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Opinión

\Crónicas del olvido
“Me duelo ahora sin explicaciones”
-César Vallejo-
I
Aún nadie se lo explica. Nadie que haya vivido un poco puede aceptarlo. Nadie que se crea parte de una tradición, de un criterio nacional puede caer en la ilusión de regresar a las catacumbas, de someterse a los designios de unos fantasmas que se debaten entre suicidarse o matar, como en vida hicieron para sentirse parte de la historia patria.
-De eso hemos vivido siempre -, Henry.
-¿De qué nos quejamos?-, Luis.
-¿Qué puede costarle a un burócrata que escribe poesía como si viviese en un cuento de Onetti sentirse apuntado con el dedo mientras su fascismo personal es una fotografía en la solapa de un libro mediocre?-, Roberto.
-Para nadie es un secreto que hay poetas que le soplan en el oído al totalitarismo, siempre y cuando les den la oportunidad de sobrevivir -, Lesbia.
-Pero, ¿por qué guardan silencio? Si ellos consideran que es ético navegar con la brutalidad, allá ellos. Que se muestren, que den la cara -, López.
-No obstante, pareciera cuento en un país donde existe un poeta de la iluminación y otros intentan desarrollar teorías clandestinas, agazapadas, sobre las bonanzas del proceso de Kafka. Son Rimbaud al revés. Benedetti come helado en un ghetto de Praga. La moral no existe, es un relámpago. Con la ceguera del momento, el olvido es menos peligroso -, Roberto.
II
-Los poetas de la revolución, bien comidos, bien bebidos, bien alabados por la dictadura de la informalidad formal, por la destreza que el poder le imprime a la adulancia. ¿O es que acaso no es una delicia sentirse el poeta de la revolución? -, Lesbia.
La voz de la mujer destaca cerca de la ventana. Un poco más allá, donde la geometría es un pequeño paso hacia el precipicio, Henry sonríe con los ojos cerrados. Una mueca de resignación aparece sin aviso alguno:
-¿Qué carajo somos en medio de esta locura? ¿No queríamos la anarquía? Pues, aquí la tenemos. ¿No queríamos asaltar el cielo? Bueno, aquí estamos, asaltados nosotros por una pandilla de efebos en busca de la santidad. Es decir, nos ahogamos entre el discurso de unas pavitas engreídas que nos quieren cambiar, que nos ofrecen una revolución que nadie entiende -, López.
-Y si hablamos de no quejarnos, ¿por qué entonces teorizamos tanto? ¿Por qué le damos tanta importancia a esos conspiradores que llegaron al poder y ahora viven aterrorizados porque ven sus propios fantasmas en el espejo de verse los demonios? Son unos cobardes, unos proxenetas enriquecidos de la noche a la mañana gracias al efecto democrático del voto. Nosotros pusimos a esos poetas allí. ¿Hasta cuando nos los calamos? -, Luis.
-El día que terminen sus obras maestras -, Lesbia.
-¡Qué vaina¡ ¿Es que acaso no pueden existir poetas del poder, que amen las mieles de la altura, que los alaben en el palacio de gobierno, se maquillen y vean por encima del hombro, como si los ahogara una metáfora? También es ético babearse por un caudillo-, Lesbia.
-Esos son unos marsupiales de mierda -, Luis.
-Guarda tus poemas eróticos, que dañas el folklore –, Henry.
III
-Pero es cierto, la realidad es dolorosa, como dice Vallejo. “Yo no sufro este dolor como César Vallejo...”. Claro que no, qué carajo les puede importar a los poetas de la revolución que a Vallejo se le haya reventado un furúnculo, o que haya pescado una tuberculosis en París, mientras llovía...Ustedes hablan muchas pendejadas, ojalá a mí me llamaran de Mirajardín para celebrarme un poemita. La maldita envidia -, López.
-Deja quieto a Vallejo, ese no se merece esta imprecación. El martirologio es para los hombres, no para los funcionarios. El pobre cholito supo lo que era el hambre. Ese sí que es de los nuestros. De la sociedad de los poetas muertos de hambre, no de los que respiran los aires de la Lagunita Country Club -, carcajada de Luis.
