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Roberto Casanova y Gerver Torres

Introducción al libro “Un Sueño para Venezuela”

Roberto Casanova y Gerver Torres

Uno

Siempre nos hallamos en algún estado emocional. Y el estado emocional en el que nos hallemos condiciona la percepción de nuestro entorno y de nosotros mismos, impulsándonos a actuar de una cierta manera y no de otra. La rabia nos incita al ataque; el miedo nos conduce a la huida o a la sumisión; la frustración nos hunde en la pasividad. La esperanza, por su parte, nos impulsa al emprendimiento creador.

Emoción y estado emocional no son lo mismo. Una emoción es una respuesta mental y fisiológica para la acción ante eventos externos o experiencias internas. Los estados emocionales, en cambio, constituyen parte de ese trasfondo, muchas veces inconsciente, que nos predispone a actuar de cierto modo. Así, tener un ataque de rabia no es lo mismo que vivir rabioso. Aquí queremos referirnos a los estados emocionales. Queremos destacar, en especial, que ellos están estrechamente asociados a los relatos que creamos para interpretar nuestras circunstancias.

En efecto, los seres humanos no solo somos emocionales: también somos narradores de historias. No es algo que podamos dejar de hacer. La necesidad de dar sentido a nuestro devenir en el tiempo nos exige hilar los hechos en tramas y relatos. Explicar, imaginar o proyectar es dar forma a relatos que nos contamos a nosotros mismos y a otros. Estos relatos son, en parte, contenidos que nos transmite, por diversos mecanismos, la cultura a la que pertenecemos.

Comprender la relación entre narrativas y estados emocionales nos parece fundamental. Las narrativas sobre nuestro entorno y sobre nuestras capacidades para actuar en él son, tal vez, los factores más importantes para entender por qué nos ubicamos en uno u otro estado emocional. Pero la situación en la que creemos estar depende, a su vez, del estado emocional en el que nos hallemos. Existe, pues, una relación de mutua causación entre emociones y narrativas. De la adecuada comprensión de esta circularidad depende nuestro buen desempeño como personas, como grupos, como sociedad.

Consideremos, por ejemplo, las narrativas que podemos calificar como políticas. Una narrativa política es, en un sentido general, un relato –o un conjunto de relatos– que nos permite explicarnos el pasado y el presente de una sociedad y prefigurar su futuro. Estas narrativas cumplen funciones de esclarecimiento, de diseño, de movilización. En ellas se entremezclan postulados científicos, interpretaciones históricas, creencias colectivas.

En toda sociedad conviven y compiten varias narrativas políticas. Algunas de ellas favorecen la convivencia y la cooperación; otras nos hacen desconfiar e incentivan el conflicto social. Hay narrativas que generan esperanza y hay narrativas que promueven el odio o el miedo. Estos distintos estados emocionales, a su vez, hacen a las personas proclives a aceptar algunos relatos y a rechazar otros. De esta manera, narrativas y estados emocionales se potencian mutuamente, haciendo que, en algunos casos, una sociedad quede presa de sí misma y en otros que progrese de manera indefinida. Digámoslo así: el desarrollo, en sus múltiples dimensiones, está acompañado de ciertas narrativas políticas y está reñido con otras.

Dos

Cifras de un estudio de opinión realizado hace algunos meses reflejan los estados de ánimo dominantes en nosotros. Unas tres cuartas partes de la población que se define a sí misma como opositora al régimen afirma experimentar estados emocionales negativos (angustia, enojo, desilusión, desesperación). Esos estados de ánimo estarían también presentes en aproximadamente la mitad de quienes no se definirían políticamente e, incluso, en alrededor de una tercera parte de quienes se consideran chavistas. Por otra parte, solo en este último grupo habría un porcentaje de personas significativo (cerca de un tercio) con estados de ánimo positivos (tranquilidad, agradecimiento, optimismo, entusiasmo). Es de suponer que este «mapa» emocional haya experimentado cambios y hoy imperen en todos los sectores estados emocionales negativos.

