La situación económica del país afecta a toda la estructura de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana. Aunque un pequeño grupo reciba privilegios, no son más que eso, apenas un número reducido de quienes tienen acceso por razones de cargo, más que de rango, a los beneficios que de su ubicación laboral o de comando tengan.
Lo que alguna vez significó un gran atractivo para entrar a la institución armada, se ha perdido con el tiempo y la crisis. Es por ello que una de las razones más fuertes para desertar, son los bajos salarios. No importa cuántos aumentos se hayan dado en los últimos años, porque la brutal inflación se come el salario. No hay manera que con lo que gana un militar pueda cubrir la canasta básica.
Revisando el tabulador del salario de un General de División, observamos que llega a 177.774 bolívares (10 dólares), que con los descuentos le queda en 145 mil (8 dólares). Si le suma lo depositado por la Caja de Ahorro pues termina recibiendo poco más de 154 mil bolívares, más los bonos. En el caso del general de Brigada su salario es de Bs. 161 mil (USD 9), que con los descuentos se reduce a Bs. 135 mil.
Un coronel gana aproximadamente Bs. 160 mil (USD 9), más un bono compensatorio de unos 55 mil y 25 mil por bono de alimentación. Con los descuentos le queda en cerca de 221 mil.
En el caso de un Primer Teniente, con ocho años de antigüedad, su salario es de 150 mil bolívares (USD 8,5). Un Sargento Mayor de Segunda con 12 años de servicio recibe 120 mil bolívares. Un Sargento Segundo llega a 110 mil bolívares (USD 6,2).
Los salarios tienen pequeñas diferencias de acuerdo a los bonos que les asignan por el cargo que ocupe. Hay que resaltar que en el último día de julio depositaron el llamado bono de lealtad al que llamaron Bono Defensivo Territorial más una Retribución Especial que llegó a ser de unos 57.300 bolívares. A los militares activos les dieron un bono de casi Bs. 200 mil, que no se lo dieron a los oficiales retirados.
Los ingresos varían un poquito en el caso de los militares que reciben primas, por ejemplo aquellos ubicados en frontera.
A los generales que están en Caracas, además de las cajas de CLAP, que reciben todos los militares, les dan una caja de alimentos aparte y más resuelta en cuanto a cantidad y calidad, que la del CLAP.
Un número importante del generalato y almirantazgo, a excepto de aquellos que están comandando, depende de las dádivas de sus subalternos o de amigos que los financian para sobrevivir.
Anteriormente, cuando un miembro del generalato o almirantazgo se iba de la Fuerza Armada, ya cumplido su tiempo de servicio activo, le daban un vehículo Toyota cero kilómetro. El oficial pasaba a disfrutar de su retiro. Algunos montaban empresas, se iban a sus fincas o sencillamente se dedicaban a disfrutar de sus familias.
El alto oficial ahora no sale ni con una patineta en mano, tampoco con un sueldo que le permita vivir ni mantener a su familia. La única certeza que tiene es que debe dedicarse a trabajar en cualquier cosa si quiere sobrevivir.
La seguridad social
El Instituto de Previsión Social de la Fuerza Armada (IPSFA) y los hospitales militares, especialmente el "Dr. Carlos Arvelo" de Caracas, significaban para los militares la garantía de su seguridad social y atención médica segura.
En los lugares donde hay hospitales militares en diversos sitios del país, se caracterizaban por su excelente atención, equipos médicos y servicios necesarios. Eso ha cambiado hoy sustancialmente.
Antes de la llegada de la revolución al poder, esos centros asistenciales eran esencialmente para la atención del militar. Pero a Hugo Chávez se le ocurrió un día abrirle la puerta para la atención de civiles y militares, con la excusa que Fuerza Armada y pueblo se compenetrarían. Hoy en día no sirven los hospitales públicos y tampoco los militares.
En el hospital militar de San Cristóbal "Cap (Av) Guillermo Hernández Jacobsen" ya casi no hay médicos, aún cuando tiene un significado muy importante por estar ubicado en zona de frontera y por ello es constante la atención que deberían prestarle a militares que resulten heridos por los enfrentamientos y actividades propias de la zona fronteriza.
El Hospital Militar Universitario de Caracas Dr. Carlos Arvelo era de tal importancia que muchos médicos militares de otros países venían a entrenarse en él y a hacer posgrados. Hoy a duras penas presta los servicios, con graves deficiencias, a los militares venezolanos.
En cuanto al IPSFA hoy no es ni remotamente lo que alguna vez fue. Hasta hace un par de años, los militares y sus familiares tenían cubierta la hospitalización, cirugías, maternidad, las medicinas, incluso las de enfermedades graves. Hace ya varios años que, ante la escasez de medicamentos, la red de farmacias que los suministraba no puede cumplir los convenios. Así fue como los militares y sus familias empezaron a recorrer las farmacias, a buscar entre amigos, a colocar avisos en las redes sociales y en los medios de comunicación para conseguir el medicamento que requerían.
El seguro médico de la Fuerza Armada es Horizontes que ya no cubre ni las cirugías cuando los pacientes militares lo requieren. Casi ninguna clínica del país lo acepta.
Por razones desconocidas Nicolás Maduro le dio la misión principal al Ipsfa de repartir vehículos, viviendas y otros beneficios que cumplían con un perfil más propagandístico que de seguridad médico asistencia ni social.
Fue un grave error porque se convirtió en un instrumento que dio paso a la corrupción, cuando varios oficiales lograron monopolizar el acceso a los vehículos, a cambio de fuertes sumas de dinero. Y así cada día el IPSFA ha ido perdiendo su más fuerte razón de ser.
