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Opinión

Guillermo García N

Tanto Ricardo Hausmann como el Banco Mundial han declarado que el establecimiento de la dolarización plena en Venezuela no es viable y que otras opciones de estabilización de la economía venezolana estarían planteadas. La gran pregunta: ¿En las condiciones que está la economía del país es realmente viable y con alta probabilidad de éxito un programa o plan como lo plantea Hausmann y el Banco Mundial en su propuesta?

A que se enfrenta el Plan Hausmann y BM.

La economía venezolana atraviesa la mayor contracción económica registrada en la historia de América Latina. Durante los últimos 5 años, el producto interno bruto per cápita cayó masivamente en 36% y la proyección para 2019 es de una caída de más de 18%, 28 puntos más que la contracción sufrida por los Estados Unidos durante la Gran Depresión. A esto se le ha sumado la tragedia de la hiperinflación, que ha destruido completamente el poder de compra del bolívar y del nivel de vida de los venezolanos. Como es habitual en periodos de alta inflación, los precios locales han pasado a ser dictados en gran medida por el dólar, mientras que nuestros salarios siguen estando en bolívares que cada día pierden más su valor.

Hay múltiples causas que explican el colapso económico de Venezuela, pero ciertamente entre las más relevantes están sus enormes déficits fiscales. Por 6 años consecutivos, el sector público consolidado ha gastado más dinero del que le ingresa. Este déficit alcanzó el año pasado un 21% de Producto Interno Bruto (PIB) de la nación. Al no encontrar otras formas de financiamiento, el gobierno venezolano ha recurrido continuamente a una impresión de dinero descontrolada para financiar su brecha fiscal y emisión de deuda externa.

Rescatar a Venezuela comienza por frenar en seco la hiperinflación. Este es uno de los motivos por los que un plan para recuperar a nuestro país debe partir de un plan sólido para frenar en seco la hiperinflación. Rescatar los salarios, permitir la planificación económica, cerrar la brecha entre ingresos y gastos del Estado; y reestructurar la deuda, estas son las prioridades más urgentes que debe tener un gobierno de transición.

La viabilidad de un programa de estabilización, como el que se propone Hausmann y BM, esencialmente depende de la credibilidad de la promesa del gobierno de mantener el gasto bajo control, abatir la hiperinflación rápidamente y mantener un mercado de cambio confiable. En un país que no ha visto inflación de un dígito en 33 años y un mercado cambiario estrambótico, estos compromisos son difíciles de vender al mercado y sus agentes.

¿Por qué algunas estabilizaciones funcionan y otras no? Usualmente, las expectativas juegan un rol crucial. Para que los agentes económicos a cargo de la fijación de precios dejen de incrementarlos, tienen que confiar en que la senda de crecimiento de la oferta monetaria será estable en el futuro. Si bien esto es lo que prometen todos los gobiernos que intentan estabilizar, esa garantía no siempre es vista como creíble por los fijadores de precios.

Los gobiernos que se enfrentan a un problema de credibilidad imperfecta terminan adoptando políticas monetarias y fiscales restrictivas, no porque ello sea óptimo para la economía, sino porque es la única forma que tienen de hacer creíble la promesa de bajar la inflación y estable la moneda. Y es el costo social y político asociado con esas políticas el que termina minando la viabilidad del ajuste, dándole razón a los que ponían en duda su credibilidad. En otras palabras, el costo de la credibilidad imperfecta durante un proceso de estabilización es atravesar una recesión que podría llegar a ser profunda. No creemos que Venezuela pueda soportar un período prolongado de dolorosa austeridad en las circunstancias de crisis humanitaria en las que se encuentra. Por ello, la principal característica de un plan para frenar la hiperinflación debe ser generar credibilidad ante los agentes económicos.

A pesar de que hay estrategias para lograr la estabilización de la economía como la que presenta Hausmann y el BM, la dolarización es la única que permite al Estado garantizar de forma completamente creíble la eliminación de la impresión descontrolada de dinero, que dio origen a la hiperinflación, sin implementar medidas ortodoxas. El establecimiento de un esquema de tipo de cambio flexible como lo plantea Hausmann y el BM en un escenario de hiperinflación como el de Venezuela, es de alto riesgo de fallo, y su implementación costosa en términos de recursos y de generación de credibilidad y confianza en el bolívar. No podemos darnos el lujo de intentar y fracasar. Cada estabilización exitosa en la historia de América Latina lleva tras de sí una larga historia de políticas fallidas. Países que han vivido episodios de crisis similares al nuestro han tardado en promedio 9 años en contener su inflación por debajo del 100% anual, de los cuales 3 años fueron de inflaciones por encima del 1.000%. Además, estos episodios estuvieron marcados por varios intentos fallidos de estabilización. Venezuela lleva 2 años con inflaciones anuales de 5 dígitos. Esto significa que la crisis que enfrentamos podría todavía durar 6 años más si no detenemos la hiperinflación en seco. Con los niveles de pobreza que sufre Venezuela, ¿hay alguien que piense que podemos sobrevivir 6 años en estas condiciones?

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Carlos Raúl Hernández

Vale sospechar que cuando algún personaje emprende campañas moralizadoras, estamos más bien ante un redomado bribón con fines distintos al bien público, como lo vivimos con los notables en Venezuela y los gobiernos antipolíticos desde 1993. Las cruzadas éticas recuerdan demasiado la turbidez de la inquisición. Los jueces se quedaban con las propiedades de las enjuiciadas por brujas y se ha analizado la perversidad sexual en los procesos y las sesiones de tortura. En Perú hoy ha aparecido un tribunal de inquisición que confiesa “No nos enfrentamos solo al poder del dinero, sino… a la clase política peruana” (El País, 21/04/19). Prepárese que viene la revolución.