-Ser funcionario no es malo. Lo malo es cuando el poeta se cree funcionario y ejerce con la dignidad de un perfecto hijo de puta -, Lesbia.
-Bien dicho, dramaturga, el lesbianismo es un acierto -, Henry.
-¿Por dónde empezó esta conversación? -, Luis.
-Por la punta del ovillo revolucionario, que jamás ha existido -, López.
-Yo sólo digo: el poeta que caiga en brazos de la burocracia oficial no es más que un adorno -, Lesbia.
-Claro, por eso los nombran insignias de la revolución, para que adornen. Son la farándula del poder. ¿Es que no te habías dado cuenta? -, Henry.
-Bueno, cerremos este capítulo antes de que nos allane un poema oficial. Además, las cervezas se acabaron y tengo el sueño parejo -, Luis.

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Visión y Análisis
Este segundo capítulo se inicia con dos cuestiones obvias: no era factible recoger 6 mil millones de billetes en tres días, y resulta irracional, por utilizar una palabra moderada, recoger el billete de más alta denominación sin haber puesto en circulación aquellos medios monetarios que debían sustituirlos.
De repente el país se halló con que se había recogido el 80% de los billetes de 100, que representan más del 60% del circulante en el país, sin que ni la banca, ni el gobierno, ni el comercio electrónico, ni los cajeros automáticos estuvieran preparados para ello. Esto habla de la absoluta improvisación y carencia de sentido común, carencia de sentido de Estado, carencia de responsabilidad política; de conocimiento económico y de consideración con sus conciudadanos por parte del Presidente Nicolás Maduro y su conjunto de asesores, tanto nacionales como extranjeros.
La solicitud al gobierno y al Banco Central de incorporar especies monetarias de mayor denominación lleva varios años, pero se hizo caso omiso de estas solicitudes; en segundo lugar, ante la evidencia incontestable que la inflación más alta del mundo y la incompetencia financiera del gobierno hacía indispensable la incorporación de nuevos instrumentos monetarios, era de simple sentido común que la retirada de los billetes de 100 debía hacerse DESPUÉS de que los nuevos billetes estuvieran, no en un hangar en Suecia, no en vuelo hacia Venezuela, no en las arcas del banco Central, sino en la bóvedas de cada una de las agencias de cada banco en cada rincón del territorio nacional, cualquier otra cosa es simple y banal incompetencia.
La mortal combinación de tener sus ahorros en efectivo, que quedarían sin valor por una decisión apresurada del presidente, las largas colas, llevó a la población, hastiada de los maltratos, de las humillaciones, de la expoliación de sus bienes y de sus escasos recursos por parte de este inepto e inmoral gobierno, se alzó; sí señor, se acordaron del himno nacional y el pueblo se puso bravo, quemó cauchos, quemo bancos, levanto barricadas, y se enfrentó a las fuerzas represivas; tanto fue así que el gobierno se echó para atrás; se asustó de que las candelitas se extendieran por todo el país y echó para atrás su absurda decisión. Demostración de que cuando, por fin, el pueblo se atreve el gobierno no. Por eso Maduro escribió el segundo capítulo de esta obra tragicómica: prorrogó hasta el 2 de enero la vigencia de los billetes de 100. Hubo muerte, manifestaciones, destrucción, violencia, caos, confusión, colas, costos de viajes obligados a Caracas o Maracaibo, todo para que al final echara para atrás el decreto. ¿Nadie responderá por esas muertes? ¿Por esos daños?, ¿Por esas pérdidas a las personas y a las empresas?
