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Opinión

Los profesionales egresados de una universidad o de un tecnológico emigran, muchos de ellos jóvenes con experiencia en su campo profesional de trabajo, le han costado al país miles y miles de millones de bolívares invertidos en su formación y capacitación, son parte importante de los recursos intelectuales de Venezuela.

Hay estimaciones según las cuales entre el 10 y el 14 % de los venezolanos está en el exterior, y las cifras van aumentando en proporción exponencial. Incluso, algunos ya tienen estatus de asilados, y hasta de refugiados. Muchos han tenido que sobrevivir en condiciones de miseria.

Se ha calculado que cerca de la tercera parte de los jóvenes profesionales han estado tramitando sus papeles para irse del país. Es una fuga de talentos imparable, permanente y creciente, que aumenta a medida que permanece más tiempo en el poder este gobierno de canallas e ineptos.

La hiperinflación, la falta de valor adquisitivo de la moneda, la escasez de alimentos y medicinas; así como la alta tasa de desempleo, están presentes en esta desbandada migratoria; producto de un gobierno que no ha sabido gobernar, pero si ha sabido robar y enriquecerse a costa del Tesoro Público.

Pero no son sólo los que tienen estudios de alto nivel, son también jóvenes inteligentes y emprendedores, capaces de crear sus propias fuentes de trabajo. Se marchan por donde y como pueden. Ante la falta de oportunidades y con un fututo gris y desolador, hacen sus maletas, generalmente sin recursos económico suficientes, dispuestos a correr la aventura de buscar más allá de las fronteras patrias un mejor futuro para ellos y sus familiares; incluso, dejando de lado el ejercicio de su propia profesión ¿Quién sería capaz de criticarlos? ¿De arrojar la primera piedra?

La narcodictadura, con apoyo y complicidad militar, ha convertido a un país que fue la esperanza de muchos europeos y latinoamericanos, en un pasado no tan lejano, en un país de emigrantes, al que prácticamente nadie quiere venir a vivir.

Los conocimientos de nuestros emigrantes, y particularmente los jóvenes menores de 30 años, y hasta los 40, son hoy, y lo serán mucho más mañana, muy necesarios para la recuperación del país, que ha sido destrozado por la ineptitud y la corrupción, por las ansias de poder hegemónico en aras de un credo político fracasado, que ha devenido en cruel dictadura. A los actuales mandatarios no les importa que el país se desangre intelectualmente; más les importa permanecer en el poder "a como dé lugar".

La historia no perdonará a los que arruinaron social, económica y moralmente a su propio país; sin importarles haber causado la mayor crisis humanitaria y también el mayor desperdicio de conocimientos y talentos de toda la historia de la República, desde su fundación en 1830 hasta el día de hoy.

Profesor UCV

felipeedmundo@gmail.com

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He venido participando y siguiendo muy de cerca la iniciativa de conformar el Frente Amplio Venezuela Libre. Asistí al acto de constitución de esta nueva coalición política en el Estado Zulia. Hasta allá fui, vi y me convencí de que esta nueva propuesta “unitaria” no tiene ni el entusiasmo, ni la pasión, ni la sabiduría de quienes dicen representar.

Si el Frente Amplio sigue en su empeño de fortalecer el pulso abstencionista insoluto, estará condenado al aislamiento del sentimiento popular.

No le será fácil tener suerte en su prédica, negadora de hecho al acto electoral, porque en definitiva el país se merece un sendero mejor; como lo es el de la convocatoria a las elecciones presidenciales, conscientes de que se confronta a un régimen autoritario y antidemocrático. Ya con la abstención pasiva, se provocó el desencanto y la desmovilización en tiempos de revueltas de calle y constituyente fraudulenta.

Insistir en el error los condenará al fracaso. Solo la unidad y la participación comicial hará posible el acompañamiento del pueblo. El condicionismo excluyente es abstencionismo agazapado. En ese propósito el elector venezolano con su largo historial democrático no los acompañará.

El tiempo y los resultados de los acontecimientos ubicará a cada quien en el justo lugar que le corresponda. En consecuencia, porque todavía están a tiempo, será mejor que reflexionen y conduzcan ese esfuerzo hacia un nuevo reencuentro de todos los factores de la oposición, incluso, con Henri Falcón, quien con su decisión puede hasta echar un vainon.

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No deja de sobresaltarme ver y oír en las redes sociales, afirmaciones que se contradicen de plano con las conductas de ciertas personalidades cuya honorabilidad escapa a la menor sospecha y que, por ende, impactan fuertemente la opinión pública.

Esa «mala costumbre», por ponerle algún nombre, se hace especialmente odiosa cuando algunos personajes que cuentan con nuestro aprecio, llaman «oposición» a la MUD, le reconocen plena legitimidad a la Asamblea Nacional y llaman «gobierno» al régimen inconstitucional y antidemocrático que preside Nicolás Maduro.

Los políticos que mal gobernaron a Venezuela desde 1958 hasta 1998 tuvieron la habilidad de apropiarse y manejar como franquicias («Concesión de derechos de explotación de un producto, actividad o nombre comercial, otorgada por una empresa a una o varias personas en una zona determinada.» DRAE) los términos «unidad» y «oposición». De esa manera le sacaron filo a dos espadas; la primera para llamar divisionista y prochavista a todos quienes discrepamos de sus malas conductas y, la otra, para usufructuar con fines personales y grupales el evidente y creciente descontento que provocan los disparates del comunismo empoderado.

