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Opinión

Carlos Raúl Hernández

Un 9 de octubre de 1967 hace 54 años apareció en Bolivia Ernesto "el Che" Guevara liquidado en una operación del ejército, la CIA… y Fidel Castro. Su paradero en Bolivia era periódico de ayer para los organismos de inteligencia desde hacía tiempo. Con frialdad, sin ápice de escrúpulos, dos años antes, en 1965, Castro había leído ante el mundo la carta de despedida y renuncia de Guevara a sus cargos y a la misma nacionalidad cubana para ir a “prestar sus modestos esfuerzos a otros pueblos del mundo” lo que disparó las alarmas de la CIA. Cuenta uno de los guerrilleros que lo acompañó hasta la muerte que el Che oyó la lectura por la radio en las selvas del Congo y le dio un ataque de furia, mientras gritaba que “¡el culto a la personalidad nos va destruir!”. Delación y sentencia de muerte. Tales renuncias eran formalidades que firmaban todos los cubanos que iban a operaciones clandestinas. Así libraban al gobierno de responsabilidades en caso que cayeran.
Gana quien no se topa en la vida personajes tan demoníacos y sanguinarios como ambos, pero Fidel se complacía meticulosamente en humillar a Guevara, con el mensaje “tú serás tan terrible como te dé la gana, pero a quien hay que temblarle es a mí”. Friedrich Nietzsche decía que “el dragón no temía a la serpiente” ¿Pero por qué los monstruos gozan de popularidad y los celebran notorias figuras de la cultura? Ese misterio lo reedita el Blu-ray de la película de Steven Soderbergh sobre el Che, El Argentino, con un reparto tricontinental de primera magnitud: Benicio del Toro, Franca Potente, Matt Damon, Carolina Sandino, Edgar Ramírez, Julia Ormond. Protagonista y director declaran "desapasionamiento" su "objetividad". Esas categorías no significan nada para el arte, pero una obra biográfica que torea hechos trascendentes es una falsificación, sobre todos en figuras como Guevara, Ernst Röhm, Mao Tse-Tung o Josef Stalin.
"¡Fusilamientos sí; hemos fusilado, fusilamos y seguiremos fusilando... nuestra lucha es una lucha a muerte!". La aterradora frase de Guevara en las Naciones Unidas (11-12-64) con la que asume y banaliza el horror, resuena en la película como garantía de no ocultar nada. Soderbergh parece fajarse con el tema y relata el paredón a dos guerrilleros, "Cuervo" y "Esteban", violadores y extorsionadores de campesinos ¿Un "buen fusilamiento"? ¿Zanja eso el tema? El recurso es demasiado expedito y fácil para resolver a alguien autodefinido como "una efectiva, violenta, selectiva y fría máquina de matar", y que hace con su Walther P-38 lo que otros jefes militares delegan en impersonales pelotones. Estas ejecuciones pudren su memoria. En la Sierra Maestra desenfunda y liquida una y otra vez pobres campesinos sospechosos. Declara en 1958 a Agustín Alles de Bohemia, como una especie de Rimbaud artillado.
"... Asaltaré las barricadas y trincheras, teñiré con sangre mis armas y loco de furia degollaré a cuanto enemigo caiga entre mis manos". En el sitio El pedrero se sale un momento de una reunión con dirigentes estudiantiles que habían subido a la Sierra a verlo, y acribilla tranquilamente dos supuestos soplones y un tiempo después a Juan Pérez, guajiro padre de tres niños. A otro le vuela la cabeza pese a que el tribunal presidido por Ramiro Valdés lo había absuelto por falta de pruebas. La gloria de su "entrañable transparencia" es la toma de Santa Clara, y la operación de descarrilar un tren blindado con tropas y arsenal. Lo que no se dijo es que el comando del tren ya se había pasado a los rebeldes con las armas, por lo que el ataque fue una masacre a mansalva de aliados, sólo para inventar la leyenda (que luego musicalizará el inefable Carlos Puebla) Guevara recorría las calles de Santa Clara con la tropa, y el dirigente comunista Freddy Torres le soplaba "culpables" a los que ejecutaba in situ.
"¡Cño..., aquí como que no quisieron bañarse con agua, sino con sangre... hay un muerto en cada esquina!". exclamó Camilo Cienfuegos cuando entró a la ciudad el día siguiente... Comienza la larga temporada en el infierno. El Che es Jefe de la Comisión Depuradora de las Fuerzas Armadas en la Fortaleza de La Cabaña. Quien llegaba ahí, ya estaba virtualmente fusilado. Murieron cientos de hombres. Un caso escalofriante es el teniente José Castaño, un militar tan recto que hasta los rebeldes lo apreciaban. Castro llamó al Che para ordenarle el indulto, pero ya se había apresurado a meterle dos tiros en la cabeza con su Walther.

Guevara entrega al soldado mensajero una lista de nombres con cruces al lado y su firma abajo. "Esos serán los fusilados de mañana" -comenta a alguien que lo visitaba. El interlocutor, un amigo suyo le pregunta -"¿pero si el juicio es esta noche... cómo sabes cuáles serán?"- "así son las cosas aquí", responde. Soderbergh pierde la oportunidad de explorar esos puntos y aquel conmovedor final de la vida del personaje: la ruptura con Fidel Castro que lo aleja de Cuba sin retorno, -como le cuenta a Mario Monje, jefe del Partido Comunista de Bolivia- para entender por qué Castro lo entrega a la CIA. Era demasiado peligroso para estar vivo. En 1957 le había escrito a Hilda Gadea, su mujer "... estoy en la manigua cubana, vivo y sediento de sangre". Murió literalmente ahogado en sangre.

@carlosraulher

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Ignacio Avalos Gutiérrez

Se apagó Zuckerberg, (a) Facebook, y las redes sociales dejaron de funcionar cerca de seis horas, una eternidad en la que más de tres mil millones de terrícolas, esparcidos alrededor de todo el planeta, no pudieron comunicarse por donde habitualmente lo hacen para informarse y conversar en torno a un menú casi infinito de cosas. Fue la debacle de un espacio en el que la humanidad pasa cada vez más tiempo y en el que, además, se desenvuelven cada vez más actividades (educación, trabajo, entretenimiento, comercio, finanzas, política, ciencia, en fin), sobre todo en esta época de pandemia.

