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Opinión

Marino J. González

Al día de hoy, la característica más resaltante en la mayor parte de los países de América Latina, es la ausencia de control de la pandemia por covid-19. En los últimos siete días, nueve países de la región (Argentina, Bolivia, Colombia, Costa Rica, República Dominicana, Guatemala, México, Panamá, y Venezuela) han registrado el número máximo de casos diarios.

Esto significa que se deben esperar tres semanas para saber si han alcanzado el control, esto es, en el mes de agosto (sexto mes de pandemia). Si a este grupo agregamos los países que han registrado el número máximo de casos en los últimos 21 días, tendríamos tres adicionales: El Salvador, Honduras, y Paraguay. Los únicos países con franco control en la región son Uruguay y Cuba.

Las dimensiones del descontrol de la pandemia se pueden estimar si comparamos la evolución en otros países. En Corea del Sur, por ejemplo, transcurrieron 73 días entre el primer caso y el control, es decir, cuando se alcanzó el 10% de los casos del día con la mayor cantidad. En España se requirieron 99 días.

Por el contrario, en muchos países de América Latina el número de días desde el primer caso ya supera los 150, y no se ha alcanzado el control. Brasil, país en el cual se registró el primer caso en la región, tiene 169 días de pandemia sin control.

Si bien es cierto que en los países que lograron el control en Asia y Europa, se han presentado nuevos brotes, estos se han manifestado después de un período en el cual se reportaron pocos casos. Esta situación permitió que se redujera la sobre-demanda de los servicios de salud, y se pudieran realizar los ajustes logísticos y de rutinas en preparación para la aparición de nuevos casos.

En la gran mayoría de los países de la región, la presión sobre los servicios no solo no ha disminuido, sino que en estos momentos se encuentra en la fase más crítica. El personal de salud ha debido enfrentar exigencias extraordinarias para garantizar la atención de los pacientes. Muchas veces en situaciones de alta desprotección para evitar las infecciones, con lo cual se han producido contagios y fallecimientos. Dada la especial gravedad de la pandemia en estas semanas, es de suponer que la desprotección también se encuentra en un punto muy alto.

La segunda implicación del descontrol es el efecto en la atención del resto de los servicios de salud. Esto afecta tanto a los pacientes con enfermedades transmisibles como aquellos con enfermedades crónicas. El diferimiento de consultas para diagnóstico y tratamiento es muy frecuente. Si a ello se suma que se han debido utilizar recursos para enfrentar la pandemia, antes asignados a otras áreas, es lógico esperar que este año disminuya la inversión neta, expresada en paralización de la creación de nuevos cargos, diferimientos en la construcción y dotación de servicios, entre otros aspectos. La asignación general de recursos, especialmente los de inversión, debe estar muy afectada en los sistemas de salud de la región.

Los impactos en la economía conforman la tercera implicación de la ausencia de control. En la práctica, las economías llevan seis meses de parálisis. De allí que la caída de crecimiento adquiere niveles nunca experimentados en muchos países de América Latina. El efecto de esta reducción de crecimiento se trasladará al próximo año, y afectará a toda la inversión pública, y en particular la relacionada con los servicios de salud.

Entonces se experimentan dos situaciones de shock para la gestión de los servicios. El primero, en curso, está asociado con los recursos previstos para este año. El segundo shock es de mediano plazo, y se extenderá hasta que cese la pandemia. Desde esta perspectiva, los efectos en la disminución de la protección financiera y en la cobertura de servicios serán altamente significativos.

La cuarta implicación se relaciona con las opciones de políticas disponibles. Todos los países de la región que no han controlado la pandemia, tienen en vigor políticas más rigurosas que las ejecutadas por Uruguay en la fase más crítica. Esto significa que, en algunos casos, por ejemplo, Guatemala y Honduras, no es posible aumentar la rigurosidad.

Si esos países no tienen control, y ya han llegado al tope de la rigurosidad, significa probablemente que las medidas no están funcionando desde hace varias semanas. Parece entonces que se ha perdido la capacidad de relacionar intensidad de las medidas con el impacto en el control de la pandemia.

En consecuencia, el deterioro de la capacidad para diseñar políticas también aumentará. Esta situación también afecta a los países que, sin tener altos niveles de rigurosidad, también tienen restricciones para aumentarla (por ejemplo, Colombia, Chile, y Perú),

Las implicaciones anteriores tienen un denominador común: el desgaste de la institucionalidad de las políticas públicas. Tal pareciera que la región está entrando en una etapa en la cual la pandemia afecta todas las áreas de políticas, hasta el punto que se ha convertido en el centro de la toma de decisiones.

Cada día son más evidentes los signos de la debacle social, económica e institucional que se están ocasionando. Lamentablemente, enfrentar ese deterioro requiere capacidades institucionales que la región no tiene desarrolladas. La pandemia ha puesto todas estas limitaciones en gran relieve.

marinojgonzalez@gmail.com

@marinojgonzalez

 4 min


Laureano Márquez

El 14 de julio de 1816 en el Penal de las Cuatro Torres del arsenal de La Carraca, muere el precursor de la independencia venezolana, Sebastián Francisco de Miranda. Antes había estado preso en Puerto Rico, en Puerto Cabello y en La Guaira, donde había sido entregado a las autoridades españolas por sus paisanos y compañeros de la gesta independentista, quienes consideraron que su capitulación ante Monteverde era una traición injustificable.

Como puede verse, las diferencias, la enemistad y el odio entre los que comparten una misma causa no es nueva en la historia nacional.

A uno le da cosa con Miranda: exitoso en todas las revoluciones de su tiempo, fracasó en la suya, la que siempre le había inspirado. Logró sortear todos los peligros, cambio de identidad varias veces para ocultarse de persecuciones, sobrevivió a expediciones y batallas, logró evadir la guillotina en la Revolución Francesa –cuya conmemoración es también, casualmente, el 14 de julio– pero no logró salir ileso de sus paisanos.

Sus últimos años fueron muy duros, las condenas de las que se libró de joven le cayeron juntas en su vejez. Michelena lo pinta en esa imagen que para nosotros es emblemática, meditando recostado en su catre en la celda de Cadiz, desde allí nos sigue mirando con una inescrutable tristeza que, a veces, según esté nuestro ánimo, parece decepción y otras la actitud interrogante de quien espera grandes cosas del espectador que le contempla, como diciéndonos: “¿y entonces? ¿Y la libertad pa’cuando?”