Ese malicioso manejo de los términos comentados, es lo que permite a personajes tan patéticos como Henrique Capriles, Henry Falcón o Julio Borges llamarse líderes de la oposición, capitales del descontento popular y representantes de la famélica población venezolana ante foros mundiales y ante personajes de merecido peso internacional.

Esa deformación del lenguaje no pasaría de ser una triquiñuela propia de nuestros micrométricos políticos, si no fuera por el inmenso daño que han ocasionado al generar un inmenso desconcierto dentro y fuera de nuestras fronteras. Me imagino la catarata de interrogaciones que se deben agolpar entre pecho y espaldas de los senadores estadounidenses, cuando detectan a los «opositores» que hacen lobby para solicitar que se suspendan o, al menos, se suavicen las sanciones aplicadas a connotados ladrones o violadores de derechos humanos.

Me resulta complicado imaginar lo que pensó el Presidente de la República Francesa al enterarse de que Julio Borges, según se comenta en las redes sociales, se alzó con los reales del premio Sarajov otorgado por el Parlamento Europeo a la «Oposición Democrática de Venezuela», de la cual Borges sería su peor y más indigno representante.

Cuando los niveles de deshonestidad intelectual traspasan ciertos límites, se hacen difíciles de digerir para el ciudadano de a pie, quien tiende a buscar explicaciones encuadradas dentro de sus límites morales, pues es tendencia natural del ser humano imaginar que el mundo se mueve dentro de sus parámetros personales. Por tal razón, nos negamos a creer que la furibunda oposición de Capriles a que se investigara la nacionalidad de Maduro, pudiera ser producto de una espantosa componenda o de un acuerdo nauseabundo; que la inacción de la Asamblea Nacional elegida irreflexivamente el 6D a través del filtro de la MUD, pudiera ser producto de un intercambio de favores entre los caciques de ambos bandos.

Dentro de pocos días será Domingo de Resurrección y la cristiandad celebrará un nuevo aniversario de la resurrección de nuestro señor Jesucristo. Ese día –también– como es tradición en Caracas desde 1801 y aun antes en otras poblaciones, se realizará un incruento acto de justicia popular: los sin voz, los que viven en las zonas más pobres de pueblos y ciudades, vestirán la toga del juez para decretar la condena, la quema simbólica de quienes los han traicionado, la desaparición de los afectos y la muerte de la confianza. Porque la traición es en el imaginario popular el peor de los delitos, equiparable a lo que es la violación de menores para nuestra población recluida o la delación para las organizaciones mafiosas.

Este año, ante la proliferación de candidatos con sobrados méritos, la escogencia de Judas será harto difícil, por lo que me abstengo de proponer la candidata que ronda por mi mente: la MUD

turmero_2009@hotmail.com
@DulceMTostaR
http://www.dulcemariatosta.com
29 de marzo de 2018

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Muérete que, según el viejo chiste, no era pecado lo que practicaba la chica amiga de hacer favores, como la Dolores de la copla. Tampoco es pecado cualquier acción en contra de un régimen dictatorial, pero sí son pecados de lesa humanidad y contra la democracia ciertos hechos realizados por quienes están en el poder.

Muérete que el narcotraficante Makled está siendo utilizado por los narcotraficantes del régimen para atacar a quienes ya no apoyan las violaciones a la Constitución. Muérete que ya Falcón denunció que el gobierno está violando el acuerdo. Ojalá se retire, ya que es más fácil que morrocoy suba palo a que el dictador Maduro entregue el poder por elecciones.

Muérete que la única diferencia entre Soy Venezuela y el Frente Amplio Venezuela Libre es que los primeros predican que no tiene sentido seguir exigiendo condiciones justas para ir a elecciones y los otros aseveran que es necesario insistir. Ninguno está dispuesto a votar, pero inexplicablemente no se unen para enfrentar a la narcodictadura terrorista.

Muérete que es cierto que Maduro es colombiano y que muchos políticos de oposición no le dieron, ni le dan, importancia a la necesidad de exigir la partida de nacimiento.

Muérete que es público y notorio que en el Sebin torturan a los presos políticos. Muérete que, según Gonzalo Himiob del Foro Penal, en Venezuela fueron detenidos 12.178 ciudadanos por razones políticas, de lo cuales 7.194 están sujetos a medidas cautelares y 241 están en cárceles.

Muérete que Venezuela se está quedando sin médicos y sin profesores. Muérete que Maduro obligó a emigrar a millones de venezolanos, separando a las familias y exponiendo a muchos de nuestros compatriotas a pasar penurias, aunque menos que en su propia tierra.

Muérete que un millón de bolívares Chávez lo transformó en mil bolívares fuertes y Maduro en solo un bolívar soberano. Pendejo soberano quien crea que con esa medida se controlará la inflación. Muérete que la escasez de alimento se agudizará a partir de julio, según Gerson Pabón, Director de Fedeagro.Muérete que el problema a resolver no solo es sacar a Maduro y a su caterva de corruptos e ineptos, sino desprenderse de las empresas del Estado , abrirse al libre comercio y eliminar controles.

