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Laureano Márquez

La cercanía del bien

Laureano Márquez

“Sábete Sancho… todas estas

borrascas que nos suceden son señales

de que presto ha de serenar el tiempo y han

de sucedernos bien las cosas; porque no es posible

que el mal y el bien sean durables, y de aquí

se sigue que habiendo durado mucho el mal,

el bien ya está cerca”.

Cada vez que la humanidad pierde la razón –este parece ser uno de esos momentos– y se acerca peligrosamente al abismo de su autoaniquilación, suele sobrevenir un largo periodo de relativa paz, tolerancia y hasta progreso espiritual. La diferencia del momento presente con otros de la historia, es que en este tiempo tenemos la posibilidad de destruir el planeta, no una, sino varias veces seguidas. Si Hitler hubiese conseguido la bomba atómica, usted, querido lector de seguro no estaría leyendo este artículo ni yo escribiéndolo.

Las armas nucleares están al alcance de locos fanáticos a los que les vale madre, como dirían en México, asesinar a una mujer porque no lleva el velo puesto de manera «correcta». En manos de gobernantes autoritarios, como Putin, que, ante su evidente fracaso en la destrucción de Ucrania, apela a un submarino atómico del que se dice que alberga nada más y nada menos que «el arma del Apocalipsis». El sumergible es capaz de lanzar hasta seis torpedos Poseidón, con cabezas nucleares de dos megatones, que pueden viajar hasta diez mil kilómetros por debajo del mar, a una profundidad de mil metros y con una superficialidad que aterra.

Otro simpático personaje, el líder de Corea del Norte, el mismo que fusiló a su ministro de defensa ¡con un cañón antiaéreo! por quedarse dormido durante una interesantísima alocución suya, tiene al alcance de sus deditos la posibilidad de disparar misiles nucleares y lanza pruebas, cada vez que amanece con ganas de jugar al exterminio, sobre el mar de Japón, único país en el que se han usado hasta el día de hoy las bombas nucleares.

China, por su parte, un régimen comunista que solo piensa en conquistar el planeta con su capitalismo salvaje, mantiene el interés centrado en los negocios y actúa con supuesta cautela; pero aprovecha la confusión internacional reinante para incrementar su acorralamiento a Taiwan. Tiene también su arsenal nuclear, no sabemos si con la intención de usarlo o venderlo al mejor postor para obtener buenas ganancias segundos antes de la hecatombe.

Occidente, por su parte, baluarte de la democracia y la libertad es cada vez menos libre y democrático. Los radicalismos de uno y otro extremo cobran fuerza, el fanatismo político se impone y los bandos en pugna dentro de cada nación ya no ven a sus rivales internos como adversarios, sino como enemigos a los que aniquilar. Conducidos por semejante liderazgo, los pueblos comienzan a votar por cosas absurdas, como los ingleses, por ejemplo, que deseando mayoritariamente permanecer dentro de la Comunidad Europea, votaron por salir de ella, sin medir las consecuencias de lo que votaban. En occidente la abstención es el sueño de todo loco que codicia el poder.

Mientras, las desigualdades entre el norte y el sur se incrementan. La gente de los países subdesarrollados, agobiados por gobiernos despóticos que hambrean y torturan a sus pueblos, privándoles de toda esperanza de progreso y libertad, emigran hacia un norte que ofrece un mejor vivir. No otra cosa ha hecho el ser humano a lo largo de la historia, sino huir de sí mismo.

El sentido común, la sensatez, la reflexión y el sosiego han pasado a la clandestinidad. El centro político, al que tantas cosas debemos, se esconde tras las bancadas parlamentarias y cuando asoma la cabeza es solo para recibir una pedrada. La moderación paso de moda y la tolerancia es el escudo de la agresión.

Así pues, Sancho, si salimos bien librados de esta tan mala racha, seguramente, si no el bien, es posible que algo de bondad y compasión nos espere. Apostemos a ello, fiel escudero.

El fin de la «ch» y la «ll»

Laureano Márquez

Como dirían Willy Colón y Héctor Lavoe: «Todo tiene su final, nada dura para siempre». Las letras «ch» y «ll» han pasado a mejor vida. La Real Academia Española (RAE), que «limpia, fija y da esplendor» a la lengua de Cervantes, acaba de decretar la exclusión definitiva de los mencionados símbolos de nuestro abecedario, porque en realidad, según la institución, no son letras sino dígrafos. Según la propia RAE los dígrafos son conjuntos de letras o grafemas que representan un solo fonema. Es decir, que tanto la «ch» como la «ll» –esta que los hispanoamericanos pronunciamos como /y/– constituyen un solo ruido, aunque necesitemos de dos letras para representarlo. La decisión de excluir a estas difuntas letras es de vieja data (1994), pero, como todo, tardó en implementarse porque ambas eran letras enchufadas y llamativas.

