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Opinión

Maxim Ross

Gómez, como yo lo llamaba, el a mi Ross. Fueron 50 aňos de una sentida y profunda amistad, llena de conflicto de ideas, de discusiones interminables, de habernos escapado, los dos, del oscurantismo marxista y de ese socialismo infantiloide que cree que todo lo puede. Recuerdo, que salir de ese atolladero de ideas me costaba y me decía, me acusaba, de que yo seguía siendo comunista, porque Gómez abrazó las ideas liberales primero que yo y, él no conforme con eso, me puso a leer a Hayek, a Popper y me obligó, prácticamente, a estudiar filosofía. ¡Hasta que me convenció! Brillante, brillante como no hay dos, ese era mi amigo Emeterio.

Así de perseverante era mi amigo Emeterio y quienes lo conocieron pueden dar fe de ello, tanto que no dejó tranquilo a nadie para difundir sus ideas. Nos fuimos y vinimos a enseñar economía de verdad, por allá por los años 80’s y le dimos un vuelco a la Escuela de Economía de la UCV, precedida por cuanto marxismo fue posible. En todo lo que publicó hizo de Marx y el marxismo un disparate histórico.

Pero Emeterio no se quedó tranquilo y enarboló la bandera de una demoledora crítica contra las ideas liberales que el mismo había compartido porque, si una cosa fue verdad en Emeterio, es que no había idea que durara mucho en ese cerebro febril. Del capitalismo puro pasó al Capitalismo Solidario y de allí a una profunda reflexión sobre el significado de la Ética. Libros, folletos, charlas, conferencias fueron su hacer de todos los días.

Incansable Emeterio, pero ahora se cansó de vivir y se nos fue, pero ¡No es verdad! Porque está en la memoria de muchos, dejó huellas que, lo sé, van a perdurar.

He escrito esta breve nota en su honor, porque después de dicho lo anterior, lo que hay que decir es que era ser humano de primera, honesto a carta cabal, como se dice. Sensible a lo ajeno, solidario y, gran amigo, “peleón”, eso sí porque no dejaba pasar una idea sin procesarla, sin ponerle todo el corazón, el estómago y el cerebro para cambiarla.

Miren de que clase de persona hablo. Persona. Ese fue mi gran amigo Emeterio Gómez.

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Hugo Prieto

La crisis del coronavirus no solamente podría arrastrarnos al caos, sino a una situación de hambruna. La advertencia la hace Juan Luis Hernández, experto y consultor de temas agroalimentarios en diversas empresas y organizaciones internacionales.

A partir de 2013, la producción agrícola cae a niveles de los cuales no se tenía registro desde 1949, año en que se empezaron a llevar las estadísticas en Venezuela. Y la situación va para peor, porque la cuarentena que impone el virus coincide con el inicio del ciclo de siembra de los principales cereales que se consumen en Venezuela: arroz y maíz. Coincide, además, con la escasez de gasolina y los apagones eléctricos.

¿Por qué eligieron 2008 como año base para sus estudios?

Ese año lo tomamos como base por lo significativo de la evolución del gobierno de Chávez. La producción agrícola aumenta de manera significativa entre 2003 y 2008 debido a una mayor oferta de insumos, tanto de equipos como de maquinarias. Pero además se consolidan algunos sistemas de producción en rubros tan importantes como cereales y caña de azúcar. También aumenta la producción agroindustrial y las importaciones, pero esas importaciones no compiten con la producción nacional. Ese año, todavía Mercal y PDVAL significaban algo muy importante en la red de distribución comercial. Pero a partir de 2008, las políticas cambian y comienzan a surgir diversas dificultades.

Entre 2008 y 2013, los gráficos muestran una realidad muy distinta. Un estancamiento, incluso, una caída, aunque no significativa en todos los rubros. ¿A qué responde ese comportamiento de la producción agrícola?

Digamos que hasta 2008 las políticas del Gobierno eran de una intervención moderada y para algunos sectores, incluso, estimulante. Pero a partir de ese momento, empieza la idea del control estatal. Se produce, entre otras cosas, la toma de Agroisleña, que era un ente muy importante y había invertido muchísimo en el país en los años anteriores. Se aplica el control de precios y el control de la distribución. Comienza un período de inestabilidad en la producción agrícola. La producción industrial sigue creciendo, pero ahora se apoya, fundamentalmente, en las importaciones, que se disparan de manera absoluta. La producción nacional cada vez significa menos.

En el mundo anglosajón, que es mucho más pragmático, hay un adagio que reza: «Si la pieza no está rota, no la cambies». ¿Cómo es que ese recorrido de logros para la actividad agrícola (2003—2008) se cambia diametralmente por un periodo de inestabilidad y de estancamiento? ¿No hubo voces de alerta? ¿Voces disidentes?

Recuerda que eso se da en un marco económico muy favorable para el Gobierno. De nuevo, un boom petrolero espectacular que permite importar, endeudarse. A la vez se da la consolidación del PSUV como una organización de poder, más que como un partido político. En ese período se impone la idea que tenía Chávez de avanzar hacia el socialismo, a pesar de que pierde el referéndum de 2007. Confluye una situación económica muy favorable con la consolidación de un sistema político vertical y de control. Eso se va imponiendo de forma progresiva y sin grandes disidencias. No es que no las hubo. Sí las hubo, pero fueron muy poco significativas.

Lo que sigue después de 2013 es una caída en el abismo. Pero hay algo interesante, alrededor de ese año, se produce un boom de importaciones y un boom de medidas que hace que la agricultura tenga otro repuntico. Pero ya en otras condiciones. Pero, efectivamente, a partir de 2013, se produce la debacle. Esa debacle significa que cae, brutalmente, la producción interna en los rubros más importantes —maíz, arroz, caña de azúcar, café—. Y a su vez también caen las importaciones.

