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Carlos Raúl Hernández

La convención de pensadores

Carlos Raúl Hernández

Al lado del campus de Apple en Silicon Valley, y también en Hollywood, coexisten la mayor concentración de millonarios con la de homeless en EEUU, y, distinto de ser una paradoja de la desigualdad, es perfectamente comprensible. En medio de apagones en sus empleos o negocios en la post pandemia, no es extraño que los afectados se desplacen a donde está el dinero, a ver si cambia su fortuna, cosa que puede ocurrir. Pero para el insólito resentimiento que se enseña en muchas escuelas de ciencias sociales, tal cosa expresa la condición del capitalismo (aunque el socialismo no produce más que estados fallidos). Vibra en académicos barbudos que fuman pipa y leen a Adorno (auténticos fósiles de los 70) contra las grandes empresas informáticas, motejadas no por casualidad GAFA y GAFAM (Google, Apple, Facebook, Amazon y Microsoft). No es fácil cuestionar la historia de estos gigantes, que comenzaron como microbios y en una generación cambiaron la historia del mundo, pero la ceguera de esos profes es implacable aunque posiblemente reciban la anunciada invitación oficial para venir a Venezuela a reforzar supersticiones.

¿De qué se puede acusar a Apple, que comenzó en 1977 en un garaje de 15 metros cuadrados con 1300 dólares, superó innumerables obstáculos imaginables y todas las pruebas para ser hoy la primera empresa del mundo? La respuesta es que son imputables del crimen más imperdonable: el éxito. Jeff Bezos es otro ejemplo; Amazon estuvo casi quebrada desde 2000 por diez años y su violenta recuperación no se basa en marketing ni en grandes inversiones, sino en la habilidad gerencial que logró en articular miríadas de empresas para hacer delivery global con máxima eficiencia. Por su resentimiento y envidia, las críticas contra el milagro de Amazon dan risa: “oportunismo” para “reducir al mínimo el tiempo que tardan los envíos”. Las empresas tecnológicas crearon en una generación un mundo inimaginable, milagroso, mágico, transformaron los hábitos humanos, la sociedad, sus costumbres. Multiplicaron la productividad por miles, redujeron el costo de las cosas y la pobreza a sus mínimos históricos mundiales, pero los profes las odian.

Ejemplo: 35 años atrás una llamada telefónica a Europa desde Latinoamérica podía costar cien dólares; hoy es gratis por WA. Las críticas barbudas son ideológicas y decimonónicas y no guardan ninguna relación con la realidad, porque viven en el mundo de la lucha de clases. La excomunión inventada es que son monopolios, y con eso les borran mágicamente su condición de pioneras en actividades antes inexistentes, el milagro de las altas tecnologías comunicacionales, telefonía celular, internet, chats electrónicos, y la competencia mundial con las asiáticas Samsung, Huawey, Lenovo, Tick Tock, Tencent, Ali Baba, y muchos no saben que el iPhone es un teléfono chino. Producen masas extraordinarias de riqueza, miles de millones que se distribuyen por la pirámide social, con las que se pagan “los maestros, las enfermeras, los fontaneros, las cuidadoras, cuyo trabajo, impide que la sociedad se derrumbe”. A nadie parecen importarle que sus políticas llevan desarrollo a poblaciones remotas. Un ejemplo entre muchos: Facebock instala una planta en Prineville, Oregón, de apenas 8.500 habitantes, “en medio de la nada” dice DW, pueblo en crisis por la quiebra de su industria maderera.

En un espacio de 650 mil metros cuadrados, construyen instalaciones por 250 millones de dólares, que producirán 180 mil dólares anuales de impuestos. Según el contrato la remuneración de los trabajadores estará 150% por encima de la media. Además, financia el mantenimiento de la infraestructura vial, las escuelas y realizará cursos permanentes de formación profesional para que la comunidad se incorpore a la empresa. Ante las críticas de Greenpeace, explicaron que utilizarán 100% de energías limpias y para los efectos adquirieron una planta termoeléctrica que servirá a toda la población. Cuando yo estudiaba sociología, la academia estaba frontalmente contra los medios, por su influencia alienante que nos rellenaban la cabeza de falsedades kapitalistas que distorsionaban nuestra mente y se hablaba de la utopía de medios participativos, biunívocos, que surgirían “en el socialismo”.

Un filósofo coreano alemán, Byung Chul Han, autor de libros antikapitalistas para leer en el baño, descubre que la verdadera alienación está en las redes participativas, que propician discusiones intrascendentes, hacen olvidar los auténticos dramas y ¡repámpanos! auspician el narcisismo. Resulta que la maldita opresión capitalista está en los chismes de Facebook o en las fotos de las Kardashians en Instagram. Shoshana Zuboff autora de El capitalismo de la vigilancia, dentro de la misma teoría académica de toillete, tiene una con alto componente paranoico: según, la verdadera “culpa” del asalto al Capitolio por Trump es de “los medios” y no del presidente. Y como si no nos hubiéramos enterado de ese episodio, de sus turbias entretelas dolosas y de la falsa denuncia de fraude, precisamente a través de los medios. Detrás siempre el autoritarismo de los profesores radicales. Solo hay libertad de expresión cuando se publican las cosas con las que estoy de acuerdo.

@CarlosRaulHer

El asesor de Putin

Carlos Raúl Hernández

Aleksandr Dugin es noticia porque su hija, Darya Dugina, filósofa neoplatónica, interesante y mediática de 29 años, murió por una bomba al parecer destinada a él. Y no se puede decir que el cuento de la asesoría de Dugin a Putin sea un invento de la actual guerra híbrida, porque la fábula viene de hace tiempo en las páginas de los periódicos. Varios años atrás me enteré e hice esfuerzos para conseguir algunos de sus ¡cuarenta! libros. El título de uno de ellos me impresionó mal: La cuarta teoría política, en el que se promueve, sin problemas de autoestima, como padre de un pensamiento que trasciende el liberalismo, el marxismo y el fascismo; y así como Dante se tomó fotos en el inicio de la Comedia con Virgilio, Homero, Horacio, este barbudo sin remilgos lo hace con John Locke, Lenin y Karl Schmitt. A quién se le puede ocurrir alguien así podía asesorar algo más que una cátedra de sociología gaseosa, y mucho menos a un hiper pragmático como Putin quien, si fuera mexicano, no creería ni en la virgen de Guadalupe.