De inmediato, se iniciaron las especulaciones sobre sus causas, aunque Facebook no demoró mucho en informar que la caída no estaba relacionada con un ciberataque ni nada por el estilo, pero sin lograr impedir que quedara al aire la debilidad de un sistema que parecía a prueba de todo. Por otro lado, y como cabía esperar, la mano invisible e inmisericorde del mercado castigó a la empresa, reduciendo de manera importante el valor de sus acciones, mientras los competidores sacaban provecho de su desgracia.

Lo peor no fue la desconexión

Frances Haugen, ingeniera informática, ex empleada de Facebook, fue quien filtró los documentos internos de la empresa que ahora provocan un gran escándalo. Habiéndose mantenida en el anonimato tras su renuncia, reveló su identidad la madrugada de este lunes en un programa de televisión, señalando que “…. la compañía era consciente de que Instagram, su red social de fotos, era tóxica para muchas adolescentes, que “…. siempre escogía optimizar su propio interés, ganar más dinero” y denunciando que “…oculta buena parte de los males que provoca”.

Por si no fuera suficiente lo anterior, la prensa dio a conocer que la fiscalía norteamericana inició una investigación criminal sobre su práctica de compartir la información de los usuarios sin contar con su autorización, tema que se encuentra sobre el tapete desde que la empresa admitiera que fueron extraídos los datos privados de 87 millones de usuarios.

Por su parte, Edward Snowden, ex funcionario de los servicios de inteligencia de Estados Unidos, hoy en día residente en Rusia, le echo más leña el fuego manifestando, ironía de por medio, que "Facebook e Instagram se desconectan misteriosamente y, durante un magnífico día, el mundo se convierte en un lugar más saludable". Expresó también que lo ocurrido “parece un ejemplo fácilmente comprensible y popular de por qué dividir cierto monopolio en al menos tres partes podría no ser una mala idea…”, haciéndose eco de iniciativas y denuncias cuyo objetivo es disminuir el poder de los llamados “gigantes tecnológicos”

Un porrazo a la utopía digital

La actual fascinación por las redes sociales, ha recibido un rudo golpe. Como lo ha escrito el filósofo Daniel Innenarity, es muy humana la ilusión que alimentan las nuevas tecnologías. Así, “Marx creyó que el ferrocarril disolvería el sistema de castas en la India; el telégrafo fue anunciado como el final definitivo de los prejuicios y las hostilidades entre las naciones; algunos celebraron el avión como un medio de transporte que suprimiría, además de las distancias, también las guerras; sueños similares acompañaron al nacimiento de la radio o la televisión.”

A propósito de lo anterior cabe apuntar que desde hace un buen tiempo se ha establecido que el desarrollo tecnocientífico tiene lugar en un determinado contexto social, que obviamente influye en la manera en que se utilizan las innovaciones, determinando, sobre todo hoy en día, que su gobernabilidad sea un problema ineludible en la agenda humana. Continuamos, sin embargo, con instituciones y normas inadecuados para orientar los propósitos y usos de los avances digitales y en general del nuevo paradigma tecnológico, integrado, además, por las nanotecnologías, las biotecnologías y las neurotecnologías, al que se han incorporado las ciencias sociales y humanas, de acuerdo con un formato que dejaré pendiente para otro artículo.

Qué dirá Zuckerberg

Progresivamente ha ido aumentando el consenso respecto a la idea de que el entorno que emerge de la digitalización, es un espacio de relación compartido y común. El mismo no puede estar en las manos, prácticamente libres, de empresas que manejan sus propios códigos, dándose incluso el lujo de cancelar cuentas, como hizo Facebook en el emblemático caso de Donald Trump, alegando que sus mensajes a propósito del asalto al Capitolio, estimulaban la violencia, infringiendo las reglas establecidas en su “política de integridad cívica"

El asunto es, entonces, disponer de procedimientos públicos, transparentes y democráticos, fundamentados en los derechos humanos, para evitar esa suerte de anarquía digital que hoy en día enfrentamos.

Dicho sea de paso, aparte hablar de la falla técnica, que a uno le suena a algo así como que es sólo cuestión de unos cablecitos que se desenchufaron, ¿qué dirá Zuckerberg de lo que salió a la luz después del apagón de su compañía?

El Nacional, jueves 7 de septiembre de 2021

 3 min


Acceso a la Justicia

A escasas semanas para la celebración de las elecciones regionales y municipales del 21 de noviembre, el Gobierno de Nicolás Maduro ha vuelto a apelar a las inhabilitaciones para sacar de la carrera a opositores y disidentes del chavismo, y así garantizar su hegemonía en las gobernaciones y alcaldías.

En la etapa de las postulaciones, sustituciones y modificaciones de candidaturas para las elecciones de 2021, dirigentes políticos como Richard Mardo (quien alegó que el periodo de su inhabilitación venció en agosto de 2018), Leocenis García, Eduardo Samán y Daniel Ceballos no han podido formalizar sus nominaciones como candidatos a alcaldes y gobernador (en el caso de Ceballos). Una decisión que fue criticada por el rector Roberto Picón, quien en un comunicado publicado en su cuenta Twitter explicó lo ocurrido diciendo que los afectados «fueron sorprendidos por decisiones de última hora que no les fueron debida ni oportunamente notificadas».

Como si lo anterior no fuera suficiente, la justicia ha avalado esta práctica. Prueba de ello es el caso del exministro de Comercio del fallecido Hugo Chávez, Eduardo Samán, quien el pasado 15 de septiembre presentó ante la Sala Electoral del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) una acción de amparo contra el Consejo Nacional Electoral (CNE) que le permitiría inscribir su candidatura a la Alcaldía del municipio Libertador del Distrito Capital por el Partido Comunista de Venezuela. Sin embargo, la instancia, mediante su sentencia 44 emitida el 17 de septiembre, no ha respondido, a pesar de la urgencia del caso; más bien declinó a la Sala Constitucional la resolución del asunto y esta aún no se ha pronunciado sobre el mismo.

En el caso del candidato a la Alcaldía del municipio Girardot (Maracay) Richard Mardo, presentó una solicitud de amparo con medida cautelar para que le permitieran inscribir su candidatura, sin obtener oportuna respuesta por parte de la Sala Constitucional.