A Miranda tampoco lo hemos sabido reconocer bien post mortem. Sigue siendo el “hijo de la panadera”, que diría nuestra brillante historiadora Inés Quintero. No tiene tumba sino “cenotafio”, una palabra casi tan fea como xenofobia y que se usa para designar a una tumba vacía de alguien cuyos restos no se han encontrado (ni buscado mucho en este caso). La plaza Miranda frente a las Torres del Silencio es una de las plazas menos atractivas de Caracas para el transeúnte y la avenida Francisco de Miranda la de peor tráfico.

El estado Miranda es uno de los más complicados de entender, un estado que ocupa la mayor parte de Caracas, pero cuya capital está en Los Teques. Hasta con nuestro signo monetario a Miranda se le ha maltratado: si recuerdan los tiempos en que Venezuela tenía billetes, al que se le puso la imagen de Miranda fue al de dos bolívares y eso porque no había billete de menor denominación que asignarle. Hasta el chigüire* tuvo más suerte que aparecía en el de cinco.

En fin, este 14 de julio recordé nuevamente con gratitud y respeto a El Precursor, que desde su icónico catre de La Carraca nos sigue observando con esa enigmática mirada con la que Miranda mira.

(*)Para que no me vayan a caer encima en cambote: sé que no es un chigüire, sino un armadillo, el animal que aparecía en los billetes de cinco bolívares. Pero chigüire suena más gracioso. No sé qué magia tienen las palabras con “ch” (Chespirito lo sabía bien) que por sí mismas son graciosas y divertidas, con la sola excepción de un apellido que asociado a su dueño nos recuerda la peor tragedia de nuestra historia.

@laureanomar

 2 min


Maxim Ross

He leído mucho material sobre como recuperar la industria petrolera. Confieso que, siendo correcto y conveniente que se preparen varias versiones, especialmente por los especialistas, me gustaría encontrar uno que representara un consenso de lo que habría que hacer, si se produce el cambio político que todos estamos esperando. Mientras tanto, ¿Qué podemos hacer para evitar una destrucción completa de lo que queda de la industria? ¿Habrá alguna posibilidad de que todo el país se ponga de acuerdo en algunas ideas centrales que eviten ese colapso? ¿Tendrá alguna responsabilidad la sociedad civil venezolana[1] en esta materia?

Sabiendo que no soy experto petrolero, pero entendiendo lo que ha sucedido con nuestro país y, en especial en esa industria, me atrevo a proponer un grupo de principios generales, sobre los cuales nos podríamos poner de acuerdo y llegar a un consenso en el seno de la sociedad civil y de aquellos directamente vinculados a la industria. Estoy consciente de que muchos de ellos se han dicho y repetido, que no se trata de ninguna originalidad y quizás mi contribución es colocarlos juntos, de manera simple para hacerlos entender a los no especialistas. Ellos son:

Crecer. La experiencia y el sentido común nos dice que una empresa o una industria tiene como principio vital aumentar su producción, sus ventas y desarrollar mercados y que, cualquier estrategia distinta la lleva al suicidio, como sucedió en Venezuela. Sugiero entonces que el futuro de nuestra industria se focalice en ese principio, sujeto por supuesto a las condiciones actuales de los mercados internacionales que, sabemos, son hoy considerablemente restrictivas. Como consecuencia de ello, sin descuidar la materia, sugiero abandonar o atenuar la política de “sostén de precios” que sacrifica producción y mercados y focalizarla en un criterio de crecimiento sostenido.

Integrar. Si examinamos brevemente nuestra historia petrolera encontramos un patrón común: nunca estuvo integrada al país, a las regiones, a sus localidades, a la gente, comenzando por ese concepto ampliamente divulgado en nuestra historia de ensayos y novelas, cuando se le calificó, en unas de “enclave externo” y, en otras de “campamentos, casas muertas” y otras más, pero siguiendo con aquello de la “caja negra”, que se prolonga hasta nuestros días. Como alguien dijo una vez: lo mas cercano de ella al venezolano es la gasolina.

Pues bien, tomando en cuenta esa experiencia propongo que el segundo principio que rija nuestra industria futura, o lo que queda de ella por desarrollar, se ajuste a la idea de como integrarla de manera óptima a su mejor localización geográfica y, para ello, lo relevante es como puede provocar un entorno de mayor impacto en inversiones, empleos y capacidad productiva, esto es de maximizar el valor agregado o la “cadena de valor” regional o local. Sugiero que, en los planes y proyectos que se estudien, este sea un criterio rector por excelencia. A la vez, este criterio, podría ser el catalizador de inversiones de capital nacional, regional y local, lo cual la diferencia totalmente de la industria que tuvimos hasta ahora.

Si en el futuro logramos acercarnos al manejo de nuestra principal industria estaríamos dando un paso significativo con este principio. Diría: ¡imaginemos una Venezuela donde el petróleo, más allá de sus impactos fiscales y en divisas, se “derrama” ampliamente y deje de ser un “enclave más” en nuestro país!

Industrializar. Resulta inadmisible que un país petrolero como el nuestro haya sido incapaz de desarrollar toda la industria de transformación que origina, naturalmente, el petróleo y su sucedáneo, el gas. Si esto es así, no debería caber la menor duda de que el futuro de nuestra industria debería orientarse casi exclusivamente en esta dirección, por dos razones principales. De un lado, por la propia ventaja comparativa que tiene poseer los dos recursos y del otro, por la ventaja adicional de tener el potencial de energía barata que posee Venezuela. Adicionalmente estaría el hecho de que la restricción de mercados para el crudo, que existe hoy día, debería focalizarnos en esta ruta mas promisoria y con alto contenido de valor agregado.

