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Opinión

Humberto García Larralde

Lo que estamos presenciando en Venezuela en estos días todo el mundo intuía que venía. El estallido del desfalco en PdVSA desnuda la disputa de intereses entre quienes capturaron al Estado para ponerlo a su servicio. Se le abrieron las costuras al tejido de complicidades que sostenía el poder “revolucionario”. El botín, de tanto saquearlo, les quedó chiquito. Ya no podía complacer a todos.

De la larguísima lista de corruptelas que se cocinaron bajo el régimen bolivariano, empezando --recién llegado Chávez al poder-- con el Plan Bolívar 2000, destaca CADIVI. De una respuesta coyuntural a la salida de capitales que produjo la crisis política de los años 2002-3, el control cambiario se transformó en la espita central que alimentaría, hasta bien entrado el gobierno de Maduro, a todo aquel que se arrimara al poder en busca de lo suyo a cambio de muestras de lealtad y la debida anuencia cuando le era requerida. El conocido refrán, “métete con el santo, pero no con la limosna”, fue invertido por Chávez para afianzar esas lealtades: lo que te embolsillas no es asunto mío, siempre que te mantengas fiel al santo (la “revolución”, o sea, mi persona). Y lo llevaba todo anotado, para sacárselo a quien no había entendido y se le ocurría ponerse crítico. Su heredero designado encontró útil esta práctica pues, carente de la ascendencia de su mentor, debía recurrir a métodos probados para afianzar su liderazgo entre los suyos. Sin embargo, ello implicaba compartir las espitas de la corrupción con “aliados” claves, en particular, con la casta militar y con sus tutores cubanos, rusos e iraníes, a quienes debe su sostén.

Con la caída de los precios del petróleo a finales de 2014 sus cómplices se volcaron a depredar las entrañas del propio Estado para satisfacer sus apetencias. Pero, al agravarse la destrucción de los servicios y de la actividad económica en general, se profundizaron los conflictos sociales. Y sabemos cuál fue la respuesta: una represión cruel que dejó centenares de muertos entre 2014 y 2017, y llenó las cárceles de presos políticos, muchos de los cuales fueron sometidos a tortura. En condena de estas atrocidades, los principales gobiernos democráticos impusieron sanciones, primero, contra aquellos señalados de violar los derechos humanos y/o saquear a la nación y, luego, en 2017, las financieras. Al entrar en vigencia el veto impuesto por el gobierno de EE.UU. al petróleo venezolano en 2019, la respuesta de Maduro fue la típica de todo fascista: en vez de reconocer la necesidad de volver al cauce constitucional para negociar el levantamiento de estas sanciones, optó por huir adelante. Denunció que eran una agresión contra la patria (no contra su régimen), para entonces buscar cómo trampearlas. Y aquí entran en escena Tarek El Aissami y el artificio de las criptomonedas.

Una vez abandonada la comercialización de petróleo venezolano por la empresa rusa, Rosneft, para no ser objeto de las sanciones de EE.UU., las conexiones iraníes y con el Medio Oriente de El Aissami resultaron ser de gran utilidad. Aparecen intermediarios, algunos con escasa o nula experiencia en el negocio, dispuestos a “sacrificarse” desafiando la imposición estadounidense. El trasbordo de la carga en alta mar, la transacción en criptomonedas y otros giros permitirían camuflar estas operaciones. Pero tan opaco entramado no sólo lograba evadir la fiscalización gringa. A quienes participasen en la cadena se les abría las mayores oportunidades de lucro desde CADIVI. No tardaron en quedarse en el camino buena parte de los proventos del crudo. Pero los llamados al emprendimiento entre miembros de la FAN para complementar sus escasos ingresos revelaron que le habían pisado la manguera al doliente más importante del régimen expoliador, la cúpula militar. Al ser sustituido Asdrúbal Chávez por el coronel Tellechea en la presidencia de PdVSA, se detecta un faltante significativo de ingresos que lleva a auditar las transacciones comerciales. Y se encontró que el hueco, inicialmente estimado en unos $ 3.000 millones, podía llegar a ser aún mayor. La agencia Reuters reporta $21,2 millardos en cuentas por cobrar[1] y que a muchos de estos deudores se les ha perdido la pista.

Ante la agudización de la crisis económica, no había forma de ponerle sordina a este último desagüe de recursos de los venezolanos. Y cayó el grupo asociado a Tarek El Aissami, entre quienes se incluye un exministro, un alcalde, altos oficiales militares, el superintendente de criptomonedas, empresarios y otros. Al escribir estas líneas la Policía Nacional contra la Corrupción --hasta ahora desconocida-- había detenido a 19 personas. Jorge Rodríguez amenazaba, con aires de vengador justiciero, que habría más.

Voceros oficialistas –hasta ahora no implicados—alardean haberles dado un golpe decisivo a los corruptos, en defensa de los intereses del pueblo. ¿Pero, quién les cree? A pesar de haberse rasgado las vestiduras en público, son pocos los que se comen el cuento de que lo que está en juego con este incidente –de proporciones tan escandalosas-- es la lucha contra la corrupción. Todo hace pensar en un ajuste de cuentas. ¿O es que los órganos judiciales estadounidenses y voceros de la oposición no habían señalado ya a varios de los inculpados, incluido a El Aissami, Joselit Ramírez y Hugbel Roa como incursos en manejos irregulares? Pero Maduro ahora se ve obligado a asumir el término de “mafias” para referirse a quienes, hasta ayer, eran íntimos colaboradores. Y Diosdado Cabello, para no quedarse atrás en la condena del desfalco, soltó la perla de que muchos dirigentes “terminan traicionando a la propia revolución solo porque ya se han robado lo suficiente y les da para vivir en cualquier lugar del mundo”. La palabra clave aquí es “suficiente”, pues si el robo no traspasa un umbral implícito, todo queda en casa. Y, para disipar dudas sobre la farsa que se ha puesta en escena, aparece, ¡él mismo!, encabezando una marcha bajo el lema, “los honestos somos más”. ¡Por favor! Pero en ese mundo de imposturas y adefesios ideológicos en que se amparan los “revolucionarios”, aún esta muestra de cinismo puede ser superada. Y lo logró Jorge Rodríguez, desde el presidio de la asamblea oficialista. Sostuvo, sin siquiera pestañar, que, “gramo por gramo”, no había ningún presidente que había luchado tanto contra la corrupción –y aquí se acordó del guion para intercalar, “salvo Chávez”—que Nicolás Maduro (¡!) ¡“Cosas veredes, Sancho”!

El régimen que encabeza Maduro se sostiene solo en la medida en que ofrece oportunidades suficientes de lucro como mantener el apoyo de factores críticos, en primer lugar, de una cúpula militar traidora. Luego de haber rebanado la economía venezolana hasta apenas la cuarta parte de lo que era al comenzar su gestión, convertirse en objeto de investigación de la ONU y la CPI por sus notorias violaciones de derechos humanos y aliarse con regímenes forajidos para subvertir los preceptos liberales sobre los que busca asentarse la prosperidad mundial, no hay proyecto o ideal que justifique el colosal fracaso y naturaleza criminal de la “revolución bolivariana”.