Estamos en un tercio y algo similar ocurre con la producción industrial. Entonces, por supuesto, si no hay producción interna, si no hay importaciones, cae el consumo y empieza esta situación de deterioro nutricional, sumamente grave, que estamos viendo. Nos está pasando una cosa: a principios de 2020 tenemos la peor situación nutricional, en términos de calorías y proteínas, que ha tenido Venezuela desde el año 1949, cuando se comenzaron a sacar esas cuentas.

Hay dos rubros muy importantes: arroz y maíz, caballitos de batalla en la alimentación de los venezolanos. Ahí la caída es incluso peor. La producción de maíz, por ejemplo, representa sólo el 16% de lo que se obtuvo en 2008. Ya ni siquiera ponemos atención en lo básico, en lo elemental, en los ejes de la producción primaria.

Así es. La situación de los cereales es dramática. Lo que ha pasado es que la producción de 2019 es la más baja que hemos tenido en la historia. Y las perspectivas para este año son prácticamente de una suspensión de la producción, entre otras cosas, porque la siembra se produce entre abril y mayo. Es decir, por estos días. Pero en las condiciones actuales —la emergencia del coronavirus, la escasez de gasolina y los cortes de electricidad— creo que, desde el punto de vista de los cereales y de los cultivos temporales, este año agrícola se va a perder.

Hay otro punto relevante. En 2008, las importaciones del sector privado representaban alrededor del 70% del total. Pero en 2018 el peso de las importaciones recae en el Estado, digamos, en un porcentaje similar. ¿Qué significa para el sector agrícola que el Estado se haya convertido en el gran importador de alimentos?

Esa dinámica de intento de control de todo el sector agroalimentario, y más recientemente con la participación militar, hace que las importaciones, en una proporción enorme, pase a manos del Estado. Pero resulta que en las condiciones actuales eso no es sostenible por dos razones. Una, el deterioro del negocio petrolero. Dos, la situación de crisis que vive el país. Resulta que el Estado importa, prácticamente, hasta septiembre-octubre de 2019. A partir de ahí le dicen al sector privado que importe él. Diezmado por la crisis, y en condiciones muy inseguras, es muy poco lo que puede hacer. El dato es impresionante, pasamos de 40.000 millones de dólares a 7.000 millones en importaciones totales. Y en el sector agroalimentario caímos 64%.

El monto de las importaciones agrícolas apenas supera los 3.000 millones de dólares.

Así es.

A raíz de la crisis del coronavirus, las cadenas de producción y comercialización se han roto en todo el mundo. ¿Cómo va a afectar ese hecho al sector agrícola?

Los efectos son extremadamente importantes. Por el lado de la capacidad adquisitiva de la población, nosotros tenemos unos salarios absolutamente ridículos (no llegan a dos dólares mensuales) y, por tanto, la población tiene que obtener ingresos fuera del salario. Y eso ha caído de una manera brutal. Por otro lado, la producción también cae de manera notable. ¿Cómo vas a poder sembrar maíz y arroz en estas condiciones? ¿Con las situaciones, además, de agua, electricidad y combustible? En estas condiciones de deterioro brutal de la economía, Venezuela podría tener prioridad para captar y obtener recursos de financiamiento internacional. Y ahora eso desaparece, porque la crisis del coronavirus va a potenciar los problemas económicos y de alimentación de muchísimos países. De manera que nos encontramos en una situación muy grave. Con un deterioro nutricional que pudiera llegar a una situación de hambruna. En este período, en este cuatrimestre, ha habido una caída del consumo brutal, con una situación adicional que se está reportando actualmente: la reaparición de la escasez en alimentos, pero de manera muy notable.

¿No habíamos superado esa circunstancia?

A mediados de 2019 se disparan los precios de los alimentos y la escasez, sencillamente, se acabó. La gente no tenía con qué comprar. Incluso hubo acumulación de inventarios, no tanto en la industria como en la cadena de supermercados. Pero resulta que esa situación empieza a cambiar muy rápidamente a raíz de la crisis del coronavirus. Se producen compras nerviosas. De acuerdo a una firma consultora, la escasez había descendido a su punto más bajo desde que se lleva esa cuenta (2015). Subió 25% en el mes de marzo. Eso puede proyectarse para el mes de abril y nos plantea situaciones muy difíciles.

¿Por la pérdida del año agrícola?

El ciclo de invierno, que es el más importante, está a punto de perderse o de llegar a niveles mínimos. Probablemente, muy pocos agricultores, de altos ingresos, pudieran tener algunos inventarios y sembrar algo. Quizás el Estado siembre otro poquitico. Pero eso va a ser una caída al menos de la mitad de lo que ya era el disminuido comportamiento del sector agrícola.

¿Qué podría decir de las cifras de la inseguridad alimentaria? De por sí alarmantes antes de la crisis del coronavirus. Insuficiencia alimentaria del 80%. Más de 6 millones de venezolanos pasando hambre. ¿A qué nos vamos a enfrentar cuando se levante la cuarentena y salgamos a la calle?

Si aquí no se produce, en un relativo corto plazo, un cambio del régimen político económico, que introduzca modificaciones importantes y cuente con un grado de apoyo externo, la inercia y continuidad de todos los factores que mencioné anteriormente, nos van a llevar a una situación cercana al caos. A ese caos se pueden aunar los problemas sanitarios: los del coronavirus y los otros que están presentes. La otra cosa que es terrible en medio de esta situación es que no podemos pensar que la recuperación será muy rápida, entre otras cosas, porque el apoyo internacional va a ser limitado. Sabemos que para salir de esto se requiere de un gran apoyo internacional, en términos de recursos.