¿Por qué se tomó esta absurda decisión? ¿Por qué se había llevado los billetes para el extranjero? El gobierno asegura que en tres días, con frontera cerrada recogió el 80% de los billetes de 100 que estaban circulando; eso significa una cosa: los billetes NO estaban fuera de Venezuela, estaban aquí, estaban en manos de miles de venezolanos que los necesitan para sus transacciones diarias, saquen cuentas: un kilo de azúcar requiere de casi 50 billetes de 100 para ser pagado, un kilo de leche en polvo requiere de 80 billetes de cien, un mercado requiere por lo menos de 200 billetes de 100; puntos de venta cada día más escasos, sin divisas para mantenimiento y/o reemplazo. Nuestro pueblo simplemente acumula efectivo para sus operaciones. Tampoco descarte la existencia de mafias de narcotráfico o contrabando que acumularon billetes, aquí, en el país. Suenan débiles las justificaciones que el gobierno ha dado para sus absurdas medidas. ¿Sería para tender una cortina de humo sobre el irregular nombramiento de las dos rectoras del CNE? ¿Para que se olvide la apropiación, sin juicio alguno, de los juguetes? ¿Para que la gente olvide la tentativa de renegociación de deuda de PDVSA? ¿Para que nadie hable del fracaso en la reunión de la OPEP, donde se habló de compromisos que nadie cumple?
Esto es una señal inequívoca que la acción del Tribunal Supremo de Justicia de otorgarle al presidente, en forma por demás arbitraria e inconstitucional, un mandato para ejercer el poder sin control de las Asamblea Nacional mediante la aprobación de un Decreto de Emergencia Económica que no está autorizado a aprobar, no solo fue una violación de la Constitución Nacional, sino también un error político de considerables proporciones.
Acabamos de ver la demostración palpable de otorgar todo el poder a una sola rama del Poder Público, a una persona, sin que la Asamblea Nacional supervise y controle sus acciones, como lo establece la Constitución Nacional, es un error catastrófico. La creación de diversos poderes busca un equilibrio que impida que decisiones absurdas, tomadas por un individuo en solitario lleve a nuestro país por una senda de destrucción, de caos y convierta a nuestro país en un estado fallido, el sometimiento de todos los poderes a una persona solo puede traer, a la larga, el desastre para una nación.
domingo 18 de diciembre de 2016
https://visionyanalisis.blogspot.com/

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El bello oficio de cuentacuentos que regala deliciosos momentos a los niños de todas las latitudes, se convierte en hórrido cuando es trasladado al campo de la política con el objeto de engañar a los pueblos y sacar provecho de errores inducidos. La Venezuela de hoy, que de ser el País más rico de Latinoamérica, es comparable desventajosamente con Haití y con los más pobres del mundo, es clara muestra del cuentacuentismo político, del mimetismo ideológico y de la ingenuidad de un pueblo que ve esfumarse sus riquezas por la cañería de las ofertas engañosas y de las promesas incumplibles.
El cuentero y el traidor se funden en una sola persona cuando, ganada la confianza de la víctima, aflora la verdadera intención del victimario; la daga escondida en el doblez del manto que mató a Julio César o la Beretta de NathuraGodse que el 30 de enero de 1948 puso fin a la vida de Gandhi, hacen prueba de ello.
La historia se repite una y otra vez y los medios y métodos siempre son los mismos: prometer sin ánimo de cumplir y culpar a otros por el incumplimiento; justificar lo injustificable por cualquier medio, sin importar su absurdidad y dejar que el tiempo diluya la gravedad de las mentiras y de los daños causados por la falsedad del promitente. Este juego milenario de borrón y cuenta nueva animó a Capriles a plantear la refundación de la MUD, cuando lo que en justicia procede es su incineración en la hoguera de la ira popular; este jugar al olvido hace que Julio Borges aspire a la Presidencia de la Asamblea Nacional, a pesar de ser uno de los políticos más nefastos de la actualidad venezolana y culpable de muchos de nuestros males y, sobre todo, de la permanencia de un régimen evidentemente genocida. Este esconder la basura debajo de la alfombra, hace posible que Juan Carlos Caldera sea el representante de Primero Justicia ante el C.N.E., echando al olvido el video con la «platica» que le regaló Wilmer Ruperti, por intermedio de Luis Peña, para interceder ante el candidato presidencial de entonces: Henrique Capriles Radonsky.