En su momento, una retórica patriotera redentora y luego, la mitología comunistoide, ofrecieron argumentos para entusiasmar a muchos con la esperanza de un mundo mejor. Pero, aun cuando creyesen en ello con sinceridad, se estaba sembrando el veneno de la corrupción. De denunciar a la economía de mercado como instrumento de la opresión y a la democracia liberal, ardid de la oligarquía para sojuzgar al pueblo, la búsqueda de la añorada salvación solo le quedaba confiar en los designios del comandante supremo. La lealtad para con la “revolución” y las decisiones visionarias del líder reemplazaron a las leyes del mercado y al Estado de derecho en la asignación y el usufructo de la riqueza nacional. Ya lo alertaba Milovan Djilas por allá por los años ’50 del siglo pasado[2]: muchos dirigentes se sentían con el “derecho” a una tajada mayor del pastel por haber liderado el cambio redentor. Hablaba de la gesta comunista de Tito, en la anterior Yugoslavia. Y así emergió una nueva clase, sostenida con base en prácticas expoliadoras, cobijadas en una retórica “revolucionaria”. Su repetición ciega, desafiando toda contrastación con la realidad, no tardaría en convertirse en clave de acceso a los más altos peldaños del poder económico y político. Nació así una oligarquía novedosa que se ampara en los mitos de la izquierda para obtener la absolución del “progresismo antiimperialista” en el mundo y blindarse contra toda rebeldía social que pusiera en peligro su poder. No importa que la población se estuviese muriendo de hambre.

El régimen de expoliación se sostiene, necesariamente, en la negación de toda transparencia y de rendición de cuentas en el uso de los recursos de la nación. Simplemente, se lo apropian. Todo reclamo que desafíe esta potestad debe ser aplastado. El imperio de la ley y el respeto a los derechos humanos son sustituidos por la fuerza directa y/o la judicialización de la protesta. Pero, al llegar la destrucción a los extremos vistos en Venezuela, ya no hay como satisfacer las apetencias de quienes sostienen el proceso. ¡Pero todavía pretenden cobijarse detrás de una retórica “revolucionaria”! Es muy probable que esta pelea entre mafias no termine ahí. Y uno se pregunta, ¿Hasta dónde debe llegar la putrefacción para que aquellos con un mínimo de vergüenza y decencia sustraigan definitivamente su apoyo a tan oprobioso estado de cosas? ¿Estaremos “llegando al llegadero”?

[1] https://www.reuters.com/business/energy/middlemen-have-left-venezuelas-pdvsa-with 212-billion-unpaid-bills-2023-03-21/

[2] La nueva clase, Edhasa, 1957

Economista, profesor (j), Universidad Central de Venezuela

humgarl@gmail.com

 7 min


Eddie A. Ramírez S.

La industria petrolera venezolana que surja después de esta etapa de destrucción y corrupción tendrá que enfrentar dos retos importantes: 1- Demostrar a sus clientes internacionales y locales que está tomando medidas para contribuir a disminuir la causa del cambio climático y 2- Decidir cuál es la vía más eficiente y eficaz para explotar nuestros volúmenes de petróleo técnica y económicamente recuperables.

El cambio climático o calentamiento global, como se dice popularmente, tiene un efecto perjudicial sobre poblaciones en zonas de poca elevación sobre el nivel del mar y sobre la biodiversidad de especies animales y vegetales; además, es probable que ya esté causando sequías e inundaciones extremas. No es algo nuevo. Los cambios de temperatura han ocurrido a través de diferentes épocas. Esos cambios tienen que ver con la variación de la posición de la Tierra con respecto al sol y las erupciones de este. El punto que hay que entender es que ahora hay otro factor, quizá menor pero significativo.

Nadie puede negar que la concentración de CO2 y del gas metano en la atmósfera ha venido aumentando debido a la actividad humana, principalmente por el uso del carbón, petróleo y gas, así como por la ganadería, agricultura y deforestación. Esos gases forman una capa que impide que se escape a la atmósfera el calor que llega a la tierra, por lo que son imprescindibles para la vida. Sin embargo, cuando aumenta su concentración, se incrementa el llamado efecto invernadero y se produce un aumento indebido de la temperatura. Una de las vías para reducir esa concentración es aprovechar que las plantas absorben CO2 y liberan oxígeno.

Al respecto, Venezuela tiene muchos suelos que tienen vocación forestal. Por lo tanto, nuestra estrategia para comercializar un petróleo “compensado” consiste en proteger nuestros bosques y, paralelamente, sembrar miles de hectáreas de árboles. Esto último fue lo que realizó con gran mística el ingeniero agrónomo JJ Cabrera Malo en el estado Monagas, en proyecto de la CVG. Lamentablemente, en estos años de destrucción no se han sembrado más pinos, han dejado quemar gran parte de ese bosque, y se siguen deforestando miles de hectáreas en el Arco Minero y en Parques Nacionales. Con una estrategia adecuada podríamos llegar a pregonar que nuestro petróleo es “verde”. Desde luego que será necesario suspender la quema de gas asociado al petróleo y empezar a aplicar técnicas de captura y secuestro en pozos del CO2 producido en las operaciones.

En relación a la explotación de nuestro petróleo, tenemos que considerar que su demanda declinará en la medida que avancen las tecnologías para producir energías limpias. Las generadas por el viento y el sol han tenido grandes progresos, la fuente de hidrógeno se está desarrollando rápidamente y en el futuro se visualiza la fusión nuclear. Hoy se consiguen fuentes de financiamiento para estas actividades, pero se hace más difícil para el caso de los hidrocarburos. Sin embargo, estos se seguirán utilizando por algunos años. No podemos perder tiempo. Hay que establecer un esquema diferente, caso contrario, nuestras cuantiosas reservas estimadas, principalmente de nuestro petróleo de la Faja del Orinoco, se quedarán en el subsuelo.

El actual esquema de Pdvsa y de 47 empresas mixtas con mayoría accionaria de Pdvsa fracasó por incapacidad, incumplimiento de Pdvsa y corrupción. Se discuten nuevas vías: 1- La más sencilla es redimensionar Pdvsa y mantener las empresas mixtas, pero que en estas tenga mayoría el sector privado. 2- Redimensionar Pdvsa, eliminar o no las empresas mixtas y establecer Convenios Operativos, en los que los privados producen, entregan el petróleo a Pdvsa y esta les reconoce los gastos y un porcentaje de ganancia. 3-Apertura para que empresas privadas vengan a explorar y a extraer petróleo, manteniendo a una Pdvsa redimensionada en libre competencia. 4-Privatizar Pdvsa y autorizar la participación de empresas privadas y 5- Promover otras opciones diferentes al petróleo.

Privatizar Pdvsa no es viable a corto plazo. Primero habría que cambiar la Constitución, hacer una auditoría técnica, redimensionarla, parapetear las instalaciones, salir del personal que no agrega valor y aumentar la producción a niveles posibles. Caso contrario se vendería a precio de gallina flaca. Ponerla en condiciones aceptables llevaría algunos años.

La tercera opción gana adeptos y es la contemplada en el proyecto de Ley elaborado por la Comisión de Energía y Petróleo de la Asamblea Nacional 2015, con participación de distinguidos expertos. Para la transición es positiva. Posteriormente, el punto a discutir es si esa Pdvsa redimensionada estaría en condiciones de competir por recursos financieros, humanos y por tecnología con las empresas privadas, y el riesgo de ser nuevamente politizada. Pareciera que lo sensato sería mantener Pdvsa a corto plazo, pero prepararnos para ir privatizando las operaciones. A mediano plazo seguiremos dependiendo del ingreso petrolero, pero hay que planificar más allá del petróleo. Este es el reto más importante.

La refinación está abierta al sector privado, pero condiciones políticas impiden que alguien se interese. Además, los expertos señalan que en el futuro la refinación debe ser un negocio conjunto con la petroquímica y que, salvo casos excepcionales, pequeñas refinerías no son rentables. En gas no asociado con el petróleo, ya hay empresas privadas, pero tienen limitaciones. La distribución de combustibles en Venezuela debería ser de los privados. Se requiere consenso político para crear confianza y evitar vaivenes.

Como (había) en botica:

Conmovido por el fallecimiento de mi querido amigo Víctor J. López Lazo, El Vito, distinguido periodista y buen ciudadano.

El régimen permite que sus militantes y militares roben, pero los encarcela cuando le conviene.

Toda la oposición debe protestar contra los atropellos para intentar evitar que María Corina se reúna con los ciudadanos.

Gente del Petróleo y Unapetrol lamentan el fallecimiento de nuestro compañero Gustavo Oliveros.