La ofensiva de terrorismo judicial es mucho peor que la que tuvimos aquí hace 28 años. El Torquemada de turno, el fiscal Rafael Vela, explica claramente su plan. Lo mismo planteaban Escovar Salom, Uslar Pietri, Maíz Vallenilla y otros de aquellos repúblicos que demolieron el prestigio del liderazgo, a los que debemos la destrucción de la democracia y el ascenso del chavismo. Cuenta el Santo Oficio del Virreinato Perú con la esencia del procedimiento inquisitorial, anterior al derecho acusatorio moderno: la prisión preventiva, nada menos que por tres años, es decir, una sentencia previa por sospecha, sin juicio y sin derecho a la defensa.

Así están presos el expresidente PPK, enfermo cardíaco, a sus 82 años una condena a muerte, y su anterior rival, Keiko Fujimori, también hasta ahora sin pruebas. Estuvo año y medio en la cárcel el matrimonio Humala Heredia. Pensaban hacer lo mismo con el expresidente Alan García, pero ocurrió lo imprevisible. El kamikase blandió como arma blanca su muerte y se las clavo en la garganta. Tal vez el escándalo mundial amaine ese terrible peligro de un país donde los presidentes desde Fujimori a nuestros días, todos los de los últimos 27 años están acorralados por el sistema judicial, menos el que voló sobre el nido del cucú.

Los tribunales del odio

El terrorismo judicial logró que Fujimori siga preso para que se muera, después de pagar larga pena y recibir un indulto legítimo. La carta de Alan García estremece, sobre todo porque la escribió semanas antes, y su decisión y serenidad recuerdan a Getulio Vargas cuando hizo lo mismo en 1954. También Salvador Allende se suicidó en la ruina política, la destrucción y curiosamente varios Allende lo hicieron: su hermana y una de sus hijas. La diferencia es que García reivindica con razón su triunfo, en el segundo periodo tal vez el mejor presidente que tuvo Perú.

Clava una frase de bronce, shakespereana, en su testamento. Dejo mi cadáver en señal de desprecio. El fiscal Rafael Vela se queja de no haber podido encerrar más indiciados porque tienen dinero y pueden contratar buenos abogados, un contratiempo. Dice el héroe que “estamos enfrentando no solamente a toda la clase política del país (toda) sino… espaldas financieras muy grandes… personas de alto perfil tienen mucho dinero para pagar defensas técnicas muy calificadas” (idem).

Si el fiscal es capaz de decir que toda la clase política es corrupta, ya sabemos de qué se trata. En la misma página de semejante testimonio apareció el artículo habitual de Vargas Llosa, quien tan merecidamente tiene ganado respeto universal y por eso esperamos de él sensatez y sentimiento. Pero esta vez Don Mario se olvidó del Premio Nobel, se bajó del caballo y declaró como un peruano sacudido por la política de su país, del que sabemos que nunca ocultó su ojeriza a García. Por eso afirma cosas que no cuadran con las dimensiones del escritor.

Voto de pobreza

La estructura subyacente del artículo es esta: ciertamente al sospechoso, pese al alud de investigaciones, no le han podido comprobar nada… pero intuyo su culpa, porque no es como Belaúnde que salió más pobre de la Presidencia que al entrar. Don Mario despoja el acto final de García de cualquier dignidad y lo atribuye al remordimiento o la culpa. Otelo y no Antonio. Es incomprensible que alguien como él, un cultor de Tirante el blanco la novela de caballería de Joanot Martorell, y de Don Quijote, reste importancia al sacrificio supremo, caballeresco de dar la vida por una causa, por la honra.

Entregar el físico no es cualquier cosa como sabemos todos, pero nadie mejor que Don Mario que ha leído todas las novelas y dramas. Desconcierta que un liberal moderno y culto acepte que hay culpables sin pruebas. Tanto como exigir voto de pobreza a un político exitoso con cincuenta años de carrera y dos veces Presidente de la República. Tal vez los peruanos, y su Premio Nobel, deberían comenzar a preocuparse por el destino de esta marcha de la locura judicial y por el rumbo del país impulsado por la Vela del fiscal.

Una experiencia memorable y que debiera servir de ejemplo, en la que un juez en la lucha contra la corrupción se sintió ungido y quiso cambiar el mundo fue la de Antonio Di Pietro, el mani puliti, protagonista de la razzia contra dirigentes políticos y empresariales a comienzos de los 90 en Italia que se llamó la tangentópolis. El resultado no fue un nuevo sistema político de manos limpias sino la liquidación de los partidos históricos y el advenimiento de la antipolítica, que tomó cuerpo nada menos que en Berlusconi.

@CarlosRaulHe

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Edoardo Campanella

Las estadísticas pueden contener verdades brutales. Todo el tiempo se nos dice que hoy la innovación es más veloz que nunca, pero los datos que surgen de la llamada Cuarta Revolución Industrial sugieren que es cualquier cosa menos revolucionaria. El crecimiento de la productividad en las economías avanzadas hoy es el más lento de los últimos cincuenta años.

