarían ineluctablemente al socialismo-comunismo en los hombros de la mayoría, el proletariado. Pero en Europa, después de conflictos y escarceos, la revolución fracasa y la destierra al Asia el mismo proletariado que debía amarla.
Lenin hace la primera revolución comunista, y Mao más tarde hace la segunda contra las previsiones de Marx, en países donde no había condiciones tal como él las concebía. Y demuestran que éstas no preexisten y son creación de la voluntad de poder, capaz de cambiar el destino y reírse de los profetas del futuro. 70 años después, contra las profecías, la humanidad presencia el hundimiento del mundo feliz, cuando horror derriba el muro de Berlín. Todavía hay sonámbulos que sueñan revoluciones.

@CarlosRaulHer

 4 min


Mario Vargas Llosa

Probablemente la palabra más utilizada por la prensa y la gente en general en el mundo de la lengua española, en estas últimas seis semanas, después de “coronavirus” por supuesto, haya sido “confinamiento” y todos los vocablos asociados a ella, como “confinado”, “confinada” y “desconfinamiento”, más varios etcéteras.

Pero sólo el periodista Ramón Pérez-Maura en un artículo publicado en Abc el 9 de este mes con el título En España no hay nadie confinado parece haber advertido una grave equivocación en este uso indebido de aquella palabra, aplicada a la reclusión que vive la población de España todavía, por culpa de la pandemia que asola al país, así como sigue devastando a buena parte del mundo. En su texto advirtió, consultando el Diccionario de la Lengua, que el verbo “confinar” y su acción y efecto, el “confinamiento”, es una “pena por la que se obliga al condenado a vivir temporalmente, en libertad, en un lugar distinto de su domicilio”.

Así es, en efecto, según el Diccionario de la Lengua. Pero, en todo caso, hay en la definición de este vocablo una alusión a la “libertad” que, en cierta forma, la desnaturaliza. La verdad es que en España, pero, sobre todo, en América Latina, han sido las dictaduras y no las democracias las que han utilizado el confinamiento para acallar las voces de sus críticos, silenciarlos por largos años y, en ciertos casos, hasta liquidarlos. Es la razón por la que ronda a las palabras “confinado” y “confinamiento” una sombra un tanto siniestra y deletérea, que, naturalmente, en el caso de la reclusión obligada que vivimos en España en las actuales circunstancias, no tiene razón de ser.

No hay duda alguna de que la frase: “Don Miguel de Unamuno estuvo confinado por la Dictadura de Primo de Rivera en la isla de Fuerteventura en el Atlántico, desde febrero de 1924 hasta el 9 de julio de ese mismo año, cuando fue indultado” es rigurosamente exacta, pues corresponde a la verdad histórica. Era un adversario del régimen y éste, manu militari, lo confinó en aquel alejado lugar para tenerlo enmudecido.

Fue el caso de muchas dictaduras latinoamericanas, que mediante la reclusión forzada en algún lugar remoto —un desierto, la selva, una isla, una aldea de los Andes— apartaban y silenciaban a adversarios incómodos y, en ciertos casos, aprovechaban también aquella lejanía para librarse de ellos. El lugar preferido de los dictadores peruanos para confinar a sus críticos era la isla del Frontón, frente a Lima, de siniestra trayectoria pues allí perecieron a lo largo de la historia peruana muchos opositores y críticos, donde eran torturados e incluso asesinados por nuestros dictadores.

Ahora bien, es obvio que la definición que hace el diccionario de este vocablo y que corresponde muy justamente a la vieja acepción de “confinamiento” no conviene para nada a la situación que ha vivido España desde que el Gobierno de Pedro Sánchez, al igual que muchos otros Gobiernos democráticos en el mundo entero, procedió a establecer para el conjunto de la población un confinamiento obligatorio. Lo hizo explicando la razón de ser de la medida y sometiéndola a las Cortes, es decir, al Parlamento, donde fue aprobada por amplia mayoría, primero por el plazo de dos semanas, y luego renovada varias veces, añadamos que con los votos a veces renuentes pero explícitos de los partidos de la oposición.