El hecho de que el cuentacuentos más hábil y exitoso de la política venezolana haya sido Hugo Chávez Frías, no exculpa a los dirigentes de la falsa oposición concentrada en la MUD. Estos, simplemente, no fueron dotados por el Creador de las habilidades del comandante eterno y, por ello, no han sido tan dañinos; más no por ser mediocres quedan perdonados ni merecen una segunda oportunidad. En su gran mayoría, los políticos venezolanos, de uno u otro lado, son partes de la testa de Jano que no por mirar en sentidos contrarios dejan de pertenecer a una sola raíz: la del interés personal y la solución de los problemas propios en desmedro de los legítimos de la colectividad.
Cuando hacemos contacto con los medios de comunicación social y leemos o escuchamos declaraciones como las de Enrique Márquez (UNT), respecto a que la Asamblea Nacional «no es para derrocar a Maduro», sentimos una profunda desazón que cede a la rabia cuando recordamos las promesas que precedieron a las elecciones legislativas de 2015: elección de nuevos rectores del CNE, y de nuevos magistrados del TSJ; promoción de la aplicación de la Carta Democrática Interamericana; determinación de la nacionalidad de quien ejerce la presidencia; revocatorio presidencial y otras de similar importancia, dirigidas a la recuperación de la libertad que, necesariamente, pasa por la cesación constitucional del actual régimen.
Por simple aplicación del aserto bíblico «Por sus obras los conoceréis», tenemos tiempo afirmando que la MUD se inscribe dentro de las grandes estafas de la política venezolana. Lo dicho por el señor Márquez no es más que la corroboración de los que tenemos mucho tiempo sospechando: la MUD y el PSUV son el mismo musiú con diferente cachimbo, la misma gente, apenas diferenciada por el color de sus egoísmos.
turmero_2009@hotmail.com
@DulceMTostaR

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Es posible que se dé un salto comparable al principio de la agricultura. La carrera está lanzada y podría terminar con el hambre.
Los primeros prefirieron la sorpresa, el asombro, y la llamaron carne cultivada o carne limpia o incluso carne inanimal. Pero últimamente algún marquetinero recordó las lecciones de su curso de ingreso y empezó a llamarla supercarne –supermeat–. El nombre todavía es materia discutible pero la cosa parece decidida: se trata de fabricar carne –verdadera carne– comestible en un tubo de ensayo.
El primero en proponerlo seriamente fue un holandés, Willem van Eelen, que, muy joven, se pasó cinco años prisionero de guerra en un campo de concentración japonés en Indonesia. Allí, medio muerto de hambre, se le ocurrió la idea; cuando la guerra terminó, Van Eelen se recibió de médico y se pasó décadas imaginando cómo hacerlo hasta que, hacia 1990, los avances en las técnicas de clonación –y la llamada “ingeniería de tejidos”– se fueron acercando a sus fantasías: células madre, alimentadas con las proteínas adecuadas en un medio propicio, podrían reproducirse infinitamente.
Hace tres años Van Eelen se dio el gusto: discípulos suyos presentaron, en Londres, la primera hamburguesa de carne cultivada. Pesaba un cuarto de libra y había costado un cuarto de millón de libras –pagados por Sergei Brin, el dueño de Google–, pero los catadores dijeron que sabía a verdadera carne. El desafío, entonces, era mejorar la producción para hacerla accesible. En Estados Unidos, Europa, Israel, Corea, laboratorios de punta de pequeñas empresas ambiciosas lo están intentando; dicen que en 10 o 15 años la supercarne se venderá en supermercados. Y que nada impediría que, en unas décadas, reemplazara a la clásica.
Que la carne, lo más natural, lo más animal, se vuelva un artificio es una idea muy contra natura –y muchos fruncen la nariz cuando lo evocan–. Es probable que esas carnes nunca consigan los matices de un buen cordero, pero sería una revolución sólo comparable al principio de la agricultura. Entonces los hombres descubrieron la forma de hacer que la naturaleza se plegara a sus voluntades; ahora descubrimos que ya no necesitaremos a la naturaleza. Y los efectos son casi incalculables.
