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Ada Esther Lugo Freites

Los valores familiares: mas indispensables que nunca en la Venezuela de hoy

Ada Esther Lugo Freites

Hablar de valores y particularmente de valores familiares, ha sido considerado por muchos como un tema delicado, y desde múltiples perspectivas, sensible. En un primer momento surgen en la mente de quien tiene encomendada tamaña tarea dudas, sobradamente fundamentadas, sobre los tópicos a tratar, la forma de abordarlos y más importante todavía, el auditorio, ese grupo de individuos ávidos de información con la expectativa e incluso la esperanza puesta en su interlocutor. Visto desde este ángulo, la responsabilidad asumida es enorme, más aún si el tema esta estrictamente ligado con los valores familiares en medio del caos que implica vivir hoy en Venezuela.

Ahora bien, una vez asumido el compromiso y superado el impacto inicial, la estrategia parece clara. Para hablar de valores familiares en medio del caos que rodea a las familias y comunidades que sortean a diario este país, es necesario repasar conceptos fundamentales que den luz sobre el deber ser, limpiando un poco el enmarañado escenario mental que por momentos parece nublar la claridad de pensamiento.

En este contexto, palabras tan conocidas y repetidas como valores, familia, comunidad y sociedad, entre muchas otras, resaltan como si tuvieran sus letras hechas con luces de bengala. Si apelamos a la modernidad, pueden incorporarse otros vocablos, mas recientes y no menos importantes como resiliencia, empatía e incluso activismo social. Como si hiciera falta agregar un poco más de complejidad a la ya existente, todo esto debe funcionar bajo la tan nombrada nueva normalidad.

Es necesario entonces empezar por el principio. Los valores por definición representan los principios, virtudes o cualidades positivas que caracterizan a una persona y forman parte de su sistema de creencias, por lo que modulan la conducta, los intereses, sentimientos, pensamientos y la manera cómo los individuos desean vivir y compartir sus experiencias con quienes les rodean, de allí su importancia (Morales, 2018).

La familia, tradicionalmente ha sido vista como el núcleo fundamental de la sociedad, definición miles de veces repetida y aprendida desde los primeros pasos del jardín de infantes. Sin embargo, simboliza un elemento mucho más complejo, representando un grupo de personas que hacen vida en común y que está unidos por un vínculo que puede ser de afinidad (pareja), consanguinidad (padres/hijos), adopción o de algún otro tipo (Martínez, 2020).

La sociedad por su parte, es un grupo de individuos, pueblos o naciones con intereses variados que conviven o se relacionan dentro de una zona geográfica común, bajo leyes comunes que regulan el comportamiento, la participación, la adaptación y la autoridad. Supone la convivencia y la actividad conjunta de los individuos de manera organizada y ordenada, e implica un cierto grado de comunicación, cooperación y la observancia de preocupaciones mutuas, donde cada individuo cumple determinadas funciones (Imaginario, 2018; Chirinos S/F).

El término comunidad puede definirse como un grupo de personas que viven en un área geográficamente específica, cuyos miembros comparten valores, vínculos afectivos y morales, actividades, intereses y necesidades comunes, en un tiempo y espacio determinado, haciendo realidad y vida cotidiana. Representa un entorno dinámico, que se mantiene en constante movimiento, transformación y evolución, sufren crisis, se reorganizan y buscan alternativas comunes o de manera autónoma para solucionar problemas, lo que desarrolla sentido de pertenencia, identidad social y conciencia de sí como grupo. En una comunidad, los individuos asumen el desarrollo de adentro hacia afuera comprendiendo que este desarrollo llega cuando los objetivos comunes trascienden a los particulares (Reynosa, 2015).

Ahora bien, repasar estos conceptos como parte del tema de valores familiares resulta un ejercicio teórico quizás tedioso, pero absolutamente necesario, pues es justamente en la familia donde pueden fortalecerse los valores que permitan cambios vitales en la comunidad y en consecuencia en la sociedad venezolana. Es, como ya se expresa arriba, desde adentro, en la familia consanguínea o no y en la comunidad vista como familia extendida, donde el individuo hace vida diaria, donde las grandes transformaciones tienen su origen y donde los pequeños milagros ocurren casi sin darnos cuenta.

Sin embargo, en la época tan compleja que vive el país, esta concepción de familia y comunidad, aunque ideal, pareciera difícil de alcanzar. La crisis que nos ha tocado padecer, lamentablemente sitúa al país en un escenario desolador, caótico, por no decir trágico. El caos venezolano lamentablemente envuelve. Cada día se convierte en una lucha constante para cubrir las necesidades más elementales. El ciudadano común se encuentra tan arropado por la realidad, tan angustiado y apresurado, que muchas veces olvida reconocerse a sí mismo como parte vital del grupo de gente decente, buena, noble y trabajadora que forma parte de su comunidad.

