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Opinión

El reciente proceso electoral para la elección presidencial de los Estados Unidos, como todo proceso político, nos deja lecciones que aprender. Sin duda pone en evidencia la creciente dificultad en poder anticipar, por los procedimientos tradicionales, los posibles resultados de una consulta popular.
Los analistas destacan la similitud con lo ocurrido en las consultas para el brexit y el acuerdo de paz en Colombia, con el resultado de las elecciones presidenciales en los Estados Unidos. Tres casos que en breve tiempo y en diferentes situaciones y sociedades, ponen en duda la posibilidad, cada vez más disminuida de predecir tendencias y más aún, resultados, ante la inminencia de una consulta popular.
Desentrañar las razones de semejante disparidad entre la proyección y el resultado, amerita el análisis de especialistas en métodos de medición y más aún en análisis de comportamiento social en relación con el contexto específico de que se trate. Pero además, el entender la evolución de los procesos de comunicación social y la creciente influencia de las redes sociales y su poderosa capacidad de generar y transmitir opinión.
Ya no sólo de recibir el mensaje, sino la capacidad de asimilarlo, modificarlo y difundirlo de acuerdo con su propia visión y particulares intereses, generando matrices de opinión que se auto alimentan y evolucionan a través de las redes, sin control.
Pero además, es importante aceptar que la subestimación del adversario siempre juega a su favor. El creer que porque a nosotros no nos llega no le llegará a los demás es un grave error. Hay que aceptar que nuestra mirada no es objetiva. Está coloreada por nuestro punto de vista y por nuestros intereses, sin detenernos a explorar los múltiples puntos de vista y los variados intereses de quienes no coinciden con nosotros, pero que tendrán el poder de decidir.
Explorar esas diferencias es fundamental para la estructuración de un mensaje inclusivo y con capacidad de permear los diferentes sectores en función de sus puntos de vista y de sus necesidades. En todo caso, definir cuáles son los sectores a los que deseamos atraer y conocer a fondo sus carencias y aspiraciones es vital.
En los tres casos que mencionamos al inicio, se dio un resultado sorpresivo por cuanto se expresó una mayoría silenciosa que no se hizo evidente a lo largo del proceso. Probablemente no se exploró a profundidad la motivación de sectores numéricamente importantes. Y por supuesto, se ignoró la posibilidad de una respuesta que los visibilizó por la vía del voto. Sorprendiendo a quienes en base a los estudios de opinión tradicionales, vaticinaron otro resultado.
¿Nos resulta familiar este escenario? Algunas de las muchas lecturas que estas realidades nos obligan a explorar ante la inminencia de procesos de consulta popular.

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Trump ha ganado la presidencia de Estados Unidos para sorpresa y enorme desagrado del establishment político norteamericano. Ha triunfado yendo en contra de las normas establecidas en el sistema político de ese país. Ha ganado a pesar de la opinión de la mayoría de los grandes diarios de Estados Unidos, incluyendo el New York Times y el Washington Post, que se opusieron a él. . Ha dejado en el ridículo a las encuestadoras más prestigiosas y a los opinadores más reconocidos de ese país. Ha logrado conquistar estados del norte y del sur de Estados Unidos que en la elección anterior votaron mayoritariamente por Obama, el presidente negro. Incluso, obtuvo la presidencia en oposición a la mayoría de los líderes republicanos que habían rechazado su estilo insultante y descalificador. Y todo eso comenzó cuando, contra todo pronóstico, derrotó a 16 precandidatos republicanos en las primarias de ese partido. Ha sido una sorpresa también para los gobiernos de los países latinoamericanos, pero especialmente para Mexico y Centroamérica, de donde procede la mayoría de los inmigrantes ilegales en Estados Unidos.
