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Opinión

Jesús Elorza G.

En la tradición hogareña, es común escuchar conversaciones referidas al tema del lavado de ropa. Desde aquellos momentos en que el hecho se producía a la orilla de un rio, en una batea o con la muy popular "Chaca Chaca" las tertulias giraban en torno al tipo de jabón y la técnica empleada. Desde la aparición de las lavadoras el tema se basaba en la capacidad para eliminar las manchas, el ruido que hacen, la energía y agua que consumen, la rapidez de sus ciclos, la suavidad con que tratan los tejidos, y si alcanzan una temperatura lo suficientemente alta en el margen tiempo requerido para matar los gérmenes.

Ahora llama poderosamente la atención como en el mundo deportivo comienzan a surgir conceptos relacionados con el "lavado de dinero" o el uso de lavadoras en el campo deportivo.

Regímenes de países dictatoriales con récords cuestionables en materia de derechos humanos, que discriminan a las mujeres y son acusados de asesinar a periodistas y disidentes, e incluso de alentar el terrorismo internacional pretenden lavar su repudiable imagen internacional a través de los mercados de inversión del sector deportivo.

El emir de Qatar es dueño del equipo de futbol París Saint-Germain, partidos oficiales de España y de Italia se han disputado en Arabia Saudí, lo mismo que el combate por el cetro de los pesos pesados de boxeo entre Andy Ruiz y Anthony Joshua, importantes carreras de caballos, competiciones ciclistas y de lucha libre, y la maratón de Yida. En el calendario figura también un Grand Prix de la Fórmula 1, y por supuesto el Mundial de Fútbol de Qatar 2022.

El deporte es por excelencia, un arma para establecer un contacto sentimental con millones de aficionados, afrontar desafíos socioculturales, protegerse de la inestabilidad política de la región y mitigar el riesgo económico trasladando fondos offshore. Los clubs no son solo negocios, sino instituciones sociales, un enorme valor añadido.

La Premier League del futbol inglés se considera hasta ahora la mas importante lavadora del sector deportivo. Dio luz verde a las adquisiciones de sus clubs por magnates norteamericanos (Manchester United y Liverpool), oligarcas rusos (Chelsea), el jeque Mansour de Abu Dabi (Manchester City), o el príncipe y hombre de negocios saudí Abdulah bin Mosad (Sheffield United). Pero ser abiertamente parte del proyecto Visión 2030 del Gobierno de Riad, consistente en utilizar el deporte para mejorar su imagen, captar inversiones extranjeras y diversificar su economía con énfasis en el turismo y los servicios financieros, ha provocado demasiado escozor.

La operación para la compra del 80% del equipo de futbol Newcastle United por el Gobierno de Arabia Saudí a través del Fondo de Inversión Pública (PIF) de ese país, por 360 millones de euros, ha quedado congelada, al menos por el momento, en vista de los reparos de los clubs de la Premier, encabezados por el Liverpool y el Tottenham. En el trasfondo están los abusos de derechos, la tortura, el asesinato del periodista Jamal Khashoggi, el papel de Riad en la guerra de Yemen y su intento de aislar a Qatar.

El fútbol, aunque pretenda evitarlo, no puede escapar a la geopolítica, y en este caso se ha visto en medio de la rivalidad en el Golfo Pérsico entre Arabia Saudí y sus emiratos satélites por un lado, e Irán y Qatar (a grandes rasgos) del otro, proyectada en el terreno militar a los conflictos de Yemen y de Libia, y en el deportivo a los derechos de televisión de la Premier que tienen los cataríes, y a la proyección que va a significar el Mundial de dentro de dos años.

Una tercera lavadora entra en juego con relación al Mundial de Futbol 2022: El presidente de la FIFA Gianni Infantino, quiere expandir la cantidad de equipos de 32 a 48. Los partidos adicionales generarían un ingreso estimado de 400 millones de dólares cifra nada despreciable para los jerarcas del futbol mundial.

Las lavadoras de Qatar, Arabia Saudí y la FIFA están en plena “chaca chaca” en el escenario deportivo para lavar la imagen de unos y garantizar negocios por millones de dólares para otros.

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Humberto García Larralde

La destrucción de Venezuela, más que expresarse en cifras, se revela en la terrible desolación de la inmensa mayoría de venezolanos. No sólo se ha acabado con los aspectos básicos de su vida cotidiana --comida y medicina a la mano, agua, luz, gasolina y transporte, seguridad mínima--, se han exterminado las capacidades del Estado por contribuir con su provisión y saboteado su solución por otras vías. Al venezolano se le ha confiscado las posibilidades de una vida digna, propia de su condición humana: los derechos consagrados en la Constitución y los acuerdos internacionales suscritos por el país son, hoy, letra muerta. Los horrores constatados recientemente por la Misión de Determinación de los hechos en Venezuela, del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, constituyen una denuncia imborrable de ello.