No obstante, la realidad demuestra que, aun ante este oscuro escenario, los venezolanos se levantan y siguen adelante construyendo de mil formas posibles el mejor futuro para sus familias, sin olvidar a aquellos a quienes la crisis ha golpeado con más fuerza. Es justamente en estos tiempos duros, cuando la comunidad venezolana ha demostrado ese sentimiento de solidaridad, de empatía y de colaboración, dando paso a la unión, la identificación con el otro, el respeto, y la compasión por aquellos menos afortunados, salvando incluso las diferencias políticas.

Esto se vive a diario, en cada calle, en cada sector, en cada comunidad. Estos son valores familiares que están tatuados en el alma de los venezolanos de bien y esos justamente, son los valores que deben ser reconocidos, rescatados y fortalecidos primero en el mismo individuo, y a través de este, en la familia y en la comunidad.

De allí la importancia de reconocer en nosotros mismos, y reconocer en el otro. los valores, comportamientos y formas de vida comunes. Entender que formamos parte de una comunidad que es reflejo de cada uno de los ciudadanos que la conforman y que esos valores que hemos inculcado por años dentro del núcleo familiar al ser extrapolados a la comunidad como familia extendida, permiten mejorar la convivencia y generar cambios desde adentro. Cambios que no son impuestos por terceros, sino que surgen de la propia comunidad que ha sido capaz de reconocerse, respetarse, escucharse, identificar problemas comunes y buscar soluciones que beneficien a todos como grupo y no a individualidades. Representa entender que el bien común, es al mismo tiempo el bien propio.

¿Es posible entonces fortalecer valores familiares, y en consecuencia comunitarios, en medio del caos que implica vivir hoy en Venezuela? ¡La respuesta es definitivamente SI! Valores como la solidaridad, la empatía, la cooperación, la compasión, el respeto, la responsabilidad, la honestidad, entre otros muchos, se convierten hoy día en el ancla que permite sobrellevar un escenario tan duro y tan incierto cono el venezolano, tocado además por esta nueva normalidad, medida necesaria ante una pandemia que tomó al mundo entero por sorpresa y que implica que cuidar de uno mismo es también cuidar al otro.

Está claro que a los venezolanos no nos ha tocado una tarea fácil. Sin embargo, si es posible asumir la situación, responder a ella y sobreponernos. Es decir, aprender, a ser resilientes, aprovechando cada experiencia como herramienta para reinventarnos y crecer. Rescatar y fortalecer ese esquema de valores que ya tenemos, en la familia y en la comunidad como familia extendida, es parte de ese proceso. Allí justamente comienza la transformación que tanto deseamos, en cada individuo, en cada familia, en cada comunidad, en la sociedad y finalmente en el país. Es entendiendo la responsabilidad individual y colectiva que tenemos en la construcción de un país distinto, donde quepamos todos, lo que puede hacerlo posible.

REFERENCIAS

Causse, M. (2009). El concepto de comunidad desde el punto de vista socio - histórico-cultural y lingüístico. Ciencia en su PC,núm. 3, pp. 12-21 Disponible: https://www.redalyc.org/pdf/1813/181321553002.pdf. Consulta: 12 enero 2021.

Imaginario, A. (2018). Significado de Sociedad. Disponible: https://www.significados.com/sociedad/.

Linares, R. (2020). Resiliencia: Los 12 hábitos de las personas resilientes. Disponible: https://www.elpradopsicologos.es/blog/resiliencia-resilientes/. Consulta: 14 enero 2021.

Martínez, A. (2020). Definición de Familia. Disponible: https://conceptodefinicion.de/familia/, Consulta: 12 enero 202.

Morales, A. (2018). Significado de Valores. Disponible: https://www.significados.com/valores/#:~:text=Los%20valores%20son%20los%20principios,importancia%20para%20un%20grupo%20social. Consulta: 12 enero 2021.

Reynosa, E. (2015). Comunidad y sociedad. Síntesis teórica sobre la reflexión de sus significados. Disponible: https://www.grin.com/document/308296. Consulta: 13 enero 2021.

Venezuela: ¿Nos vamos o vale la pena seguir?

Ada Esther Lugo Freites

El comentario de la semana

Hoy en día revisar los portales de noticias en Venezuela lleva más a leer un parte de guerra que a la ojeada de un hecho noticioso, describiendo con nitidez un escenario oscuro y trágico, digno de la mas cruel historia del mundo. Lamentablemente es en esa realidad donde los venezolanos nos hemos visto obligados a sobrevivir, despertando cada día con una pregunta hace años impensable: ¿sigo aquí o me voy? Hoy, esta es la duda que abruma a miles de ciudadanos del otrora país mas importante de América del Sur, reducido a cenizas por un régimen que ha coartado las más mínimas libertades e incluso la posibilidad de cubrir las necesidades más básicas.