¡No más prisioneros políticos, ni exiliados!

eddiearamirez@hotmail.com

28-03-23

 4 min


Benjamín Tripier

Toda la situación que está desplegada con lo del petróleo, Pdvsa, los funcionarios, y los fantasmas; extensivo a los edificios de Las Mercedes, es como de “librito”. Si eso se hubiera planteado hace tres años, hace dos años o hace seis meses, el efecto hubiera sido exactamente el mismo. Entonces la pregunta es: Por qué ahora.

Mirando más allá de lo aparente, que es la lucha interna entre dos facciones de poder en la cúpula del chavismo, hay que entender que, para que haya trascendido fuera de las paredes de la revolución, realmente debe tratarse de una situación de mucha gravedad que hasta podría considerarse cismática.

Porque parece hasta natural que, en el proceso de evolución y crecimiento interno de los cuadros del chavismo, algunos crean que es su momento de seguir creciendo, y encuentran que la situación actual les pone un techo con el que no están contentos. No hay que perder de vista que entre los componentes culturales que caracterizan al chavismo, se encuentra la verticalidad, la jerarquía, y la rotación/ enroque.

Y el ejemplo más claro es el techo del Ministerio de la Defensa, que, con poquísimas excepciones, era ejercido por un militar en actividad, como continuación de su carrera. Bueno, eso era así hasta el caso actual donde para los grandes jefes, la carrera se termina antes, y deben salir del ámbito militar para poder crecer. Y eso no los pone contentos.

Porque esa misma situación de frustración, trasladada al ámbito político, pero con expectativas militares, hace que cuando dos o tres cuadros llegan a un punto donde solo puede haber uno, y si ese uno está convencido de que lo suyo es vitalicio, entonces comienzan a manifestarse las molestias, y no están dispuestos a dejarlas escondidas.

Entonces se hacen evidentes puertas afuera, y obligan al establishment chavista a tener que resignificarlas y ponerlas en una perspectiva que sea potable, aceptable y convincente tanto para el gran público, como para las filas del chavismo.

Si bien la corrupción es un tema real, en este caso, además, es una buena explicación que cubre varios flancos, y arrastra a todos aquellos que pudieran significar una amenaza para el mencionado establishment.

Es una competencia horizontal de muy alto nivel que reduce, en al menos un contendiente, al grupo de tres… claro que lo del número tres es una adivinanza… porque podrían ser hasta cinco postulantes, hilando fino.

Y lo importante no es el ataque en sí mismo a uno de los aspirantes, sino que principalmente es un aviso para todos los demás, de que ni se les ocurra operar por su cuenta. Porque, en definitiva, ni siquiera el atacado inicial, está fuera de juego; porque en un tiempo lo veremos volver al frente político, pero ya con menos ínfulas y casi domesticado.

Pero no hay que perder de vista que, en este ataque, hubo bajas reales y concretas y hubo (y hay) daños patrimoniales y pérdidas de privilegios; y en algunos casos, ya se podría anticipar una muerte política. Y que parece claro que alguien que aparece como el atacante, es de imaginarse, será el blanco del atacado, cuando comience a contraatacar.

Porque si bien el mensaje está claro para todos, no significa ni que renuncien a sus expectativas, ni que se aparten de la contienda… porque si no es ahora, en 2024, es mejor ser una opción en el futuro, que no ser ninguna opción.

Otra cosa que debe quedar clara es que esta lucha no ha terminado y que vamos a ver más casos públicos, como un espejo, pero ahora en el bando considerado el atacante. Porque el otro tema es que hay una medición de fuerzas entre ellos, y eso se demuestra con los hechos y no con encuestas… porque ninguno mide lo suficiente como para que eso signifique algo.

La fuerza se demuestra en la toma de decisiones y en la movilización de gente, y de recursos financieros. Cada uno de los tres a cinco aspirantes tenía esos atributos, hasta ahora, cuando uno de ellos se quedó sin ninguno. Aunque no hay que olvidar que las relaciones internacionales, especialmente las que ya están sembradas en el país, son un activo que pudiera tener tanto más fuerza que los otros atributos juntos.

Y es posible que lo que no estamos viendo sean las consecuencias del desgaste interno de una fuerza que tiene muchos años gobernando, en un país que, a medida que fue pasando el tiempo, fue desmoronándose hasta llegar a una situación insostenible. Hoy dependemos de los norteamericanos tal vez más que nunca antes en la historia… y tal vez la gran diferencia con el pasado es que para nuestro gobierno ellos son el enemigo, y para ellos somos una molestia que, más pronto que tarde tendrán que acomodar a su manera.

Político

Hoy la política en Venezuela se juega entre los diferentes frentes chavistas entre sí, y entre el chavismo y Estados Unidos, aunque solo vía interpósitas personas y declaraciones en medios y redes. La desventaja de esta situación es que lo que se dice, termina siendo lo que es… porque en otras circunstancias, había que estar más atentos a los hechos que a los dichos.

Estados Unidos dejó claro que el petróleo venezolano no es una prioridad para ellos, y que no le darán holgura financiera al gobierno chavista, porque asumen que la usarían para atacarlos. Por lo que seguirán presionando por negociación política de buena calidad, hasta que la paciencia se les acabe porque, según ellos, “no es infinita”.

Si bien se ve al chavismo con Maduro al frente por muchos años más, no se pueden perder de vista situaciones emergentes que pudieran cambiar el curso de los acontecimientos, así como la línea del tiempo.

Una situación que pudiera cambiar las cosas es la lucha interna dentro del chavismo, que ha perdido flexibilidad y capacidad para maniobrar en situaciones extremas como las que se están viviendo, con un descontento social muy fuerte en un momento donde ya no cuentan con soporte popular.

La revolución, o bien se transforma, o bien está condenada a desaparecer y ser reemplazada por algo mejor… y también diferente… en casi todos los aspectos. Claro que, a este ritmo, desaparecerá lenta y dolorosamente, conservando el poder, mientras tanto, a un costo cada vez más alto.

Otra situación que pudiera cambiar las cosas sería la entrada de Estados Unidos en guerra, momento en el que ya no sería razonable –para ellos- mantener un país díscolo tan cercano a sus fronteras, y harían lo necesario para cambiar el estado de las cosas. Discretamente, pero cada vez más, las relaciones bilaterales pasan también por el ámbito militar, más específicamente por el Comando Sur, y por la general Richardson.

Como se habrá notado, hablar de la oposición en esto de la política venezolana, en realidad no aporta ninguna expectativa de cambio para el país. Las únicas dos fuentes potenciales de cambio, en este momento, provienen, una del seno del chavismo, y la otra, de Estados Unidos.

Social

Tenemos por delante el desafío de atacar la pobreza dentro de las posibilidades del sector privado de la economía pues ya está más que claro que si el Estado, con la inmensa cantidad de recursos de que dispuso en el pasado no lo logró, ahora, con nuestra pobre realidad, menos que menos lo logrará. De hecho, el de la pobreza, es un tema del que no hablan.

Pero tristemente, en el mundo de los negocios, son pocos los actores, personas y empresas, que abordan este tema con asiduidad y consistencia.

Hay que volver a poner sobre la mesa la Responsabilidad Social Empresarial, que para nuestra firma de consultoría NTN Consultores, toma el nombre de RISE, incorporando la palabra inclusión, porque las metodologías tienden a ser asertivas, y orientarse a la medición y a los resultados.

Los recursos humanos que serán necesarios para el crecimiento de nuestras empresas, al que alguna vez llegaremos, podrá venir importado desde el exterior, o formado internamente tomando las bases de pobreza, sacándolas de allí y apoyándose educación, alimentación y salud.

Y el Estado, por más que lo intente, no lo hará. El aparato del Estado tiene una carga burocrática tan grande para emprender este tipo de proyectos (por no mencionar la corrupción enquistada en el sistema) que de cada 100 dólares dedicados a paliar la pobreza, terminan cumpliendo su objetivo, menos de 20 dólares porque el resto es el costo de operar… y algo más.