Al lado de la miseria extendida, se erigen fortunas fabulosas, amasadas de la noche a la mañana. Son el resultado del desmantelamiento del Estado de Derecho, con sus garantías y normas para supervisar y controlar la gestión pública, como del acorralamiento de los mecanismos de mercado para la producción y distribución eficiente de bienes y servicios. Estos fueron sustituidos por determinantes políticos, en primer lugar, la lealtad a la causa, es decir, al superior jerárquico, y el reparto de la renta a quienes muestran ser obsecuentes, para conformar una masa informe a disposición de las arengas del líder máximo. Los derechos se convierten en dádivas entregadas discrecionalmente a partidarios. Son las bases del régimen fascista que montó Chávez, apoyado en las bayonetas, que nos quiso vender como Revolución Bolivariana. Con el desmoronamiento de este engendro, predominan en la escena las mafias que se fueron apoderando del país para depredarlo, al amparo de su retórica mesiánica.

En escritos anteriores, hemos hecho un vuelo somero sobre algunas de sus expresiones más funestas: la cúpula militar podrida, dispuesta a usar la violencia para defender sus privilegios; Maduro y demás jerarcas que ocupan posiciones de poder; los jueces proxenetas del tsj, prestos a validar los desmanes de los anteriores (y a participar en sus proventos); y la gama de organizaciones paramilitares diversas, entre comandos de esbirros, bandas criminales, colectivos y otras, que han ido proliferando a la sombra de la destrucción del Estado de Derecho. Estos entes, imbricados entre sí, conforman una estructura de poder personalista y excluyente, dedicada a la expoliación de la riqueza social. Cuales verdaderas sanguijuelas, se dedican a exprimirle los medios de vida a los venezolanos, dejándolos exangües, sin sustento. Los que se benefician de tal estructura de poder son los verdugos del país.

Cuando hablamos de sanguijuelas, nos referimos a todo aquél que se dedica a sacarle provecho a los mecanismos de expoliación instalados en Venezuela, a expensas del bienestar de su población. Es una categoría que engloba a todos los entes arriba señalados, pero que también incluye a otros actores que no se han mencionado. Aquí se abordarán, muy brevemente, algunas de estas otras sanguijuelas.

En lugar destacado resalta, cual Sanguijuela Mayor, la casta militar y política que domina a Cuba. Como se ha escrito tantas veces, el enamoramiento de Chávez con la figura de Fidel Castro, cuidadosamente cultivado por éste, se tradujo en la entrega, sin tapujos, de flujos enormes de recursos al régimen gerontocrático: unos 100 mil barriles de crudo diarios, la mayoría de los cuales nunca fueron pagados; el parapeteo, por parte de PdVSA, de la Refinería Cienfuegos, la mayor de la Isla, luego confiscada por el gobierno cubano sin recompensa; el sobreprecio exagerado por personal sanitario, entrenadores deportivos y otros “técnicos” proporcionados por la isla (reciben sueldos de miseria, ya que el Estado cubano se embolsilla el grueso); la compra triangulada de insumos, equipos y bienes, provenientes de distintos países, para dejarle jugosas comisiones a Cuba; y la entrega de notarías, registros y servicios identificación y comunicación a la isla, que posibilitan oportunidades insospechadas de extorsión y control. En fin, después del colapso de la Unión Soviética y de la hambruna que se instaló en Cuba, eufemísticamente referida como “Período Especial”, Venezuela –gracias a Chávez—ha sido el gran salvavidas de la casta despótica cubana. Todavía Maduro se esfuerza en suministrarle gasolina a la isla, no obstante los estragos que causa su escasez para el consumo interno. De ahí la intención de los jefes cubanos de no soltar prenda, de auxiliar a Maduro con el know-how en el cual han mostrado gran eficacia a lo largo de más de 60 años: las prácticas de terrorismo de Estado para controlar a su población.

Otros países se han aprovechado de Venezuela. Rusia, proveyó cuanto juguete militar quiso adquirir Chávez para enfrentar al “imperio” –gustos caros, unos $12 mil millones--, acompañado de contratos de suministro de repuestos y equipos, como de adiestramiento militar. Empresas rusas, vinculadas con Putin, pudieron posicionarse favorablemente en el negocio petrolero, hasta poder comercializar el crudo venezolano, dizque para evadir las sanciones impuestas por EE.UU. a PdVSA, pero, sobre todo, para pagarse a sí mismas sus acreencias, por unos 9 mil millones de USD. También lograron valerse del 51% de CITGO, como garantía. Pero el mayor premio ya no es monetario –Venezuela hoy está quebrada--, sino haber logrado Putin posicionarse como piedra en el zapato, en pleno patio trasero de EE.UU.

Irán ha querido aprovecharse también de la destrucción de la industria petrolera venezolana, vendiendo gasolina y asistencia para activar algunos procesos de refinación. Se le paga en oro ilegalmente extraído, transacción en la cual Turquía parece haberse colado como intermediario. China, que inicialmente intentó asumir una posición hegemónica como inversionista foráneo, invitada por Chávez, ha salido con las manos quemadas por los deudores maulas con que terminó viéndose enredada.

El pillo de Daniel Ortega se ha embolsillado buena parte de los proventos de Albanisa y otros proyectos conjuntos, desarrollados supuestamente para bien de ambas naciones. Las solidaridades automáticas con Maduro de Lukaschenko, Bashar al-Asad y otros carniceros de sus respectivos pueblos, están registradas en sus haberes, esperando cualquier oportunidad que se presente para cobrarlas.