¿Qué narrativas podrían estar detrás de estos distintos estados de ánimo? Afirmar que solo dos  una narrativa democrática y otra chavista  sería una simplificación tal vez extrema. No sería muy difícil crear otro «mapa», uno de políticas relevantes. Sería posible diferenciar así narrativas más específicas, asociadas a las circunstancias vividas por distintos grupos: narrativas de socialistas convencidos, de capturadores de renta (o «enchufados», para entendernos), de demócratas, de conservadores. Estas no serían, desde luego, narrativas independientes unas de las otras y, más bien, se solaparían entre sí de diversas maneras.

Lo que sí resulta evidente es que no existe hoy entre nosotros una narrativa que cumpla, al mismo tiempo, con dos condiciones deseables: ser mayoritariamente compartida e infundir estados emocionales positivos. Uno de los desafíos de los venezolanos consiste, pues, en dar forma a una narrativa comprensiva e inspiradora, capaz de articular a otras narrativas y de adecuar nuestros estados emocionales al desafío de nuestra liberación y de nuestra reconstrucción.

Tres

En Un Sueño para Venezuela ofrecemos una narrativa política que pretende ser tanto verosímil como esperanzadora. Al fin y al cabo, no todo lo deseable es posible y no todo lo posible es deseable. Una narrativa política como la que requerimos no puede ser solo un cuento estéticamente bien logrado y debe proponerse conjugar razón, imaginación y emoción. No puede limitarse a dibujar un país ideal y debe promover nuestro aprendizaje sobre lo que hemos hecho bien y lo que hemos hecho mal. Una narrativa política es, sin duda, un complejo «artefacto» cultural.

Con esa perspectiva en mente, nuestra narrativa contiene cinco momentos presentados como otras tantas preguntas: ¿A dónde queremos y podemos llegar? ¿Dónde estamos hoy? ¿Cómo llegamos hasta aquí? ¿Con qué contamos para salir de la situación actual? ¿Cómo hacemos para cambiar? Las respectivas respuestas a estas interrogantes conforman los capítulos del trabajo.

No pretendemos, ni por asomo, haber agotado el debate sobre estos temas con nuestras respuestas. Requerimos, en realidad, una amplia y profunda conversación cívica sobre nosotros mismos. Todo ciudadano reflexivo y preocupado por el destino de nuestra sociedad debería sentirse convocado a ella. Esta es nuestra contribución. Es la razón que justifica el tono pedagógico del texto: es un intento, ojalá exitoso, de presentar asuntos de relativa complejidad en forma accesible a un público no especializado.

Este libro constituye una nueva edición, revisada y sustancialmente modificada, de un texto escrito hace veinte años por uno de nosotros. Esta nueva edición ha sido redactada esta vez «a cuatro manos», con el valioso apoyo de generosos amigos y compañeros. Advertimos que nos hemos permitido usar libremente, sin hacer citas que entorpeciesen la fluidez de la lectura, muchos extractos de otras obras nuestras. Es necesario agregar que este libro estaba listo para su publicación pocas semanas antes del inicio de la pandemia del COVID19. Dado el agravamiento extremo de las duras circunstancias que ya vivía el país, hemos decidido divulgar el libro en forma gratuita.

Cuatro

En el año 2000, la primera edición de este libro proponía un camino alternativo y mejor al que la mayoría de la sociedad estaba tomando, tras los pasos de un líder carismático. La experiencia y la reflexión nos han servido para entender lo trágicamente equivocada que resulta ser una revolución socialista. Los tiempos que corren representan el final de ese terrible experimento en nuestro país y, por esa razón, constituyen una oportunidad propicia para presentar, de nuevo, una narrativa política inspirada en la libertad, la inclusión, el progreso.