Una barajita repetida

Mantenerse en el poder es la prioridad del Gobierno. y para lograr ese objetivo modifica las reglas de juego con la intención de minimizar cualquier riesgo de perder unas elecciones. Una de las herramientas preferidas del oficialismo para conseguir esa meta son las inhabilitaciones, como ya lo ha denunciado en anteriores oportunidades Acceso a la Justicia, pues esta figura permite sacar de la contienda a cualquier rival de peso.

Solo entre 2002 y 2015, la Contraloría General de la República (CGR) inhabilitó a 1.401 funcionarios y exfuncionarios públicos. Entre ellos destacan el exalcalde de Chacao, Leopoldo López, quien no pudo aspirar a la extinta Alcaldía Metropolitana de Caracas en 2008 ni participar en las presidenciales de 2012 porque en 2005 fue sancionado. Posteriormente, en 2017, el exgobernador de Miranda y dos veces candidato presidencial, Henrique Capriles Radonski, también corrió con la misma suerte, cuando le fue impuesta la misma medida.

No solo los opositores al Gobierno han sido inhabilitados, sino también disidentes del chavismo como el general Miguel Rodríguez Torres, exministro de Interior (2013-2014) y exdirector del Servicio Bolivariano de Inteligencia (Sebin), a quien la CGR inhabilitó en 2018 para ejercer cualquier cargo público durante un año, tras manifestar su desacuerdo con el Gobierno de Maduro. El militar, a raíz de sus críticas a este último, pasó de ser parte de su tren ejecutivo a estar preso, y ya tiene más de tres años en esa situación.

Lo más grave es que la inhabilitación, como mecanismo de presión política y chantaje ganó aún más terreno cuando a principios de este año veintiocho diputados que integraron la Asamblea Nacional (AN) electa en 2015 fueron sancionados. Juan Guaidó, Julio Borges, Freddy Guevara, Juan Pablo Guanipa e Ismael García fueron algunos de ellos.

Así, la CGR, instancia que ha estado bajo el control absoluto del oficialismo desde el año 2000, se ha convertido en una pieza fundamental de la estrategia electoral del chavismo. ¿Por qué? Porque el artículo 105 de la ley que la regula otorga a su máxima autoridad, el contralor general de la República, la posibilidad de imponer las inhabilitaciones para el ejercicio de los cargos públicos por hasta un máximo de quince años. La aplicación de este mecanismo es una medida administrativa desproporcionada que impide a los inhabilitados ejercer plenamente sus derechos políticos durante ese tiempo.

Además, la mencionada disposición legal está en contradicción con la Constitución, que en sus artículos 42 y 65 señala que el ejercicio de los derechos políticos solo puede ser suspendido por sentencia judicial firme en los casos que determine la ley. En el mismo sentido, se divorcia del artículo 23.2 de la Convención Americana de Derechos Humanos, cuyo texto reconoce como legítimas las limitaciones a los derechos políticos que estén fundadas en una condena dictada por el juez competente en un proceso penal en el que se le imponga al condenado la pena accesoria de inhabilitación política.

El tribunal regional, al decidir el 20 de noviembre de 2015 sobre la inhabilitación de Leopoldo López, determinó que el artículo 105 violaba el Pacto de San José, porque «se refiere a una restricción impuesta por vía de sanción, (cuando) debería tratarse de una “condena, por juez competente, en proceso penal”. Ninguno de esos requisitos se ha cumplido, pues el órgano que impuso dichas sanciones no era un “juez competente”, no hubo “condena” y las sanciones no se aplicaron como resultado de un “proceso penal”, en el que tendrían que haberse respetado las garantías judiciales consagradas en el artículo 8 de la Convención Americana».

El juzgado con sede en San José, Costa Rica, exigió a Venezuela que eliminara esa figura y que les permitiera a los afectados participar en todo proceso electoral. Ninguno de ambos mandatos ha sido cumplido. Es más, a pesar del dictamen internacional, la CGR ha continuado imponiendo esta sanción y el CNE ha validado esa práctica, impidiendo así numerosas postulaciones a distintos cargos de elección popular.

Ilegitimidad de la Contraloría

A todo lo anterior se añade que sobre la base del diseño constitucional, el actual titular de la CGR carece de legitimidad para desempeñar sus funciones, pues fue designado el pasado 23 de octubre de 2018 por la fraudulenta Asamblea Nacional Constituyente (ANC), en lugar de por la AN, tal y como lo estipula el artículo 279 del texto fundamental, y, por ende, sus actos son nulos de nulidad absoluta conforme al artículo 138 constitucional. «Toda autoridad usurpada es ineficaz y sus actos son nulos», señala la norma antes citada.

Adicionalmente, se debe advertir que desde 2018 la CGR no publica los informes de gestión de su actividad, como lo exige la carta magna en su artículo 141.

Sin duda, la falta de rendición de cuentas agrava la opacidad que existe actualmente en el país en materia de inhabilitaciones administrativas. Se trata de una situación que contraviene el derecho constitucional de acceso a la información, que genera más incertidumbre y, sobre todo, representa la negación del pluralismo político.

¿Y a ti venezolano, cómo te afecta?

El uso abusivo de la figura de las inhabilitaciones por parte del oficialismo es otra evidencia del peligro que representa para los ciudadanos el control que el chavismo ejerce sobre todos los poderes públicos. Esta práctica deja en claro que cualquier intento de impulsar un cambio político que ponga en riesgo la hegemonía del chavismo puede ser aniquilado, sin importar lo que diga la Constitución ni los tratados internacionales de derechos humanos.

La inhabilitación de aspirantes de la oposición y del chavismo disidente a participar como candidatos a las próximas elecciones del 21 de noviembre refuerza las dudas y sospechas que hay sobre la transparencia e idoneidad del venidero proceso electoral. Se espera, sin embargo, que, como dijo el opositor Henry Ramos Allup al formar parte el tema de las negociaciones que Gobierno y oposición mantienen en México, «buena parte de las inhabilitaciones, prácticamente todas, van a estar resueltas».

7 de octubre 2021

https://accesoalajusticia.org/el-chavismo-no-renuncia-a-las-inhabilitaci...