Más de un tercio de las tierras útiles del mundo están dedicadas a la cría de ganado: entonces quedarían libres para el cultivo o, incluso, para oxigenar el planeta. El efecto invernadero cedería, y más aún si se tiene en cuenta que el 18% de los gases que lo producen vienen de las vacas y los chanchos. Y, sobre todo, más de la mitad de las cosechas del mundo se usan para alimentarlos: si ya no fuera necesario, esa comida podría terminar con el hambre de una vez por todas.
La carrera está lanzada: los laboratorios que la protagonizan suelen ser start-ups que consiguen inversores de esos que les ponen dinero a proyectos más o menos delirantes para perder un millón o ganar miles. Ahí está el riesgo: que quien por fin lo logre se convierta en un nuevo Monsanto, dueño de una tecnología que todo el mundo necesita; que un gran avance técnico no beneficie a los miles de millones que lo necesitan sino a una junta de accionistas.
Es ahora, mientras todo está por verse, cuando los Estados y sus organismos internacionales tienen la ocasión de cambiar el modelo: de decidir que serán ellos los que desarrollen la nueva comida para que no sea propiedad de unos pocos sino patrimonio de todos; para que no le sirva a una corporación sino a la humanidad. Sería una gran oportunidad –una oportunidad única– para cambiar los mecanismos que hacen que cientos de millones de personas no coman suficiente. Parecen grandes palabras; quizá sea, también, un gran proyecto.
El País. Jueves 15 de diciembre de 2016
http://elpaissemanal.elpais.com/documentos/la-revolucion-la-carne-cultiv...

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Según nuestra Constitución, una y otra vez invocada y permanentemente desconocida, la vida debe ser respetada y ninguna autoridad podrá aplicar pena de muerte (artículo 43); la libertad es inviolable y hay derecho a ser juzgado en libertad como regla (Artículo 44); no hay pena de extrañamiento (Artículo 50); toda persona se presume inocente mientras no se pruebe lo contrario (Artículo 49); y, para no seguir con el enunciado de normas de la Ley Fundamental, el Estado se ha comprometido con un sistema penitenciario rehabilitador y respetuoso de los derechos humanos, descentralizado y de preferencia por fórmulas abiertas o no reclusorias de cumplimiento de penas (artículo 272).
Evidentemente, se trata de dispositivos absolutamente extraños a nuestra realidad y del contraste con hechos del dominio público que nada tienen que ver con la letra y el espíritu de la ley.
Las “zonas de paz” y las denominadas “OLP” son operativos que se llevan a cabo al margen de toda legalidad y con efectiva aplicación de ejecuciones de hecho; la detención sin orden judicial, sin flagrancia y amparadas en un pretendido carácter preventivo que se prolonga sine die, es la regla; cualquier ciudadano puede ser declarado sospechoso y quedar encarcelado sin más, bajo cargos de supuestos delitos no acreditados en forma alguna; y el régimen penitenciario se presenta con la cruda realidad de un sistema que para resolver el caos carcelario y el hacinamiento “no permite el ingreso de nuevos presos, que ya alcanzan el número de 40.000, alojados en celdas de retenes policiales por tiempo indeterminado”, según investigación de Una Ventana a la Libertad.
Y, para completar este tétrico panorama, a la violencia exacerbada se une la impunidad por los más graves delitos y la persecución abierta contra toda forma de expresión disidente, bajo los cargos de desacato, resistencia a la autoridad, asociación para delinquir, conspiración o graves ofensas a los “altos dignatarios públicos”.
En esta época de Navidad, ante la realidad descrita que nos golpea en la cara y se coloca de espaldas a nuestra Constitución, norma fundamental y pacto de convivencia democrática, se impone la más seria reflexión y el justo reclamo por la satisfacción de estas exigencias de justicia que se unen al clamor de condiciones mínimas de subsistencia, ajustadas a la dignidad humana.
Los presos políticos, recluidos en las cárceles de la crueldad negados por el régimen, deben ser puestos en libertad sin condiciones; los exiliados, cumpliendo penas de extrañamiento de hecho, deben regresar al país en pleno disfrute de sus derechos; los que sufren restricciones indebidas en su libertad de movimiento deben incorporarse de lleno a la vida ciudadana; y los encarcelados en retenes policiales, en condiciones infrahumanas o en establecimientos con régimen militarizado, sujetos a procesos o cumpliendo penas que pueden ser sustituidas por fórmulas alternativas a la prisión, deben recuperar sus derechos en el concierto de una Venezuela que responda a la exigencia fundamental del respeto irrestricto a los derechos humanos.
