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Opinión

Los grandes incendios en la Amazonia brasileña han acaparado la atención mundial, lo cual es positivo, pero hay una tendencia repudiable a politizar el hecho. Frecuentemente ocurren grandes incendios forestales, los más reciente en la provincia de Alberta, en Canadá, en California, Estados Unidos, y en las Islas Canarias, España, pero a nadie se le ha ocurrido culpar al Premier Trudeau, a Trump o a Pedro Sánchez. También se han producido en Bolivia y Paraguay. Por otra parte, en Venezuela el daño ecológico debido al llamado Arco Minero, que abarca 11.200.000 hectáreas y que incluye a los Estados Bolívar, Amazonas y Delta Amacuro, no ha recibido la atención debida.

Ni la Amazonia, ni los otros bosques tropicales son “el pulmón del mundo”. No pueden serlo porque sus árboles producen oxígeno durante el día, por el proceso de fotosíntesis que les permite crecer, dar frutos y reproducirse, pero tanto en el día como durante la noche tienen que respirar, proceso en el cual producen dióxido de carbono. El balance puede a veces ser positivo a favor del oxígeno y otras veces negativo, pero en todo caso la diferencia no es significativa.

Desde luego que los bosques tropicales son muy importantes y no debe tolerarse su destrucción ya que, entre otros aspectos positivos, alojan muchas poblaciones aborígenes que subsisten gracias a los mismos, contribuyen a la regulación del clima, principalmente el ciclo del agua, permiten la existencia de numerosas plantas, muchas de ellas actualmente útiles a la humanidad y otras con un gran potencial cuando sean mejor estudiadas, así como de una gran diversidad de animales, todos ellos imprescindibles para la salud del ecosistema. Es fundamental su función de almacenar cantidades importantes de carbono, el cual es liberado a la atmósfera como dióxido de carbono cuando se queman o cuando son talados por el hombre y quemados para utilizar el suelo para la agricultura. Además, por la naturaleza de esos suelos, al desaparecer los árboles el paisaje se transforma en sabanas de menor diversidad biológica.

El dióxido de carbono es uno de los llamados gases que producen el efecto invernadero , responsable del calentamiento de la tierra para permitir que sea habitable. Como se sabe, los rayos del sol llegan hasta nosotros en una determinada longitud de onda, parte son devueltos a la atmósfera con una onda más larga y son atrapados por el dióxido de carbono y otros gases. En concentraciones normales de estos gases, el efecto es imprescindible para la vida, pero cuando su concentración se eleva por encima de un límite, el efecto es perjudicial ya que aumenta la temperatura a niveles indeseables, produciéndose el efecto invernadero.

Es importante recordar que el mayor número de incendios forestales es causado por la actividad, consciente o inconsciente del hombre. En el caso brasileño los incendios se han producido en muchos sitios diferentes, por lo cual habrá que esperar los resultados de las investigaciones.

El presidente Bolsonaro debe ser más cuidadoso con sus declaraciones y preocuparse más por el medio ambiente, pero realiza esfuerzos para controlar los incendios. En Venezuela sí se conoce que el régimen de Maduro es el causante de la deforestación de miles de hectáreas y solo contados ecologistas locales y del mundo lo han condenado. Al respecto hay que reconocer las valientes denuncias de nuestro diputado Américo De Grazia, entre otros. La explotación del Arco Minero la realizan 24 empresas, de venezolanos, inclusive de la Fuerza Armada, de Canadá, Italia, Estados Unidos, Suiza, Angola. Palestina, Turquía, Italia y Emiratos Árabes. No se realizaron estudios de impacto ambiental, ni la consulta a los aborígenes de la zona, tal como contempla la ley.

Nuestro país arde por los cuatro costados. Las llamas destruyeron Pdvsa, las empresas de hierro, de aluminio, de generación de electricidad y las empresas agropecuarias e industriales que fueron robadas al sector privado. Las cárceles arden por el clamor de los presos políticos torturados y hacinados. Los millones de venezolanos que tuvieron que buscar refugio en otros países arden de deseos de regresar. El Arco Minero arde por el crimen ecológico que se comete, por la contaminación, corrupción y por las bandas armadas protegidas por la Fuerza Armada. Nuestro país, como productor de energía fósil debe compensar en parte las emisiones de carbono que produce, lo cual le daría ventajas en la comercialización de su petróleo cuando aumentemos la producción. Al respecto existe al menos una propuesta a ser evaluada.

El régimen siente que las llamas lo alcanzaron debido a sus violaciones a los derechos humanos, corrupción e ineptitud. Lo positivo es que de esas cenizas brotará no el mismo Ave Fénix, sino un venezolano diferente, más consciente de sus derechos y, especialmente, de sus deberes.

Como (había) en botica:

Solidaridad con Emilio Lovera. La acusación de Héctor Rodríguez a Primero Justicia por la explosión de gas en Ocumare del Tuy es risible.