Esta “paradoja de la productividad” suele atribuirse a problemas de medición o a que los efectos de la adopción de tecnologías disruptivas operan con retardo. Pero otra explicación posible es que el debate público sobre las tendencias tecnológicas tiende a estar dominado por las empresas y los emprendedores que las originan. Nadie escucha las voces de la inmensa mayoría de empresas que tienen problemas para mantenerse a la par del cambio tecnológico (o que le oponen resistencia activa).

Reconocer la existencia de esta perspectiva sub representada es esencial para comprender por qué la revolución digital no aparece en los datos (y por qué todavía no es seguro que prospere). Básicamente, todo el alboroto que hay en torno de esa revolución tiende a basarse en generalizaciones sesgadas. Más allá de la fascinación que provocan, la inteligencia artificial (IA), el aprendizaje automático, el análisis de macrodatos (big data) y los robots humanoides siguen siendo competencia de un puñado de empresas. La atención que reciben estas tecnologías no se corresponde con la escala de su desarrollo y adopción. Como observó jocosamente Dan Ariely, de la Universidad Duke, en 2013: “El big data es como el sexo adolescente: todos hablan de él, nadie sabe realmente cómo se hace, todos piensan que todos lo hacen, así que todos dicen que lo hacen”.

La dinámica del proceso es fácilmente discernible. Los periodistas andan detrás de historias interesantes, los inversores buscan rendimientos atractivos, los consumidores quieren anticiparse a la siguiente moda tecnológica. Las redes sociales, los medios de comunicación globales y los congresos internacionales amplifican las voces de los disruptores, que están interesados en inflar sus propias perspectivas. Y conforme la información pasa de boca en boca, crece el número de creyentes, y el rumor se convierte en regla.

Tomemos por ejemplo el último informe anual del Foro Económico Mundial (WEF) sobre las nuevas tendencias del mercado laboral, que se basa en una encuesta a grandes corporaciones multinacionales. Según el informe, un incremento sustancial de las inversiones en aprendizaje automático, análisis de datos, nuevos materiales y computación cuántica de aquí a 2022 aumentará la demanda de científicos de datos, especialistas en IA e ingenieros en robótica, en detrimento de las profesiones actuales.

El problema es que la muestra de población que usa el WEF es muy poco representativa de la economía real. Dentro de la OCDE, las empresas con más de 250 trabajadores sólo son el 7% de todas las empresas activas, y emplean a menos del 40% de la fuerza laboral. Y aunque los autores del informe son conscientes de este sesgo, sus conclusiones no dejan de ser generalizaciones peligrosas. Sus empleos del futuro no tienen nada que ver con las necesidades de contratación inmediatas de la vasta mayoría de las pequeñas y medianas empresas que todavía operan dentro del marco de la Tercera Revolución Industrial.

Asimismo, un estudio de la OCDE halló que durante la última década creció marcadamente la diferencia de productividad entre las empresas de la frontera tecnológica y todas las demás. Muchas de las tecnologías avanzadas de las que tanto se habla en los medios siguen sin aplicarse en una proporción significativa de las empresas, y esto hace pensar que falta mucho para que incluso las innovaciones más revolucionarias comiencen a verse en un incremento del PIB.

Se ha dicho que tecnologías de uso general como la electricidad y la computadora personal tienden a incidir en la productividad no de forma inmediata, sino unos 25 años después de su creación. Pero ya pasaron 32 años desde que el premio Nobel de economía Robert Solow observó que “la era de la computadora se puede ver en todas partes, menos en las estadísticas de productividad”, y todavía no vemos la era de la computadora en las estadísticas de productividad. ¿Por qué habría de ser la IA diferente a la PC en este aspecto?

No tener en cuenta el punto de vista de los rezagados tecnológicos puede afectar seriamente la formulación de políticas, especialmente si el tecno optimismo (o el alarmismo) distraen la atención de los problemas graves que enfrentan los sistemas educativos y los mercados laborales aquí y ahora. Si los gobiernos empiezan a asignar más recursos a capacitar a la élite profesional avanzada del mañana, corren el riesgo de fomentar todavía más desigualdad hoy.

Por supuesto, los cínicos pueden desestimar a los “perdedores” diciendo que tienen poco que aportar al debate tecnológico: en el mejor de los casos ocuparán los lugares que la vanguardia digital cree para ellos, y en el peor de los casos se quedarán afuera del mercado laboral. Pero no hay que olvidar que las empresas de menor tamaño, aunque las tendencias económicas les sean desfavorables, todavía tienen poder político para presionar por una regulación más estricta de las nuevas tecnologías que ponen en riesgo su existencia.

La megaempresa global Uber lo sabe muy bien. Todos estos años ha encontrado una fuerte resistencia de pequeños grupos de taxistas bien organizados a los que nadie invitó nunca a las reuniones de la élite global para analizar las virtudes de la economía de plataformas. Y los “olvidados” de las economías avanzadas de todo el mundo ahora hallaron el modo de vengarse, votando a políticos y partidos populistas que se oponen al libre comercio internacional.

Para evitar una reacción todavía peor y comprender mejor el verdadero alcance de la Cuarta Revolución Industrial, hay que ver las disrupciones del presente desde el punto de vista de todas las empresas, no sólo las más avanzadas. Para que una transformación tecnológica sea sostenible se necesita una participación amplia en los beneficios; de modo que ayudar a los rezagados a adaptarse es tan importante como permitir a los innovadores prosperar: hay que escuchar las voces de los perjudicados por la disrupción.

Traducción: Esteban Flamini

16 de abril de 2019

https://www.project-syndicate.org/commentary/digital-revolution-silent-m...