@ArteagaSanchez
El Nacional. 20 de diciembre de 2016
http://www.el-nacional.com/noticias/columnista/derechos-presos-exiliados...

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Quienes me conocen saben que soy fanático del optimismo pero con los pies en la tierra. Sin embargo, han pasado y están pasando cosas tan graves en Venezuela, que hay que tener no sé qué para tratar de que esta locura comunista fascista no nos toque. Me niego a ser un monigote mudo, castrado y pateado por dementes que se empeñan en destruir a los venezolanos y a nuestro país.
No hay forma de describir las penurias y vejámenes por las que estamos atravesando. Pareciera que la mente enferma de estos psicópatas no tuviera límite al idear maldades elucubradas, seguramente, por la perversa mente del diablo. Son tantas y tan seguidas, que no nos hemos recuperado de una cuando ya estamos recibiendo la otra.
Este diciembre, el gobierno ha sido pródigo en fechorías horribles y detestables: en el Hospital de los Magallanes de Catia, el doctor Gonzalo Müller, ginecobstetra, fue vejado por recibir un donativo de insumos médicos. Müller es un médico abnegado y prestigioso, profesor jubilado de la UCV, con más de 40 años ejerciendo en el hospital de Catia. Actualmente trabaja ad honorem en la misma sede, en donde salva la vida de mujeres humildes.
La policía política del régimen cometió la atrocidad de llevarse preso al heroico doctor Müller, quien pasó tres días detenido con la misma bata con la que había operado de emergencia a una paciente. El doctor, a pesar del peligro que representaba salir de madrugada por culpa de la delincuencia, no dudó en atenderla. Con el abnegado médico, por salir en su defensa, también fue detenido José Luis Spitia, dirigente obrero.
¿Cómo es posible que frente a tan abominable ignominia el país siga como si nada? El doctor Gonzalo Müller, ante los ojos de muchos, se ha convertido en una especie de José Gregorio Hernández arrollado no por un carro, sino por un gobierno nazi.
¿Qué está pasando? ¿Hasta cuándo nos seguiremos calando esta vaina?
Hoy, por la locura de recoger abruptamente, y en sólo tres días, el billete de máxima denominación sin tener en circulación otro que lo sustituya, los venezolanos no tenemos moneda de curso legal para pagar un café, comprar el periódico o echar gasolina.
Amigos de la MUD, ¡los he defendido que jode y seguiré haciéndolo!, pero hoy me siento totalmente desguarnecido por ustedes. Declárense en emergencia.
¡Coño! ¡Hagan algo! La gente está esperando una luz.
¿Qué más tiene que pasar? Hagan lo que sea, ¡pero ya!, porque después de todo, ya no tenemos más nada que perder.
Fuente: http://www.el-nacional.com/noticias/columnista/tenemos-nada-que-perder_6...

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La vinculación directa de los filósofos con el mundo de la política es de larga data. El propio Platón (427-347 a.C.) intentó llevar sus ideas a la práctica y convertirse en protagonista político. Hizo tres viajes a Siracusa. En el primero gobernaba el tirano Dionisio I y Platón pretendió, infructuosamente, constituirse en su consejero. En el segundo y tercer viaje, ya fallecido Dionisio I, estaba en el trono su hijo Dionisio II, y Platón pensó que quizá el hijo fuese más maleable que el padre, e intentó aconsejar al novel tirano para dirigirle en lo que él creía era el camino de la justicia. El experimento fue un absoluto fracaso y Platón tuvo que regresar a Atenas ya no derrotado como político, sino para salvar su vida, porque Dionisio se reveló más tirano que pensador en cuanto comenzó a ejercer el poder.