Muérete que, según sus mismos compañeros rojos, Rafael Ramírez, Bernard Mommer, Eulogio Del Pino, Nelson Martínez, Jesús Luongo y unos 70 gerentes de la Pdvsa roja resultaron ser unos pillos.

Muérete que Gente del Petróleo y Unapetrol tenían razón cuando dijeron que los rojos destruirían a Pdvsa.

Muérete que todas las empresas que eran del Estado o que fueron estatizadas están quebradas e irremediablemente tendrán que ser privatizadas por falta de recursos del Estado para poder recuperarlas.

Muérete que el régimen decretó no laborable para los empleados públicos toda la Semana Santa para ahorrar electricidad y agua, servicios que desatendió por los guisos en compra de equipos inadecuados y mal manejo de las represas.

Muérete que no era cierto que los militares eran indiferentes a las violaciones de los derechos humanos. Prueba de ello es que hay 78 presos,numerosos exiliados y un elevado número que fueron dados de baja o que la solicitaron.

Muérete que no fue pecado el pronunciamiento de los militares el 11 de abril del 2002, aunque después no manejaron adecuadamente la aceptación de la renuncia de Chávez. Muérete que Lucas Rincón, el gaznápiro que la anunció, todavía es embajador en Portugal. Todo un record.

Muérete que Pedro Carmona hubiese entregado el poder hace 15 años y hoy disfrutaríamos de democracia. Muérete que algunos de los que criticaron que había violado la Constitución, hoy están exiliados, presos o inhabilitados y claman por un golpe y hasta por una intervención humanitaria extranjera. La vía electoral es lo civilizado, pero cuando una dictadura la cierra, la insurrección es válida. El papel de los militares debe ser exigir elecciones transparentes y, en última instancias, un pronunciamiento que dé paso a un gobierno civil de transición que convoque a elecciones lo antes posible.

Como (había) en botica: El maestro Abreu realizó una gran obra que benefició a miles de jóvenes. Desconocemos si su cercanía al régimen fue por convicción o para evitar la destrucción del Sistema de Orquestas. Disfruté el libro “Venezuela: La tierra elegida”, de Mary Blanca D’Avolio. Su autora da un mensaje positivo, narrando con amenidad nuestros defectos y virtudes. El 1 de abril habrá elecciones en Costa Rica. Fabricio Alvarado, predicador neopentecostal, centra su propuesta en ataque a la diversidad sexual, carece de equipo y de programa económico. Carlos Alvarado, del partido actualmente en el gobierno, cuenta con buenas propuestas y un equipo serio, pero tiene algún rechazo por la actuación de su partido y por el pequeño grupo de extrema izquierda que lo respalda. Pienso que ninguno de los dos apoyaría a Maduro pero, para Costa Rica, Fabricio sería un retroceso ¡No más prisioneros políticos, ni exiliados!

eddiearamirez@hotmail.com

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Cardenal Baltazar Porras Cardozo

El rostro del Jesús sufriente que entre nosotros tiene expresión en la popular devoción del Nazareno, no es algo extraño ni lejano. En el rostro sufriente de la mayor parte de los venezolanos hay una identificación, mejor una experiencia personal y colectiva interpelante, desde la realidad que vivimos. Semana Santa es una invitación constante a descalzarnos, cercanos en lo profundo con quienes están sumidos en el mundo de la exclusión, para compartir con ellos el escándalo que no se puede comprender, la maldición de una cruz llevada a cuestas.

Para la mayoría de nuestros conciudadanos no hay respuesta racional al dolor de estar viviendo una marginación a la que no tenemos derecho. La falta de lo más necesario, el calvario de tener que mendigar comida, medicinas, empleo, seguridad, despojándonos de afectos, rebajándonos a la humillación de tener que pensar y actuar como quieren quienes nos gobiernan, tiene rostro concreto: el Siervo de Dios que nos narran las lecturas de estos días, no es alguien lejano. Está a nuestro alrededor, lo palpamos en cada esquina, en las colas interminables, en las caras tristes de quienes están ayunos y solitarios, sin seres queridos ni amigos con quienes desahogar sus penas. No podemos hacernos los indiferentes, ni pensar que es asunto que no nos incumbe.

Pero no estamos llamados a vivir quejándonos de las limitaciones de la existencia, la mayor parte de las veces provocada por quienes pretenden acapararlo todo, nuestra libertad, nuestras necesidades, nuestros bienes, para ponerlos al servicio de ellos y no del bienestar colectivo. Cuando se pierde el norte, lo esencial, que no es otro que el rostro de cada ser humano. Desde la entrada triunfal en Jerusalén, aclamado por unos y denigrado por los más poderosos, signo que se repite en todos los tiempos y lugares. La opción de Jesús por los más pequeños no es improvisado, indica bajar al lugar más denso de Dios: en la debilidad está la fuerza, en la aceptación del otro sin acepción está la medida del auténtico servicio.

Esta semana santa debe estar plagada de gestos de acercamiento y servicio a los más débiles y necesitados. Es una de las medidas de la auténtica caridad. Pero no basta, es necesario explorar los caminos del entendimiento con quienes no quieren ceder ni un palmo. Conjugar la doble dosis de la justicia y la misericordia nos abre las puertas a la reconciliación, aunque parezca imposible o inútil. La primera reacción humana es la de pagar con la misma moneda pero esa senda no conduce a buen puerto. Perdonar no es la actitud arrogante de sentirnos superiores porque perdonamos. El perdón se hace preciso cuando la acción del otro nos ha dañado de tal forma que hemos perdido el equilibrio de lo que somos: cuando nos han hecho daño de verdad. Es lo que está sucediendo en nuestra patria.

