

Tanto Ricardo Hausmann como el Banco Mundial han declarado que el establecimiento de la dolarización plena en Venezuela no es viable y que otras opciones de estabilización de la economía venezolana estarían planteadas. La gran pregunta: ¿En las condiciones que está la economía del país es realmente viable y con alta probabilidad de éxito un programa o plan como lo plantea Hausmann y el Banco Mundial en su propuesta?
A que se enfrenta el Plan Hausmann y BM.
La economía venezolana atraviesa la mayor contracción económica registrada en la historia de América Latina. Durante los últimos 5 años, el producto interno bruto per cápita cayó masivamente en 36% y la proyección para 2019 es de una caída de más de 18%, 28 puntos más que la contracción sufrida por los Estados Unidos durante la Gran Depresión. A esto se le ha sumado la tragedia de la hiperinflación, que ha destruido completamente el poder de compra del bolívar y del nivel de vida de los venezolanos. Como es habitual en periodos de alta inflación, los precios locales han pasado a ser dictados en gran medida por el dólar, mientras que nuestros salarios siguen estando en bolívares que cada día pierden más su valor.
Hay múltiples causas que explican el colapso económico de Venezuela, pero ciertamente entre las más relevantes están sus enormes déficits fiscales. Por 6 años consecutivos, el sector público consolidado ha gastado más dinero del que le ingresa. Este déficit alcanzó el año pasado un 21% de Producto Interno Bruto (PIB) de la nación. Al no encontrar otras formas de financiamiento, el gobierno venezolano ha recurrido continuamente a una impresión de dinero descontrolada para financiar su brecha fiscal y emisión de deuda externa.
Rescatar a Venezuela comienza por frenar en seco la hiperinflación. Este es uno de los motivos por los que un plan para recuperar a nuestro país debe partir de un plan sólido para frenar en seco la hiperinflación. Rescatar los salarios, permitir la planificación económica, cerrar la brecha entre ingresos y gastos del Estado; y reestructurar la deuda, estas son las prioridades más urgentes que debe tener un gobierno de transición.
La viabilidad de un programa de estabilización, como el que se propone Hausmann y BM, esencialmente depende de la credibilidad de la promesa del gobierno de mantener el gasto bajo control, abatir la hiperinflación rápidamente y mantener un mercado de cambio confiable. En un país que no ha visto inflación de un dígito en 33 años y un mercado cambiario estrambótico, estos compromisos son difíciles de vender al mercado y sus agentes.
¿Por qué algunas estabilizaciones funcionan y otras no? Usualmente, las expectativas juegan un rol crucial. Para que los agentes económicos a cargo de la fijación de precios dejen de incrementarlos, tienen que confiar en que la senda de crecimiento de la oferta monetaria será estable en el futuro. Si bien esto es lo que prometen todos los gobiernos que intentan estabilizar, esa garantía no siempre es vista como creíble por los fijadores de precios.
Los gobiernos que se enfrentan a un problema de credibilidad imperfecta terminan adoptando políticas monetarias y fiscales restrictivas, no porque ello sea óptimo para la economía, sino porque es la única forma que tienen de hacer creíble la promesa de bajar la inflación y estable la moneda. Y es el costo social y político asociado con esas políticas el que termina minando la viabilidad del ajuste, dándole razón a los que ponían en duda su credibilidad. En otras palabras, el costo de la credibilidad imperfecta durante un proceso de estabilización es atravesar una recesión que podría llegar a ser profunda. No creemos que Venezuela pueda soportar un período prolongado de dolorosa austeridad en las circunstancias de crisis humanitaria en las que se encuentra. Por ello, la principal característica de un plan para frenar la hiperinflación debe ser generar credibilidad ante los agentes económicos.
A pesar de que hay estrategias para lograr la estabilización de la economía como la que presenta Hausmann y el BM, la dolarización es la única que permite al Estado garantizar de forma completamente creíble la eliminación de la impresión descontrolada de dinero, que dio origen a la hiperinflación, sin implementar medidas ortodoxas. El establecimiento de un esquema de tipo de cambio flexible como lo plantea Hausmann y el BM en un escenario de hiperinflación como el de Venezuela, es de alto riesgo de fallo, y su implementación costosa en términos de recursos y de generación de credibilidad y confianza en el bolívar. No podemos darnos el lujo de intentar y fracasar. Cada estabilización exitosa en la historia de América Latina lleva tras de sí una larga historia de políticas fallidas. Países que han vivido episodios de crisis similares al nuestro han tardado en promedio 9 años en contener su inflación por debajo del 100% anual, de los cuales 3 años fueron de inflaciones por encima del 1.000%. Además, estos episodios estuvieron marcados por varios intentos fallidos de estabilización. Venezuela lleva 2 años con inflaciones anuales de 5 dígitos. Esto significa que la crisis que enfrentamos podría todavía durar 6 años más si no detenemos la hiperinflación en seco. Con los niveles de pobreza que sufre Venezuela, ¿hay alguien que piense que podemos sobrevivir 6 años en estas condiciones?
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