Ha triunfado Trump, el populista, el antisistema, el hombre que decía mentiras todos los días, que insultó y vejó a latinos, negros, a muchas mujeres, a musulmanes. El hombre que nunca tuvo una maquinaria electoral como Clinton y que generalmente aparecía rodeado de su familia y seguidores cercanos, porque los líderes del partido republicano no querían retratarse con él. El multimillonario que prometió construir un muro entre su país y Mexico y que ha jurado mano dura contra los inmigrantes ilegales. El personaje de shows mediáticos que se opone a los tratados de libre comercio, y es enemigo de la globalización por sus efectos sobre el empleo en Estados Unidos. Apoyado por la derecha alternativa, que es racista por propia definición, por los "supremacistas" blancos y por lo que queda del KluKluxKlan. Cuya campaña ha tenido un tinte antisemita, no muy pronunciado pero innegable. Y que pertenece a esa derecha antisistema, xenófoba, antiinmigrantes, nacionalista, opuesta a la Unión Europea, que ahora prospera en Europa: Marine Le Pen, los motivadores del Brexit en Inglaterra, el partido antirefugiados que trata de sacar a Merkel del poder, Victor Orban, el presidente autoritario de Hungría, los mandatarios de Polonia.
Pero ese personaje antisistema, con todos esos calificativos peyorativos, ha sido apoyado por la inmensa mayoría de los blancos de Estados Unidos, los blancos de las zonas rurales, los de clase media con poca formación universitaria, los blancos del norte, centro y sur de los Estados Unidos, los que son trabajadores manuales. Unos blancos que siguen siendo mayoría en el país del norte y que sienten que nunca más han tenido el status económico que tuvieron en la década de los 60 y 70, que se rebelan contra los inmigrantes, la globalización y el establishment político de Washington porque piensan que son los culpables de su situación económica y laboral. Este es un resultado electoral que va contra los latinos, los negros y los asiáticos que siempre han votado mayoritariamente por el partido demócrata.
Trump representa ese personaje adorado por los norteamericanos: el héroe solitario que se enfrenta a los peligros, arma en mano, el que hizo la famosa conquista del oeste, un personaje que desea que Estados Unidos vuelva a ser la potencia absolutamente dominante que fue después de la segunda guerra mundial, que aspira a que Estados Unidos vuelva a ser el policía del mundo. Además es un empresario de éxito por lo que suponen que va a ser también exitoso manejando el país como manejó sus propios negocios.
Los amigos y la familia me dicen: cómo es posible que elijan como presidente a ese hombre insultante, grosero, inculto. Quizás se podría concluir que votaron por él porque son como él. Trump los representa.
Termino con una nota personal: yo estuve varios meses de este año en la zona de Florida entre Orlando y Tampa. Cuando regresé a Venezuela me vine con la impresión de que Trump iba a ganar; se notaba un sentimiento agresivo contra el establishment .y contra los inmigrantes. Luego, influenciado por la inmensa mayoría de las encuestas y por las opiniones de los diarios más serios de Estados Unidos, comencé a pensar que Hillary podía ganar, aunque nunca sentí en ella esa fortaleza de ánimo y de cuerpo ni el carisma necesario para triunfar.
Muchos piensan que Trump será de presidente tal y como fue de candidato, porque esa es su manera de ser, su constitución sicológica inalterable. Yo pienso, a lo mejor con más esperanza que certeza, que una vez elegido presidente moderará sus instintos políticos divisivos e insultantes y ejercerá una presidencia menos temible de lo esperado. De todas maneras hay que recordar que el poder del presidente de Estados Unidos está muy limitado por las otras instituciones: el congreso, el tribunal supremo de justicia, los gobernadores de los estados, los jueces independientes, los poderes económicos y financieros y los grandes medios de comunicación.
De todas maneras, una cosa es ser candidato y otra ser presidente. Veremos cómo trata de llevar a cabo las promesas hechas en la campaña electoral y cuales dificultades encuentra para lograrlo. Una de las interrogantes que ya se está haciendo la gente común y los medios es cómo va a manejar el conflicto de intereses entre las decisiones económicas y políticas que tendrá que tomar como presidente y sus cadenas de hoteles, campos de golf y las varias licencias y negocios que posee.