La consecución del perdón implica la restitución del daño. Por ello se requiere un gran sentido de unidad y de desprendimiento de apetencias particulares. Hay que transitar machaconamente todos los caminos pacíficos, racionales y emocionales que pongan en evidencia la falta y el daño de quienes no quieren ceder nada de sus privilegios y prefieren la esclavitud de los más. La vía hacia la pascua de resurrección, hacia la vida plena, pasa por la fe esperanzada. La resurrección da a la vida histórica de Jesús una actualidad permanente. La actividad salvífica de Jesús no termina con su muerte. El que curaba y aliviaba el sufrimiento hoy nos sigue llamando. Jesús no es algo acabado, está vivo y su historia se sigue escribiendo hoy en nosotros y con nosotros. Mirar la realidad lacerante que vivimos con los ojos de Jesús es el compromiso por un cambio de actitud personal y de transformación social que nos está vedado, pero que hay que romper. Que estos días santos lo sean en demasía para que nos lance hacia adelante como nos dice el Papa Francisco (EG 3). Así la Pascua es tarea para que las fuerzas del maligno no se impongan sobre nuestra flojera.

bepocar@gmail.com

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Thays Peñalver

Hace poco y el mismo día un reconocido influencer me hizo una acotación: “no hay que olvidar que el chavismo fue la mayoría”, mientras que otro, hablando sobre el Frente Amplio me indicó la necesidad de: “captar al liderazgo chavista”. Ambas frases me parecieron importantes, porque dominan en el pensamiento mayoritario incluido el liderazgo opositor, es decir que al repetirse continuamente terminan siendo de aceptación masiva y las masas como los niños, crean monstruos a la medida de sus angustias y esos monstruos terminan por parecer más peligrosos debajo de las camas, de lo que en realidad son.

Dos aspectos me parecen relevantes, el primero es que Chávez en los primeros siete años (1998-2004) no fue jamás un “fenómeno de masas”. En sus primeras dos elecciones no fue capaz de atraer a un tercio de los votantes y su partido es decir “el chavismo” a un 25%. Chávez llegó a ser presidente en esas dos primeras elecciones con menos votos que aquel a quien le dio el golpe -Carlos Andrés Pérez- diez años antes y el chavismo se llevó todas las gobernaciones y alcaldías en 2004 con menos votos que los que obtuvo Jaime Lusinchi. Y es que hay que decirle muy alto y claro a algunos líderes que tratan de vender la “Cuarta República”, que Hugo Chávez y en especial el “chavismo” fueron su nefasta consecuencia.

Porque a la “Quinta República” si hubiera que ponerle verdadera fecha de nacimiento sería la de diciembre de 1974, con el advenimiento de lo que fue el peor y más irresponsable gobierno que hubiera tenido el país –antes que esto- porque la “Gran Venezuela” fue un acto de chavismo salvaje, puro y duro, al igual que la forma en la que se manejó todo el esquema de nacionalización. A partir de allí y una vez terminado el acto más suicida de nuestra historia, antes del chavismo, Venezuela quedó pasmada para siempre. Desde 1979 hasta el Caracazo el país creció cero por ciento (Banco Mundial) y la economía fue arrasada por la improvisación de estos líderes cuyo mayor drama es que siguen sin tener un proyecto propio para el país, es decir que su único plan es esperar un golpe de suerte o el colapso total para volver. Por eso es que llegadas las elecciones de 1998 el país no había crecido económicamente y tenía más de diez millones de bocas nuevas que alimentar, la guinda en la torta había sido una crisis bancaria, perfectamente evitable, que arrasó con un tercio de los ahorristas es decir a más de la mitad de lo poco que quedaba de la clase media.

Por todo eso es necesario comprender que Chávez, lejos de cautivar a las masas, no tenía un contendor real. El partido Primero Justicia daba sus primeros pasos, AD se atomizaba en pequeños partidos regionales, Copei desaparecería y frente a él lo único que estaba era el viejo y desprestigiado aparato político, odiado por la inmensa mayoría, que había construido una Coordinadora. Un aparato lleno de líderes que a la vista de todos eran responsabilizados del descalabro económico, responsabilizado por las bases opositoras por haber sido quienes trajeron a Chávez y responsabilizado también por sus propios militantes por haber destruido internamente a los partidos. Chávez ganó su primera elección porque ese mismo liderazgo opositor, como lo explico en mi libro, destruyó primero a Irene Sáez y después a Salas Rommer ya que todos los recursos de las campañas fueron usados para demoler sus imágenes y beneficiaron a Chávez quien no hizo siquiera campaña. El asunto es tan increíble que en la segunda elección Chávez fue solo, pues competía con los suyos. Así que hablar de ese primer Chávez como “fenómeno de masas” es algo que no es cierto, porque el hecho de que usted acuda al hipódromo a competir con un burro, no hace del ganador un buen caballo.