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Quienes hoy ejercen el poder de facto en Venezuela conforman una mafia dedicada a expoliar al país. No producen, depredan lo producido por sus víctimas. Han saqueado por años las cuentas públicas, embolsillándose las partidas para el mantenimiento de la infraestructura y los servicios, para inversiones, y las destinadas a compras y contrataciones. Lo mismo con empresas y fundos confiscadas, hoy totalmente desahuciadas de sus capacidades productivas por el despojo a que fueron sometidas. Continúan rematando las riquezas del subsuelo a cambio de jugosas comisiones, como revelan los escándalos que se destapan en la banca mundial. Por si fuera poco, algunos se han convertido en garantes y cómplices del tráfico internacional de drogas a través de territorio venezolano. Ahora, además, secuestran para sí el oro de las bóvedas del BCV. Llevaron al país al borde de la expiración, pero siguen pegados como sanguijuelas para extraerle sus últimos fluidos vitales.

Las mafias las cohesiona la lealtad absoluta con sus jefes. Quienes son admitidos en el expolio cumplen sin miramientos las órdenes impartidas: no hay escrúpulos ni moral que se interpongan. De ahí su crueldad y recurrencia a la violencia. Observan ritos y profesan votos de lealtad, encerrándose sobre si mismos para reforzar su espíritu de cuerpo y asegurar la unidad de mando. Preservan, con ello, la eficacia y contundencia de sus pillerías. La Cosa Nostra, por encima de todo. La complicidad en las fechorías blinda a la mafia contra deserciones y/o traiciones. Avenirse con ella para que se aparte del delito, alegando el respeto a la ley y/u otras consideraciones referentes al bien social, no es posible.

El hecho de que Maduro y sus cómplices sigan atrincherados en el poder, sin admitir las ofertas para que su inevitable e irremediable salida sea menos traumática, sólo se explica reconociéndolos como mafia. Su comportamiento criminal se afianza aún más por disponer de una construcción ideológica que refuerza su apego a una colectividad perversa. Los aísla de tener que entenderse con una realidad que le es cada vez más adversa. Cuentan, además, con esbirros cubanos como demiurgo diabólico capaz de asegurar --hasta ahora-- que no se salgan del libreto. Con la repetición incesante de mitos de la vieja izquierda y su imbricación con resabios patrioteros alimentados por el culto a Bolívar, la mafia inculca a los suyos que son “revolucionarios”, luchadores por los intereses más nobles de la humanidad. Es irrelevante si se lo creen o no; lo importante es alimentar su convicción de que el país les pertenece por ser los únicos y auténticos representantes del Pueblo o de la Patria. Esta razón no se refuta por estar reducidos a una exigua minoría: es de naturaleza cualitativa. Si la mayoría se opone, mal por la mayoría: pierde toda legitimidad como expresión del pueblo y, por tanto, no es “pueblo”. Todo les resbala, porque, aun con las barbaridades que cometen, la Historia (con mayúscula) los absolverá. Su ideología sirve de amparo, proveyéndoles de una burbuja anti acústica como refugio. Disuelve todo criterio moral con que pueda juzgarse su accionar, porque el fin siempre justificará los medios.

Es muy agradable, muy cómodo, poder gastarse millones para el usufructo personal, importar lujos que hace tiempo desaparecieron del país, contratar camiones cisterna cuando falla el agua, tener plantas eléctricas particulares y contar con una plantilla de guardaespaldas bien armados para resguardar tu seguridad, la de tu familia y tus caudales. ¿Qué importan los sufrimientos causados con esta malversación si se cuenta, cual bálsamo que alivia culpabilidades, con una narrativa que remite la causalidad de los horrores padecidos al accionar de enemigos que conspiran contra la “revolución” y contra los intereses de la Patria? Por ello, este universo paralelo discurre felizmente, hasta el punto de promover “Estudios Avanzados, Hugo Chávez Constituyente” (¡!) y lograr manifiestos de solidaridad de cierta “izquierda” (¿?) en otros países. Mientras puedan seguir disfrutando su jauja particular y blindarse contra el mundo real, repitiendo incesantemente embustes con los cuales inmunizarse contra su responsabilidad en la destrucción del país, los mafiosos van a continuar aferrados al poder. No habrá terreno común de entendimiento, alegando el interés y bienestar de los venezolanos.

Lo argumentado apunta a la irracionalidad de la presente situación. Cualquiera pensaría que, ante las muestras abrumadoras de repudio, el colapso notorio de su gestión, la presión nacional e internacional, el efecto de las sanciones impuestas y la amenaza, muy creíble, de que serán redobladas, los integrantes de la mafia --entre los cuales destacan militares corruptos--, entrarían en razón sobre la necesidad de negociar su salida, sobre todo cuando todavía tienen agarrado la sartén por el mango. ¿Cómo es posible que alguien tan bruto, ignorante e incompetente, que tan aviesamente ha destruido al país, no lo hayan removido sus propios partidarios? ¡¡Cómo es que sigue todavía ahí!!

La perversidad del fascismo criollo desafía todo intento de superación de la situación planteada con base en criterios racionales. La imagen que viene a la mente es la de Hitler en su bunker en la película “La Caída”, incapaz de enfrentarse con la realidad de su derrota, invocando ante sus generales batallones fantasmas para lanzarlos contra los rusos que están a las puertas de Berlín, para suicidarse al final, denostando de su pueblo --los alemanes-- por no haber estado a la altura de sus designios. ¡La ideología, en sus versiones extremas, es locura pura!