Los primeros cálculos de la pandemia en la economía mundial son más que reveladores. Una caída superior a la gran recesión del año 29. Los países ricos van a atender sus propias crisis. No va a haber capacidad para atender a los países del tercer mundo, incluida Venezuela.

Sin duda alguna. El financiamiento internacional va a estar extremadamente más limitado. Hay otro efecto a tomar en cuenta. En medio de la crisis alimentaria, la gente deja de consumir alimentos frescos y a concentrarse en aquéllos que les da energía y algunas proteínas, son alrededor de siete productos. Actualmente, eso se está potenciando. La escasez de gasolina afecta particularmente el traslado a los mercados de frutas, hortalizas, leguminosas. Lo que termina pasando es que esos productos suben muchísimo de precio, lo que los vuelve inaccesibles. Hay escasez, además.

¿Qué panorama vislumbra para junio de este año?

Yo creo que se impone iniciar un plan de recuperación que no es posible en el marco actual. De lo contrario, el deterioro va a continuar. El otro problema es que si bien tenemos una diseminación moderada del coronavirus, gracias a Dios, estamos en unas condiciones de salud muy precarias, las defensas de los venezolanos están en el suelo, entre otras cosas, por una deficiencia nutricional. A nosotros nos puede tocar una afectación por el coronavirus mucho más grande que a otros países.

¿La militarización de la producción y distribución de alimentos que se impuso en 2012 no constituye un antecedente muy negativo para la inversión en el sector agrícola?

Sin duda. Con un factor que añado. Esos deterioros son acumulativos. Al igual que la pobreza. Hoy por hoy las condiciones para la recuperación van a ser más difíciles. Los niveles de producción son tan bajos que la posibilidad de duplicarla, digamos, en 18 meses es alta. En dos ciclos podríamos llegar al 32% de lo que producíamos en 2008. Necesariamente, durante un año o dos, vamos a depender de importaciones que tendremos que hacer de productos básicos.

19 de abril de 2020

Prodavinci

https://prodavinci.com/juan-luis-hernandez-creo-que-este-ano-agricola-se...

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Daniel Eskibel

La pandemia de Covid-19 que invade el planeta en 2020 es el mayor desafío que ha enfrentado la actual generación de líderes políticos. Un desafío de gestión sanitaria y de gestión económica en primer lugar. Pero también un desafío de comunicación política.

La pandemia mata, enferma, aísla, destruye empleos, cierra empresas, infunde miedo y deteriora la calidad de vida. Y una mala comunicación política agrava aún más la situación, además de poner en peligro todos los liderazgos políticos.

En este contexto es vital que la comunicación política sea más efectiva. En ello le va la vida a la sociedad, a la democracia y a cada dirigente político.

La buena comunicación política ayuda a destruir el virus

Muchos dirigentes políticos enfrentan la crisis del nuevo Coronavirus apelando a paradigmas de comunicación completamente obsoletos. El peor de todos ellos es el que separa y coloca en compartimientos estancos dos factores que en la realidad son inseparables: la gestión y la comunicación.

El error consiste en creer que en determinados momentos se gestiona y en otros momentos diferentes se comunica. Grave error. Tan grave que puede tener consecuencias dramáticas en la vida de todos.

Piénsalo de otro modo.

Piensa que la gestión y la comunicación están íntimamente entrelazadas en cada momento. Todo el tiempo. Siempre.

Para gestionar una crisis tienes que escuchar a los expertos, escuchar a tus colaboradores, escuchar a tus adversarios y escuchar a la población. Y aunque muchos no lo entiendan, escuchar es comunicar. Dicho de otra manera: tu forma de escuchar es parte esencial de tu comunicación política al mismo tiempo que es parte esencial de tu gestión de la crisis.

Pero además tienes que hacer otra cosa para gestionar una crisis. Porque después de escuchar tienes que tomar decisiones. Y esas decisiones las debes comunicar, tanto en forma oral como escrita. Tus decisiones carecen de todo valor si nadie las lleva a la práctica, se convierten en humo, se evaporan.

Dicho de otra manera: tu forma de transmitir tus decisiones también es parte esencial de tu comunicación política al mismo tiempo que es parte esencial de tu gestión de la crisis.

La pandemia del nuevo Coronavirus exige una comunicación política muy efectiva. La gestión de la crisis fracasa si falla la comunicación política interna de los equipos políticos. Porque la complejidad del problema solo puede abordarse desde la inteligencia colectiva.

Y la gestión de la crisis también fracasa si falla la comunicación externa de esos equipos con la población. Porque cualquier decisión se vuelve papel picado si no es asumida en la práctica colectiva de una sociedad.

Para matar al virus, entonces, necesitas (y necesitamos) que la comunicación política sea parte de la solución más que parte del problema.

Lo mismo ocurre con el liderazgo político.

La comunicación política efectiva ayuda a construir liderazgo

La pandemia de Covid-19 se va a llevar por delante muchos liderazgos políticos que parecían sólidos y va a colocar en su lugar nuevos liderazgos que hasta ahora pasaban desapercibidos.

Nunca como ahora los dirigentes políticos habían estado con tanta intensidad bajo la lupa de la población.

Ahora mismo están observados, escrutados, analizados. Y cuando todo acabe serán juzgados con severidad. Porque aún los ciudadanos más alejados de la política esperan que sus dirigentes ayuden a resolver los problemas. Que son problemas graves, con consecuencias terribles en la vida de todos.