Uno de los más grandes escritores de todos los tiempos, Fiodor Dostoyevski (1821-1881), escribió una novela extraordinaria sobre la política. Su título es Los endemoniados y trata sobre un grupo de personas que, ancladas en unas “ideítas prefabricadas”, termina trastocando el orden de quienes les rodean y el de sus propias vidas. Una joya literaria acerca de la “política real”.
Con la aparición de las ideas de Karl Marx (1818-1883) el mundo cambió. Vladimir Ilich Uliánov, alias “Lenin” (1870-1924), otro intelectual, le da un sentido pragmático al marxismo y se convierte en el principal dirigente de la Revolución de Octubre de 1917, creando el marxismo-leninismo. Una forma radical de plantear en términos operativos la manera cómo se arriba al poder para poder implantar la utopía marxista. El asunto termina de la peor manera pensable, con Iósif Stalin (1878-1953), un tirano como pocos, quien concreta el ideario marxista, siendo dictador soviético entre 1941 y 1953. Aun con las abominables maneras de proceder de Stalin, y a pesar de la exaltación del pensamiento único, que asesinaba la posibilidad de la reflexión libre, muchos intelectuales siguieron apoyando el ideario marxista a pesar de sus yerros y atrocidades.
A veces, la historia les permite a los pasajeros confundidos el poder bajarse del tren si no es el que los conduce a buen destino. La invasión de los soviéticos a Checoslovaquia en 1968 era la oportunidad de oro para entender que la utopía marxista se había convertido en una farsa de carácter totalitario y expansionista que castraba las libertades individuales y condenaba a las sociedades a las peores formas de encadenamiento. Todo este abuso soviético propició un triste período de represión socialista en Checoslovaquia. Aun así, muchos siguieron apoyando esa forma de totalitarismo, de manera aviesa y fanática.
Exaltados por la llegada al poder de los jóvenes que cimentaron la revolución cubana (1958), lo que podríamos llamar la casi totalidad de “la inteligencia latinoamericana” abrigó el ideario marxista como creencia de vida. Un acto de “fe” absolutamente irresponsable, que se terminó convirtiendo en una manera insulsa de pensar. Para muchos latinoamericanos, el declararse marxistas les daba un superficial glamour intelectual, cuando en realidad estaban abonando a formas contrarias de asumir lo civilizatorio.
Luego de Bertrand Russell (1872-1970), el más grande intelectual del siglo XX fue Jean Paul Sartre (1905-1980): Un comunista radical, el cual se convirtió en un modelo a imitar. El partido comunista más grande del mundo después del de la Unión Soviética germinó en Italia, teniendo como representante a un genio literario al servicio de ideas totalitarias, el escritor Alberto Moravia (1907-1990).
Pero de tantos reveses y trompicones, tal vez el caso más mustio de aproximación a lo político ocurrió precisamente en América Latina, porque las retardatarias ideas marxistas no solo llegaron tarde, sino distorsionadas, al punto de que importantes centros de estudios de Latinoamérica funcionaban como apéndices de los partidos comunistas que en mala hora cundieron por la región. Personalidades como Pablo Neruda (1904-1973), Alejo Carpentier (1904-1980), Julio Cortázar (1914-1984), Augusto Monterroso (1921-2003) y Gabriel García Márquez (1927-2014), solo para citar un puñado, cultivaron esta manera estrafalaria de pensar. El caso más emblemático, por las influencias y nefastas repercusiones, fue el de Eduardo Galeano (1940-2015), que escribió el desaliñado libro Las venas abiertas de América Latina que tanto daño hizo por las marcas que dejó en multitudes de jóvenes que fueron alienados por este malsano texto.
Fueron hombres de pensamiento que justificaron paradójicamente la muerte del pensamiento libre, pero para fortuna del equilibrio que toda sociedad necesita, en nuestro medio venezolano la sensatez la forjaron hombres de una prodigiosa inteligencia, una cimentada cultura y gallardía sin parangón, como nuestro Arturo Uslar Pietri, cuyo valor intelectual fue capaz de hacer contrapeso a tanto desaforado autodenominado marxista.
@perezlopresti
Fuente: http://www.eluniversal.com/noticias/opinion/peligro-los-intelectuales_63...

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