Hay una analogía entre la situación planteada y el análisis de John Maynard Keynes sobre la gran depresión de los ’30 del siglo pasado. Como se recordará, la fuerte caída en la actividad económica se prolongó por años, desafiando la idea prevaleciente de que la economía poseía fuerzas correctivas que restablecerían automáticamente un equilibrio de pleno empleo. Keynes argumentó la posibilidad de que la economía se atascara en un equilibrio de profundo subempleo de recursos y de mano de obra, si las expectativas de los inversionistas eran adversas. No invertirían, por lo que se retroalimentaría las condiciones que generaban la depresión, perpetuando las expectativas adversas. Recomendó que un agente externo, el Estado, ampliara la demanda agregada a través de un mayor gasto público para insuflar en los empresarios una perspectiva positiva de rentabilidad. La racionalidad implícita en las fuerzas correctivas, autónomas, del mercado, estaban ausentes.

Al igual que la gran depresión, Venezuela corre el peligro de estancarse en un “equilibrio malo”, uno en el cual no se logra desalojar a los mafiosos por mecanismos racionales y en que, a pesar del colapso visible del país en todas sus dimensiones, encuentren todavía posible sobrevivir para continuar depredando lo poco que queda. La idea que recobra cierta fuerza ahora, de negociar elecciones con Maduro todavía en el poder, empantanaría al país en un tremedal sin salida. Desmoralizaría las fuerzas opositoras y otorgaría al usurpador, totalmente insensible a las desgracias provocadas por su gestión, un respiro contra el implacable acoso de “los enemigos de la revolución” (¡!), sin garantía alguna de elecciones legítimas. La prolongación del impasse implicaría una tragedia aun mayor que la vivida hasta ahora. Al igual que la prescripción keynesiana, no puede confiarse en que la racionalidad habrá de prevalecer para arribar a la solución deseada. Hace falta el empujoncito para que, aun tras su burbuja alienante, los delincuentes sientan irremediable su evacuación. ¿Qué cosa logrará que una mafia ideologizada y tan perversa entre en entendimiento? No hay fórmula sino seguir aumentando la presión. Muchas opciones están sobre la mesa y, lamentablemente, ante la insania perversa, no puede descartarse la aplicación de ninguna.

Economista, profesor de la UCV.

humgarl@gmail.com

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Leticia Castro

Emilia Ahvenjärvi llegó a América Latina desde Finlandia; la experta en calidad educativa es representante en la región de Team Finland Knowledge, una red del país europeo que propone hacer alianzas con el extranjero sobre temas relacionados a la educación superior y la investigación. Es magíster en Historia por la Universidad Complutense de Madrid y profesora de Ciencias Sociales, llegó a fines de 2018 y está haciendo un diagnóstico de los países latinoamericanos en los que hay embajada finlandesa, al tiempo que se reúne con las autoridades de cada país y se familiariza con los modelos educativos. En su paso por Montevideo conversó con la diaria sobre su rol como puente entre un continente y otro, las características del modelo educativo finlandés que se pueden aplicar en la región y las posibilidades de intercambio para investigadores de todos los niveles.

En particular comentó sobre Uruguay que está conversando con la Agencia Nacional de Investigación e Innovación y la Universidad de la República para dar a conocer posibilidades de estudio en Finlandia. Asimismo, junto con la embajada uruguaya en el país europeo trabajan con una red de estudiantes uruguayos en Finlandia. Además, señaló que la Administración Nacional de Educación Pública y la Agencia Nacional de Educación de Finlandia tienen un acuerdo de colaboración, en cuyo marco se llevan a cabo actividades de intercambio dirigidas a docentes, estudiantes e investigadores de posgrado.

Tu trabajo gira en torno a la calidad educativa. ¿Cuáles son los puntos claves para lograr una buena calidad educativa?

A nivel país es muy importante el elemento de igualdad de oportunidades. Es muy difícil tener un sistema educativo de calidad si no existen posibilidades equitativas de llegar a una buena enseñanza; si la segregación es muy elevada, eso normalmente lleva a una situación en la que unos estudiantes acuden a centros que tienen peor nivel, mientras que otros concurren a centros de enseñanza de mejor nivel. Eso no puede pasar. Por otro lado, la formación de todos los que trabajan en la comunidad escolar es crucial. Es necesario que todas esas personas sepan de lo que están hablando para que no las manden los directores, sino que realmente cuenten con la formación necesaria para influir en su trabajo. Un tercer punto relevante es el entorno de aprendizaje; vivimos en una sociedad cada vez más tecnologizada, y eso tiene que verse en el entorno. Entiendo que Uruguay en este sentido está bastante avanzado en virtud del Plan Ceibal.

Parte de tu trabajo en la región es la unión de educación e investigación. ¿Cuáles son tus primeras impresiones sobre el tema en la región?

En Finlandia tenemos claro que ninguna de las dos cosas puede existir sin la otra; son un conjunto, una simbiosis en la que las dos partes se necesitan. La enseñanza que se ofrece en las universidades siempre se basa en la actividad de investigación. Desde mi punto de vista, una formación universitaria, basada en la investigación, es un requisito sine qua non para que haya calidad en la formación docente. Tampoco se trata de ir al otro extremo, en el que sólo se estudien teorías. Siempre la formación docente tiene que tener una vertiente importante de práctica, para que esa persona que se está formando pueda aplicar diferentes teorías a diferentes situaciones de aprendizaje.