Finalmente está la panoplia de enchufados, con sus empresas de maletín que contratan de todo con el Estado, que fungen de operadores financieras, gestores internacionales, intermediarios en la sustracción de oro, diamantes y otras riquezas explotadas ilícitamente, “asesores” y cuanto otro “negocito” turbio se les ocurre, siempre y cuando lo compartan, según convenga, con jerarcas y militares. La manifestación más clara del enorme daño que han infligido sobre las condiciones de vida del venezolano está en la magnitud de las fortunas mal habidas que revelan los escándalos aireados por la prensa internacional y por periodistas de investigación. Sin embargo, las cuentas mil millonarias que han aflorado en bancos suizos (HSBC, Helvetique), de Andorra, España, República Dominicana (Banco Peravia), Panamá, USA y Portugal (Banco Espirito Santo), son apenas la punta del iceberg. Jorge Giordani quien debe saber algo respecto a estos robos, sitúa la fortuna extraída durante los gobiernos de Chávez, en $20 mil millones. Sin duda, esta cifra, bajo el desgobierno de Maduro, ha aumentado con creces. Provienen de partidas de mantenimiento de servicios públicos e infraestructura malversadas; compra de suministros que nunca llegaron; especulación con las divisas; obras iniciadas que nunca concluyen, a pesar de tragarse, cual centrífuga, toda nueva asignación; sobreprecios y comisiones para cuanta contratación se haga con el sector público; y, por supuesto, lavado de dinero del tráfico de estupefacientes y de otras corruptelas.

En fin, junto a la cúpula militar podrida y los jerarcas corrompidos por el poder, los jueces alcahuetas y las bandas fascistas y criminales, son los responsables de haber sustraído, durante estos largos años, los recursos y posibilidades de una vida digna para la inmensa mayoría de sus compatriotas. Nunca hubo consideraciones éticas, morales, humanitarias o políticas que detuvieran o morigeraran sus actividades de expoliación, represión y muerte. Son los verdugos de Venezuela.

Economista, profesor (j) Universidad Central de Venezuela.

humgarl@gmail.com

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Julio Dávila Cárdenas

En los países totalitarios se suele hacer uso de la mentira como instrumento de lucha. Unos la utilizan para imputar a sus antagonistas lo que ellos hacen. Afirmar que la escasez es producto de una "guerra económica”, no es más que engañar con el mayor desparpajo. Si alguien sabe quién es el causante de la falta de alimentos, medicinas, gasolina y servicios, es la gente del régimen y lo conocen a ciencia cierta porque los culpables son ellos mismos.

El Estado de Derecho se distingue por ser un Estado sometido a la Constitución, regido por leyes aprobadas de acuerdo a los procedimientos que ella establece, que garantizan el funcionamiento organizado y controlable de los órganos del poder; el ejercicio de la autoridad conforme a disposiciones conocidas y la observancia de los derechos individuales, sociales, culturales y políticos.

La Constitución establece que corresponde a la Asamblea Nacional legislar en las materias de la competencia nacional y sobre el funcionamiento de las distintas ramas del Poder Nacional. Las leyes son ordinarias y orgánicas, no existen “leyes constitucionales” distintas a la propia Constitución.

Decía Kelsen que en el oscuro horizonte de nuestro tiempo asoma el rojo resplandor de un nuevo astro: la dictadura de partido, la dictadura comunista o la dictadura nacionalista de la burguesía. Todas ellas totalitarias, que concentran el poder en un partido, encabezado por un Führer, un Duce o un Comandante en Jefe y, como consecuencia de ello la desaparición de todo tipo de pluralismo y el olvido de la autoridad del Derecho. En un régimen totalitario el Jefe abarca todo en un escenario de un visible control policial que no tiene límites en cuanto a la violencia estatal. Todo con el propósito de formalizar una ideología, sin posibles competidores y con una obediencia absoluta, en la que no se admiten fisuras.

Eso es lo que se propone con esta “Ley Antibloqueo”, que va a ser aprobada por una asamblea nacional constituyente que no es la Asamblea Nacional y será una “ley” que se pretende colocar al mismo nivel de la Constitución, contrariando lo que la Carta Magna establece.

Con dicha “ley” se busca que todo el poder se ejerza desde el Ejecutivo, bajo “supervisión” de una Contraloría General que sólo hace lo que desde el Ejecutivo se le indica. Para eso necesitaban de la hegemonía comunicacional que ya la tienen, salvo por el internet.

Al ciudadano sólo le queda una cosa: Ya usted la conoce, continúe poniéndola en práctica hasta lograr el objetivo que todos sabemos cuál es.

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Pedro Raúl Solórzano Peraza

Las personas relacionadas con el agro en Venezuela, recuerdan el lema de la empresa Agroisleña, C.A. que expresaba: “Todo para el agricultor”. En ese todo, que comenzó con la venta de semillas de hortalizas certificadas para mejorar la productividad de renglones como cebolla, tomate, pimentón y otros, se llegó al suministro oportuno de todos los insumos necesarios para cubrir el ciclo de los cultivos, incluyendo riego, transporte para la movilización de insumos y cosechas, y silos para el acondicionamiento y almacenamiento de granos. Ese todo, también incluyó los fertilizantes, en momentos cuando el suministro de este recurso era complicado de lograr por la exclusividad que tenía el gobierno para la producción, importación y distribución de los fertilizantes en el territorio nacional; además del subsidio que les permitía vender a precios muy por debajo de los costos requeridos para llevar el producto a los usuarios.