Competir. Las reglas de la competencia y la competitividad deberían regular también la industria hacia adelante, regidas por estándares internacionales, lo cual automáticamente la condiciona para participar en los mercados internacionales y producir divisas, principio que va ligado al regreso a la especialización y al abandono de todo ese aparataje de para-Estado que recién se puso en práctica. A la vez, su aplicación desarrolla un principio interno que suprime toda posibilidad de continuismo al “clientelismo”, a la politización en su conducción y a eliminar todo tipo de contratación que esté fuera de aquellas reglas. Allí se le abriría una gran grieta al “amiguismo”, a la “adjudicación directa” y a todos esos sutiles métodos que tanto daño han hecho. La transparencia que brindaría el uso de la competencia agrega un activo de muy alto valor económico, político y social para la Venezuela que quiere desterrar la corrupción en su principal industria.

Rentar. Desde luego, consecuencia del anterior está la idea de que la industria tiene que ser rentable, pero aquí introduzco un principio que, si bien puede ser controversial, dada nuestra experiencia e inercia doctrinaria, nos orienta en un sentido distinto. Sugiero privilegiar las ganancias y los dividendos para la inversión por encima de la regalía del propietario, pues esta es la guía que mantuvimos desde sus inicios, salvo en aquellos momentos en que se ha sacrificado para atraer inversiones.

Pues bien, sugiero que este principio se utilice para sustentar el criterio anterior de aumentar la producción y conquistar mercados, cuando beneficia más al inversionista y menos al propietario del recurso, pero tendría, en mi opinión, un efecto mucho mas sustantivo si el tema de la regalía pasa a segundo plano y con él, el ya famoso tema de la renta y el rentismo, el cual ha calificado y caracterizado la Venezuela de los últimos 100 años. Además, para sustentar un criterio de rentabilidad, esta deberá regirse por patrones tributarios internacionales.

Participar. Muy probablemente estemos de acuerdo si sugiero que este habría de ser el principio fundamental a defender hacia futuro porque, si de algo podemos quejarnos los venezolanos es de nuestra total ausencia del manejo petrolero, desde que lo manejaron las “7 grandes”, hasta que lo hizo el Estado venezolano, lo cual no le quita méritos a los tantos profesionales que han participado en ella a lo largo de la historia. No se trata de eso, se trata de algo mucho más importante que está en el vértice de su conducción. Participar en la propiedad del recurso y en sus desarrollos se convierte en un hito de trascendental importancia para los venezolanos, sea como accionistas y dueños de las empresas que se constituyan. Si la resistencia politica se mantiene a un cambio de la propiedad del recurso, sugiero que, al menos, defendamos la participación de la sociedad civil en la Asamblea de Accionistas y en la Junta Directiva, si la empresa sigue estando en manos del Estado.

Ahorrar. Quizás estaría demás defender un criterio de ahorro a estas alturas en que la industria está tan disminuida y las posibilidades de crecimiento son muy limitadas en los mercados internacionales, pero ello no prescribe que dejemos de lado el principio de ahorro que nunca tuvimos presente. Está demás hablar de los daños que su no cumplimiento le ha infligido a Venezuela, porque si hubiéramos ahorrado no estaríamos viviendo el desastre y la destrucción actual.

Volviendo a la sugerencia se propone la creación del FONDO VENEZUELA[2], fundado en dos ideas centrales: la participación de la sociedad civil en su conducción y manejo y creando el Fondo con el retiro de los aportes al Fisco del 20% de los impuestos y la regalía petrolera en 5 años, hasta lograr que sean todos acumulados en dicho Fondo. En tal sentido, se daría cumplimiento a lo dispuesto en la actual Constitución, en el artículo relativo a la creación de un Fondo de Estabilización, con los añadidos aquí sugeridos. Tal medida persigue, el no menos importante principio, de que el Fisco venezolano dependa, única y exclusivamente, de los impuestos no petroleros.

Estas sugerencias se realizan sin quitarle merito a las distintas y valiosas propuestas que han circulado recientemente sobre las opciones que tendría el desarrollo petrolero en los próximos años y se hace, reiteramos, con el fin de proponer un debate para intentar construir un consenso sobre los criterios generales que deberían guiar nuestra principal industria.

Observamos, finalmente, que el centro de esos criterios está orientado, por un lado, a hacer de la industria una parte de estrechamente vinculada a la economía y a la sociedad venezolanas y, por el otro, dejar de lado aquello de lo estratégico y de lo geopolítico, con todos sus componentes de “soberanía e independencia” con que la ha venido caracterizando el mundo político y hacer de ella una industria más en nuestro país y similar a tantas otras que operan en Venezuela.

[1] La parte de ella que está organizada y es representativa de núcleos colectivos. Ver planteamiento de la “Plataforma Cívica”

[2] Sabemos que está en otras propuestas.

 7 min


Nadie dice voy a ser feliz por media hora o por un año. La felicidad es un milagro, no tiene fecha. Ni siquiera es un sentimiento. Cuando más, un pre-sentimiento. Es por eso que es muy distinto creer que somos felices a ser felices. La felicidad no se programa. La felicidad es un encuentro consigo a partir del otro en el mundo. La felicidad es, si se quiere, el amor, aunque el amor –lo sabemos todos- no siempre es felicidad.

¿Por qué escribo o reescribo esto? Quizás porque en medio de la pandemia ha podido descubrirse que no ser feliz no significa ser infeliz. Cuando estamos ocupados no somos ni lo uno ni lo otro, y nos guste o no, la mayor parte del tiempo vivimos ocupados. A fin de regular ocupaciones, contamos los días y los años. Es como nadar. Dejas de nadar y te ahogas. Dejas de vivir en el tiempo y te hundes en el tiempo. Eso explica por qué cuando no estamos ocupados intentamos al menos llevar una vida entre-tenida.

Entre-tener: Verbo que hay que tomar muy en serio pues significa “tenerse entre” ¿entre qué? Entre dos tiempos: el tiempo del nacimiento y el tiempo de la muerte. Muchos han muerto creyendo que al haber llevado una vida entre-tenida han tenido una vida feliz. Pero no es así. Solo han logrado nadar en el tiempo sin ahogarse.

También, cuando no estamos ocupados (trabajo, deberes) hacemos “pasatiempos” creyendo que así “pasa” el tiempo y no nosotros en el tiempo. Sin pasatiempos nos sentimos aburridos. El aburrimiento es un vacío de tiempo, es vivir en un tiempo no ocupado, es no saber que hacer con el tiempo y así cada minuto nos parece una eternidad.