Salvo en España, donde se lucha a brazo partido por su extinción, el español es una lengua floreciente en el resto del mundo. En los Estados Unidos, por ejemplo, es la lengua extranjera más estudiada (dentro de algunos años lo será el inglés) y la hablan 543 millones de personas en el mundo, siendo el cuarto idioma después del hindi, le sigue el inglés. Es la lengua del reino de Castilla, por eso se le denomina también «castellano». Con el advenimiento de Isabel la Católica –según el historiador Menéndez y Pidal, la mejor gobernante que ha tenido España– se unifica políticamente la nación española, esa misma que trata de desunificarse actualmente. La lengua de Castilla se convirtió, entonces, en la lengua de España y de todos los territorios americanos que esta descubría y conquistaba.

Pero volviendo a los dígrafos que nos ocupan, no deja de ser curioso que la h, que es muda, quizá por eso tanta gente calla a la hora de defender los derechos humanos, haga tanto escandalo cuando se coloca después de la c. En cuanto a la ll, pronunciarla correctamente es supremamente complicado, como dirían en Colombia (el mejor lugar donde se habla el español según algunos), porque requiere llevar la punta de la lengua (en este caso el órgano muscular) al cielo de la boca por el lado del naciente.

Para no alargar excesivamente esta llamativa chachara, solo recordar que la finada ch goza de la predilección del humor, quizá porque la forma expresiva de este es el chiste. Chespirito (Roberto Gómez Bolaños), por ejemplo, colocaba a todos sus personajes un nombre que iniciaba por ch: desde El chavo, hasta el Chapulín, pasando por el Chómpiras, el doctor Chapatín y Chaparrón Bonaparte, entre otros. Chaplin, es el genio del humorismo universal y el programa cómico por excelencia de la televisión venezolana fue Radio Rochela.

Para finalizar y para que no «panda el cúnico», solo agregar que la desaparición de la ch y la ll como letras del alfabeto no supone en modo alguno su desaparición del sistema gráfico español, lo cual tiene mucha lógica. Y es que, de lo contrario, los venezolanos tendríamos que llamar al proceso político que vivimos, desde hace poco más de dos décadas, «Avismo», una palabra que fonéticamente suena igual a aquella que designa a un lugar de gran profundidad en el cual no se alcanza a ver el fondo.

En fin, creo que, llegados a este punto, lo mejor es decir chao.

El gran dictador

Laureano Márquez

«¡Que no panda el cúnico!» El título de este escrito alude, solamente, a la magistral película de Chaplin. Fue estrenada en los Estados Unidos en 1940. Aunque para el momento ya se había consolidado el cine sonoro, Chaplin seguía haciendo cine mudo, porque temía que, al hablar un determinado idioma, su personaje perdiera toda su magia. El gran dictador es la primera película sonora de Chaplin y para ser su debut en el uso de la palabra, fue mucho lo que dijo. El brillante discurso final se prolonga durante casi cinco minutos en los cuales no hay un solo chiste, sino una profunda reflexión sobre lo que debe ser el destino humano en términos de libertad, tolerancia, progreso y democracia.

La película ofrece una parodia de Adolf Hitler (Hinkel), pero va más allá, aborda el tema de las dictaduras en general, a partir del nazismo y del fascismo, también el antisemitismo imperante en el momento. Ciertas «similitudes» existían entre el gran maestro del humor y el dictador alemán, el propio Chaplin lo reconoció cuando dijo que usaban el mismo bigote, además de haber nacido el mismo año. «Conozco bien a ese hombre, es capaz de cualquier cosa», dijo. Como la película se estrenó durante la guerra, al finalizar esta, Chaplin afirmó que, de haber conocido los horrores de los campos de concentración, no hubiese podido rodar su largometraje.

Esto nos lleva a una discusión que siempre es interesante: banaliza el humor las tragedias políticas al usarlas como fuente de parodia e inspiración o, por el contrario, subraya su crueldad y sus contradicciones para ayudarnos a tomar conciencia de ellas, para combatirlas y sobre todo prevenirlas.

