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Opinión

Ignacio Avalos Gutiérrez

Compendio de palabras básicas para medio entender el país

A

Abstención. Decisión política que en diversas ocasiones han tomado algunos sectores opositores, suerte de un autogol o tal vez de auto suicidio, como dicen que dijo Carlos Andrés Pérez

Anomia. Situación en el que los vínculos sociales se debilitan y la sociedad pierde su fuerza para integrar y regular adecuadamente a los individuos. A pesar de que este concepto lo elaboró el célebre sociólogo Emile Durkheim hace bastante tiempo, resulta muy útil para comprender la actual sociedad venezolana.

Arco Minero. Zona del sur de país donde se concentran reservas importantes de agua dulce y una gran biodiversidad, que se explota bajo el marco del “capitalismo, rentista extractivista”, en nombre del Socialismo Ecológico.

B

Bolívar, Simón. Artífice de la independencia nacional, cuya historia ha sido reescrita al extremo de que parece que él hubiera sido chavista antes que Chávez.

Benedetti, Mario. Gran escritor uruguayo, quien sin ser politólogo señalo que la humanidad enfrenta dos grandes peligros: “La derecha cuando es diestra y la izquierda cuando es siniestra”

Bodegón. Bodega grande en la que se venden exquisiteces, casi todas importadas, con precios en dólares y asequible sólo para una parte pequeña de la población. Término que ayuda a describir el actual del modelo económico.

Burbuja. Espacio pequeño y aislado de la sociedad en el que vive una minoría de venezolanos y desde el que resulta imposible imaginar como transcurre la vida de la gran mayoría de sus compatriotas

C

Carvajal. Pollo que amenaza con hablar como si fuera Loro

Casinos. Establecimientos en el que tienen lugar los juegos de azar, cerrados hace dos décadas por el Presidente Chávez, quien los consideraba “lugares de perdición de la burguesía”. Maduro anunció hace unos días que se abrirán 30, advirtiendo, para endulzar ideológicamente la medida, que los recursos generados se emplearían en la educación y la salud.

Canasta básica. Creación teórica los economistas, muestra inequívoca de que el ingreso de la mayoría de los venezolanos no da para las tres comidas de cada día.

Corrupción. Practica recurrente en el contexto de la gestión oficial, respecto a la cual el sistema de justicia se hace el desentendido

CH

Chambita. Puesto de trabajo medio chimbón, considerado como privilegio en estos tiempos de crisis

China. País asiático. Inventor de los juegos artificiales y de un modelo económico regido por un capitalismo, administrado por el Partido Comunista. Hay quienes creen que el gobierno actual pretende transitar caminos parecidos, con su toquecito tropical, claro está.

D

Discurso Oficial. Relato en el que la realidad es un detalle menor, respecto al que no es preciso guardar ninguna una relación de concordancia.

Dialogo. Ingrediente esencial para tejer la convivencia social, según se ha escrito desde los tiempos de Perogrullo

Diáspora. Seis millones de venezolanos que han optado por no vivir en su país.

Dólar. Moneda local en la República Bolivariana de Venezuela.

E

Educación. Aspecto clave en la llamada sociedad del conocimiento, cuyas deficiencias son imposibles de exagerar en la sociedad venezolana

Escasez. Palabra que retrata todos los escenarios de la vida cotidiana y que se hace particularmente evidente en la falta de futuro para los más jóvenes.

Estado. Ente invisible para gran parte de la población en lo que respecta a seguridad, justicia, salud, educación y otras menudencias parecidas, pero muy visible en sus maneras de ejercer el poder.

Fuga de cerebros. Exportación de capital intelectual que descapitaliza seriamente al país.

Futuro. ¿Como será la semana que viene?

I

Ideología. Palabra chiclosa que se puede emplear, acomodándola a casi cualquier situación.

Iguana. animal que suele ser acusado como responsable de los daños que sufren los servicios públicos, en alianza con la acción terrorista de algunos grupos financiados desde el exterior.

Intervención Extranjera. Sueño de algunos opositores de cara a la solución de la crisis venezolana, cuyo cumplimiento hubiese sido una pesadilla, según lo muestra la historia universal.

M

Machismo. Muerto que aún goza de buena salud, a pesar de las palabras, los palabros y les palabres

Moto. Bípedo mecánico que convertía a su jinete en víctima automática de cualquier redada policial durante la anterior república, pero también en ésta.

Mazo. Objeto contundente que puede ocasionar daños graves. Algunos dirigentes del oficialismo se valen de la esa palabra como metáfora de la política

N

Niño de la calle. Niño de la Patria que sigue viviendo en la calle.

Nostalgia. Percepción indulgente del pasado que obvia los polvos que trajeron estos lodos de hoy.

Negociación. Proceso que tiene lugar en México entre la oposición y el gobierno, cuyo trasfondo no debiera ser la disputa por el poder, sino llegar a los acuerdos que resuelvan el drama que vive el país.

O

Ombligo. Pequeña cicatriz ubicada en medio del vientre de los seres humanos. En buena parte de nuestros lideres políticos representa la única perspectiva desde la que miran la sociedad, haciendo que a veces que el escenario político se asemeje a un festival de egos.

Oposición. Partidos y grupos diversos contrarios al gobierno, que a veces suelen parecer contrarios entre sí.

P

Palabra. Instrumento esencial de la comunicación humana. Algún politólogo tendrá que establecer cuanto de la crisis que padece el país, se debe a la forma como se han dicho las cosas.

Pandemia. Epidemia universal causada por un bichito microscópico que ha puesto en jaque al planeta, inclusive Venezuela, país en donde es difícil saber de las andanzas y perjuicios del coronavirus en sus distintos disfraces.

Pensamiento único. Pensamiento que se opone radicalmente a los pensamientos únicos de los demás.

Política Financiera. Borrar cada cierto tiempo el número de ceros al Bolívar para disimular la inflación y otras incongruencias de nuestra economía, según opinan algunos economistas enemigos del gobierno.

Privacidad. Derecho humano que cada vez se ha visto más comprometido en el mundo, inclusive en Venezuela, por supuesto.

R

Redes Sociales. Espacio en donde hoy en día sucede buena parte de la vida humana. Escenario libre de filtros, en el que en buena medida ahora transcurre la política para bien, para mal y para todo lo contrario, obligando a repensar la democracia, según argumentan varios autores.

Rojas, Yulimar. Notable atleta venezolana. Rara avis en medio de los graves problemas que rodean al deporte nacional.

S

Salario Mínimo. Remuneración que solo alcanza para llevar una vida microscópica.