Finlandia es un país con muchos más recursos que los latinoamericanos. ¿Cómo se pueden trasladar a Uruguay las experiencias finlandesas, que tienen su costo y estructura pensadas para ese país?

Es importante recordar que Finlandia no fue siempre un país del primer mundo, sino que hemos subido, hemos creado todo ese bienestar después de la Segunda Guerra Mundial. Allí hubo una decisión como país de invertir en educación en todos los niveles y tener mucho aprecio a la actividad de investigación, sabiendo que no están separadas, y que ambas hacen al desarrollo del país. Creo que antes de llegar a los recursos hay que tomar una decisión y tener la convicción de que esa vía puede aportar al bienestar del país. Los mejores especialistas para el desarrollo educacional de este país están acá; nosotros podemos aportar nuestra experiencia y conocimientos, pero nunca vamos a estar en el rol de decir lo que tendrían que hacer los gobiernos, porque cada país tiene sus estructuras y desafíos. Pienso que es un tema que hay que afrontar con humildad, no desde una posición en la que Finlandia sabe lo que Uruguay necesita.

Una de las claves del éxito finlandés es la confianza de la sociedad en el docente y en el sistema educativo. En Uruguay hay un control más importante del docente. ¿Crees que sería un buen camino empezar a darles más libertad a los docentes?

Sí y no. Esa confianza se basa también en la alta formación de los docentes, una formación universitaria, que llega obligatoriamente hasta el nivel de maestría. Esos docentes han dado una muestra bastante exigente de investigación, saben lo que son las teorías de su área, cómo se aplican a la enseñanza; durante su formación han implementando las teorías en diferentes situaciones de aprendizaje. Es importante que confiemos más en los docentes, sin duda, pero esto tiene que ir acompañado de unos medios o instrumentos para que puedan hacer mejor su labor. Porque si una persona no tiene la formación para actuar de manera independiente, probablemente esa libertad de toma de decisiones puede ser más agobiante que productiva.

El sistema educativo finlandés los ha puesto en los primeros puestos de muchos rankigs internacionales, pero en los últimos años han bajado el desempeño. ¿A qué atribuís esa baja?

La bajada puede tener que ver con que otros países suben y se dedican más a conseguir buenos resultados. Pero, por otra parte, en Finlandia hay unas tendencias que nos han preocupado y que también se ven reflejadas en las pruebas. Una de ellas tiene que ver con la falta de lectura de los jóvenes, en un mundo digitalizado que está cambiando la forma en que los jóvenes aprenden. Aún no tenemos una combinación que funcione bien para insertar en el aprendizaje todas las redes sociales y los medios digitales. Nos enfocamos en el alfabetismo múltiple, pero aun así falta intensidad y práctica, porque nuestros jóvenes no están tan interesados en leer como antes. Aquí se ve una brecha de género muy importante: nuestros varones leen mucho menos que las mujeres, y, de hecho, si las pruebas finlandesas las dieran sólo mujeres seguiríamos en el top.

En Finlandia el mundo del trabajo está muy unido con la educación. ¿Ves en esa unión un camino a seguir para América Latina?

Es muy importante que toda la formación tenga un reflejo y una implicación en el mundo laboral. Lo que necesita el mundo del trabajo es crucial; la academia no puede estar separada de lo que está pasando en ese ámbito. En Finlandia la manera de que estas dos partes estén en una sinergia es que gran parte de la formación se realiza en las empresas, también combinando la teoría con la práctica. Dentro de las empresas hay personas formadas para ser instructores de trabajo para los estudiantes y también para la labor de evaluación. En cuanto a la región hay mucha diferencia entre los distintos países, pero algo que es general a todos es que se han enfocado muy poco en la formación de los trabajadores, y eso afecta mucho la productividad de los países. La formación se ha visto como algo que dirige a una carrera académica y no se le ha visto el valor a formar bien a personas que hacen trabajos prácticos, algo que es crucial en la sociedad, para que ellos puedan ser autónomos dentro de su rol profesional.

Una de las críticas que surgen cuando se habla de unir el mundo del trabajo con la educación es el riesgo de la mercantilización de la educación. ¿Cuál es la postura finlandesa ante esto?

Nosotros pensamos que la función del sistema educativo es asegurar que todos y cada uno de nuestros ciudadanos puedan ser útiles para nuestro país y aportar desde su labor. Esto es muy importante desde todos los puntos de vista relacionados con la economía y con el bienestar de la población. La enseñanza básica ofrece conocimientos del mundo en general, y también capacidad de pensamiento y reflexión; la persona formada en un rol técnico de nivel medio podrá trabajar en su sector, y esa formación ya es suficiente. Además, tenemos una red de bibliotecas municipales en todo el país, tenemos escuelas de pueblo en las que todas las personas, por un costo muy bajo, pueden hacer cursos. No creo que sea función de la academia y del gobierno obligar a que todas las personas estudien hasta un nivel superior o estar muy académicamente inclinados. Obvio que es importante que todos tengan la enseñanza obligatoria y que tengan también una titulación de nivel medio, pero no está mal que continúen su formación en el mundo laboral.