Mi decepción inicial creció porque algún periódico publica un texto suyo donde se quejaba de que escribía cartas constantemente a Putin y nada que este le respondía y me quedó bien definido el personaje. He visto casos parecidos con las mismas angustias, en pos de adular a algún poderoso. Lo que leí de Dugin me formó la idea de un pensador impreciso, anacrónico, a veces con buenos momentos y pasajes cultos, ingenuo, profundamente contradictorio, confuso, anacrónico, al que cualquier hombre de acción después de recibirlo con cortesía, buscaría despacharía pasada media hora de conversación inútil (la misma impresión que me trasmite Zizek). Más apropiado para una conversación de sala de espera sobre temas dispersos y amorfos que para elaborar pensamientos prácticos, un hippie “de derecha” (¿) que aborrece el mundo moderno y sueña con el regreso del pasado. Sus elucubraciones no tienen novedad, porque es el espíritu común de muchas escuelas de ciencias sociales de izquierdosos: el antikapitalismo, que detesta la sociedad abierta, abriga la esperanza tonta, terrible de cambiar la naturaleza humana y rechaza la tecnología maléfica que destruye la “esencia humana”.

Un arqueo de teóricos académicos reputados de Europa y EE. UU me ilustró que muchos conservan atuendos intelectuales y físicos, las manías revolucionarias, “antineoliberales”, pipas y tonterías de los años 70; y lo que dicen sobre Microsoft, Google, Apple, Amazon, por ejemplo, es exactamente lo mismo del ultraderechista Dugin porque el totalitarismo es matriz común para izquierda y derecha. La democracia es “falsa” y quieren crear una nueva “con el pueblo”, tan nueva como la Comuna de París, los CDR castristas, las comunas chinas, las asambleas nacionalsocialistas. Como haría cualquier profesor izquierdoso, este “derechista” fue durante la Perestroika dirigente de los neo bolcheviques. Reniega de la “mentira” de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, la farsa de la democracia, la inhumanidad de los mercados, los partidos burgueses, los sindicatos y los medios de comunicación, lo que empaqueta y rotula de civilización liberal. Igual los profes hablan de “neoliberalismo” para definir todo aquello que no sea control estatal hasta para abrir la regadera.

Declara que su maestro intelectual es Heidegger, el pensador más importante, reaccionario, hermético del siglo XX y de lo que va de éste, cuya lectura es en dificultad, directamente proporcional a su profundidad, y genera atorrantes enloquecidos como Sartre, Beauvoir y Dugin, entre otros. En el paseo que hice por algunas de las obras de Dugin, lo más interesante que conseguí no es producto original suyo, sino algo que viene girando en el mundo de la geopolítica académica hace tiempo, pero que ahora con la guerra Ruso-Ucrania se materializa. La nueva realidad surgida con la finalización del mundo unipolar que conocimos a la caída del comunismo y que analizó formalmente Francis Fukuyama. A partir de ese momento vivimos un mundo regido por EE. UU, pero las reformas económicas ce mercado de los años 80 en gran parte del mundo, pero sobre todo en China, fortalecieron un grupo de países que pueden ser catalogados como potencias regionales y, algunas, mundiales. Varias se agrupan en los BRICS: Brasil, Rusia, India, China y Suráfrica.

A estas neo potencias habría que añadir Indonesia, México, Japón, Irán, que ejercen influencia en determinados espacios, son significativas desde el punto de vista militar, económico, demográfico o político. La guerra ha producido cambios drásticos, el futuro equilibrio geopolítico global está asociado indisolublemente a su desenlace y es posible que nazcan otras formas de estabilidad e inestabilidad. Nuevos bloques económicos semilíquidos en los que la energía será un elemento primordial y bloques políticos inéditos. Cambios importantes en el sistema financiero en desglobalización, (sueño de los profes) igual que el sistema monetario. Dificultad para el libre tránsito de personas, intensificación el racismo, discriminación de monedas para pagos internacionales conforme bloques. Lejos de las nimiedades y apasionamientos, la perspectiva obliga a una tensión analítica para comprender lo que viene.

@CarlosRaulHer

Hasta la mitad

Carlos Raúl Hernández

(A quien pueda interesar)

Reformas con miedo. Un confuso intento de magnicidio contra Cristina Kirchner, lleno de inconsistencias y cosas inexplicables, podría salvarla políticamente. Si hablar de crisis permanente no fuera un exabrupto, sería hacerlo sobre Argentina, donde desde hace siete décadas peronistas y militares se turnan para gobernar y crear calamidades, cinco grandes crisis, con breves interregnos, Frondizi, Alfonsín, Macri. Perón llega al poder en 1946 en uno de los países más ricos del mundo, más que las hoy potencias. Para tener idea, la moneda británica ni siquiera era transable internacionalmente e Inglaterra penaba para pagar los alimentos importados de la misma Argentina. Como para toda política tercermundista, gobernar consiste en un gasto fiscal enorme y corrupto envuelto en retórica populista, para forrar a los gobernantes, matando la producción de riqueza y 300 mil millones de dólares de deuda externa. “Gasto fiscal”: Argentina es de los países más corruptos de la tierra y ahora se sabe que los Kirchner recibían en promedio noventa millones de dólares mensuales en efectivo.

Agarraron a un distribuidor de coimas con cinco cuadernos en los que anotaba meticulosamente las direcciones, nombres y número de maletines que entregaba (se contaban maletines, no dinero). Un infeliz de última categoría, un José López, salió asustado en la madrugada a ocultar en un convento nueve millones de dólares que tenía en su casa para pagar deliveries y lo descubrieron. Proteccionismo, devaluaciones, regulaciones y entre los más altos impuestos del planeta, hicieron la economía no competitiva y paciente crónica de endeudamiento externo para funcionar. Pocos se aventuran a invertir en un país caótico de moneda sistemáticamente devaluada. Cuando llegaron los Kirchner al poder en 2002 el gasto fiscal era de 23% del PIB y cuando se fueron, 40%. El empleo público se disparó y hoy 35% de los trabajadores son empleados del gobierno y no producen nada. En siete provincias hay más empleados públicos que privados y el país entra en default.

A falta de financiamiento se dedican a imprimir billetes y establecer controles y “corralitos”. Gana Mauricio Macri (2015-2019) Tomó algunas decisiones correctas y mejoró el ambiente con su tesis “gradualista”. “Poco a poco”, según él, llegarían inversiones y aumentaría la recaudación, sin meterse con el problema esencial: el gasto gigantesco, corrupto e inflacionario. Tales estropicios y la alta tasa impositiva, hacen huir los capitales y fracasa escandalosamente, muy grave porque se veía en él un mandatario moderno que liberaría al país del anacronismo peronista y sus vicios ancestrales. Luego de resistirse con galimatías a un acuerdo con el FMI, termina pidiéndole un rescate su último año, demasiado tarde, y después de devaluar el peso 80% en el período. La caída del tipo de cambio es consecuencia inseparable de la filosofía peronista que heredó el macrismo: un gasto público desaforado y corrupto. Macri no redujo el derroche, ni la corrupción, ni el déficit, lo que le hubiera permitido gastar en la gente, e imprimió más moneda que los Kirchner, lo que mantuvo la inflación en alza.

