

Ya está circulando la segunda edición del libro Un sueño para la Patria de Roberto Casanova y Gerber Torres, que próximamente se colocará en sitios web desde los cuales podrá ser descargado por los interesados.
Por lo pronto compartimos con nuestros lectores el Prólogo escrito por Felipe Benites y Alonso Domínguez
Esta nueva edición de Un sueño para Venezuela ha sido escrita por dos economistas que han logrado trascender con éxito el marco paradigmático que les brindaba su formación académica inicial. Roberto Casanova ha reflexionado con acierto sobre diversos modelos de sociedad y su genealogía histórica; Gerver Torres, por su parte, ha incursionado con solvencia en el campo de la reflexión sobre la conducta humana y sus motivaciones. Ambos terrenos, si bien no están completamente alejados de la economía, tampoco forman parte de su temática central de estudio.
Es, pues, un libro escrito por economistas que no versa sobre economía venezolana aunque su primera edición, aparecida en octubre de 2000, fuera por años texto base de varios cursos de macroeconomía en distintas universidades, tanto públicas como privadas. En la lista de variados y buenos intentos por explicar nuestra casi secular y compleja situación, esta segunda edición ofrece una interpretación integral sobre el problema venezolano, nutrida no solo por la evolución personal de los autores, sino también por muchos años de intercambio y experimentación pedagógica desde la asociación civil Liderazgo y Visión, como resultado de una familia de proyectos con múltiples recursos didácticos y puesta al servicio de estudiantes, comunidades, medios de comunicación social, partidos y gremios.
De tal suerte, este libro no solo rebasa responsablemente fronteras disciplinarias y ofrece una lectura integral sobre lo que nos ha pasado y cómo superarlo, sino que lo hace con una preocupación marcadamente pedagógica. No es esta, por cierto, una afirmación retórica para despachar de antemano inconsistencias o liviandades, sino para enfatizar su tono y objetivo.
La vocación pedagógica de la obra se expresa no solo en el uso intensivo de gráficos e ilustraciones o en el cuidadoso diseño de sus páginas, sino principalmente en su estructuración a través de cinco preguntas: ¿Dónde estamos? ¿Cómo llegamos aquí? ¿Con qué contamos para salir adelante? ¿Cómo salimos de aquí? ¿Hasta dónde podemos llegar? Quizás estas preguntas ya han sido formuladas y también cabalmente respondidas por muchos especialistas dentro y fuera de nuestro país; pero la innovación aquí estriba en la manera sistemática con la que se abordan y en la claridad expositiva aplicada a responderlas, todo ello con el afán de sumar voluntades de los acto- res políticos y sociales capaces de asumir y encarnar esas respuestas.
¿Acaso no sería el honor más alto al que este libro pudiera aspirar el de convertirse en un texto de referencia del último año de educación básica? Si nuestros jóvenes de 17 años pudieran asomarse con rigor a las preguntas que aquí se plantean y contar con una manera estructurada de abordarlas, estamos seguros de que los autores se darían por servidos. En las actuales circunstancias, la necesidad de respuestas no solo se mantiene entre las viejas generaciones, sino que es obligante para las nuevas. A casi cuatro décadas de crisis, con breves interregnos de respiros rentistas, el último lustro de colapso y desespero, parece de sobra suficiente para que la nación inicie el camino hacia un destino mejor.
Quisiéramos pensar, sumándonos a ese repetido y hasta viejo anhelo nacional, que ha llegado la hora de la sensatez; de insistir tercamente y como nunca antes, en que ya es tiempo de sacar a Venezuela del abismo, apoyándonos en la fuerza de la experiencia, la evidencia y la razón. Quisiéramos creer que el pueblo como sujeto político reclama la despolarización política (los datos, por cierto, ya no refieren la existencia de dos polos, sino de una contundente mayoría que aspira a cambios profundos) y la consecuente reconstrucción económica y social. Quisiéramos aferrarnos a la esperanza de que ahora sí el país puede cambiar, y que tendrá en el Sueño para Venezuela un instrumento para discernir y aprender sobre lo vivido.
Porque a estas alturas del recorrido, no cabe duda de que ha habido gruesos aprendizajes, pero cuando cae la noche, no deja uno de oír voces, obstinadas y amargas, que inquieren si las lecciones han sido suficientes. Por ello, aunque el aprendizaje es perenne, para que sea efectivo, el proceso de pedagogía y orientación ha de ser sistemático y pertinente.