Sastre. Señor que hace trajes a la medida del cliente. Metáfora de los diputados de la Asamblea Nacional, encargados de elaborar leyes al gusto del poder ejecutivo, aprobadas casi siempre por unanimidad y en primera discusión.

Socialismo del Siglo XXI. Proyecto de sociedad que asomó el chavismo durante los primeros años, que luego se transformó en algo semejante al Socialismo del Siglo XX, hasta convertirse hoy en día en un capitalismo incipiente, tipo burbuja, cobijado por el autoritarismo político y bañado en el poco jugo que aun le queda a su retórica revolucionaria.

Sociedad Civil. Grupos diversos que actúan en el ámbito público fuera de las estructuras gubernamentales y de las organizaciones políticas. Pese a los obstáculos que enfrentan, llevan sobre su espalda buena parte de la disidencia política en el país.

T

Transición energética. Proceso que se orienta a la utilización de energías verdes en sustitución de los combustibles fósiles, planteando desafíos importantes a un país petrolero que no ha puesto el empeño suficiente en diversificar su economía y cuyo aparato productivo se encuentra por el suelo, muy lejos de la Venezuela Potencia, siempre presente en la propaganda oficial.

Tsunami. Tormenta generada por profundas transformaciones tecnocientíficas, que sorprenden a Venezuela sin paraguas.

U

Unidad. término que produce alergia en ciertos sectores opositores, a pesar de que les dio el triunfo en los comicios del año 2015.

Universidades Autónomas. Instituciones que a pesar de ser públicas, pareciera que pueden ser expropiadas por el Estado. En virtud de ello, y sin importar lo que establece la Constitución, se ha venido desarrollando durante varios años una estrategia que hace apenas una semana dio su primer fruto para el gobierno: Universidad Simón Bolívar (USB). De ahora en adelante será una universidad autónoma en manos del Estado.

V

Voto. Instrumento necesario, aunque no suficiente, para solventar las graves dificultades por las que atraviesa el país.

Violencia. Elemento omnipresente en la fisonomía de la sociedad venezolana.

Vida. Algo que ocurre mientras estamos exclusivamente ocupados por el día a día, según podría haber dicho John Lennon, si estuviera entre nosotros.

Y

Yo. Ciudadano de a pie para quien el optimismo no es una opción, sino una obligación, como sostiene Daniel Innenarity, filósofo español.

El Nacional, miércoles 22 de septiembre de 2021

 6 min


Diego Fonseca

A principios de mes, la justicia de Nicaragua ordenó la captura del escritor Sergio Ramírez, exvicepresidente del sandinismo original y crítico de su reencarnación dictatorial, por, dicen, “traición a la patria”. Y a mediados, cuando parecía que el peronismo ganaría las primarias abiertas de Argentina, la sociedad se hartó y dio su voto a la centroderecha para castigar al gobierno por su manejo cínico de la pandemia.

El rechazo unánime del mundo a la persecución de Ramírez simboliza la derrota moral de la izquierda latinoamericana así como el resurgimiento de la sociedad civil argentina es una cachetada política a uno de los proyectos más agresivos de la llamada “marea rosada” regional.

El siglo XX y las dos décadas del actual han dado suficiente evidencia: salvo excepciones, la izquierda latinoamericana no ha sido democrática sino autoritaria. La amplia mayoría de la izquierda jamás se preparó para gobernar, apenas para llegar al poder. No ha generado propuestas de crecimiento, solo de redistribución de la pobreza. No piensa el futuro desde el presente, vive pertrechada en un pasado rancio, encerrada en dogmas desde los que pontifica con superioridad moral.

Este es el elefante en la habitación del que no hablamos: la izquierda latinoamericana es de derecha. Cuando debió demostrar de qué estaba hecha, en los primeros veinte años del siglo XXI, mientras gobernaba buena parte de la región, probó que gusta de los gobiernos fuertes, descree de los acuerdos y no tiene imaginación cuando se queda sin dinero.

El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, dio el último ejemplo del amor de la izquierda por el autoritarismo de cuates: recibió con honores a dos autócratas —Nicolás Maduro y Miguel Díaz-Canel— y les regaló aplausos y elogios. La crisis pandémica, por otro lado, nos recordó la ineptitud administrativa de la “marea rosada”: América Latina se benefició de los buenos precios de las materias primas durante la primera década del siglo, pero la izquierda, que gobernaba en buena parte de sus países, jamás previó cómo administrar las expectativas sociales cuando el ciclo se acabara.

El resultado: países más pobres y con culturas políticas menos democráticas. El kirchnerismo tuvo miles de millones de dólares en gasto social tras el default de 2001, pero ahora, tras al menos 14 años de gobierno, Argentina enfrenta nuevos pasivos sofocantes y una pobreza inmoral. El chavismo y el sandinismo de Ortega incapacitaron política y económicamente a Venezuela y Nicaragua. La dictadura de la familia Castro ha estado hundiendo su isla privada en el Caribe durante más de medio siglo. AMLO critica el legado del neoliberalismo pero ajusta como neoliberal y antagoniza con el feminismo como un conservador. Bolivia y, hasta cierto punto, Ecuador exhibieron reducciones históricas de la pobreza —bravo— pero sus líderes creyeron que eso les daba derecho a presidencias vitalicias.

A mí me enseñaron que la izquierda representaba la cúspide de los valores humanistas e intelectuales. Solidaridad, inclusión, equidad. Creatividad e inteligencia. Honestidad. Defensa de la democracia igualitaria. Diálogo. Vocación por el cambio.

Pero en su mayoría, la izquierda latinoamericana ha estado lejos de esas ideas. Vive en conflicto con la novedad y le gustan los juegos de suma cero, así que mientras incluye a unos, excluye a los demás. Una pena. La izquierda latinoamericana, de tan vieja y machista, acabó apenas algo menos esclerótica y prostática que la derecha. Milita en el atraso: moral de los años cuarenta, cosmovisión de la Guerra Fría de los cincuenta y —siendo bondadoso— manual económico de los sesenta. Jamás ajustó su prisma político más allá de los setenta, está tan perdida como los años ochenta y es depresiva y oscura como los noventa. Finalmente, entró a un siglo de transformaciones veloces asustada, así que se refugió en el dogma. Como no quiere reconocer que debe diseñar el futuro reformando al capitalismo, decidió que mejor toma el poder y vive de las rentas del Estado.