Dos aspectos son relevantes a la hora de entender la “magia” posterior del chavismo. Cuando ocurrió el intento de golpe a Lusinchi en 1988, el país exportaba poco más de 1,3 millones de barriles (V mensaje a la nación), cuando se lo dieron a Carlos Andrés exportaba poco más de 1,8 millones de barriles (II mensaje a la nación). Por eso es que la segunda acotación importante es que desde 1986 hasta la primera elección de Chávez el barril había promediado menos de veinte dólares y el día de la elección el barril WTI cotizaba en 11,07 dólares (EIEA).

Chávez recibió un barril a ocho dólares, pero una producción de 3,3 millones de barriles. En un país desvastado después de veinte años de destrucción económica, de pronto ocurrió la “magia chavista”, para las elecciones regionales de 2004 vendía más de dos millones de barriles a 53 dólares, el día de las elecciones presidenciales del 2006 el petróleo cotizaba a 73 y a partir de allí la locura a cien dólares, cuando se convirtió en el comandante galáctico ultraterrestre y supra yacente mientras casi toda la clase media abordaba rumbo a Disney con cinco mil dólares de regalo en sus bolsillos por persona, con la clase media “popular” subvencionada a precios escandalosamente bajos y con los millones de pobres en listados de gratuidades nunca antes vistas, por eso fue que el chavismo se convirtió en un “fenómeno de masas” capaz de atraer al 41% de los electores.

El tercer punto a considerar es quizás el más necesario. Chávez jamás explicó cuál era su revolución, ni de que se trataba el socialismo del siglo XXI. Y por más que se declaró marxista, su mensaje era completamente contradictorio pues un día hablaba de los males del capitalismo y otro paseaba por la alfombra roja de Hollywood del brazo de una modelo. Hablaba de socialismo mientras en la práctica basó su gobierno en un estímulo salvaje al consumo y a sus “educandos” prometía socialismo pero siempre con el “mejor sueldo del mundo” y una vida de comodidades gratuitas jamás antes vistas.

Por eso siempre pregunto ¿A cuál chavismo es exactamente al que hacen referencia? ¿Y a cuál de lo que poco que queda, es al que tenemos que “capitalizar”? Porque los trillones de dólares y Hugo Chávez dieron pie a que al chavismo acudiera desde la izquierda trasnochada, hasta la “derecha endógena”, pasando por los “neoliberales escondidos” pero sobre todo a las mismas masas que se abalanzaron con los adecos hasta que se acabó el dinero.

Dicho esto, es necesario preguntarle ¿Cuánto del chavismo esta conformado por las masas que acudieron alucinadas por el derroche de dos trillones de dólares?, ¿Cuánto se puede cuantificar como de aquellos que creyeron que era un modelo político válido y que funcionaba?, ¿Cuántos son los beneficiarios directos del petróleo, cuya vida transcurre pensando que lo que viven es una crisis temporal?, ¿Cuántos llegaron porque el despelote les permitió hacerse de algo de poder y dinero en cualquiera de los niveles de gobierno? Y finalmente ¿A qué porcentaje - asignaría usted- se trata de personas que creen que la vía del comunismo cubano es la mejor para Venezuela?.

La respuesta a ¿Quién asesinó al chavismo? Es fácil. Porque si algo ha demostrado la historia de Venezuela hasta el cansancio, es que la seducción del guzmancismo: “sobre las masas ignorantes para extraviarlas y conducirlas a su ruina, con ruina general” terminó con las mismas pobladas de ignorantes destruyendo sus estatuas o más recientemente aprendimos que: “adeco es adeco, hasta que se acaba el billete” y miren que esos proyectos si fueron de “masas”. Por eso cuando hablamos del chavismo y de la “magia del chavismo” es necesario entender que este pueblo siempre se va con el mejor postor. Pero solo cuando tiene dinero en las cuentas.

Lo que nos lleva precisamente a la retórica de: “atraer al liderazgo chavista”. ¿Exactamente de cual liderazgo hablamos? Porque si usted contestó que la mayoría fue atraída por el despilfarro y el populismo, entonces no hay liderazgo allí. Si habla de quienes fueron atraídos por poder y dinero, olvídense de ellos porque saben que solo lo tendrán si siguen allí y si usted quiere atraer a los líderes que creen en el comunismo, pues pásese de bando de una vez. Si hoy todas las encuestas sostienen que el 75% está en contra del gobierno, me temo que quedan muy pocos que atraer y además sirvan para algún fin. Y allí es donde vamos no a la cantidad, sino a la calidad –medida ésta por a cuántos seguidores reales puede atraer-. Y no me refiero a seguidores de twitter, sino a apoyos reales.

Y esto no es una tontería. Por eso hay varias preguntas que parecen tener una misma respuesta. ¿Por qué la oposición no es capaz de capitalizar, nada menos que al 70% de los votantes que hoy no son chavistas?, ¿Cuánto le cuesta en imagen a la oposición tener a chavistas sin poder alguno entre sus cuadros?, ¿Qué ganan captando al 10% de los apoyos de lo que queda en pie, si pierden el apoyo de un número igual o mayor de aquellos que han sido sus víctimas políticas, además de sacrificados y leales?.