Aunque en la Fuerza Armada hacen esfuerzos por satisfacer las necesidades de la tropa o militares de bajo rango, cada día es más difícil evitar que abandonen la institución, por lo que las deserciones son alarmantes y ha llevado a que Nicolás Maduro ordene llenar los espacios vacíos con personal de la Milicia Bolivariana.
La crisis en la institución militar conduce, además, a que haya gran cantidad de militares delinquiendo, bien sea en atracos, extorsiones, robo de armas, narcotráfico, etcétera. Es progresivo y parece inevitable el deterioro de la institución castrense.
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INFOBAE
Opinión
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Durante cuatro décadas, la doctrina predominante en Estados Unidos fue que las corporaciones deben maximizar el shareholder value: el valor para los accionistas (es decir, las utilidades y los precios de las acciones) aquí y ahora, a como dé lugar, sin importar las consecuencias para los trabajadores, los clientes, los proveedores y las comunidades. Así que la declaración de apoyo a un capitalismo de “partes interesadas” (stakeholders), firmada a principios de este mes por casi todos los miembros de la organización empresarial estadounidense Business Roundtable, causó bastante revuelo. Al fin y al cabo, son los directores ejecutivos de las corporaciones más poderosas de Estados Unidos, y están diciendo a los estadounidenses y al mundo que una empresa no se reduce a sus resultados financieros. Es un giro bastante radical. ¿Será verdad?
El ideólogo del libre mercado y premio Nobel de Economía Milton Friedman tuvo un papel influyente no sólo en la difusión de la doctrina de la primacía de los accionistas, sino también en conseguir que se incorporara a la legislación en los Estados Unidos. Llegó a decir que hay una “única responsabilidad social de las empresas: usar sus recursos para participar en actividades diseñadas para incrementar sus beneficios”.
Lo irónico es que poco después de que Friedman promulgó estas ideas, y allá por el tiempo en que se popularizaron e incorporaron a las leyes sobre gobernanza corporativa (como si se basaran en una teoría económica sólida), Sandy Grossman y yo, en una serie de artículos de fines de los setenta, mostramos que el capitalismo de los accionistas no maximiza el bienestar social.
Esto es evidentemente cierto cuando hay externalidades importantes como el cambio climático o cuando las corporaciones envenenan el aire que respiramos o el agua que bebemos. Y es evidentemente cierto cuando promueven el consumo de productos nocivos para la salud, por ejemplo bebidas azucaradas que contribuyen a la obesidad infantil o analgésicos que desatan una crisis de opioides, o cuando explotan a personas incautas y vulnerables, como la Universidad Trump y muchas otras instituciones estadounidenses de educación superior con fines de lucro. Y es cierto cuando se aprovechan del poder de mercado, como hacen muchos bancos y empresas tecnológicas.
Pero es cierto también en un sentido más general: el mercado puede impulsar a las empresas a ser imprevisoras y no invertir lo suficiente en los trabajadores y en las comunidades. Así que es un alivio que dirigentes corporativos, presuntamente dotados de una comprensión profunda del funcionamiento de la economía, finalmente hayan visto la luz y se hayan puesto al día con la economía moderna, aunque les haya llevado unos cuarenta años.
Ahora bien: ¿creen realmente estos dirigentes corporativos en lo que dicen, o es su declaración un mero gesto retórico frente a la reacción popular contra numerosos abusos? Hay motivos para pensar que no están siendo muy sinceros.
La primera responsabilidad de las corporaciones es pagar sus impuestos; pero entre las que suscribieron la nueva visión corporativa hay algunas de las empresas estadounidenses que más eluden impuestos, por ejemplo Apple, que a todas luces sigue usando paraísos fiscales como la isla de Jersey. Otras apoyaron el paquete impositivo promulgado en 2017 por el presidente estadounidense Donald Trump, que mientras reduce impuestos a corporaciones y milmillonarios, los aumentará para la mayoría de los hogares de clase media y dejará a varios millones de personas más sin seguro médico cuando se complete su implementación. (Esto, en un país con el mayor nivel de desigualdad, los peores indicadores sanitarios y la menor expectativa de vida entre las grandes economías desarrolladas.) Y aunque estos dirigentes empresariales defendieron la tesis de que la rebaja de impuestos generaría inversiones y aumentos salariales, los trabajadores recibieron migajas. La mayor parte del dinero no se usó para la inversión, sino para la recompra de acciones, que sólo sirvió para forrarles los bolsillos a accionistas y ejecutivos con planes de incentivos basados en acciones.
Un auténtico sentido de responsabilidad más amplia llevaría a la dirigencia corporativa a apoyar una normativa más rigurosa que proteja el medioambiente y la salud y seguridad de sus empleados. Unas pocas empresas automotrices (Honda, Ford, BMW y Volkswagen) lo hicieron, y apoyan normas que son incluso más estrictas que las que quiere el gobierno del presidente Trump (que está ocupado en deshacer el legado medioambiental del expresidente Barack Obama). Hasta hay ejecutivos de empresas de gaseosas que al parecer se sienten mal por su contribución a la obesidad infantil, que como saben, suele provocar diabetes.
Pero aunque muchos ejecutivos quieran hacer lo correcto (o tienen familiares o amigos que quieren hacerlo), saben que no todos sus competidores harán lo mismo. Hay que emparejar el terreno de juego para que las empresas con conciencia no queden en desventaja frente a las irresponsables. Por eso muchas corporaciones quieren normas contra el soborno y reglas que protejan el medioambiente y la salud y seguridad de los trabajadores.