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Ricardo Hausmann

Los criterios de reporte gerencial ESG (ambiental, social y de gobernanza, por sus siglas en inglés) se han vuelto convencionales. Las principales firmas de Wall Street han adoptado estas normas como una guía para la inversión responsable, obligando a miles de corporaciones en las que invierten a hacer lo mismo. Ahora bien, ¿ayudan las normas ESG a los inversores y a las corporaciones que operan en el Sur Global a asignar el capital de manera más eficiente? ¿O es sólo una expresión de los valores y prioridades posmodernas del mundo rico?

El estándar ESG exige que las empresas informen sobre sus prácticas ambientales y los riesgos climáticos asociados; sobre la manera en que tratan a los trabajadores, a los clientes y a las comunidades en las que operan; y sobre diversos criterios de gobernanza como la diversidad de sus juntas directivas y la regularidad de las auditorías por mal comportamiento, tanto internas como externas. El proceso está destinado a que los inversores estén mejor informados sobre el impacto general que la empresa tiene sobre su entorno, con la idea de que a menos que las empresas sean conscientes de su impacto general, los problemas que pasan por alto o desestiman pueden volvérseles en contra.

Los estándares ESG por ende combinan la sentencia de que “lo que no se puede medir no se puede gestionar” con la observación del difunto profesor de la Universidad de Harvard John Ruggie de que a las corporaciones les conviene adoptar los valores de la sociedad en las que están insertas, como los derechos humanos. En este contexto, ESG es una mejora respecto a la tradición de enfocarse solamente en la rentabilidad financiera.

¿Pero hasta qué punto ESG ayuda a los países en el Sur Global a cerrar las enormes brechas de ingresos y bienestar que los separan de las economías avanzadas? Si lo miramos en detalle veremos que nada en el marco ESG favorecería explícitamente el tipo de inversiones que hacen falta para alcanzar este objetivo.

Hace falta con urgencia un marco alternativo. El crecimiento compartido en la mayoría de los países en desarrollo está limitado por la incapacidad de sostener importaciones más altas, que hacen falta para producir casi cualquier bien o servicio moderno. Una escasez de divisas reduce la disponibilidad de los insumos necesarios.

Para importar más, es necesario poder exportar más. Una capacidad exportadora débil se traduce en un cociente de importación bajo y una tasa de crecimiento que es sumamente sensible a los cambios exógenos en la capacidad de importar, como los que surgen cuando aumentan los términos de intercambio, la ayuda al desarrollo o el financiamiento, como sucedió durante el súper-ciclo de los commodities de 2004-14.

Consideremos la siguiente comparación entre Japón y Bangladesh, Etiopía, Nigeria y Pakistán –todos países con una población entre 100 millones y 200 millones de habitantes-. Antes de la pandemia del COVID-19, Japón era 19 veces más rico que Etiopía y 8-9 veces más rico que los demás. Su cociente importaciones-PIB era 2-3 veces más alto que el de los otros. Y el precio de un dólar en unidades de producción doméstica comparable en Japón era alrededor de un tercio del de los otros países.

Un precio alto sumado a un volumen bajo es un signo revelador de una restricción de divisas. Asimismo, en Etiopía, Pakistán y la mayoría de los otros países de bajos ingresos, las exportaciones pagan menos de la mitad de la factura de las importaciones. El resto proviene de ayuda externa o de un endeudamiento insostenible.

En una economía en crecimiento, es importante que las exportaciones acompañen el proceso de crecimiento, lo que normalmente conlleva un aumento de salarios. Si sostener las exportaciones depende de mantener bajos los salarios, los crecientes ingresos reducirán la capacidad exportadora, deteniendo el proceso de crecimiento. Los países de rápido crecimiento en el este de Asia y el este de Europa pueden sostener ingresos crecientes porque han modificado su canasta de exportaciones hacia productos más complejos.

Por el contrario, las industrias exportadoras de Sri Lanka –té, canela, coco y hasta confección- luchan por seguir el ritmo de los aumentos salariales del resto de la economía. Así, cuando a su economía general le va bien, estas industrias se achican, reduciendo así la capacidad del país de importar y desatando una crisis de la balanza de pagos y una desaceleración del crecimiento. Sri Lanka ha experimentado este escenario en repetidas ocasiones, inclusive en este mismo momento.

Asimismo, en países de ingresos medios, el mercado doméstico por lo general se caracteriza por grandes conglomerados que han tomado posiciones dominantes en actividades no transables internacionalmente como el comercio minorista, la banca, los seguros, la construcción, las telecomunicaciones y las bebidas (por lo general, cerveza y gaseosas). Estos sectores tienen suficiente poder monopólico como para ser generosos con sus trabajadores. También pueden diseñar productos para los clientes de la base de la pirámide y sobresalir en todos los parámetros de los que se preocupa el marco ESG.

Sin embargo, estas industrias requieren divisas que ellas mismas no ayudan a generar. Por lo tanto, no pueden empujar al país más allá de la producción que se puede sustentar por la capacidad exportadora de los demás. Asimismo, como sostuve recientemente, tienen records lamentables en materia de investigación y desarrollo u otras métricas de innovación –aunque nada de esto los afecta en las métricas actuales de ESG.

Este tipo de estructura comercial explica una característica de los países de ingresos bajos y medios de hoy que habría sorprendido a Karl Marx. Él predijo que la producción capitalista organizada por empresas que poseen sus medios de producción y contratan trabajadores a cambio de un salario desplazaría a la producción de los artesanos que son dueños de sus propias herramientas de trabajo. Sin embargo, al día de hoy, la producción capitalista contrata sólo la mitad de la fuerza laboral en los países de medianos ingresos y mucho menos que eso en los países de bajos ingresos. El resto de la fuerza laboral es autónoma o trabaja en microempresas que se asemejan a las de la época de Marx.

Esta situación está íntimamente relacionada con la escasez de divisas. En pocas palabras, las actividades no transables modernas no pueden crecer más allá de la capacidad de la economía de generar divisas. Desafortunadamente, el ESG está desconectado de los criterios que favorecerían inversiones verdaderamente efectivas y transformadoras en el Sur Global. Por el contrario, favorece inadvertidamente a los productores monopólicos de bienes no transables que pueden permitirse los mayores costos del reporte y gobernanza que requiere ESG.