Hace días me preguntaba por qué tiene tan baja calidad el debate público de nuestra progresía izquierdista. Como fui parte de ella alguna vez, me costó admitir que aquel amor fue autoengaño: la izquierda latinoamericana es intelectualmente mediocre y políticamente infantil. Jamás procesó la victoria del neoliberalismo —no como modelo económico sino como construcción cultural que baña las decisiones de las personas— y desde allí falla en todo, del diagnóstico a la planificación y ejecución.

Una región tan desigual como la nuestra necesita una nueva izquierda. Y ser realmente de izquierda hoy, pienso, es asumirnos socialdemócratas. No es casualidad que los proyectos más serios de la izquierda sean moderados: la Concertación chilena, Lula da Silva y Dilma Rousseff en Brasil, los uruguayos Pepe Mujica y Tabaré Vázquez. Todos abrazaron el gradualismo, entendieron que la inversión social debe ser responsable y, a diferencia de sus desaforados camaradas, aprendieron a convivir con el capital. En Brasil y Chile, por ejemplo, sus líderes comprendieron que fomentar la internacionalización reduce el peso político local de las empresas — pues dependen menos del mercado interno— y ayuda a la competitividad global del país: ninguna economía crece excluyéndose de un mundo interrelacionado.

Pero en una abrumadora mayoría de los casos, la izquierda latinoamericana piensa y actúa mal. No acuerda, impone. No dialoga, arenga. No da la mano, sube el dedito. Cuando debe negociar, fractura. En vez de proponer, solo se opone.

Si la izquierda es moralmente superior, debiera estar a la altura de esa aspiración porque, al final, las impostaciones se pagan. Mientras, deberemos buscar maneras de superarla. La vanguardia no está en los iluminados que babean con el matrimonio neoperonista Laclau-Mouffe sino, diría, en conversaciones abiertas con la sociedad civil para favorecer la creatividad. Debemos normalizar el pluralismo, buscar acuerdos de largo plazo ampliando el centro político con transversalidad; más justicia fiscal y beneficios sociales expandidos y sostenibles, y tanto más.

Es precisa una discusión amplia. Las sociedades más estables —y justas— son consensuales, no cultoras del conflicto. Cuando la izquierda derechista se acabe, el ostracismo será el destino de los vulgares.

20 de septiembre de 2021

NY Times

https://www.nytimes.com/es/2021/09/20/espanol/opinion/izquierda-america-...

 4 min


Eddie A. Ramírez S.

Hoy es el Día Internacional de la Paz. La Organización de las Naciones Unidas aprobó que el tema para este año es Recuperarse (de la pandemia) para lograr un mundo más equitativo y pacífico, e insta a los ciudadanos a oponerse a los actos de odio en internet y fuera de ella, así como a difundir compasión, bondad y esperanza. ¿Vamos por buen camino? ¿Estos meses encerrados nos han permitido reflexionar sobre la necesidad de ser más tolerantes a las ideas de otros?

Lester Pearson (1897-1972), ex primer ministro canadiense y Premio Nóbel de la Paz, decía que ¿Cómo puede haber paz en nuestros países, si no nos entendemos, y cómo vamos a entendernos si no nos conocemos los unos a los otros? Paradójicamente, los venezolanos nos conocemos, pero, por alguna razón, nos cuesta entendernos. Basta leer los tuiters, declaraciones y artículos en los que despotricamos unos de otros. Sometemos a los nuestros a un implacable fuego amigo, unas veces con razón, pero otras sin ella. Quizá la desesperación por salir del régimen nos induce a ser agresivos contra quienes consideramos culpables por no lograr poner fin a la usurpación.

Por tener mayor responsabilidad, nos referiremos a las relaciones entre nuestros dirigentes. Con excepción de los llamados “alacranes” y de algún infiltrado, tienen el mismo objetivo que es salir de la dictadura e implantar una verdadera democracia. Casi todos están sujetos a persecuciones por motivos políticos y ninguno es millonario. ¿Qué les impide ponerse de acuerdo o por lo menos dilucidar sus diferencias en privado? Algunos piensan que, por defender su pequeña parcela, le dan prioridad a descalificar a quien visualizan como competidor. ¿Acaso pueden ser tan torpes como para no percibir que ninguno tiene músculo suficiente para acabar con el régimen?

A título de ejemplo, podemos citar la carta dirigida el 14 de septiembre al presidente colombiano Iván Duque, por las fracciones políticas de Primero Justicia, Acción Democrática y un Nuevo Tiempo, de la Comisión Delegada de la Asamblea Nacional electa en el 2015. La misma no fue firmada por el presidente Guaidó, ni por la fracción de Voluntad Popular, lo cual evidencia una profunda división en el llamado G4. Por cierto, es una carta escrita en términos que no se corresponden con la investidura del destinatario, ni de quienes la firman. Defiende la gestión de Monómeros Colombo Venezolanos, critica severamente el comportamiento de su presidenta y del Gerente Financiero, y solicita que la Superintendencia de Sociedades de ese país reconsidere la medida de control sobre esa empresa.

Por su parte, el gobierno interino publicó un comunicado de fecha 15 de septiembre en la que considera conveniente la decisión de control de la Superintendencia, informa de la renuncia de la señora Carmen Elisa Hernández, presidenta de Monómeros, y anuncia la restructuración de la empresa.

A su vez, Primero Justicia (PJ) publicó un comunicado recordando que desde hace tiempo propuso que los activos de Venezuela en el exterior fuesen manejados por terceros mediante un fideicomiso, para evitar injerencia política, la corrupción y que los partidos políticos se distraigan tomando decisiones sobre esos activos. Al respecto cabe recordar que los partidos no deberían tener injerencia en las operaciones de las empresas del Estado. Además, afirma que en vista de la intervención de la empresa por la Superintendencia de Sociedades de Colombia y a la falta de transparencia de algunos ejecutivos de Monómeros, el G4 solicitó la renuncia a la señora Hernández. También que PJ no estuvo de acuerdo en la creación de un fondo para pagar a los abogados que defienden nuestras empresas y otros activos sujetos a demandas de acreedores. Pareciera que PJ no toma en consideración que la opción que proponen del fideicomiso con organismos internacionales no es viable. Por otra parte, objetar el pago de honorarios a nuestros abogados es propiciar que se pierdan nuestros activos en el exterior. ¿Es que acaso Primero Justicia no forma parte del gobierno interino?

No tenemos información confiable de lo que ha sucedido en Monómeros, por lo que no podemos adelantar opinión. Solo mencionar que desde un principio varias fuentes señalaron las presiones de algunos políticos para colocar a su gente en la empresa. Así mismo que, a pesar de denuncias de posible corrupción, no ha habido respuestas de la directiva de la empresa. Con respecto a la señora Hernández, solo podemos señalar que trabajó en Pdvsa Gas, con una actuación valiente en los sucesos del 2002. Poco después, ella ingresó a la política partidista.