La idea de gradualidad es correcta si se refiere a mitigar necesidades sociales con programas compensatorios, pero suele ser coartada para eludir los problemas difíciles, los nudos gordianos. La historia del falso gradualismo en Latinoamérica, darle largas a los problemas y dejar que se pudran, quiere presentar la indecisión como prudencia, y fracasa. A la caída del comunismo, Estonia, Letonia, Lituania, Polonia y República Checa desesperados por la situación humanitaria, aplicaron medidas de emergencia y obtuvieron resultados rápidos; hoy presentan niveles de vida superiores a Latinoamérica e incluso a Portugal. En cambio, Ucrania, Rumania, Tayikistán y Armenia, que decidieron ir paso a paso, no levantan cabeza. Macri deja escombros y en 2019 Fernández y Fernández lo apalean. Consiguen inflación de 50% y una de las recesiones más graves del mundo. El tipo de cambio pasó con Macri de 43 a 80 pesos por dólar.

La paliza electoral kirchnerista demuestra que reformas mediocres tienen más perjuicio que beneficio, porque desacreditan el cambio y levantan la false memory syndrome del pasado alegre. Gradualismo pinche, pequeñas enmiendas, eludir reformas estructurales, no enfrentar al gasto corrupto, todo reventó y el último año llaman la ambulancia del FMI. Las diferencias entre las gestiones de Macri y Kirchner fueron secundarias. La miseria llegó a 45%. La Universidad católica dice que dieciséis millones son pobres y tres, indigentes; apenas ocho millones de trabajadores productivos sostienen al país de millones de personas que no producen. Los impuestos suman más de la mitad del precio de un auto, que cuesta tres veces más que en EEUU, el doble que en España; y 40% del precio de la canasta de alimentos, en la tercera inflación más alta del mundo ¿Qué hacen los Fernández?: un nuevo ajuste pero no para adecentar el Estado sino para empobrecer más a los ciudadanos. Más impuestos, retienen producto de las exportaciones, reducen los renglones no imponibles, gravan la compra de dólares y controlan los cambios. El caos asoma el hocico. Y llega Sigfrido en su caballo blanco: Sergio Mazza. Veremos

@CarlosRaulHer

Comenzó la tercera guerra mundial

Carlos Raúl Hernández

Nunca pensé ver un champignon atómico sino en películas, pero ahora tengo la posibilidad de hacerlo en vivo. Vamos al séptimo paquete de sanciones para descalabrar la economía rusa y la presidenta del Banco Central, la muy mediática Elvira Nebiúllina (orienta la economía rusa con sus prendedores), avisora sobre la crisis en invierno –igual que en Europa, aunque por razones contrarias- y no en el sector financiero, lo que sería una crisis vegetariana, sino carnívora porque afectará la estructura industrial y la producción de bienes. En esta guerra hay dos perdedores seguros Ucrania y Europa. Ni los EE. UU ni Rusia parecen dispuestos a perder y eso recuerda el hongo, lo que haría perdedora a la raza humana. La tercera guerra mundial ya comenzó en su forma posmoderna, la guerra híbrida según resume Frank Hoffman (2007): conjugación de ofensivas múltiples: cibernética, comunicacional, convencional, económica y militar (si fuera necesaria). Por el momento es una guerra de desgaste en favor del que aguante más. El año pasado polemicé desde este espacio con un libro de Vladimir Padrino, la Escalada de Tucídides, quien anunciaba la posibilidad de guerra. Él tenía razón.

La guerra comunicacional hace desaparecer la información sobre el conflicto que intente objetividad analítica, e histeriza en las redes, veto al conocimiento del que no se salva siquiera Kissinger, “putinista” para Ucrania. Los rusos vienen de una terrible tradición de precariedades comunistas, saben vivir sin calefacción y desde 2014 que vieron el mango del puñal, se desligan de occidente y se preparan para bañarse con agua fría. Por eso sancionarla es más bien un incomprensible masoquismo de consecuencias terribles. Vivimos un trágico enfrentamiento del sistema económico global en dos bloques, aunque la mayoría de los países no sancionó a los rusos, sino solo Europa y los aliados más cercanos de EE.UU.

Ucrania le cuesta y le costará al mundo una masa incalculable, impagable de dinero, y su recuperación es incierta. Antes de la guerra era ya un estado fallido en lo económico. Pese a que hay países ex socialistas muy pobres, Moldavia, Tayikistan, Kirguistán, el de Trotsky es el único que no pudo crecer, mantuvo el mismo PIB de 1990. El gasto militar es un gran negocio para EE. UU que suministra las armas de defensa más caras, su gas licuado vale tres veces más que el de tubería y en materia económica está ganando, aunque aterra escuchar a Borrel decir “esta guerra hay que ganarla en el campo de batalla”, es decir, hasta la última gota de sangre ucraniana. En seis meses Rusia controla 20% del territorio, 28% de la población y pese a que el armamento occidental entorpece su avance, priva la superioridad de la artillería rusa.

Rusia controla la central nuclear de Zaporiyia, la mayor de Europa, fuente eléctrica de Ucrania y el continente. Devastaron la infraestructura y las fábricas con pérdidas por 160.000 millones de dólares, la mitad de los empleos y las refinerías con daños de otros 200.000 millones de dólares. Ocuparon las zonas industriales y los recursos naturales ucranianos: 60% del carbón, 42% de los yacimientos de metales, un tercio de las tierras raras y litio (con eso Rusia puede pagar la guerra) El PIB caerá este año 45% según el BM, y los bancos enfrentan morosidad que los conduce a la quiebra. La recaudación ha caído en 40% mientras el gasto fiscal aumenta en 60%, el déficit crece 5000 millones de dólares mensuales, que será este año 50% del PIB. La recuperación costaría alrededor de 400 mil millones de dólares.

¿Quién cubrirá el presupuesto de Ucrania y pagará salarios, pensiones, médicos? Imprimen moneda desaforadamente, la devalúan 25% y queman divisas por 1000 millones semanales. Tienen las reservas de gas más bajas de Europa, apenas 20%. Suplirlo vale 15. 000 millones de dólares y 15.000 recuperar la red eléctrica. Recibió 12 mil millones de ayudas y vienen 20 mil millones más para fin de año. Más 80 mil millones de ayudas humanitaria y militar, pero ganar la guerra costaría masivamente más. La deuda externa es impagable, gobierno no es transparente y por eso el apoyo de Francia y Alemania disminuye. Según Bill Gates las consecuencias serán siniestras y perseguirán a la humanidad por mucho tiempo porque en los próximos meses estallará una crisis económica sin precedentes en cien años.