Por eso es que es tan importante que cada empresa “adopte” grupos de personas que pudieran ser incorporadas al mercado laboral, y las acompañe en el tránsito hacia salir de la pobreza. Está claro que nuestra economía deprimida no podrá logralo todo… pero para aquellas personas/ familias que pudieran ser impactadas, para ellos será la diferencia entre tener un futuro, o no tenerlo.

Económico

En estos días se ha ido frenando la caída del tipo de cambio, aunque no así la inflación. Y esto es así, pues ambas tienen orígenes diferentes y se explican a través de variables críticas diferentes. Tan es así, que los precios en dólares se inflacionan y no tienen relación con el tipo de cambio. Siempre les recuerdo que nuestra inflación tiene un fuerte componente estructural de costos, por falta de oferta de bienes y servicios; haciendo que siempre la demanda, en cualquier moneda, sea más alta que la oferta.

Lo anterior transmite una cierta tranquilidad, porque si bien el aumento de precios impacta directamente al bolsillo del ciudadano, el efecto real es menos fuerte que el efecto psicológico de la devaluación de la moneda. La gente se afecta más con el valor referenciado en dólares de sus ingresos, que con el precio alto que con esos ingresos ya no pueden pagar. Por eso, tranquilizando el tipo de cambio, queda la sensación de tranquilidad… así los precios sigan subiendo.

Porque en paralelo a lo anterior, vamos aterrizando en que la sensación de economía postpetrolera que teníamos, se estrelló en octubre pasado, contra la falta de ingresos petroleros que llevaron casi a una parálisis de la economía, se cortó el circuito de pagos, los inventarios se elevaron, la gente se quedó sin recursos para comprar, y el consumo cayó 35% (Consecomercio), arrastrando a toda la economía a un estancamiento del cual aún estamos tratando de salir.

Y la salida no es otra que la inyección de parte de los ingresos petroleros de Chevron, a través de las mesas de cambio de algunos bancos, que poco a poco van transmitiendo esa tranquilidad que les mencionaba más arriba.

El mensaje es corto y claro: con ingresos petroleros el país funciona, y sin ellos el país se para. Y eso que nos referimos a magros ingresos petroleros del orden de los cien mil barriles diarios… por eso es que seguimos siendo el país pequeño y pobre, resultante de la caída en barrena del producto a partir del 2014.

Y con los sucesos de corrupción en Pdvsa, no solo queda claro que el problema es causado por nosotros mismos sino que se pierde la confianza en la gerencia pública que aspira a revertir esta situación. Y si hasta la semana pasada teníamos un problema de falta de confianza, a partir de esta semana el problema es ya mucho mayor.

Internacional

El viaje del presidente chino a Rusia marcó un antes y un después en la conformación de los bloques internacionales que anticipó Biden hace un par de años. Trazó una línea detrás de la cual colocaba a Rusia, Irán y a China, como cabezas regionales de una zona de enemigos. Los incitó a agruparse, y es lo que están haciendo ahora; no porque Biden se los haya dicho, sino porque era la inercia que llevaban y que fue anticipada por Biden.

Luego de ese viaje donde consolidaron la alianza energética, se cierran los canales de suministro a Europa y occidente, y se comprometen a construir infraestructura nueva entre ellos. Lo cual no es nuevo, porque en la época de Mao, las plantas chinas se alimentaban de Rusia y se localizaban al norte pegados a su frontera. Luego esto cambió, China se abrió al mundo, y mudó sus plantas hacia la costa y se comenzó a alimentar de energías primarias desde el resto del mundo, por barco. Unos años después, retornan al viejo proveedor, y habrá que ver si vuelven a mover las plantas al norte, o si estiran los poliductos hasta la costa.

Es bueno considerar que, aparte de las exportaciones de bienes hechos en China al mundo, el comercio es principalmente en dólares, así como las reservas están apalancadas en los dólares con los que occidente les paga por sus productos. El yuan (remimbi) constituye 2% de las reservas internacionales del mundo, las cuales mantienen los países por cortesía diplomática; por lo cual el liderazgo económico de China es específicamente a nivel comercial, y de manufactura de diseños occidentales.

Lo cual me lleva al tema militar, el cual, si bien está fortaleciéndose permanentemente, aún está lejos de contar con un poder de invasión, como no sea alrededor de sus fronteras; no pueden salir a combatir en otras regiones, sino solo en su zona de influencia con los vecinos cercanos. Por cierto, algo parecido al caso de Rusia que puede combatir, y no siempre con éxito, solo alrededor de sus fronteras.

Recomendación

  • Al gobierno: que luego de los lamentables casos de corrupción e incompetencia en Pdvsa revisen nuevamente los planes de reestructuración de la empresa y del negocio petrolero en Venezuela. Cualquier plan que hubiera habido hasta la semana pasada, hoy requiere ser revisado en profundidad. El daño de la noticia y de la manera como se manejó, y cómo se está manejando, afectó cualquier expectativa positiva. Ideología y política siguen primando sobre el negocio petrolero… y así no se va a llegar a nada bueno.
  • A la dirigencia opositora: que trate de integrarse más a las necesidades del pueblo y a reconstruir el entramado político basado en la persecución del bienestar de la gente. Últimamente solo hablan de candidatos y primarias, perdiendo la esencia del porqué es que se quieren hacer esas cosas. Tal es la desconexión, que las primarias auguran niveles muy altos de abstención. Claro… solo hay un par de potenciales candidatos que son realmente opositores y a los que les interesa la gente, no solo ahora cuando todos salen a “recorrer” el país… en el interior sí saben quiénes son, porque los vienen viendo desde hace años, y no solo en campaña.
  • A la dirigencia empresarial: que, ante la falta de un plan económico, trabaje en el desarrollo de acciones estratégicas dejando en claro dónde se ve necesaria la participación del estado, y hasta donde es posible extender el mercado. Hay que encontrar los canales no sancionados para que la inversión extranjera pueda participar en nuestra economía, identificando los puntos que habría que “desintoxicar”.

 11 min


Fernando Mires

Vale insistir sobre el tema. Si no entendemos el carácter de la invasión de Rusia a Ucrania, no podremos entender lo que sucederá después de la guerra, cualquiera sea su resultado final. Ese carácter lo ha definido Putin en diversas ocasiones, y no es otro sino reconstituir la condición imperial de Rusia a fin de llevarla al nivel de 1989, antes de la aparición de Gorbachov y su Perestroika.

Proyecto que a su vez se encuentra inserto en un marco suprahistórico que Putin y, su a veces aliado Xi Jinping, han denominado «nuevo orden mundial». Un orden que puede ser cualquier cosa, menos nuevo. En realidad se trata del restablecimiento del antiguo orden bipolar de la Guerra Fría. En fin, un «nuevo- viejo- orden» al que tanto China como Rusia quisieran dirigir, lo que los llevaría a toparse entre sí en diversas regiones, sobre todo en Asia Central y en el Oriente Medio.

La democracia como producto occidental

Como dijo hace poco Kissinger, la unidad china-rusa nunca podrá ser demasiado larga. El problema es que por ahora esa unidad esté dirigida en contra de lo que Xi y Putin llaman Occidente el que de acuerdo a las nociones imperiales que ambos manejan, estaría formado por los EE. UU y sus naciones «vasallas». Entre ellos y ese Occidente hay un campo en disputa formado por sub potencias regionales con fuerte potencial cultural antioccidental, entre ellas India, Sudáfrica, Brasil, Arabia Saudita, Egipto, Irán, las que a su vez están rodeadas por regiones pobres o empobrecidas que controlan o pretenden controlar.