A pesar de esas limitaciones, la empresa comprendió que muchos productores no estaban satisfechos con la calidad y con la disponibilidad oportuna de muchos de los productos ofrecidos por intermedio de Pequiven, y se decidió a buscar las vías para poder ofrecer este insumo, y que las siembras pudieran realizarse con buenas expectativas de rendimiento para el éxito de los consecuentes agricultores. La importación de complejos N-P-K y algunos fertilizantes simples no era suficiente, y se buscaron vías para mejorar la oferta en cuanto a variedad de fertilizantes y a mejores precios. Así, lo primero que se hizo fue establecer un gran complejo para producir mezclas físicas, con formulaciones para diversos cultivos y sistemas suelo-planta-clima, que permitieran una mejor nutrición de las plantas y consecuentemente, mejores rendimientos. Con esto, se ofrecieron mejores y más balanceadas fórmulas, y algo muy importante, a precios más bajos por cada unidad de nutriente que los correspondientes en los fertilizantes complejos importados.

Cuando comienza a crecer la agricultura de riego localizado, se nota otra deficiencia que era disponer de fertilizantes hidrosolubles sin depender de las importaciones. Para esto, se decidió establecer una planta mezcladora de fertilizantes especiales para fertirrigación. Se organizó y construyó la infraestructura, se importaron todos los equipos necesarios incluyendo mezcladora, ensacadora y línea de despacho; se obtuvieron las opciones para la adquisición de materias primas tanto nacionales como importadas, pero la expoliación de la empresa por parte del gobierno a comienzos de octubre del 2010, hace exactamente diez años, no permitió la culminación de este proyecto.

Otro proyecto que no pudimos culminar fue el de producción de fertilizantes nitrogenados con inhibidores de la nitrificación. Este proyecto surge porque estos son fertilizantes “ecológicos”, y se quería atender al llamado de disminuir la contaminación del ambiente, especialmente de las aguas subterráneas y cuerpos de agua superficiales con excesos de nitratos, una de las principales quejas por el uso de abonos nitrogenados. La empresa ya había introducido con mucho éxito estos fertilizantes importándolos desde Alemania, lo cual complicaba el suministro y elevaba los precios al usuario. Se presentó la oportunidad de producir esos fertilizantes en el país aprovechando que éramos grandes productores de urea, y se hicieron todos los trámites para instalar una planta para producir internamente los fertilizantes con inhibidores de la nitrificación. Estos fertilizantes se utilizarían en el mercado interno y se exportarían, mejorando la cadena de valor de la comercialización de la urea. Se comenzó a levantar la infraestructura requerida, se hicieron los trámites para la importación de los complejos equipos que se utilizan con este fin, y nuevamente, la expoliación de la empresa no permitió que se culminara este proyecto.

Cuando pasamos por la vía que conduce de El Palito a Morón, en el estado Carabobo, vemos con tristeza que el inmenso galpón que albergaría la planta para producir fertilizantes nitrogenados con inhibidores de la nitrificación, después de diez años, no ha sido concluido. Además, nos informan que los equipos para producir formulaciones de fertilizantes hidrosolubles para fertirrigación, ni siquiera fueron sacados de los embalajes que los protegieron durante el viaje. Estos son dos de los proyectos de fertilizantes que iban a apoyar enormemente a la agricultura venezolana, pero al no estar Agroisleña, C.A., quedaron solo en buenas intenciones.

Así era Agroisleña, C.A., siempre preocupada por el éxito de los agricultores y por el cuidado del medio ambiente.

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Eddie A. Ramírez S.

Los venezolanos seremos consultados por la Asamblea Nacional si estamos de acuerdo con el cese de la dictadura, si debe ejercerse presión nacional e internacional para lograr un gobierno de transición y si rechazamos la farsa electoral del 6D. Por su parte el régimen, por intermedio del psiquiatra resentido, anunció la burla de preguntar sobre las expectativas y sueños de los ciudadanos.

Sobre la consulta era de esperar que surgieran voces expresando dudas sobre su pertinencia. Podrían tener cierta base argumentos tales como que ya se realizó una el 16 de julio del 2017; que el régimen no la va a reconocer y tratará de impedirla; que los ciudadanos están ocupados en cómo sobrevivir con un salario mínimo de menos de un dólar mensual; además de enfrentar la deficiencia de los servicios públicos, escasez de productos y el coronavirus.

Lo anterior es respetable y es de asumir que quienes convocaron la consulta evaluaron sus pros y contras. Lo que cuesta entender es que el partido Vente Venezuela exprese que: No es justo para los venezolanos invertir el tiempo que no tienen en una nueva consulta para intentar resolver un asunto de legitimidad y tiempo de la Presidencia interina. Su tarea es cumplir con el cese de la usurpación y Venezuela así se los demanda.