El caso de Pdvsa ad hoc es diferente. Tanto su anterior presidente Luis Pacheco, como el actual, Horacio Medina, junto con el embajador Carlos Vecchio y la Procuraduría Especial de la República han realizado un trabajo excelente para evitar que los acreedores se apoderen de nuestros activos en el exterior. Estos activos estaban prácticamente perdidos por la desidia del régimen de Maduro y por la irresponsabilidad de Chávez-Maduro de darlos en garantía para obtener préstamos, así como por la absurda decisión de expropiar empresas extranjeras que operaban eficientemente en Venezuela. A la fecha, la Comisión Delegada de nuestra Asamblea no ha aprobado el presupuesto del 2021.

En cuanto al complejo refinador de Citgo, el mismo ha sido manejado con mucha transparencia. El presidente y CEO, Carlos Jordá, es un profesional de gran prestigio y muy correcto. Se han hecho algunos señalamientos a la Fundación Simón Bolívar, brazo independiente de Citgo para su responsabilidad social. Esta Fundación maneja las donaciones a través de organizaciones no gubernamentales. Tanto Citgo como la Fundación, están sujetos a estrictos escrutinios de agencias del gobierno de los Estados Unidos. Cualquier comentario adverso es por mala intención o por no informarse.

No podemos obviar comentar las opiniones subidas de tono sobre las elecciones del 21N. Descalificar a quienes manifiestan que no van a votar o a los que van a votar no es correcto. Si queremos tener paz, requisito indispensable para que nuestro país se recupere, tenemos que ser más tolerantes y trabajar unidos para salir de la dictadura.

Como (había) en botica:

El usurpador Maduro sigue siendo el tirapiedras de siempre. Lamentamos el fallecimiento de Nicomedes García Ruiz, compañero de Gente del Petróleo y de Unapetrol.

¡No más prisioneros políticos, ni exiliados!

eddiearamirez@hotmail.com

 4 min


Fernando Mires

1. Los gobiernos de dominación antidemocrática han cambiado durante el siglo XXI. De hecho, las dictaduras tradicionales del siglo XX como fueron las militares del sur de Europa, las de América Central y las del Cono Sur latinoamericano, ya no son las predominantes. Para no confundir a los lectores, al referirnos a estas nuevas formas no democráticas de gobierno, las hemos llamado autocracias. Puede que el término no sea el más correcto (el término absolutamente correcto no existe, todos son aproximaciones). Pero ustedes entienden de qué estamos hablando. Se trata de gobiernos que provienen de movimientos radicales democráticos, también llamados populistas, gobiernos que han llegado al poder por la vía más democrática de todas: la electoral.

Observamos que no se trata de un fenómeno regional sino occidental, vale decir, puede aparecer en las latitudes más diversas, aunque siempre en contra y gracias a democracias establecidas. Ninguna nación del mundo está libre de caer bajo las garras de la epidemia autocrática. El fenómeno Trump fue solo un aviso luminoso. Como dijo Joe Biden, la contradicción fundamental de nuestro tiempo es la que se se da entre democracias y autocracias. Contradicción –eso no lo dijo Biden– que surge no solo entre las naciones sino también al interior de ellas

Ideológicamente, las autocracias son autodefinidas como antiliberales o –para expresarlo como el autócrata húngaro Viktor Orban– iliberales. Quiere decir: no se declaran antidemócratas, solo adversarios de la democracia liberal, entendiendo por ella a sistemas de gobierno, parlamentarios o presidenciales, en donde prima la división clásica entre los tres poderes del Estado.

El objetivo primero de la línea autocrática es, por lo tanto, limitar esa división al máximo en aras de la primacía del ejecutivo, casi siempre encarnado en un caudillo situado por sobre la Constitución y las leyes. Pueden llamarse Putin o Maduro, Lukashenko u Ortega, Erdogan o Morales, Kaczyński o Bukele (solo por nombrar a algunos).

El listado muestra que se trata de representantes de ideologías de «izquierda» y de «derecha». Ideologías que en verdad no constituyen un factor decisivo. La ideología, en todos estos casos, opera solo para otorgar cierta «ratio» al objetivo principal de las autocracias: el control del poder del Estado. Poder en el que son incluidas las fuerzas armadas, compradas a muy alto precio. No obstante, tampoco se trata de regímenes militares, en sentido tradicional.

Pese a todos sus privilegios, las fuerzas armadas mantienen bajo el dominio autocrático solo cuotas reducidas de poder. Las autocracias, sin renunciar al apoyo militar, están constituidas por gobiernos políticos-militares y no militares-políticos, y este no deja de ser un punto de suma importancia cuando se trata de enfrentarlas.

Ahora bien, la principal característica de estos gobiernos no-democráticos es haber incorporado a su sistema de dominación formas propias a la democracia liberal, particularmente la forma electoral. Todos, unos más otros menos, mantienen inamovible una apretada agenda electoral. Algunos autores nos hablan incluso de dictaduras-electorales (Levitsky y Ziblatt, 2018) De hecho, una contradicción en sí. Por eso preferimos llamarlos aquí gobiernos híbridos o mixtos.

Los eventos electorales requieren de ciertos espacios abiertos a la política: partidos, campañas, incluso una limitada prensa y, por supuesto, redes sociales. Ahí justamente reside la gran paradoja:

Las elecciones constituyen la principal carta de legitimación de las autocracias. Pero, a la vez, constituyen su zona de máximo peligro.

Si la votación contraria es masiva podrían perder (de hecho, casi todas han perdido cada cierto tiempo elecciones regionales y parlamentarias) y si cometen fraude, también pueden perder (en legitimidad, en cohesión interna, en apoyo internacional) Cabe, por lo mismo, anotar que no se trata de regímenes estáticos. En caso de sentirse acosados, pueden convertirse en dictaduras duras y puras (Lukashenko u Ortega, para poner dos ejemplos). Pero también pueden evolucionar y abrir espacios de participación relativamente democráticos. Eso no solo depende de ellos sino también –diría, sobre todo– de la política de las oposiciones.

En Polonia, Hungría y Turquía, las grandes ciudades han sido conquistadas por oposiciones democráticas, estableciéndose una convivencia tensa con representantes de los respectivos gobiernos, cuyos fuertes son las regiones políticamente poco evolucionadas de cada país.