Trump será el presidente de Estados Unidos a partir de enero de 2017 y el congreso estará totalmente en mano de los republicanos. Tendrán vía libre para aplicar sus políticas. Me imagino que los líderes republicanos harán las paces con Trump porque les conviene. Pronto veremos cómo será el futuro del famoso imperio.

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Visión Y Análisis
En el año 1.999 Venezuela vivió una elección presidencial dramática y con profundas consecuencias políticas, económicas y sociales que cambiaron la faz de nuestro país. Pienso que los Estados Unidos están viviendo una experiencia similar.
Para sustentar esa afirmación veamos los antecedentes.
En 1958 surgió una etapa política venezolana conocida como el período de Punto Fijo.
Tomo ese nombre por el pacto firmado por los principales partidos que iniciaron el proceso democrático en 1958. De este pacto y esos gobiernos surgieron una serie de gobiernos que dieron un fuerte impulso económico, político y fundamentalmente social a Venezuela; obras de infraestructura, escuelas, universidades, derechos políticos y sociales; Venezuela se convirtió en La Meca de los emigrantes de todo el mundo que venían a aprovechar las ventajas económicas y la democracia de nuestro país.
Sin embargo, a finales de la década de los 80, la crisis mundial afectó a los principales países industrializados, profundamente a China, originando una caída en los precios de las materias primas y por consiguiente una fuerte depresión económica y una gran deuda a Venezuela. Una gran parte de la población perdió sus empleos, se produjo descontento y la sociedad buscó nuevas opciones distintas a los partidos del Establishment.
Rafael Caldera, otro miembro del Pacto de Punto Fijo, y considerado centro derecha, dio una voltereta política y llegó a la presidencia alejándose de sus principios tradicionales y sostenido por un gran número de pequeños partidos de izquierda, prometiendo un gobierno de reformas y bienestar social. De alguna forma Caldera representó la última esperanza de la clase política surgida en 1958, pero el gobierno de Caldera no satisfizo las demandas de la sociedad, que volcó a elegir a un candidato distinto y ajeno al establishment venezolano.
Fue Hugo Chávez, auto definido como NO político, irreverente, no convencional, autoritario, decidido a romper tradiciones, reglas y leyes con tal de obtener y conservar el poder; así como generar una campaña de miedo y odio para aprovechar el resentimiento de la población desempleada y en la pobreza, así como aquellos con menor nivel cultural y más fácilmente manipulables con mensajes groseros, hasta obscenos, que le llevaron a dominar el escenario mediático.
El mismo escenario de hoy en los Estados Unidos. Las mismas crisis que afectaron a Venezuela afectaron a USA, Clinton logró alguna mejoría, pero los gobiernos de Bush enfrascaron a Estados Unidos en guerras en el Medio Oriente, que dejaron norteamericanos muertos y una sensación de haber sido engañados para participar en ellas. Además, la crisis del 2008 fue originada por fallas notables en las supervisión de las entidades financieras por parte del gobierno; crisis que tuvo que ser subsanada, en la medida de lo posible, con dinero de los contribuyentes para financiar a los bancos y produjo desempleo y crisis inmobiliaria, dejando a la población resentida contra el gobierno.
Llega Barak Obama, con promesas de reforma, es un afroamericano, eso motivó a los afroamericanos a tener una esperanza y votar por él en espera de mejoras en su calidad de vida, igual los latinos, prometió seguridad social, prometió derechos humanos, reforma migratoria, cerrar la cárcel de Guantánamo; en otras palabras, se convirtió en la esperanza de las minorías, de los liberales, de la gente de menores recursos, que veían en él alguien capaz de cambiar la situación existente (Si Podemos). Pero al final fue un presidente más “blanco” que Bush, no cerró la cárcel de Guantánamo, el Obamacare no solucionó los problemas hospitalarios, USA siguió en guerra en Afganistán y deportó miles de latinos indocumentados. Logró mejoría en la economía pero también dejó mucho desengañados.
Por estas razones el pueblo norteamericano ya no confía en los republicanos, por el desempeño de Bush, ni en los demócratas, por la desilusión con Obama, es decir, está lista para un outsider, un “no político”.