En el caso de El gran dictador, es sin duda lo segundo. Chaplin muestra el patetismo de los dictadores. Lo genial es que, sin denigrar al ser humano, exhibe su desnudez moral, la ridiculez que se esconde detrás de su aparente solemnidad y sus delirios de grandeza, pero sobre todo su inhumanidad.

Al final, toda acción tiene un propósito y es eso lo que cuenta. A dónde conducen las palabras que se pronuncian, qué valores o antivalores defienden y propician, qué consecuencias tienen. Vale para el humor y para lo que decimos en nuestra vida cotidiana, los medios o las redes. Nada queda en el vació, toda palabra dicha queda resonando por siempre en los corazones a los que llega.

Escuchar, en estos tiempos, a personas aupar el legado de Adolfo Hitler, horroriza y asusta. Una de las cosas que nos enseña el trayecto vital del líder nazi es que hay que temerles a esos «loquitos» de apariencia inofensiva y hasta cómica, dueños de un discurso absurdo que parece que no va a llegar a ningún lado, porque pueden terminar convirtiéndose en los amos de nuestro destino y capitanes de nuestra esclavitud si bajamos la guardia de nuestras defensas espirituales y políticas. Sus palabras pueden transformarse en desolación y muerte.

La obra de Chaplin perdurará, como testimonio del humor puesto al servicio de la justicia, la democracia y la libertad, para desenmascarar a esos «loquitos» capaces de cualquier cosa y para recordarnos, desde el humor, que no debemos conjurar demonios, porque el Diablo siempre destruye, incluso a quien le sirve.

Laureano Márquez P. es humorista y politólogo, egresado de la UCV.

Twitter @laureanomar

Pena de extrañamiento

Laureano Márquez

La sola expresión ya es muy dura: «pena de extrañamiento». Consiste en la expulsión del castigado del territorio del país en el que vive y al que pertenece. Sinónimos de esta son: exilio, desarraigo, destierro, expatriación. Todos son términos cargados de dolor para una persona cuyo motivo y compromiso de vida es con el país que habita y que le habita.

El extrañamiento vuelve extraña, ajena, extranjera a la víctima. La aleja de su entorno afectivo, laboral y social para obligarla a hacerse parte de un lugar al que no pertenece.

Como pena, ostenta el rango más cercano al de la muerte. De hecho, era común que su incumplimiento fuese sancionado con el ajusticiamiento.

En la Antigua Grecia, el castigo ya existía, dedicado a aquellos que representaban un peligro desde el punto de vista político. Se le daba el nombre de ostracismo, que viene de óstrakon (cáscara, caparazón), con el que se denominaba también a los fragmentos de cerámica sobre los que se escribían los nombres de aquellos a los que se deseaba desterrar y que luego serían sometidos a votación en la asamblea.

El ostracismo se prolongaba durante 10 años, al cabo de los cuales el condenado podía volver. Uno de los condenados fue el estadista ateniense Arístides, llamado «el justo», de quien se cuenta la siguiente anécdota: estando presente en la asamblea en la que se votaba su exilio, un campesino que no sabía escribir se le acercó y, extendiéndole un fragmento de vasija, le pidió que escribiera en él el nombre de Arístides.

Este, sorprendido, le preguntó si le había hecho algún mal, a lo que el campesino respondió: «Ninguno, ni siquiera lo conozco, pero ya estoy fastidiado de oír continuamente que le llaman “el justo”».

En nuestra tierra, el exilio («voluntario» o impuesto) ha sido un castigo habitual, aunque ninguna ley así lo establezca, especialmente en tiempos de dictadura, es decir, en la mayor parte de nuestra historia.

Un sinnúmero de venezolanos lo padecieron a lo largo del tiempo: figuras políticas, intelectuales y todo aquel que representara una amenaza para el mandamás de turno.

Uno de esos venezolanos fue Mikel de Viana, S.J., un hombre comprometido, desde la fe, con la defensa de la democracia y la libertad. Su actividad pastoral estuvo vinculada a la educación y, particularmente, al servicio de los más humildes y necesitados.

En la homilía de la misa que se celebró en su memoria en la UCAB, el padre Ugalde hizo público un episodio del que nunca se había dicho nada de manera abierta. En el año 2004, tres jesuitas estaban bajo amenaza de las autoridades gubernamentales: Mikel de Viana, un estudiante de la Compañía y el propio Ugalde. Se decidió que lo más conveniente era sacar a los dos primeros del país, dada la presión existente.