La motivación detrás del concepto ESG es bienintencionada. Pero el mundo necesita un sistema de puntuación diferente, que favorezca específicamente aquellas actividades exportadoras que permiten una mayor complejidad, innovación y mejores salarios.

Project Syndicate

www.project-syndicate.org

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Jonathan Malesic

Hace una decena de años, mi amiga Patricia Nordeen era una académica ambiciosa que impartía clases en la Universidad de Chicago y daba conferencias por todo el país. “Ser una teórica política era toda mi identidad adulta”, me dijo hace poco. Su trabajo determinaba dónde vivía y quiénes eran sus amigos. Le encantaba. Su vida, desde las clases hasta la investigación y las horas pasadas en las cafeterías del campus, parecía una conversación larga y fascinante sobre la naturaleza humana y el gobierno.

Pero luego comenzó a enfermarse cada vez más. Requirió cirugías de fusión espinal. Tenía migrañas a diario. Le resultaba imposible continuar con su carrera. Estuvo incapacitada y se mudó a casa de unos parientes. Durante tres años, tuvo frecuentes parálisis. Al final, le diagnosticaron un subtipo del síndrome de Ehlers-Danlos, un atado de trastornos hereditarios que debilitan el colágeno, un componente de muchos tipos de tejidos.

“Tuve que evaluar mis valores fundamentales”, dijo, y encontrar una nueva identidad y comunidad sin el trabajo que amaba. El dolor crónico le dificultaba escribir, a veces incluso leer. Empezó a dibujar, pintar y hacer collages, y publicaba sus obras en Instagram. Allí hizo amigos y comenzó a colaborar con ellos; por ejemplo, una serie de cien días de páginas de cuadernos de bocetos (que incluían acuarelas abstractas, collages, estudios de flores) que intercambió con otra artista. Un proyecto así le permite ejercitar su curiosidad. También “me da una sensación de validación, como si formara parte de la sociedad”, dijo.

El arte no le da a Patricia la satisfacción total que le daba el mundo académico. No ordena toda su vida. Pero por eso mismo, veo en ella un esfuerzo importante, uno que cada uno de nosotros tendrá que hacer tarde o temprano: un esfuerzo por demostrar, a sí misma y a los demás, que existimos para hacer algo más que trabajar.

Necesitamos esa verdad ahora que millones de personas están volviendo al trabajo presencial después de casi dos años de desempleo masivo y de trabajar desde casa. El enfoque convencional del trabajo —desde la santidad de la semana de 40 horas hasta el ideal de movilidad ascendente— nos llevó a una insatisfacción generalizada y a un agotamiento que parecía omnipresente incluso antes de la pandemia. Ahora, la estructura moral del trabajo está en juego. Y con condiciones económicas favorables al trabajo, los empleados tienen poco que perder si plantean exigencias creativas a los empresarios. Ahora tenemos espacio para reimaginar cómo integrar el trabajo en una buena vida.

En este momento, el trabajo es el elemento más importante de los estadounidenses en lo que respecta al desarrollo humano. Es mucho más que una manera de ganarse la vida; es una manera de ganarse la dignidad: el derecho a ser tomado en cuenta en la sociedad y a disfrutar de sus beneficios; es la manera en que demostramos nuestro carácter moral. Y es donde buscamos el sentido y el propósito, que muchos de nosotros interpretamos en términos espirituales.

Los líderes políticos, religiosos y empresariales han promovido esta visión durante siglos, desde el decreto del capitán John Smith de que los holgazanes serían desterrados del asentamiento de Jamestown hasta los gurús de Silicon Valley que pregonan el trabajo como una actividad trascendente . El trabajo es nuestro bien supremo; “haz tu trabajo”, nuestro mandato moral supremo.

Sin embargo, suele pasar que el trabajo no está a la altura de estos ideales. Para disentir de esta visión y crear una mejor, deberíamos partir de la idea de que cada uno de nosotros tiene dignidad, trabaje o no. Tu trabajo, o la falta de él, no define tu valor humano.

Este punto de vista es simple pero radical. Justifica un ingreso básico universal, y el derecho a la vivienda y a la atención médica. Justifica un salario digno. También nos permite ver no solo el desempleo, sino también la jubilación, la discapacidad y el cuidado de otras personas como formas normales y legítimas de vivir.

Cuando los políticos estadounidenses hablan de la dignidad del trabajo, como cuando argumentan que los beneficiarios de la asistencia social deben tener un empleo, por lo general, quieren decir que solo cuentas si trabajas a cambio de una remuneración.

La pandemia puso de manifiesto lo falsa que es esta noción. Millones de personas perdieron su trabajo de la noche a la mañana. No perdieron su dignidad. El Congreso reconoció este hecho y les ofreció prestaciones por desempleo sin precedentes: para algunos, un salario digno sin tener que trabajar.

La idea de que todas las personas tienen dignidad, trabajen o no, incluso si nunca lo hacen, ha sido central en la enseñanza social católica durante al menos 130 años. En ese tiempo, los papas han argumentado que los puestos de trabajo deben ajustarse a las capacidades de las personas que los ocupan, y no a las métricas de productividad de sus empleadores. En 1891, el papa León XIII argumentó que las condiciones de trabajo, incluidos los horarios, deberían adaptarse a “la salud y la fuerza del trabajador”.

El papa León mencionó a los mineros como merecedores de “horarios más cortos en proporción, ya que su trabajo es más duro y atenta contra la salud”. Hoy en día, podríamos decir lo mismo del personal de enfermería, o de cualquier trabajador cuyas limitaciones ordinarias (ya sea una espalda maltrecha o un problema de salud mental) hacen que un turno intenso de ocho horas sea casi imposible de soportar. A Patricia Nordeen le gustaría volver a dar clases algún día, pero dada su salud en este momento, trabajar de tiempo completo no parece una opción.

Como cada uno de nosotros es a la vez digno y frágil, nuestra nueva visión debería dar prioridad a la compasión por los trabajadores, ante el poder del trabajo para deformar sus cuerpos, mentes y almas. Como argumenta Eyal Press en su nuevo libro, “Dirty Work”, las personas que trabajan en prisiones, mataderos y campos petroleros suelen sufrir daños morales, incluido el trastorno de estrés postraumático, en el trabajo. Esta realidad pone en tela de juicio la idea de que todo trabajo forja el carácter.