Se presenta Trump con el mismo estilo que Chávez, grosero, agresivo, con un mensaje de odio, resentimiento y miedo, emociones que en los actuales momentos dominan la sociedad norteamericana, dispuesto a romper tradiciones, quizás leyes para obtener el poder y mantenerse en él. Persona de ademanes y expresiones agresivas, se presenta como gran empresario, a pesar de que es la persona que más quiebras controladas ha realizado en los Estados Unidos en los últimos años, pero la realidad no importa, importa solo la percepción, y el domina la percepción, dice lo que la masa quiere oír, los norteamericanos adultos, blancos sin instrucción universitaria, fundamentalmente en los estados rurales, la gente más fácilmente manipulable.
El objetivo de este artículo NO ES predecir el resultado de las elecciones, sino explicar el fenómeno Trump, quien gane o no, ya es un fenómeno electoral, y sus enormes semejanzas con el proceso venezolano, con Hugo Chávez.
Tengo la esperanza de que si efectivamente Trump gana la presidencia, la clase política norteamericana logre poner freno a sus posibles decisiones arbitrarias e impida la destrucción de las instituciones políticas de los Estados Unidos, porque si eso ocurre sería irremisiblemente seguida por un deterioro de la situación social y económica de ese país.
Dejo a su disposición un artículo sobre este mismo tema publicado en diario El Aragüeño en noviembre del años 2011
https://visionyanalisis.blogspot.com/2011/11/un-chavez-para-usa.html?view=flipcard
Martes 08 de noviembre de 2016

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No fue un oráculo que me dio alguna sibila portentosa y trágica, tampoco la lectura concienzuda o azarosa de las runas, el tarot o de Henry David Thoreau. No acudieron a mí las luces más brillantes de la razón, la locura de los dioses o los filmes de Michael Moore. Sin embargo, mi olfato de apostador me dio pistas, rastros y certezas difíciles de evadir. Y es que el triunfo claro, contundente y arrollador de Donald John Trump en las presidenciales estadounidenses vino a confirmar, en la óptica de este habitante de las colonias de Hispania, la completa miopía política y cultural de la clase política tradicional de occidente (y nosotros también somos occidentales).
Esta ceguera auto inducida de estas sociedades americanas de la actualidad, que llevaron a un empresario polémico, xenófobo, machista y jetón a la cabeza del imperio, puede ser comprendida en estas 5 razones:
1.- La clase política, así como gran parte de la “intelectualidad” no ha asimilado aún que la cultura cambió, y este cambio es esencialmente un cambio de lenguaje.
Es comprensible, hay factores que la edad, la violencia de vértigo de las innovaciones tecnológicas, la transición de la forma cómo nos comunicamos, que somos radicalmente diferente los que fuimos crecidos y criados en la galaxia Gutenberg y los nacidos en la galaxia digital. El espejo que nos transformó para siempre: redes sociales. Trump aprovechó, no como simple plataforma informativa, sino como medio trascendental de exposición mediática, las redes sociales, tanto para atacar a los adversarios como para aprovechar la banalización de la cultura política. Más insultos en su contra, más trending topic en su exposición en las redes. Su posicionamiento en el mercado lo patrocinaron los demócratas, y gratis.
2.- La petulante y contraproducente “superioridad moral” de la socialdemocracia.
Llámela así o izquierda democrática, socialistas o adecos de la nueva ola. O democrats. El asunto es que la horizontalidad que en nuestras sociedades occidentales se viene gestando desde sus bases, “desde abajo”, ha formado una clase de habitantes, que no ciudadanos, que cuestiona, ignora y castiga, cada vez que tiene la oportunidad, a la clase dirigente, a las estructuras institucionales, al establishment político tradicional. Decía Manuel Caballero que la tragedia de la democracia era que contenía en sí misma el germen de su propia destrucción.
3.- El olvido deplorable de la Política con mayúscula.