¡No más prisioneros políticos, ni exiliados!

eddiearamirez@hotmail.com

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Cuando vemos que desde hace algún tiempo conspicuos voceros del régimen están negociando con los Estados Unidos, se supone que alguna salida –individual o general– a la crisis venezolana, es inevitable traer a la memoria la frase de Sir Winston Churchill, cuando en 1945 se le preguntó si estaría dispuesto a negociar la paz con Hitler y dijo que hasta sería capaz de “negociar con el diablo”; eso dirían hoy los EEUU.

No es de extrañar que el régimen emprenda esa y cualquier otra negociación, pues la búsqueda de la “gobernabilidad” es uno de los objetivos que persigue desde que aceptó negociar directamente con la oposición y ahora con los EEUU.

Ese objetivo, la búsqueda de la gobernabilidad, es lo que hace que el régimen persista en negociar con la oposición y persiga en las negociaciones el levantamiento de las sanciones internacionales a las que está sometido, especialmente contra PDVSA y el BCV. La dictadura está, desesperadamente, en la búsqueda de recursos.

Actualmente la proyección anual de ingresos del régimen no llega ni siquiera a 15 mil millones de dólares y esos ingresos se verán disminuidos por la aplicación de las sanciones. La dictadura sabe que con esos recursos no tiene para mantener las cosas que le importan, es decir: los “negocios”, demandas y exigencias de la coalición de poder –militares, “hombres de negocios”, altos funcionarios y jueces– que lo apoya y sostiene. Tampoco esos ingresos alcanzan para proseguir su proselitismo populista y mucho menos para cubrir el gasto normal del estado, por lo que se le hará mucho más difícil al gobierno usurpador mantener la gobernabilidad en el país. Solo le quedará, como está ocurriendo, sustentarse en la aplicación de la fuerza y la represión. Pero, cualquier libro de texto elemental de política nos dice que la única manera de gobernar, no solo la mejor, es aquella que cuenta con el consentimiento de los gobernados, no con el “temor” de los mismos, que parece que es el empeño de esta dictadura.

La gobernabilidad, la capacidad de gobernar, es un objetivo que persigue cualquier gobierno para garantizarse su existencia. Pero la gobernabilidad es el resultado de la combinación de dos factores; uno es la legitimidad de sus actos frente a los ciudadanos y el otro es la eficacia del gobierno en el desempeño de sus funciones; legitimidad y eficacia son pues las dos caras de la gobernabilidad.

¿Es este gobierno legítimo? Desde luego que no. La llamada legitimidad de origen no existe; lo ocurrido en mayo de 2018 es un acto ilegal, irrito e ilegítimo, desconocido por la mayoría del pueblo venezolano – al tenor de todas las encuestas– y por buena parte de la comunidad internacional; y por si fuera poco, a este gobierno –al tenor de la crisis económica– le resta muy poco de esa legitimidad que llaman de desempeño, que es aquella que se logra durante el ejercicio del poder, para fortalecer la legitimidad de origen obtenida en un proceso electoral, que como sabemos éste no es además el caso.

La continuación y exacerbación, violenta, de la crisis política por parte del gobierno y sus seguidores nos hace vislumbrar una creciente pérdida de la legitimidad y gobernabilidad, que por los cientos de manifestaciones diarias de protestas, por los más variados temas, hacen cada día más difícil la continuidad del régimen por vía pacífica.

Veamos ahora el segundo aspecto: ¿Es este gobierno eficaz?, sin duda tampoco, pues la eficacia es la capacidad de cumplir objetivos y no cabe duda que la ineficacia es una de las características fundamentales del chavismo/madurismo; en el país se ha dilapidado la friolera de más de 900 mil millones de dólares desde 1999 sin que se vean resultados y efectos significativos; todo lo contrario, lo que se ve es devastación, que han hundido y condenado al país a la peor crisis económica de su historia, perdiendo la oportunidad de los increíblemente altos precios petroleros que disfrutó este régimen, para impulsar al país a la modernidad y el crecimiento sustentable.

Todos los valores con los que pudiéramos medir la eficacia de un gobierno, en Venezuela están alterados; no hace falta enumerar los indicadores e índices que demuestran la total ineficacia del régimen que tenemos desde 1999, los resultados están a la vista de todos, hasta de ellos mismos. La dictadura no tiene forma de compensar la caída de ingresos que ha ocasionado en el país con su pésimo desempeño económico, por eso se concentra en buscar y tratar de lograr que se retiren las sanciones aplicadas por los EEUU y la Unión Europea, pues con la limitación de recursos en divisas y otras limitaciones financieras, económicas y comerciales que las sanciones acarrean, la posibilidad de “gobernar”, de mantener un cierto “orden”, un cierto apoyo popular sin acudir a la represión masiva, se vuelve cada vez más complejo.