El trabajo asalariado también puede perjudicarnos de forma sutil e insidiosa. El ideal estadounidense de una buena vida adquirida a través del trabajo es “disciplinario”, según la filósofa política feminista marxista Kathi Weeks, profesora de la Universidad Duke y crítica de la ética laboral moderna citada a menudo. “Construye sujetos dóciles”, escribió en su libro de 2011, “The Problem With Work”. Día a día, eso significa que sentimos la presión de convertirnos en las personas que nuestros jefes, colegas, clientes y consumidores quieren que seamos. Cuando esa presión entra en conflicto con nuestras necesidades humanas y nuestro bienestar, podemos caer en el agotamiento y la desesperación.

Para limitar los efectos morales negativos del trabajo en las personas, deberíamos establecer límites más estrictos a las jornadas laborales. Kathi Weeks aboga por un horario laboral de seis horas sin reducción salarial. Y nosotros, que exigimos el trabajo de los demás, deberíamos esperar un poco menos de las personas con trabajos extenuantes.

En años recientes, la gente se ha vuelto más consciente de las condiciones en los almacenes y de la economía colaborativa. Sin embargo, durante la pandemia hemos dependido cada vez más de los recolectores de inventario y de los repartidores a domicilio. Tal vez la compasión pueda llevarnos a darnos cuenta de que no necesitamos la entrega instantánea de todo y de que los trabajadores son quienes asumen el costo, a menudo invisible, de nuestra carne y petróleo baratos.

La visión de menos trabajo también debe abarcar más ocio. Durante un tiempo, la pandemia nos privó de innumerables actividades, desde las cenas con amigos y los conciertos hasta las reuniones cívicas en persona y el culto religioso. Una vez que puedan disfrutarse con seguridad, debemos reivindicarlas como lo principal de la vida, donde somos plenamente nosotros mismos y aspiramos a la trascendencia.

El ocio es lo que hacemos solo por placer. No sirve para ningún fin más elevado. Patricia dijo que hacer arte suele ser “meditativo” para ella. “Si intento dibujar una planta, en verdad estoy mirando la planta”, comentó. “Me doy cuenta de todos los diferentes matices de color que quizá no habría observado si no la estuviera dibujando”. Su absorción con la tarea —la sensación del bolígrafo sobre el papel— “me distrae del dolor”.

Es cierto que la gente suele considerar que su trabajo tiene sentido, así como Patricia con su carrera académica o yo con este ensayo. Pero durante décadas, los líderes empresariales han llevado esta verdad obvia demasiado lejos, al pregonar que encontraremos el propósito de nuestra vida en el trabajo. Es una narrativa conveniente para los empleadores, pero veamos lo que realmente hacemos todo el día: la mayoría de nosotros, si no nos estamos rompiendo el lomo, nos estamos ahogando en correos electrónicos triviales. Este no es el propósito de una vida humana.

Y para los que tenemos la suerte de tener trabajos que nos dan un propósito en todo momento, la historia de Patricia es un recordatorio de que no siempre podemos tener ese tipo de trabajo. Cualquier cosa, desde un problema de salud imprevisto hasta los efectos naturales del envejecimiento o las condiciones económicas cambiantes, puede dejarnos sin trabajo.

Así que debemos buscar un propósito más allá de nuestros trabajos y luego incorporar el trabajo en torno a eso. Cada uno de nosotros tiene un potencial ilimitado, un “genio” individual, como lo llamaba Henry David Thoreau. Thoreau creía que el exceso de trabajo había frenado el crecimiento espiritual de los hombres que construyeron el ferrocarril cerca de Walden Pond, donde vivió de 1845 a 1847. Vio el orgullo que sentían por su trabajo, pero escribió: “Siendo hermanos míos como sois, preferiría que hubierais invertido vuestro tiempo en algo mejor que el cavar en este lodo”.

Desarrollar nuestro genio, ya sea en el arte o en la conversación o en combates en un gimnasio de jiu-jitsu, nos despertará a “una vida más elevada que aquella en la que nos dormimos”, escribió Thoreau. No es el tipo de ocio, como el turismo culinario, que acumula más trabajo para los demás. Es el ocio que nos permite escapar del paso normal del tiempo sin recorrer un kilómetro. Las mañanas que Thoreau pasaba de pie en la puerta de su cabaña, “extasiado en un recogimiento”, escribía, “no era tiempo restado a mi vida, sino mucho más de lo que habitualmente me corresponde”. Comparado con eso, pensaba, el trabajo era tiempo perdido.

La dignidad, la compasión y el ocio son los pilares de una ética más humana, que reconoce que el trabajo es esencial para el funcionamiento de la sociedad, pero que a menudo obstaculiza el desarrollo individual de los trabajadores. Este ethos beneficiaría sin duda a Patricia Nordeen y podría permitirles a sus estudiantes beneficiarse de la capacidad de enseñanza que ella posee. En la práctica, esta nueva visión debería inspirarnos a instaurar un nuevo ingreso básico universal y un salario mínimo más alto, turnos más cortos para muchos trabajadores y una semana laboral más corta para todos sin reducción de salario. Juntos, estos pilares y políticas mantendrían el trabajo en el sitio que le corresponde, como mero soporte para que las personas puedan dedicar su tiempo a cultivar sus mayores talentos, o simplemente a estar a gusto con sus seres queridos.

Es una visión que podemos abordar desde múltiples direcciones, acorde con la diversidad intelectual de Estados Unidos. El papa León, Weeks y Thoreau criticaron la sociedad industrial desde las tradiciones dispares y a menudo incompatibles del catolicismo, el feminismo marxista y el trascendentalismo. Pero estaban de acuerdo en que hay que ver el valor inherente de cada persona y mantener el trabajo bajo control para que todos puedan alcanzar bienes superiores.

Estos pensadores no son los únicos. También podemos inspirarnos en la afirmación de W. E. B. Du Bois de que los estadounidenses negros obtendrían derechos políticos a través del cultivo intelectual y no solo del trabajo incesante, o en la opinión de Abraham Joshua Heschel de que el día de descanso del sabbat, o sábado, “no es un interludio sino el clímax de la vida”, o en el “derecho a no trabajar” defendido por la artista y escritora con discapacidad Sunaura Taylor.