En materia de cambio social puede resultar equívoco colocar un calendario a nuestras expectativas. El año 2020 fue utilizado, en la primera edición del libro, solo como una referencia, tal como el año 2038 es usado en esta nueva edición. Mas lo cierto es que ninguna sociedad puede saber lo que el futuro traerá consigo. Por ello una visión de nuestro porvenir debe estar siempre abierta a lo inesperado y debe evitar quedar congelada en un conjunto de metas que, en la práctica, pueda ser un obstáculo para la creatividad colectiva. El progreso no debe medirse, en un determinado momento, por lo cerca que estemos de una meta específica que nos hayamos propuesto sino, más bien, por el avance con respecto a la situación anterior. Saber que andamos en buenos pasos, que caminamos en la dirección correcta, es, en sí mismo, esperanzador. Una sociedad se hace mejor en la medida en que promueve la inteligencia creadora de todas las personas y las oportunidades para que ella se expanda libre y solidariamente.

Hablar acerca de adelantos en una dirección correcta es una afirmación con obvias connotaciones éticas. Al respecto sostenemos que una visión de nuestro futuro colectivo debe ser definida, ante todo, por los valores que deseamos ver materializados en instituciones, en proyectos, en conductas. Tales valores nos servirán para recuperar la concordia social y política sin la cual ninguna sociedad puede prevalecer y progresar. Son entonces valores como la libertad, la inclusión y el progreso, entre otros, los que deben servirnos, como una suerte de brújula moral, para saber si nos movemos o no en la dirección deseada.

Cinco

Las narrativas capaces de inspirar y movilizar a los pueblos se manifiestan primero en ciertas prácticas sociales. En tal sentido, en una sociedad es posible identificar las acciones individuales o grupales que son simientes de un futuro posible y deseable.

Ello ocurre hoy en Venezuela. Una mirada atenta a nuestro entorno nos permitiría descubrir comportamientos y experiencias de otra Venezuela que pugna a diario por hacerse realidad. Emprendedores en las distintas esferas del quehacer humano –la economía, el activismo social, la educación, el arte, la literatura, etc. – son, sabiéndolo o no, portadores del ideal de un mejor país, de un sueño nacional. Se trata de personas que se caracterizan por su acción esperanzada, por su perspicacia para encontrar o imaginar oportunidades, por su resiliencia para afrontar un entorno hostil, por su vocación realizadora, por su contagiosa fuerza vital.

Hay personas, sin embargo, que sienten que ya no pertenecen a Venezuela. Respetuosos de la libertad individual, no juzgamos tal convicción. Pero sí sostenemos que, en nuestra opinión, uno no pertenece a un país: uno es un país. Es la articulación de nuestras acciones la que da forma, cotidianamente, a Venezuela. Así, una fracción de nuestro país como empresa en común desaparece cada vez que un venezolano pierde la fe en él. Pero nuestro país se vigoriza con cada venezolano que persevera en la lucha por la libertad creadora, condición indispensable para transitar el exigente pero maravilloso camino de nuestro renacimiento nacional.

A estos emprendedores, portadores de nuestro futuro, dondequiera que se encuentren, dedicamos este libro.

Un sueño para Venezuela

Roberto Casanova y Gerver Torres

Ya está circulando la segunda edición del libro Un sueño para la Patria de Roberto Casanova y Gerber Torres, que próximamente se colocará en sitios web desde los cuales podrá ser descargado por los interesados.

Por lo pronto compartimos con nuestros lectores el Prólogo escrito por Felipe Benites y Alonso Domínguez

Esta nueva edición de Un sueño para Venezuela ha sido escrita por dos economistas que han logrado trascender con éxito el marco paradigmático que les brindaba su formación académica inicial. Roberto Casanova ha reflexionado con acierto sobre diversos modelos de sociedad y su genealogía histórica; Gerver Torres, por su parte, ha incursionado con solvencia en el campo de la reflexión sobre la conducta humana y sus motivaciones. Ambos terrenos, si bien no están completamente alejados de la economía, tampoco forman parte de su temática central de estudio.

Es, pues, un libro escrito por economistas que no versa sobre economía venezolana aunque su primera edición, aparecida en octubre de 2000, fuera por años texto base de varios cursos de macroeconomía en distintas universidades, tanto públicas como privadas. En la lista de variados y buenos intentos por explicar nuestra casi secular y compleja situación, esta segunda edición ofrece una interpretación integral sobre el problema venezolano, nutrida no solo por la evolución personal de los autores, sino también por muchos años de intercambio y experimentación pedagógica desde la asociación civil Liderazgo y Visión, como resultado de una familia de proyectos con múltiples recursos didácticos y puesta al servicio de estudiantes, comunidades, medios de comunicación social, partidos y gremios.