Estados Unidos entró en recesión, la crisis energética auto inducida arrastra a Europa a la escasez de alimentos de trigo, granos, maíz, soya, caña, aceites y arroz, de los que se deriva 80% de lo que consumimos. Provenían de Rusia-Ucrania 64% del aceite de girasol 19% de la cebada, 12% de las calorías consumidas. Los fertilizantes venían de Rusia, y los precios subirán porque lo que comemos hoy se produjo el año pasado. Según Gates la guerra nos lleva a la stagflación, recesión con inflación, caída del PIB mundial, hambrunas y crisis humanitarias. Sacrifican a Ucrania, que puede quedar a la deriva, una especie de Haití. África arriesga hambrunas, Europa se tercermundiza (Scholz recomienda no bañarse mucho) ¿Sobrevivirá la U,E?. Por algo dijo el FMI, que luego de un embargo energético a Rusia, tal vez haya potencias que no sigan siéndolo.

@CarlosRaulHer

Ucronía, Ucrania

Carlos Raúl Hernández

Con Clinton y Gore se profundizó un dogma norteamericano, el salto quántico, el cultivo masivo del STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas) que sin demoras había asumido el “socialismo de mercado” chino. Pero su papel de hegemón, “la lucha contra el terrorismo” y la geopolítica hicieron que EEUU se involucrara sistemáticamente en costosísimas guerras y distrajera su rumbo del STEM, que le había dado el triunfo sobre Japón y la URSS sin derramar sangre. Hay maravillosas creaciones de la literatura ucrónica, utópica, o distópica, películas, novelas y relatos conforme “lo que hubiera podido ser de no haber sido lo que fue”, la fantasía contrafáctica, pero no tiene sentido deducir conclusiones analíticas o prácticas de esas especulaciones literarias.

Sería un divertimento de la imaginación, como aquella interesante novela cyber-punk llevada al cine, El hombre en el castillo, de Phillip K. Dick, que cuenta como la muerte de Roosevelt impide la entrada de los EE. UU en la segunda Guerra Mundial, Hitler la gana y Estados Unidos cae bajo el dominio nazi. El autor es muy conocido porque otra de sus obras inspiró la hoy cuarentona y cada vez más sexy Blade runner de Ridley Scott. Es literario e interesantísimo desde el punto de vista de la imaginación derivar hipotéticas situaciones presentes de lo que no fue, pero muy tonto extraer consecuencias prácticas. Hay que analizar los acontecimientos según ocurren, como la actual guerra ruso-ucraniana, los errores cometidos a granel y las trágicas secuelas de acuerdo con las tendencias palpables, hoy cuando todo está en desarrollo. Para esos efectos sirven, si es que sirven para algo, la geopolítica y la política.

Las plañideras profesionales y emocionales encubren sus escandalosas inutilidad, ingenuidad, ignorancia de la realidad y carencia de materia gris detrás de la invocación ritual a “los principios” y para conviene repetir que la invasión a Ucrania viola la soberanía, sobre la que se basa el equilibrio mundial entre estados nacionales (cuenta Jardier Poncela, que a raíz de la guerra civil, un par de músicos defectuosos andaba de aldea en aldea maltratando sus guitarras para medio comer. Cuando la audiencia empezaba a pitarlos, uno de ellos se levantaba al grito de “!Viva España!”, y terminaba el inconveniente. Tan cierto como eso, es que no hay nada más estúpido, inhumano, criminal, esconderse detrás de la soberanía para prolongar la destrucción de Ucrania con el ilusorio fin de arruinar la economía rusa, sobre todo cuando los resultados indican que lo que ocurre en las narices de los líderes mundiales es todo lo contrario.

Las democracias europeas saben los estragos que produce la guerra en ellas mismas, mientras Rusia continúa y simplemente cambia sus clientes para el petróleo, el gas y los minerales, como respuesta a los planes contra ella. China incrementó en 50% su compra de energía rusa, la India las triplicó, y hablamos de un bloque económico de 3000 millones de personas, aunque Europa ahora le compra escondido. Desde que comenzó la guerra, Rusia ha recibido 150.000 millones de dólares, que se multiplicarán en la medida que sigan las hostilidades, la energía rusa continúe su escalada de precios y la economía mundial se despedace. Los organismos multilaterales gritan desesperados que avanzan crisis alimentarias graves (por no decir hambrunas) en Centroamérica, Kenia, Etiopía, Africa Central, Etiopía, Cuerno de Africa, Sudan, Yemén, el Sahel ¿será la destrucción indiscriminada el costo a pagar por defender los “principios democráticos”?

Ucrania no tiene capacidad para derrotar a Rusia, y debería surgir con urgencia un movimiento mundial por la paz, pero solo parece verlo el Papa Francisco, menos sagaz en Nicaragua. Los ejércitos de la noche, la monumental novela de Norman Mailer, recuerda el papel del pacifismo en la opinión pública de los EEUU contra la guerra de Vietnam. El 21 de octubre de 1967 se reunieron miles y miles de personas frente al Pentágono, encabezadas por Mailer, Allen Ginsberg, Timothy Leary, entre otros, con la propuesta hippy de hacer levitar el edificio cien metros sobre el piso con los militares dentro. El “plantón” conmovió al mundo, Mailer escribe su libro inmortal y al final de la intensa campaña, los EEUU se salió. Los países democráticos saben que está en cuestión el futuro de Ucrania, pero eso no les importa mucho con tal de dañar la economía rusa, el objetivo declarado.

Prolongar el conflicto solo ensangrenta el desenlace. Se sigue alentando la guerra porque los muertos son ucranianos y no de las potencias, que no participarán directamente porque sería la tercera guerra mundial. Los avances civilizacionales construidos retroceden. La desmilitarización, hasta hace poco un “valor democrático” europeo, cede el paso al armamentismo que ahora se le exige a Alemania y Japón, algo inédito desde la segunda guerra. El gas licuado es más caro y doblemente contaminante que el que vienen por tubos y se tiende a regresar al carbón, hasta hace poco execrado. El Nuevo Orden Mundial que saldrá de esta guerra, con ejes relativos en EEUU, China, Rusia India, Indonesia, Suráfrica, Brasil, Japón, México, Irán y Latinoamérica, cada con sus propios pasos, será incierto.