Por lo pronto, la crisis económica desmiente la capacidad del régimen de alcanzar cualquier objetivo convirtiéndolo en el más ineficaz gobierno desde 1830. La ilegitimidad la “compensa” el régimen con represión y violencia; pero la ineficacia no es posible hacerlo con políticas económicas socialistas que han sido un fracaso en todo el mundo a lo largo de toda la historia y sin recursos económicos para hacer populismo, mucho menos; de allí el empeño de eliminar las sanciones para intentar paliar los efectos de la violencia que la dictadura se ve obligada a desplegar y de allí que ahora deban buscar una fórmula para regresar cuanto antes a la mesa de negociación de Barbados.

Pero hay un aspecto más a tomar en cuenta en este tema. Lo que tenemos a la vista, la crisis humanitaria y la hiperinflación, basta para conformar el cuadro de ineficacia que nos explicaría la pérdida de legitimidad de cualquier gobierno; pero tener conciencia de esto no es un proceso automático. La conciencia de la ineficacia es un problema de expectativas y de percepción subjetiva de cuál es la causa y raíz de un problema. Si no hay una conexión contundente entre la grave situación y la responsabilidad directa del régimen, no se producirá un cuestionamiento que lleve a continuar deslegitimando al régimen en los escasos sectores populares que aún lo apoyan.

Por lo tanto, dos son las tareas políticas del momento que la oposición al régimen debe emprender y continuar sin dilación: primero, lograr que los sectores populares, en general y sobre todo los que aún lo apoyan, hagan la conexión entre los problemas que nos aquejan y su responsable: la dictadura que usurpa el poder en el país; y segundo, comenzar a divulgar, masivamente, entre la población, cuáles son las propuestas de políticas y planes que tiene la oposición democrática para superar la aguda crisis en la que está sumido el país.

La organización o líder político que por el inmediatismo de asumir el liderazgo opositor, o por mezquindad en no reconocer el liderazgo de otros, no se concentre en las actividades mencionadas y en procurar que los responsables de ellas, la dictadura, sean señalados y paguen el precio político, está cometiendo un grave error político, del cual el pueblo –a él o a ellos– les pasará factura.

https://ismaelperezvigil.wordpress.com/

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A la revista digital POLIS – censurada por Facebook por incomprensibles razones - llegaron recientemente sendos artículos de autores a quienes por su ponderación y capacidad de análisis guardo personal estimación. Me refiero a Trino Márquez y a Simón García.

Dos artículos coincidentes en diversos puntos con los cuales el autor de estas páginas en muchas de sus líneas también coincide. Entre ellas: a) La necesidad de poner en forma un centro político frente a dos extremos, uno representado por el régimen y el otro por una fracción descentrada de la oposición (golpista e invasionista) b) La necesidad de restablecer una relación entre objetivos y rutas c) La necesidad de incentivar el diálogo como medio de comunicación política y d) La defensa del liderazgo frente a los brutales ataques que Guaidó recibe de ambos extremos.

En diversos textos me he expresado sobre esos puntos. Con respecto a la formación de un centro político he señalado que hay que diferenciar entre un centro geométrico formado espontáneamente por la aparición de dos extremos, de un centro partidario formado por partidos o iniciativas que se dicen de centro, y una centralidad hegemónica que surge del reconocimiento de las vías más adecuadas al momento político en que se vive.

Con respecto a la relación objetivo-ruta, he planteado que el mejor camino para destruir una alternativa es trazar objetivos sin ruta. Que proponer una triada en donde la celebración de elecciones aparece en último lugar mientras en primer lugar es propuesta una insurrección (cese de la usurpación) ante la que no existen medios para llevarla a cabo, linda con la irresponsabilidad política tal como fue demostrado en ese funesto y aventurero 30-A.

Con respecto al diálogo político, he planteado su imperiosa necesidad, siempre y cuando ese diálogo involucre al único tema sobre el cual se puede dialogar, a saber, el de la fecha y tipo de la agenda electoral. He agregado además que un diálogo puede ser en su contenido, secreto, no así en su temario. Y he enfatizado que cualquier diálogo no debe paralizar las iniciativas ciudadanas orientadas a apoyar justamente a las posiciones de los representantes que dialogan.

En esos tres puntos las coincidencias con los autores García y Márquez (no confundir con García Márquez) han sido más que las diferencias. Sobre el cuarto punto, el de la defensa del liderazgo, creo, sin embargo, que debo hacer un par de objeciones.

Debo antes manifestar mi pleno acuerdo con Simón García cuando escribe que Guaidó y lo conseguido durante su era oposicionista representa un gran capital político que no se debe dilapidar. El renacimiento de la esperanza después de la anomia política aparecida como consecuencia de la abstrusa abstención del 20-M, la identificación de Guaidó con la AN, elegida electoralmente por el pueblo, la solidaridad internacional anti-Maduro, son hechos inocultables. De ahí que el problema hay que plantearlo de otro modo: ¿cómo impedir que ese capital político sea dilapidado?