Mikel fue a dar a la Universidad de Deusto en Bilbao donde, lejos de su patria, pasó los últimos años de su vida. Cuando los que lo queríamos y admirábamos teníamos la oportunidad de conversar con él, bien personalmente o a distancia, surgía siempre el dolor de la ausencia obligada, el anhelo de la tierra querida y de su gente.

El padre Mikel de Viana falleció la mañana del 5 de agosto y, aunque no lo diga así el parte médico, murió de pena de extrañamiento.

La espada de Bolívar

Laureano Márquez

Surge el comentario a la luz de la toma de posesión del nuevo presidente de Colombia quien, contraviniendo la disposición de su antecesor, hizo traer al acto de su ascensión al mando, de manera inesperada, la espada de Bolívar. Fue su primer acto de gobierno.

Para comenzar, hay que señalar que la espada de Bolívar que guarda Colombia es la de verdad, la que usaba El Libertador en el día a día, no la nuestra, que es una joya de oro que la municipalidad de Lima le obsequió como presente de agradecimiento y la que nunca desenvainó el padre de la patria para combatir con nadie, entre otras cosas, porque le iba a dar una gran indignación que en una refriega se le fuera a caer un diamante de la corona de laureles del pomo.

La de Colombia, la de las batallas, se guardó durante mucho tiempo en el Museo Quinta de Bolívar de Bogotá. Además del valor histórico que tiene la pieza por haber pertenecido a quien perteneció, es parte de la leyenda de la guerrilla colombiana, de la que alguna vez formó parte Petro.

En enero de 1974, el naciente movimiento guerrillero M-19, sustrajo la espada del museo y pasó varios años escondida en diversas manos. Se llegó a decir incluso que le fue vendida a Pablo Escobar y que este se la dio a su hijo como juguete. Al parecer, la que compró Escobar no era la verdadera.

La espada también pasó una temporada en Cuba (así que vaya usted a saber si es la original, mulato). Para el grupo armado tenía -como seguramente para el nuevo presidente de Colombia en la actualidad- un tremendo valor simbólico: «Bolívar, tu espada regresa a la lucha», se dijo luego del robo. En 1991 fue devuelta.

No deja de resultar curioso, que la mentalidad de izquierda, tan pretendidamente racional y científica, sea la que apele con mayor frecuencia a recursos y explicaciones mágicas. «El divino Bolívar», del que hablaba Elías Pino, es parte de esa religión laica que todas las ideologías, pero especialmente la de izquierda, quiere usar para arropar sus propósitos.

Su espada no es entonces un objeto de interés histórico, sino un símbolo sagrado que, cual amuleto, brinda poderes; sus restos, reliquias que hay que manipular para adquirir (o adquerir) las cualidades del portador en vida de esos huesos; y así con todo. Somos muy españoles en esto: vivimos siempre rumiando el pasado, nunca entendiéndolo.

La susodicha espada también es parte, ahora, de otra polémica. En Colombia por la desobediencia de Petro a la disposición de Duque y en España porque su rey no se puso de pie a su paso. La indignación española es, fundamentalmente de la gente del partido de izquierda Unidas Podemos, que consideran que Felipe VI le faltó el respeto a Colombia –aunque en Colombia nadie hable de ello– lo cual no deja de resultar interesante, pues la defensa del Libertador no la hacen los «hijos de Bolívar», sino los de aquellos a los que el prócer derrotó. En la madre patria muchos se avergüenzan del descubrimiento y por estos lares otros tantos de la Independencia. Un tiempo complejo este.

En todo caso, quiera Dios que la invocación de la espada sea para Colombia destino de libertad, porque a nosotros, los vecinos cercanos, de su exhibición solo nos quedó una vaina que, por falta de espacio, no entraré a calificar.

Crimen organizado

Laureano Márquez

Una investigación de Transparencia Venezuela (Economías ilícitas en Venezuela) partiendo de los datos de Ecoanalítica, señala que en nuestro país el 21,74% del PIB proviene de «negocios» ilícitos. Esto viene a confirmar mi tercera ley sobre la situación nacional: «en Venezuela toda situación caótica generará un negocio ilegal que se nutre del caos». Una vez que un ilícito surge es casi imparable, porque muchas personas ganan ingentes cantidades de dinero con ello. La factura de todo, al final, las termina pagando el ciudadano desasistido, con menos educación, salud, seguridad, etc.