@CarlosRaulHer

No es país para débiles

Carlos Raúl Hernández

Según los biólogos evolutivos, ¡bien hecho¡ por las especies que desaparecen, “astucia de la naturaleza” para que sobrevivan las que son, pese al llanto del radicalismo ecológico. Para Darwin el homo sapiens existe porque en buena hora, a lo largo de millones de años se extinguieron especies que no le hubieran permitido sobrevivir, por ejemplo los reptiles gigantes, y cuando apareció, su inteligencia superior rompió la evolución. La condición humana, la semilla de Moisés, el judaísmo y el cristianismo, minan la salvajada y la barbarie, la ley del más fuerte, la ley de la selva, la naturaleza toma conciencia de sí misma a través del hombre, y se protege a los débiles (no matarás, no robarás, amarás al prójimo, a las mujeres, temerás a Dios) Las sociedades patriarcales desaparecen hace mucho, y existieron solo mientras la relación social predominante era la violencia. Con la democracia, el componente femenino se impone hasta llegar al nivel de nuestros días. La fuerza imperó por miles de años en la naturaleza y en la sociedad, pero la razón se introdujo.

En 1792 Mary Wollstonecraft da un hachazo a la historia con su inmortal obra Vindicación de los Derechos de la mujer, contra el machismo de Rousseau y del pensamiento en general. Gracias a esa brecha, en los países democráticos, para 2030 más mujeres que hombres dirigirán empresas, aunque esa propensión a la igualdad se cae estadísticamente por el gran peso demográfico de los países islámicos. En los países democráticos conquistan altas posiciones exactamente igual que los hombres, por su dedicación al trabajo, capacidad, inteligencia emocional, y operaciones artificiales como las cuotas, resultan contraproducentes, porque premian la falta de aptitudes y fracasan. Si seguimos a Maquiavelo, un gafo o gafa difícilmente podrían ser el Príncipe salvo por azar, por momentos, tendría un mal final y basta examinar nuestra historia reciente para comprobar que la revolución ha sido un genocidio de mamitas y papitos en todas las áreas de la actividad pública. Dicen que El Príncipe de Maquiavelo se inspira en Isabel de Castilla y César Borgia, triunfante la primera, fracasado el segundo.

Pese a la protección democrática: derecho al voto, representación proporcional, sistemas electorales confiables, métodos de adjudicación de bancas, fuero parlamentario, dinero, etc., quien no tiene lo que hay que tener, no sobrevive. Por lo tanto, inquirir por el outsider perdido es como buscar a Miguel Cabrera, que donde esté la gente lo sabe. No es lugar para débiles dijo Javier Barden mientras disparaba su pistola neumática. La vida pública no es espacio para débiles y no hay nada más difícil que imponerse en ella. Pero lo que natura non da, Salamanca no lo presta y si carecemos de sentido común en el buen sentido de la palabra, uso de razón o mero instinto de supervivencia, nos devoran. En el cielo de la vida pública vivimos permanentemente una lluvia de estrellas fugaces, pero siempre son distintas y las que no lo son, no son fugaces. De 2015 a hoy derivamos en una cadena de episodios ridículos, grotescos, vergonzosos de recordar.

Qué sentirán los protagonistas y sus consejeros, obligados a verse la cara ante al espejo todos los días para afeitarse y recordar caballada tras caballada, soberbia tras soberbia, para terminar arruinados, en incertidumbre, destruida la fe popular y fortalecido el gobierno. Peores aun los palangristas, los mandaderos impresentables y sin mérito, alquilados para ofensivas desaforadas, inclementes, amorales, por plata, feroces contra la convivencia política, el voto, y contra personas a las que no tienen jerarquía ni para lamer la suela de los zapatos. Me he esmerado en buscar ejemplos comparables, pero necesito ayuda, “solo no puedo”. No los destruyeron en una confrontación, masacres brutales estilo Videla, paredones como el Che, sino simplemente con darle al organillo y ponerlos a bailar. Así se extinguieron como cualquier especie frágil. Invocan que “la dictadura quitó a los partidos sus directivas legales”.

Y da ganas de llorar que no tuvieran el instinto de conservación de un grillo como para saber que luego del drone de la Av. Bolívar, la invasión frustrada del 23F, la autoproclamación, el golpe de la autopista y Gedeón, vendría la ofensiva. Por el momento el país que los aclamaba no se identifica con el gobierno ni con ellos. Después de provocar semejante naufragio, los enconados anti colaboracionistas, anti apaciguadores, los que sacarían la usurpación, menean la colita y dicen que ahora sí hay que participar y muy bueno que lo hagan. Como si se tratara del desliz en una partida de dominó y no de un drama en el que se jugaba la suerte del país, dicen coquetamente: “!me pelé, darling!” y preparan candidatos “!Qué mantequilla!” comentó una amiga y a partir de ahí los llama el grupo mantequilla. Pero no se trata de ningún plan político. Hay dinero de la nación que ellos manejan por las perversiones conocidas y partidas de organismos internacionales, una fortuna que garantiza el modo de vida de varios miles de personas, según números de Julio Borges. Las primarias están concebidas para elegir la junta administradora de esos bienes. La política les resulta secundaria.

@CarlosRaulHer

La sociedad de los trabajadores

Carlos Raúl Hernández

La revolución industrial pobló el mundo de ciudades, máquinas y puentes en apenas ciento veinte años (1730 y 1850). Fue el cambio más violento vivido por la humanidad hasta ese día (la llamada revolución neolítica a pesar de su condición “revolucionaria” se lleva diez mil años, y ambas cambiaron el mundo). Las revoluciones industriales no se detienen desde entonces, van cuatro que barrieron los proyectos socialistas improductivos que asomaron la nariz. Europa sale de mil años de estancamiento tecnológico y en ese corto período su fisonomía se hizo irreconocible. Después de siglos de transición, hibridación, mercantilismo, metalismo, con la industria es el arranque lo que los marxistas llamaron “sociedad capitalista” o “burguesa”. Las villas se hacen ciudades, las carretas ferrocarriles. La servidumbre desaparece y ya los siervos no se vendían ni compraban con la tierra y el ganado. Ni a sus mujeres las penetraba la primera noche el señor feudal por derecho de pernada. Ni entregaban parte de las cosechas por la corvée. Ahora obreros libres vivían en urbes, hasta hacía poco aldeas, eran ahora políticos, luchaban y alcanzaban el poder y militaban en partidos, sindicatos y ligas. Un gran salto civilizacional

Para los pobladores urbanos tradicionales, la invasión obrera era una gran molestia. El proletariado luchaba por la democratización de los parlamentos que dejan de ser elitescos, gracias a las conquistas del sufragio y la representación proporcional. Los alimentos, la salud y otros bienes se multiplican por miles gracias al maquinismo y la farmacología, y si en 1730 Inglaterra tenía cinco millones de hbts., en 1830 triplica la `población por caída de la mortalidad. Y se da un golpe mágico cuando la expectativa de vida, congelada desde la alta Edad Media en 20 años, se duplica en el período hasta 42. Pero igualmente violento, el estallido reaccionario de los intelectuales contra la modernización. Como analiza Benévolo en su clásico Historia de la arquitectura moderna, la migración los trastorna y a la “gente decente”. Nadie antes de la revolución urbana veía a los pobres en aldeas donde familias de 10 personas vivían hacinadas en chozas de 12 metros cuadrados y dormían en una estera común.