Piénsalo con frialdad. Piénsalo hasta con la más cruel lucidez. Si fracasas ahora es muy probable que no tengas nuevas oportunidades políticas. Tu tiempo es hoy, ya sea que estás en el gobierno o en la oposición. Hoy es tu momento.

Tu sociedad vive la mayor crisis sanitaria, económica, social y política de la que tengamos memoria. Tu gente tiene miedo, mucho miedo, más del que puede confesarse en cualquier encuesta. Tu gente está pasando mal, nerviosa, llena de incertidumbres, sin saber hacia dónde ir ni cómo resolver todo lo que ocurre.

Esos hombres y mujeres te están mirando. Esperan algo de ti. Y lo que esperan no es la comunicación política de siempre, no es más de lo mismo. Esperan otra cosa. Necesitan otra cosa.

Si haces lo mismo de siempre, pues entonces estarás perdido cuando la población haga balance. Tu liderazgo, estés en el lugar que estés ahora mismo, depende más que nunca de tu comunicación política.

Cómo mejorar tu comunicación política en tiempos de Covid-19

Algunas ideas para mejorar y hacer más efectiva tu comunicación política en tiempos de Covid-19 (y tal vez en general en tiempos de crisis):

Comunica con hechos. No te encierres en tu despacho y baja a la calle siempre que sea posible. Predica siempre con el ejemplo. Ayuda, brinda tu esfuerzo, realiza tareas prácticas y pon en acción no solo tu mente sino también tu cuerpo.

Comunica con tu actitud. Respira profundo, serénate, conecta con tu calma interior. Todos necesitan que transmitas confianza, entereza y tranquilidad. Decisión y firmeza, nunca desesperación. Por más dura que sea la situación.

Comunica por encima de partidos e ideologías. Evita atacar frontalmente a otros partidos o líderes. Por el contrario: reúnete con políticos adversarios, apoya sus buenas ideas o acciones, elógialos y agradéceles cuando corresponda.

Comunica sin retórica, sin estridencia, sin exageraciones, sin oratoria política tradicional, sin intentar ganar votos ni cambiar percepciones políticas o maneras de pensar. Comunica lo específico, lo concreto, lo que es importante para la gente. Y hazlo con simplicidad y brevedad.

Comunica desde una posición de liderazgo colectivo (dejando de lado el ego y la identidad partidaria, poniendo el bien común por encima de tus propios intereses políticos).

Comunica con la máxima transparencia posible. Las personas que te escuchan necesitan saber que no hay nada que se oculte o que se falsee en medio de una situación tan amenazante. Esto incluye, además, que reconozcas tus errores con naturalidad y valentía. Comunica con cercanía. Los ciudadanos necesitan sentir la empatía del líder, necesitan verlo cerca suyo, ya sea real o simbólicamente. La empatía es la clave. Y aquí no valen los simulacros, solo vale que realmente la sientas.

Comunica con autoridad bien entendida, la autoridad de quien sabe de lo que habla. Si no sabes, pues estudia. Analiza a fondo los problemas y las soluciones, sin autocomplacencia, con rigor. Estos no son tiempos para la superficialidad.

Comunica mostrando un camino de salida a la crisis. Quienes te escuchan necesitan ver una luz al final del túnel, pero una luz verdadera, auténtica. El realismo, la firmeza y la esperanza son tus armas fundamentales a la hora de señalar el rumbo que hay que recorrer.

Comunica como un líder humano y no como un héroe. Eres una persona y así deben verte. Tienes limitaciones y necesitas ayuda. Tiende la mano a los demás. Demuestra con hechos y palabras esa humanidad.

En tiempos de Covid-19, mi recomendación es que te apartes por completo de la comunicación política electoral y despliegues en cambio una comunicación política centrada en problemas concretos. Es lo mejor para lo sociedad en este duro presente pero también es lo mejor para tu liderazgo futuro.

PD: Comparte este artículo con los dirigentes de tu partido político. Seguramente te lo van a agradecer.

Maquiavelo&Freud

https://maquiaveloyfreud.com/comunicacion-politica-pandemia/

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Un hombre duerme en la mitad de una calle en Barcelona durante la cuarentena decretada por la pandemia del coronavirus.Credit...Emilio Morenatti/Associated Press

Cuando Iván Ilich comienza a tomarse en serio sus dolencias y, angustiado, acude al médico, termina desconcertado ante un doctor que realiza conjeturas brillantes pero que no parece conmoverse con su caso. “¿Es peligrosa mi enfermedad?”, pregunta el paciente. El médico lo mira —“severamente”, acota Lev Tolstói— y después de una pausa reponde: “Ya le dije lo que creí necesario y útil. Lo demás lo demostrará el análisis”.

El diálogo entre la enfermedad y la ciencia que intenta derrotarla es, desde siempre, incómodo. La medicina no tiene —ni tendrá jamás— todas las respuestas. Sus certezas suelen ser provisionales, en cualquier momento pueden desarmarse ante un nuevo e inesperado misterio. En rigor, es una ciencia inexacta.

Nos cuesta mucho entender y asumir que somos una especie débil, sometida a las imprevisibles variables de la naturaleza. Ningún avance clínico jamás logrará ser suficiente. La enfermedad es un enigma con el que quizás nunca aprendamos a vivir. Lo peor, sin duda, ocurre cuando este enigma se desborda, cuando deja de ser un asunto personal, cuando se contagia con la velocidad de la histeria.