Aburrimiento es una palabra que suena horrible en español. Parece decir que al no hacer nada nos convertimos en burros. Afortunadamente, en otro idioma muy distinto, el alemán aburrimiento se dice “Langeweile” que quiere decir “momento–largo”. Y efectivamente, si medimos el tiempo no solo en su longitud sino en su intensidad, hay momentos que nos parecen largos y otros cortos.

A Martín Heidegger debemos el descubrimiento del sentido existencial del aburrimiento (momento largo). Con ello Heidegger se situó en la tradición de pensadores que han despojado a conceptos socialmente peyorativos de su estigmación. Tradición iniciada por Erasmo y su “Elogio de la Locura” y continuada por Paul Lafargue –quien además de ser yerno de Karl Marx era un pensador original- en su muy conocido “Elogio de la Pereza”.

En el texto de Heidegger, “Conceptos básicos de la Metafísica” (Grundbegriffe der Metaphysik) hay pasajes que darían para compilar un ensayo titulado “Elogio del Aburrimiento”. Se trata de momentos en los cuales no estamos “tiemporalizados” (gezeitigt) o lo que es parecido, cuando somos enfrentados con un vacío de tiempo. Ese vacío es para muchos un abismo y como tal lleva a “la náusea” según Sartre, o al miedo según Heidegger, miedo que convertido en terror (pienso en “El Grito” de Munch) puede conducir fácilmente a la locura. Pero también, y he ahí la importancia del “momento largo”, puede ser ese el instante en el cual comenzamos a indagar acerca del verdadero sentido de la existencia y de la vida (no son sinónimos, no todo lo que existe, vive)

¿Por qué estamos aquí? ¿Cuál es el valor de la vida que llevamos? ¿Cuál es el significado verdadero de nuestros actos?” El “momento largo” podría ser también el momento de una “conversión” que lleva al verdadero pensamiento, al del espíritu.

La filosofía, según Heidegger, es hija del miedo y del abismo. Ese miedo que no sentimos cuando estamos ocupados. Ese abismo que no vemos cuando leemos el periódico. Cuando pensamos, en cambio, estamos vueltos hacia nosotros mismos, sin exteriores, sumergidos bajo el tiempo. Quizás esa fue la razón que llevó a decir a Hannah Arendt que "pensar es peligroso". Ese es el peligro del aburrimiento, en sus honduras podemos ahogarnos, pero y esta es la paradoja, también podemos salvarnos.

¿Salvarnos de qué? Creo que hay una sola respuesta: de la nada.

Gracias al aburrimiento podemos acercarnos a la nada. Solo desde ahí podemos mirar al todo.

10 de julio

Polis

https://polisfmires.blogspot.com/2020/07/fernando-mires-el-aburrimiento....

 3 min


El déficit de confianza es uno de los principales puntos débiles que tenemos los venezolanos. Esta rémora nos dificulta salir de la dictadura totalitaria y visualizar el futuro. Hace ya varios años el francés Alain Peyrefitte escribió La société de confiance, postulando que para poder avanzar un país requiere que su gente tenga confianza en sí misma, en los otros y en la estrategia. Hoy, más que nunca, requerimos aumentar el grado de confianza en los otros o, mejor dicho, eliminar la gran desconfianza que reina sobre todo en el área política.

Frecuentemente se escucha que hay una oposición dentro de la oposición, pero no nos ponemos de acuerdo en identificar cuál es la verdadera oposición o al menos cuál es la más sensata. ¿Es la del Frente Amplio Venezuela Libre? ¿La de María Corina y Ledezma? ¿La de Nicmer Evans y los disidentes del chavismo? Aparentemente solo estamos coincidiendo en que los integrantes de la nanomesa, es decir Falcón, Fermín y Timoteo, están del lado del régimen. A continuación nos permitimos resumir algunos puntos de vista.

El Frente Amplio Venezuela Libre divulgó un comunicado el 29 de junio en el que denuncia al mundo que en la Venezuela de Maduro no hay elecciones, sino farsas y manipulaciones. Exige elecciones libres, justas y verificables. Hace un llamado a todos los partidos y líderes del mundo a ayudarnos en nuestra lucha y a no aceptar nada menos de lo que estuvieran dispuestos a aceptar para sus propios pueblos. En dicho comunicado se detallan esas condiciones. Es decir, su posición es luchar por las condiciones exigidas y, en declaraciones de varios voceros, no acudir a votar si no se dan.

Por su parte en un comunicado de este 7 de julio, titulado Al servicio de la verdad, firmado por María Corina, Ledezma, Carlos Ortega, Humberto Calderón Berti, Enrique Aristeguieta y Diego Arria, se afirma que nuestro Estado es hoy una farsa, que una de las características es el secretismo y la opacidad. También efectúan un igual y severo llamado de atención al gobierno colegiado interino, a fin de que respete y acate con celo las exigencias de la transparencia. Al respecto plantean quejas sobre la falta de información referente a varios hechos y nombramientos. Finaliza el documento reiterando a la comunidad internacional que solos no podemos. En declaraciones de los respetables ciudadanos citados, los mismos han sostenido que la salida del régimen por elecciones no es realista.

Es evidente que la principal diferencia es que un grupo piensa que la mejor estrategia es luchar por condiciones para aceptar ir a elecciones y el otro sostiene que es utópico que el régimen acepte elecciones transparentes, a lo cual se añade la injerencia de actores foráneos, por lo que se requiere intervención extranjera, ya que solos no podemos.

Además, hay una diferencia no de fondo, pero que quizá pesa más por esa característica humana de resentirnos cuando no nos toman en cuenta.

Cabe mencionar que Nicmer Evans, disidente del chavismo, realizó críticas a la conducta de los principales partidos y Elías Pino recomendó a Guaidó desmantelar la cúpula amistosa y clientelar.

Pareciera que muchas cosas pueden mejorar si el G4 y el presidente(e) Guaidó deciden informar y escuchar a quienes tienen el mismo objetivo, pero piensan que el camino a tomar es diferente. Desde luego que también quienes critican al G4 y a Guaidó deben tomar conciencia de que lo deseable no es siempre posible, así como del grado de respaldo que tienen en la población.