Del mismo modo no se puede sino estar de acuerdo con la necesidad de proteger a Guaidó de las sectas rabiosas que lo acosan las que, pese a ser minoritarias, ocupan espacios que ocupó el centro político hasta el 20-M. Pero ahí también hay que plantear el problema de otro modo ¿qué política levantar frente a una fracción que ha hecho de la agresión a Guaidó su programa y su doctrina? Tengo la impresión de que ambas preguntas están entrecruzadas. Para responderlas será necesario, por lo mismo, responder a otra pregunta previa: ¿qué significa el liderazgo de Guaidó?

Imitando el estilo de Max Weber, podemos distinguir dos tipos de liderazgos: uno de tipo arcaico o mesiánico y otro de tipo moderno o político. De acuerdo al primero, un líder lo es porque porta un carisma que le viene de la tradición, líder al que se supone poseedor de poderes sobrenaturales (es el caso de los líderes religiosos). De acuerdo al segundo, el liderazgo de tipo político es ejercido cuando el líder representa a intereses, a veces contrarios entre sí, pero que el líder está en condiciones de conciliar gracias a su capacidad de mediación. Ahora, independientemente a que vastos sectores de la población vean en Guaidó un líder arcaico al que hay que seguir simplemente porque el destino lo puso ahí, su liderazgo es moderno, vale decir, de tipo representativo. Y aquí se plantea el problema serio: ¿Qué hacer si ese líder deja en algún momento de representar los intereses e ideas de la mayoría de sus seguidores? Márquez no da respuesta a esa pregunta: afirma simplemente que hay que apoyar al líder sin cuestionar su política. García en cambio ofrece una alternativa: la de intentar presionar o convencer al líder para que, en lugar de representar posiciones extremistas que provienen de su propio partido, represente a las del conjunto de la oposición. Evidentemente, aquí podemos entrar en un círculo vicioso.

Por una parte, los partidos de la oposición que no creen en salidas extremistas no se oponen ni critican al líder para que este no vea lesionado su liderazgo, hecho que explica por qué los dirigentes de la mayoría de los partidos de la oposición han guardado hasta ahora un silencio estridente frente a los principales dilemas políticos de la nación. Por otra, al no proclamar abiertamente sus propias alternativas políticas, despolitizan, no solo a la oposición sino al propio líder. Y de este modo dejan desprotegido políticamente a Guaidó frente a los ataques de la oposición rabiosa que concentra toda su agresión no en la política sino en la persona del líder. La pugna entonces se transforma en un infructuoso “abajo Guaidó/viva Guaidó”. Con esto queremos decir que la mejor alternativa para proteger a Guaidó de sus enemigos de ambos lados es la de re-politizar a la oposición levantando un debate político en contra de los dos extremos.

Después de todo no hay mejor modo de desarticular a la oposición rabiosa que convertir los debates personales en debates políticos. El debate debe ser: o seguir en la política de las aventuras que convierten a institutos armados y a gobiernos extranjeros en sujetos políticos (y al pueblo en objeto) o convocar a la ciudadanía hacia la reconquista de su principal derecho: el de elegir a sus representantes. Todo lo demás es paja.

Al fin y al cabo puede haber política sin líderes. Lo que no puede haber es líderes sin política.

La oposición venezolana alcanzó sus mayores victorias (2007, 2015) en momentos en los que careció de liderazgo personalizado. Naturalmente, la situación ideal sería la de un movimiento político representado por un líder dispuesto a recorrer las rutas más reales y no las más imaginarias. Entre ellas la más real de todas, la de liderar las luchas por elecciones libres no solo para conseguirlas, sino como un medio que es un fin a la vez: el de organizar políticamente a la ciudadanía sin cuya participación todo liderazgo está destinado a desaparecer. Pero para que eso ocurra no hay que esperar a que Guaidó lo decida, sino todo lo contrario: hay que crear las condiciones para que Guaidó pueda, incluso deba, decidir.

PS. En medio de ese clima nublado que inunda a la oposición venezolana me parece advertir una luz. Veo a Mercedes Malavé, dirigente del histórico COPEI, caminar por las provincias, barrios y pueblos de su patria. Ella intenta recuperar la impronta de inspiración cristiana que fuera identidad de su partido, traduciendo las grandes ideas del social cristianismo en un lenguaje sencillo y perceptible, sin caer en beaterías, ni rezando, ni asistiendo a procesiones a la virgen de no sé cuanto. Para ella el nombre del liderazgo dista de ser el tema central. Habla y actúa con plena independencia, como debe hacer un líder de toda organización política. No se pronuncia ni a favor ni en contra de Guaidó. No es su tema. Simplemente escucha y habla sin apartarse un solo centímetro de la realidad que la rodea pero siempre pensando a nivel nacional. Es una luz. Diminuta, frágil como es ella. Pero brilla.