La pandemia del coronavirus nos devuelve a una de las definiciones de nuestra identidad que, con frecuencia, olvidamos y uno de los elementos más desesperantes de la COVID-19 es su falta de límites, la flexibilidad con la que se mueve en el tiempo. El virus se ha convertido en una ambigüedad sin final, en una provisionalidad que permanece, que se ha quedado a vivir y a matar entre nosotros. Nadie sabe muy bién cuándo pueda terminar, si acaso termina; cómo y cuándo puede regresar o repetirse un nuevo brote. De pronto, el saber clínico ha quedado desnudo, disminuído, sin capacidad de diagnósitco y sin posibilidad prospectiva.

En América Latina miramos hacia el otro lado del Atlántico tratando de descubrir alguna señal. Europa es nuestra bola de cristal, ese mapa errático y diverso parece de pronto nuestro método más confiable para obtener alguna noticia del futuro.

La pandemia también multiplica las incertidumbres. Es el clima ideal para que se propaguen los rumores y las especulaciones. En tiempo de cuarentena lo que más se mueve es la información. De todo tipo, de toda calaña. Vivimos encerrados consumiendo todo el día las distintas versiones de lo que supuestamente pasa o no pasa afuera. Y a medida que trasncurre el tiempo sin que haya desenlaces definitivos, la inseguridad y la desconfianza crecen. Necesitamos culpables y necesitamos la ilusión de una certeza. Por eso las teorías de la conspiración se reproducen con la rapidez del virus. Hay que dudar de los chinos, de los rusos, de los gringos, de los islamitas… pero también hay que desconfiar de la Organización Mundial de la Salud, de todos los gobernantes, de todas las estadísticas oficiales. No solo hay que dudar de que nos estén diciendo la verdad, también hay que dudar de la verdad misma. ¿Cómo es posible que los creadores de la ingeniería genética y de la inteligencia artificial se encuentren ahora acorralados por una “gripe”?

La metáfora de la guerra que, en más de una ocasión, ha funcionado para definir la lucha contra esta pandemia quizás no se ajuste demasiado a la realidad. Esto ha sido un asalto, una emboscada. Y aún no terminamos de recuperarnos de la sorpresa, apenas hemos logrado reaccionar defensivamente. Erráticos y desesperados, estamos tratando de minimizar la masacre. Ya fuimos derrotados de inmediato. Por eso las glorias son efímeras. Los héroes de hoy pueden ser los apestados de mañana. Es un caos que se suma al caos que ya estábamos viviendo: la crisis de las representación política, el fracaso de las democracias, el ansia de algunos por un orden autoritario… La idea de que nada será como antes tal vez sea solo un espejismo. En realidad, todo será como antes. Pero peor.

Poco antes de morir, desconcertado ante la enfermedad y ante la inminente cercanía de su final, Iván Illich se pregunta: “¿Quizás no haya vivido como he debido? […] ¿Cómo puede ser así, si siempre hice todo lo que me correspondía?”. A través de estas dos interrogantes, Tolstói introduce una de las dimensiones cruciales de la enfermedad: el cambio en la percepción de la realidad que se produce a partir de la conciencia de la propia vulnerabilidad. La aceptación de la debilidad, como condición definitiva de la vida, nos puede situar de manera distinta frente a las mismas preguntas de siempre: la desigualdad, la pobreza, la priorización del capital sobre la vida, la cultura del consumo, la destrucción ecológica y el cambio climático. ¿Cómo debemos vivir? ¿Qué nos corresponde hacer en este planeta?

La pandemia nos obliga a recordar que también somos una especie que puede desaparecer, extinguirse sin ton ni son; una variedad animal que puede contagiarse en masa y morir de asfixia. En sus diarios, escritos desde el padecimiento, Julio Ramón Ribeyro señalaba que “el dolor físico es el gran regulador de nuestras pasiones y ambiciones. Su presencia neutraliza de inmediato todo otro deseo que no sea la desaparición del dolor”.

La enfermedad genera otro tipo de lucidez, una forma diferente de mirar y de estar en la vida. Cuando la emergencia haya pasado, o se haya convertido en una nueva costumbre, tendremos la oportunidad de elegir entre la seducción del olvido o el desafío de tratar de cambiar, de intentar pensarnos y actuar de otra manera, desde la conciencia de nuestra fragilidad.

Alberto Barrera Tyszka es escritor. Su libro más reciente es la novela Mujeres que matan.

https://www.nytimes.com/es/2020/04/19/espanol/opinion/pandemia-coronavir...

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Luis Ugalde

Cuarentena, Encierro y Control. Tengo la impresión de que el gobierno ha manejado con decisión, firmeza y éxito esta primera etapa contra la pandemia. La dictadura desempeña con más eficacia y autosatisfacción el control armado. La población, consciente de la gravedad, ha acatado con resignada compresión.

Por otra parte, son innegables los abusos y corrupciones en torno a la escasez de la gasolina, con el empeño de controlar totalmente la información, la opinión y la mentira para que la voz del gobierno sea la única verdad; así como atropellar para ocultar datos, silenciar informaciones sanitarias y presumir de éxito mundial en el manejo del COVID-19. Afortunadamente, parece que el confinamiento y el control han frenado, por ahora, mayores males sanitarios, pues sigue su amenaza.