La decisión de votar o no votar no es sencilla. Algunos recuerdan que en 1952 los ciudadanos votaron a pesar de la dictadura y ello obligó a Pérez Jiménez a desconocer el resultado, con su natural desprestigio entre los demócratas. Sin embargo, las condiciones son diferentes. En ese entonces los miembros del Consejo Electoral eran decentes, renunciaron y tuvieron que asilarse. Por otra parte ningún gobierno desconoció al dictador. Hoy 58 países, el Parlamento Europeo y la OEA desconocen a Maduro y a unas elecciones en los términos planteados por el régimen. Si no cambian las condiciones, votar sería desconocer ese apoyo internacional y un suicidio político. En cuanto a la opción de esperar una intervención extranjera que vaya más allá de las sanciones es utópico y sus proponentes tienen que saberlo. Los ciudadanos claman por una sola oposición con una misma estrategia. Todos contra el régimen.

Como (había) en botica:

Un principio básico de ética es no atacar a alguien que es preso político de una dictadura y tiene limitaciones para defenderse. Los ataques a Leopoldo López, sin entrar a juzgar si tienen o no base, desmerecen a quienes los realizan.

Felicitaciones a Leopoldo López Gil por su participación en el excelente acuerdo del Parlamento Europeo.

Merecida la designación de Horacio Medina en la directiva Ad hoc de Pdvsa.

Lamentamos los fallecimientos de nuestros compañeros de Gente del Petróleo y Unapetrol Gilberto Delgado y de Jesús Uviedo. También del diputado Hernán Alemán.

¡No más prisioneros políticos, ni exiliados!

eddiearamirez@hotmail.com

 4 min


Américo Martín

Históricamente los grandes cambios que se han escenificado en Venezuela, por no decir en el mundo, se han materializado como consecuencia de una unificación de fuerzas políticas y sociales desplegadas con suprema inteligencia y habilidad. Pese a que esos fueron los rasgos dominantes en Angostura (1819), donde se forjó la doctrina y práctica de la emancipación conducida por el Libertador, me atrevería a decir que la más depurada expresión de un movimiento unitario exitoso fue la encarnada por la Junta Patriótica (1957) y el Pacto de Nueva York, firmado por los grandes líderes Rómulo Betancourt, Jóvito Villalba y Rafael Caldera, el 20 de enero de 1953.

La JP integró los cuatro partidos que habían sobrevivido a la feroz dictadura militar: URD (Fabricio Ojeda), AD (Silvestre Ortiz Bucarán), PCV (Guillermo García Ponce) y COPEI (Enrique Aristeguieta Gramcko). Desde Nueva York la unidad fue perfecta y eficaz, los líderes que se habían enfrentado, a ratos, con ferocidad, se dieron la mano de cara a la comunidad democrática internacional.

Demostraron así que no guardaban, entre ellos, vestigios de acrimonia o reservas de ningún tipo. Esa unidad material y espiritual fue como la palanca que pedía Arquímedes para mover el mundo y, efectivamente, la palanca de Nueva York movió al mundo.

En Venezuela, los cuatro partidos que se habían desgarrado por rivalidades y pugnas desconcertantes, por iniciativa de Alberto Carnevali, un brillante merideño de AD, iniciaron el restañamiento de las heridas y la más sorprendentemente fraterna unidad que pueda concebirse. Por desgracia la dictadura detuvo a Carnevali y, según se dijo, lo dejó morir en la cárcel. En su honor, Betancourt dijo que se había llevado a la tumba su gran secreto de estadista y estratega revolucionario.

Para evidenciar su sincera disposición unitaria, el ilustre merideño propuso a Pompeyo Márquez, lo que Márquez y los demás presentes jamás hubieran imaginado, que fuera Pompeyo el encargado de presentar el boceto del primer manifiesto de la unidad nacional.

La unidad nacía en medio de una danza de gestos afectuosos, sin intercambiar recibos de cuentas por cobrar y bajo la encendida convicción que el anuncio del encuentro de las organizaciones de la resistencia, en medio de un espíritu de fraternidad, sin zancadillas, descalificaciones mediocres y haciendo gala de una solidaria nueva relación que cristalizará el 23 de enero de 1958 con la clamorosa victoria de la unidad democrática. Mientras el movimiento se limitara a ser una suma material de factores los avances serían bastante limitados, pero cuando aquel sentimiento tocó el alma de los rudos combatientes, se convirtió en una fuerza volcánica sin otro destino que triunfar.

En el oficialismo el deterioro abría su marcha y la pregonada unidad opositora, sin esguinces, sin cartas escondidas y exhibiendo una amistad profunda, incidió sobre los estremecidos cimientos de la dictadura. No puedo olvidar que poco antes de ser encarcelado y maltratado por feroces torturadores, las organizaciones de la Junta Patriótica y el Frente Universitario actuábamos como los mosqueteros de Dumas (padre), ¡Uno para todos y todos para uno! Recuerdo, específicamente, que distribuimos una carta del joven líder de Copei, Luis Herrera Campins, titulada Frente a 1958, y lo hicimos con la misma emoción de nuestros compañeros copeyanos, en la misma tónica, las otras organizaciones del Frente Universitario, JCV y Vanguardia Urredista.

Nadie halaba la brasa para su sardina porque estábamos bajo una guía superior: la libertad, la democratización y la prosperidad de Venezuela.

Otra esencial lección emanada de esa épica fue que la unidad está destinada a crecer o, en su defecto, a estancarse y desaparecer. En función de la necesidad de crecer, centramos la dirección de la política contra un objetivo visible y comprensible. Tres figuras dominantes sostenían el edificio de la dictadura, Marcos Pérez Jiménez, Laureano Vallenilla Planchart y Pedro Estrada Albornoz, es decir, solo un militar y dos civiles. Pedíamos, en forma infatigable, la salida de ese trío y llamábamos a militares y civiles a unirse a la libertad de Venezuela.

Mano tendida hacia todos ellos, no importa las posiciones que hubiesen ocupados bajo la dictadura, siempre que estuviesen dispuestos a salvar la Patria. Luchábamos por la unidad nacional, que no cierra puertas sino que las abre.

Sin odios, con amplio sentido de reunificación, sin destrozarnos en la guerra. Nadie tenía que renegar de nada, porque todos tenían mandatos superiores emanados de la Constitución, incluso la de Pérez Jiménez. No alentábamos derramamientos de sangre, aunque estábamos dispuestos a verter la nuestra en favor de tan luminosa causa.