Referencias

Simón García - BARBADOS CON CORAZÓN

https://polisfmires.blogspot.com/2019/08/simon-garcia-barbados-con-coraz...

Trino Márquez - ENTRE EL CENTRO POLÍTICO Y LA FIRMEZA https://polisfmires.blogspot.com/2019/08/trino-marquez-entre-el-centro-p...

25 de agosto de 2019

Polis

https://polisfmires.blogspot.com/2019/08/fernando-mires-me-permiten-un-p...

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Esta semana ha estado llena de noticias vinculadas a las negociaciones políticas entre gobierno y oposición, pero desde una perspectiva distinta. No me refiero a reportes de avance sobre las negociaciones facilitadas por Noruega, las cuales, por cierto, están hibernando luego de las sanciones secundarias de EEUU contra el gobierno de Venezuela.

Me refiero a otro tipo de negociaciones. Las directas, secretas, consentidas o no por todos los actores, que tienen como objetivo resolver la crisis negociando acuerdos, que podrían ir más allá del objetivo electoral de las negociaciones formales e incluyen casi cualquier escenario.

Estados Unidos ha dicho que ha tenido negociaciones con actores clave de la élite chavista y gubernamental y ha informado que no lo está haciendo con consentimiento oficial de Maduro sino buscando precisamente el desmarque y fractura interna de esas fuerzas, para sacarlo del poder. Maduro, por su parte, ha dicho que representantes de su gobierno y partido se han reunido con EEUU y otros países, con su pleno conocimiento y consentimiento, en la búsqueda de soluciones a la crisis. Los actores mencionados por ambas partes se han mostrado, luego de que salieran sus nombres a la luz, públicamente cerca de Maduro y otros personeros hiper sancionados, para enviar un mensaje (cierto o no) de unidad y respaldo.

Mi primera reacción a todo este embrollo fue preguntarme: ¿cuál será la sorpresa frente al hecho, obvio y evidente, de que todas las partes están negociando, en todos los planos, con todos los adversarios externos e internos, en todos los tipos de negociación posible, mientras que en paralelo se radicalizan contra sus adversarios para tratar de presionarlos y enviar también mensajes de fuerza y amenaza, que intenten evitar cualquier resquebrajamiento interno de su fuerza?

Más allá de las consignas principistas de los voceros radicales de ambos lados, que hoy quedan colgados de la brocha con las declaraciones negociadoras de sus propios aliados (a quienes paradójicamente no se atreven a criticar en sus tuits), resulta claro que todo es negociable. En efecto, la política es la ciencia de la negociación. Y no se negocia con los panas, sino con los adversarios, que por cierto, no los escoges tu, sino las circunstancias y no suelen ser confiables, decentes, prudentes y sanos, sino usualmente impresentables en función de tus propios valores y principios. Aún así, es con ellos que tienes que negociar e intercambiar cosas para resolver el conflicto. En un secuestro, no negocias con el cura de la iglesia, sino con el secuestrador, te guste o no. Y a mí me parece perfecto e importantísimo que ocurran esas negociaciones, aunque no necesariamente terminen en una solución deseada a corto plazo. A fin de cuentas, estoy convencido que el final de esta historia será negociado y mientras más se exploren todos los caminos de la negociación, más probabilidades de solución habrá.

Pero las negociaciones que pueden ser exitosas no son las que se anuncian, ni denuncian, ni revelan para “exponer” al negociante. Eso más bien indica que esos intentos fracasaron. Las negociaciones realmente importantes son las que ocurren detrás de las cámaras, comentarios y artículos de prensa y redes. Hay una realidad concreta. El gobierno no quiere negociar. Quiere comprar tiempo. La oposición y sus aliados tampoco quieren negociar. Quieren a Maduro fuera del poder. Pero ni uno, ni otro tienen altas probabilidades de lograr sus objetivos por una sola vía. Entonces, queriendo o no, se ven obligados a negociar. El tema es que no es posible proyectar el tiempo en el que esto puede cuajar en alguna solución relevante, si es que eso es realmente posible.

luisvleon@gmail.com

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Las noticias inundan las redes sociales, las ediciones digitales de los periódicos y las emisoras de radio. Crece exponencial la incertidumbre y la confusión reina. Ha sido una semana rica en especulaciones, informaciones no confirmadas y protagonismos. Entre las más destacadas resultan: Diosdado, se reúne con voceros del gobierno de EEUU; el Comando Sur listo para el bloqueo naval; pospuesta la ronda de reuniones en Barbados; el dólar se dispara al alza y la hiperinflación asciende incontrolada; empresas rusas y chinas suspenden compra de petróleo Venezolano; gana el peronismo en Argentina; EEUU, dice que se reúne con el gobierno a nivel muy alto; el salario mínimo mensual baja a 2,76 dólares, entre otras. En fin, apreciados lectores, aquí lo que hay es una verdadera explosión informativa, prosecución de una situación arto conocida. Vivimos en una profunda crisis política, económica y social. Y todo esto, es desarrollo de un proceso político que todavía no define su desenlace; manteniendo vigente cualquiera de las alternativas puestas en mesa.

