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Opinión

Leopoldo López Mendoza

Tres personas con tapabocas caminan frente a un mural de Hugo Chávez, el 3 de marzo en Caracas, Venezuela.Rayner Peña R. / EFE

El esfuerzo por afrontar la crisis de la Covid-19 en Venezuela es inseparable de la lucha en contra de la dictadura. No son, como intenta promover el régimen, ámbitos que puedan resolverse separadamente. Ni se podría, tampoco, entregar recursos financieros o de otra índole, a un dictador que roba todo cuanto encuentra a su paso: un poder que ha demostrado su naturaleza delincuente.

No es posible enfrentar la pandemia sin enfrentar al dictador. Y ello, en lo esencial, porque la responsabilidad absoluta de la debacle venezolana es de Nicolás Maduro. A esta hora, cuando los contagios avanzan en todo el país, la dictadura y la pandemia constituyen para los demócratas un único y simultáneo objetivo.

Tanto los sistemas de salud como los servicios públicos y la industria petrolera han sido destruidos y saqueados por el régimen. El país, que por su población debería contar con, al menos, 100.000 camas hospitalarias, no alcanza las 15.000. Es decir, la capacidad está hoy muy por debajo del 20% mínimo necesario. Más alarmante aun, es el dato de la disponibilidad de UCI con respiradores mecánicos: solo 84 en el sector público y 120 en el privado. Apenas 200 unidades para responder a una enfermedad que ataca el funcionamiento de los pulmones y que si llegara a afectar a la mitad de la población como se estima en la mayoría de los países, se requerirán al menos 150.000 atenciones en cuidados intensivos.

La narcodictadura ha convertido la pandemia en su escudo humano

Las denuncias y testimonios de médicos, paramédicos, sindicatos y usuarios de los hospitales son unánimes: el sistema hospitalario venezolano está en ruinas. Muchos no tienen agua —léase bien: hospitales sin agua—, el más elemental e imprescindible recurso para la acción sanitaria y el insumo básico para la recomendación elemental: lavarse las manos. En la mayoría son recurrentes los fallos del servicio eléctrico —léase bien: hospitales sin energía eléctrica—. Todos, absolutamente todos, carecen de los insumos mínimos básicos para atender a los pacientes y para proteger a los profesionales de salud. No hay batas, gorros, guantes, mascarillas, provisiones de alcohol, jabón y demás artículos para evitar la multiplicación acelerada de los contagios. No hay medicamentos —léase bien: hospitales sin medicamentos—. No hay desinfectantes. El único recurso con el que cuentan, es la voluntad de los trabajadores de la salud, que ahora mismo se preguntan cómo harán para salvar las vidas de los enfermos, cuando la mayoría tiene dificultad para llegar a su centro de salud por la falta de combustible que ha paralizado al país durante los últimos días. Han sido las políticas encabezadas por Maduro las que han creado esta hecatombe.

La preocupación que me impulsa a escribir este artículo no se origina solo en la catástrofe del sistema público de salud. En el centro de nuestra angustia está el crecimiento de la precariedad, el cada vez más acusado deterioro de las condiciones de vida de la inmensa mayoría de los venezolanos. Tenemos los demócratas de Venezuela y del mundo que pulsar el botón de alarma cuando leemos que menos del 7% de la población dispone de agua potable constante y que casi el 18% no la recibe nunca. Hay que pulsar el botón de alarma cuando leemos que menos del 10% recibe un servicio eléctrico constante. Hay que levantar la voz en todos los escenarios, para decir que solo el 6% de la población tiene acceso garantizado a los alimentos necesarios para vivir. Hay que hacer lo indecible para llamar la atención del mundo, para advertir de que, ahora mismo, menos del 1% tiene acceso al combustible. Lo repito: la responsabilidad exclusiva de la casi inexistencia de servicios públicos y de combustibles es del dictador.

Debemos actuar sin demoras para evitar que la enfermedad arrase el país

Debo agregar que, en nuestro país, el 87% de las familias no tienen el dinero que les permita quedarse en su casa sin salir a la calle en búsqueda de sustento. Ni un día. No tienen alimentos en sus alacenas, ni desinfectantes, ni jabón, ni agua —insisto en ello—. Al menos dos tercios, tienen una edad biológica que no se corresponde con el tiempo real de vida: sus cuerpos han envejecido, producto del hambre, las enfermedades y las condiciones en las que viven. Un cuerpo desnutrido es campo fértil para el virus.

La primera ola de la Covid-19, que tuvo su epicentro en la región asiática, enseñó el papel precioso que la información cumple como una barrera a la enfermedad. La segunda ola, en pleno desarrollo en Europa, ha puesto a prueba las capacidades de respuesta de Gobiernos y sistemas sanitarios. En ello consisten sus principales lecciones. La tercera ola, de la que Venezuela es parte, tiene sus principales focos en América Latina y África, donde la diseminación del virus podría sobrepasar las peores previsiones. Una tercera ola que apenas comienza y que la OMS ha recomendado a los países en desarrollo a “prepararse para lo peor”.

¿Qué acciones ha tomado la dictadura de Nicolás Maduro para responder a la acción de la Covid-19? En primer lugar, hacer chistes y minimizar el peligro y crear una falsa expectativa de control. A continuación, mentir: afirmar, con arrogancia, que el Gobierno dispone de todos los recursos necesarios. Luego, aprovechar la coyuntura, para pedirle a su denostado Fondo Monetario Internacional, 5.000 millones de dólares. De seguidas, militarizar el país y convertir la venta de combustible en una —otra— gigantesca red de corrupción y controles políticos, y lo más grave, ha arreciado la represión metiendo presos a médicos y periodistas que se han atrevido a alzar la voz, así como a muchos miembros del equipo cercano del presidente Guaidó, cuya persecución ha cobrado mayor intensidad durante la pandemia. Nadie puede llamarse a engaño: la narcodictadura ha convertido el coronavirus en su escudo humano, en su herramienta, en la excusa que necesitaba para prolongar la usurpación, aumentando el control social y la represión.