Como si estuviera escrito en el cielo, al mitigar los odios recíprocos, se abrieron los caminos hacia la negociación y los acuerdos de paz. El 1º de enero, los propios militares se pronunciaron atraídos por esas robustas consignas. No había células políticas entre ellos, simplemente habían comprendido que la diversidad política era la garantía para el pluralismo democrático y la alternabilidad en el mando. Decíamos también que la intransigencia era un mecanismo perverso y los venezolanos, que tan firmemente se unieron para fundar su República, tendrían que volver a hacerlo.

Es insólito que Venezuela, después de sus grandes momentos de prosperidad, creatividad, generosidad y solidaridad con los condenados de la tierra, haya sido reducida a una miseria avasallante, sin libertad y en acelerado deterioro en el más amplio y pleno sentido. Torino Capital, la Encovi y Fedecámaras coinciden al definir los perfiles de nuestra desgracia, lo que resalta la urgencia de la unidad nacional sin perseguidos ni perseguidores.

Se trata, pues, de alcanzar juntos las condiciones de transparencia para una solución política-electoral. Así como estamos obligados a devolver los derechos a los ciudadanos, es preciso que asuman la responsabilidad de su propio destino utilizando las mejores experiencias del pasado.

@AmericoMartin

 4 min


Alejandro Hernández

Para el director de Investigación Aplicada del Harvard Growth Lab, Miguel Ángel Santos, “si hay una transición en el país y los encargados de liderarla entienden lo que nos pasó y se mueven a buscar financiamiento internacional, promover una reestructuración de la deuda y abrir el petróleo para el sector privado internacional, se va a generar un contexto de país que permitirá una recuperación muy acelerada”. Y ratifica que “el cambio en la sensación de bienestar, estoy seguro, va a generar muchísima esperanza”.

Venezuela no tienen ningún motivo para estar atravesando las penurias que padece y que es consecuencia de una élite política que se quiso perpetuar en el poder a costa de todos los venezolanos, sostiene el economista Miguel Ángel Santos, quien actualmente dirige el Growth Lab del Centro para el Desarrollo Internacional de la Universidad de Harvard.

En cuanto al debate acerca de las sanciones internacionales y su impacto en el país, afirma que el efecto económico de estas medidas en relación a la catástrofe que engendró el chavismo es relativamente marginal. Queda claro, a su juicio, que el país requiere regresar a la especialización y necesita servidores comprometidos, que no tengan conflictos de intereses”.

-Usted ha dicho que en sistemas autoritarios las crisis económicas no generan cambios de gobierno, pero ¿por qué en Venezuela no hay conexión entre la protesta política y la social?

Cuando empezó la hiperinflación en Venezuela, en noviembre de 2017, Douglas Barrios (economista venezolano) y yo hicimos una investigación que titulamos Hiperinflación y cambios políticos: Democracia, transiciones en el poder y resultados económicos, que luego salió publicada en el libro de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, “Inflación alta e hiperinflación”. Allí documentamos tres hechos fundamentales que resultan relativamente contraintuitivos.

En primer lugar, que las hiperinflaciones que ocurren en contextos autoritarios tienden a ser más intensas y más prolongadas que cuando ocurren en contextos democráticos. En segundo lugar, que la hiperinflación no traía consigo un “bono democrático”. Los países que padecen estas crisis tienen una baja probabilidad de ver su democracia fortalecida una vez que ésta pasa. Por último, las hiperinflaciones cuando ocurren en contextos autoritarios no suelen conducir a transiciones políticas o cambios en el poder.

-El caso venezolano parece no ser la excepción.

En el caso de Venezuela, cuando llega el colapso económico la mayoría de los controles institucionales, los balances y mecanismos de rendición de cuentas ya habían sido desmontados. De allí que el país no encuentre cómo producir una transición, a pesar del desplome de su economía, y de la aceleración de la pobreza. Muchos terminaron por votar con los pies, y provocaron el mayor movimiento migratorio que se haya producido en la historia de América Latina. Eso es consecuencia de más de 15 años de desmontaje sostenido de todos los mecanismos de mercado. En 2013 se cerraron las fuentes de financiamiento, cayeron los precios del crudo y el país descubrió que el boom de consumo que había disfrutado entre 2004-2012 era una ilusión basada en importaciones, financiado con el boom petrolero y la deuda. En paralelo, en medio del rumbón, se desmontó el Estado. Durante la bonanza la ciudadanía decidió mirar a otra parte, y cuando se advertía sobre la catástrofe que se estaba gestando la gente te miraba como al que se aparece con la cuenta en la Última Cena.

-¿Qué impacto tendrá el Covid-19 en la ya depauperada economía de nuestro país y cómo terminará el 2020 para quienes hacen vida en Venezuela?

Antes del Covid-19, Venezuela tenía su sistema de salud colapsado y su economía había perdido dos tercios de su tamaño en los últimos cinco años, según las estadísticas del propio Banco Central. A ese panorama, súmale los efectos de la pandemia. Nuestro país no tiene capacidad asistencial para hacerle frente a esta crisis, y Nicolás Maduro no tiene ninguna posibilidad de solicitar financiamiento. Tenemos una deuda en default, que es equivalente a más de cinco veces nuestras exportaciones. Eso nos hace el país más endeudado del mundo. En cualquier caso, el régimen no tiene ninguna capacidad para implementar y administrar programas sociales orientados a aliviar a la población más vulnerable. En 2020 tendremos otra caída económica de entre 20% y 25%, según las proyecciones. El nivel de la actividad comercial es miserable, y la paralización de lo poco que queda va a tener consecuencias devastadoras para la gente.

-¿Cree que la oposición ha tenido una buena interpretación y, en consecuencia, un discurso de la crisis económica que padece el país?

Cuando hablamos del sistema político opositor encontramos una variedad de actores, entre los cuales están quienes comprenden perfectamente lo que nos ha sucedido y también quienes creen que el chavismo fue simplemente un problema de mala administración. En donde se observan las diferencias más graves, es en lo que debemos hacer para salir adelante. Hay muchos aspectos en donde se han desarrollado ciertos consensos a lo largo de estos años, pero hay disidencias en algunos puntos básicos muy álgidos, que son parte de los fundamentos que debemos cambiar si queremos tener una economía productiva, capaz de generar crecimiento inclusivo y crear empleos.