Se trata de subordinar el trabajo a la vida. “Una vida es lo que cada uno de nosotros necesita conseguir”, escribió Weeks, y no se puede conseguir sin liberarse del dominio del trabajo. “Dicho esto”, continúa, “uno no puede conseguir algo tan grande como una vida propia”.

Eso significa que necesitamos un pilar más: la solidaridad, el reconocimiento de que tu bien y el mío están vinculados. Cada uno de nosotros, cuando se relaciona con personas que hacen su trabajo, tiene el poder de hacerles la vida imposible. Si estoy sobrecargado de trabajo, es probable que te sobrecargue a ti. Pero lo contrario también es cierto: tu compasión puede provocar la mía.

Al principio de la pandemia, mostramos las virtudes que necesitamos para hacer realidad esta visión. La salud pública nos obligó a poner límites al trabajo de muchas personas y a mantener a los que perdieron su empleo. Demostramos (de manera imperfecta) que podíamos hacer que el bienestar humano fuera más importante que la productividad. Fuimos solidarios entre nosotros y con los médicos y enfermeros que luchaban contra la enfermedad en la primera línea. Limitamos nuestros viajes al supermercado. Intentamos “aplanar la curva”.

Cuando la pandemia disminuya, pero no la amenaza del trabajo para nuestra prosperidad, podemos volver a practicar esas virtudes.

NY Times

https://www.nytimes.com/es/interactive/2021/10/03/espanol/opinion/futuro...

 10 min


José Machillanda

Votar el 21N ya ha sido internalizado como una acción política definitiva por la masa democrática cuantificable venezolanista, decisión de los demócratas para categóricamente -y desde ya- desplazar la vergüenza y desgracia del revolucionarismo militarista. Expresión política perversa que vive del conflicto que intenta asfixiar la República. En consecuencia, la sociedad ya desde el 6D del 2020 oteó el daño y perversión del revolucionarismo militarista, se apartó de esa locura de un proyecto perverso y cobarde que sigue al cubanismo amparado por la violencia armada: fusil y plan de machete.

La sociedad decente y democrática no quiere más conflicto ni las bocas de fuego, por ello el 21N se convierte en otra oportunidad para Hacer Política reafirmando el gen democrático del venezolano, distante del partidismo y como decisión de una sociedad democrática. No es un problema de la participación política, ¡No!, es una responsabilidad plena y total de mujeres y hombres que tienen como color la República. República que sostiene que el poder reside en el pueblo, en la sociedad, léase en el venezolano demócrata, participativo y consciente del cambio que se propone: elegir a Gobernadores y Alcaldes demócratas el próximo 21N.

La sociedad está convencida que el poder reside en el pueblo, en sus ciudadanos y desde allí que será el vector de participación política contendiente creador de máxima energía para definir a los gobernadores y alcaldes. En consecuencia, la sociedad está actuando y mostrando un mensaje diáfano, inteligible y sensato: elegir Gobernadores y Alcaldes que constituirán la masa política con poder a partir del 21N para confrontar a la tiranía revolucionaria militarista perversa que ya conoce, desprecia y rechaza el cuerpo societal venezolano.

El votar el 21N como participación política contendiente es, entonces, un deber y obligación cívico-democrática, es además un signo de salud política, pero más importante aún muestra la madurez y capacidad política del demócrata que desde el 6D del 2020 descifró e interpretó el valor del gen democrático. El votar el 21N muestra a las claras el interés y la decisión de la venezolanidad por resolver y restaurar la democracia abriendo después del 21N una posibilidad cierta para aplicar el revocatorio.

La sociedad democrática lo tiene claro, votando masivamente los ciudadanos tanto de Venezuela como del mundo verificarán el gen democrático, la energía y la fortaleza de la ecuación en la cual el individuo está por encima de la comunidad y del Estado, la virtud de la venezolanidad y sobre todo la certeza de accionar y votar ante el llamado del Revocatorio. La participación política contendiente de la ciudadanía que alerta sobre la fuerza democrática de la venezolanidad y la posibilidad cierta y categórica del Revocatorio, son un hecho real a partir del 21N, será el 21N el partero de Gobernadores y Alcaldes demócratas y una expresión masiva para la conducción cierta del revocatorio.

La sociedad democrática venezolana está clara y decidida. Clara y decidida a hacer política el 21N y después se mostrará como masa política cuantificable que cumplirá histórica y políticamente como grupo social democrático el reponer y reconstruir la democracia de Venezuela. Democracia vía el hecho electoral según el cuerpo de leyes vigente. La sociedad democrática está enrumbada y decidida desde ya, e impone vía el voto un orden sano y decente el sistema político venezolano. Por ello, ha decidido hacer política en perspectiva y en prospectiva que habla de una sana y fuerte democracia.

Votar el 21N muestra clara y evidentemente la supra responsabilidad ciudadana democrática. Significa que sufragar define el nuevo porvenir democrático, el futuro del ciudadano cívico que hoy se abraza a la miseria, la inseguridad y la violencia… pero con su voto cierto y definitivo abrirá el camino difícil pero cierto de la ley y de la decencia política. Basta de violencia y arbitrariedades, a partir del 21N la reacción del cuero societal desde ya esperado, descubrirá una raza cierta digna y valiente que, con gran conciencia y máxima racionalidad, distanciado del partidismo, estará presta y decidida a realizar una tarea histórica: motoriza un cambio político ejerciendo el voto y proyectándolo hasta el revocatorio como pareciera necesario.

La ciudadanía democrática y su convicción de validar el voto le permite, como parte del sistema político venezolano, resolver un conflicto que el revolucionarismo militarista cansado y harto de robar no puede interferir. El revolucionarismo lleno de conflicto y acusaciones deberá otear que el 21N la masa democrática cuantificable distante del partidismo obsoleto y cobarde, se convertirá en el gran actor y fuerza política. En ambos roles será capaz el venezolano demócrata de reconducir una primera fase: el regreso de la ecuación democrática. Finalmente, quedará claro que la política no es guerra ni es conflicto y que sus instituciones como la sociedad civil serán capaces de reponer por la vía constitucional la democracia en Venezuela. Venezuela es una sociedad vigilante y está dispuesta a hacer historia lejos de la violencia, la fuerza y la conflictividad, solo ejerciendo la sagrada exigencia y acción de votar.

