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Opinión

Nuestra literatura política hace cada día un uso más profuso del eufemismo, de manera tal que la recta y franca expresión que exprese sin ambages la realidad que nos agobia, parece destinada a diluirse en los vapores del coqueteo entre la mentira y la simulación.

Meses antes del 6 de diciembre de 2015, fecha señalada por el C.N.E., para que se efectuaran las votaciones legislativas, publiqué un artículo de opinión denominado «Votantes o electores»1, para denunciar que «En medio de la controversia política y la polarización alimentada por régimen y opositores, nos alejamos cada vez más de los fundamentos teóricos y constitucionales que dan soporte a las votaciones, que desde hace tiempo perdieron su carácter electoral», señalando a continuación que «Es triste pero necesario afirmar que en Venezuela la soberanía reside en Nicolás Maduro y Diosdado Cabello, por una parte y en Henry Ramos Allup y Julio Borges, por la otra, con asociados de menor cuantía congregados en la Mesa de la Unidad Democrática (MUD); los segundos eligieron el 76% de los candidatos no chavistas a la Asamblea Nacional, dejando apenas un 24% a la libre escogencia de la ciudadanía, apelando a la absurda conseja de que unas primarias universales podrían ser afectadas por manipulaciones del régimen».

Haber escrito esto cuando el País se encontraba sumido en una onda de esperanza, nos ponía en riesgo de ser considerada la aguafiestas, ese personaje que nunca falta convocado por alguna criatura del averno, para llenar de sal el pastel que se apresta a cortar el cumpleañero.

Lamentablemente, las sospechas y temores expresados en ese artículo del 14 de agosto de 2015, resultaron absolutamente fundados. La Asamblea Nacional, elegida en realidad por el omnipotente y omnímodo «dedo» y que los más ingenuos esperaban que fuera el ariete destructor de las murallas del chavismo, no pasó de ser una suerte de bolsa de valores donde se efectúan todo género de transacciones entre el régimen y los partidos de la MUD.

Lo que está sucediendo con la Asamblea Nacional y, en general, con la llamada oposición oficial, no es más que la directa consecuencia de un sistema electoral perverso donde el ciudadano vota, pero no elige; donde la ciudadanía es la convidada de piedra a la hora de las decisiones y se le convoca a votar –a gusto y capricho de las organizaciones políticas– para convalidar decisiones previamente tomadas en tabernáculos partidistas, donde priva el interés grupal y el beneficio directo y personal de los jerarcas.

Queremos que esto cambie y en ese sentido trabajamos. Es menester hacer realidad el principio básico de la democracia: la soberanía popular, el derecho real y efectivo de la gente, de cada ciudadano, de definir su destino y de elegir nominalmente a sus autoridades, con la inclusión de cargos de extrema importancia como son la Presidencia del Banco Central, la Fiscalía General de la República, la Contraloría General, los magistrados del Tribunal Supremo de Justicia, el Defensor del Pueblo y otros de similar importancia, cada uno de los cuales debe estar sometido a estrictos requisitos, muy bien estudiados y constitucionalmente establecidos.

Es imprescindible, urgente e impostergable transferir la soberanía, hoy de hecho ejercida por los partidos políticos, a manos de la gente. Ello no será posible mientras seamos votantes, pero no electores. Mientras las más altas autoridades del Estado no sean escogidas mediante elecciones primarias, la democracia no pasará de ser imitación burlesca del sistema político inventado por los griegos.

Deseosos de que un sistema de gobierno verdaderamente democrático impere en Venezuela y persuadidos de que lograrlo es deber de todos, hemos lanzado el eslogan Votar para Elegir y le otorgamos sustento doctrinario en el sitio web www.eligetu.org2. Allí consignamos nuestro modesto aporte para la recuperación espiritual y material de nuestra maltrecha Patria, con la convicción de que el sistema electoral inaugurado en diciembre de 1958, transfirió a partidos y a políticos el poder que en justicia corresponde a la ciudadanía y que es, en buena parte, culpable de la tragedia que hoy vivimos.

turmero_2009@hotmil.com

@DulceMTostaR

http://www.dulcemariatosta.com

14 de abril de 2018

 3 min


Quiero compartir mi confusión alrededor del proceso político que vivimos. Por una parte, entiendo la frustración de quienes no creen en participar en un proceso electoral sesgado, opaco y manipulado. Si añadimos que el costo de salida del gobierno es infinito, la probabilidad de que entreguen el poder es muy baja, excepto si proviene de una implosión que, por ahora, solo es una especulación académica. No podemos descartar esa posibilidad, pero tampoco basar el análisis en un “cisne negro” que necesita que estén alineadas demasiadas estrellas.