Un Gobierno de emergencia podrá habilitar los recursos necesarios

Maduro se ha fundido con el virus. Son una misma entidad, a la que no es posible conceder una tregua. Hay que combatirla en todos los terrenos, sin descanso. Tenemos la responsabilidad de actuar sin demoras para evitar que la pandemia arrase a Venezuela. El Gobierno Interino, bajo el liderazgo del presidente Juan Guaidó ha planteado una ruta para la solución:

1. Conformar un Gobierno de Emergencia Nacional con representación de todos los sectores del país. Para que sea ajustado a nuestra Constitución y pueda reinsertarse plenamente en la comunidad internacional, no puede ser conducido por imputados con cargos de narcotráfico o terrorismo, ni por violadores de derechos humanos.

2. Delegar en el Consejo de Estado las competencias ejecutivas para atender la emergencia, hasta la celebración de elecciones presidenciales libres.

3. Una vez constituido el Gobierno de Emergencia, se levantarán progresivamente las sanciones.

4. Fortalecer la presencia y capacidad de acción de agencias internacionales humanitarias y de derechos humanos en territorio venezolano.

5. Aprobar una Ley de Garantías que genere los mecanismos para garantizar la estabilidad nacional y la atención y reparación de las víctimas.

6. Ejecutar un plan de emergencia nacional con apoyo humanitario y financiero internacional que permita dotar a los hospitales de insumos médicos, ayuda humanitaria alimentaria, subsidios directos para la población más vulnerable, importación de gasolina y gas para abastecer al país, facilitar el acceso al agua, entre otras prioridades.

7. Realizar elecciones libres en un plazo no mayor de 6 a 12 meses, imprescindibles para resolver la crisis política y retomar el hilo constitucional y democrático de Venezuela.

Esta propuesta es incluyente, goza con amplio apoyo de la comunidad internacional y está dirigida a todos los sectores, tanto a los sectores democráticos y a quienes hacen vida dentro del Estado venezolano, en particular en el ámbito militar, e incluso a aquellos quienes siendo del círculo cercano del dictador y dándose cuenta de que este está perdido, decidan evitarle más traumas a nuestro pueblo a cambio de algunos beneficios que la justicia internacional ha manifestado estar de acuerdo en dar.

La propuesta ha recibido el pronto apoyo de Estados Unidos y de países de Europa y América Latina, que ya suman un total de 47 países. Ese Gobierno de emergencia podrá habilitar, muy rápidamente, los recursos financieros necesarios y la ayuda de las agencias internacionales para la enorme tarea que sería necesario abordar.

Pero, debo insistir en esto, es una sola lucha: contra esa entidad única y asesina que conforman la dictadura y la pandemia.

Leopoldo López, político venezolano, encarcelado en 2014, desde abril de 2019 está resguardado en la Embajada de España en Caracas. Es coordinador del Centro de Gobierno de Juan Guaidó.

El dirigente opositor venezolano, refugiado desde abril de 2019 en la Embajada de España en Caracas, plantea en esta tribuna, la primera que escribe desde entonces, una propuesta a todos los sectores políticos para salir de la grave crisis por la que atraviesa el país

https://elpais.com/internacional/2020-04-06/venezuela-enfrenta-dos-virus...

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...A duras penas puede aguantar tu quilla sin los cables, al cada vez más agitado mar. No tienes vela sana, ni dioses a quienes invocar en tu auxilio…. Este poema del gran Horacio viene a la memoria ante el naufragio de la fragata Naiguatá y la zozobra de la nave del Estado venezolano.

Cualquier barco puede hundirse, por más que sus armadores consideren que son insumergibles. Sea por un error humano, como el del Titanic, o por el belicismo de algunos países como fue el caso del torpedo disparado en contra del Lusitania durante la primera guerra mundial. Recientemente, dos navíos naufragaron, una por confusión de los responsables de la seguridad de navegación, otro por estupidez del capitán de la nave. El primer caso fue en el 2018, cuando la fragata noruega Helge Ingstad se hundió al chocar contra el petrolero TS Sola en uno de los bellos fiordos del país escandinavo. El segundo fue el choque y consiguiente hundimiento de nuestra nave Naiguatá al embestir al crucero Resolute.

Seguramente el capitán del Naiguatá pensó que el Resolute no aguantaría una cornada del barco de guerra. Quiso emular las agresiones de la Guardia Nacional, Policía Nacional y paramilitares rojos en contra de los indefensos ciudadanos que protestan en Venezuela. Esto es pan comido, debe haber analizado el estúpido capitán y, sin pensarlo dos veces, decidió arrinconar contra la costa al crucero tal y como hacen los jinetes en el rodeo que practican los chilenos. Lamentablemente le salió el tiro por la culata, al ignorar que el crucero tenía el refuerzo propio de un rompehielos. Quedó como un inepto e hizo el ridículo. Maduro y Padrino evidenciaron una vez más que son patrañeros y de los malos.

Quienes de facto están al frente de la nave del Estado cometen idioteces parecidas, con el agravante de que en este caso quienes estamos en la nave que se está hundiendo somos todos los venezolanos. A Maduro y a su pandilla de narcotraficantes no les importa. Están decididos a proceder como el capitán del Graf Spee, acorazado de bolsillo nazi, que al verse acorralado decidió que era preferible hundirlo, decisión acertada en ese caso, pero criminal cuando se trata del presente y futuro de los venezolanos.