-¿A qué atribuye estás disidencias?

Lamentablemente, en una movida a la que en medio de la euforia se le prestó muy poca atención, el chavismo acabó con el financiamiento a los partidos políticos. A continuación, fue asfixiando a quienes, desde el sector privado, los apoyaban económicamente y luego declaró traidores a la patria a los que recibían algún tipo de financiamiento desde el exterior. Esta estrategia dejó a los partidos exangües, en una posición muy vulnerable. Las organizaciones políticas se hicieron cada vez más pequeñas, limitadas y, más dependientes de las pocas empresas que se mantienen vivas dentro de los lineamientos del régimen o de los nuevos ricos manufacturados por el chavismo a lo largo de los años 2000. Esta realidad puede ser la base de esa renuencia a cambiar el statu quo en muchas áreas de la política económica, que uno observa en ciertos sectores. Algunos creen que ahora se trata de hacer algunos cambios aquí y allá, alguna que otra modificación cosmética. Así no se rebota del colapso económico más grande que se haya visto en América Latina, así lo que van a conseguir es estabilizar la miseria.

-¿Cuánto han influido las sanciones en este colapso que describe?

Antes de analizar el impacto de las sanciones, primero hay que tener claro qué país teníamos cuando se implementaron. Por ejemplo, Dany Bahar, José Ramón Morales, Sebastián Bustos y yo, realizamos una investigación para Brookings Institute, donde demostrábamos, entre otras cosas, que al cierre de 2018, cuando todavía no habían entrado en vigor las medidas más relevantes, las importaciones de medicamentos habían caído 96% en relación con 2012 y las de alimentos más de 70%. En ese documento también están los números que reflejan el desplome de la producción petrolera y del producto interno bruto, así como el incremento de la mortalidad infantil. Hay muchas dimensiones que permiten proyectar la Venezuela que habría hoy, si no se hubiese producido la presión internacional. Para mí está claro que entre el 80% y 90% del deterioro generalizado que estamos padeciendo se había producido ya antes de las sanciones.

-El régimen, ayudado por algunos factores de “oposición”, ha hecho un esfuerzo comunicacional y propagandístico para atribuirle a las sanciones la culpa de la crisis que hay en el país.

Han salido unos argumentos muy irresponsables sobre el impacto de las sanciones, como si estas le hubiesen quitado al régimen un dinero que se iba a utilizar para montar hospitales y escuelas, e importar alimentos y medicinas. Si hay algo que los venezolanos conocen bien es cómo se veía Venezuela con Maduro y sin sanciones. El efecto económico de las medidas, en relación a la catástrofe que engendró el chavismo, es relativamente marginal, y en cualquier caso bastante menor de lo que muchos analistas interesados han querido hacer ver. Es evidente que detrás de estas declaraciones hay oportunismo político.

-¿Cree que hay que mantenerlas?

Cuando llegan las sanciones Venezuela tiene por lo menos 15 años tratando de salir del chavismo. Aquí se había intentado todo. En ese momento eran una de las pocas estrategias que quedaba por implementar y se dieron las condiciones políticas para hacerlo. Se comenzó con medidas individuales, luego se pasó a las financieras con PDVSA y después, en términos un poco más amplios, al comercio con el régimen de Nicolás Maduro. Es decir, también contrariamente a lo que algunos quieren hacer ver, tuvieron un componente gradual para abrir el espacio a una negociación que desembocara en una transición política. En ningún momento el chavismo estuvo dispuesto a ofrecer nada que remotamente comprometiera su permanencia en el poder. Ahora bien, el problema es que la efectividad de las sanciones se mide en términos binarios: ¿Tuvieron éxito (se produjo la transición política) o no tuvieron éxito (Maduro sigue ahí)? No hay otra. Uno puede diferir en cuanto al tiempo, pero no en cuanto a la definición de éxito: Ese es el objetivo final. Medida con esa vara, las sanciones no han producido el resultado que se esperaba.

-Entonces, ¿hay que levantar las sanciones?

El problema es que, en una eventual negociación, lo único que el liderazgo opositor tiene en la mano para ofrecerle al régimen son las sanciones. Dicho sea de paso, lo que tienes que ofrecer es una decisión sobre la que podrías tener alguna influencia, pero que en última instancia no es tuya. ¿Qué va a pasar si le quitas a la oposición esa única ficha de forma indiscriminada? Todo esto para decir que las sanciones no han dado los resultados esperados, lo que obliga a repensar cuál debe ser la estrategia, su alcance e implementación, para evitar caer en esa calle ciega que hoy es Cuba.

-¿Cómo evalúa el manejo que ha hecho el interinato de la deuda venezolana?

A mí me parece que el Gobierno interino ha manejado la deuda de la única manera que lo podía hacer. Tampoco había tanto margen de maniobra. Lo que pasa es que hay que conocer bien algunos detalles para entender la situación. Cuando el interinato llegó, la deuda de los bonos no garantizados ya se encontraba en default. Se aproximaban pagos de intereses y de principal en 2019 de los bonos PDVSA2020, que tienen a Citgo como garantía. En los primeros meses y con la intención de ganar tiempo para montar una estrategia que protegiera a la red de refinerías, la Asamblea Nacional aceptó, bajo protesta, pagar algo más de 70 millones de dólares en intereses que se vencían en abril de 2019. Si no se ejecutaba esa operación, los acreedores tomarían control de Citgo, pues para ese momento no existía ninguna medida de protección que lo impidiera. Cabe recordar que en ese momento estaba vigente la licencia general 5, emitida por el gobierno de Estados Unidos en 2018, que eximía la compra-venta de esos bonos de las sanciones que se impusieron sobre Venezuela. Dicha licencia creaba una excepción que permitía a los tenedores del PDVSA2020 tomar control de Citgo, a pesar de ser una propiedad congelada.

-¿Qué circunstancias cambiaron para que la Asamblea Nacional no ejecutara el segundo pago de intereses sin perder Citgo?