Por desgracia, esto no incluye a muchos de los grandes bancos, cuya conducta irresponsable produjo la crisis financiera global de 2008. Apenas aprobada la Ley Dodd‑Frank (2010) de reforma financiera, que fijó normas más estrictas para reducir la probabilidad de repetición de la crisis, los bancos ya estaban trabajando para lograr la derogación de sus disposiciones clave. Uno de esos bancos fue el JPMorgan Chase, cuyo director ejecutivo es Jamie Dimon, presidente actual de Business Roundtable. Previsiblemente, dada la influencia del dinero en la política estadounidense, los bancos tuvieron bastante éxito. Y un decenio después de la crisis, algunos todavía pelean en los tribunales contra las demandas planteadas por víctimas de su conducta irresponsable y fraudulenta: esperan que su capacidad económica les permita aguantar más que los demandantes.
Por supuesto que la nueva postura de los directores ejecutivos más poderosos de Estados Unidos es bienvenida. Pero habrá que esperar hasta saber si es otro truco publicitario o si realmente creen en lo que dicen. Mientras tanto, necesitamos una reforma legislativa. Las ideas de Friedman no sólo dieron a ejecutivos codiciosos una excusa perfecta para hacer lo que siempre habían querido hacer, sino que también produjeron leyes de gobernanza corporativa que incorporaron el capitalismo de accionistas al marco legal de Estados Unidos y de muchos otros países. Eso debe cambiar, para que las corporaciones no tengan sólo la opción, sino también la obligación real, de pensar en los efectos de su conducta sobre otras partes interesadas.
Traducción: Esteban Flamini
Agosto 27, 2019
Project Syndicate
https://www.project-syndicate.org/commentary/how-sincere-is-business-rou...
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El segundo hombre fuerte de Venezuela, Diosdado Cabello, enfurecido porque, debido a la vertiginosa inflación que azota a su patria, el bolívar ha desaparecido de la circulación y los venezolanos sólo compran y venden en dólares, ha pedido a sus compatriotas que recurran al “trueque” para desterrar del país de una vez por todas a la moneda imperialista.
Es seguro que los desdichados venezolanos no le van a hacer el menor caso, porque la dolarización del comercio no es un acto gratuito ni una libre elección, como cree el dirigente chavista, sino la única manera como los venezolanos pueden saber el valor real de las cosas en un país donde la moneda nacional se devalúa a cada instante por la pavorosa inflación —la más alta del mundo— a la que han llevado a Venezuela sus irresponsables dirigentes multiplicando el gasto público e imprimiendo moneda sin respaldo. La alusión al trueque de Cabello es una diáfana indicación de ese retorno a la barbarie que vive Venezuela desde que, en un acto de ceguera colectiva, el pueblo venezolano llevó al poder al comandante Chávez.
El trueque es la forma más primitiva del comercio, aquellos intercambios que realizaban nuestros remotos ancestros y que algunos pensadores, como Hayek, consideran el primer paso que dieron los hombres de las cavernas hacia la civilización. Desde luego, comerciar es mucho más civilizado que entrematarse a garrotazos como hacían hasta entonces las tribus, pero yo tengo la sospecha que el acto decisivo para la desanimalización del ser humano ocurrió antes del comercio, cuando nuestros antecesores se reunían en la caverna primitiva, alrededor de una fogata, para contarse cuentos. Esas fantasías los desagraviaban del espanto en que vivían, temerosos de la fiera, del relámpago y de los peores depredadores, las otras tribus. Las ficciones les daban la ilusión y el apetito de una vida mejor que aquella que vivían, y de allí nació tal vez el impulso primero hacia el progreso que, siglos más tarde, nos llevaría a las estrellas.
En este largo tránsito, el comercio desempeñó un papel principal, y buena parte del progreso humano se debe a él. Pero es un gran error creer que salir de la barbarie y llegar a la civilización es un proceso fatídico e inevitable. La mejor demostración de que los pueblos pueden, también, retroceder de la civilización a la barbarie es lo que ocurre precisamente en Venezuela. Es, en potencia, uno de los países más ricos del mundo, y cuando yo era niño millones de personas iban allá a buscar trabajo, a hacer negocios y en busca de oportunidades. Era, también, un país que parecía haber dejado atrás las dictaduras militares, la gran peste de la América Latina de entonces. Es verdad que la democracia venezolana era imperfecta (todas lo son), pero, pese a ello, el país prosperaba a un ritmo sostenido. La demagogia, el populismo y el socialismo, parientes muy próximos, la han retrocedido a una forma de barbarie que no tiene antecedentes en la historia de América Latina y acaso del mundo. Lo que ha hecho con Venezuela el “socialismo del siglo XXI” es uno de los peores cataclismos de la historia. Y no sólo me refiero a los más de cuatro millones de venezolanos que han huido del país para no morirse de hambre; también a los robos cuantiosos con los que la supuesta revolución ha enriquecido a un puñado de militares y dirigentes chavistas cuyas gigantescas fortunas han fugado y se refugian ahora en aquellos países capitalistas contra los que claman a diario Maduro, Cabello y compañía.