¿Acaso no recuerdan que cuando se creó el primer frente amplio (Coordinadora) y captaron a los primeros chavistas, el impacto en la imagen los llevó al desprecio del 70% de los votantes? ¿Quieren captar a “otro poder” con fines de una transición y hacerse digeribles? Pues el proyecto para una alternativa de gobierno, comienza por una definición seria y responsable de cómo llegarle al 70% que no los quiere.

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La tragedia que vive Venezuela ha creado la necesidad de romper tabúes para buscar soluciones. Esto es positivo porque la forma actual de manejar la economía es lo que nos llevó a este desastre y, por tanto, la solución de nuestro problema pasa por cambiar sustancialmente esa manera de hacer las cosas. En el proceso, muchas vacas consideradas sagradas van a tener que dejar de serlo y otras prácticas comunes se tendrán que convertir en nuevos tabúes.

Una de las propuestas que está en discusión es el tema de la dolarización, el cual promete acabar rápidamente con la inflación y presumiblemente ayudar a recuperar la economía. Desafortunadamente, la dolarización es una buena solución para problemas que no tenemos, pero no resuelve –sino más bien agrava– los que sí tenemos. Es un espejismo que nos llevará a un desierto seco y que nos desvía de las cosas importantes que debemos estar discutiendo.

Empiezo por decir que no veo el tema de la dolarización como algo que se puede discutir en términos ideológicos o universales. No es algo que puede ser bueno o malo a menos que se tome en cuenta el contexto. Grecia, Italia y España en el año 2000 se beneficiaron durante casi una década por su decisión de abandonar la moneda nacional y adoptar el euro. El Salvador optó por abandonar su moneda en favor del dólar a pesar de que en ese momento la inflación estaba en un dígito. Más aún, desde mi posición en el Banco Interamericano de Desarrollo trabajé con el presidente Jamil Mahuad en la preparación del conjuntos de reformas legislativas que hicieron viable la dolarización de Ecuador en 1999, esfuerzo que continué en el año 2000 y 2001 con el presidente Gustavo Noboa.

Pero las razones por las que era conveniente dolarizar el Ecuador en 1999 se parecen poco a la realidad actual de Venezuela.

La dolarización puede ayudar a bajar la inflación rápidamente y prácticamente sin costo, cuando el país tiene una deuda pública interna grande en moneda nacional y la moneda no goza de confianza. En esos casos, tipo Ecuador 1999 o Italia por esos mismos días, la falta de confianza lleva a la gente a demandar una alta tasa de interés para adquirir bonos públicos en moneda nacional, comparada con la tasa que exige si esa deuda es en dólares, porque anticipa que la moneda nacional va a perder valor. Pero si el gobierno tiene que pagar una tasa de interés más alta sobre su abultada deuda interna, eso aumenta el servicio de la deuda y el déficit fiscal y obliga al gobierno a financiarse emitiendo dinero en forma inorgánica, confirmando las expectativas de los tenedores de bonos. Este círculo vicioso –es decir, expectativas de inflación-devaluación, altas tasas de interés sobre la deuda interna, alto déficit fiscal financiado inorgánicamente, alta inflación–devaluación– se puede eliminar, en ciertas condiciones, de un solo golpe: dolarizando. De esa forma, la deuda se convierte de inmediato a dólares, las tasas de interés bajan y el déficit fiscal desaparece como por arte de magia y con él, la necesidad de emitir dinero y depreciar la moneda. Este mecanismo es el que explica por qué, entre los países que bajaron la inflación de más de 1.000% a menos de 100%, los que dolarizaron o fijaron el tipo de cambio lo hicieron en promedio más rápido: se beneficiaron de una caída más acelerada de las tasas de interés.

Los números en Ecuador eran dramáticos. La moneda nacional –el sucre– arrancó el año 1999 con una cotización cercana a los 3.500 sucres por dólar. Para diciembre llegó a 25.000. Las tasas de interés sobre la deuda interna fluctuaban en torno al 450%. Con el solo anuncio de la dolarización, incluso antes de que se adoptara, las tasas de interés bajaron al 15% en diciembre de 1999 y eso permitía proyectar la eliminación del déficit para el año 2000. La dolarización rompió el círculo vicioso. Algo similar, aunque menos dramático, ocurrió cuando los países del sur de Europa adoptaron el euro el 1ero de enero de 2000: cayó la tasa de interés sobre su deuda interna, ayudando a cerrar la brecha fiscal y las expectativas de devaluación.

La situación actual de Venezuela no podría ser más distinta. En nuestro país, la deuda interna es totalmente insignificante y está contratada a unas tasas de interés del veintitantos por ciento en bolívares, cuando la inflación está en más de 4000%. Es decir, que el que compre un bono público interno pierde más del 97% del valor de su inversión en 1 año. Y por eso, nadie lo hace. A pesar de esto, tenemos un déficit fiscal tal cuyo financiamiento hace que el dinero que emite el Banco Central crezca al 3.493%, como lo hizo en las 52 semanas previas al 16 de marzo de este año, última cifra publicada.