Tómate tiempo para deliberar, pero cuando llegue la hora de la acción deja de pensar y actúa. Andrew Jackson
El común votante americano, mejor, el americano promedio, odia que le mientan. Una de las virtudes que admiramos de la Unión Americana es el apego a la ley, es decir, a la palabra empeñada, a la virtud del compromiso. Hillary Clinton mintió descaradamente, 2 veces, sobre los correos comprometedores. Investigaciones del FBI, escándalo mediático, credibilidad perdida. El partido demócrata, quizá ensoberbecido en 8 años de gobierno, desestimó los viejos códigos: el contacto con la gente, la proposición de ideas, la sinceridad, sí, la sinceridad, que protagonizó la clase política en otros viejos y no tan viejos tiempos. No imagino a Carter, Kennedy, o a Franklin D. Roosevelt haciendo una campaña tan pobre, tan mediana.
4.- La razón cultural.
Trump, sea por su olfato empresarial, especulador, feroz y salvaje y esplendoroso capitalista, o bien por la sabiduría plena y real que da el dirigir personas, encontró el pulso cultural de la periferia poblacional de los EEUU, formada de campesinos, blancos, anglosajones y protestantes, obreros, amas de casa, Homero y Marge Simpsons urbanos, conservadurismos radicales, extremas derechas armamentistas, así como del centro, del más importante de éstos: el gran poder económico-político, en sus dos más influyentes variantes: Judíos y Tea Party. Esa fue su fortaleza, unir a los extremos a través de las heridas abiertas, y aún no cicatrizadas y asimiladas por la mayoría: segregacionismo, xenofobia, violencia. Pareciera que la guerra de secesión aún no culmina.
5.- La civilización del espectáculo.
Mario Vargas Llosa, en su brillante ensayo, la civilización del espectáculo, comentando un escrito de George Steiner, nos dice que “Steiner traza un bosquejo bastante sombrío de lo que podría ser la evolución cultural, en la que la tradición, carente de vigencia, quedaría confinada en el conservatorio académico: “Ya una parte importante de la poesía, del pensamiento religioso, del arte ha desaparecido de la inmediatez personal para entrar en custodia de los especialistas” (p.138). Lo que antes era vida activa pasará a tener la vida artificial del archivo. Y, todavía más grave, la cultura será víctima – ya lo está siendo – de lo que Steiner llama “la retirada de la palabra”. En la tradición cultural “el discurso hablado, recordado y escrito fue la columna vertebral de la conciencia” (p. 138). Ahora, la palabra está cada vez más subordinada a la imagen.
Quizá, por formar parte de esa misma decadencia cultural, los partidos tradicionales, tanto republicano como demócrata, fueron superados por el fenómeno comunicacional, contracultural y mediático que Donald Trump representa y encarna. La campaña entera de ambos partidos fue la que él diseñó: la confrontación, el insulto; la trastienda mugrosa que toda contienda política tiene fue traída frente a las cámaras en su propio reality show. Cada ataque que envió fue devuelto con igual o mayor flatulencia por sus contendores, tanto en las primarias republicanas como en la carrera presidencial. Y como en buen reality que se respete, la figura del hombre fuerte que se sobrepone a las dificultades, a la cayapa, con ferocidad de héroe posmoderno, sin valores, sin moral, sin escrúpulos, gana el rating con facilidad. Y a la manera de Rocky Balboa, Trump fue la gran esperanza blanca en su última oportunidad, contra todo pronóstico, y como en Rocky II, Llegó a ser campeón mundial, ganándole a puñetazo limpio a un negro y a una mujer, en los Estados Unidos de Norteamérica. God bless América!!

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El gobierno no quiere diálogo, no quiere elecciones, no quiere contarse y algunos creemos que sus intereses, particulares y partidista, no van en la misma dirección de lo que queremos la gran mayoría de los venezolanos; en fin, ahora sabemos todos, -ellos inclusive-, que harán todo lo posible para mantenerse en el poder cueste lo que cueste porque para el gobierno de Maduro eso es más importante que el país.