De tal suerte, este libro no solo rebasa responsablemente fronteras disciplinarias y ofrece una lectura integral sobre lo que nos ha pasado y cómo superarlo, sino que lo hace con una preocupación marcadamente pedagógica. No es esta, por cierto, una afirmación retórica para despachar de antemano inconsistencias o liviandades, sino para enfatizar su tono y objetivo.

La vocación pedagógica de la obra se expresa no solo en el uso intensivo de gráficos e ilustraciones o en el cuidadoso diseño de sus páginas, sino principalmente en su estructuración a través de cinco preguntas: ¿Dónde estamos? ¿Cómo llegamos aquí? ¿Con qué contamos para salir adelante? ¿Cómo salimos de aquí? ¿Hasta dónde podemos llegar? Quizás estas preguntas ya han sido formuladas y también cabalmente respondidas por muchos especialistas dentro y fuera de nuestro país; pero la innovación aquí estriba en la manera sistemática con la que se abordan y en la claridad expositiva aplicada a responderlas, todo ello con el afán de sumar voluntades de los acto- res políticos y sociales capaces de asumir y encarnar esas respuestas.

¿Acaso no sería el honor más alto al que este libro pudiera aspirar el de convertirse en un texto de referencia del último año de educación básica? Si nuestros jóvenes de 17 años pudieran asomarse con rigor a las preguntas que aquí se plantean y contar con una manera estructurada de abordarlas, estamos seguros de que los autores se darían por servidos. En las actuales circunstancias, la necesidad de respuestas no solo se mantiene entre las viejas generaciones, sino que es obligante para las nuevas. A casi cuatro décadas de crisis, con breves interregnos de respiros rentistas, el último lustro de colapso y desespero, parece de sobra suficiente para que la nación inicie el camino hacia un destino mejor.

Quisiéramos pensar, sumándonos a ese repetido y hasta viejo anhelo nacional, que ha llegado la hora de la sensatez; de insistir tercamente y como nunca antes, en que ya es tiempo de sacar a Venezuela del abismo, apoyándonos en la fuerza de la experiencia, la evidencia y la razón. Quisiéramos creer que el pueblo como sujeto político reclama la despolarización política (los datos, por cierto, ya no refieren la existencia de dos polos, sino de una contundente mayoría que aspira a cambios profundos) y la consecuente reconstrucción económica y social. Quisiéramos aferrarnos a la esperanza de que ahora sí el país puede cambiar, y que tendrá en el Sueño para Venezuela un instrumento para discernir y aprender sobre lo vivido.

Porque a estas alturas del recorrido, no cabe duda de que ha habido gruesos aprendizajes, pero cuando cae la noche, no deja uno de oír voces, obstinadas y amargas, que inquieren si las lecciones han sido suficientes. Por ello, aunque el aprendizaje es perenne, para que sea efectivo, el proceso de pedagogía y orientación ha de ser sistemático y pertinente.

¿Existe alguna corriente, facción o partido capaz de negar el potencial que posee Venezuela para constituirse en uno de los países más avanzados de la región? Y al propio tiempo, como una paradoja trágica, ¿existe alguna teoría, medianamente seria, capaz de negar la debacle en la que hemos sido sumidos los venezolanos? ¿Es posible negar hoy los consensos sobre la disfuncionalidad que a mediano y largo plazo genera el rentismo como conducta dominante en cualquier nación? Y en ese sentido, ¿habrá alguien que cuestione hoy, con algo de racionalidad argumentativa, la importancia de instituciones políticas y económicas que promuevan la justicia, la estabilidad, la equidad y la libertad en función del desarrollo autónomo y sostenible?