Cualquier persona con sentido común, aunque no tenga un HDP en economía, nota con facilidad que hay un montón de situaciones a las que se les percibe lo irregular a simple vista, aunque no se manejen cifras. Sin embargo, con el citado trabajo, ya nos encontramos con data seria y rigurosa.

Según el informe, la mayor parte de este 21,74% del PIB, proviene del narcotráfico con 4.919 millones de dólares. Le sigue el contrabando de gasolina con 1900 millones, haciendo honor a la misma divisa y, como diría Ali Khan, tercero contrabando de oro, cuarto extorsión en puertos. Seguramente, la participación de la actividad ilegal en la constitución del PIB es superior a las cifras señaladas, porque una de las cualidades de las actividades al margen de la ley es la dificultad para evaluarlas estadísticamente. Igualmente, no dejan de ser significativas.

El informe habla de que el delito en Venezuela se encuentra en una categoría que uno no sabe si fue creada especialmente para nosotros: «fase simbiótica». Esto quiere decir que las fronteras entre el crimen organizado y el sistema político se tornan difusas. No deja de ser curioso que, en medio de tanto desorden, el crimen no pierda su condición de «organizado».

Esto nos recuerda una de las frases favoritas que el inolvidable Kiko Mendive solía soltar con su gracia natural cuando las grabaciones de La Rochela se hacían caóticas: «¡caballero, esto es un desorden muy bien organizado, mira pa’eso!».

Algún día, cuando las corrientes de la historia cambien, habrá que revertir la ilegalidad. Sin embargo, según mi punto de vista esto solo podrá hacerse de manera progresiva, gradual, porque si se hace de golpe, los afectados podrían acabar contigo. Expongo mi tesis con un ejemplo sencillo, como el de mi estrategia para lograr se respeten los semáforos:

  • Lo primero seria establecer un horario mínimo de cumplimiento (de 8 a 10 de la mañana, por ejemplo), para que la gente no se sienta demasiado afectada por el cambio y lo asuma.
  • Una vez que esto se logre y la gente se sienta confortable con su nuevo margen de ilegalidad, se amplía el horario de respeto a mañana y tarde (nunca de noche). Mientras se hace esto, paralelamente se mejora la seguridad vial y la honestidad de los policías de tránsito con sueldos y entrenamiento. Superada esta etapa, meses o años después, ya podemos pasar a la siguiente fase.
  • A todo aquel que se coma una luz roja se le impone una multa significativa. Luego de un par de años en esta situación, ya entonces podemos pasar a la fase final y definitiva.
  • Obligar al ciudadano a pagar la multa.

Entiendo que este, que es mi plan de adecentamiento nacional, es sencillo con un semáforo, con el narcotráfico lo veo un poco más complicado; pero, en fin, la seguridad de Nueva York se debe, según dicen, a que comenzaron primero por los pequeños delitos y fueron a más poco a poco.

Sin duda que el informe de Transparencia Venezuela y las cifras de Ecoanalítica inquietan y nos resultan increíbles, alarmantes. Pero cuando uno ve los mencionados datos y porcentajes, surge también la otra cara de la moneda: la de la gran cantidad de compatriotas que, en medio de este desbarajuste, resiste con dignidad y sigue haciendo un trabajo honesto, decente, y que, a pesar de los pesares, constituye esa gran mayoría que honra al gentilicio.

Twitter @laureanomar

Laureano Márquez P. es humorista y politólogo, egresado de la UCV.

Carta de despedida a Serrat

Laureano Márquez

Querido Nano:

A todos nos llega la hora de volver la vista atrás y ver la senda que no se ha de volver a pisar. Tu despedida nos llena de nostalgia, son muchos años de poética amistad y decir amigo se me figura, que decir amigo es decir ternura.

Dicen que vivir es llenar la vida de recuerdos y de tu largo transitar de juglar tenemos tantos, y bien sabes tú que los recuerdos, desnudos de adornos, limpios de nostalgias, cuando solo queda la memoria pura, el olor sin rostro, el color sin nombre, sin encarnadura, son el esqueleto sobre el que construimos todo lo que somos, aquello que fuimos y lo que quisimos y no pudo ser.

Cuántos sueños compartidos contigo a lo largo de tantos años, con tus canciones animando nuestra esperanza de un mundo diferente. Una esperanza que permanece intacta, porque para la libertad aún sangro, lucho, pervivo.