Pero a la vez entiendo la tesis de quienes creen que ir a un boicot electoral tiene una probabilidad de éxito prácticamente nula. Las explicaciones de los pro boicot sobre cómo es que eso producirá un cambio son muy pobres y la capacidad de generar amenazas creíbles más pobre aún, excepto las amenazas de acción internacional contra el gobierno, lo que hace a los pro boicot dependientes de una acción que no controlan y que además se plantea como sustituto y no complemento de una acción propia, algo muy decepcionante en término de resultados esperados.

En todo caso, si la única fuerza opositora del ala boicot son las sanciones, esto me genera otra confusión. Si hablamos de sanciones personales, supongo que su objetivo es crear presión para generar la implosión del chavismo. Entonces llegamos al escenario donde Falcón podría representar, por ejemplo, una opción de negociación con los chavistas disidentes, convirtiéndose en una forma de salir de Maduro a través de la presión del propio chavismo para el reconocimiento del triunfo electoral opositor, atado a una negociación de salida que proteja al chavismo en su conjunto. Una especie de huida hacia delante para quienes sienten la amenaza de verse envueltos en sanciones personales en el futuro. Pero para que eso ocurra Falcón tiene que sacar más votos que Maduro, lo cual es una inconsistencia con la propuesta de boicot.

Las sanciones económicas, financieras y petroleras son otra historia. Ahí la teoría indica que se va a por todo. Pero la evidencia ha demostrado que no funcionan. No estoy analizando la teoría ni la lógica ni la ética de la propuesta. Simplemente su eficiencia. Cuba, Corea, China, Rusia, Zimbabue muestran su fracaso. Y en realidad también Irak, Libia y Siria donde se derivó en otra cosa. Entonces, parece que la propuesta de sanciones está basada en un error de apreciación de eficiencia o en la necesidad de hacer “algo” aunque no funcione. Es como el padre que castiga sabiendo que no resolverá el problema, pero le da remordimiento no hacer nada. El problema es cuando lo que se hace, para cubrir un complejo ético, es peor para la vida de la población que se pretende ayudar. Ya sería fronterizo pedirle sacrificios a quienes viven dentro, mientras yo los veo desde afuera. Pero es aún más complejo pedirle a un pueblo que asuma costos brutales, sabiendo de antemano que la probabilidad de éxito es muy baja.

El resultado de todo esto podría ser que la mayoría más grande que ha tenido la oposición en toda la era chavista no vote masivamente, sin tener una propuesta alternativa, dejando a Maduro en poder y provocando la agudización de sanciones generales, que empeorarán la vida de los venezolanos en general sin provocar cambio de gobierno.

Claro que puede ocurrir el otro escenario. Que en el camino la gente se anime a votar contra Maduro, el chavismo implosione y los chavistas disidentes defiendan el resultado electoral como una vía para buscar una negociación transicional y salir del problema lo más elegantemente posible. Pero para eso, otra vez, Falcón tendría que tener votos para ganar, algo que los opositores institucionales ven como un pecado mortal. ¿Clarito, no?

luisvleon@gmail.com

 2 min


Transcurre el proceso electoral del 20M y la apatía colectiva se apodera del ambiente impresionantemente. Pareciera que no significa nada para los 20 millones y medio de electores. Se observa dejadez e inercia. Como si nada estuviera en juego. El ambiente es de continuidad. Prolongación de lo presente. La sensación general es que el resultado está cantado. Solo el sistema nacional de medios chavista promueve reportes del PSUV para las elecciones. Los otros medios usan la cautela y la reserva. Pocos ven perspectivas de cambio. A 35 días de las elecciones la onda abstencionista envuelve la capa pensante del elector opositor. Una imagen de derrota adelantada luce impresa en la mente de una buena porción de los electores. Este grupo montado en una de boicot financiero. Golpe de Estado, embargo petrolero, rebelión de las masas y hasta de invasión extranjera. Compleja la situación. Se visualiza una abstención brutal y una victoria cómoda del candidato oficial. Esto es lo que se observa en la calle y especialmente en la clase media y alta.