Las últimas noticias que se han publicado en Europa sobre Venezuela muestran que la barbarización del país adopta un ritmo frenético. Las organizaciones de derechos humanos dicen que hay 501 presos políticos reconocidos por el régimen, y, pese a ello, se hallan aislados y sometidos a torturas sistemáticas. La represión crece con la impopularidad del régimen. Los cuerpos de represión se multiplican y, el último en aparecer, ahora operan en los barrios marginales, antiguas ciudadelas del chavismo y, debido a la falta de trabajo y la caída brutal de los niveles de vida, convertidos en sus peores enemigos. Las golpizas y los asesinatos a mansalva son incontables y quieren, sobre todo, mediante el terror, apuntalar al régimen. En verdad, consiguen aumentar el descontento y el odio hacia el Gobierno. Pero no importa. El modelo de Venezuela es Cuba: un país sonámbulo y petrificado, resignado a su suerte, que ofrece playas y sol a los turistas, y que se ha quedado fuera de la historia.
Por desgracia, no sólo Venezuela retorna a la barbarie. Argentina podría imitarla si los argentinos repiten la locura furiosa de esas elecciones primarias en las que repudiaron a Macri y dieron 15 puntos de ventaja a la pareja Fernández / Kirchner. ¿La explicación de este desvarío? La crisis económica que el Gobierno de Macri no alcanzó a resolver y que ha duplicado la inflación que asolaba a Argentina durante el mandato anterior. ¿Qué falló? Yo pienso que el llamado “gradualismo”, el empeño del equipo de Macri en no exigir más sacrificios a un pueblo extenuado por los desmanes de los Kirchner. Pero no resultó; más bien, ahora los sufridos argentinos responsabilizan al actual Gobierno —probablemente, el más competente y honrado que ha tenido el país en mucho tiempo— de las consecuencias del populismo frenético que arruinó al único país latinoamericano que había conseguido dejar atrás al subdesarrollo y que, gracias a Perón y al peronismo, regresó a él con empeñoso entusiasmo.
La barbarie se enseñorea también en Nicaragua, donde el comandante Ortega y su esposa, después de haber masacrado a una valerosa oposición popular, han retornado a reprimir y asesinar opositores gracias a unas fuerzas armadas “sandinistas” que se parecen ya, como dos gotas de agua, a las que permitieron a Somoza robar y diezmar aquel infortunado país.
Evo Morales, en Bolivia, se dispone a ser reelegido por cuarta vez como presidente de la República. Hizo una consulta a ver si el pueblo boliviano quería que él fuera de nuevo candidato; la respuesta fue un no rotundo. Pero a él no le importa. Ha declarado que el derecho a ser candidato es democrático y se dispone a eternizarse en el poder gracias a unas elecciones manufacturadas a la manera venezolana.
1 de septiembre de 2019
El País
https://elpais.com/elpais/2019/08/30/opinion/1567177708_069548.html
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Se sabe desde hace tiempo que en las preferencias sexuales de una persona –si prefieren compañeros sexuales masculinos, femeninos, o ambos– influyen los genes. La evidencia más directa es que es más probable que estas sean iguales en parejas de gemelos idénticos, cuya composición genética es la misma, que en gemelos no idénticos, que solo la comparten en aproximadamente un 50 %.
Lo que ha permanecido oculto es el conocimiento de qué gen específico, o genes, están implicados. Un estudio de 1993 encontró que la preferencia sexual masculina estaba afectada por un gen particular en el cromosoma X, que los medios por supuesto apodaron “gen gay”. Otro trabajo posterior no pudo replicar este descubrimiento, y las revisiones subsecuentes arrojaron resultados variados.
El problema era que estos estudios eran demasiado pequeños para sacar conclusiones firmes. Hay millones de partes de nuestro ADN que difieren entre personas. Esto significa que encontrar los genes asociados con las preferencias sexuales es como buscar una aguja en un pajar.
Así que un equipo internacional de investigadores, dirigidos por mí, pretendimos encarar este problema. Nuestros resultados se han publicado esta semana en Science
A la fuerza
Nuestra aproximación fue simple: fuerza bruta. Si el resto de condiciones son las mismas, cuanto más grande sea un estudio más podremos confiar en los resultados. Así que en vez de muestrear unos pocos cientos o miles de individuos –como en estudios previos sobre las preferencias sexuales— usamos casi medio millón.
Para obtener semejante muestra utilizamos datos que han sido tomados como parte de proyectos mucho más grandes. Estos incluyen datos de ADN y respuestas a cuestionarios de participantes en Reino Unido (como parte del estudio UK Biobank)) y EE UU (de clientes de la empresa de tests de ancestros 23andMe) que consintieron en responder preguntas sobre su sexualidad.
El inconveniente de usar estas enormes colecciones de datos fue que los estudios no estaban específicamente diseñados para encontrar genes relacionados con las preferencias sexuales, así que estábamos limitados por las preguntas que los participantes habían contestado. Tanto en el caso de UK Biobank como de 23andMe, los voluntarios reportaron si habían tenido alguna vez un compañero sexual de su mismo sexo.
El ADN de una persona consiste esencialmente en millones de letras de código, y las letras difieren entre individuos diferentes. Por resumir, el siguiente paso fue probar en cada posición si una letra era más común en los participantes que hubieran reportado haber tenido compañeros del mismo sexo que en aquellos que no.
No un gen sino muchos
Lo que encontramos es que no hay un “gen gay”. En vez de eso, hay muchos, muchos genes que influyen en la probabilidad de que una persona tenga compañeros del mismo sexo.
Individualmente, cada uno de estos genes solo tiene un efecto muy pequeño, pero este es substancial cuando se combinan. Pudimos estar estadísticamente seguros sobre cinco posiciones específicas del ADN. También pudimos decir con alta confianza que hay cientos o miles de otras posiciones que también desempeñan un papel, aunque no pudimos precisar dónde están todas.