Con la dolarización, ¿qué ocurriría de manera automática con el déficit fiscal? Nada. Quedaría un déficit fiscal gigantesco. Y, ¿cómo haría el gobierno para pagar sueldos, pensiones, bonos y transferencias a gobiernos sub-nacionales? Buena pregunta, pues con la dolarización se acaba la forma actual en la que el gobierno hace esos pagos –la emisión inorgánica–, pero no se crea una fuente alternativa. La teoría que a menudo se esgrime en estos casos es que el gobierno se verá obligado a ajustar su déficit fiscal a lo que pueda pagar. Es algo así como pensar que, si uno se compra la ropa tres tallas menores a la que a le corresponde, perderá peso. Cuando los gobiernos provinciales de Argentina enfrentaron esta situación en 2001, comenzaron a emitir monedas locales. Al final, Argentina tuvo que abandonar la convertibilidad. Zimbabwe, a los 10 años de la dolarización, es 32% más pobre que hace 20 años.

Imaginemos a Venezuela dolarizada y calculemos algunas implicaciones fiscales de este escenario. En la actualidad, el salario mínimo, medido en dólares de Cúcuta, no llega a $6. Medido al tipo de cambio de 70.000 Bs/$ que se ha propuesto para la dolarización, no llega a $20. En los países dolarizados de América Latina, como El Salvador, el salario mínimo es de $300, en Ecuador es $386 y en Panamá es $744. Si los venezolanos van a poder comprar, en un país dolarizado, suficientes calorías y proteínas para no seguir perdiendo peso, el salario en dólares va a tener que ser muchos múltiplos de lo que es hoy.

En Venezuela, el gobierno paga el sueldo de unos 3 millones de trabajadores y las pensiones de unos 3 millones de jubilados. Es decir, 6 millones de familias dependen directamente de lo que les paga el Estado. En el mes de febrero, la recaudación no petrolera representó 57 millones de dólares calculado al tipo de cambio en Cúcuta y unos 180 millones de dólares al tipo de cambio propuesto de 70.000 bolívares. Si fuésemos a utilizar el 100% de esa recaudación para remunerar a los 6 millones de empleados y pensionados del Estado, da para pagarles un sueldo de $9.5 al tipo de cambio de Cúcuta o $30, si lo calculamos a 70.000 BsF/$. Esos serían salarios y pensiones de hambre, pero la dolarización no genera ingresos fiscales para pagar mejor.

Pero ¿que le haría la dolarización a la catástrofe humanitaria que vive Venezuela? Para analizar este tema es necesario entender la causa de la crisis. El chavismo acabó con los derechos económicos en Venezuela y eso llevó a un sistema económico muy ineficiente, como el que teníamos en 2013. Hoy el ingreso per cápita en Venezuela es menos de la mitad de lo que era en ese momento. El colapso con respecto a 2013 se debe al desplome de las importaciones. Ese derrumbe redujo en un 85% las materias primas, los insumos intermedios, los repuestos y las medicinas que utilizaba el aparato productivo interno, causando una caída de la producción nacional y de la disponibilidad de bienes y servicios. Por eso no hay comida, atención hospitalaria, energía, transporte y tantas otras cosas. La caída de las importaciones y, a consecuencia de ésta, de la producción nacional, también explica que la recaudación fiscal no petrolera se haya hecho trizas. Los ingresos fiscales por aranceles, IVA a la producción y a las importaciones y el impuesto sobre la renta, todos colapsaron junto con la economía. Por eso, el déficit fiscal y la inflación son consecuencia y síntomas de la crisis, no su causa. La dolarización no ataca a la enfermedad, sino a la fiebre.

Recuperar la economía va a requerir aumentar drásticamente la capacidad de importar. En este momento, esa capacidad de importar está restringida por la caída de la producción petrolera, el enorme servicio de la deuda externa y la incapacidad de acceder al financiamiento internacional, debido a que somos, por largo rato, el país con la mayor deuda pública externa del mundo medida como años de exportación, que en Venezuela representa más de seis años.

¿Que le haría la dolarización a la capacidad de importar? La dolarización per se no cambia la capacidad de exportar petróleo. Tampoco reduce ni el servicio de la deuda ni nuestros índices de sobreendeudamiento. Pero la dolarización va a requerir usar los pocos dólares que tenemos, no para importar insumos, materias primas y repuestos, sino para hacernos de medios de pago. Si la dolarización hubiese ocurrido el 16 de marzo al tipo de cambio de 70.000 bolívares por dólar que se ha propuesto, necesitaríamos 3.571 millones de dólares sólo para recomprarle al público la base monetaria que ha emitido el Banco Central. Esto es más que todas las importaciones del sector privado del 2017. Y como la base monetaria se está duplicando cada 12 semanas, para junio ya costaría el doble, 7.142 millones de dólares (a menos que lo conviertan a 140.000 en vez de 70.000).

Más aún, el nivel actual de la base monetaria medido en dólares es bajísimo. Si la dolarización es exitosa, el país va a necesitar muchos más dólares para funcionar. Por ejemplo, en Colombia y Argentina, la base monetaria representa 390 y 743 dólares per cápita, respectivamente. En Venezuela llega escasamente a $33 medido al tipo de cambio de Cúcuta o 110 dólares al de 70.000 propuesto por en el plan de dolarización. Eso quiere decir que hacernos de medios de pago nos va a costar múltiplos de los 3,571 millones de costo inicial.

Por eso, la dolarización no va a generar ahorros fiscales como en Ecuador y tampoco va a aligerar la escasez de divisas –es decir, la causa principal del colapso de la producción y de la recaudación fiscal en Venezuela–, sino que la agravará en el corto plazo.