Esta afirmación es no solo desleal, sino injusta. Ya distinguidos constitucionalistas se han pronunciado sobre la legitimidad de la presidencia interina y sobre su continuidad en caso de que se realice la farsa electoral del 6D. Seguir reclamando que no se ha puesto fin a la usurpación es no tomar en cuenta lo que ese mismo partido afirma de que estamos frente a un Estado criminal que ha entregado la soberanía a grupos organizados del terrorismo, el narcotráfico y la guerrilla internacional. Vente Venezuela debería estar consciente de que a este régimen lo sostiene el Alto mando Militar, jueces corruptos y los grupos mencionados.

Por otra parte, ese partido tiene derecho en insistir en que la ruta es conformar una coalición internacional con fines humanitarios y liberadores, a través de lo que llama una Operación para la Paz y Estabilización (OPE) de Venezuela. Sin embargo, debería reconocer que ningún país está dispuesto a intervenir militarmente.

Algunos insisten en que la consulta no debe ser para presionar por elecciones transparentes de presidente y diputados, sino para poner fin a la usurpación, para después hacer las elecciones. Esto suena atractivo pero es poco realista, ya que nosotros no tenemos las armas y los países que nos apoyan han reiterado que la vía es electoral. Por otra parte, un inconveniente es que la pandemia obligará a que la mayor parte de la consulta sea vía internet,

Sobre la consulta, el presidente(e) Guaidó declaró que: no es un fin en sí misma, sino un mecanismo para la expresión popular y el ejercicio de la mayoría y lo que busca es proteger a los ciudadanos, ponerle fin a la dictadura y que se celebren elecciones parlamentarias y presidenciales libres, justas y verificables. Necesitamos ejercer la presión en todos los rincones de Venezuela, pero de manera organizada.

Una sugerencia sería que las preguntas sean reformuladas en forma más sencilla. Quienes se sigan oponiendo a la consulta deberían considerar que si no tiene éxito el único beneficiado sería Maduro y sus palafreneros.

Por su parte el régimen hará también una consulta que es una burla. Preguntará a los ciudadanos sobre sus sueños y expectativas. ¿Cuáles pueden ser? Evidentemente los mismos sueños y expectativas que volvieron añicos este llamado socialismo siglo XXI, para beneficio de unos corruptos e ineptos. Los ciudadanos de los estratos sociales menos favorecidos aspiran que se recupere el ascenso social de las primeras décadas de la democracia y que se detuvo en la última etapa.

Sueñan con dejar el rancho por una vivienda digna, devengar un salario que le permita cubrir sus necesidades mínimas, obtener los alimentos y medicinas que requiere, disfrutar de agua y luz todos los días, conseguir las bombonas de gas, no estar expuestos a ser asesinados o asaltados, protestar pacíficamente sin riesgo de una bala o de ir presos y ser torturados. Los agricultores sueñan con que cesen las invasiones de sus tierras, tener acceso a insumos y precios justos, así como seguridad personal y jurídica. Los empresarios tienen la expectativa de que el Estado deje de intervenir y los profesionales ansían el debido respeto. Todos aspiran votar y que su voto se cuente y no se vuelva cuento. Es urgente salir del régimen. Los venezolanos no solo soñamos, sino que anhelamos un nuevo gobierno que traiga paz, libertad, progreso y respeto.

Como (había) en botica:

Hace diez años la dictadura cometió el atropello de robarse Agroisleña, privando a los agricultores de insumos, crédito, almacenamiento y asistencia técnica, y perjudicando a sus propietarios. Fue una gran empresa.

Excelente mensaje del embajador de Alemania, señor Daniel Kriener, con motivo de los 30 años de la reunificación de ese gran país.

¡No más prisioneros políticos, ni exiliados!

eddiearamirez@hotmail.com

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Luis Ugalde

Cuatro realidades de muerte: Los crímenes de lesa humanidad que testifica la Misión de DDHH de la ONU (más las gravísimas denuncias de la Alta Comisionada Michelle Bachelet), la falta de condiciones democráticas ratificada incluso por el Grupo de Contacto UE-América Latina, el avance inocultable del Covid-19 con indefensión sanitaria, los terribles datos socioeconómicos de un país en ruina resaltados por el estudio de la ENCOVI presentado por la UCAB.

La dramática realidad venezolana está a la vista como el cementerio del “socialismo del siglo XXI”, mal pensado y peor ejecutado. Salto atrás de medio siglo en pobreza, salario, servicios públicos vitales, actividad productiva…dignidad) Todo agravado por la persecución dictatorial y tortura a los opositores como política de Estado decidida por la cúpula del régimen.

¿Luto en diciembre y primavera en enero?

No basta abstenerse, ni basta votar el 6D; con solo eso en enero Venezuela será un infierno. En diciembre de 1957 Pérez Jiménez celebró el arrollador triunfo en el plebiscito fraudulento. Un mes después el dictador huía y Venezuela nacía a la libertad y a la política democrática. En diciembre de 2020 la dictadura celebrará, mientras el pueblo llorará la Navidad sin agua, ni luz, ni trabajo, ni ingresos. A no ser que se vean obligados a aplazar la votación y a crear las indispensables condiciones para unas elecciones parlamentarias y presidenciales libres, creíbles y transparentes con observación internacional en el primer semestre de 2021.