Con motivo de la pandemia, algunos bien intencionados, y otros no tanto, abogan por una tregua entre los demócratas y los totalitarios. Sin embargo no toman en cuenta que alimentos y medicinas tienen entrada libre por no estar sujetos a sanciones; no hay gasolina para que se desplacen médicos y productos agropecuarios porque los rojos destruyeron las refinerías; no hay agua para lavarse las manos porque no fueron capaces de mantener los embalses ni el sistema de distribución y tampoco construir nuevos ante el aumento de la población y que el sistema de generación, transmisión y distribución de electricidad está en el suelo, impidiendo la conservación de alimentos y el funcionamiento de los hospitales.

El presidente(e) Guaidó ofreció una solución respaldada por 44 países que no es una tregua para que el régimen gane tiempo y siga sin resolver los problemas, sino un Gobierno de Emergencia Nacional que impida que se termine de hundir la nave del Estado. Ese salvavidas favorecerá a algunos indeseables, pero impedirá que nos ahoguemos todos. Los navíos Naiguatá y la Helge Ingstad no pueden reflotarse, pero con un poco de voluntad podemos achicar el agua que está hundiendo la nave en la que estamos todos. A Maduro se le ofreció un puerto, pero parece que prefiere hacerle compañía al Naiguatá.

Como (había) en botica:

Tal día como hoy, hace 18 años, el presidente Chávez despidió por televisión a siete trabajadores de Pdvsa y filiales, y la directiva jubiló obligatoriamente a 14, como consecuencia del paro petrolero iniciado el 4 de abril en rechazo a la politización de la empresa. Este paro fue posible por la firme decisión de los delegados de todo el país elegidos durante el conflicto que se inició el 25 de febrero.

La marcha multitudinaria del 11 de abril en apoyo a los petroleros fue convocada por Carlos Ortega y Pedro Carmona, presidentes de la CTV y Fedecámaras, respectivamente. La masacre promovida por Chávez ocasionó su destitución y posterior renuncia. Un manejo inadecuado de la situación determinó que la Fuerza Armada lo regresará al poder. Supuestamente arrepentido, pidió perdón públicamente, pero al poco tiempo volvió a las andadas.

Lamentamos el fallecimiento de Frank Alcock, excelente profesional petrolero y gran caballero. Sigue la persecución a periodistas y al entorno de Guaidó.

Nuestra solidaridad con Roberto Enríquez, presidente del Copei legítimo, que tiene tres años asilado en la embajada de España.

¡No más prisioneros políticos, ni exiliados!

eddiearamirez@hotmail.com

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Incluso quienes no somos expertos en materia internacional, nos podemos dar cuenta que las medidas adoptadas por el gobierno de los Estados Unidos, que doy por conocidas, obedecen a un plan del gobierno norteamericano de incrementar o escalar la presión en contra de la dictadura venezolana que tienen gran impacto sobre la política interna. Lo que pretendo e intento reflexionar es acerca de la eficacia política de algunas acciones y decisiones.

Dejando las –para mí– farragosas aguas internacionales y llevando las cosas al terreno de la política interna, es necesario resaltar que las sanciones internacionales –las adoptadas por los Estados Unidos, la Unión Europea y los países del Grupo de Lima, entre otros–, han sido y son el arma decisiva para contener la violencia del régimen en contra de la oposición y el pueblo venezolano y un instrumento fundamental para obligar al régimen gobernante a avenirse a algún tipo de “negociación”; desde ese punto de vista, no se puede pasar por alto los efectos positivos de las recientes medidas, que suponen un recrudecimiento de las sanciones ya adoptadas y que sin duda ponen al régimen contra la pared.

Este es, ahora, un gobierno oficialmente acusado de narcotraficante y terrorista, que cada vez estará más aislado internacionalmente, que simultáneamente cada vez será más reconocido como legítimo Juan Guaidó, la Asamblea Nacional y la oposición; y menos reconocido Nicolás Maduro y su gobierno como legítimos gobernantes de Venezuela. Pero, tampoco podemos dejar de reconocer algunos aspectos cuyo impacto también se dejara sentir sobre la política interna.

La primera consecuencia inmediata de las medidas adoptadas por el Departamento de Justicia de los Estados Unidos y el Departamento de Estado es que hacen mucho más difícil la posibilidad de algún acuerdo que hubiera podido celebrarse entre Juan Guaidó y la Asamblea Nacional, por un lado, y el régimen o gobierno de Maduro por el otro, con el fin de tratar de paliar las graves consecuencias y aliviar el sufrimiento que la epidemia del coronavirus puede ocasionar al pueblo venezolano. Si ese acuerdo era ya difícil, ahora le han puesto una piedra de molino en el cuello y lo hacen prácticamente irrealizable; ¿Quién va a querer hoy, si ya ayer era difícil, hacer un pacto con un gobierno acusado internacionalmente como narcotraficante?

Lo dicho en el párrafo anterior es la primera consecuencia inmediata y creo que es lamentable por las precarias condiciones sanitarias, entre otras condiciones, que padecemos en el país y lo que pueden significar en sufrimiento y fallecimiento de miles de venezolanos, que se podría evitar. Si la epidemia es de por si grave y peligrosa, dadas las precarias condiciones de nuestro sistema de salud, la cuarentena –que ya nadie duda a nivel mundial que sea necesaria– somete a una porción importante del pueblo venezolano a no poder trabajar y en consecuencia a verse privada de ingresos con que sostenerse. Esa es la inmensa porción, casi el 50%, que vive del día a día, que no tiene capacidad de ahorro ni de acumulación de alimentos y medicinas y que no es mucho lo que puede aguantar en cuarentena sin verse atenazada por el hambre y la necesidad.

La anterior es una situación, no solo explosiva, sino muy grave para la integridad y salud del pueblo venezolano, para los más empobrecidos y castigados por el desastre de estos 21 años de desgobierno. Intentar encontrar una salida para esta inmensa cantidad de venezolanos debería ser la primera prioridad, incluso política, del país.