Es original,

Director de CSB-CEPPRO

@JMachillandaP

Caracas, 04 de octubre de 2021

 4 min


Andrés Ortega

No es la visión habitual, pero el mundo podría verse como tres esferas que compiten entre sí: una en torno a EEUU (que incluye Europa y otros); otra en torno a China; y una esfera de lo digital, por cuyo dominio y control hay una gran pelea en su propio interior –grandes empresas contra el poder político, inclusive en China–, y exterior en la gran competencia entre las dos grandes superpotencias o civilizaciones. Es decir, serían dos esferas o mundos físicos, muy de átomos y de geografía (incluido el espacio), y una virtual, aunque lo virtual no quita lo real, por parafrasear a Hegel. Es una visión que se va extendiendo y que defiende, por ejemplo, el Centro para el Estudio de la Vida Digital (CSDL), que dirige el tecnólogo Mark Stahlman.

En términos de civilizaciones, hablaríamos de Occidente, de Oriente y de la esfera digital que, en una parte, es una extensión de nosotros mismos, aunque cada vez llega más allá. El matemático y filósofo español Javier Echeverría habló hace un tiempo del “tercer entorno”, que guarda relación con esta idea (aunque los otros dos entornos eran la naturaleza y nuestro cuerpo). No somos, dice Stahlman, “ciudadanos del mundo” sino habitantes de esferas potencialmente en conflicto y las tres con alcance global. Esto es algo absolutamente novedoso en la historia de la humanidad, porque las diferentes civilizaciones tendrán que enfrentarse no sólo entre sí sino también a una esfera, la digital, que ha penetrado las demás.

No son esferas cerradas a influencia recíproca. Son y serán interdependientes, desde luego en términos económicos y financieros, como se está viendo con la crisis del gigante inmobiliario chino Evergrande y con la del gas, con repercusiones globales. La competencia entre las dos esferas físicas sigue una lógica en parte equivocadamente militar, como vemos con la colaboración AUKUS para dotar a Australia de submarinos de propulsión nuclear y, en materia de ciberseguridad, de Inteligencia Artificial y de comunicación cuántica, que refuerza la cooperación entre los tres aliados anglosajones (¿una sub-esfera anglosajona?). Aunque lo abiertamente militar no tiene por qué ser lo principal, como ha quedado de relieve en la reciente reunión del Quad entre EEUU, Japón, Australia y la India, otra manifestación de sub-esfera.

La tercera esfera, la digital (que quizá se ampliará a otros campos, como el biológico con la manipulación genética no ya desde las grandes empresas sino incluso desde los garajes), más que líquida es gaseosa. En su seno está naciendo un llamado Metaverso en el que casi todos nos vamos a ver implicados y que puede llegar a ocupar casi todo lo humano. Metaverso (“meta-universo”) es un término que se ha puesto en boga desde Silicon Valley. Lleva tiempo entre nosotros pues lo acuñó en 1992 (antes de la explosión de la Red y de los teléfonos conectados a ella) Neal Stephenson en su novela de ciencia ficción Snow Crash (hay versión en castellano). Se refiere a una confluencia o convergencia de la realidad física, la realidad virtual y la realidad aumentada, todo sazonado por la inteligencia artificial. La realidad virtual es la que se crea únicamente en el mundo digital, como el videojuego Fortnite, de alcance global. La aumentada consiste en añadir elementos digitales a la realidad física, aunque esta se vea en pantalla, por ejemplo, en el juego, también global, de Pokémon, o a través de gafas.

Matthew Ball, inversor en capital riesgo, identificó en 2020 algunas características del Metaverso. Tiene que abarcar los mundos físico y virtual, contener una economía en toda regla y ofrecer una “interoperabilidad sin precedentes”: los usuarios tienen que ser capaces de llevar sus avatares y bienes de un lugar en el Metaverso a otro, sin importar quién dirija esa parte en particular. De hecho, muchas grandes empresas –y no sólo las big techs de EEUU, también la Sony japonesa, por ejemplo–, están invirtiendo de forma notable en la construcción de este Metaverso. Por algo será.

Un preboste de la big tech como Mark Zuckerberg, el fundador de Facebook que quería convertir al mundo en una gran comunidad bajo su red social, ve ahora en el Metaverso una realidad alternativa universal, un “Santo Grial de las interacciones sociales”, que cree será una realidad para 2025. Se describen así futuros posibles de un Internet 2.0, una convergencia de realidad física, aumentada y virtual en un espacio en línea compartido. Según Zuckerberg, ninguna empresa dirigirá el Metaverso, sino que será operado por muchos en una forma descentralizada. ¿Lo permitirán los que dirijan las otras dos esferas?

El Metaverso estará plagado de tecno-personas, por usar la terminología de Echeverría, de tecno-empresas, de tecno-Estados e incluso de tecno-terrorismos de nuevo cuño. La cuestión no es sólo si el Metaverso es controlable, sino si es gobernable, o vamos a una esfera digital que todo lo penetra, pero en el que ningún poder político acaba dominando y en la que las empresas y una multiplicidad de actores se revuelven contra el intento de cortarles las alas. China lo está intentando con una serie de medidas, para controlar desde el poder político en su beneficio el naciente Metaverso, al que no escapará. Pero ni siquiera el régimen chino, con sus controles, tiene garantizado que no se verá superado por un Metaverso anárquico e ingobernable por poderes públicos, o, de forma más amplia, por una esfera digital anárquica.

Ambas esferas físicas, geográficas y culturales, Oriente y Occidente, avanzan hacia un enfrentamiento no necesariamente militar, una guerra de nuevo tipo muy diferente de la clásica y de la llamada Guerra Fría entre Occidente y la Unión Soviética. En todo caso, sin un profundo conocimiento del impacto de la tercera esfera en las otras dos, de la tecnología digital en las civilizaciones –Oriental y Occidental– y sin un conocimiento recíproco entre estas civilizaciones (a las que se suman otras pequeñas esferas de reducida autonomía como la UE, la India o Rusia, por citar tres) no seremos capaces de navegar el futuro, advierte Stahlman. A este respecto Oriente conoce Occidente mucho más que al revés. Y el Metaverso nos conocerá a todos.

5 de octubre 2021

elcano

https://blog.realinstitutoelcano.org/las-guerras-de-las-tres-esferas-occ...

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