Sociedad caótica

Mientras esto pasa, se agudizan las protestas por los servicios públicos y se intensifica la lucha contra el alza en los precios de los alimentos y medicinas. La hiperinflación afecta inclementemente a todos los estratos de la población. El clamor general es sobre esta materia y hay conciencia en la consecuencia que trae para la prosperidad y bienestar de la gente. El proceso de empobrecimiento es generalizado. Cada vez hay más pobres y más gente pasando hambre por las calles de las ciudades. Fallan los servicios públicos de electricidad, agua y aseo urbano y parte de la población vive una verdadera pesadilla de ultrajes, indignidades e inseguridades. Una vida en sociedad caótica por una economía endiablada sin controles efectivos ni reglas de juego. La oferta y la demanda funcionan anarquizadamente. Sin leyes ni reglas. Cada quien pone el precio que quiere. Carecemos de estadísticas o informaciones periódicas oficiales sobre el comportamiento de la economía. Todo o casi todo es improvisado. Lo que hace imposible programar a mediano y largo plazo. El Dólar Today hace estragos. Y la nación indefensa… Según la Cepal la recesión para este año es del -8,5%. Según la AN, la inflación del mes de marzo se ubicó en 67%.

La canasta internacional

Un silencio sepulcral invade al liderazgo opositor. Todos los huevos puestos en la canasta internacional. La esperanza está puesta ahí. Las aspiraciones apuntan hacia las acciones y medidas internacionales. Decenas de diputados y dirigentes viajando por el exterior. En América Latina se concentran en el Grupo de Lima y en la Cumbre de las Américas por los lados del Perú. Washington es siempre un sitio predilecto. España constituye también un lugar preferido. Varios recorren Europa. La línea es mayores sanciones políticas, financieras y económicas. Se busca aislar al país. La última semana se habló insistentemente de un embargo a Pdvsa. Que le quitaría el oxígeno del dólar petrolero al gobierno y agotaría la economía de la nación. Produciendo una espantosa hambruna que pudiera ser comparada con las peores del mundo y afectaría principalmente los estratos sociales más vulnerables. Luego se habló de posponer para septiembre las elecciones y cambiar el CNE. La oposición lanzaría su candidato unitario a las presidenciales. Todo esto último como resultado de la visita a Venezuela de un Senador Demócrata y su entrevista con Maduro, Ramos Allup y otros dirigentes políticos. ¡Amanecerá y veremos!

Añorando la dirigencia de antaño

Así transcurre la azarosa vida del venezolano. Angustiado por su situación económica. Alarmado por el aumento diario de los precios de los alimentos y medicinas. Indiferente ante los aconteceres políticos pero sabiendo que de ellos depende su futuro. Consciente de que la elección planteada es una farsa si no hay cambio en las condiciones. Sin guía que lo motive y emocione. Sin alternativa de futuro y sin camino que andar. Sus metas son cortas y pragmáticas. Es el alimento del día a día él que le preocupa. Es el precio de su medicina. Ya no hay tiempo para pensar como si viviéramos en normalidad. Simplemente porque aquí no hay nada normal. Añorando con razón a la dirigencia de antaño. Inspiradores. Estrategas y sabios al interpretar realidades. Fáciles para la negociación y la configuración de alianzas.

fcordero@eluniversal.com

 3 min


Indira Guerrero

Cinco años han pasado desde que Nicolás Maduro fue oficialmente elegido presidente de Venezuela, y la vista en retrospectiva de la nación con mayores riquezas naturales del mundo es la mirada a una casa que gotea por el techo y arde en llamas al mismo tiempo.

La inflación, sin que se conozcan datos oficiales desde hace dos años, corre libre sobre los cuatro dígitos, las muertes por homicidio superan cada año sus récord históricos, las fronteras están parcialmente cerradas desde hace dos años y las listas de espera aumentan a meses para tratamientos médicos de enfermedades graves, crónicas o degenerativas.

En Venezuela se estima que escasean ocho de cada diez alimentos de la cesta básica, y más o menos la misma cantidad de medicamentos, algunos de ellos simplemente ya no existen, y se necesitan más de 100 salarios mínimos para cubrir los gastos de una familia promedio.

El cohete que disparó el índice de precios generó también la escasez de efectivo. Los cajeros automáticos vacíos, las taquillas de los bancos llenas de clientes que retiran del máximo diario permitido, que alcanza solo para pagar el boleto en transporte público, y un mercado negro al que los venezolanos acuden a comprar dinero.

Apenas hace unas semanas se anunció la implantación de un nuevo sistema monetario para mitigar el daño de la moneda actual que colapsó a menos del 1 % de su valor oficial.