La educación basada en el juego

En Finlandia, Emilia Ahvenjärvi se desempeñó también en el campo de la innovación educativa. Uno de los proyectos en los que participó fue en la aplicación de resultados de investigaciones sobre aprendizaje basado en el juego. “Me dediqué a pensar, junto con los investigadores, en procesos de innovación, pensando posibilidades de productos o servicios de tecnologías de la educación basados en el juego”, detalló, y resaltó: “Lo interesante en estas investigaciones es ver lo activos que pueden ser los alumnos en sus propios procesos de aprendizaje cuando integran los elementos de juego y de diversión”.

La especialista europea explicó que el aprendizaje basado en el juego integra elementos cruciales para el alto rendimiento. Desde el punto de vista docente, “el rol del profesor es el de una guía de aprendizaje: no se para como la fuente de información”. El alumno, por su parte, “tiene un rol activo en el proceso, tanto en diseñar lo que va a aprender como en desarrollarlo y evaluarlo”. Además, al aplicar esta teoría “se integra el trabajo en equipo, el procesar la información con compañeros y también evaluarse entre compañeros”.

El aprendizaje basado en el juego apuesta a que el niño aprenda mediante sus emociones. “Esta teoría defiende que el aprendizaje es efectivo cuando llega de muchas maneras diferentes, a través de nuestras emociones, de nuestro cuerpo, de nuestra comprensión”, comentó Ahvenjärvi. Agregó que “aunque esté más generalizado y desarrollado en el nivel inicial, es muy importante también en los niveles posteriores, e incluso para los adultos es una manera muy buena de aprender, quizá con otro nombre, como ‘pedagogía de simulación’, pero con los mismos principios”.

la diaria

https://educacion.ladiaria.com.uy/articulo/2019/4/para-experta-finlandes...

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Corina Yoris-Villasana

Esta Semana Santa fue muy noticiosa; sin embargo, varias de esas noticias no informaban sobre hechos agradables. Empezó con el pavoroso incendio de la Catedral de Notre Dame de París; la aguja y el tejado se desplomaron, en el interior hubo serios daños y el dolor embargó al mundo occidental que ha visto siempre en esa iglesia un símbolo no solo del cristianismo, sino del propio Occidente. Se presume que se originó por un descuido durante unas reparaciones; sin embargo, hay averiguaciones abiertas al respecto.

Seguimos con los atentados en Sri Lanka en el Domingo de Resurrección. Ocho explosiones en iglesias, hoteles, complejos residenciales fueron reseñadas y leídas con horror ante la multiplicación de hechos terroristas contra todo aquello que representa a Occidente.

En Venezuela, el desastre continúa. Siguen ciudades enteras sin electricidad, hospitales sin medicinas, hay que pagar sumas exorbitantes para conseguir agua. El sufrimiento supera cualquier capacidad de aguante; el Zulia es golpeado inmisericordemente. Leemos aterrorizados en la prensa internacional que se anuncia un apagón total. No hay manera de conseguir los repuestos de los transformadores necesarios en el Guri.

Las primeras noticias a las que me referí son producto de ¿descuidos? criminales, de atentados terroristas, pero, lo que acaece en Venezuela, ¿es solo ineficiencia, incompetencia? Hay negligencia criminal en todos estos hechos y quienes son responsables deberán comparecer ante la justicia en su debido momento.

Sentí profunda tristeza recordando que la Semana Santa ha sido una etapa de conmemoración de la Pasión y Resurrección de Cristo y no este escenario de tragedias. Es una semana plena de símbolos, donde destaca que, aun en medio de las tinieblas, de la oscuridad, de la muerte, surge resplandeciente la esperanza, la luz, la vida.

Busqué esa referencia al rescate de la esperanza en las obras de arte inmortales que recrean los momentos más sublimes de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo; y, por supuesto, me detuve en la inmortal obra de Miguel Ángel Buonarroti, La Pietà, exhibida en el Vaticano.

Miguel Ángel crea su obra sobre una estructura triangular asentada sobre una elipse, dándole así un profundo equilibrio; no es una sola figura principal y logra un grupo armonioso que puede ser observado desde diversos puntos de vista, aunque la mejor forma de apreciarla es de frente.

Ríos de tinta se han escrito sobre esta maravilla escultórica que representa el dolor de María ante la muerte de su hijo, Jesús. Pero las facciones de María y Jesús no son de dolor; expresan serenidad. Y María, serenamente lo acuesta en su regazo, lo mece como cualquier madre lo haría con su hijo. ¿Qué le estaría diciendo María a Jesús en esos momentos?

Pienso como madre, e imagino que le hablaría con voz queda y muy dulce, susurrando: “Debo llevarte al sepulcro, separarme de ti, pero, antes, déjame acunarte en mis brazos como cuando eras un niño, despedirme de ti con amor, con dulzura”. Y, así, Jesús, también adquiere en sus facciones esa expresión serena. Sabe que volverá y el amor de la madre, esa mujer valerosa, fuerte, le acompañará durante esos momentos, que aún le faltan por transitar en las tinieblas.

En La Pietà está representada magistralmente la soledad de María; soledad que está íntimamente imbricada en la esperanza, en el triunfo de su Hijo, que volverá y ella verá resucitado. Una obra donde prima la armonía; armónicos son los pliegues de la vestimenta de la Virgen, que, al combinarse magistralmente, producen los efectos de los claroscuros. Armónicos son los brazos mientras el de Jesús cae inerte, el de María lo sostiene con vigor.

La Pietà sufrió en mayo de 1972 un atentado, por un geólogo oriundo de Australia quien golpeó con un martillo varias veces la cara de María, ocasionando varios daños. Fue restaurada en poco tiempo y el responsable del destrozo fue recluido por un año en una casa de enfermos mentales. Desde entonces, la estatua está protegida con un panel de vidrio a prueba de balas.