Ha de tenerse en cuenta, sin embargo que, cuando ambos jerarcas hablan de Occidente, no están pensando lo mismo. Para Putin se trata de un Occidente cultural, y la guerra a Ucrania es para él solo un hito en una cruzada en contra de una «civilización decadente» donde prima la perversión, el desorden, las drogas, la homo y la transexualidad. Visiones compartidas por los monjes más reaccionarios del cristianismo ortodoxo ruso así como por las sectas dictatoriales del espacio islámico. No así por Xi.

Al dictador chino importa poco la llamada cultura occidental, mucho menos si desde ella proviene una poderosa demanda comercial que hasta ahora no ha hecho más que favorecer la productividad de China y de sus aliados asiáticos. Eso quiere decir que si China busca un nuevo orden mundial, este no deberá ser cultural, ni siquiera militar, sino fundamentalmente económico.

En otras palabras, el ideario del capitalista comunista Xi, apunta hacia la formación de un orden mundial con China dictando las reglas de los mercados. Si a los occidentales solo interesa drogarse, bailar y follar –como dice la propaganda islámica y ortodoxa– pues que lo hagan, pero eso sí, con drogas, vestimentas y condones producidos por empresas chinas.

Como hemos insinuado en otros textos, en la guerra de invasión a Putin, Xi intenta utilizar a Putin como amenaza hacia Occidente. Putin tendría asegurado así un lugar en el «nuevo orden económico mundial» de Xi, pero no como gerente, sino más bien como matón a sueldo, algo parecido a Kim Jong Um, pero multiplicado por 100. En cierto modo ya lo es.

Sin embargo, hay algo que preocupa por igual a ambos dictadores. Nos referimos a un producto exquisitamente occidental, más letal para ellos que una bomba atómica, un producto al que no pueden robar la patente ni el diseño. Sí, nos referimos a la por Claude Lefort llamada, invención democrática. Una invención sin la cual el mismo Occidente habría dejado de existir. Eso lleva a suponer que la razón que altera el humor de Xi y Putin, es la hegemonía política demostrada por la alianza mundial reflejada en los 141 votos de la ONU que dos veces han condenado a la invasión rusa. 141 países que por su composición cultural desmienten la controversia entre Oriente y Occidente propagada desde el Kremlin.

Una alianza tácita que está más allá de las armas, de la economía y de las diversidades culturales. Pues esos 141 votos no son todos de naciones democráticas, pero, sin las naciones democráticas en la ONU – este es el quid – no habría ningún voto: ni a favor ni en contra. Los ideales democráticos continúan siendo hegemónicos (en el sentido gramsciano del término, es decir, no dominantes pero sí preeminentes). Esas 141 naciones están al menos por la paz y no por la guerra, y la paz, no la guerra, es condición de democracia.

El tercer totalitarismo

Nunca ha habido una guerra entre naciones democráticas. Un detalle que deberían anotar los huecos pacifistas de nuestros días. Luchar por la democracia es luchar por la paz. Apoyar a Ucrania, es apoyar a la democracia y a la paz. Apoyar o relativizar las fechorías de Putin, en cambio, es optar por la guerra. De ahí la agresión a la la posibilidad democrática iniciada por Putin en contra de Ucrania. A esa posibilidad, el tirano ruso la llama Occidente.

Las democracias son, por definición, las peores enemigas de las autocracias. Enemistad que no solo se expresa hacia el exterior sino sobre todo al interior de los propios países autocráticos. Es por eso que la guerra entre democracias y autocracias –de la que la guerra a Ucrania ha sido una más– se manifiesta por partida doble: como guerra externa e interna a la vez. Así nos explicamos por qué durante la guerra a Ucrania, todos los espacios democráticos que existían en la Rusia de Putin, han sido clausurados, teniendo allí lugar la transición que lleva de un orden autocrático a uno totalitario. Efectivamente: el orden político impuesto por Putin pasará a la historia –después del de Hitler y Stalin – como el tercer totalitarismo de la historia universal.

Algo parecido pero no igual está sucediendo en China. La apertura postmaoísta, iniciada por Den Xiao Ping ha comenzado a cerrarse. En el último Congreso del PCCH fueron eliminadas las contiendas interpartidarias, la oposición interna fue erradicada y Xi Jinping fue consagrado como líder único. Xi, evidentemente, ha sido mucho más eficaz en eliminar el virus democrático que el virus de la pandemia.

Los dos dictadores, Xi y Putin, denominan a la democracia con un sustantivo geográfico: Occidente. Pero en los países democráticos nadie se refiere al «Oriente» como enemigo. Occidente en cambio es visto por las dictaduras rusa y china como la negación radical del orden político que prevalece en ambos países.

La contradicción democracia- autocracia (y no occidente-oriente) es la fundamental de nuestro tiempo, y es la que no pueden ocultar ni Xi ni Putin: una contradicción que tiene lugar al interior de todas las naciones, sean estas democráticas o antidemocráticas. Por eso Putin gasta millones en apoyar partidos, sectores y personajes amigos en Europa (Le Pen, Berlusconi, Schroeder son algunos ejemplos), en América Latina y en los propios EE UU (Trump). A la inversa, las potencias occidentales no han vacilado en apoyar a movimientos democráticos (sean sociales, culturales, y en los últimos tiempos, de género) que tienen lugar en el área chino-soviética e incluso islámica. Los disidentes antidictatoriales, los movimientos antipatriarcales, las iniciativas libertarias, cuentan con el apoyo decisivo de Occidente. No hay que asombrarse: En la era digital, las luchas locales ya no son solo locales, son también globales.

Cualquier evento electoral, sea en en un país báltico, en un país caucásico, en un país islámico, puede inclinar la balanza en la lucha por el nuevo orden político mundial. Las próximas elecciones presidenciales que se avecinan en Turquía, por ejemplo, serán seguidas en toda Europa con tanta o mayor atención que las elecciones norteamericanas.

El mito de la decadencia de Europa

La pregunta acerca de por qué ambas dictaduras, la rusa y la china, no nombran a su enemigo como «democracia» sino como «occidente», no deja de ser interesante. La conversión de «lo democrático» en «lo occidental» demuestra que la democracia, como ideal político global, ha logrado imponerse por sobre otras formas de gobierno. No es casualidad que ningún dictador o autócrata se atreva a decir que su sistema de dominación no es democrático. Tampoco ha habido un solo dictador que se designe a sí mismo como dictador. Por el contrario, emulando a los dictadores comunistas y fascistas del pasado siglo, los del siglo XXI se apresuran en señalar que ellos representan otro tipo de democracia: una «democracia superior».

Pero hay otra razón más importante que explica la sustitución de la palabra democracia por la palabra occidente. Con esa maniobra semántica, las dos grandes dictaduras intentan convencernos de que las luchas internacionales del siglo XXI no son políticas sino culturales, incluso civilizatorias. En las representaciones mitómanas de Putin es fácil advertir esa intención. Occidente, para él, al igual que para las sectas islamistas, es la representación de una decadencia moral reflejada en la pérdida de valores sagrados, como la familia, el amor patrio y, sobre todo, la virilidad. Defender a Rusia de Occidente es, para Putin, defender la salud mental de los ciudadanos rusos. Para contrarrestar esa decadencia, es necesaria la presencia de un estado fuerte, autoritario, encarnado en la persona de un caudillo nacional.

El cenit de la decadencia está representado según Putin por Estados Unidos y Europa Occidental. Solo así se explica el enlace que ha logrado el dictador ruso con las derechas y las izquierdas extremas de los países democráticos. Xi Jinping es en ese punto más moderado. China, según sus propias opiniones, posee un sistema político que se deja regir por una tradición histórica muy diferente a la occidental. Quizás tiene razón. China, que nunca ha conocido de cerca un orden democrático, no tiene que temer tanto a la democracia, como Rusia. Como ya hemos insinuado, el occidente es para Xi una noción más económica que cultural. Para Xi, la lucha de las civilizaciones, si no es rentable, no tiene demasiada importancia.