Crisis, enfermedad, destrucción, abandono y muerte son los invitados constantes de la sobremesa, esos que nadie invita, pero que ineludiblemente se cuelan en cualquier conversación y al final la dominan, profundizando cada día la desesperanza y la angustia. Si a esto se le suman los traspiés consecuentes de una dirigencia opositora en muchos casos ciega, ególatra y desconectada de la urgencia de cambio, la decisión esta tomada. ¡Nos vamos! ¡La vida en dos maletas y el ultimo que apague la luz!

Visto así, el panorama es como mínimo sombrío, justificando sobradamente los casi 6 millones de venezolanos que, según un informe sobre la migración venezolana efectuado por Consultores 21 en junio de 2018, han cruzado las fronteras buscando un futuro mejor. Surge entonces la pregunta ¿Será que todo está perdido? La duda y la desesperanza ciertamente han ganado terreno. Sin embargo, en cada rincón del país se levanta diariamente un ciudadano que se viste de coraje y sale a enfrentar la realidad. Lo motiva la esperanza de un país mejor. El país de oportunidades, del empleo digno, de la justicia y sobre todo del regreso, donde esta vez Cruz Diez sea testigo de felicidad y de reencuentros y no de desarraigo e incertidumbre.

Ciertamente Venezuela se debate hoy en un escenario donde coexisten, entre otros, el indiferente, el oportunista, el oficialista aun convencido y el dirigente tradicional, más al acecho de un cargo público, que enfocado en la búsqueda de un real cambio político. Pero existe igualmente una realidad ineludible, destacada por el Centro de Estudios Políticos UCAB (2017): más del 80% de los venezolanos aspira a un cambio. Y más importante todavía, por lo menos el 75% de los venezolanos afirma tener el poder para empujar ese cambio.

Ese es el venezolano que sigue en pie. Ese es el ciudadano que aun con todo en contra apuesta por un país que hoy reclama de sus hijos la fuerza y la entereza para salir de la crisis. Ese es el dirigente honesto, que los hay y muchos, que anteponen su natural y totalmente justa aspiración política, en favor de luchar honradamente por salir de un régimen totalitario, usando solo la fuerza de las ideas, los ideales democráticos y la real experiencia de calle.

Esta es la otra cara de la realidad. La realidad, entre otros, de los profesionales de la salud, que aun con recursos inexistentes y en medio del peor escenario dan lo mejor de si para paliar en algo el dolor de sus pacientes, la de los maestros y trabajadores de la educación que día a día no solo imparten conocimientos, sino cultivan almas y corazones profundizando ética y valores, la de los profesionales agropecuarios que siembran y crían el sueño de alimentos de calidad al alcance de todos. Es la realidad en fin de los venezolanos honestos, que trabajan por ese futuro posible.

Esa otra realidad, esa mayoría de venezolanos que apuestan por una Venezuela distinta avalan lo que hemos escuchado más de una vez: Los buenos somos más. Existen por lo menos 30 millones de razones para continuar. Hoy firmemente vale la pena seguir hasta impulsar el cambio. Entonces ante la duda inicial de seguir o salir, la decisión es clara: ¡Vale la pena quedarse!

Cabe preguntarse entonces que hace falta para lograr el cambio. Y la respuesta no puede ser más simple: Unidad. De todos los venezolanos, sea cual sea el escenario en el que se desenvuelvan. Pero no unidad solo con fines electorales. La verdadera unidad. Unidad por el país, unidad de propósito y objetivos. Unidad para superar al régimen que hoy oprime y desmoraliza. Unidad por la Libertad de todos los ciudadanos. LIBERTAD. Con mayúsculas y sin condiciones.

Referencias:

Consultores 21: Estamos viviendo el mayor éxodo poblacional que haya conocido Venezuela. En: El Pitazo. Disponible: http://elpitazo.info/ultimas-noticias/informe-de-consultores-21-estamos-viviendo-el-mayor-exodo-poblacional-que-haya-conocido-venezuela/.

Centro de Estudios Políticos UCAB. (2017). Una nueva Narrativa para Venezuela.

El valor del trabajo para el venezolano: ¿cultura o sobrevivencia?