Ahora invadían el espacio urbano de las antes bucólicas ciudades ahora plagadas de proletarios mal vestidos en trenes trepidantes a las fábricas y suburbios. Crece la leyenda negra rousseauniana contra la ciudad, el industrialismo, el sigo XIX, la sociedad abierta, el llamado kapitalismus (una sociedad gobernada por el kapital). Ver pobres despierta remordimientos y conflictos morales en las buenas conciencias. También perturba la tranquilidad, porque están asociados a delitos y enfermedades. Las élites urbanas odiaban el cambio plebeyo. De allí la avalancha de rechazo al kapitalismus entre escritores y artistas del romanticismo y el realismo. Retornan el culto al pasado, a la vida pura del campo. Thomas Carlyle, Charles Dickens, Charles Baudelaire, Víctor Hugo, Emilio Zolá, William Morris; Stendhal, Daniel Defoe, Heine.

A Proudhon le agobia el gentío de los boulevares construidos por Haussmann. John Ruskin cuando va a París se aloja en Trocadero para no ver la “monstruosa” Torre Eiffel (“olvida el resoplido del vapor, el golpe del pistón/ olvida el crecimiento de la odiosa ciudad/ Y sueña en Londres, pequeño, blanco y limpio”) Reivindicaba la edición artesanal de libros en papel de seda y cuero repujado. Pero el lugar relevante como distorsionador del siglo XIX lo merece Víctor Hugo (y su cohorte, los “hugólatras”, porque Marx era un ideólogo sin interés por la verdad). De Hugo es una de las obras más vendidas, difundidas e influyentes de la historia moderna, dos mil páginas de puerilidades: Los miserables se convirtió para la posteridad gracias al cine, en la postverdad sobre un siglo XIX aberrante, inhumano, cruel y aterrador. A Jean Valjean. versión masculina de Justine, la masoquista de la novela de Sade, lo condenan a trabajos forzados por robar un pan (¿). Un sujeto tan tonto, no tenía como sobrevivir ni siquiera en DisneyWorld. Cossette representa la bondad hasta que al final, !también! da la espalda a Valjean.

El sagrado derecho de sufrir. Trabaja 16 horas al día pero no gana para alimentar un pajarito. Fantine otra bondadosa destruida por el mundo kapitalista, termina como prostituta en manos de chulos que le sacan los dientes para venderlos, peor que una telenovela cubana de los 50s del siglo pasado. Zola se contagia en Germinal pero Flaubert repudia a Los miserables por ser “un libro “mentiroso, para crápulas…alimañas”. Dice Baudelaire que es una obra “inepta y de mal gusto”. Su amigo (de Hugo) Lamartine considera “lamentable que haga de ese hombre imaginario un antagonista y víctima de la sociedad…adulando al pueblo en sus más bajos instintos”. Vargas Llosa dice que despierta “apetito de irrealidad”. Proudhon escribe que “libros semejantes envenenan un país”. Mientras los trabajadores luchaban en todos los frentes, construían el mundo democrático, acumulaban poder, Hugo creó la idea del “pobrecitismo” o “victimología” sobre los sectores masivos y manchó uno de los siglos más esplendorosos de la historia humana como una vergüenza, con el mito contra la sociedad abierta. La sociedad en la que vivimos es tan burguesa como de clases media o de los trabajadores.

@CarlosRaulHer

La viruela del mono

Carlos Raúl Hernández

¿Por qué contra el sentido común y cualquier ejemplo, un “experto” crea sucesivos caos en las economías de Ecuador, Bolivia, Venezuela y ahora de Argentina, hiperinflación, hiperdevaluación, hiperdesempleo sin darse cuenta? ¿Cómo puede el liderazgo argentino llevar 70 años cometiendo los mismos errores sin parar? ¿Por qué misterio después de estrellarse tantas veces un señor no logra entender sus desmanes y no aplica el tratamiento universal e infalible, la penicilina contra la estupidez económica? Ductor de la destrucción de economías regionales, el señor Alfredo Serrano Mancilla, militante de Podemos, la viruela del mono ibérico, hace tiempo zarpó de España a hacer la América. Pedrada en ojo de boticario, el reciente artículo de mi amigo Pedro Benítez en Alnavío, trajo al personaje. Serrano gobernó con Correa tras el trono y los ecuatorianos lo culpan de los adefesios que casi (¿) quiebran el país dolarizado. Y en lo que parece un milagro, en Argentina designaron a Sergio Massa superministro de economía, el mejor (¿o el único?) dotado para el cargo en el país.

También los bolivianos culpan a Serrano de los errores en la gestión de Evo Morales. Su pensamiento no tiene que ver con el mundo real, sino con afiebradas elucubraciones polpotianas o maoístas. Hace unos años reconocía que casi 100 por ciento del ingreso en Venezuela era del Estado, tanto como en la extinta Unión Soviética o Cuba, pero le molestaba que los bancos y el comercio privado todavía “capturaban una parte de la renta”. Había que expropiarlos, aunque las distribuidoras de alimentos que Chávez confiscó devinieran literalmente pozos sépticos, criaderos de gusanos; y que los bancos estatales pierdan miles de veces su capital, PDVSA sea el fantasma de Ramírez y ya hasta los acreedores hayan renunciado a sus desechos. Serrano procuraba confiscar las restantes distribuidoras de alimentos y que todo pasara a su control, lo que hubiera sido una catástrofe humanitaria, hambre pareja en la economía petrolera, paliada por Clap, pero no importa: llegaríamos al socialismo, la miseria perfecta, primero que Cuba o Norcorea.

Un pensamiento tan aterrador como el cementerio de vampiros que resucitan detrás de Selma Hayek en Abierto hasta el amanecer, la dadaísta cinta de Robert Rodríguez. China es otra vez un imperio que incluso disputa Latinoamérica, gracias a una economía de mercado abierto que rompió todos los records de crecimiento desde la Revolución Industrial ¿Cómo entonces no saber que la viruela podemita del mono es exactamente lo contrario de lo que debe hacerse? El sentido común hizo que Yuri Andropov, nada menos que el jefe de la KGV, Secretario General del Partido Comunista Soviético, iniciara en 1982 un proyecto para liberalizar la economía. Es el injustamente no reconocido padre de lo que con Gorbachev se llamó perestroika, quien vio a tiempo lo que hacían los chinos de Deng y lo entendió. Muere cuando tenía apenas año y medio en el poder y con él su proyecto económico, al parecer inspirado en el de Augusto Pinochet. Su plan era una especie de stalinismo neoliberal (jaja) una dictadura militar férrea que ilegalizaría al Partido Comunista para imponer la modernización, la economía de mercado y a posteriori, quién sabe.