En estos tres países el camino ya está decidido por sus respectivas oposiciones: mantener una coexistencia difícil con sus gobiernos, ampliar los espacios de participación pública y, en momentos de crisis, intentar ganar las elecciones decisivas. La vía insurreccional está descartada. No así en América Latina.

2. En la región latinoamericana la vía democrática ha sido obstaculizada no solo por los gobiernos sino que, en gran medida, por las mismas oposiciones antiautocráticas. Para decirlo en modo de tesis: el mayor obstáculo que aparece para la apertura democrática reside en una cultura no democrática compartida por los gobiernos autocráticos y sus respectivas oposiciones.

Estas últimas han tendido a optar por vías insurreccionales o por líneas confrontacionales, o no han sabido crear condiciones que permitan ampliar los espacios de participación que lleven al debilitamiento del oficialismo autocrático. Lo que buscan, dicho en breve, no es derrotar al enemigo, buscan derrocarlo. Y no es lo mismo. Derrocar es un acto de violencia. Derrotar es un proceso político.

El objetivo de las oposiciones en Nicaragua, Bolivia y Venezuela, digamos claramente, no ha sido debilitar a sus gobiernos sino derrocarlos, eligiendo una vía confrontacional, pero sin tener los medios para llevarla a cabo. En esos tres países, y esa es la diferencia con las luchas antiautocráticas de los países europeos, la hegemonía opositora ha sido ejercida por sectores extremistas.

En los tres países mencionados las oposiciones han participado regularmente en elecciones. Pero hay distintos modos de participar. Uno es «usar» las elecciones como táctica en el trayecto de una vía insurreccional, tal como decía hacerlo la «izquierda revolucionaria» durante los años 60. Otro es hacer de las elecciones una vía, «la vía» democrática por excelencia. Pero para las oposiciones nombradas, la vía electoral —llamada por ellas «electoralismo»— es una desviación política.

De más está decir que, por su naturaleza antidemocrática, los gobiernos autocráticos, esencialmente polarizadores, están más preparados para la guerra de contrainsurgencia que para la lucha política. La confrontación polarizada les brinda el mejor pretexto para abandonar su carácter mixto y así asumir una forma puramente dictatorial.

Las manifestaciones juveniles y callejeras en Venezuela durante 2017, así como las iniciadas en Nicaragua el 2018, al ser dirigidas por grupos que exigían tumbar a las dictaduras, sobrepasaron a los partidos electorales de oposición y brindaron la ocasión a los respectivos autócratas para desencadenar oleadas represivas sin precedentes en sus países. La renuncia a centrar la lucha en la vía electoral por los sectores extremos de ambas oposiciones, así como el deseo de embarcarse en insurrecciones sin programa ni destino, es precisamente lo que aguardan gobiernos de tendencias dictatoriales, como son los de Ortega y Maduro, para endurecer sus posiciones y desplazar la confrontación política –que ambos no dominan– hacia la lucha violenta, en la que ambos son expertos.

Maduro, más político que Ortega —quien no ha vacilado en convertirse en Somoza II—, no ha desahuciado del todo la confrontación política. Ya sea porque sabe que la oposición está dividida, ya sea porque necesita una distensión internacional, no abandona la vía electoral, más todavía si en estos momentos puede más ganar que perder.

A su vez, Evo Morales –hay que hablar de Morales y no de Arce en materias de poder– no ve motivo para desechar la vía electoral, pues sigue contando con amplios contingentes sociales enfrentando a una oposición fragmentada. Por el momento, aprovecha su victoria electoral para depurar al Ejército y usar la fuerza represiva en contra de sus adversarios. Sobre todo contra quienes enfrentaron la contienda electoral como una alternativa insurreccional.

Oposiciones no preparadas para enfrentar a sistemas mixtos de dominación no parecen encontrar la línea política adecuada. Como ha anotado el politólogo venezolano Ángel Álvarez en una entrevista al diario digital TalCual, dichos gobiernos pueden presentarse una vez como dictaduras, otra vez como democracias. Pero también, anota Álvarez, a la oposición le corresponde un alto grado de responsabilidad.

En efecto, hasta ahora la oposición no ha abandonado —aun participando en elecciones— «la vía del derrocamiento», de tal manera que cuando no se ha abstenido, renunciando con ello a toda participación en la política real, han ido a las elecciones de un modo «táctico», poniéndolas al servicio de una insurrección que no tienen cómo realizar. De este modo han abandonado las tareas de toda oposición democrática: la defensa estricta de la Constitución, hacerse eco de las demandas de los grupos sociales más golpeados por el gobierno y mantener los usos políticos en la confrontación.

En fin, al seguir una irreal y desquiciada estratégica insurreccional sin insurrectos, han regalado la presidencia a Maduro, amén de gobernaciones y, no por último, la propia Asamblea Nacional. Son estas las razones que llevan a opinar a Ángel Álvarez que una transición democrática no vendrá de la oposición sino desde fuerzas que apoyan al gobierno. Lo uno, sin embargo no excluye necesariamente a lo otro.

Evidentemente, todos los gobiernos autocráticos, en algún momento de su historia, comienzan a mostrar grietas internas. Pero estas no sirven de nada si no existe una oposición en condiciones de capitalizar esas grietas a su favor. En verdad, no conocemos ningún caso histórico de autodemocratización, es decir, sin participación activa de una oposición.

Para que una transición hacia la democracia comience a tener lugar se requiere de una oposición en condiciones de interactuar con fracciones del bloque autocrático de dominación.

Las oposiciones latinoamericanas tienen en ese sentido mucho que aprender de transiciones democráticas ocurridas en el pasado reciente. Recordemos que Mandela conectó con de Klerk; Walesa con el general Jaruzelski; Felipe González con Adolfo Suárez. Sin esa despolarización esencial, sin ese diálogo sostenido entre gobierno y oposición, sin una voluntad compartida de cambio, no puede haber ningún proceso de democratización en ninguna parte del mundo.

Naturalmente, ha habido experiencias insurreccionales armadas, pero todas o han fracasado, dejando detrás de sí regueros de sangre, o han triunfado estableciendo dictaduras más horrendas que las que derribaron. La lucha armada en contra de Batista llevó a la dictadura de los Castro. La de Nicaragua en contra de Somoza llevó a la dictadura de Ortega-Murillo. La de Zimbabue llevó a la dictadura criminal de Robert Mugabe. Y así, sucesivamente. La lección que de esos procesos deriva es simple: si una oposición no es democrática consigo, nunca será democrática con los demás.