Aún sin registros oficiales, el de los tres últimos años es el mayor éxodo de la historia del país, estimado entre cuatro y cinco millones de personas, lo que sería casi el 15 % de la población, la mayoría de ellos jóvenes profesionales y estudiantes universitarios.

Algunas instituciones, principalmente privadas, han comenzado a cerrar cursos y especialidades por falta de alumnos o maestros que han abandonado los centros educativos para emigrar.

El complejo escenario venezolano ha sido interpretado por el Gobierno como el resultado del acorralamiento de las potencias extranjeras que, aliadas con la oposición interna, atacan el modelo socialista en un enfrentamiento sin tregua.

El Gobierno ha aumentado sus políticas para mitigar los daños con programas sociales que incluyen la entrega de cajas con algunos alimentos subsidiados directo a las familias, ha aumentado significativamente los bonos y pensiones, y aun así esto es insuficiente para cubrir las necesidades más básicas.

Los ingresos se vinieron abajo un 60 % con la caída de los precios del petróleo pese a que durante los dos últimos años Maduro ha presionado por su recuperación y de acuerdo con datos de la OPEP, de la que Venezuela es miembro fundador, su producción se redujo alrededor del 12 % en 2017.

Aún con las mayores reservas de petróleo del mundo, el pasado noviembre S&P Global Ratings declaró a Venezuela en default por el no pago de una deuda de 200 millones de dólares en intereses a sus tenedores de bonos.

La refinanciación de la deuda quedó bloqueada con la prohibición de Estados Unidos de adquirir nueva deuda venezolana para evitar dar alivio financiero al Gobierno, señalado de dictatorial.

Varios altos cargos del Gobierno han recibido sanciones de congelación de activos y prohibiciones de ingreso a Panamá, Suiza, Estados Unidos y la Unión Europea por acusaciones de violación a los derechos humanos, blanqueo de capitales y financiación al terrorismo, entre otros.

La violencia por protestas callejeras también ha superado los históricos en dos décadas con casi 200 muertes en enfrentamientos entre manifestantes y autoridades, las más importantes ocurridas en 2014, por seis meses, y en 2017, durante otros cuatro.

El mandatario ha visto amenazada su estabilidad incluso desde dentro, con varios supuestos intentos de golpe denunciados por él mismo y que involucran a rangos medios y altos de la Fuerza Armada.

A la complejidad de estos años se suman los procedimientos judiciales contra sus antiguos ministros de Petróleo, de la estatal Petróleos de Venezuela (PDVSA) y varios gerentes, acusados de delitos de corrupción, y las acusaciones en todas las direcciones de funcionarios que se han ido distanciado de su Gobierno.

Maduro llegó a la presidencia en 2013 gracias al fallecido gobernante Hugo Chávez (1999-2013) -el presidente más votado de Venezuela-, que al despedirse del país para tratar el cáncer que poco después causó su muerte, pidió a sus partidarios que eligieran al entonces vicepresidente como su sucesor.

Y aunque el escenario electoral de las presidenciales del 20 de mayo le sonríe gracias a la decisión de la mayor coalición opositora de no participar en las elecciones por considerarlas fraudulentas, Maduro vuelve a las urnas para reelegirse con un legado que se le ha escurrido entre los dedos, y las cifras de la llamada “revolución bolivariana” literalmente rojas.

 3 min


Lester L. López O.

Apreciación de la situación política número 137

Una decisión de magistrados del TSJ en el exilio con pruebas y solicitud, de la también exiliada Fiscal General de la República, concluye que es procedente el antejuicio de mérito al mandamás del régimen y remite a la Asamblea Nacional tal decisión para que proceda en consecuencia, es decir, destituir al mandatario para que compadezca ante la justicia y se lleve a cabo el juicio correspondiente.

La situación no es fácil para los asambleístas, especialmente porque no hay la certeza de quien deberá efectuar el juicio, si es el TSJ ilegítimo en ejercicio o los magistrados en el exilio. Jurídicamente la viabilidad del procedimiento tiene vacíos legales importantes o difíciles de entender, pero políticamente la decisión afectaría, aún más, la notoria ilegitimidad de la que goza el acusado en la comunidad internacional y lo inhabilitaría para continuar con sus pretensiones de relegitimarse en las no menos fraudulentas elecciones presidenciales previstas para el 20M. En otras palabras, la inminente reelección del acusado debería ser desconocida por buena parte de la comunidad internacional que ya ha emitido opinión en cuanto a desconocer los resultados de las fraudulentas elecciones.