Ada Esther Lugo Freites

El comentario de la semana

Es indiscutible que Venezuela atraviesa hoy día la peor crisis de su historia, caracterizada esta por un dantesco escenario donde confluyen no solo una inflación entre las más altas del mundo y una debacle económica sin precedentes, sino también la destrucción sistemática del aparato productivo interno y la pérdida de libertades frente a un régimen totalitario. A este ya complejo escenario se une una aguda crisis política y social y el deterioro progresivo y evidente del sistema de valores del venezolano. Esta realidad permite afirmar, citando a Suárez (2017), que el nuestro es tristemente un país que “se debate entre el caos y el conflicto” (p.18).

Lo antes descrito ha golpeado duramente la capacidad económica de los ciudadanos, haciendo cada día más difícil cubrir sus necesidades básicas, e incluso garantizar medianamente la sobrevivencia, ante lo cual la urgente exigencia de obtener dinero rápido está privando más que poseer estabilidad y seguridad social, cambiando la preferencia laboral hacia el bachaqueo, por lo que ahora el país enfrenta el reto de reeducar a los venezolanos sobre el verdadero valor del empleo formal (Marcano y Duarte, 2016). Visto de esta perspectiva la tarea a asumir parece compleja, más aún en un país donde, como consecuencia de equivocadas políticas económicas entre otras razones, el salario percibido por los trabajadores no alcanza para cubrir el costo de la cesta básica, disminuyen de forma considerable el número de empresas operativas, las que aun sobreviven no logran ofrecer salarios competitivos para sus trabajadores y la posibilidad de ahorro y planificación no entra en el esquema de prioridades del ciudadano promedio.

Ante esto, surge entonces el bachaqueo, práctica que como forma de arbitraje puede definirse según Zúñiga (2016) como la acción de “capitalizar el desequilibrio de los precios sacando provecho de esa diferencia entre dos o más mercados”, siendo sencillamente y parafraseando al autor, una oportunidad aprovechada por un individuo al darse cuenta que haciendo una cola y comprando un producto a precio regulado va a ganar muchísimo más que lo que podría ganar en un sueldo del sector formal de la economía, logrando con esto quizás satisfacer una necesidad momentánea, pero generando igualmente una gravísima distorsión del mercado venezolano y socavando las ya débiles bases de la cultura laboral del trabajador local.

A este escenario se añade la concepción histórica criolla del trabajo como necesidad obligada y no como herramienta debidamente valorada para la obtención de riqueza y bienestar y el desmejoramiento notable de los valores positivos asociados al empleo formal. Visto desde esta perspectiva, no es de extrañar que en la actualidad una parte de los venezolanos no perciban el empleo formal como un elemento importante que garantice su calidad de vida, buscando como contrapartida resolver situaciones individuales mediante estrategias que bien podrían ubicarse en el contexto de la viveza criolla, enmarcada esta en un sistema que promueve el afianzamiento de antivalores, la destrucción del aparato productivo y la desvalorización del trabajo, sembrando como método la desesperanza, la incertidumbre y la angustia colectivas.

Planteado así, el panorama que enfrentamos es francamente desalentador. Sin embargo, nada mas alejado de la verdad. Estudios recientes indican que la mayoría de los venezolanos rechaza la cultura del bachaqueo, valorando el trabajo formal y anhelando un sistema político, económico y social que garantice no solo la restitución de la democracia y las libertades inherentes al ser humano, sino la estabilidad económica y esa normalidad que los venezolanos hemos dejado atrás.

Es evidente entonces la imperiosa necesidad de rescatar y fortalecer la cultura del trabajo en Venezuela, lo que necesariamente pasa por la reactivación de la economía, el rescate de la producción nacional, la aplicación de reglas del juego claras y coherentes y en definitiva la superación de un régimen que coarta las libertades individuales y fundamenta sus acciones en la dádiva, la dependencia y la destrucción, por un modelo político de libertades, basado en el respeto, la formación individual y colectiva, la productividad, la eficiencia, la meritocracia y en definitiva la expresión de las potencialidades y talentos de todos sus ciudadanos.

Referencias

Marcano, P. y Duarte, M. (2016). La crisis destruye la cultura laboral del venezolano. Diario La Razón. Bloque Venezolano de Prensa y Cámara Venezolana de Periódicos.

Romero, A. y Castro, L. (2015). La Venezuela del siglo XXI y la ética del trabajo. Revista Gaceta Laboral, Vol. 21, No. 2. 2015.

Suarez, B. (2017). Valor del trabajo en el ámbito organizacional: mirada al contexto venezolano. Revista Educación en Valores. Universidad de Carabobo. Julio - Diciembre 2017; Vol. 2; N° 28.

Zúñiga, G. (2016). Centro de Investigaciones Sociales y Económicas de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB). En: La crisis destruye la cultura laboral del venezolano. Diario La Razón.