Para fanáticos, “neoliberalismo” es todo lo que no sea una economía estatizada. Posiblemente de sobrevivir Andropov, una incólume Unión Soviética disputaría hoy la hegemonía mundial con EEUU y China. La viruela resucitó en Venezuela donde impuso la economía política de la destrucción, que ni siquiera cuajó en Ecuador, Bolivia ni Nicaragua, pero, colonialismo al revés, sí en las desordenadas cabezas de los indignados españoles y en Pablo Iglesias. El socialismo del siglo XXI, resucita en la Venezuela democrática lo que Marx llamó el socialismo feudal, y lo encabeza un militar extraño al debate ecuménico de las ideas que desencadenan personajes tan diferentes y tan parecidos como Reagan, Deng Xiao-Ping, Thatcher, Felipe González, Andropov- Gorbachev Clinton, Salinas, y Pinochet. No es un hombre de época, como estos, sino con una mente de ultraizquierda cavernaria que no entendió jamás el Eurosocialismo, el eurocomunismo ni el socialismo de mercado. En 1999 opera Jorge Giordani a quién desde su época de profesor universitario, en los medios de la izquierda se le conocía como “el albanés”

(Albania fue y es uno de los rincones más retrógrados, olvidados y primitivos del comunismo) Giordani fue vocero de la teoría que devuelve Serrano: empobrecer a la gente para darle de comer en la mano. Libros clásicos y no tanto expusieron que mientras más miserable sea la sociedad menos tiempo tendrá para combatir el status que provoca esa miseria y más deberá dedicarse a conseguir proteínas. Pero históricamente el efímero ascenso de Serrano sacó de juego al fallido criptocandidato presidencial Rafael Ramírez que disfrazado de reformista y descabezado antes de arrancar, pretendía encubrir su destrucción de Pdvsa. Serrano nos trae de regreso en sus carabelas los delirios de empobrece y triunfarás. En Venezuela se impusieron por momento los experimentos podemitas, pero atornillan las racionalizaciones que condujeron a la Albania de Giordani. Chávez colonizó Podemos pero, ironías, el Almirante Serrano nos trajo de vuelta a América la ideología que lo poseyó.

@CarlosRaulHer

La utopía arcaica

Carlos Raúl Hernández

El progreso es una categoría de la teoría social forjada en el Renacimiento, pulida en la Ilustración y hoy cuestionada: consiste en que la “sociedad mundo” mejora inevitablemente al paso de la historia. Para los determinismos de los últimos siglos, el progreso es irreversible, mientras para posmodernos y reaccionarios teóricos, no existe, es una auto justificación capitalista. Para aquellos la evolución obedece a “leyes objetivas, inevitables, naturales”, y los hombres son barquitos de papel en el oleaje. “La rueda de la historia” va, según Hegel al triunfo de la razón, para Marx al comunismo, y según Comte a la sociedad positiva, tres futuros bañados por “ríos de leche y miel”. El Manifiesto comunista es una oda al progreso “burgués”, en vías al inexorable destino. Dadaístas, surrealistas, neogóticos, posmodernos, hippies y demás antisistema ultras, rechazan la modernidad, el “consumismo”, su corrupción y aman las comunidades tradicionales.

El Romanticismo rousseauniano desde el siglo XVIII, con ramalazos en los siguientes, plantea una revolución reaccionaria, antiprogresista, contra la modernidad, el conocimiento científico y la Ilustración. La ciudad es la nueva Babilonia, corrupción, maldad, perversión que inficiona “la pureza” del pueblo. Defienden las tradiciones, la poesía, el arte, la mitología, y Wagner se dedica a restaurarlos. Para el progresismo crítico, racional, el progreso no es una ley natural, no es indetenible, ni irreversible, sino producto de la acción y la voluntad humanas, aleatorio, que se crea y también se destruye. Los imperios egipcio, persa, mongol, chino, romano, musulmán, sacro-romano, español, británico, ruso-soviético, norteamericano, que dominan el mundo en períodos, decaen y desaparecen.

El progreso es desigual, combinado, no es a perpetuidad sino a plazo fijo. El medioevo sucede al imperio romano hasta el Renacimiento, se perdieron los conocimiento científicos y tecnológicos, la infraestructura de carreteras, acueductos, teatros, que todas conducían a Roma. En el siglo I Roma tenía un millón de habitantes, solo igualados por Londres en 1800. En el siglo XX, caído el imperio soviético, resurge la revolución reaccionaria, ahora posmodernidad, pos-estructuralismo, marxismo cultural, ultra izquierda identitaria con tesis maoístas, camboyanas y africanas, de regresar a los orígenes, ahora con el progreso de rehén, porque lo niegan, pero con astucia se denominan progresistas. Desprecian a “occidente”, se arman del diferencialismo cultural, racial, religioso, sexual con la tesis de “oprimidos contra opresores”.

En la sociedad abierta, lesbianas, heterosexuales, homosexuales, a diferencia del fundamentalismo, y ahora del trumpismo, hacen con su cuerpo lo que les viene en gana, pero para la reacción que usurpa el progresismo, eso no basta. Para Judith Butler “esa es una tesis liberal, no revolucionaria”. Una revolución, que la gente choque y se odie por su sexualidad, religión, color de piel y que el Estado decida tales sexo y odio entre ellos. Sus maestros, Beauvoir, Foucault, Sartre, Lyotard, Deleuze, Millet, Singer, Firestone y muchos más, exaltan la pedofilia, el incesto, la necrofilia. No importa la amputación de clítoris a niñas musulmanas, ni que las casen con ancianos: hay que comprender “las culturas oprimidas” y “la política de género” (sic) calla. El feminismo real logró que las mujeres recuperen indeteniblemente liderazgo en las democracias, pero eso molesta a los identitarios. Las mujeres son directivas en 80% de las mil empresas de punta mundiales, pero los identitarios proponen leyes monstruosas contra el Estado de Derecho. Yo si te creo, Amber Heard.