También sabemos porque no se quieren contar, no se miden porque serian barridos y les costaría mucho tiempo recuperar algo del capital electoral que una vez tuvieron. Además, no se pueden arriesgar porque saben que en algún momento la justicia les va a llegar y no tienen confianza en nadie. De manera que esa consigna, “Maduro vete ya, Maduro renuncia, el gobierno se acabó y no tiene margen de maniobra”, no tiene fundamento y quienes sostengan eso viven una fantasía que en algún momento fue colectiva, pero hoy los deja muy mal parados.
La otra verdad es la razón por la cual el gobierno se sentó en la mesa del diálogo, porque al margen de la intervención divina y de sus dos enviados, de las habilidades aprendidas de los ex-presidentes y de los antecedentes del paisano de Maduro y ahora ex-secretario general de la UNASUR, la verdad es que el gobierno estaba mal, necesitaba un respiro y la presión de la calle, bien orquestada por la MUD crecía a niveles peligrosos para el gobierno, pero también para la oposición dada la falta de organización, de claridad y de unidad a la hora de escoger el camino a seguir.
Se prefirió entonces recurrir a un viejo recurso-salida con el cual los defensores de la paz y el entendimiento tendrían que estar a favor, el diálogo, y para ello se cursaron invitaciones internacionales y se activaron los mecanismos SOS a cuanto organismo mundial existe y finalmente y aun entre dudas, no quedo otra que sentarse, ante un país desesperado, sorprendido y muy molesto, ¿por qué?, porque de nuevo se le hizo creer otra cosa y se le prometió marchas que muy probablemente se sabía de ante mano que no se podían realizar. Qué privó ahí; verborrea, intereses personales o partidistas e inmadurez política.
Ahora bien, ¿qué hacemos con el diálogo? Sin duda, mantenerlo y fortalecerlo. El diálogo es un logro de la oposición venezolana y de él puede depender la paz del país y la posible salida a esta grave crisis.
¿Cómo mantenerlo y fortalecerlo? Se me ocurre una introducción y cuatro líneas de acción; Me explico, no sin antes advertir que para nada estoy descubriendo el método milagroso ni el agua tibia, pero si con el mejor ánimo y con mi mayor exigencia como venezolano para que actuemos según las lecciones aprendidas y escuchemos la voz del pueblo.
Introducción: A Venezuela hay que hablarle con la verdad, sin cálculos, con el corazón y dirigir según nuestros principios, valores y respetando la Constitución SIEMPRE, no solo cuando nos favorezca, ello implica decir cosas que quizás no gusten enmarcadas en eso que llamamos “dirigir”, no hacerlo es POPULISMO, del cual precisamente hay que salir urgentemente.
Lo otro es un clamor nacional, los “dirigentes” deben PONERSE DE ACUERDO en una salida, hablen un solo mensaje, despierten esperanza creíble y cumplan el compromiso asumido. A la Venezuela actual muy poco le importa el nombre del posible futuro presidente y mucho menos el partido al que podría pertenecer; le importa y mucho superar esta situación de amargura y penuria en la que nos encontramos y tener un presente y futuro mejor para todos y por supuesto, salir de este gobierno. Madurez para entender la magnitud de la crisis, desprendimiento para aceptar el lugar que nos corresponda en la historia y fe en que podemos reconstruir nuestro país.
A cuáles Cuatro líneas de acción me refiero:
Primera, más y mejor UNIDAD. Esta es una nueva etapa, las anteriores nos han servido para avanzar, con sus errores y aciertos, hoy estamos en una posición privilegiada ante el régimen de esta revolución fracasada y de comiquita. La UNIDAD que hay que construir es la UNIDAD DE TODOS, donde estén representados además de los partidos políticos, los gremios profesionales, trabajadores, industriales, empresarios, estudiantes, sociedad civil, la cultura, la academia, etc.
¿Es fácil? NO, no lo es, pero es necesario no solo para salir de esto, sino además, para gobernar porque no es posible sostener un nuevo gobierno sin crear “gobernabilidad”, -eso lo sabemos-, entonces no esperemos tener esa responsabilidad encima para construir, tarde y mal, esa estabilidad, ni caigamos de nuevo en el error de creer que alguien o un partido o esta unidad puede sola, o lo que es peor creer que se tienen todas las respuestas, eso sería imperdonable.