La segunda consecuencia de las medidas tiene que ver con lo que todos sabemos de las dos grandes tendencias en las que se mueven quienes respaldan y usufructúan el régimen venezolano. Para algunos las medidas son un argumento más en favor de los que internamente buscan una oportunidad para encontrar una salida que, una vez finalizado este régimen de oprobio, les permita mantenerse en la actividad política, social y económica del país. Pero al mismo tiempo –piensan otros– es también probable que las medidas puedan reforzar la otra tendencia, la de los jerarcas o capitostes del régimen que buscan atornillarse más en el poder, porque ven cada vez menos salidas y menos a dónde ir y cada vez están más temerosos de que algún “aliado” los entregue o pueda estar pensando en cobrar las jugosas recompensas que se ofrecen por ellos.

Por lo dicho, será muy tentadora la opción de atrincherarse en el país, hacerse aquí mucho más fuertes, utilizando para ello la fuerza armada –como la han venido utilizando– para atornillarse más en el poder, porque además muchos de los jerarcas de la Fuerza Armada están también acusados de estar comprometidos en el tema del narcotráfico. No es de extrañar tampoco que los testaferros y boliburgueses que acompañan a la élite en el poder y han surgido y crecido a la sombra de este estado, busquen en que invertir y dar salida a su dinero, internamente, al ver que cada vez se les cierran más las oportunidades en otros países, pues no es, para ellos, Cuba, Irán, Rusia, Turquía, etc., una opción “aceptable”.

Que estas medidas refuercen más a una u otra de las opciones internas, en pugna frente a buscar o no una negociación con la oposición, para encontrar una salida a la crisis que vive el país, dependerá de la implementación práctica y concreta de esas medidas y la fuerza interna que la oposición sea capaz de ejercer para que el régimen se avenga a una negociación para dejar el poder.

La situación nos lleva también, inevitablemente, a una poco deseable tercera consecuencia y es que muchos sectores radicales de la oposición persistirán en su posición de que las medidas refuerzan su idea de que la salida política que va a quedando en el país sea una salida de fuerza o una intervención extranjera, bien sea militar o de esas que llaman una “operación quirúrgica”, porque el régimen –dirán– cada vez va a utilizar más a la fuerza armada para reforzarse y defenderse y cada vez se va a enseñorear más en el país, porque es el único que le va a quedando para vivir. Si bien la fuerza armada es un actor inevitable en este juego, no es deseable que sea, como ahora, el que siga teniendo la preminencia en las decisiones del destino del país.

Pero lo más lamentable es la cuarta consecuencia, que ya estamos viendo en acción, y es que, mientras algo ocurra, veremos incrementarse la represión, la persecución de líderes políticos opositores, la persecución de periodistas, el ensañamiento con los medios y en general con la población, porque el régimen se defiende sembrando cada vez más el arma que mejor conocen, el terror.

Por último, y para no dejar cabos sueltos a libres interpretaciones, quiero dejar bien en claro que no hago un juicio de valor negativo con respecto a las medidas adoptadas, pues considero, y así lo he dicho siempre, que la presión interna, junto con la presión internacional, representada y reforzada por las sanciones en contra del régimen y sus funcionarios, es por el momento el factor fundamental para obligar a la dictadura a sentarse a buscar una salida que sea aceptable para la oposición democrática.

https://ismaelperezvigil.wordpress.com/

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Hugo Prieto

Le propongo a Asdrúbal Oliveros, economista y socio de la firma Ecoanalitica, que trace las líneas más visibles de la economía venezolana en el escenario post COVID-19. Diría un médico que el pronóstico es reservado. Pero Oliveros va más allá y dice por qué.

Lo más inquietante viene dado por el sector petrolero, afectado por la caída de la producción, sometido a sanciones y sin capacidad alguna para soportar la guerra de precios que Rusia y Arabia Saudita han desatado en el mundo. El virus no va a dejar títere con cabeza.

¿Cuál será el impacto de la pandemia en el desempeño de la economía venezolana?

La economía venezolana viene cayendo por sexto año consecutivo, un caso sin precedentes en América Latina y en el mundo. Estamos hablando de una contracción de casi el 70 por ciento entre 2013 y 2019. Más allá del registro del Producto Interno Bruto (PIB) esa caída tiene ramificaciones hacia abajo: Un empobrecimiento acelerado de la población; destrucción de riqueza, de capital, tanto en el sector privado como en la industria petrolera; una economía empequeñecida, y algo muy importante a enmarcar en ese contexto: la destrucción de la capacidad del Estado como proveedor de bienes y servicios públicos. En Venezuela asistimos a una paradoja. Tienes un Estado muy poderoso desde la perspectiva del control social, del sometimiento, del miedo como acción política, pero prácticamente inexistente como proveedor de servicios públicos (salud, educación, seguridad ciudadana). Lo que hemos visto en los últimos años, en los últimos meses, es que toda esa infraestructura de servicios públicos se ha ido desmoronando.

En ese contexto llegó el Covid-19 para acelerar lo que era una situación alarmante de crisis en todos los órdenes del país.

Sí, una crisis inédita que además implica —al mismo tiempo— un choque que impacta tanto la oferta como la demanda. Al quedarse la gente en sus casas, por un lado, se restringe el consumo y, por el otro, se afectan las líneas de producción, que también se paralizan. Además, siendo Venezuela un país petrolero, nos enfrentamos a unas difíciles condiciones de mercado. Del virus no se escapa nadie, pero la vulnerabilidad de Venezuela es extrema, por dos razones. Uno, porque venimos de un ciclo de contracción sin precedentes y dos, porque tenemos un Estado desmantelado, incapaz de influir de forma positiva en la economía. Para decirlo en otros términos, es un Estado que no tiene capacidad para hacer políticas económicas. El margen de maniobra en la política monetaria y fiscal, al que echan mano otros gobiernos del mundo, en Venezuela no existe.