Occidente es la democracia

Para decirlo de modo explícito, Occidente no es una invención occidental sino antioccidental. El mismo concepto de Occidente ha variado de acuerdo a los que las llamadas culturas y sistemas políticos antidemocráticos han llamado Occidente.

Desde un punto de vista historiográfico, Occidente fue nombrado como tal a partir del cisma religioso de la cristiandad (1054),vale decir, a partir de la formación de las dos iglesias, o lo que es igual, a partir de las querellas entre Bizancio y Roma. Desde el punto de vista geográfico fue siempre un terreno movedizo, la llamada zona occidental de Eurasia. Nunca ha existido -pido aquí excusas a los historiadores y filósofos culturalistas – una cultura puramente occidental. O en otros términos: Occidente nunca ha sido monocultural. Por el contrario, la por Ortega llamada «idea de Occidente» tomó formas a partir de tres vertientes: la filosofía griega, el judeo cristianismo, y el derecho romano.

Procesos históricos como la reforma religiosa, la secularización o separación entre lo sacro y lo político, el arte renacentista, las revoluciones parlamentarias y anti absolutistas, la revolución industrial, el nacimiento de movimientos e ideologías como el liberalismo económico y filosófico, el socialismo obrero y hoy el feminismo y no por último la revolución sexual antipatriarcal del siglo XXI, han dado forma a una simbiosis cultural que no es paradojalmente una cultura, sino la fusión de diversas culturas. Dicha diversidad solo podía ser posible dentro de un marco institucional regulado por un estado de derecho normativizado por la libertad de opinión, organizada en partes o partidos, que disputan permanentemente la gobernabilidad de las naciones.

Visto así, Occidente no es una noción cultural, como creyeron autores que han profetizado el fin de Occidente, entre ellos Spengler, Toynbee, Huntington. Tampoco es el lugar de la herejía, como lo ven las confesiones islamistas. Ni siquiera es «el capitalismo» como intentaron sinonimizar los comunistas desde el periodo staliniano hasta nuestros días. Mucho menos es el sitio de la degeneración moral y sexual, según el putinismo y los ayatolas. Occidente es la democracia.

Occidente es la democracia, sí, pero es más que la democracia. Es el espacio de la libertad del ser, organizada en constituciones e instituciones.

Si bien el Occidente político es democrático, no toda democracia es hoy occidental. Hay, efectivamente, naciones que han llegado a la democracia de acuerdo a una filiación histórica y otras que han adoptado y adaptado formatos políticos democráticos. Japón, Corea del Sur, Georgia, Ucrania, y otras más, son naciones institucionalmente democráticas pero al mismo tiempo conservan la identidad de sus respectivas culturas sin que exista contradicción entre identidad cultural y forma gubernamental. Desde esa perspectiva, como Occidente no es “una” cultura, tampoco puede hundirse, como ha sucedido con otras culturas o civilizaciones. Lo que eventualmente podría desaparecer, y eso es lo que ansían Putin y en menor medida Xi, es la forma política que asume la multiculturalidad occidental.

En el hecho, informes como los de Freedom House han verificado que después del entusiasmo democrático que siguió a la caída de los muros comunistas, ha habido un descenso cuantitativo y cualitativo de las democracias, apareciendo nuevas formas de dominación si no anti-, por lo menos no-democráticas. Las autocracias del siglo XXI, o democracias i-liberales de Europa y América Latina conservan algunas formas democráticas, pero bajo la hegemonía de gobiernos autoritarios y autocráticos.

Pero todo eso no tiene por qué llevar necesariamente a la decadencia de la forma democrática de gobierno, aunque así lo auguren las profecías que cada cierto tiempo proclaman el fin de Occidente. Una de las últimas, sino la última, ha sido la notable –y por momentos, hermosa– obra de Niall Ferguson, Civilización: Occidente y el Resto (2012) .

Ferguson parece dar razón a las tesis de Samuel Hungtinton acerca del declive de Occidente como consecuencia del «choque de las civilizaciones». Pero, más cerca de Spengler, piensa que Occidente estaría destinado a desaparecer no solo frente a otras “culturas” sino también por la desintegración de sus naciones, es decir, por su “decadencia”. Sin embargo, lo que el pesimismo culturalista, sea el de Ferguson u otros autores, no ha podido advertir, es que la democracia no es un orden histórico, sino un campo de reproducción de diversos ordenes históricos.

Por lo tanto, la crisis de las democracias – eso es lo que no nos dijo Ferguson – son constitutivas a las naciones democráticas, a las que él llama occidentales. Sin crisis de la democracia, nos atrevemos a decir, no habría democracias. La democracia es agónica. Vive de su desgaste y de su renovación, de sus flujos y de sus reflujos.

La historia reciente nos ha provisto con algunos episodios que nos muestran la vitalidad del ideal democrático. En Italia por ejemplo, muchos llegamos a pensar que el triunfo de Meloni llevaría a un descenso democrático y a una avanzada del putinismo. No ha sido así: la mandataria ha reforzado la alianza interoccidental de Italia, tanto en términos políticos como militares, pasando por sobre el putinismo declarado de Salvini y Berlusconi. En la república checa, ha ganado las elecciones un enemigo declarado de Putin, el ex general de la OTAN, Petr Pavel. En Estonia, el centro democrático antiputinista de Kaja Kallas ha aumentado su caudal de votos. Vamos a ver que pasará en Turquía durante la dura contienda que librarán el autocrático Erdogan y el veterano socialdemócrata Kemal Kiliçdaroglu, el próximo 14 de mayo. En fin, lo que Freedom House no mide, son las dinámicas de la lucha democrática.

La democracia vive de sus triunfos y de sus derrotas. Pero cuando ha sido derrotada, no desaparece. Por lo general, siempre retorna. Los españoles y los portugueses lo saben en Europa; los chilenos y los uruguayos lo saben en Latinoamérica. Pues la democracia – eso es lo que pasan por alto los grandes historiadores culturalistas- es un territorio de luchas. Para decirlo con el mismo Toynbee, frente a los desafíos, la democracia levanta sus respuestas, y ellas aparecen en la escena medial bajo la forma de protestas.

Es cierto, como constata Freedom House, después del apogeo libertario que siguió a la caída del Muro de Berlín, hay un notorio avance de las autocracias. Pero lo que no constata la institución es que también surgen levantamientos en contra del autocratismo en ciernes. En estos mismos momentos hay protestas en Tiflis en contra de los políticos putinistas que pretenden desvincular a Georgia de Europa. En Israel surgen grandes demostraciones en contra de la reforma judicial que quiere imponer la ultraderecha bajo el gobierno de Netanyahu. En México las calles se llenan, en protesta en contra del sistema electoral que propone el gobierno. Y en Irán, las heroicas mujeres siguen luchando en contra de esos perversos monjes que las embalsaman bajo los velos del poder.

En fin, la democracia sigue viva a lo largo y ancho del mundo. No hay ninguna razón entonces para proclamar el fin del orden político mundial. La enorme solidaridad internacional que ha despertado la resistencia ucraniana frente a la monstruosa invasión rusa, demuestra por sí sola el vigor del espíritu democrático de nuestros días.

Ucrania ocupa hoy ese lugar simbólico central que ayer ocuparon la guerra civil en España, la guerra de EE UU. en Vietnam, o la Primavera de Praga destruida por los tanques soviéticos.

Después de la declaración de la independencia en 1991, Ucrania, desde la revolución naranja (2004) hasta la revolución de Maidán (2013), ha sido escenario de muy duras confrontaciones políticas. Al fin, las elecciones que llevaron a Zelenski al gobierno el año 2019, terminaron por sellar la orientación europea de la nación. Ucrania pertenece, se quiera o no, al orden político-democrático surgido en el este de Europa después del fin del comunismo. Las carnicerías de Putin podrán devastarla, como está sucediendo. Pero después de la guerra, gane o pierda Rusia, Ucrania no será nunca más rusa. Esa posibilidad, si se toman en cuenta los lazos históricos, económicos y culturales que unían a Rusia con Ucrania, podría haber sido realidad, y tal vez, muchos ucranianos la habrían apoyado. Pero ha sido el mismo Putin quien ha terminado por dinamitarla. Desde esa guerra declarada a la democracia mundial a partir de Ucrania, a la misma que Putin y Xi, llaman con el nombre de «Occidente», ha renacido un espíritu democrático con el que sátrapas y dictadores, autócratas y tiranos, no contaban. La lucha continúa.