Además, es muy probable que la dolarización no sea apoyada por la comunidad financiera internacional, pues la interpretará como un incremento en los compromisos financieros de un gobierno que no puede con los que ya tiene. La dolarización eliminaría una fuente de flexibilidad en un momento en el que el gobierno ya tiene demasiado pocas. Por eso, la dolarización probablemente implique menos apoyo financiero internacional en la recuperación, y por tanto una recuperación más lenta que en una estrategia alternativa.

Si el problema principal de la economía venezolana es la escasez de divisas para importar, la solución pasa por aumentar sustancialmente esa disponibilidad. Esto requiere una reestructuración profunda de la deuda externa con un recorte drástico de su valor y una posposición de pagos. Eso mejoraría la disponibilidad de divisas a corto plazo y nos haría más solventes y, por tanto, más atractivos como lugar para invertir o prestar. Pero, como esto no alcanza, necesitaríamos una inyección muy grande de recursos financieros provenientes de entes multilaterales liderados por el Fondo Monetario Internacional (FMI), el cual es visto por todos los demás actores globales como el líder en el manejo de crisis macroeconómicas y financieras. Además, para poder tener, a mediano plazo, más disponibilidad de divisas necesitaremos mayores ingresos petroleros y eso requerirá abrir el sector petrolero a la inversión privada sin que PDVSA sea dueña del 50%, pues eso limitaría la inversión a lo que ésta pueda cofinanciar. Dado el desastre gerencial, operativo y financiero de PDVSA, esto es poco o nada.

Renegociación de la deuda, apoyo financiero internacional y apertura del sector petrolero son los temas que debiéramos estar discutiendo, sin los cuales la catástrofe humanitaria no podrá ser resuelta.

Por otra parte, nos debemos preguntar si, a largo plazo, la dolarización es el esquema monetario más adecuado para Venezuela. Eso depende de si los salarios en Venezuela, medidos en dólares, pueden ser relativamente estables a lo largo del tiempo. En un estudio comparativo de unos 50 países publicado en 2006, Roberto Rigobon, Ugo Panizza y yo estudiamos la inestabilidad a largo plazo de una estadística equivalente al salario de equilibrio medido en dólares. Demostramos que esta variable es en promedio 3 veces más volátil en países en desarrollo con respecto a países desarrollados. El más volátil de la muestra fue Nigeria, seguido de Venezuela. Resultados similares los obtuvo mi colega Miguel Ángel Santos en un estudio en que encontró que los salarios y el desempleo en Venezuela son mucho más volátiles que en E.E. U.U. y no están sincronizados con éstos. La implicación es que, si Venezuela se dolariza, va a enfrentar un importante dilema: o los salarios van a ser estables, pero el desempleo va a ser muy inestable o el desempleo va a ser estable, pero los salarios en dólares van a tener que ser muy inestables, con largos periodos de caída de salarios y de deflación, cosa que podría ser muy inconveniente y además inconsistente con la legislación laboral vigente.

Los países petroleros del Golfo Pérsico pueden mantener un tipo de cambio fijo con el dólar porque tienen reservas internacionales muy elevadas que las pueden usar en años de vacas flacas, pero también porque más de la mitad de su fuerza de trabajo es extranjera y cuando cae el precio del petróleo, muchos se van a su casa. Kazajistán, un país que tenía, hasta el colapso reciente de PDVSA, una producción petrolera per cápita similar a la de Venezuela, y unas reservas internacionales per cápita 20 veces superiores a las nuestras, no ha sido capaz de mantener un tipo de cambio estable. Todo esto indica que Venezuela es uno de los países menos indicados para adoptar la dolarización, desde el punto de vista de su viabilidad a largo plazo.

El que proponga la dolarización en Venezuela nos tiene que decir, en detalle, cómo va a hacer para cuadrar las cuentas fiscales, pues la dolarización va a hacer esa tarea más difícil. Nos tiene que decir, en detalle, cómo va a aumentar la capacidad de importación del país, porque la dolarización nos lo hará más difícil. Nos tiene que decir, en detalle, como va a obtener financiamiento externo, si la comunidad internacional se opone, como probablemente lo hará, a apoyar la dolarización. Y nos tiene que decir, en detalle, qué reformas a las actuales leyes laborales y de seguridad social van a proponer para hacer que los salarios y pensiones puedan adecuarse en el tiempo a los vaivenes de una economía tan volátil como la nuestra.

Creo que las respuestas a estas preguntas dejarán en claro que, si dolarizamos y no hacemos las demás cosas que tenemos que restaurar, los derechos económicos y aumentar la disponibilidad de divisas, no saldremos de la catástrofe humanitaria en la que estamos y la dolarización no se sostendrá porque el gobierno no tendrá cómo hacer frente a sus compromisos. Si hacemos las cosas que nos permitan aumentar fuertemente las importaciones, cuadrar las cuentas fiscales sin emisión inorgánica de dinero y recuperar los derechos económicos, el bienestar se recuperará rápidamente. Y si en ese contexto dolarizamos, la recuperación será más lenta y difícil, no más rápida, como se ha dicho. Y ese costo de corto plazo lejos de estar compensado por beneficios posteriores, nos traerá enormes dificultades a largo plazo.

Ricardo Hausmann

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