Producimos o Morimos. Pero esas mismas medidas oportunas tienen otra cara dramática e insostenible en el tiempo: miles de empresas cerradas, millones de trabajadores parados, encerrados con sus familias, sin producir, sin ganar y sin comida, y con todo el sistema educativo cerrado. Aguantar así 20 días es heroico, pero 40 o 90 se vuelven imposibles para los que necesitan el ingreso diario, para las empresas y para el país. En cierto sentido, lo que es bueno para frenar el virus es terrible para acabar de matar la enferma economía acional y llevar hambre a millones de familias. En nuestro caso, todo se agrava porque el COVID-19 nos llegó bajo una tremenda crisis productiva, sin luz, sin agua, con un sistema sanitario en agonía, sin gasolina… Sin gasolina no hay producción agrícola, ni transporte de alimentos, lo que es fatal para productores, consumidores, transportistas y comerciantes. Esta falta no se debe al virus, sino a la errada y corrupta gestión que ha llevado a la producción petrolera al desastre, los campos petroleros al abandono, PDVSA a la ruina y ha apagado las refinerías venezolanas. En las bombas preferían regalar 40 litros de gasolina que cobrar un despreciable billete de Bs. 100. Todo ello por incapacidad y corrupción propias del régimen, mucho antes de las sanciones norteamericanas. El tema de la gasolina no se resuelve reforzando el control en las colas; una nueva política y experta gerencia son necesarias para producir petróleo y gas, poner a valer nuestras refinerías y vender a precio rentable la gasolina en el país.

Esto tan simple de entender y desear, debe ser el punto de partida de los venezolanos bajo un acuerdo político realista. Agrade o no, el rescate de todo el proceso petrolero requiere de miles de millones de dólares, que no los tiene el Estado endeudado, y que, por tanto, tienen que ser capitales privados nacionales y extranjeros, que no aparecerán con su capacidad de inversión, tecnología y gerencia, si no hay ganancia, garantías jurídicas ni respaldo de un Estado y un Gobierno con un enfoque económico y político muy contrarios a la ruinosa aventura que Maduro se empeña en mantener.

Lo que decimos de la gasolina vale para todas las demás áreas que van desde la salud, producción de bienes y servicios, educación o servicios públicos básicos… Las soluciones tienen que ser concretas, creativas y urgentes con un país movilizado y unido. Ahora como nunca estorban los dogmas políticos ideologizados.

Urge un Gobierno Amigable, capaz de inspirar, escuchar y convocar con sinceridad a las organizaciones de la sociedad civil, a los diversos partidos hoy perseguidos, a los trabajadores y empresarios claves en la necesaria transformación productiva. Amigable, también, internacionalmente con los gobiernos y organismos cuya buena relación y colaboración necesitamos. La dictadura actual es hostil a todos ellos y por eso es el mayor obstáculo para la necesaria activación creativa y solidaria de toda la sociedad. Como dictadura puede controlar, imponer y perseguir, pero no puede convocar y movilizar a la sociedad entera en torno a un Gran Acuerdo de Emergencia Nacional. Por eso es urgente la renuncia de Maduro y un cambio a fondo del desastroso proceso que el régimen ha sido incapaz de evaluar con sinceridad y de cambiar.

No es separable la lucha contra la pandemia del conjunto de la política económicosocial. Ni los países más prósperos pueden vencerla, sin acuerdos que incluyan el apoyo de toda la población, para poner en práctica urgentes y extremas medidas contra la gravísima crisis socioeconómica que afecta a decenas de millones de empleos y centenares de millones de pobres. Además, en el caso de Venezuela no hay respuesta posible duradera y eficaz sin un internacional fuerte apoyo político, económico, social y sanitario. Nada de esto tan necesario será posible sin un cambio de régimen y restablecimiento de la Constitución violada y de la democracia, sin perseguidos ni presos políticos con plena libertad y sin sanciones internacionales. Por eso, la vida de los venezolanos exige la renuncia presidencial para la transición inclusiva con un Gobierno de Emergencia Nacional, integrado por cinco personas
capaces, confiables y representativas.

Sin eso no podrán llegar ni las ayudas humanitarias, ni el necesario levantamiento de las sanciones, ni las inversiones. La vida de millones de venezolanos está amenazada y hay que concentrar toda la política (sin descuidar la organización de elecciones presidenciales libres y con garantías) en esta transición muy exigente para todos: para los políticos del gobierno y de la oposición, para los empresarios, y para todos los integrantes de la sociedad civil. Sin ese encuentro solidario de la Sociedad con creatividad inédita, está garantizado el fracaso del país. La sociedad venezolana y su tragedia actual deben liberar el Estado del sector político que lo secuestró con promesas de vida y lo llevó a resultados de muerte. Es indispensable que el gobierno de transición incluya a chavistas honestos produciendo soluciones y con la única obsesión de sacar a flote el barco del país.

https://articularnos.org/2020/04/19/pandemia-cierre-y-gobierno-de-emerge...

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Algunos aprovecharon mi artículo de la semana pasada para cargarle la mano a los políticos, para dar rienda suelta a ese sentimiento antipolítica, que tenemos tantos años cultivando. Aunque no era la intención de mi artículo, debo reconocer que comprendo porque ocurre. Es algo natural. Los políticos son el sector al cual más se achaca la fama y el vicio de la corrupción. Es lógico, son los que manejan los recursos del país, de la población, y aunque no se los apropien, basta con que no se administren de la manera que cada quien pensaría que se deben administrar, para que surja la sospecha. Y en muchos casos, no es una mera sospecha, sino una certeza.

Además, los políticos forman parte de un sector de la población al cual nadie va a salir a defender. El político corrupto, no lo va a hacer, pues procura pasar desapercibido y que no se levante mucho polvo a su alrededor; y el que no lo es, no se da por aludido, pues no considera que tenga algo de que defenderse. En un mundo lleno de preguntas y ávido de respuestas y soluciones, cuando no se encuentran, es más fácil encontrar culpables y si estos no se defienden, no dicen nada, mejor que mejor, pues todos sabemos que el que calla otorga.

En conclusión, estamos frente a uno de esos lugares comunes que todos aceptamos y repetimos automáticamente, sin pensar. Nos dicen política o políticos e inmediatamente pensamos en corrupción y en piloto automático repetimos como un mantra, la frase: “los políticos, son todos unos corruptos.