Guerra de Cuarta Generación

Hay que tener presente que protagonizamos una guerra de cuarta generación. La primera, se inició con el uso de las primeras armas de fuego. La segunda, aprovechó los avances de la revolución industrial. La tercera, aparece con la Segunda Guerra Mundial. La cuarta, se basa en una guerra psicológica o bombardeo a la mente, dirigida a controlar, por expertos, la voluntad de las personas. Para eso se usan la guerra de guerrillas, la asimétrica, el terrorismo, la guerra civil, la propaganda –información-contrainformación– el uso de mentiras o fake news, (las bombas son las mentiras), la cibernética. No hay enfrentamiento entre ejércitos. Es una guerra económica, política y de violencia callejera. Entre los ejemplos de guerras de Cuarta Generación: la guerra civil China, conflicto armado de Colombia, Vietnam, Angola, Afganistán, Congo y Yugoslavia. El concepto de guerra de Cuarta Generación, es parte de la doctrina militar estadounidense.

Analistas y orientadores de opinión

Y para entender lo que esta pasando y por donde van los tiros, es necesario ponerse el lente de la objetividad. Y eso, va a depender del papel que usted juega en la guerra. Los primeros, son receptores pasivos y difusores de noticias favorables al bando en el que milita y aquellas negativas al adversario. Son fanáticos, fichas de partidos o repetidores consuetudinarios. Abundan entre la muchedumbre y copan extensos espacios en las redes, medios y en el boca a boca. No distinguen una noticia falsa de una verdadera. Mercado cautivo de campañas informativas y publicitarias. La carreta de los deseos va delante de la racionalidad. Por otro lado, los segundos, son aquellas personas que analizan –quitandose el cristal de los deseos- cada noticia, propuesta o juicio, para descubrir su fuente o intención. Altamente informados. Racionales. Poseen criterio. Estas personas tienen un alto nivel político y cumplen una función muy importante en los partidos políticos… Observan, oyen mucho y estudian. Advierten la importancia o necedad de una noticia. Son élite de grupos y orientadores de la opinión.

Diálogo y negociación a todos los niveles

Como se podrá observar, vivimos momentos dramáticos. La crisis se ha profundizado. Pereciera, a simple vista, que estamos en tiempos de desenlace o de pre conclusión. Esto es un enredo muy grande y los políticos se están moviendo en todas direcciones; semejando mina de bachacos, después de ser molestados. Corriendo en todas direcciones… hacia adelante y hacia atrás. Desorientados. Todas las organizaciones y personajes en un escenario de reuniones, diálogos y negociaciones. Nadie quiere quedar fuera. Buscan ser copartícipe de lo que pudiera dar con el traste a esta inaguantable situación. La credibilidad de los políticos se deteriora y pierden popularidad. La gente disminuyó la confianza en ellos. El desespero es tal que demandan una solución ya, sea la que sea. Estados Unidos, por su parte, acelera sus medidas y aumenta las sanciones. La sensación que dan es que trabajan en una linea central: sacar a Maduro de la presidencia. La amenaza del bloqueo naval pudiera ser la próxima acción. El Comando Sur, dice estar preparado, solo esperando la orden. Continúa girando el torniquete y la incertidumbre crece en la psiquis del venezolano. ¡Amanecerá y veremos!

fcordero@eluniversal.com

efecepe2010@gmail.com

@efecepe2010

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Carlos Raúl Hernández

En la formación de la voluntad del electorado influyen diversos factores políticos, emocionales, comunicacionales, económicos y culturales, en una síntesis que al final, se vota por candidatos o partidos cuya imagen logre asociarse a una vida mejor, y ese suele ser el hilo rojo de las campañas electorales exitosas, el Dr. Jekyll. Una oferta de futuro y por otro lado se complementa al identificar al competidor con un infierno real o potencial. Entra en juego el Mr. Hyde llamado “campaña negra”.

Los dos pensadores británicos del siglo XIX que terminaron de diseñar la democracia representativa tal como la conocemos, Jeremías Bentham y John Stuart Mill, plantean que los seres humanos buscan con sus actos, placer, beneficio personal y familiar, y a esto se llamó utilitarismo. Bentham escribe que “la libertad… tiene valor solo en cuanto constituye medio para conseguir la felicidad”. El aparataje de una campaña electoral bien concebida debe inducir en la mente de los electores a Mr. Hyde y el Dr. Jekyll.