Cese de la ruina y renacer de la política. Más allá de la elección, al país le urge un acuerdo nacional serio. Venezuela está de muerte y no le interesa la discusión sobre si la enfermedad se alivia con atamel o con aspirina; sabemos que sin una intervención quirúrgica a fondo para de 2020 eliminar el tumor maligno, no es posible salir de la ruina ni reconstruir el país. Hay que cambiar el absurdo modelo destructivo impuesto por el régimen y unir con el esfuerzo de reconstrucción a todos, incluso a los que un día soñaron con la “revolución” que ha hundido al país. Ya no es posible seguir engañando al mundo y lo sensato es reconocer la realidad y preguntarse qué hacer para parar esta ruina y lograr una pronta unidad y los apoyos internacionales necesarios para la reconstrucción.

Pero la dictadura dice que todo eso es falso, que todos mienten y que llueve o truene la votación va el 6D con todo preparado para acabar con la AN autónoma, sacar a Guaidó, tomar el último bastión democrático que queda y perpetuar la dictadura y el desastre nacional. Por ese camino no hay salida y los demócratas no podemos encerrarnos en el 6D ya cocinado.

En el pueblo la política del régimen ha muerto como la causante de este desastre; y la política opositora conecta poco con sus angustias vitales.

La política renacerá en el corazón de los venezolanos cuando sientan de verdad que los líderes (sociales y políticos) se redefinen y unen en la tarea por el cese de la catástrofe y la reconstrucción nacional.

Me sorprende ver a apreciados comentaristas y reconocidos analistas hablando como si el derrotado por la dictadura fuera Guaidó y no todos nosotros. Es demasiado fácil caerle al presidente(e) Guaidó en lugar de comentar y enfrentar a fondo las cuatro trágicas realidades arriba señaladas. Hemos fracasado nosotros -las universidades, los empresarios, los sindicatos, las iglesias y la sociedad civil-, pues no hemos sabido defender la democracia y se ha impuesto la dictadura con miles de muertos, cientos de presos, y millones de exiliados y empobrecidos, sin economía productiva y sin libertad.

Más bien llama la atención que Guaidó – con sus colaboradores presos y perseguidos- no esté en la cárcel, en el exilio o en el cementerio, sino que ha resistido el cerco y conseguido el reconocimiento mundial como presidente de la única institución legítimamente electa y que, con su equipo, ha llevado al régimen dictatorial al repudio internacional. La verdad es que la oposición verdadera está perseguida y torturada, pero viva, y las parlamentarias del 6D las organiza y controla la dictadura.

El régimen resiste en el poder y persigue, pero ha fracasado pues con el no hay vida digna. Esa es su derrota. Maduro ni quiere ni puede conducir al país al cambio productivo socioeconómico con las libertades indispensables para la reconstrucción.

No esperemos que lluevan milagros en enero. Asumamos desde ahora los tremendos retos.

Unidad democrática y reconstrucción

No basta sobrevivir tenemos que trabajar nacional e internacionalmente para que la vida y la esperanza vuelvan a Venezuela en 2021. Entiendo que en la desesperación muchos (académicos, empresarios, sindicatos, eclesiásticos, vecinos…) nos sintamos tentados a rebajar nuestros derechos a cambio de sobrevivencia, renunciando a una vigorosa reconstrucción del país para que haya vida digna.

A Juan Guaidó, liberado de toda disciplina partidista, le corresponde, como presidente legítimo de la AN (y a falta de Presidente de la República legítimamente elegido) actuar, con toda la fuerza y reconocimiento nacional e internacional que tiene y en ACUERDO UNITARIO DE SALVACIÓN NACIONAL para salir de esta ruina y reconstruir el país. Abrir una transición inclusiva con garantías internacionales y con claras líneas maestras para la reconstrucción con reconciliación nacional y elecciones parlamentarias y presidenciales.

Creo que eso y no menos es lo que exigen los venezolanos de quienes aspiran renacer como líderes. Si los líderes – políticos y no políticos- desde ahora no se concentran ni unen fuerzas para superar el desastre, en enero-febrero no tendremos país.

Lógicamente nada de esto es posible sin una decidida conversión y acción de la Fuerza Armada para rescatar la República constitucional y democrática.

jueves, 1 de octubre de 2020

aperturaven.blogspot.com/2020/10/cese-de-la-ruina-y-unidad-para.html

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Fernando Mires

Siempre las elecciones norteamericanas han sido seguidas con sumo interés –a veces incluso con pasión- por la opinión pública mundial. Y no faltan motivos. Aparte del espectáculo mediático que ofrecen sus preliminares, los EE UU son, aun viendo cuestionado su poderío económico -y probablemente lo será por un buen tiempo- una potencia tecnológica, cultural, y sobre todo, militar. Eso quiere decir que, más allá de la voluntad de sus gobiernos, con Trump o sin Trump, EE UU juega y seguirá jugando un rol decisivo en las relaciones internacionales. No es exagerado afirmar entonces que del curso que tome la política norteamericana en el futuro próximo, depende el destino de otras naciones.