Una colega venezolana me escribe: «Me encuentro situada entre dos dictaduras: la de Maduro y la del G4». Quizás exagera. O quizás no. Lo cierto es que la oposición venezolana, para llevar a cabo su imposible política insurreccional, terminó por «desdemocratizarse», desconectándose de las demandas sociales y entregando la iniciativa política a potencias externas.

Podemos, sí hablar, al referirnos a la venezolana, de una oposición con tendencias autocráticas. No debemos extrañarnos, entonces, de que en vísperas de nuevas elecciones regionales la opinión pública internacional se encuentre presenciando el vergonzoso espectáculo de una directiva más interesada en bloquear a candidaturas que en el pasado no apoyaron la opción insurreccional-abstencionista, que en enfrentar a los candidatos de gobierno. Y nada menos que en nombre de la unidad: «su» unidad.

Levitsky y Ziblatt opinan que para salir de las dictaduras (y aquí agregamos, de las autocracias) la condición primaria es la unidad de la oposición. Es difícil estar en desacuerdo con esa opinión. No obstante, debemos distinguir dos tipos de unidad: la unidad impuesta por una dirección autocrática y la unidad política-hegemónica. Entendemos por unidad política-hegemónica aquella que se forma a través de una intensa confrontación de opiniones sobre la base de fuerzas previamente medidas en la arena electoral.

Y bien, esa unidad, como toda unidad, debe provenir de la no-unidad. No hay mejor unidad (o acuerdos, o pactos, o alianzas) que la que se da entre partidos que han definido claramente su línea, su identidad y sus objetivos. A la vez, no hay peor unidad que la que se da entre partidos que han delegado su conducción a una dirigencia que ejerce, en lugar de hegemonía, simple dominación. La unidad es y será siempre unidad en torno a objetivos determinados. La unidad se da en la diversidad. O como se dice en chileno: «vamos juntos, pero no revueltos».

Para poner un ejemplo: en las elecciones bolivianas del 2020 que dieron como vencedor al evismo de Luis Arce, la oposición cometió el imperdonable error de no alinearse en torno a la candidatura que había obtenido mayor votación en la elección del 2019 (Carlos Mesa), cuando fue descubierto el fraude cometido por Evo Morales. En la repetición de las elecciones, en el 2020, la oposición decidió nuevamente medirse entre sí, confiando en que se iban a unir en una segunda vuelta, la que no tuvo lugar. Las fuerzas del MAS, en cambio, se unieron monolíticamente en torno a la candidatura de Arce. En esos comicios primó el egoísmo de los caudillos partidistas quienes olvidaron que la unidad no solo es sumatoria sino, además, contiene un efecto multiplicador.

Hoy, más bien empujada por las circunstancias (fracaso rotundo de la vía insurreccional de Guaidó-López, fin del gobierno Trump) la oposición venezolana intentará en las elecciones regionales de noviembre medirse consigo y con las fuerzas de gobierno a la vez.

Sin unidad, sin haber resuelto su problema hegemónico, sin primarias, y sin haber dado siquiera a conocer las razones que la llevaron a abandonar la vía electoral para retomarla en peores condiciones tres años después, esas elecciones solo serán vistas en el futuro como un capítulo más, probablemente el final de la crónica de una catástrofe anunciada.

Lo importante será el después. ¿Habrá un nuevo comienzo? ¿Nacerá una nueva oposición en el verdadero sentido del término? ¿Una oposición sin conducciones de extremistas alucinados, en condiciones de convivir y dialogar entre sí y con el gobierno? ¿Una oposición democrática, constitucional, pacífica y electoral como quisieron muchos –en un momento de arrebato realista– que así fuera? Son solo algunas preguntas. Por el momento no hay respuestas.

El teléfono suena ocupado.

Twitter: @FernandoMiresOl

Fernando Mires es (Prof. Dr.), fundador de la revista POLIS, Escritor, Político, con incursiones en literatura, filosofía y fútbol.

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Américo Martín

Los debates son frecuentes en los partidos políticos, aunque la opinión corriente tienda a no valorarlos. Lo cierto, sin embargo, es que no pasa mucho tiempo sin que estallen encontronazos que por lo general envuelven, abiertamente o en forma recóndita, la ácida cuestión del dominio fraccional de la dirección o poder del partido que suele acompañarse de indeseadas prácticas fraccionalistas, descalificación de los amigos en un proceso envenenado, sin tregua, retroalimentado por la perversidad y el odio.

No se trata de una fatalidad, por supuesto. No siempre semejante degradación se impone porque los excesos sean contenidos a tiempo, aunque la potencialidad de las crisis permanezca incubada.

A la hora de los balances los protagonistas de estas pugnas –tal vez inevitables– se sienten obligados a dignificar las tesis que esgrimieron atribuyéndoles un carácter «ideológico». Como nadie se siente bien cuando es estigmatizado con el cargo de ser un tosco «pragmático» sin la menor noción ideológica, ha ocurrido que una de las grandes cualidades del hacer político, es la de trazar cauces tangibles para superar peligros inminentes y proporcionar estabilidad política.

Un líder incapaz de diseñar líneas estratégicas ni elaborar programas y consignas certeras no se salvará refugiándose en las falsas coberturas ideológicas que se convierten en dogmas casi al momento de ser invocadas. Las ideologías son sistemas propios de la filosofía, no de la política, la politología y la historia, que son ciencia y arte de y para la crítica porque fundamentan la flexibilidad del pensar.

Los movimientos de avanzada serios postulan programas y estrategias, sin perderse en las nebulosas de la ideología. Allí solo cadenas los esperan. Lo que en nada significa defender la ignorancia o pobreza intelectual. ¡Al contrario! Exige más estudio y originalidad y menos copia de sagradas escrituras doctrinarias.

Pese a que atribuirse la condición ideológica suene más atractivo que asumir la ciencia-arte de la política, es esta la que resuelve los enigmas y trampas que deben vencerse en la marcha hacia la dirección del Estado, timón del barco que aspira a navegar sin naufragar.

Leonardo Ruiz Pineda, jefe de la resistencia clandestina durante la dictadura perezjimenista, es la expresión del componente de Acción Democrática sobre el que poco me habían preguntado en el 80 aniversario de ese partido. Las organizaciones políticas históricas de nuestro país hicieron gala de valentía, ingenio y sacrificio bajo las feroces dictaduras de Juan Vicente Gómez y Marcos Pérez Jiménez, sin embargo pocas alcanzaron los niveles de martirio del partido fundado por Rómulo Betancourt. Y fue Ruiz Pineda el símbolo del coraje y sacrificio de ellos y en general de todos los que, desde los movimientos clandestinos, enaltecieron las virtudes de aquel gran luchador.