Marx, cuyo esquema político es primitivo comparado con contemporáneos mucho menos celebrados, quedó estupefacto en 1848 cuando presenció la primera votación directa, universal y secreta conocida, que eligió a Luis Napoleón en Francia. Para él todo régimen burgués era una dictadura, y su brújula enloqueció cuando la clase obrera, “la mayoría social explotada”, votó en masa por éste, mientras los comunistas quedaron reducidos a una demacrada minoría. A Marx le pareció casi un acontecimiento mágico.

Para su despecho una mayoría social “proletaria, explotada, miserable”, que solo podía perder las cadenas, se ponía al servicio de sus enemigos y no era capaz de hacerse mayoría política a través del proceso electoral que convierte sufragios en curules, es decir, en poder. Contentarse porque los estudios de opinión arrojen que 80 ó 90% desea salir del actual gobierno, debería ser estímulo suficiente para concurrir a una elección porque son muy altas las posibilidades de ganarla, si se tiene la capacidad suficiente.

Mayorías social y política

Y si no es por el voto y las curules que tornan mayoría social en mayoría política, aquella es una ficción que sirve de poco. Las mayorías políticas hay que construirlas, no están dadas por simpatías estadísticas, sino son un proceso productivo que requiere recursos económicos y humanos, partidos, una campaña electoral sólida, habilidad política, estudios técnicos de opinión, una maquinaria de testigos en las mesas que recabe las actas. Y la moralización de los electores para que concurran en situaciones adversas y ganen.

En veinte años la sociedad ha fracasado varias veces en estos principios básicos, pero también fue exitosa cuando lo hizo bien, como en 2015. La experiencia real acumulada es que ninguna (enfatizo: ninguna) de las denuncias de fraude ha podido respaldarse con el elemento esencial, los recibos, que son las actas. Y la misma experiencia señala que cuando se tienen la victoria se logra no importa el ventajismo de gobierno. Eso lo vimos el año pasado en Zulia, Táchira, Mérida, Anzoátegui y Nueva Esparta.

En mayo de 2018 tuvimos la demostración más palmaria e insólita, digna de estudio por tratarse de un hecho incomparable, de como la incompetencia estratégica puede impedir que una amplia mayoría social se convierta en mayoría política, sugiere Adriana Morán. Este caso es tan increíble que merecerá estudios por ser modelo de suicidio de un liderazgo y se han dado argumentos tan pueriles como que a los decisores no les gustaba el candidato.

En otras palabras, que era preferible el triunfo de Maduro. Demostramos incapacidad para dar una exitosa batalla electoral, como si ha ocurrido en otros países de la región, pese a la proclama de ser mayoría. Y tampoco hemos sido suficientemente hábiles para negociar con el gobierno y hasta eso han tenido que asumirlo los norteamericanos, tal como se supo recientemente.

Rendirse mata

Las primarias argentinas del domingo ilustran lo que hemos dicho. Macri triunfa sobre el peronismo en 2015 porque representó una esperanza de cambio para mejorar la vida de la gente. Pero desde hace por lo menos dos años se observa que su deriva podía conducirlo a la derrota, porque no enfrentó los desarreglos estructurales que envilecen la sociedad, empezando por la inflación, lo que se suma a su inexperiencia política.

Las mayorías no son estables sino efímeras y la capacidad de los líderes se prueba precisamente al mantenerlas. El haber rechazado el financiamiento del FMI que le hubiera permitido suavizar los efectos del ajuste para emprender la reforma estructural de la economía, siempre lució como una excentricidad que salió muy cara, particularmente para alguien que se enfrenta a un monstruo con el arraigo popular del peronismo.

La eventual pérdida de la mayoría política en las elecciones de octubre debería ser una lección. Mantener el poder o cualquier parcela de felicidad, como diría, Bentham, obliga a tejer acuerdos, arreglar disputas, conciliar diferencias, pero no para medrar sino para realizar eficientemente los objetivos de la acción, la conquista de mayor bien. Pero la libertad es una oportunidad, no una garantía. Y todo se puede perder.

@CarlosRaulHer

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Manuel Felipe Sierra

Los contactos oficiosos entre los gobiernos -aun sin que existan relaciones diplomáticas entre ellos- son comunes y necesarios para los países incluso por meras razones informativas.

Donald Trump aseguró esta semana que existen contactos con el gobierno venezolano, lo cual fue confirmado posteriormente por el propio presidente Nicolás Maduro, quien advirtió que no se trata de negociaciones sobre una agenda específica sino de aproximaciones rutinarias; incluso la representación opositora en los diálogos celebrados en Oslo y en Barbados (que se consideran transitoriamente interrumpidos) viajó a Washington para ofrecer su versión sobre el rumbo de un proceso que según ellos avanza en el tema fundamental de la convocatoria a elecciones.