¿Han hecho un cálculo de cuál sería el impacto de la pandemia en el PIB?

Antes del virus, y para este año, nosotros esperábamos una contracción de la economía del 10 por ciento, más moderada a la que habíamos visto en los dos últimos años, que rondaba el 15 por ciento, principalmente porque esta era una economía que venía de un ciclo muy agresivo de dolarización en sus transacciones, tenías un sector privado incipiente que se estaba haciendo independiente del Estado y eso, en parte, aminoraba la contracción. Quizás el escenario era más benévolo que en años precedentes. Ahora esos números cambian por dos razones. Una, la crisis no ha terminado y, por tanto, hacer estimaciones es difícil en este contexto. Dos, el efecto que esto tendrá en el mercado petrolero, el cual sigue siendo relevante para Venezuela.

¿Qué cifras manejan ustedes?

Hemos hecho estudios preliminares del impacto que tendrá la pandemia sobre importaciones, consumo, contracción de remesas, entre otras variables, y nos está dando que este año la economía se podría contraer 25 por ciento. Es decir, que el estimado inicial de 10 pasó a ser de 25 por ciento. Eso es dividido entre un PIB petrolero que cae en alrededor del 20 por ciento y un PIB no petrolero que cae en 25,5 por ciento.

Son magnitudes que no se pueden calificar sino de desastrosas.

Absolutamente. Y eso lo tienes que comparar con una economía que tiene casi 70 por ciento de contracción acumulada. Un escenario extremadamente crítico.

¿Cómo afectará la pandemia al sector comercial, a los pequeños negocios?

Voy a empezar con el sector comercio, las pymis, los pequeños negocios y bodegones. Esos sectores se estaban beneficiando, y un grupo de ellos de forma importante, del grado de dolarización en las transacciones (más del 60 por ciento se hacen en moneda dura) y eso, por supuesto, generaba unos niveles de consumo incipientes que, en primer término, beneficiaba la actividad comercial. Además estabas generando un circulante de dólares en la economía venezolana, cuyo número empezaba a ser representativo. Un mayor número de venezolanos estaba manejando divisas, así fuese en pequeñas cantidades. Ese escenario cambia por el impacto del coronavirus. En primer lugar, por una contracción importante de las remesas, debido a la vulnerabilidad de los venezolanos en el exterior y al aumento desmesurado del desempleo en casi todos los países del mundo (el estimado inicial de las remesas era de 4.000 millones de dólares y lo han bajado a 2.400 millones de dólares). Por otro lado, la cuarentena le mete un freno a la actividad comercial y los pequeños negocios que son muy vulnerables, en términos de su flujo de caja. Son negocios a los que les cuesta soportar más de 15 días cerrados.

Otro sector que se verá afectado por la pandemia es la banca, cuya actividad se vio muy limitada por decisiones, tanto del Ejecutivo como del Banco Central de Venezuela. ¿Qué diría sobre este sector?

La banca viene de un ciclo de achicamiento muy agresivo. No tiene capacidad de ayudar, de acompañar al sector privado, bien sea con líneas de crédito, bien sea con reducción de tasas de interés. Lo que tenemos en Venezuela es un sistema financiero extremadamente pequeño, yo lo llamo de boutique, que había perdido su actividad medular. Es decir, la intermediación —captar y prestar bolívares—. La banca pensaba reinventarse, por eso vimos el boom de cuentas en dólares. Súmale las medidas que tomó el señor Maduro, el cese del cobro de los créditos, medida que afecta los ingresos del sistema financiero. Las perspectivas son muy negativas. Por un lado, con esta medida, el Estado frena sus ingresos y por el otro la intermediación es prácticamente inexistente. Tienes, además, una contracción importante del sector privado, que obviamente le pone un freno a la demanda crediticia.

¿Cuál es el escenario para las empresas de mayor envergadura, cuya actividad, en relación a la capacidad instalada, es mínima? Aunque habría que anotar que la liberación de precios, por ejemplo, vino a hacer las veces de una bombona de oxigeno.

Allí hay que establecer algunos elementos de diferenciación. Los sectores que se han beneficiado de la dolarización son el comercio y los servicios. La industria manufacturera, por su parte, venía muy golpeada, porque este gobierno, en su estrategia de sobrevivencia (2019 y lo que va de 2020), abrió las puertas de par en par a los productos importados anclando la moneda. De tal forma que producir ciertos productos —en el segmento de cuidado personal y alimentos— costaba en Venezuela 2,5 veces más que traerlo de afuera. Eso golpeó muy fuerte al sector manufacturero que, además, venía trabajando al 20 por ciento de su capacidad instalada. Es decir, estaba en condiciones muy precarias.

¿Cuál va a ser el impacto del coronavirus en el sector manufacturero?

Obviamente, tiene varias fuentes. Uno, la reducción de la demanda interna (consumo). Dos, es un sector cuya capacidad de demandar créditos seguirá muy restringida. Tres. Su capacidad de traer insumos y materias primas también se verá muy limitada, porque las cadenas de suministro se rompieron en todo el mundo. Además, Venezuela está sancionada. En este escenario de profundización de la crisis, las condiciones serán muy críticas. Además, todo esto ocurre en un contexto donde habrá más inflación y más depreciación en la tasa de cambio. Eso, por supuesto, es una muy mala noticia para el sector industrial, porque implica un aumento muy importante en sus costos. Por donde lo mires es un escenario muy restrictivo.

¿Qué puede decir de la economía informal, cuya importancia es vital para un número importante de venezolanos?