Segunda, más y mejor ORGANIZACIÓN. Hemos avanzado cuando tenemos organización, (claro que con la “ayudaíta” de la pésima gestión de Maduro y su comparsa), retrocedemos cuando la época no es electoral y se despiertan las aspiraciones que aunque legitimas, no marchan de acuerdo a la realidad grave del país. Organizarnos mejor en una nueva estructura capaz de darle a los venezolanos la certeza de saber para donde quieren conducirnos y las consecuencias de esas acciones. Confianza es la siembra que hay que cultivar.
Tercera acción es MAS PRESIÓN EN LAS CALLES; la calle no es Caracas nada más y mucho menos Miraflores y su prometida y deslucida toma, la calle es toda Venezuela, organizando y liderando la protesta natura,l acompañando a un pueblo que literalmente muere de hambre y de enfermedades, asqueado como esta de tanta incapacidad y corrupción del actual gobierno.
Me refiero a una gran organización-fuerza para tomar Venezuela, de verdad, y no salir de esa toma hasta que ese bendito Diálogpproduzca resultados favorables. Eso tenemos como hacerlo. No dejemos pasar los tiempos; es mucho lo que hemos hecho este año pero también es bastante lo que hemos dejado de hacer en el cumplimiento de nuestro deber independientemente de los resultados, como por ejemplo, con el nombramiento de algunos representantes al TSJ, al CNE y aun estamos en deuda con los electores de Amazonas. Cuarta acción, MEJOR COMUNICACIÓN CON EL PAIS. El país quedó como pajarito en grama cuando se anunció el diálogpy algunos dirigentes importantes declararon que se enteraron de ese diálogppor la televisión… ¿Qué es eso?, qué falta tan grave de comunicación y que injusto con los venezolanos que estamos pendientes, como es natural, de lo que pueda pasar y de lo que harán nuestros dirigentes, ¿cómo se explica eso?... Ese error táctico no debe volver a pasar y en este caso la nación desesperada exige que los que pretenden dirigirnos se ENTIENDAN y que si quieren que nosotros confiemos, deben mostrar que tienen la madurez y la capacidad suficiente como para enfrentar y resolver esta grave situación, lo contrario es quedar como niños peleando por el juguete de un puesto.
Es necesario entonces unificar el mensaje, casi que nombrar voceros por temas y una vez que los dirigentes se pongan de acuerdo, sin excluir a nadie, le digan al país para donde vamos y que vamos hacer. Necesitamos unificar el mensaje, disciplinar a los mensajeros porque el país no merece ni debe tolerar más improvisaciones.
Así, saldremos adelante y reconstruiremos a Venezuela.

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Según reportaje de prensa (El Nacional 1-11-2016) en el texto de un acuerdo entre la MUD y el Gobierno, en los puntos para el diálogo –me imagino, a petición del oficialismo– se sustituyó la expresión “presos políticos” por privados de la libertad.
Al respecto cabe aclarar que no se trata de un asunto formal y de meras expresiones, que se puedan cambiar unas por otras.
El problema es de fondo y de profunda significación. No es lo mismo preso que privado de libertad y, en definitiva, la expresión privado de libertad es errónea y equívoca, a pesar de que nuestras leyes hacen referencia a la “medida judicial privativa de libertad”, o a “la privación de libertad”, de la misma manera que se refieren a “medidas sustitutivas”, que no lo son, ya que lo sustitutivo es la restricción del movimiento y la regla es el procesamiento sin afectar la libertad, dado que se presume la inocencia y la Constitución se pronuncia por la imposición de penas no reclusorias.
Pero el quid del asunto está en que el Gobierno, a partir de la “revolución penitenciaria”, ha decretado que ya no hay presos, sino privados de libertad, nombre engañoso para hacer referencia a un pretendido “preso nuevo” o “recluso nuevo”, que lo sería por el cambio de nombre, al igual que los “niños de la patria”, en lugar de los niños de la calle o los operativos de liberación del pueblo (OLP) en lugar de las redadas de vagos y maleantes. En definitiva, es “el mismo musiú con diferente cachimbo”.