¿Existe alguna corriente, facción o partido capaz de negar el potencial que posee Venezuela para constituirse en uno de los países más avanzados de la región? Y al propio tiempo, como una paradoja trágica, ¿existe alguna teoría, medianamente seria, capaz de negar la debacle en la que hemos sido sumidos los venezolanos? ¿Es posible negar hoy los consensos sobre la disfuncionalidad que a mediano y largo plazo genera el rentismo como conducta dominante en cualquier nación? Y en ese sentido, ¿habrá alguien que cuestione hoy, con algo de racionalidad argumentativa, la importancia de instituciones políticas y económicas que promuevan la justicia, la estabilidad, la equidad y la libertad en función del desarrollo autónomo y sostenible?
Contra las mejores ideas y las toneladas de evidencias que había ya en 1998, el liderazgo del país en los últimos veinte años no solo mantuvo el rentismo como conducta social, sino que lo hipertrofió a niveles catastróficos, enrumbándonos en una senda nefasta de migración forzosa, extractivismo mineral, depredación ambiental y comercio de bienes ilegales, a una escala nunca antes vista en el continente. Como si no hubiesen sido claras las advertencias de Emeterio Gómez sobre la falsedad de la teoría del valor trabajo, la teoría de la plusvalía, de la Revolución y de toda construcción marxista que se erige sobre ella, aquí muchos se empeñaron en rehabilitar dogmas que en el resto del mundo solo tienen el valor de piezas de arqueología.
En este momento, cuando una quinta parte de la nación venezolana vive fuera del territorio y la riqueza nacional retrocedió cincuenta años, deberíamos ser capaces de decir «¡basta!» y convertir la tragedia reciente en fuente de aprendizaje y rectificación. La experiencia debería ser nuestra maestra, para que en el futuro podamos escribir renglones de esperanza, potencial no despilfarrado y logros obtenidos con esfuerzo; para que cada quien, a su particular manera, pueda vislumbrar un mejor porvenir para sus hijos y para los suyos, trastocando este trauma social en motivación y guía.
Ese es el viaje al que invita esta obra: el de hacernos preguntas y estar abiertos a responderlas de manera reparadora. No como quien busca venganza o reafirmar sus convicciones, sino como quien aspira a aprender de su propia experiencia y a rectificar. Cuando la primera edición de este libro apareció, era claro el destino que resultaría de profundizar la ruta del rentismo petrolero; pero quienes creímos en el sueño en aquel entonces nos resistíamos a siquiera imaginar, ilusos quizás, ingenuos seguramente, que la sociedad venezolana iba a deslizarse, incluso voluntariamente, hacia una deriva tan profunda en errores ya cometidos.
Considerando que su primera edición se publicó veinte años atrás y que los factores críticos se han vuelto exponenciales en este tiempo, estamos hablando entonces de un esfuerzo intelectual que no solo es integral y pedagógico, sino que está también dotado de conciencia histórica, dando cuenta sobre los problemas que nos aquejan y conectándolos con la experiencia de otras naciones y la nuestra. No es un ejercicio onírico con su carga de irrealidad o alucinación. El título que le ha servido siempre de nombre al libro y sus proyectos, es una instigación para que, de forma analítica, ordenada y esperanzada, los venezolanos podamos establecer los elementos de nuestra problemática, las causas de su persistencia y feroz agravamiento, las formas de superarla de acuerdo a nuestras capacidades y la visión de lo que podríamos ser a la vuelta de una generación. Se trata de echar mano de nuestros mejores activos, incluyendo patrones de la cultura, para organizarlos bajo formas institucionales incubadoras y generadoras de bienestar. Como rezaba una hermosa frase del proyecto pedagógico de teatro de calle con el que recorrimos varios estados: «somos como quien vuela papagayos, con la mirada en el cielo y los pies en la tierra».
Eso también es el sueño para Venezuela que nos ofrecen Casanova y Torres. Una visión para consolidarnos como un pueblo de ciudadanos: políticamente constituido, movilizado por sus derechos en contrapartida a sus deberes; económicamente próspero, emprendedor, autosuficiente e integrado al mundo; socialmente proactivo, militante y solidario. La narrativa de venezolanos que por informados, proactivos y responsables, se han vuelto inmunes a espejitos y espejismos, donde sea que decidan vivir.
El prólogo de un libro suele tener por objetivo hacer una invitación a la lectura; una especie de honor que concede el prologuista a los autores, habida cuenta del prestigio de quien suele escribir este tipo de textos. Es así por lo general, mas no en este caso. Aunque los prologuistas hemos puesto empeño en hacer la mejor invitación posible a leer este texto inspirador y acucioso, contrario a la costumbre, los honrados al prologarlo somos quienes suscribimos. Habérnoslo propuesto es un noble gesto que acogemos con fraterno agradecimiento, humildad y, lo más importante, con la plena convicción de que ordenamos estas pocas frases para anteceder la segunda edición de un material que confiamos servirá de pauta para un eficaz y movilizador ejercicio de pedagogía social, con la mirada puesta en la reconstrucción de Venezuela.