Allí hay varias aristas, emprendedores, pequeñas empresas, trabajadores por cuenta propia (profesionales o no). Ese sector fue el primero que dolarizó sus ingresos, porque mostró una flexibilidad gerencial que difícilmente vas a conseguir en la gran empresa, sometida a controles fiscales e impositivos y a ciertas rigideces contables y financieras. En el emprendimiento, en los pequeños negocios, hay más flexibilidad en cómo facturas, en cómo fijas precios, en cómo llevas los procesos contables e impositivos. Es decir, la picardía del venezolano, de la que hablan ciertos sociólogos, empieza a ser una característica de sobrevivencia, digamos, de este nuevo estamento gerencial frente a los férreos controles que impuso el Estado venezolano. Esa es tu gran ventaja frente a la gran empresa.

¿Cuáles serían las desventajas?

No tienes capacidad para soportar una cuarentena prolongada; no tienes grandes reservas de efectivo, no tienes un historial para acceder a líneas de crédito internacionales o a créditos de la banca local. En un escenario como el que estamos viviendo, por más flexible que seas, todo ese modelo se viene abajo y en la medida en que se detenga la dolarización de la economía, las aristas de la economía informal van a entrar, rápidamente, en una paralización.

Es decir, el puntillazo lo va a dar la pandemia.

Sí, claro. Las consecuencias de la pandemia, el hecho de que la gente se encierre en sus casas y, por tanto, baje el consumo. Ese nicho, que disfrutaba de cierto oxígeno y que era un condicionante para estimar que íbamos a caer 10 por ciento y no más, desaparece y es uno de los factores que va a incidir, notablemente, en la contracción del Producto Interno Bruto.

¿Qué va a pasar en los hogares venezolanos?

Yo siempre he dicho que hay una ilusión en eso de «quédate en tu casa viendo las redes sociales y las series de Netflix». Eso es una minoría. Hay estudios que señalan que el 50 por ciento de los hogares venezolanos sobreviven en la economía informal, viven del día a día, pero más aún, no tienen capacidad de ahorro. En la medida en que se profundice la crisis, por todo lo que hemos hablado, lo que tienes es un deterioro brutal en el consumo de los hogares venezolanos. Es una condición de precariedad mayor en hogares que ya estaban en umbrales de pobreza. Hogares que se verán mucho más afectados en términos de acceso a servicios básicos, en términos de capacidad de alimentación. Pasamos ya de una crisis económica a una crisis social de gran envergadura.

Pero el escenario que está planteando es apocalíptico.

Más que apocalíptico es un escenario de crisis. Diría, extrapolando, que es un escenario que puedes conseguir en países de América Latina o en los llamados mercados emergentes. ¿Cuál es el denominador común? Una población vulnerable, con poca o nula capacidad de ahorro, servicios públicos precarios. Pero cuando entras en la caracterización, el caso de Venezuela está entre los peores de todos. Quizás por eso la crisis tiene aquí esa característica apocalíptica que tú le asignas. Pero el deterioro es global. Por supuesto, hay matices: No es lo mismo el deterioro en Noruega que en Perú.

El precio del barril de petróleo ronda los 20 dólares. ¿Cuál sería el impacto de la pandemia en este rubro? En la guerra de precios entre Rusia y Arabia Saudita, Venezuela no cuenta para nada, debido a una capacidad de producción totalmente disminuida.

Ahí, apocalíptico, ni te digo. Menciono algunos antecedentes. En primer lugar, los niveles de producción venían cayendo, por diversas causas, desinversión y el efecto sanciones, entre otras. Antes de la crisis del coronavirus, el Estado venezolano estaba recibiendo caja de unos 480.000 barriles. Prácticamente estábamos vendiendo el crudo a través de Rusia, pero eso supone unos descuentos importantes, entre 25 y 30 por ciento. Dejamos de vender productos refinados. Hay que anotar una paradoja. Parte de los dólares que obteníamos por la venta de crudos se utilizaba para importar combustible. Entonces, el efecto es pernicioso. Antes de la pandemia el sector petrolero nos iba a generar entre 13.000 y 14.000 millones de dólares. En este momento, esa estimación puede estar por debajo de los 4.000 millones de dólares. Es dramática la contracción de los ingresos. Además, gran parte de nuestra producción es de crudos pesados, que no es competitivo a los precios que estamos viendo hoy. Es decir, es más costoso producirlo que venderlo y, adicionalmente, en estas condiciones de caída de precios y de inundación de petróleo —la capacidad de almacenamiento en el mundo está al tope—, no es descabellado pensar que en las próximas semanas, Venezuela no pueda vender su crudo. Ahí hay un deterioro muy fuerte en la línea de ingresos petroleros. Eso va a tener consecuencias muy serias para el Estado venezolano que, fundamentalmente, importaba dos cosas. Alimentos para las cajas CLAP y combustibles; dos áreas críticas que se pueden deteriorar en las próximas semanas.

Por todo lo dicho, me imagino que cuando salgamos de este encierro, Venezuela no tiene otro recurso que tocar las puertas del Fondo Monetario Internacional. No se ve otra salida. Sin embargo, ya sabemos cuál fue la respuesta de ese organismo a la carta que le envío el señor Maduro.

Efectivamente, Venezuela necesita con urgencia apoyo internacional. Apoyo de organismos multilaterales. FMI, Banco Mundial, Banco Interamericano de Desarrollo, Corporación Andina de Fomento. Eso no será posible si antes no se resuelve de fondo el problema político que tenemos. Tiene que haber una solución, y eso pasa por una negociación a partir de bases creíbles y de acuerdos que se puedan cumplir entre las partes.

Ya hay una propuesta de Estados Unidos que, básicamente, es la misma que se planteó en Barbados.

Exactamente, pero te digo más. Hay 85 países que se están dirigiendo al FMI. Por esa razón, ese organismo está estableciendo una línea de crédito que puede superar los 2,5 billones —con 12 ceros— de dólares. Ahora nosotros, que estamos en las condiciones que acabo de describir, vamos a tener que competir con todos esos países.