Carece de todo sentido el cambio de nombre. A los presos debemos llamarlos presos, lo que se corresponde con la etimología de la palabra, del latín prehensus, participio del verbo prehendere (aprehender, atrapar, apresar).
En Venezuela, sin más, el preso se encuentra atrapado, enjaulado, y, lamentablemente, cabe el expresivo y grotesco dicho de que “preso es preso y su apellido es candado”.
En primer lugar, no se debe hablar de privado de libertad, porque a un preso, por más que lo sea, no se le puede privar de la libertad, sino, a lo más, como dice el viejo Código Penal Venezolano, refiriéndose a la penas, solo se trata de penas restrictivas de ese bien o derecho. Al preso no se le priva de la libertad; se le restringe en su libertad de movimiento y, como ha dicho Leopoldo López, “preso, pero libre”. Pero además, de lo que, efectivamente, se le priva a un preso, en Venezuela, es de su dignidad, sometiéndolo a violencia física y coerción moral en los antros penitenciarios o cárceles, que ostentan el pomposo título de “internados judiciales”, “establecimientos penitenciarios” o como se les quiera llamar.
Nuestros presos no están privados de libertad; están atrapados literalmente en un laberinto oscuro con vericuetos del horror que encuentra su sede en una prisión, en caricaturas procesales, sin garantía alguna; la mayoría de ellos se encuentran en “prisión provisional” que puede prolongarse por años, superando la incierta pena que teóricamente les corresponde por un delito que no se sabe si lo cometieron y, por supuesto, en los casos de disidentes o encarcelados de conciencia, no lo cometieron, porque están allí por “razones exclusivamente políticas”; en la cárcel se debe pagar el impuesto “de la causa” como garantía de la vida y expiación preventiva de la “culpa”; los infelices encarcelados están permanentemente “martillados” para subsistir y ser trasladados al tribunal; sus madres, hermanas e hijas deben pagar por su prisión y verse sometidas a la requisa impúdica que puede ser atenuada en la humillación, a discreción de sus carceleros; y, en definitiva, si son “presos comunes” solo saldrán cuando “San Juan agache el dedo” o cuando el gobierno lo disponga, si son presos políticos.
Entonces, es de suma importancia hablar de “presos” y no de “privados de libertad”, expresión realista que también utilizó el Presidente Chávez cuando se encontraba en Yare, no en las mismas condiciones de los presos políticos actuales, ya que –como él lo declaró– “estábamos todos en un pabellón con celdas que daban a un pasillo y nosotros mismos manejábamos el candado” (en Conversaciones con Chávez, de Ignacio Ramonet).
En síntesis, tenemos “presos”, en el ,sentido propio de la expresión, atrapados en el infierno carcelario nacional y afectados en lo más sagrado del respeto a la dignidad de la persona (art. 3 de la Constitución); sometidos a verdaderos tratos inhumanos que nada tienen que ver con un Estado de Derecho y de Justicia (art. 2º de la Constitución); y el colmo de un país en el clímax del “surrealismo del siglo XXI”, es la declaración de Venezuela en el Examen Periódico Universal ante la ONU, en la cual, nuestra delegación señaló que “el modelo en materia de derechos humanos persiste y es ejemplo para otros países” (declaración del 1-11-2016) y, con la misma, se inauguró, con el dinero de todos y ante nuestro infierno carcelario, una exposición titulada “Venezuela, país garante de los Derechos Humanos”.
De manera terminante: mientras tengamos presos que su apellido es candado y las cárceles sean la evidencia incontrastable de la violación flagrante a los derechos humanos, no podemos hablar de Constitución ni de Estado de Derecho y aunque “aprobemos” el examen de la ONU, los antros carcelarios nos “raspan” ante la conciencia de todos los venezolanos en juicio inapelable sujeto a revisión en una Venezuela con la que soñamos en un futuro cercano.
aas@arteagasanchez.com
El Nacional. 6 de noviembre 2016

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