Tu voz cantó anhelos que nos hicieron mejores personas. ¡Ay! Utopía, cabalgadura, que nos vuelve gigantes en miniatura.

Me refiero a aquellas pequeñas cosas que uno se cree que las mató el tiempo y la ausencia, pero su tren vendió boletos de ida y vuelta.

Esas historias personales que pasaron en tu compañía, que como un ladrón nos acechan detrás de la puerta y que, a veces, encontramos en un rincón, en un papel o en un cajón, haciéndonos llorar cuando nadie nos ve.

Celebramos tus andares con emoción, sabemos bien que de vez en cuando la vida afina con el pincel: se nos eriza la piel y faltan palabras para nombrar lo que ofrece a los que saben usarla. Nos pasa contigo.

Por estos rincones lejanos del mundo, se te aprecia, a ti que nunca te conformaste con un solo cielo, porque sabías que existía toda una América del otro lado del mar.

Aquí abajo, cada uno en su escondite hay hombres y mujeres que saben a qué asirse aprovechando el sol y también los eclipses apartando lo inútil y usando lo que sirve.

Con su fe veterana el Sur también existe. Aunque las más de las veces, la gente tierna viva con ganas de escapar, que esta tierra está enferma, y ya no esperamos mañana lo que no se nos dio ayer, que muchas veces no hay nada que hacer sino coger el arreo y seguir el camino del pueblo hebreo.

Porque sabemos que todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar, tu despedida es también un poco la nuestra. Es hermoso partir sin decir adiós, serena la mirada, firme la voz. Se nos ha pasado todo tan pronto, que parece que fue ayer cuando nos esperaba un gato peludo, funámbulo y necio a la vuelta del colegio. Se nos ha ido la vida, esa que algunas veces toma con uno café, haciendo caminos, caminos sobre la mar.

Es tiempo de agradecerte a ti, que nunca perseguiste la gloria ni dejar en la memoria de los hombres tu canción y has conseguido ambas cosas.

Gracias Joan Manuel, disfruta de tu gira de despedida, que en la vida todo es ir a lo que el tiempo deshace. Con esta despedida nos dejas como Penélope, sentados en el andén, con los ojos llenitos de ayer, pero qué le vamos a hacer si tú naciste en el Mediterráneo.

Modo avión

Laureano Márquez

El dispositivo inalámbrico al que llamamos comúnmente celular se ha convertido en el símbolo de este tiempo. Es imposible imaginar nuestra existencia sin todas las aplicaciones que nos ofrecen los teléfonos móviles.

En ellos está todo lo que necesitamos para la vida: además de para hablar por teléfono (que es ya casi lo que menos hacemos), el celular es nuestro banco, nuestro dinero, nuestro lugar de trabajo, la máquina de escribir, nuestra biblioteca, la oficina de correos, un estudio de televisión, una cabina de radio, un mapa, un pase de abordaje, el menú de un restaurante, nuestra sala de cine, nuestra sala de reuniones, nuestro templo, nuestra posibilidad de decirle a las personas pesadeces que no le diríamos personalmente, nuestro supermercado, nuestro taxi, nuestra discoteca, nuestra cámara de fotografías, nuestro reloj, nuestro salón de clases…

La lista es tan larga que será mucho más sencillo enumerar todo aquello para lo que el celular no nos sirve: no sirve para ir al baño, tampoco para ducharnos ni vestirnos y no se pude comer (de momento), ya vendrán nuevas aplicaciones.

También el celular sirve para prevenirnos del abuso de su uso. Hasta en eso se nos hace imprescindible. Según una información aparecida en Internet sobre el susodicho artefacto, eso que mientan el always on puede traer graves consecuencias y trastornos que se vinculan a la imposibilidad de desconectarnos de Internet.

Uno de estos trastornos se denomina «fomo» (fear of missing out, es decir: el miedo de perderse alguna vaina), que no es otra cosa que la angustia que causa la sensación de que otros puedan estar teniendo experiencias gratificantes, mientras tú permaneces por ahí, ausente de las redes, ocupándote de intrascendencias, como vivir, por ejemplo.

Si no puedes comer sin el teléfono frente a ti, si no puedes dormirte sin el aparato al lado, o subiendo a las redes todo lo que haces, seguramente te contagiaste de la epidemia del fomo.