Enamorada de su temple heroico, la Muerte quiso protegerlo hasta donde pudiera. No encontró mejor manera que ofrecerle su padrinazgo. Sin embargo, le advirtió que cuando viera a su lado a su madrina –solo él podría verla–, debería aplazar cualquier compromiso y permanecer fuera de peligro.

—Hablo en serio, insistió su madrina.

El compromiso debió ser muy serio para que el héroe olvidara la cautelosa previsión. Pero vio la imagen parada a su lado. Tenía oquedades en lugar de ojos y un aspecto frío y amenazante. El héroe vaciló, mas en ese momento, José Agustín Catalá le urgía entregar su prólogo para editar la obra clandestina Venezuela bajo el signo del terror, cuya reputación se anticipaba a su primera edición, con el nombre de Libro Negro de la dictadura.

—Ella comprenderá que es una tarea inaplazable —se dijo y salió adelante.

Su Madrina le hizo ver una vela sin tamaño, cuya agonizante luz estaba por desaparecer. Al comprender que nada detendría a aquel temerario luchador, la Muerte aplastó la trémula vela con sus huesudas manos, el sicario «Suelaespuma» le disparó cuando intentaba escapar y cayó muerto en seco en el Pasaje de La Cocinera, en la caraqueña parroquia de San Agustín.

Leonardo Ruiz Pineda había muerto.

¡Ay Aurelena, Natacha y Tania!

¡Ay sus compañeros de la clandestinidad, cárceles y del exilio!

«El capitán de la resistencia clandestina», lo llamó Rómulo Betancourt, «el de la fina valentía y gozosa audacia», lo llamó Rómulo Gallegos.

Leonardo murió para renacer y ahora son millones los animados por las causas más nobles y la más noble de ellas, la democracia.

Los 40 años de democracia pudieron ser recordados con el discurso de Andrés Eloy, referido a los grillos de los pies arrojados desde el castillo al mar para despreciar el salvajismo de la tiranía gomecista, al que debería seguir el de los grillos en la educación, pues de no hacerlo se alentarían los caminos de la dictadura.

Educación y dictadura son incompatibles, tanto como lo son civilismo y militarismo. Amputarle a la democracia el brazo educativo es entregarla a las más altas expresiones del salvajismo totalitario. Trabajemos, si es necesario, con héroes como los mencionados, por una democracia plena, valiente y con sus brazos completos.

Twitter: @AmericoMartin

Américo Martín es abogado y escritor.

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Alejandro J. Sucre

Mucho se alarma a las poblaciones sobre la pronta caída en el consumo de petróleo. Y mucho se exagera sobre su negativo e irreversible impacto ambiental. Como mucho en la política, un grupo de oráculos ambientalistas a veces confunden con cifras y exageran realidades sobre el calentamiento global para atemorizar a la población, se posicionan como salvadores, y crean grupos de poder político y económico, obtienen votos, puestos en los gobiernos y se auto asignan jugosos presupuestos proveniente de los impuestos. Pero la realidad en cuanto a la desaparición del petróleo en pocos años y sobre el daño que le genera al ambiente por el calentamiento global es distinta a la que pintan muchos.

Ya en el año 2021 la demanda mundial de petróleo supera los volúmenes pre-Covid-19 de 100 millones de barriles por día. Y así seguirá esta tendencia en el 2022.

En el informe OPEP de junio del 2021, se prevé que la demanda mundial de energía primaria aumente de 289 mbep /d en 2019 a 361 mbep / d en 2045. Esto representa una tasa de crecimiento promedio de 0,9% anual. durante el período de pronóstico. En este período, se espera que la demanda de energía en los países no pertenecientes a la OEDC aumente en 76,5 mbep / d, mientras que se estima que la demanda en la OEDC caiga alrededor de 4,4 mbep /d. En este sentido, India, China y otros países en desarrollo con poblaciones en aumento y alto crecimiento económico juegan un papel clave en el aumento de la demanda de energía, mientras que las naciones desarrolladas de la OEDC están haciendo más esfuerzos en eficiencia energética y tecnologías bajas en carbono. En consecuencia, se espera que casi la mitad del crecimiento total de la demanda de energía provenga de India y China.

Suponiendo que la pandemia de Covid-19 se supere en gran medida para el próximo año, se proyecta que la demanda de petróleo se recuperará parcialmente en 2021. Se esperan tasas de crecimiento saludables, especialmente en el horizonte de mediano plazo, lo que dará como resultado que la demanda de petróleo alcance el nivel de 94,4 mbep / d en 2025 y progresando aún más a 99,5 mbep / d en 2045.

En 2019, el petróleo representó más del 31% de la demanda mundial de energía y se proyecta que seguirá siendo el mayor contribuyente a la combinación energética hasta 2045, representando más del 27%, seguido de gas (alrededor del 25%) y carbón (casi el 20%). Entre 2019 y 2045, "otras energías renovables", que combinan principalmente energía solar, eólica y geotérmica, crecerán un 6,6% anual. en promedio, que es significativamente más rápido que cualquier otra fuente de energía. Esto resultará en un crecimiento sustancial en términos absolutos para "otras energías renovables" de más de 25 mbep / d, que es más que el aumento de la demanda de gas (24 mbep / d) durante el mismo período.

En 2019, el transporte por carretera representó el 45% de la demanda mundial a 44,4 mb / d. La demanda en este sector se vio fuertemente afectada en 2020 debido a los bloqueos de Covid-19, perdiendo más de 4 mb / d en comparación con 2019. Sin embargo, a mediano y largo plazo, se espera que la demanda de petróleo en el sector del transporte por carretera continúe creciendo y alcanzar un nivel de 47 mb / d en 2045.La demanda de petróleo en el sector de la aviación fue la más afectada por las restricciones de Covid-19 en términos relativos, disminuyendo casi un 50% durante 2020, sobre una base anual. Se proyecta que la demanda de aviación se recuperará parcialmente en 2021 y continuará creciendo a partir de entonces, aunque es probable que solo alcance los niveles de 2019 en 2023-2024. A pesar de esta disminución temporal, se espera que la demanda de aviación crezca significativamente a largo plazo. Sin embargo, se proyecta que el sector petroquímico será el mayor contribuyente al incremento de la demanda de petróleo durante el período de pronóstico, con un crecimiento de 3,7 mb / d.
Como podemos observar, Venezuela todavía tiene tiempo para reconstruir su industria petrolera y para que esta sea un motor para el desarrollo económico de la nación. Las negociaciones en México son sumamente importantes para que los acuerdo logren eliminar las sanciones al sector petrolero, definir mecanismos de controles que disminuyan la corrupción del gasto fiscal, abrir la inversiones y reestructurar deudas con el extranjero. Son asuntos muy importantes los que se juegan en México. Al ser el Estado venezolano el dueño de Pdvsa, las sanciones tienen un impacto mucho más fulminante que en países donde el sector privado es el productor de divisas.