Es decir, en este caso se guardaron todas las formas legales, se procedió democráticamente, y no hay razón alguna para que esta reclusión se estime idéntica a la que define el Diccionario. Por el contrario, en cierta forma es más bien su antípoda.

¿Cuál es la solución a esta contradicción? No tiene sentido iniciar una campaña para desterrar el último significado que ha adquirido esta palabra gracias al coronavirus, por la sencilla razón de que estaría condenada a fracasar estrepitosamente. Cuando una palabra es adoptada por una vasta multitud de hablantes para expresar una realidad novedosa, por más eficiente y elocuente que sea aquella campaña, fracasará sin remedio.

El contenido de los vocablos no es decidido por los filólogos y las academias sino por el pueblo que se vale de ellos para entenderse y expresarse, por la gente, esa gigantesca sociedad que es la que mantiene vivos y operativos a los idiomas o los deja morir. Ante esa realidad, el Instituto de Lexicografía de la Real Academia Española ha propuesto añadir otra definición además de la original, que figura en el Diccionario desde el año 1843, aunque ya el Diccionario de Autoridades había incluido desde 1734 el verbo “confinar” en el sentido de “desterrar a alguien, señalándole una residencia obligatoria”, es decir, en una acepción muy próxima a la que adoptaría posteriormente el Diccionario.

El Instituto de Lexicografía de la Real Academia de la Lengua propone estas dos posibles definiciones del vocablo “confinar”: “Aislamiento temporal impuesto a una población por razones de salud o seguridad”. O esta otra: “Aislamiento forzoso a que se somete a una población para evitar la propagación de una enfermedad epidémica”.

Ambas son bastante justas, pero yo prefiero la primera a la segunda, porque establece el carácter temporal de la medida, que, creo, es indispensable para que aquella situación se entienda como algo pasajero o transeúnte, debido a excepcionales circunstancias como puede ser una pandemia, una acción terrorista de gran envergadura, una cadena de incendios o una guerra.

También sería conveniente, creo, que esta definición señalara de algún modo el carácter legal y legítimo en que ella se sustenta, de modo que quede excluida la arbitrariedad con que solía aplicarse en el pasado. Es importante establecer una clara diferencia entre el “confinamiento” como pena o castigo infligido por una dictadura a un opositor y una medida democrática, aprobada de acuerdo a ley, que se propone proteger a una población civil amenazada por una súbita catástrofe que podría acarrearle muchas más desgracias sin esa merma momentánea de su libertad de desplazamiento.

Una reflexión final sobre este asunto, que trae provechosas enseñanzas sobre un tema que nunca ha quedado del todo claro para muchas personas. No son las academias ni los filólogos los que crean las palabras que utiliza la gente para comunicarse y entenderse; son los hablantes, cultos e incultos, provincianos o capitalinos, rurales o citadinos, los que tienen esa facultad extraordinaria de ir renovando el lenguaje que les sirve para entenderse, y también, por supuesto, quienes escriben en él, periodistas, escritores, políticos, comerciantes, obreros, banqueros y la infinita maraña de quienes lo utilizan y a su vez lo sirven, manteniéndolo vivo, en constante renovación.

Las academias y los filólogos y los diccionarios sólo sirven para poner un cierto orden en lo que, sin ellos, podría disolverse en la confusión selvática, en el caos. Pero es importante tener siempre en la mente que la fuerza y la creatividad de un idioma están en esa base popular y múltiple que se vale de él para entenderse y que es quien da sentido y razón de ser a las palabras, destinando a las que ya no le sirven al olvido, y dando a otras, que crea o adopta o configura de distinta manera como en este caso, en función estricta de la realidad vivida, que es, en última instancia, la que confiere solvencia y vitalidad y trastorna a las palabras o las sepulta en el olvido y las entierra.

2 de mayo 2020

El País

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