Países cuyos sistemas de gobierno tienen pilares institucionales, cuyas economías están en mejor posición que la nuestra y que, además, no están sumergidos en la profunda crisis política que nos caracteriza desde 2002.

Exactamente.

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Carolina Jaimes Branger

Ahí estaban los cinco, en el búnker, sentados alrededor de una mesa ovalada. Yo también estaba allí, pero ellos no podían verme. No exagero cuando digo que vestían una suerte de trajes de buzos, con escafandra y todo. Además, cascos y chalecos antibalas. Pero eran los únicos que las vestían. Se habían cuidado de procurárselas cuando se dieron cuenta de que era inevitable el desenlace.

El personaje 1 se asomó a una de las ventanas. Lo único que vio fueron los cadáveres apilados en la calle. Había estudiado Medicina, pero toda la sensibilidad que rodea a esa carrera la había enterrado hacía muchos años, así como tendría que mandar a enterrar aquellos cuerpos antes de que surgiera otra epidemia. El personaje 2, una mujer que había tenido muchísimo poder, gritaba histérica. Todos tenían miedo. Si salían, morirían. Si no salían, morirían también. Sus leales los habían dejado cuando se dieron cuenta de que a ellos poco les importaba lo que les pasara. El personaje 3 les aseguró entonces tener las armas a buen resguardo, lo que les permitiría salir. El personaje 4 se había defecado en la silla hacía rato y el personaje 5 le reclamó que no se hubiera cambiado de ropa. Pero la realidad es que no podía moverse. Y sintió una vez más cuánto detestaba a aquel personaje 5 inútil y creído. Pero ahora todos dependían de todos. Más que nunca, tenían que permanecer unidos.

Afuera, lejos de donde llegaba el campo visual de quienes estaban en aquella sala del búnker, todo era tierra arrasada. Los saqueos habían acabado con todo, no solamente con la comida. El hambre ya era insoportable y la gente decidió salir... de todas formas, fuera por el virus, fuera por la falta de comida, no tenían alternativa: la muerte estaba al lado de ellos. Los militares jóvenes se les habían unido. Ellos también tenían hambre, miedo, desesperanza. Y los que habían sobrevivido a aquella catástrofe social, caminaban sin rumbo, sin saber qué hacer ni dónde ir. No había carros porque no había gasolina. Parecía que hubiera caído una bomba atómica.

Un bebé sentado en el piso al lado de una mujer muerta o sin sentido -imagino que era su madre- lloraba desconsolado. Y en el medio de aquel paisaje estaba yo, sin saber qué hacer. Cargué al bebé, pero éste desapareció repentinamente, como si se estuviera derritiendo entre mis brazos. Entonces grité... Una voz suave susurró en mi oído “despiértate, mi amor”. Era la voz de mi marido. Me abracé a él. Mi corazón palpitaba al galope. Finalmente pude volver a dormirme, pero en la vigilia pienso que ese sueño, más que posible, es probable...

@cjaimesb

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Carlos Raúl Hernández

“…el hermano se alejaba del hermano… y a menudo el marido de la mujer... hubo padres y madres que expusieron a sus hijos… y no los visitaron… el infortunio heló el corazón de los hombres”. Boccaccio (El Decamerón)

El comienzo de la Ilíada narra una epidemia (tifus) que masacraba a los guerreros griegos frente a las murallas de Troya. El poeta la concebía venganza de Apolo, porque Agamenón, rey de los griegos, humilló y causo un terrible dolor a su sacerdote Crises. Agamenón apasionado por Criseida (“va a envejecer a mi lado”), la hija del anciano, la secuestró y la hizo su amante.

Apolo estaba enfurecido, “parecido a la noche”, y “durante nueve días volaron las amargas saetas del dios… dirigidas a los hombres, y continuamente ardían muchas piras de cadáveres”. La Muerte Negra en la Edad Media, peste bubónica (hoy se cura con simple vibramicina), apareció en Europa procedente de Asia. Su aterrador origen inspira a Bram Stoker cinco siglos después para pintar de sombras la llegada de Drácula a Gran Bretaña.

Un barco mercante fantasma cargado de cadáveres descompuestos, atraca en Sicilia en 1347. Los marineros que aún agonizaban, tenían en las axilas y el vientre tumores oscuros que manaban sangre, pus y un hedor vomitivo. Como nadie sabía su origen ni qué la producía, inmediatamente se expandió por el territorio europeo. En la medida que la horrorosa mancha avanzaba por el continente, crecían los sentimientos de pánico, incertidumbre, desesperación e impotencia.

Pese a que en la cultura popular, el Flautista de Hamelin desde el siglo anterior describió las ratas como un enemigo, la población victimizada no las vinculó a ellas ni a las pulgas con el horror, potenciado por el desaseo en las costumbres. Arrasó las grandes ciudades europeas del siglo XIV de cien mil almas, poblacionalmente en este orden, París, Florencia, Venezia y Génova.

Miradas que matan
Luego le seguían las de cincuenta mil Hbs., Gante, Brujas, Milán, Bolonia, Roma, Nápoles y Palermo (de las once más importantes, ocho eran italianas) Demógrafos e historiadores piensan que treinta millones murieron, entre la mitad y dos tercios de la población europea. Como la estupidez política es eterna, recurrente, los escoceses “aprovecharon” la epidemia para atacar a Inglaterra que arrasó ambos contendientes.

Pese a la irreverente perspectiva de Boccaccio, quien vivió siempre entregado a las mujeres, cuyo libro inmortal narra las aventuras de un grupo de jóvenes que se refugian de la peste en un bucólico prado (“con pozos de agua fría y bodegas de vinos exquisitos”) dedicados al placer, el heroísmo de las órdenes religiosas hizo historia y de algunas murieron todos sus integrantes en ayuda a los enfermos, así como un tercio de los cardenales.