En México deben haber pocas agresiones y muchas discusiones y debates entre políticos para analizar el papel de las inversiones extranjeras, las políticas comparativas para atraerlas, las condiciones de atraer inversiones para beneficiar a la población, comunicar la importancia de los inversionistas a la población, beneficiar la democratización del capital y a los inversionistas locales, debatir políticas migratorias y arancelarias, desmontar la hiperinflación, reorganizar toda la estructura gubernamental para hacerla más eficiente y menos despilfarradora. Esos son los debates que necesita VenezuelaTwitter: @alejandrojsucre

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Carlos Raúl Hernández

No se pueden negar los esfuerzos para desenterrar el movimiento contracultural de los setentas, que después de décadas oscurecido reaparece en el esplendor de su imbecilidad, para cancelar autores e impedir ediciones. Ha trabajado, pero les falta empuje para eliminar figuras del pensamiento que hacen mucho daño a “la causa”. Roto el cántaro de Pandora, que nunca fue una caja, aparece la bandera de reingreso a la locura perdida, pero falta empuje para revolucionar las inasibles reglas del arte, “la esperanza de la razón y el corazón”, para hacerlo instrumento de lucha.

Para la cultura políticamente correcta, sobrevivirían muy pocas obras. La importancia simbólica del corazón en la cultura, la inagotable variedad de noblezas asociadas con él, voluntad, coraje, carácter, esfuerzo, amor, bondad, se hace tan grande porque para Aristóteles ahí radica el aparato pneumático, encargado de recoger las sensaciones de los cinco sentidos y trasmitirlas al alma.

Ese es un paso gigante en la evolución del conocimiento, una primera respuesta a cómo se conectan el mundo sensible y las ideas, que supera la oposición absoluta entre ambos concebida por su maestro Platón. En el cardios se unen los dos componentes del hombre, que no tienen otro punto de contacto, y sin él, el espíritu pasaría a través del cuerpo sin tocarlo, lo traspasaría como en Ghost. El corazón es el gozne que articula la fuerza vital inmaterial con el cuerpo, el alma con el cuerpo, que sin ella es inerte, está muerto. Como la trasmisión de un vehículo, conecta la aceleración del motor con las ruedas. Transfiere vida a la carne, capacidad de movimiento por medio de la circulación sanguínea, y en proceso inverso el alma percibe, siente el mundo material que se trasmite por la piel, los ojos, los oídos.

En el alma, las sensaciones se transforman en pensamientos a los que Aristóteles llama fantasmas o fantasías. y ahí comienza el sabio a ganarse a pulso la cancelación de sus obras para que dejen de publicarse y leerse. La atracción ocurría porque cuando una mujer con la regla se miraba al espejo, dejaba en él una película invisible de mínimas gotas de sangre que penetraban por los ojos, llegaban al músculo cardíaco de un varón y formaban un fantasma que se apoderaba de él. La víctima se debilitaba y podía morir de melancolía negra, enfermedad también llamada hereos, (un tipo de demonio) que daba nombre al mundo femenino. Al aquejado de ese mal lo domina el fantasma que lo había seducido. Semejante poder de la mujer sobre el hombre, causaba odio, miedo y rabia.

En la Edad Media la melancolía de los varones tuvo fascinantes y terribles implicaciones antifemeninas, asociada a maleficios, magia negra, pacto con el Diablo y otros crímenes. El hereos o despecho trae “omisión del sueño, de la comida y de la bebida, todo el cuerpo se debilita salvo los ojos… Sin tratamiento, los enfermos se hacen maniácos y mueren”. Deambulan con el pulso alterado, pierden capacidad de atención y para actuar. El médico heteropatriarcal recomienda relaciones con varias mujeres, viajes, excursiones, consumir alcohol, hacer ejercicio. Si no mejora, se contratará una vieja harpía para que consiga un trapo lleno de sangre menstrual y se lo restriegue en la cara al paciente mientras grita “ella es esto, suciedad, es una asquerosa como todas” en el entendido que las mujeres son “un mal de la naturaleza” como reza el más insigne manual de cacería y tortura de brujas, el Malleus Maleficarum.

Si después de eso no se curaba, entonces no estaba poseído por el fantasma de la amada sino por el demonio en persona. El enfermo de melancolía negra o hereos, se debilitaba, pero no sus ojos. La malignidad los requería para entrar por ellos y a través del nervio óptico tomaba el cerebro y derribaba su autoestima. El espíritu obsedido necesitaba los ojos para buscar o mantener contacto angustioso con su dominadora. Un poeta del primer Renacimiento se preguntaba “¿cómo esa mujer tan grande puede entrar por mis ojos, tan pequeños?” y los médicos respondían que no era ella directamente la que imperaba en el infeliz, sino su fantasma y el efecto de algunas piezas que él le quitaba con autorización o subrepticiamente.

Él atesoraba pañuelos, relicarios, mechones de pelo y otras prendas. En la magnífica y terrible leyenda artúrica, el valiente e invencible Lancelot colapsó ante un peine con los dorados risos de Ginebra, “la sombra blanca” y, mujer al fin, causante de la aniquilación del reino de Camelot.

Ellas siempre eran culpables de desgracias y los hombres víctimas inocentes o en todo caso propiciatorias, por lo menos hasta la aparición del arquetipo de Don Juan. El enamorado obsesivo era víctima de una brujería o de la posesión del fantasma destructivo de una mujer, pero Don Juan, el burlador, será la antítesis.

En otra rama de la pasión medieval, que la literatura llamó amor cortés o cortesano, a ellas son tiranas, despectivas, sádicas con los pobres caballeros que sucumbían a su embrujo. Se trataba de embelesos masculinos adúlteros y no correspondidos por mujeres casadas, y hasta un hombre tan serio como Petrarca, se hace la víctima: “Quien me tiene en prisión, ni abre ni cierra/ni me retiene ni me suelta el lazo/ y no me mata amor ni me deshierra/ ni me quiere ni quita mi embarazo”.

@CarlosRaulHer

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