Twitter: @FernandoMiresOl

Fernando Mires es (Prof. Dr.), Historiador y Cientista Político, Escritor, con incursiones en literatura, filosofía y fútbol. Fundador de la revista POLIS.

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Simón García

Las fuerzas, sectores y personas que queremos dejar el pasado en su lugar, hemos recibido un duro golpe. Ha quedado al descubierto la prolongada ejecución de un robo a la casa de petróleo. Sus perpetradores son del alto gobierno y con explicable justificación habrá opositores que dudarán o acentuarán su rechazo a establecer diálogos con el poder. El punto débil de esta posición es que nos devuelve al derrotado camino insurreccional.

Hay rabia en la gente y es lo menos que puede esperarse cuando el salario dejó de existir o se erigen torres de lujo mientras se derrumba sistemáticamente la salud pública y la educación. Ante la justificada indignación, las fuerzas alternativas, que lo son por ser existencialmente diferentes a un poder sin ética ni democracia, tienen que aportar conciencia, esperanza y confianza contra el efecto de tristeza y desesperanza que se puede colar entre la percepción de impotencia.

La oposición alternativa tiene que asumir con determinación la tarea de traducir el rechazo anímico al gobierno en voto contra la pretensión de Maduro de perpetuarse en el mando. Existen condiciones de opinión propicias para ganar la presidencia. Nunca antes el candidato del PSUV, sea Maduro o Lacava, enfrentó condiciones tan adversas como las que ha creado el gobierno contra si mismo.

El asalto al tesoro nacional es una traición al régimen que abre un boquete en su cúpula y en sus bases de sustentación. El robo continuado durante tres años de miles de millones de dólares tiene causas estructurales y también subjetivas. La repetición de estos escándalos, que rápidamente se enfrían, comprueba que tras el simulacro de revolución hay factores que favorecen, junto a la ausencia de controles y contrapesos, la proliferación de delincuentes en serie: desde una enfermera o un escolta hasta un ministro o un coronel.

¿Por qué se produce este fenómeno de robar en grande hasta desde los niveles bajos de una nómina? El régimen esta adquiriendo cada vez más la forma definitiva de una cleptocracia. Una perversión que le corresponde enfrentar también a sus partidarios que temen una deriva totalitaria o una implosión por ineptitud. Los sectores sanos que existen en el chavismo están exigidos de reaccionar y dejar de formar parte de los que silencian los escándalos.

Las fuerzas opositoras deben alinearse en acumular condiciones de victoria y acertar con un candidato que muestre más apoyos, reúna las mayores intenciones de voto, tenga un programa de soluciones para salir del hoyo y disposición a tejer entendimientos con proyectos diferentes y contrarios. El método para su escogencia importa, pero lo principal es ganar.

Porque luce posible ganarle electoralmente al régimen hay que negociar, con el apoyo de la comunidad internacional, la realización de un proceso electoral lo más cercano posible a un evento competitivo.

Porque es necesario reconstruir a Venezuela, hay que ratificar que una victoria electoral de la alternativa devolverá a los venezolanos el derecho a vivir mejor y a convivir en paz. Esto supone convertir la campaña electoral en la difusión de un modelo de país y en la apertura de una política hacia una transición hacia la democracia, la recuperación económica y el rescate de ética pública.

Hay que saberlo: La unidad es ganar otro país, no perderlo por exclusiones. Una época es nueva porque es diferente a la anterior. O nos situamos en un marco estratégico alternativo o seguiremos haciendo de Venezuela un país imposible.

Twitter: @garciasim

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Paulina Gamus

Tenía en mente tantos temas para esta nota los que –como suelo procurar– serían universales y apenas con pinceladas sobre esta parroquia tan kafkiana y atribulada en que nos toca vivir, sufrir y morir. Pero no puedo evadir ni queriéndolo el mafiamoto que acaba de ocurrir en el régimen de Nicolás Maduro y C.A. Ese servidor a tiempo completo de la revolución bonita que era apto para cualquier cargo hasta llegar a usufructuar lo que queda de la gallina que ponía huevos de oro (Pdvsa). Siempre tan bien peinado con un copete inalterable y siempre atildado en el vestir. Ese que parecía ser maleable, infinito e inderrumbable, ha sido destronado al tiempo que su círculo de colaboradores más íntimos ha sido encarcelado.

Escribo esta nota (martes 21-3-2023, 11 am). Quién sabe cuántas cosas sucederán en las próximos horas y días que no seré capaz de registrar. La noticia ahora es que el inefable Tarek El Aissami ha renunciado a la presidencia de la petrolera nacional. Como la manera de enterarnos hasta de mafiamotos como este es Twitter, el desplazado e investigado El Aissami acude a la plataforma de Elon Musk para tuitear que su renuncia es «para acompañar y respaldar totalmente este proceso» (de los grandes hechos de corrupción en Pdvsa). El tuit que sigue a este de ponerse a la orden (arrodillarse) de sus verdugos dice textualmente: «De igual manera, en mi condición de militante revolucionario, me coloco a disposición de la dirección del PSUV para apoyar la cruzada que ha emprendido el presidente Nicolás Maduro contra los antivalores que estamos obligados a combatir, hasta con nuestras vidas».

Esta lamida de botas con lágrimas de cocodrilo pasará al basurero de la historia como el 99,99 de los actos hipócritas y de las rencillas intermafiosas de la revolución que nos desgobierna desde hace 23 años.

¿Puede alguien que tenga alguna capacidad de sindéresis creer que después del saqueo que el actual régimen y su predecesor, el de Hugo Chávez Frías, hicieron a la nación venezolana, es la corrupción la que defenestra al ex ministro y ex de todo El Aissami? En la catarata de denuncias que parecen llover desde la atmósfera y salir del subsuelo, hay una danza de miles de millones de dólares que ninguna calculadora tradicional puede convertir en bolívares, además no hace falta.

Se dieron cuenta de repente, nada ni nadie podía hacerlos dudar de tan perruno camarada. De pronto reaparece –como hace cada cierto tiempo– un ex ministro del chavismo, Andrés Izarra, radicado en Alemania, quien tuitea textualmente: «Lo que Maduro descubrió era un plan para disputarle el poder. Maduro usa la corrupción para controlar las ambiciones de los grupos, pero el poder se lo reserva para él. La golpiza viene porque el plan para tomar el poder se devela».

La purga fantochesca dentro de las filas del PSUV tiene en sus raíces el mismo objetivo de las que en su tiempo hizo Stalin: sembrar el terror para impedir críticas al régimen y eliminar a todos aquellos que pudieran aspirar a sucederlo. También inventar enemigos como ocurrió con el «Complot de las batas blancas», en que numerosos médicos, incluido el particular de Stalin, estuvieron a punto de ser asesinados o deportados a Siberia. Los salvó la muerte del genocida. Stalin estaba obsesionado con quienes podían disputarle el poder.

Fidel Castro, tutor espiritual e ideológico de Nicolás Maduro, tenía mucho más agudizada esa paranoia. Así fue como se deshizo del Ché Guevara enviado a morir en Bolivia, de Camilo Cienfuegos, fallecido en un sospechoso accidente de aviación, de Huber Matos, comandante histórico del Movimiento 26 de Julio quien fue figura clave en el derrocamiento de la dictadura de Fulgencio Batista. Fidel lo encarceló por sedición entre 1959 y 1979.