El culto a las “culturas oprimidas”, localismos, nacionalismos, justificó el terror de ETA, Ira, Sendero Luminoso y del islamismo, ecofundamentalismo y bioterrorismo. La ruptura marxista es ahora más radical porque pretende destruir los valores de la cultura y blande la utopía arcaica. Ante la duda tienen la batería de ridículos insultos “islamofóbico”, “misóginos”, “transfóbicos” y otras lenguaradas de ignorancia, confusión o mala fe. “Cancelan” las grandes teorías de la historia, los “macro relatos”, “narrativas”, según la nueva latiniparla ideológica, pero lo que se hundió realmente fueron los “relatos” colectivistas, no de la democracia ni la economía abierta, ni la libertad y pretenden cubrir el cadáver con un sudario colectivo.

Según Marcuse la lucha de clases ya no movilizaba las masas “opulentas” y para Michel Foucault hay que minar los “micropoderes”. La familia, la empresa, la escuela, la iglesia, el trabajo, las parejas tradicionales, la oficina, debían implosionarse desde dentro. Felix Guatarí plantea la táctica la “revolución molecular disipada”, descomponer la sociedad a partir de sus células básicas opresoras y burguesas. Ante el vacío conceptual de los partidos democráticos, las ideas de la ultraizquierda sesenta-setentosa hoy disfrazadas cautivan desprevenidos. Como siempre el progresismo progresista consiste en defender el Estado de Derecho, la igualdad ante la ley y la no injerencia del Estado en la privacidad.

@CarlosRaulHer

El día que no se acabó el mundo

Carlos Raúl Hernández

Cuando languidece y se descompone la reina de la acción humana, la política, la protectora del equilibrio planetario, entramos en la incertidumbre. Reconforta entonces estudiar momentos estelares que reivindican su sentido estratégico, trascendente y vital para la humanidad. La noche de circo que provocó y mantiene la guerra más estúpida del mundo entre Rusia y Ucrania, en la que las democracias juegan al suicidio, reivindica el talento de los grandes líderes durante la “guerra fría”. La humanidad pendía precisamente de las decisiones de líderes en una confrontación mortal de dos proyectos de civilización que se negaban existencialmente. No podían convivir, se disputaban a plomo cada centímetro, y tenían armas que al menor traspiés aseguraban la extinción de la especie. Finalmente, una de las fuerzas se impuso y la humanidad sobrevivió. El momento más difícil de esa etapa fue “la crisis de los cohetes”, trece días de octubre de 1962 en los que bastaba una duda, una frase torpe, o un silencio, para que estallara el Armagedón. “El mundo se iba a acabar” en la guerra atómica.

Esos trece días son el único -y suficiente- testimonio de gran estadista que dejó John F. Kennedy en sus apenas dos años de gestión (1961-63) y 45 de edad. Irrumpe en la Casa Blanca a la cabeza de un grupo de jóvenes tecnócratas de Harvard, con enorme ruido para los “dinosaurios” militares y funcionarios sobrevivientes de Truman y Eisenhower, que a su vez los despreciaban por “perfumados”. Ese desprecio biunívoco casi acaba con el mundo. En Cuba, unos aventureros irresponsables entronizados en el poder, propician un error de cálculo de la KGV y Nikita Kruschev acerca del joven presidente y su equipo, Robert McNamara, Dean Rusk, Robert Kennedy, Kenny Odonnell, Ted Sorensen. Kruschev también los menospreciaba por “intelectuales”, bisoños, elitescos, poco trajinados. Esa equivocación conduce a los soviéticos a instalar en Cuba varias decenas de misiles nucleares de alcance medio con los que en cinco minutos podrían destruir Washington, Miami, Dallas, Atlanta entre varias otras, con un saldo potencial de ochenta millones de muertos.

La CIA los descubre en fotografías tomadas por un U2, la situación estalla en el gabinete, e inmediatamente cristalizan las mismas agrupaciones desde que el homo sapiens y sus primos tontos, los neardenthales aparecen sobre la tierra: halcones y palomas, racionales y radicales, políticos y tarados. La hiperrealista película Trece días de Donaldson y la genial Strangelove de Kubrick, relatan la locura belicista de los militares y demás halcones. Valga una acotación curiosa. Kubrick titula la obra con una alusión a Strange, el segundo nombre de McNamara, (se llamaba Robert Strange McNamara), Secretario de defensa de Kennedy, un brillante y joven civil cuyo papel en la crisis es mantener en cintura a los radicales, por lo que se trata de una evidente injusticia de Kubrick. Luego de mandar a callar a un general exaltado por la guerra y demás pasiones patrióticas, Kennedy comenta “lo que más me irrita es que si estos se imponen, nadie quedará vivo para enrostrarle su error” (no ocurre así en la política normal, en la que los imbéciles suelen mantener la iniciativa largo tiempo mientras desaparecen).

Mientras el entorno ilustrado de Kennedy busca una vía racional para no destruir la raza humana, los otros se llenaban la bocota con gárgaras de principios, como hacen las gafocracias. El Presidente demuestra a cada paso que tiene lo que hay que tener, que la inteligencia no es cobardía, ni mal carácter carácter, y si no hubiera poseído tanto valor, sangre fría y cerebro, tal vez no estaríamos aquí. A diferencia de la guerra de 2022, luego de entrar en el tobogán de la muerte, Kennedy y Kruschev sabían que debían salirse, pero estaban atrapados en una compleja red y cualquier resbalón terminaría en un vendaval atómico. Por alguna razón, la historia no aclara que los militares dieron un cuasi golpe de Estado a Kennedy, al pasar explícitamente contra sus instrucciones de Defcon 3 (Condición de Defensa) a Defcon 2, a un paso del fatal Defcon 1.

Otra situación límite fue cuando un barco norteamericano disparó una andanada de fuegos fatuos contra otro ruso, una provocación que hizo estallar a McNamara, destacado por Kennedy nada menos que en la cueva de fanáticos, el Pentágono. Ante la confusión por el ataque de bengalas, gritó al almirante a cargo: “¡menos mal que ningún oficial ruso se confundió como yo!”. Al final se produjo la negociación de norteamericanos y soviéticos, con la exclusión explícita de Castro, cuya megalomanía, locura y narcisismo eran problemas demasiado graves. Norteamericanos y rusos, luego también los chinos, decidieron encerrarlo, aislarlo en sentido estricto de manera que en adelante solo pudiera producir daños limitados. Hoy día resulta evidente que con un sicópata de tales dimensiones, lo mejor para la “lucha de clases internacional”, era mantenerlo en su isla –ratonera y que no pudiera avanzar de ahí. De no ser una personalidad tan enferma, hubiera podido trascender su influencia, que se limitó a la izquierda radical latinoamericana. Hubiera podido ser Stalin o Mao con graves problemas para el mundo.

@CarlosRaulHer