Los participantes de la colección de datos de 23andMe respondieron preguntas no solo sobre su comportamiento sexual, sino también sobre atracción e identidad. Al tomar todos los efectos genéticos en combinación, vimos que los mismos genes subyacen tras las variaciones en el comportamiento sexual, atracción e identidad.
Algunos de los genes sobre los que pudimos estar seguros nos dieron pistas sobre las bases biológicas de las preferencias sexuales. Uno de esos genes, además de estar asociado con tener parejas masculinas en hombres, también estaba relacionado con la alopecia androgénica. Además, estaba cerca de otro gen implicado en la diferenciación sexual –el proceso de masculinización y feminización de machos y hembras biológicos, respectivamente–. Las hormonas sexuales están relacionadas tanto en la calvicie como en esta diferenciación, por lo que nuestro descubrimiento implica que dichas hormonas podrían estar también relacionadas con las preferencias sexuales.
Otros hallazgos reforzaron la extrema complejidad de la biología que subyace a las preferencias sexuales. En primer lugar, las influencias genéticas solo se solapaban parcialmente en machos y hembras, lo que sugiere que la biología de estos comportamientos del mismo sexo es diferente en hombres y mujeres.
En segundo lugar establecimos que, a nivel genético, no hay un continuo desde gay a heterosexual. Lo más probable es que haya genes que predisponen a una atracción hacia el mismo sexo y genes que predisponen a una atracción hacia el sexo contrario, y que estos varían independientemente.
Debido a la complejidad de las influencias genéticas no podemos predecir significativamente las preferencias sexuales de una persona a partir de su ADN, ni era este nuestro objetivo.
Posibles malinterpretaciones
Los descubrimientos científicos son a menudo complejos y es fácil que sean tergiversados por los medios. Las preferencias sexuales tienen una larga historia de controversia y malinterpretación pública, así que es importante trasmitir una imagen matizada y precisa de nuestros resultados.
Pero la gente tiende a querer respuestas en blanco y negro sobre temas complejos. Por eso, el público podría reaccionar ante nuestros descubrimientos diciendo: “¿No hay un gen gay? ¡Supongo que no es genético después de todo!” o “¿Muchos genes? ¡Supongo que las preferencias sexuales están fijadas genéticamente!”. Ambas interpretaciones son erróneas.
Las preferencias sexuales están influidas por los genes pero no determinadas por ellos. Incluso los gemelos genéticamente idénticos a menudo tienen preferencias diferentes. Tenemos pocas ideas acerca de cuáles son las influencias no genéticas, y nuestros resultados nada dicen acerca de eso.
Para responder a más preguntas que el público pueda tener sobre el estudio hemos creado una página web con respuestas a cuestiones habituales, y un vídeo explicativo. Para desarrollar esta web recibimos comentarios de grupos y miembros del colectivo LGTBQ y talleres organizados por Sense about Science donde representantes del público, activistas e investigadores discutieron los hallazgos.
The Conversation
https://theconversation.com/que-quiere-decir-y-que-no-el-mayor-estudio-d...
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“Una política del resentimiento, el miedo y la ira. Ése es el esqueleto fascista: incitación a la violencia, un vulgar materialismo, un nacionalismo asfixiante, xenofobia, la necesidad de señalar chivos expiatorios, la banalización del arte, el odio por la vida intelectual y una feroz resistencia al cosmopolitismo.” Rob Rieman[1]
Nada mejor que el epígrafe para entender el absurdo fallo de la sala constitucional del tsj (en minúscula todo, por lo írrito de su constitución y acción) ordenando elecciones en las universidades autónomas (públicas) en los próximos seis meses. Es menester señalar, en primer lugar, que en las universidades o prospectos de universidades que controla directamente, el fascismo nunca ha realizado elecciones: designa ejecutivamente al equipo rectoral por su lealtad política. El artículo 34.3 de la Ley Orgánica de Educación chavista (base del fallo mencionado), alega que una “democracia participativa, protagónica” significa igual peso al voto de cada empleado, estudiante, egresado y profesor.
Además de pervertir de forma absoluta el carácter académico que debe tener la designación de sus autoridades, constituye un pretexto increíblemente cínico, cuya invocación debería avergonzar a la ponente[2]. El avance del conocimiento científico, tecnológico y humanístico no obedece a procedimientos democráticos. La cura del cáncer, la derrota de la inflación o la composición de una cautivante obra literaria no se deciden por mayoría. Resultan de algo que el oscurantismo chavo-madurista aborrece: el talento y la creatividad.
Basta una mirada a algunos elementos de la LOE, aprobada en 2009, para apreciar la inquina del fascismo gobernante en contra de la educación. La “fuerza productiva” por excelencia hoy es el talento humano. Su aplicación generalizada es la base de la llamada Sociedad del Conocimiento de hoy. Pero en esta ley no hay referencia alguna a la necesidad de capacitar al país para afrontar exitosamente los desafíos de esta sociedad globalizada, ni a formar una ciudadanía universal, insertada ventajosamente en la generación y aprovechamiento de los avances científicos y tecnológicos de la humanidad.
Por el contrario, la LOE prioriza los valores nacionales y los “saberes populares, artesanales y ancestrales”, elementos de una “venezolanidad” primitiva y restringida, aislada del mundo.[3] En las casi 10.000 palabras de la ley, la palabra “aprendizaje” (o “aprendizajes”) sólo aparece cuatro veces; la “escuela”, nueve veces y la palabra “enseñanza”, apenas cuatro veces. La insistencia en valores propios de un nacionalismo atávico, la ausencia de referencia a los desafíos de la sociedad del conocimiento moderna, los atisbos racistas que se asoman aquí y allá en esa ley, permite argüir el carácter retrógrado y oscurantista de la concepción “educativa” chavista.