Los electores estadounidenses deciden, como todos los electores de esta tierra, de acuerdo a sus intereses, ideales y pasiones. Un norteamericano común y corriente votará por menos impuestos, por mejor atención hospitalaria, a favor o en contra de la contaminación ambiental, por los derechos de las mujeres o de los hombres o de los animales, y por tantas otras cosas. Pero para el resto del mundo hay algo más que está en juego: ese algo más es la persistencia o abolición de la doctrina Trump de la cual Trump no es el autor sino, más bien, su expresión corpórea.

¿Tiene acaso Trump una doctrina como la tuvieron Wilson, Roosevelt, Kennedy u Obama? A primera vista pareciera que no. Pero si observamos con detención - más allá de sus cambios de humor, de sus agresiones verbales, o de su exagerado exhibicionismo - Trump se ajusta a una doctrina mucho más rígida que las de sus predecesores.

Ahora, si quisiéramos resumir en tres palabras a la doctrina Trump esas serían: Economicismo, nacionalismo y bilateralismo. La primera palabra es la sustancial. Las otras dos son derivados de la primera.

Entendemos por economicismo la determinación de todas las esferas de la vida por la razón económica. Trump, como muchos otros gobernantes, es tributario de ese determinismo. Y aunque parezca ironía, la doctrina Trump se encuentra ligada a una matriz ideológica que caracterizó al pensamiento político-social desde mediados del siglo XlX. Las variantes de esa ideología son fundamentalmente dos: el liberalismo económico y el marxismo.

¿El marxismo? Sí, el marxismo: mientras el liberalismo económico propagaba a partir de Adam Smith la regulación de la sociedad mediante “la mano invisible” del mercado, el marxismo de Marx propagaba la regulación de la sociedad de acuerdo al desarrollo de las “fuerzas productivas”. No sin razón, para muchos autores, el marxismo fue originariamente una radicalización del liberalismo económico. Y el propio Marx lo testimonió: las principales fuentes de su teoría económica son liberales, entre ellas la teoría del valor según Adam Smith y la teoría de la renta de la tierra según David Ricardo. Pero no insistiremos aquí en ese interesante tema. Valga solo como enunciado.

Donald Trump es, como marxistas y neo-liberales, un economicista radical. Eso quiere decir que todos los pilares de su política nacional e internacional están determinados por la economía, entendiendo por ella el aumento de la riqueza de su país. Su nacionalismo se diferencia del nacionalismo romántico, racista o fascista proveniente de Europa. El suyo es, antes que nada, un nacionalismo económico. América first significa no dar un paso si este no conduce a ganancias contantes y sonantes para los EE UU. El nacionalismo económico de Trump, visto así, es un proyecto reactivo, o si se prefiere, regresivo. Se trata de un intento de volver a la era de las economías-nacionales frente a los embates de una globalización que no es obra de nadie sino un proceso objetivo no detenible. Dicho en las palabras del ex ministro de relaciones exteriores de Alemania, Joschka Fischer: “Entre la doctrina de “los Estados Unidos primero” de Trump y el esfuerzo del primer ministro británico, Boris Johnson, de “volver a tomar el control”, el denominador común es un anhelo por revivir momentos idealizados de los siglos XlX y XX” (……) “En la práctica, estos eslóganes representan un retroceso contraproducente. Los fundamentos de un orden nacional que enaltece la democracia, el régimen de derecho, la seguridad colectiva y valores universales ahora lo están desmantelando desde adentro, minando así su propio poder” (La tragedia transatlántica, Project Syndicate, 29.09.2020).

Naturalmente, dirán sus seguidores, el intento que representa Trump no es reprochable. ¿No es deber de todo gobierno velar primero por el bienestar de su país antes que por el de otros? Por supuesto, es la obvia respuesta. El problema, no obstante, aparece cuando ese bienestar tiene lugar sobre condiciones que lesionan principios, tradiciones y acuerdos, no solo en los EE UU. Pues un país no es un compartimento estanco, es una unidad política y cultural formada por finos tejidos que no solo son hilados por el principio de la competencia sino también por el de la mutua colaboración, la que no siempre es económica. Las alianzas internacionales, por ejemplo, tienen lugar en espacios marcados por diferencias y afinidades culturales, enemigos o peligros comunes. Luchar en conjunto en contra del cambio climático, de la desertificación, de la contaminación de las aguas, de las desigualdades de género, de las constantes migraciones que provienen de las zonas ex colonizadas y, por sobre todo, de la defensa de la democracia en contra de autocracias y dictaduras, no son acciones que generan una rentabilidad inmediata, aunque a largo plazo pueden ser muy rentables para sus actores. No así para Donald Trump y los suyos. O sus decisiones son regidas por el principio de la razón económica inmediata o no valen. Ese pareciera ser su lema.

Justamente enfocado en la pura competencia económica, Trump detecta como principal competidor a China. Como gerente de una nación-empresa, para Trump las palabras competidor y enemigo son prácticamente sinónimos. Y la competencia internacional es, no puede ser otra cosa, una guerra económica. Luego, ha declarado la guerra económica a China. Algo lógico y natural si la superioridad de una nación fuera solamente económica. Pero, ¿es así?

China está efectivamente en condiciones de superar económicamente a los EE UU y en el hecho lo está haciendo. ¿Qué significa eso? Significa solo que el volumen de crecimiento económico anual superará al de los EE UU. Nada más.