También altos voceros del oficialismo apuestan a darle continuidad a una gestión que es avalada y estimulada por la Unión Europea, el Grupo Internacional de Contacto, Rusia, China, Cuba y por otras instancias internacionales que apuestan a una salida pacífica a la crisis venezolana.

Se conoce que desde hace meses se mantienen reuniones de los miembros del "Grupo de Boston" (integrado por parlamentarios de los dos países) que son monitoreadas por importantes personajes vinculados a la Casa Blanca y que facilitaron el año pasado la liberación del prisionero norteamericano, Joshua Holt, quien fuera recibido en el despacho presidencial por el propio Trump.

Todo ello pese al endurecimiento de las sanciones aplicadas contra funcionarios que tienden a agravarse y las restricciones económicas-financieras cuyos efectos como se sabe castigan a la población cada vez en mayor medida y que incluso impedirían jugar en su país a los peloteros venezolanos contratados por los equipos del Norte.

Una restricción que, recordando la experiencia cubana en la materia, tiene un impacto significativo en el interés y la atención nacional de las temporadas de béisbol y que seguramente serían ampliadas también en otras áreas no necesariamente vinculadas con la política ni con el gobierno.

No obstante ello, las tensiones tienden a intensificarse de acuerdo a recientes declaraciones de los funcionarios John Bolton y Eliott Abrams, quienes actúan en la práctica como actores políticos nacionales, asumiendo de esta manera el papel y la responsabilidad que corresponde a los partidos y la dirigencia opositora.

El último llegó incluso a sostener cuáles serían los términos de una posible transición e imponer de antemano un veto moral sobre algunos ministros del actual gobierno, amén de que se avanza en la configuración en la práctica de un gobierno paralelo en el manejo del tema petrolero, como en los casos de Citgo, Pdvsa y al parecer también en relación a las empresas de la CVG.

Todo ello al margen de lo que puedan decidir las partes en conflicto en los diálogos y negociaciones en marcha que buscan rescatar la necesaria soberanía e independencia de los actores envueltos en la conflictividad y que están obligados a respetar y preservar los intereses de los venezolanos.

Contadora

Una situación que obliga sin duda a la dirigencia opositora a definir con claridad los límites de la ayuda o la mediación internacional, que si bien es necesaria e indispensable en situaciones parecidas, debería limitarse a facilitar un clima para la convivencia y la búsqueda de salidas consensuadas y no como un factor que estimula y gana protagonismo, en este caso frente a los factores que rechazan el modelo chavista-madurista.

En este sentido, es pertinente invocar la experiencia del Grupo Contadora en la guerra centroamericana, tal como lo recordaba recientemente la presidenta de Copei, Mercedes Malavé.

En aquellas circunstancias gobiernos democráticos prestaron su apoyo para buscar salida al conflicto, sin que asumieran el apoyo a las organizaciones que le eran cercanas y con las cuales comulgaban ideológicamente para facilitar de esta manera que la mediación tuviera los resultados que se esperaban, generando confianza y respeto en los grupos que abrazaban la violencia guerrillera.

¿Habría tenido éxito aquella gestión mediadora, si por ejemplo, el gobierno de Luis Herrera Campins a través del excanciller Arístides Calvani hubiera colocado su apoyo a los partidos demócrata-cristianos que le eran afines frente a los grupos guerrilleros sin tomar en cuenta la necesidad y la urgencia de crear las bases para la paz como objetivo prioritario?

En buena medida, en esta materia, más que la mediación, que como tal supone concesiones y flexibilidad pareciera que se procura coincidir y favorecer (más allá de identidades y simpatías políticas) a uno de los polos de la confrontación; lo cual como es obvio conduce a profundizarla y agravarla.

La estrategia norteamericana ahora asume el rumbo aplicado en el caso cubano, cuyo punto de partida ha sido la desaparición de un régimen sin tomar en cuenta las condiciones y particularidades del proceso que le dio nacimiento, con las consecuencias que ya se conocen y que en ningún caso podrían considerase acertadas y menos aún exitosas.

A estas alturas -después de los cambios ocurridos en el mundo y particularmente en América Latina- resulta incomprensible insistir en un esquema que no solo impide las salidas necesarias sino que paradójicamente es un factor que fortalece los regímenes sobre los cuales se plantea la necesidad de las transiciones y los cambios.

En este caso es una responsabilidad que atañe al mediador, pero también a los sectores que pugnan por soluciones desconociendo las realidades y las condiciones propias de las experiencias políticas. El estilo de la "oposición cubano-mayamera" no es el mejor ejemplo para propiciar el cambio ya inaplazable de la situación venezolana hacia un clima de convivencia y de gobernabilidad democrática.

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