El caso más dramático y cruel: el fusilamiento de Arnaldo Ochoa, general de División de las Fuerzas Armadas Revolucionarias cubanas. Héroe de la República de Cuba desde que se le otorgó la orden en 1984, hasta que se le despojó de la misma en 1989. Fue el jefe de la tropas cubanas en la Guerra de Ogaden en apoyo a Etiopía y de la misión militar cubana en Angola. Fue condenado en juicio militar público junto a Antonio De La Guardia Font, Jorge Martínez Valdés y Amado Padrón Trujillo a la pena capital por «alta traición a la patria producto de acusaciones de actividades de narcotráfico. Por los mismos métodos estalinistas para que los inocentes se declararan culpables, el general Ochoa:»aceptó las impugnaciones de orden moral que recayeron sobre su persona y reconoció la comisión de los delitos que se le imputaron; hizo una severa autocrítica de su proceder; manifestó su más profundo y sincero arrepentimiento; deslindó al comandante en jefe, al ministro de las Fuerzas Armadas, al Partido y al gobierno de Cuba de cualquier participación en el tráfico de estupefacientes y finalmente descartó el carácter político de su detención y enjuiciamiento».

Quienes recuerden o tengan ocasión de ver la extraordinaria película francesa del director Costa Gavras, «La Confesión» (1970), entenderán como las manipulaciones, torturas psicológicas y físicas llevaron al ex ministro checo Artur London a declararse culpable durante el «Proceso de Praga» en 1952. Jorge Semprún basó el guion de la película en el libro del ex ministro que narra en primera persona las purgas estalinistas de las que fueron víctimas los disidentes del Partido Comunista checoslovaco.

Guardando las inmensas distancias entre London y un parvenu de la política, un militante sin medallas, heroísmos o talentos, un sujeto del que solo se ha conocido su ambición por los cargos donde el poder político y de enriquecimiento ilícito fuese mayor, también éste –El Aissami– se arrastra a los pies del verdugo antes de que lo arrastren a La Tumba.

¿Creerá alguien que detrás de estas detenciones por «corrupción» y de esa renuncia provocada hay alguna remota intención de corregir la que ha sido insignia del chavomadurismo? Para nada, esos miles de millones que se atribuyen a las agallas de Tarek El Aissami y de su entorno, jamás ingresarán a las arcas de la nación para aliviar las carencias de jubilados, pensionados, profesores universitarios, maestros, enfermeros, empleados públicos en general y todos aquellos venezolanos condenados a vivir y morir en la miseria.

Twitter: @Paugamus

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Alejandro J. Sucre

El potencial que Venezuela tiene para crecer y aportar exportaciones al mundo es inmenso. Según el Atlas de Recursos Naturales (https://www.worldatlas.com/articles/countries-with-the-most-natural-reso...), Venezuela es el octavo país en el mundo con mayores recursos naturales comercializables y el octavo en términos per cápita. Venezuela tiene un inventario de USD 14,3 trillones en recursos naturales comercializables como productor y exportador líder de numerosos minerales, incluidos petróleo, mineral de hierro, oro, carbón y bauxita, sin considerar su capacidad gasífera, agrícola, turística, manufacturera, logística, financiera y tecnológica.

Venezuela necesita líderes políticos nacionales e internacionales que permitan a Venezuela atraer de los mercados nacionales e internacionales $3 trillones en inversiones en los próximos 10 años para desarrollar su potencial económico y expandir su PIB anual a USD 1 Trillón por año, basado en recursos naturales, agrarios y demás sectores de la economía. Una economía de $1 trillón de dólares permitiría un PIB per cápita de USD 30,000 en lugar de los $2.000 que hoy obtiene. Esta economía de un trillón de dólares o un billón de dólares se pierde solo por malas políticas de dirigentes o incompetentes o corruptos y un aparato de gobierno que no funciona, junto a un cuerpo militar que se desvió de sus deberes.

Debido a la corrupción y desvíos de recursos del estado para lucro de funcionarios, hoy al contrario, la economía venezolana se redujo de $300,000,000,000 en PIB del año 2012 a $60.000.000.000 en el año 2021. Fallidas políticas de control de precios y de cambio hasta el 2019, mala política monetaria para inyectar dinero a la economía sin productividad y por razones clientelares, ejecutar obras de infraestructura y contrataciones con el estado a sobre costos y sin licitar. Robo del dinero de Cadivi y luego robo de los fiscales que investigan la corrupción de CADIVI que nunca recuperan el dinero para la nación sino que se lo quedan. Todo esto ha arruinado el presente y futuro del país.

Así que podemos enumerar los costos de la corrupción en Venezuela como sigue:
1.- Millones de estudiantes no se educan adecuadamente para participar de la economía mundial ya que tienen infraestructura de escuelas inadecuadas y maestros mal remunerados.
2.- Hospitales que tampoco se construyen y los que existen no se mantienen adecuadamente. Esto hace que la salud del pueblo quede diezmada para que unos vivos tengan millones de dólares y que lo inviertan en paraísos fiscales.
3.- Política monetaria inflacionaria para repartir financiar un gasto fiscal que no se ejecuta sino que se reparte entre privilegiados del partido político de turno via contratos del estado que luego no ejecutan. Esta política monetaria clientelar genera otro costo inmenso en la población que es altísima inflación, devaluación lo que impide el financiamiento bancario a largo plazo para impulsar las actividades productivas de la nación y construir viviendas.
4.- Autopistas que no se ejecutan y se cobran. Esto impide que se desarrollen los pueblos del interior del país. Que veamos tanta gente deambulando por los pueblos de Venezuela sin trabajo, vegetando sin desarrollar sus talentos. Que observemos el potencial desarrollo agrícola, minero e industrial pasmado ya que no hay vialidad, ni electricidad estable ni telefonía, porque a todo se le pone sobreprecios.
5.- Y el peor daño de la corrupción es que distorsiona los incentivos sociales, el trabajo y los estudios no son mecanismos de ascenso social y estimula a todos los venezolanos a ser corruptos y a ver el estado como una piñata. Nada vale en Venezuela más que ser panas de las autoridades del gobierno de turno y excluyen al resto de la sociedad que emigra a otros países y quiebra y traumatiza la unión de la familia.
6.- Fuga de capitales y de talentos para otros países donde hay respeto a la inversión y al trabajo.
7.- Los políticos que practican la corrupción generan pésima calidad de vida y división social, sean los enchufados hoy, los apóstoles y los del guisadores de décadas pasadas.

8.- Los políticos que practican corrupción tienden a querer perpetuarse en el poder y acaba con la democracia.

Los políticos de los países que prosperan luego de ocupar altos cargos, no se quedan allí buscando reelecciones indefinidas para robar indefinidamente a las instituciones del estado junto a sus amigos. Los políticos y militares venezolanos deberían buscar unas formas menos depredadoras de ganarse la vida, ya que la corrupción desde la cabeza de las instituciones se expande a todo nivel y hasta el soldado de la Guardia Nacional de más bajo rango termina asaltando a la población que circula en las deterioradas autopistas del país.

Venezuela tiene un gran futuro si los políticos del gobierno y de la oposición cambian sus aspiraciones y dejan de ofrecer a nuestro país como botín a los rusos, chinos, iranies, cubanos y americanos. Los políticos de oposición y del gobierno deberían ofrecer el país a los venezolanos y crear instituciones de largo plazo que aseguren un gasto fiscal que ese ejecuta con licitaciones, una política monetaria para expandir la producción y no la corrupción, que permita el crédito a largo plazo, y a Venezuela desarrollar sus ventajas comparativas en energía, minería, agricultura, turismo, manufactura, logística, bancaria y tecnología. Venezuela si puede ser una gran potencia si su cuerpo militar y político son menos depredadores y sus dirigentes salen del cinismo y elevan sus cargo como promotores del desarrollo nacional.

Twitter: @alejandrojsucre

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