Así, la antipolítica forma parte de la narrativa populista, de izquierda y de derecha, a la que me referí la semana pasada. Esa frase, “los políticos, son todos unos corruptos”, forma parte de ese “mensaje” del que hablé (y del que solo desarrollé una pequeña parte en el artículo referido), con el que Chávez, el chavismo y el madurismo mantienen su popularidad entre la gente que los sigue.

Esa predica “antipolítica” tuvo una importante expresión durante más de 20 años en Venezuela, antes de Chávez, y en la cual se “enrolaron” muchos empresarios, medios de comunicación (no olvidemos la predica de ese gran “influencer”–como les dicen ahora– que fue Renny Ottolina) y cuyos epítomes fueron novelas como “Por Estas Calles”, pero también casi todos los programas políticos de opinión en radio y TV, columnas de prensa, cuyos autores hoy están casi todos arrepentidos y son furibundos anti régimen; fue parte también del discurso político de campaña que llevó a Rafael Caldera y su “chiripero” a la segunda presidencia en 1993 y después a Hugo Chávez Frías en 1998 y que hoy mantiene a Maduro en el poder; como “discurso”, pues sabemos que lo que realmente lo sostiene allí es la fuerza armada y la represión.

Hugo Chávez se supo montar muy bien en esa onda antipolítica, anti partidos, y se lanzó también por otra vía de ese virus populista: acusar a los políticos de “corruptos” y que esos eran los que le “quitaban el pan al pueblo” y por eso él iba a “freír en aceite” las cabezas de los adecos y acabar con los partidos corruptos. Y lo hizo. Pero no acabo con la corrupción, a esta la potenció. Acabo con las instituciones, el congreso, los partidos –en la Constitución Bolivariana ni siquiera se les nombra y expresamente prohíbe que sean financiados por el Estado– modificó la composición del TSJ, cambió a su antojo la constitución y los símbolos patrios, y un largo etcétera; y esa tarea la continúa hoy Maduro: desconociendo a la AN, inhabilitando a los partidos políticos, persiguiendo y encarcelando diputados y líderes políticos y demás. Esa predica anticorrupción, ese aprovecharse del “hastío” de la clase media, sobre todo de esa que espera “que le toque algo” de la riqueza del país, forma parte de esa “narrativa” populista, que Chávez supo utilizar muy bien.

Y es que con respecto a los políticos y la corrupción, frecuentemente se nos olvidan dos cosas; una, que los políticos están allí donde nosotros, ciudadanos, los colocamos, donde nosotros los ponemos y usualmente no los controlamos, porque es más fácil, más cómodo, ocuparnos de nuestros negocios, actividades académicas, familias; y dos, que donde hay un político corrupto, por lo general también hay un empresario, un banquero o un connotado miembro de la sociedad civil que se beneficia de esa corrupción; pero no hablamos de eso, solo de los políticos. Bueno, no lo hacemos nosotros, porque la “narrativa” populista si se ocupó también de los empresarios, con discursos, insultos, hostigamiento y esa política destructiva de empresas, las expropiaciones, etc., que trabajadores y seguidores del régimen aplaudieron a rabiar y que hoy lamentan al verse sin empleo, sin ingresos y sin lo que producían esas empresas que arruinaron.

Es en verdad, esto de la antipolítica, una situación compleja, que tiene dos aristas, la del partido, el líder político, como tal, y la de la sociedad civil, los líderes de la sociedad civil, cada vez más activos en política. En ambos sectores debemos superar desviaciones y limitaciones.

Tenemos que decir que es cierto que la mayoría de los partidos no han dado muestras de haber llevado a fondo sus procesos internos de renovación; muchos de ellos continúan siendo un cascaron vacío, sin ideología, expresiones decadentes de escasa participación social, que se activaban tan solo en momentos de procesos electorales y con cuantiosos recursos económicos –cuando dispusieron de ellos–, que los utilizaban en contratar asesores de imagen, costosas campañas publicitarias y –cuando se podía– en comprar espacios en los medios. Sus líderes se convirtieron así en “líderes mediáticos” que pululaban alrededor de micrófonos de radio y cámaras de televisión y su inspiración programática eran las encuestas de opinión, a las que seguían como si tratara de verdaderos oráculos. Todo eso se quedó en cenizas del pasado.

Pero no es menos cierto que había muchos autodenominados líderes de la sociedad civil, y hoy hay nuevos líderes políticos, expertos en utilizar redes sociales y la organización que habían creado a su alrededor, frecuentemente sobre estimando sus potencialidades y utilizándolas como atajo —con unos pocos seguidores— o como plataforma de proyección personal y política y se montaban sobre el vacío de poder dejado por los partidos y líderes tradicionales y, con la excusa de que los partidos “ya no los representaban”, nos presentaban –hoy algunos todavía lo hacen– sus propias y personales aspiraciones de poder.

Algunos veían que esa era una ruta más fácil, en vez de hacer carrera política en algún partido, comenzando desde la base, ganando y escalando posiciones con trabajo; pretendían llegar “por arriba”, con buenos contactos en los medios de comunicación, desde una ONG, a veces de carácter unipersonal, de página Web o de “maletín”, para ahorrarse el tiempo y el esfuerzo que le supuso al líder profesional, de partido, llegar a la posición que ocupaba. Constituyeron así “organizaciones”, eficientes en el uso de los recursos mediáticos y la prensa, pero donde la tónica dominante seguía siendo el individualismo, en red y “organizado”, pero individualismo al fin; donde privaba –en algunos casos, hoy aun priva– el interés personal, la falta de compromiso, la falta de arraigo y proyección en la comunidad. En nada se diferenciaban de los líderes y partidos tradicionales que criticaban y “satanizaban”.