Tal situación puede impulsar al régimen a tomar medidas que pueden incluir la anulación definitiva de la AN, pero eso contribuiría a desprestigiar más al mismo por lo que es posible que intente acciones menos llamativas como detener u obligar a salir del país de muchos diputados para evitar el quorum reglamentario para aprobar el juicio solicitado y anular la convocatoria electoral en curso.

A la oposición que decidió no participar en las elecciones presidenciales le daría un argumento más para no concurrir a la cita electoral, y al candidato opositor de Nirgua se le puede hacer más difícil justificar su participación, además de que no le han cumplido con las condiciones electorales prometidas. Aunque algunas encuestas lo favorecen en ciertas formas y él las utiliza para mantenerse en campaña, debe pensar muy bien seguir participando en las elecciones si a la solicitud de juicio la AN le da curso.

Mientras tanto, la difícil situación económica promovida por el régimen sigue su curso de deterioro en contra de una población que espera, casi con desesperación, que le empiecen a plantear soluciones a sus problemas de alimentación y salud.

Todo un circo, pero sin pan, que desluce al espectáculo y nunca termina como se tenía previsto.

@lesterllopezo 13/04/18

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En tono burlón, el Presidente dejo en la pantalla de los televisores una pregunta que nos concierne a todos. Una pregunta - ¿Tú te irías a lavar pocetas en Miami?- que, denigra de un oficio y de quienes lo desempeñan, a la par que satiriza el dolor de los que se marchan y el de los que se quedan aquí.

Con su pregunta, el Presidente Maduro, ofende a la diáspora venezolana desdeñando las razones por las que nuestra gente se dispersa por el mundo. Pareciera, así, desconocer que los que se van no se van, sino que huyen. Que desertan de las condiciones que determinan la vida por estos lares. Que se marchan de un país en el que la existencia de muchos se ha vuelto cuestión de sobrevivencia. Un país con los nervios de punta, acosado por la anomia, aturdido por el miedo, sometido por la violencia en sus múltiples formatos, en el que la vida transcurre de manera poco amable, sin las certezas básicas necesarias sobre las que funciona cualquier sociedad. Un país al que se le extravió el futuro.

Con su pregunta el Presidente Maduro aparenta ignorar que los ciudadanos se marchan de un país regido por un Gobierno incompetente, apresado en una telaraña de ideas equivocadas pero, sobre todo, condicionado por la corrupción de su dirigencia. Un Gobierno que chapucea en las aguas de la hiper inflación recurriendo a la magia de desaparecerle varios ceros a la moneda, mientras jura por enésima vez - esta vez sí va en serio, de verdaíta – que se hacen planes para diversificar la producción y superar el rentismo petrolero, un objetivo, que se nos promete, más o menos, a la vuelta de la esquina. Un Gobierno que ejerce el poder con el casi único propósito de mantenerlo y cuya ocupación principal por estos días es ganar las elecciones a como dé lugar. Un Gobierno que ha debilitado al Estado y se ha fabricado una institucionalidad hecha a la medida –para eso inventó la Asamblea Nacional Constituyente -, que le permite hacer hasta lo que no se puede hacer. Un Gobierno que supedita buena parte de las políticas sociales a la lealtad política y que progresivamente avanza en el desarrollo de mecanismos de control sobre los venezolanos, que se manifiestan, entre otras maneras, en las diferentes funciones de la Red de Articulación y Acción Sociopolítica (Raas), creada para la defensa integral de la Nación y la defensa del pueblo en los ámbitos ideológico, cultural, político, social, económico, electoral y militar”, una de cuyas tareas supone “desplegarse calle por calle, casa por casa, para la caracterización sociopolítica de los habitantes y el conocimientos pleno del territorio.”

En fin, con su pregunta, el Presidente Maduro, revela que no es capaz de reconocer que, poco a poco, Venezuela se convierte en un lugar cada vez más áspero en el que un número creciente de personas tiene, al menos, la fantasía de irse a vivir a otra parte.

HARINA DE OTRO COSTAL

El apenas treintañero Mark Zuckerberg, dueño de Facebook, compareció por estos días ante el Senado norteamericano para ser interrogado acerca de las filtraciones de datos de sus usuarios y la influencia en la elección del Presidente Tump. Uno, terrícola de a pie, cruza los dedos para que se produzcan las sanciones correspondientes, pero, sobre todo, para que se tomen las medidas orientadas a poner orden en el casi anárquico espacio digital. Problema grueso éste, pues como se ha señalado insistentemente en el medio académico, se trata, expresado en pocas palabras, de garantizar que la democracia pueda sobrevivir a internet.