Contra las mejores ideas y las toneladas de evidencias que había ya en 1998, el liderazgo del país en los últimos veinte años no solo mantuvo el rentismo como conducta social, sino que lo hipertrofió a niveles catastróficos, enrumbándonos en una senda nefasta de migración forzosa, extractivismo mineral, depredación ambiental y comercio de bienes ilegales, a una escala nunca antes vista en el continente. Como si no hubiesen sido claras las advertencias de Emeterio Gómez sobre la falsedad de la teoría del valor trabajo, la teoría de la plusvalía, de la Revolución y de toda construcción marxista que se erige sobre ella, aquí muchos se empeñaron en rehabilitar dogmas que en el resto del mundo solo tienen el valor de piezas de arqueología.

En este momento, cuando una quinta parte de la nación venezolana vive fuera del territorio y la riqueza nacional retrocedió cincuenta años, deberíamos ser capaces de decir «¡basta!» y convertir la tragedia reciente en fuente de aprendizaje y rectificación. La experiencia debería ser nuestra maestra, para que en el futuro podamos escribir renglones de esperanza, potencial no despilfarrado y logros obtenidos con esfuerzo; para que cada quien, a su particular manera, pueda vislumbrar un mejor porvenir para sus hijos y para los suyos, trastocando este trauma social en motivación y guía.

Ese es el viaje al que invita esta obra: el de hacernos preguntas y estar abiertos a responderlas de manera reparadora. No como quien busca venganza o reafirmar sus convicciones, sino como quien aspira a aprender de su propia experiencia y a rectificar. Cuando la primera edición de este libro apareció, era claro el destino que resultaría de profundizar la ruta del rentismo petrolero; pero quienes creímos en el sueño en aquel entonces nos resistíamos a siquiera imaginar, ilusos quizás, ingenuos seguramente, que la sociedad venezolana iba a deslizarse, incluso voluntariamente, hacia una deriva tan profunda en errores ya cometidos.

Considerando que su primera edición se publicó veinte años atrás y que los factores críticos se han vuelto exponenciales en este tiempo, estamos hablando entonces de un esfuerzo intelectual que no solo es integral y pedagógico, sino que está también dotado de conciencia histórica, dando cuenta sobre los problemas que nos aquejan y conectándolos con la experiencia de otras naciones y la nuestra. No es un ejercicio onírico con su carga de irrealidad o alucinación. El título que le ha servido siempre de nombre al libro y sus proyectos, es una instigación para que, de forma analítica, ordenada y esperanzada, los venezolanos podamos establecer los elementos de nuestra problemática, las causas de su persistencia y feroz agravamiento, las formas de superarla de acuerdo a nuestras capacidades y la visión de lo que podríamos ser a la vuelta de una generación. Se trata de echar mano de nuestros mejores activos, incluyendo patrones de la cultura, para organizarlos bajo formas institucionales incubadoras y generadoras de bienestar. Como rezaba una hermosa frase del proyecto pedagógico de teatro de calle con el que recorrimos varios estados: «somos como quien vuela papagayos, con la mirada en el cielo y los pies en la tierra».

Eso también es el sueño para Venezuela que nos ofrecen Casanova y Torres. Una visión para consolidarnos como un pueblo de ciudadanos: políticamente constituido, movilizado por sus derechos en contrapartida a sus deberes; económicamente próspero, emprendedor, autosuficiente e integrado al mundo; socialmente proactivo, militante y solidario. La narrativa de venezolanos que por informados, proactivos y responsables, se han vuelto inmunes a espejitos y espejismos, donde sea que decidan vivir.

El prólogo de un libro suele tener por objetivo hacer una invitación a la lectura; una especie de honor que concede el prologuista a los autores, habida cuenta del prestigio de quien suele escribir este tipo de textos. Es así por lo general, mas no en este caso. Aunque los prologuistas hemos puesto empeño en hacer la mejor invitación posible a leer este texto inspirador y acucioso, contrario a la costumbre, los honrados al prologarlo somos quienes suscribimos. Habérnoslo propuesto es un noble gesto que acogemos con fraterno agradecimiento, humildad y, lo más importante, con la plena convicción de que ordenamos estas pocas frases para anteceder la segunda edición de un material que confiamos servirá de pauta para un eficaz y movilizador ejercicio de pedagogía social, con la mirada puesta en la reconstrucción de Venezuela.