Otro trastorno es la llamada «nomofobia» (no mobile pone fobia), un trastorno que consiste en el miedo irracional a no tener el celular a la mano o de quedarte sin Internet, que es como morir, si tu única vida es la virtual. Si estás casado con una venezolana y entras en pánico porque dejaste el celular en la casa, no tienes de qué preocuparte, es decir, sí tienes, pero no de que padezcas nomofobia, es otra cosa: esposafobia.

La lista de patologías es larga, pero mencionemos una más: el «vamping» (de vampire, vampiro, un animal que se activa de noche). Este padecimiento, propio de los denominados millennials, se percibe con facilidad en ese resplandor satánico, como de El exorcista, que brota de los ínferos de sus sabanas cuando uno pasa frente al cuarto del poseso mismo. Estos vampiros humanos pasarán toda la noche literalmente colgados boca abajo del iPhone.

De momento, el teléfono nos controla a nosotros, el gran reto es lograr que nosotros lo controlemos a él.

De allí un movimiento que cada vez cobra más fuerza en Internet, promoviendo las ventajas de la desconexión de Internet (www.practicaelmodoavion.com).

Al colocar el teléfono en modo avión o mejor incluso, al apagarlo durante cortos períodos, podríamos comenzar a percibir progresivamente que existe un mundo detrás de la pantalla de 7 x 13 cm., nuevas antiguas cosas mucho más grandes y reales, de diferentes texturas, como por ejemplo: puestas de sol de verdad, calles con nombres en las esquinas, árboles, pájaros e incluso, otros seres humanos tridimensionales, tan reales que parecen virtuales, cuya respiración, calor y humanidad pueden sentirse con facilidad si te acercas (a no más de metro y medio, claro, puede ser peligroso).

Puede ser un gran descubrimiento, para numerosos usuarios, que la posibilidad de hablar con la gente, en persona, también tiene su gracia.

El modo avión permite conversar más allá del uso de los pulgares, favorece el entrenamiento de las cuerdas vocales para evitar que el desuso las atrofie.

Sin el celular reclamando tu atención, tendrás tiempo para volver a ser una persona creativa, para darte cuenta de que se puede pasar un rato simplemente pensando, asociando ideas como consecuencia de la actividad contemplativa, de la que surgió alguna vez la filosofía, que nos permitió avanzar hasta llegar a Internet.

Puede que nada de lo expuesto logre convencer a los más adictos de ponerle límites al always on, así que apelaremos a un argumento de peso: con el uso del modo avión o apagando el móvil por cortos periodos, la duración de la batería puede prolongarse el doble y hasta el triple, lo cual no es desestimable, especialmente cuando se vive de apagón en apagón.

Minidiccionario de la libertad de prensa

Laureano Márquez

ALLANAMIENTO: Premio de periodismo que, a su manera, otorga la dictadura (la dictadura en general –sea este de brigada o de división–). Viene de la unión de dos términos: «allanar» (entrar ala fuerza a la casa de una persona) y «mentir» (decir algo que no es cierto con intención de implicar).

BULO: Noticia falsa que resulta del cruce de una información yegua con un propalador burro. Es una noticia estéril.

CENSURA: Omitimos esta definición por razones más que obvias.

COLUMNA: Parte del cuerpo por la cual, los funcionarios de la represión suelen expresar su opinión sobre lo que han escrito algunos periodistas en la prensa.

DEBATE: Estos funcionarios suelen ir de bate, también de electricidad y otras veces, cuando hay apagón, de bolsas plásticas.

ENTREVISTA: Conversación en la cual el entrevistador indaga sobre las opiniones del entrevistado, al que se le ha advertido previamente acerca de ciertas opiniones que no puede expresar públicamente.

EDITORIAL: Opinión de un periódico o revista que no esta firmada por nadie en particular, evitando así el debate en la columna.

FUENTE: Lugar de donde brota la información en los jardines de los palacios de gobierno.

LIBERTAD: Cuadro de Delacroix (la libertad guiando al pueblo). «L. Lamarque» actriz y cantante argentina. Estatua ubicada en Nueva York.

MEDIOS: Moneda extinta con la que alguna vez se podía comprar el periódico.

NOTICIERO: Dícese de cuando hay muchas noticias. «Hoy tenemos un noticiero loco».

OBJETIVIDAD: Para los regímenes autoritarios, es la forma de presentar la realidad tal cual no es.

OPINIÓN: Forma de buscarse problemas que consiste en expresar la idea o juicio que una persona tiene sobre algo o alguien. Si te salvas del gobierno, te agarra la oposición.