Pero, además, con el absurdo esquema electoral del mencionado artículo 34.3 de la LOE, el fascismo saldría todavía más aplastado que en las elecciones universitarias realizadas conforme a la Ley de Universidades vigente: en ninguno de los cinco padrones electorales especificados ganaría (estudiantes, profesores, empleados, obreros, egresados). A pesar de la cantada intención de trampear cualquier elección que pudiese presentarse bajo esta pachotada, en absoluto pudiera legitimar su eventual “triunfo” en las circunstancias de hoy. No es ganar la universidad a través de un sistema electoral insensato lo que se pretende. Es simple y llanamente su destrucción.
El disparate jurídico del fallo --viola el art. 109 de la Constitución que consagra la autonomía universitaria; es extra petita, al sentenciar fuera de lo solicitado[4]; anula preceptos de la Ley de Universidades; y otros desatinos más, ampara la intención de destruir a nuestras más prestigiosas Casas de Estudio que siempre exhibió el chavismo. Poco a poco, cual “tragavenado” constrictora, fue estrechando ámbitos de gestión autónoma, reduciéndoles el presupuesto, atacándolas con bandas violentas que destruían equipos y enseres e intimidaban sus estudiantes, para finalmente, condenar a sus profesores con sueldos de hambre, obligando a muchos a buscar horizontes foráneos que podrían proporcionarle una vida digna.
El fascismo se alimenta del resentimiento, la envidia, la sed de venganza y los temores que resultan de la inseguridad que provocan los cambios asociados al progreso de la humanidad. No hay nada que lo amenace más que la búsqueda de la verdad, la contraposición de ideas, la asimilación crítica de los avances del pensamiento universal, el cultivo de la belleza, del respeto, la convivencia y la libertad. Son éstos, precisamente, los valores y fines que, precisamente, corresponde cultivar una verdadera universidad. El primitivismo, la ignorancia y la visión de secta que alimenta el oscurantismo –bases del imaginario castro-comunista y chavista-- son su antítesis.
El único y verdadero sentido del fallo es terminar por destruir a la universidad venezolana de calidad, con todo lo que significa. De un régimen que se atrinchera invocando la violencia, el atraso y su divorcio de todo lo que huele a progreso y a libertad, no podía esperarse nada distinto.
Lo irracional del fascismo se pone de manifiesto, por demás, cuando en momentos en que está claramente de salida en Venezuela, en sus estertores finales y cada vez más arrinconado, decide abrirse un nuevo frente con este estúpido fallo, en vez de procurar acuerdos que les ofrezcan ciertas garantías a sus integrantes una vez se produzca la liberación del país. Invocando de nuevo la fábula de la rana y el escorpión: está en su naturaleza destruir.
[1] Para combatir esta era. Consideraciones urgentes sobre el fascismo y el humanismo. Penguin Random House, Grupo Editorial, 2017.
[2] La ponente del fallo fue Carmen Zuleta de Merchán
[3] La presidenta de la Comisión de Educación, Cultura y Deportes de la AN de entonces, María de Queipo, sostenía que “la sabiduría popular sobrepasa los saberes académicos”. Diario El Nacional, Pág. 5 Nación, 16/08/09
[4] Recurso de nulidad introducido por rectores de las universidades nacionales sobre el artículo 34.3 de la LOE.
Economista, profesor de la UCV
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Pocas veces el paralelismo -no analogía- entre dos presidentes latinoamericanos ha sido más evidente. Ambos con formación militar, cultivadores de valores machistas, misóginos por excelencia, portadores de atávicos complejos de inferioridad en contra de los de “arriba” (para uno el arriba social, para el otro el arriba cultural), maestros del resentimiento metódico. Ambos seguidos con devoción y fanatismo por sus respectivos populachos a los que se suman intelectuales enardecidos por experiencias populistas de izquierda o de derecha.
Jair Bolsonaro y Hugo Chávez, situados cada uno en un extremo geométrico-político, son exponentes de los niveles verbales más bajos a los que puede llegar un gobernante. El mismo veneno bucal -dos idiomas y un solo lenguaje- y sobre todo, un estilo para gobernar mediante la ofensa y la arrogancia mal contenida. Más allá, pero mucho más allá de la clásica dicotomía izquierda-derecha, son ambos – el muerto y el vivo- exponentes de una política que en nuestro continente amenaza con ser hegemónica: me refiero a la política de la vulgaridad.
Porque el que uno hubiera sido de extrema izquierda y el otro sea de extrema derecha no obvia el hecho de que tanto el muerto como el vivo comparten la misma cultura. O si se prefiere, la misma sub-cultura. Eso lleva a concluir que decididamente nos enfrentamos a dos tipos de luchas entrelazadas. La lucha política, en donde se alinean los contrincantes de izquierda y de derecha, y la lucha cultural que es una lucha transversal. Ambas suelen confundirse pero no son las mismas. A los enemigos políticos los encontramos en una o en otra latitud, a los enemigos culturales los encontramos en ambas.