Así, Venezuela, madre golpeada inmisericordemente por el dolor de la tragedia que viven sus hijos, no ha perdido tampoco la esperanza. Esa esperanza que restaña las heridas y ayuda a liberar ataduras, porque la luz vencerá sobre las tinieblas y una ciudadanía renovada, pujante, fuerte surgirá en medio de la tristeza para levantar piedra a piedra a la Madre, Venezuela.

24 de abril de 2019

El Nacional

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Alberto Hernández

“Me duelo ahora sin explicaciones”

César Vallejo

I

Aún nadie se lo explica. Nadie que haya vivido un poco puede aceptarlo. Nadie que se crea parte de una tradición, de un criterio nacional puede caer en la ilusión de regresar a las catacumbas, de someterse a los designios de unos fantasmas que se debaten entre suicidarse o matar, como en vida hicieron para sentirse parte de la historia patria.

-De eso hemos vivido siempre -, Henry.

-¿De qué nos quejamos?-, Luis.

-¿Qué puede costarle a un burócrata que escribe poesía como si viviese en un cuento de Onetti sentirse apuntado con el dedo mientras su fascismo personal es una fotografía en la solapa de un libro mediocre?-, Roberto.

-Para nadie es un secreto que hay poetas que le soplan en el oído al totalitarismo, siempre y cuando les den la oportunidad de sobrevivir -, Lesbia.

-Pero, ¿por qué guardan silencio? Si ellos consideran que es ético navegar con la brutalidad, allá ellos. Que se muestren, que den la cara -, López.

-No obstante, pareciera cuento en un país donde existe un poeta de la iluminación y otros intentan desarrollar teorías clandestinas, agazapadas, sobre las bonanzas del proceso de Kafka. Son Rimbaud al revés. Benedetti come helado en un ghetto de Praga. La moral no existe, es un relámpago. Con la ceguera del momento, el olvido es menos peligroso -, Roberto.

II

-Los poetas de la revolución, bien comidos, bien bebidos, bien alabados por la dictadura de la informalidad formal, por la destreza que el poder le imprime a la adulancia. ¿O es que acaso no es una delicia sentirse el poeta de la revolución? -, Lesbia.

La voz de la mujer destaca cerca de la ventana. Un poco más allá, donde la geometría es un pequeño paso hacia el precipicio, Henry sonríe con los ojos cerrados. Una mueca de resignación aparece sin aviso alguno:

-¿Qué carajo somos en medio de esta locura? ¿No queríamos la anarquía? Pues, aquí la tenemos. ¿No queríamos asaltar el cielo? Bueno, aquí estamos, asaltados nosotros por una pandilla de efebos en busca de la santidad. Es decir, nos ahogamos entre el discurso de unas pavitas engreídas que nos quieren cambiar, que nos ofrecen una revolución que nadie entiende -, López.

-Y si hablamos de no quejarnos, ¿por qué entonces teorizamos tanto? ¿Por qué le damos tanta importancia a esos conspiradores que llegaron al poder y ahora viven aterrorizados porque ven sus propios fantasmas en el espejo de verse los demonios? Son unos cobardes, unos proxenetas enriquecidos de la noche a la mañana gracias al efecto democrático del voto. Nosotros pusimos a esos poetas allí. ¿Hasta cuando nos los calamos? -, Luis.

-El día que terminen sus obras maestras -, Lesbia.

-¡Qué vaina¡ ¿Es que acaso no pueden existir poetas del poder, que amen las mieles de la altura, que los alaben en el palacio de gobierno, se maquillen y vean por encima del hombro, como si los ahogara una metáfora? También es ético babearse por un caudillo-, Lesbia.

-Esos son unos maricones de mierda -, Luis.

-Guarda tus poemas eróticos, que dañas el folklore – Henry.

III

-Pero es cierto, la realidad es dolorosa, como dice Vallejo. “Yo no sufro este dolor como César Vallejo...”. Claro que no, qué carajo les puede importar a los poetas de la revolución que a Vallejo se le haya reventado un furúnculo, o que haya pescado una tuberculosis en París, mientras llovía...Ustedes hablan muchas pendejadas, ojalá a mí me llamaran de Mirajardín para celebrarme un poemita. La maldita envidia -, López.

-Deja quieto a Vallejo, ese no se merece esta imprecación. El martirologio es para los hombres, no para los funcionarios. El pobre cholito supo lo que era el hambre. Ese sí que es de los nuestros. De la sociedad de los poetas muertos de hambre, no de los que respiran los aires de la Lagunita Country Club -, carcajada de Luis.

-Ser funcionario no es malo. Lo malo es cuando el poeta se cree funcionario y ejerce con la dignidad de un perfecto hijo de puta -, Lesbia.

-Bien dicho, dramaturga, el lesbianismo es un acierto -, Henry.

-¿Por dónde empezó esta conversación? -, Luis.

-Por la punta del ovillo revolucionario, que jamás ha existido -, López.

-Yo sólo digo: el poeta que caiga en brazos de la burocracia oficial no es más que un adorno -, Lesbia.

-Claro, por eso los nombran insignias de la revolución, para que adornen. Son la farándula del poder. ¿Es que no te habías dado cuenta? -, Henry.

-Bueno, cerremos este capítulo antes de que nos allane un poema oficial. Además, las cervezas se acabaron y tengo el sueño parejo -, Luis.

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