Era en efecto una “satanización”, que sin duda tenía y tiene un cierto asidero en la realidad, no es posible negarlo; pero, en la práctica, aun sirve de excusa para que los venezolanos comunes, por frustración o comodidad, nos desentendamos de la política y dejemos esta tarea en manos de los políticos y los partidos, para después quejarnos. ¿Cuándo abandonaremos ese discurso, que no ha conducido a ninguna parte?

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Benjamín Tripier

Análisis de Entorno

El concepto de “globalización”, se fue consolidando y convirtiéndose en la estructura que en la actualidad, prácticamente, nos define como civilización. Podríamos visualizarla como una gran red que cubre el planeta, cuyos nodos son países, empresas multinacionales y poderosas organizaciones tipo la Iglesia o la ONU. Se trata de una estructura física apoyada en negocios, información, tecnología, cadenas de suministros y logística, que después de la pandemia quedará intacta, pues el Covid-19, se trata de un virus que funciona como una bomba “solo-mata-gente”, y que deja la infraestructura intacta. Y además no mata a todos los que infecta, sino a un porcentaje relativamente bajo, por lo que posiblemente el impacto profundo de la bomba, no sea el virus en sí mismo, sino la vía que se seleccionó para enfrentarlo, que es la cuarentena masiva. Que se trata de un instrumento eminentemente sociológico –ni sanitario, ni económico- que nos lleva a paralizar el uso de la infraestructura, bajando el nivel de actividad hasta puntos en los que para algunos, será imposible remontar, y algunas empresas, y los empleos asociados, desaparecerán. Y al permanecer la infraestructura intacta, no deben esperarse cambios profundos, excepto tal vez en el comportamiento de la gente, que es el que, a su vez, mueve el comportamiento de las empresas, y que podría proponer una aproximación diferente cuando arranque la reactivación. El trabajo a distancia, la optimización del consumo, y la revalorización del ambiente, podrían ser de los cambios positivos, mientras que estirar el tiempo de vida del petróleo –por el exceso de inventarios y los precios bajos- y el gran desempleo, serian de los aspectos negativos.

La cuarentena detuvo la actividad de un momento para otro, casi sin dar opciones; mientras que el proceso de reactivación –rebote primero y estabilización después- ya estará más, en manos de decisiones gerenciales, porque de cómo se arranque dependerá el nuevo ordenamiento, que seguirá el patrón de comportamiento de la red, reconstituyendo las cadenas de valor, y haciendo que ningún nodo alcance su nuevo equilibrio, hasta que sus proveedores y clientes lo hagan, y hasta que el transporte y la logística estén nuevamente disponibles. Sin duda habrá un nuevo comienzo, que tendrá mucho de lo anterior, algo de aprendizaje y relativamente poco de cosas nuevas.

Político
La situación de la pandemia ha hecho que las ideologías se hayan ido quedando vacías de contenidos prácticos con los cuales resolver el futuro, para cuando esta situación se estabilice; pues parece que terminar, lo que se dice terminar, no ocurrirá en mucho tiempo, y que tendremos que convivir con ella. Y hablo del futuro, porque será el momento en que, infectados o fallecidos, más o menos, todos deberemos buscar un camino que corrija lo que venía ocurriendo; y la política será la llamada a interpretarlo. No es casual el silencio político al que estamos asistiendo en Venezuela donde nadie habla del futuro, y las dos únicas voces que se escuchan, son la propaganda del gobierno y la posición de EEUU/Guaidó, ambos compitiendo por el poder, el uno para mantenerlo, y el otro para obtenerlo. Siempre en el presente, nada para el futuro.

Social
La gente en sus casas está teniendo el tiempo que no tenía para fantasear sobre el futuro, y cómo le gustaría que éste sea, mas desde su punto individual, que influidos por el entorno. El ser humano que emergerá, lo hará siguiendo patrones y expectativas modificados por la cuarentena, los cuales si no son identificados, anticipados y satisfechos por los gobiernos, las brechas que existían se profundizarán. En los países más ricos, la brecha será menor que en los pobres, como nosotros, donde posiblemente se traduzca en descontento manifiesto, que hasta pudiera llegar a la violencia. Ahí, en lo social, está nuestra verdadera bomba de tiempo.

Económico
Cuando los ingresos de un país realmente no alcanzan, ni los maquillajes contables, ni la impresión de dinero inorgánico, o la circulación de cuasi dinero (que en nuestro caso son billetes usados de baja denominación de dólares, de origen incierto), logran “correr la arruga”, por lo que podemos anticipar, que con medidas aisladas por compartimentos estancos, no encontraremos las soluciones de fondo que necesitamos. Hay que hacer algo diferente.

Internacional
Default de deuda, llegada de médicos cubanos, dependencia casi absoluta de China y sobre precios en medio de la pandemia, son algunos de los indicadores tempranos de que en el gobierno de Argentina cada vez más se impone la línea del kirchnerismo camporista. Al igual que Venezuela, podría entrar en un aislamiento regional que no sería bueno ni para la región, ni para la Argentina, y por supuesto, ya estamos comprobando que tampoco lo está siendo para Venezuela.

Recomendación

  • Al gobierno que revise opciones que permitan que, al salir de la pandemia, arranquemos un proyecto de unidad que no solo refleje la voluntad de la gente, sino que nos devuelva el ánimo necesario para reconstruirnos.
  • A las empresas, que hagan una introspección sobre su modelo de negocios y su viabilidad en el entorno post pandemia. Continuar sin cambios de fondo ya dejó de ser una opción

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