Jair Bolsonaro ha cruzado los límites de la decencia. En cierto modo ha logrado superar a Chávez. La vileza con que ha agredido a Emmanuel Macron, sin frenarse al insultar a la esposa del mandatario con alusiones físicas y biológicas más propias de un alterado mental que de un mandatario, no encuentran parangón. Chávez al menos se contentaba con humillar en público a su propia mujer. Su “esta noche te voy a dar lo tuyo” ha pasado a ser parte de la antología universal de la procacidad humana. A la inversa, a Chávez le encantaba exhibirse con hembras voluptuosas, como diciendo “he aquí el macho que soy” (pobre Naomi Campbell, víctima narcotizada del supermachismo internacional). Bolsonaro en cambio exhibe a su propia mujer en público mientras sus ministros se encargan de tuitear acerca de las excelencias corporales de la brasileña en desmedro de las esposas de otros gobernantes, como la digna señora Brigitte Macron.
Tema muy desagradable. Lo dejaría hasta aquí si las actitudes de ambos mandatarios no tuvieran serias connotaciones políticas.
Desde el punto de vista psíquico no necesitamos estudiar a Freud para enterarnos de que tanto Chávez ayer y Bolsonaro hoy han sido afectados por serios problemas de personalidad. Por de pronto, ambos exhibicionistas han buscado la aprobación pública para confirmar sus deseos de ser distintos a lo que son: un par de acomplejados que recurren a una supuesta grandiosidad corporal para ocultar la miseria de sus almas. El problema adicional es que los déficit de ambos mandatarios han sido movilizados con una intencionalidad que escapa a la psicología. Pues Chávez ayer, Bolsonaro hoy, al exhibir su cultura de la vulgaridad han perseguido objetivos políticos.
La grosería de Bolsonaro frente a Macron hace recordar a la que exponía el difunto Chávez frente a Bush Jr. Cada vez que Chávez sentía que su popularidad disminuía, comenzaba a disparar insultos en contra del presidente norteamericano. Entonces se presentaba frente a los suyos como un héroe del tercer mundo desafiando al imperio desde el continente de “las venas abiertas”. Bolsonaro cuya baja de popularidad había comenzado antes de los incendios amazónicos, no vaciló en seguir la receta de su mellizo de izquierda acusando al presidente Macron de mantener una política colonialista frente a Brasil. Pero esta vez, el Chávez de la derecha, erró los tiros.
Por una parte, en un mundo donde ya es evidente el deterioro ambiental y las consecuencias del cambio climático son cada vez más notorias, la doctrina Bolsonaro según la cual “cada uno es dueño de incendiar su propia casa sin tomar en cuenta a las demás” no encuentra eco ni entre los sectores más retrógrados. Hasta los chinos, no precisamente muy ecologistas, han entendido el dilema que enfrenta la humanidad. Según el ecólogo Antonio Donato Nobre, China ha reforestado en los últimos 25 años 800.000 kilómetros cuadrados, la misma área que ha sido desforestada en Brasil en los últimos cuarenta años.
Por otra parte, Macron no es Bush. Mientras el norteamericano llegó a ser, después de sus aventuras en Irak, el presidente menos querido del mundo, Macron es un líder que goza de prestigio continental. Junto a Merkel lidera a la economía europea. Desde el punto de vista político busca crear un frente diplomático en contra de la agresiva política de Putin. Intenta además mediar entre USA e Irán y, por si fuera poco, ha hecho suyas múltiples demandas que provienen de un creciente movimiento ambientalista de carácter continental. La forma educada como respondió a las agresiones de Bolsonaro en el G7 mostraron una vez más sus dotes de estadista. El resultado fue que la popularidad de Macron aumentó en Francia y en Europa. En cambio Bolsonaro no logra remontar en Brasil. No obstante, aún así, hay pocos indicios de que la estrategia de Bolsonaro cambie en un futuro inmediato. Por de pronto, tanto Chávez ayer como Bolsonaro hoy, actúan de acuerdo a sus respectivas naturalezas: no fascistas pero sí, fachas.
La diferencia entre fascista y facho que he intentado precisar en un artículo anterior es pertinente. Mientras el fascista adhiere a una doctrina, el facho es un producto cultural. Más fácil es que el escorpión cambie de naturaleza a que Chávez hubiera dejado de ser lo que era o Bolsonaro llegue a ser alguien distinto a lo que es. Ambos son entes que hablan y actúan de acuerdo a un público determinado. Un público de fachos. Y a ese público más cultural que social se debe Bolsonaro.
Cuando Bolsonaro insultó a Macron, lo hizo seguramente pensando en ganar el favor de los xenófobos del FN de Marine Le Pen y tal vez el respaldo de su admirado Trump, pero también el de esos brasileños misóginos, racistas, machistas que conforman la columna vertebral de su administración.
Fue Theodor Adorno quien en sus estudios sobre “la personalidad autoritaria” (1950) descubrió que el poder de los grandes fascistas se sustentaba en micro-poderes, por el llamados, “pequeños fascistas”. Hoy podríamos hablar, en equivalencia, del poder de los pequeños fachos.
Hay un film hispano-argentino que corrobora muy bien la tesis de Adorno. Me refiero a “El Ciudadano Ilustre” dirigido por Gaston Duprat y Mariano Cohn. La historia -para los que aún no han visto la película- es fácil de relatar. Un imaginario premio nobel argentino radicado en Europa viaja después de treinta años de ausencia a su pueblo natal llamado Salas. Al comienzo es recibido con los honores de Ciudadano Ilustre. Pero al cabo de unos días el pensamiento crítico del laureado escritor se convierte en algo insoportable para los poderes locales quienes terminan acusándolo de haberse vendido a “intereses extranjeros”. Al final, después de sufrir un atentado a su propia vida, debe regresar a Europa. Y bien; al ver ese film no pude sino pensar en los seguidores de mandatarios como Chávez y Bolsonaro. Pues el poder del que se fue y del que está vivo, no vino de la nada. Ambos fueron posibles gracias a la existencia de muchos “pequeños fachos”.