Así las cosas, imposible no acordarse de que en el año 2013 Edward Snowden denunció que millones de datos privados fueron a los registros de la Agencia Nacional de Seguridad de los Estados Unidos. Demostraba, así, que las nuevas tecnologías no nos llevan derechito al edén. Junto a sus innegables posibilidades liberadoras, también abren un camino ancho al autoritarismo al permitir que la sociedad sea una gran vitrina en la que todos podemos ser escudriñados. Quedaba planteada, así pues, la tarea de determinar el significado democrático de la intimidad en el mundo contemporáneo a partir de la tensión entre los derechos ciudadanos y el interés colectivo, entre la privacidad y el bien común.

Imposible no acordarse de Snowden, digo, porque en aquella oportunidad también se habló de la urgencia de regular el ciber espacio, pero lo de Facebook demuestra que aún estamos en mora. ¿Sera que la cosa ahora si va a ir en serio ?

El Nacional, jueves 12 de abril de 2018

 3 min


José Rosario Delgado

Venezuela ha sido una sucesión de errores producidos a través del tiempo y jamás ha podido entrar a un siglo cuando éste comienza sino cuando se les antoja a quienes han subyugado a la nación durante largos períodos, constituyéndose en lastre para el desarrollo social, económico, político, educativo, cultural e incluso histórico, tropiezos que hacen de nuestro país una zona de amargas tristezas que no han agravado más la situación por el bendito sentido del humor que nos hace reír y reírnos hasta de nosotros mismos.

La misma llegada de los españoles en 1498 neutralizó el ingreso al siglo XVI por las refriegas de la conquista y la colonia hasta los sucesos de 1810 que nos impidieron ingresar con seriedad al siglo XIX y así las montoneras domésticas que bloquearon la entrada al siglo XX. Ni se diga lo que es historia presente con la desgracia moderna que nos paraliza el paso al siglo XXI con la peor de las miserias, pues huyen de aquí quienes están muy bien preparados y formados para garantizarnos un futuro decente.

Esas situaciones que llamamos “errorismo histórico”, pues son esos errores los que nos tienen aquí, donde estamos, fuimos superándolas cuando surgió, en contra de lanzas, cañones y fusiles, la posibilidad de que a través de la decisión de los venezolanos se pudiera designar a las autoridades mediante votación directa, universal y secreta; es decir, deponer las armas y blandir el Voto como única manera para accionar moral y cívicamente la búsqueda de soluciones a los conflictos generados por las ansias de poder político.

Una ejemplar experiencia electoral de 70 años que, pese a trapisondas tradicionales y modernas trácalas, eran organizadas, dirigidas, supervisadas y escrutadas por los actores y factores políticos, por pequeña o escasa que hubiera sido su votación, y gerenciadas por ciudadanos comprometidos con su trayectoria personal y profesional, dando cuentas claras de su responsabilidad ante el país, ante su familia y ante su espejo.

Sin embargo, hoy día todo eso se ha trastocado, se ha derrumbado y el consabido e histórico errorismo venezolano es transformado en “terrorismo electoral” con gente, formal e informalmente formada e informada terciando en la satanización de las elecciones como mecanismo de cambio y ubicándolas en el ángulo de las sospechas no como medio para salir de la dictadura sino como fin de ésta para perpetuarse en el poder.

Esta vez las figuras principales, los protagonistas, se convierten en actores del reparto de posiciones adversas a la realidad que ellos mismos viven al confundir a los espectadores, que no se explican cómo es que lo que ayer nos era útil, y exigíamos como punto de partida para lanzarnos a enfrentar el obligante compromiso, de repente nos repugna y nos somete al escarnio de la audiencia hambrienta, famélica y enferma que busca desesperadamente salir de esta amarga pesadilla.

Con el (t)errorismo electoral estamos jugando ya no con la situación que sufrimos y padecemos no sabemos hasta cuándo, sino con la fe y la esperanza de los ciudadanos que se quedan y los que se van porque no encuentran ni ven salidas serias, responsables, propias de nuestro pasado, presente y futuro, orientadas por nosotros mismos y no coordinadas por esa comunidad internacional que puede ser que quiera ayudar y ayude, pero que no vendrá a Votar por los venezolanos, los “campeones” de la democracia y la libertad.

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