EE UU, como segunda empresa mundial puede, sin embargo, seguir siendo primera potencia en otros terrenos: el de la industria militar, el de la tecnología digital, el de la cinematografía y la cultura, el de la educación escolar y universitaria, y sobre todo, el de la producción de una mercancía que no tiene precio: la de las libertades públicas y privadas. En ese sentido el trumpismo parece confundir dos términos que se parecen, pero no son lo mismo: dominación y hegemonía.

La dominación se erige sobre la base de la supremacía, la hegemonía sobre la base de la convicción. Nadie puede imaginar, por ejemplo, que los occidentales adoptarán el modo de vida chino, pero casi todos podemos imaginar que los chinos adoptarán (porque lo están haciendo) el modo de vida occidental. China puede llegar a ser una nación económicamente dominante. Los EE UU, apoyados por el mundo político occidental, podrían llegar a ser en cambio una nación política y culturalmente directriz (o sea, hegemónica) El proyecto de Trump, destinado en el fondo a seguir el camino chino, solo puede ser realizado contradiciendo el principio hegemónico representado por los EE UU. No sin razón los intelectuales, los académicos, los artistas, los movimientos emancipadores, los defensores de los derechos humanos, en fin, todos los que para bien o para mal son productos netamente occidentales, nunca votarán por Trump. El proyecto de Trump, nacido en occidente, no es políticamente occidental.

Occidente, por lo menos el occidente político, es el producto de un larguísimo proceso de luchas democráticas. El ideal de Kant, ese mundo basado en las diferencias articuladas en instituciones multinacionales, había comenzado a hacerse lentamente después de las ruinas dejadas por la segunda guerra mundial. La ONU, la UE, la NATO, incluso la OEA, surgieron con el objetivo de garantizar la paz entre las naciones. El multilateralismo ha sido respuesta histórica al bi-lateralismo que llevó a la destrucción de Europa. No obstante, para el trumpismo, la multilateralidad es un obstáculo para su proyecto nacionalista económico.

Trump, no es ningún misterio, así como ubica a su enemigo económico en China, ubica a su enemigo político en la Europa Unida, en esa Europa dirigida en estos momentos por Macron y Merkel. De ahí que su propósito sea destruir la Alianza Atlántica cuyo nexo militar es la NATO. En ese proyecto no está solo. Lo acompañan los brexistas ingleses, los populismos nacionalistas acaudillados por líderes patriotas, confesionales e integristas como el húngaro Orban, el polaco Kaczynski, el italiano Salvini, el neo-fascismo de Afd en Alemania y muchos más. Pero sobre todo lo acompaña Putin y (tácitamente) Erdogan. El primero persiguiendo el objetivo de construir un imperio euroasiático dirigido por el Kremlim. El segundo buscando convertir a Turquía en la nación directriz del mundo islámico. No de otra manera se explica el silencio sepulcral de Trump frente a los desmanes internos y externos de Putin o frente a las masacres perpetradas por Erdogan a la población kurda. Sobre el intento de asesinato a Navalny y sobre la sublevación de los demócratas de Bielorrusia, Trump ha guardado también silencios que rayan con la complicidad. A fin de cuentas, sigue al anti-político proverbio árabe, hecho suyo por todas las mafias del mundo: “los enemigos de mis enemigos son mis amigos”. Aunque sean canallas, asesinos y dictadores.

Las elecciones norteamericanas han sido siempre importantes para el resto del mundo. Pero las que vienen serán las más importantes de todas. Si Biden logra imponerse, conservará sin duda algunos logros económicos del gobierno de Trump. Pero su tarea será otra: su eventual presidencia podría detener, o por lo menos neutralizar, la balcanización del mundo impulsada desde Washington.

Esas elecciones dirán si el gobierno de Trump fue solo un momento regresivo de la historia estadounidense, o el comienzo de un proyecto destinado a reconvertir al mundo en fragmentos nacionales y nacionalistas. Ese es el dilema. Pues Trump no es solo Trump, detrás de él están los neo- nacionalismos europeos, las potencias euroasiáticas, los populismos resultantes de la ruina de la sociedad industrial y, sobre todo, las masas consumistas del mundo entero.

América Latina tampoco es ajena al vendaval trumpista. Después del declive de los movimientos populistas “de izquierda”, asoma un populismo “de derecha” (la otra cara de la misma moneda), patriotero, militarista, agresivo. Jair Bolsonaro en Brasil, Nayib Bukele en El Salvador y en cierto modo Iván Duque en Colombia, ya están alineados en la órbita trumpista. En otros países asoman nombres que buscarán sus espacios en el futuro cercano como Luis Fernando Camacho en Bolivia y José Antonio Kast en Chile, representantes ambos de un nacionalismo económico con importantes enclaves en los sectores medios. Y, no por último, en Venezuela, el trumpismo ha terminado por convertir a gran parte de la oposición - otrora liberal y democrática- en una agrupación extremista hecha a su imagen y semejanza.

PS. Justo al terminar este artículo llega la noticia de que Trump y su esposa han sido afectados por Covid-19. Desde mi modesto lugar de escritura, deseo a ambos una pronta recuperación.

2 de octubre 2020

Polis

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