Se atribuyó a vahos venenosos de la tierra en los incendios, aguas podridas, conjunciones astrales. El contagio vendría de “mirar un enfermo” porque se trasmitía por “rayos que salen de los ojos”. Mientras las élites pensaban en Mercurio retrógrado y en su convergencia de fuerzas con Marte y Saturno, las masas populares atribuían la tragedia al castigo divino.

Así como Dios había querido eliminar al hombre con el Diluvio, Ira sagrada que solo Noé pudo mínimamente paliar, pensaban que este era el exterminio definitivo, penalidad por comer, bailar, fornicar, jugar apuestas, pero sobre todo por la avaricia, los placeres mundanos, la posesión de bienes, en síntesis, tal como ahora algunos enemigos de la sociedad impura.

Siempre Shilock
Según describe maravillosamente Bergman en El séptimo sello (1957) a la propagación de la muerte contribuyó la nueva forma de penitencia masiva de los flagelantes. Eran procesiones de cientos incluso miles de penitentes que marchaban semidesnudos de pueblo en pueblo, azotándose y ciliciados como acto purgatorio que imploraba perdón al Cielo y regaron la pestilencia. Pero al final, como siempre, la xenofobia y el odio ancestral por quien es diferente, tomó posesión.

Parece que en nuestra naturaleza está culpar a otros de tramar lo que nos pasa y surgió la conspiranoia. Y nadie más indicado en la Edad Media que los judíos para recibir la catarata de rencor y envidia, porque se dedicaban a las finanzas, al habérseles prohibido trabajar en la manufactura de bienes, y vivían con relativo bienestar material. Hasta Shakespeare los hará más tarde reos de cobrar deudas con carne del cuerpo del deudor.

Los acusaron de envenenar las aguar con la peste para provocarla. Y vino la oleada de progromos, expropiaciones, confesiones bajo tortura, y los que se salvaban de aquella, morían en manos de las turbas. A tal extremo que el Papa Clemente VI dictó una bula que prohibía saquearlos, matarlos o destruir sus casas sin juicio previo.

Gracias a la ciencia y la tecnología, la globalización y los organismos internacionales, la política moderna que conformó el Estado Social y Democrático de Derecho, el avance de las instituciones democráticas y la libertad de expresión, sabemos qué causa una epidemia, cuáles son los mecanismos para controlarla y hacemos lo necesario para ello. No estamos en la soledad ni la indefensión de los siglos anteriores. Los seres humanos nos tenemos unos a otros. El corazón no se heló, como creía Boccaccio.

@CarlosRaulHer

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Julio Dávila Cárdenas

Fue en Polonia donde se iniciaron las acciones para tratar de derribar el muro de Berlín. Para ello unieron sus voluntades el hoy San Juan Pablo II y el para entonces presidente norteamericano Ronald Reagan. Ellos le dieron todo su apoyo al proyecto de Solidaridad, que se convertiría en el primer sindicato libre en el Bloque Oriental bajo la dirección de Lech Walęsa.

Todo comenzó con Solidaridad y continuó en Hungría, Checoeslovaquia, Alemania Oriental y el resto de los países de la Cortina de Hierro, salvo Rumania, que fue la última antes de iniciarse la desintegración de la Unión Soviética.

Lo cierto es que luego de empezar todos los movimientos que dieron al traste con las tiranías comunistas, quienes dirigían esos países comprendieron que no podían ir en contravía de la historia. Ya para entonces les era fácil verificar que la economía de la Unión Soviética se encontraba prácticamente fallida, por lo que le sería prácticamente imposible ir en su ayuda. Ante esto y el arribo al poder de Mijaíl Gorbachov con sus famosos glasnost y la perestroika, prefirieron hacerse a un lado y darle así paso a las revueltas pacíficas que se desarrollaron en los países de la Europa Oriental.

La única excepción fue la de Nicolás Ceausescu, quien luego de convocar una manifestación de apoyo en Bucarest, el 21 de diciembre de 1989, terminó ejecutado cuatro días después junto a su esposa Elena. Y todo porque resolvió acabar con extrema violencia esa manifestación ya que escuchaba gritos de la multitud que le decía ¡Drácula, tu tiempo se acabó!

Eso sucede cuando los dictadores y tiranos no escuchan la voz del pueblo, que es la voz de Dios. La iglesia rumana se oponía a que fuesen ejecutados en esa fecha pues era el día de Navidad. Sin embargo, ese día se convirtió en el día en que en Rumania volvía a nacer la libertad.

Como dice el Eclesiastés, todo tiene su tiempo y todo cuanto se hace debajo del sol tiene su hora. Hay tiempo de nacer y tiempo de morir. Todas las tiranías tienen su fin, unas más temprano, otras un poco más tarde y hay algunas como las comunistas que duran hasta que los pueblos pierden el miedo.

Si hay una cosa cierta es que el comunismo sólo trae miseria, derroche, tiranía y corrupción. Venezuela es ejemplo patente de ello. Los gobernantes de este siglo presumían de un país que contaba con todas las riquezas del mundo. Hubo quien dijo que “tendrían que quitarse los inversionistas extranjeros a sombrerazos” y que añoraban el mar de felicidad de quienes vivían sometidos a la tiranía castrista. La historia castiga a quienes no aprenden de ella.

Hoy “vivimos” sin salud, educación, desarrollo y carentes de libertad, con la posibilidad cierta de morir muchos de hambre por haber acabado con la industria petrolera, la agricultura, la ganadería, el parque industrial y tantas cosas más, como haber sembrado el odio entre quienes viven en la que fue y volverá a ser Tierra de gracia.

Como dijo don Andrés Bello: Ya es la hora de la conciencia y del pensar profundo.

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