Son estas las razones que me han llevado al convencimiento de que, bajo determinadas condiciones, la lucha no solo debe ser política, vale decir, entre izquierdas y derechas, sino también entre los bárbaros y los que no queremos serlo. Al fin y al cabo a un gobierno de izquierda o derecha lo podemos cambiar. Incluso derrocar. A una cultura de la barbarie como la que representan Chávez y Bolsonaro no la podemos cambiar ni derrocar, sobre todo si tenemos en cuenta que sus exponentes están repartidos en todos los bandos. Es por eso que esa lucha, la cultural, la que llevamos a cabo en contra de los pequeños chávez y los pequeños bolsonaros, no tiene ni tendrá final. A lo más que podemos aspirar es a resistir con cierta dignidad, mantener los valores democráticos heredados de la Ilustración y proclamarlos, ya sea en las calles, en los periódicos, en los libros o a viva voz. Y cuando ya no podamos hacer nada más, en un simple Blog.
Lo importante es no ceder.
30 de agosto de 2019
Polis
Referencia: Fernando Mires – LOS PROGRES Y LOS FACHOS https://talcualdigital.com/index.php/2019/02/17/los-progres-y-los-fachos...
6 min
La sentencia del tsj donde ordena las elecciones universitarias en franca violación de la autonomía universitaria de manera abiertamente brutal, no es un hecho que deba sorprender al País y mucho menos a los universitarios. La tiranía chavo-madurista viene haciendo esto casi desde el principio, sin importar que los principales líderes del régimen salieron de las universidades y por décadas tuvieron como discurso la autonomía y por décadas combatieron lo que ellos luego en el poder instrumentaron hasta llevarlo a una forma delirante. Con lo que se demuestra el carácter perverso de estructura que encarna el actual sistema.
El chavo-madurismo, despojó a la universidad de los recursos necesarios para su funcionamiento y desarrollo en cuanto fracasó toda su estrategia para apoderarse de las universidades “por las buenas”. Fracaso en lo electoral, fiasco con el chantaje laboral por parte de los sectores internos del oficialismo; para, luego pasar a la presión abierta pura y dura cuyo ejemplo más emblemático fue la toma del Consejo Universitario de la UCV en el 2001, que desencadeno una serie de eventos de extremada violencia que duraron una serie de años y que la comunidad universitaria supo contener y rechazar, todo esto hasta llegar como consecuencia del chasco de sus acciones a suspender las elecciones de autoridades universitarias en las universidades autónomas como manifestación de impotencia frente a la imposibilidad de controlar las universidades y ponerlas al servicio de su aparato ideológico.
Esta rebeldía de las universidades ha quedado siempre de manifiesto y viva cuando en las elecciones estudiantiles que se realizan por lo menos en nuestra primera casa de estudio que es la UCV, los grupos de oposición pueden competir sin riesgo de que el chavismo estudiantil gane una elecciones y se convierta en el caballo de troya del chavismo primero y ahora del madurismo.
Esta absurda sentencia lo grave y delicado que comporta no es el llamado arbitrario a elecciones porque el chavo-madurismo sabe muy bien que no gana unas elecciones en ninguna universidad –incluida la Bolivariana-, sino la forma corporativizada de la elección y las condiciones para ganar. Es decir, convoca las elecciones bajo la condición de la destrucción de la UNIVERSIDAD, que es la única manera en que pueden plantearse una hipotética victoria de sus fuerzas internas.
Podemos especular todavía más sobre las intenciones de los sátrapas rojos, como el intento de dar la impresión de ser demócratas y de tratar de producir un semblante de normalidad en el país, cuando tienen una Comunidad Internacional presionando por su salida, no les arriendo la ganancia, más se arriesgan que se produzca una fuerte reacción universitaria que les re-abra un frente más de lucha por el fin de la tiranía.
Nuestra posición es que las Universidades no deben caer en la trampa de una participación apresurada en esta farsa de acuerdo a la falacia: “si votamos todos ganamos”; se tiene que analizar esto con mucha inteligencia y frialdad. Las autoridades universitarias deben convocar a sus Claustros y discutir esta situación involucrando a los sectores más interesados en la permanencia de una Universidad democrática, sostén del conocimiento y la investigación científica como son los profesores y los estudiantes; de igual manera, lo deben hacer los gremios universitarios de profesores y estudiantes.
La decisión que se tome debe ser una decisión colectiva bien pensada y compartida por quienes creemos en la Comunidad Universitaria como un ente al servicio de los más intereses de la Nación y no de los intereses de la banda roja que ha destruido sistemáticamente al País. Sobre este núcleo constituido por los docentes y estudiantes se debe ampliar una consulta hacia otros sectores para enfrentar esta nueva agresión que pretende ponerle la lapidad definitiva a la UNIVERSIDAD LIBRE AUTONOMA Y DEMOCRATICA.
Debemos orquestar desde ya una campaña de denuncia no sólo sobre las elecciones fraudulentas que el oficialismo pretende imponer como acto totalitario, sino sobre la realidad del hundimiento de las condiciones de funcionamiento de la todas las casas de estudio de educación superior que comprometen su existencia en el corto, mediano y largo plazo.
@pedrovcastrog
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