PRENSA: Cuando no tienen el debate a mano, los funcionarios suelen recurrir a la prensa.

PERIÓDICO: Publicación que antes aparecía de forma regular (periódica), pero le han quitado el papel y la sede. Ahora existe de manera digital, hasta que expropien los dedos.

TITULARES: Tiene dos acepciones: el enunciado que encabeza una información y también el titular del ministerio que impide que esta información se publique.

VERAZ: Dícese de la información que se ajusta peligrosamente a la verdad.

ZAPATAZO: Opinión gráfica del maestro Pedro León Zapata, un hombre que siempre tuvo el valor de decir lo que pensaba porque pensaba lo que decía. Su ejemplo seguirá siendo, por siempre, motivo de inspiración.

Twitter @laureanomar

Laureano Márquez P. es humorista y politólogo, egresado de la UCV.

Del humor y otros demonios

Laureano Márquez

La bofetada que Will Smith ha dado a Chris Rock en la entrega del Oscar, ha dejado de lado acontecimientos de cierta mayor gravedad que amenazan a la humanidad en estos tiempos.

A riesgo de que el lector abandone aquí la lectura de un asunto que ya resulta cansón, se siente uno llamado a opinar sobre el tema por una razón: es que más allá de Smith y Rock, quien ha sido nuevamente sentado en el banquillo de los acusados es el humor.

Nosotros, además de homo sapiens, somos homo ridens. Esta condición de animal que ríe fue precursora de la otra, la del ser pensante.

Seguramente comenzamos a pensar porque el humor nos ayudó en esa tarea. Una de las más hermosas definiciones de humor es la que nos da Aquiles Nazoa cuando dice: «el humor es una manera de pensar sin que el que piensa se dé cuenta de que está pensando». Una suerte de pensamiento de contrabando.

El humor es un relámpago del ingenio. Ese es a la vez su mérito y su riesgo. Cada vez que el desacierto de un humorista pone en cuestión al humor, inevitablemente se entra en la discusión sobre de los límites de este. No cabe duda, los tiene. La pregunta es: quién los establece.

Con el humor sucede igual que con la libertad de expresión, es preferible tenerla, aunque se comentan abusos de ella, que regularla al punto de que deje de existir.

El chiste de Rock fue desafortunado, sin duda, y carente de sensibilidad. El humor suele asociarse a la inteligencia y no es inteligente zaherir a quien padece de una enfermedad que le agobia. Lo que sucede –y no disculpo con esto a Chris Rock o a quien haya escrito el chiste– es que el humor de los grandes eventos de Hollywood busca siempre hacer bromas a costa de los famosos que a ellos asisten.

Algo similar sucede cuando una empresa contrata a un humorista y le proporciona información acerca de sus empleados para que el comediante los «joda» con la aquiescencia de los jefes.

Quizá allí está la raíz del problema: en los tiempos que corren, muchos profesionales del humor olvidan que este no es una forma de agresión, ni está hecho para la burla.

Cuando uno tiene dudas acerca de los fines del humorismo, lo único que tiene que hacer es observar a los grandes maestros: Chaplin, Aquiles Nazoa, Zapata, Pinti y tantos otros. Su humorismo está cargado de sensibilidad, está orientado a la defensa del débil, está lleno de inteligencia e ingenio, es portador de un mensaje luminoso de quien anhela felicidad para todos.

En definitiva, se convierte en una expresión de una conciencia guiada por un profundo amor los semejantes, cuyos defectos morales se subrayan en el anhelo de un mundo mejor. Es lo que los hace inolvidables.

En la entrega del Oscar, el exceso de Chris Rock fue superado con creces por el de Will Smith. Esta bofetada marcará su vida y le perseguirá hasta la reseña de su defunción, además de opacar su momento estelar.

Contrapuso la violencia a la palabra, sin duda un acto primitivo que hace evidente su falta de templanza. Pero más que ser jueces de nuestros semejantes –nadie está exento de cometer desaciertos–, uno lo que debe es sacar enseñanzas de lo sucedido para tratar de ser mejor persona. Si los errores de otros nos ayudan a no cometerlos nosotros, no habrán sucedido en vano.

Mientras escribimos estas líneas, no queremos que los berrinches de Hollywood nos hagan perder de vista que un humorista sigue resistiendo en Ucrania, asumiendo con dignidad la defensa de la integridad de su pueblo. Lleva más de un mes recibiendo a diario bofetadas de Putin.