Seis meses después de que se realizó esa operación bajo protesta que comenté, había que volver a pagar, en ese caso principal e intereses, por una cifra muchísimo mayor, que rondaba los mil millones de dólares. El Gobierno interino no sólo no tenía cómo pagar, sino que además debía de ser consistente con la posición de la Asamblea Nacional, que había cuestionado la constitucionalidad del PDVSA2020, advirtiendo sobre los posibles daños patrimoniales que causaría a la nación, en acuerdo público realizado el 27 de septiembre de 2016. Para ese entonces ya había una medida de protección temporal por parte del gobierno de los Estados Unidos, que impedía a los bonistas tomar acciones contra dicha empresa.

-¿Hubo acercamientos con los acreedores en esos meses para intentar llegar a acuerdos y evitar un juicio?

-Durante todos esos meses hubo conversaciones y negociaciones con los tenedores del PDVSA2020, que no llegaron a resultado alguno. Como bien ha dicho recientemente el presidente de la Junta ad-hoc de PDVSA, Luis Pacheco, la posición de los acreedores fue demandar el pago íntegro de los bonos, ignorando por completo la cuestión de la invalidez. Así que no quedaba otra posibilidad, pero además era consistente con la posición del Parlamento, de demandar la nulidad de los bonos. Es un proceso que tiene sus riesgos. Esos riesgos, al igual que ocurre con las sanciones, deben ser sopesados en función de qué habría ocurrido en ausencia de esa acción. En ese contexto, la Asamblea Nacional, de manera unánime, aprobó el Acuerdo del 15 de octubre, ratificando el Acuerdo del 27 de septiembre de 2016 y declarando la inconstitucionalidad de dichos Bonos. De manera que no solamente estoy de acuerdo, sino que además pienso que era el único curso de acción coherente que se podía seguir, si de lo que se trata es de defender los intereses de la República.

-Ricardo Hausmann nos declaró que actores vinculados a la política estaban representando los intereses de los tenedores de bonos de forma poco legítima. También, en una entrevista con el periodista Andrés Rojas Jiménez, el presidente del Banco Central ad hoc Ricardo Villasmil, calificó de traición a la patria la defensa a estos inversionistas. ¿Cuál es su valoración de estos señalamientos?

Yo trabajé durante alrededor de diez años haciendo private equity. Durante esos años obtuve la autorización para usar la designación de Chartered Financial Analyst (CFA), una suerte de gold standard de analistas financieros en el mundo. Allí uno debe aprenderse al caletre el código de ética del analista financiero. Y uno de sus principios esenciales es que en la profesión se deben evitar tanto los conflictos de interés, como la apariencia de los mismos. El término de traición a la patria es una sanción moral, cuyos fundamentos son muy difíciles de establecer y creo que, lamentablemente, haber usado esa expresión distrajo la atención de puntos más sustantivos. Pero se está hablando de alguien que trabajó en la banca internacional durante muchos años, que tuvo un rol activo promoviendo el endeudamiento venezolano, que acompañó hasta hace muy poco a los acreedores más representativos de Venezuela, tenedores del PDVSA2020, a reuniones con representantes del régimen de Maduro, tales como Nelson Merentes y Diosdado Cabello, que están documentadas y son del dominio público.

-¿Se refiere usted al economista Francisco Rodríguez?

Sí. Quien haga todo lo que antes mencioné no puede negar que esté promoviendo la adquisición de títulos de deuda externa venezolana, y que represente, o durante un pasado no demasiado lejano representó o asesoró a los inversionistas. Hay que recordar que la desinformación en los mercados en relación con Venezuela era total. Ahí es en donde creo que entra el tema de la apariencia de conflicto, porque es difícil pretender jugar ambos roles; es difícil asesorar al mismo tiempo a los acreedores, y por otro lado dar consejos sobre lo que le conviene a la República hacer en relación con esas acreencias. Creo que hubiese sido mucho más responsable y transparente centrarse en uno de esos dos roles, en lugar de pretender jugar para los dos equipos.

-El economista Francisco Rodríguez sostuvo en entrevista con La Gran Aldea que durante sus años en Bank of América y en Torino Capital nunca hizo recomendaciones de inversión.

En un país normal, los intereses de los inversionistas y el gobierno suelen ir alineados; pero en una República que multiplicó su deuda por cinco en seis años (2006-2012) sin invertir un ápice en capacidad para producir algo que luego sirviera para devolver el préstamo, era evidente que esos intereses iban a entrar en conflicto. Maduro inclusive tomó la decisión administrativa de recortar las importaciones de forma draconiana y seguir sirviendo la deuda, durante varios años. Francisco Rodríguez celebró esa decisión, su posición está también documentada, cuando ya era evidente que Venezuela no tenía ninguna capacidad de pago, y que cualquier pago de servicio sólo retrasaría el default, y vendría a costa de la escasez y el hambre de muchos venezolanos. En esa circunstancia, lo responsable era promover una restructuración de la deuda, que hubiese obligado al Gobierno a realizar varios cambios. En fin, es difícil jugar para dos equipos.

-¿Cuál es su opinión sobre la Ley de Hidrocarburos que se discute en la Asamblea Nacional?

La recuperación económica de Venezuela necesitará muchas divisas, que sólo pueden venir de tres pilares fundamentales: Financiamiento de los organismos financieros internacionales, en esencia, el Fondo Monetario Internacional, reestructuración de la deuda y la apertura del petróleo a la inversión extranjera. Con respecto a esto último, el problema que existe es que, según la normativa vigente, PDVSA debe tener control accionario en todos y cada uno de los negocios petroleros que se hagan en territorio venezolano. Ahora bien, como PDVSA está quebrada, no tiene dinero para invertir, y como tiene que ser mayoría, nadie más puede poner capital. En ese contexto, es evidente que debemos rediseñar el rol de la petrolera estatal, pues se quedó pequeña, en términos de músculo financiero, y en términos de capacidad gerencial, de conocimiento y de know-how, para el enorme potencial petrolero que todavía tiene Venezuela. PDVSA puede seguir siendo una empresa pública, que debe entrar en restructuración, pero eso no debe limitar la inversión y el desarrollo de la industria, que debe estar a cargo de compañías privadas, que le pagarían al Estado impuestos, regalías y dividendos. Este principio es cierto tanto para las compañías operadoras petroleras, como para los contratistas de servicios que rodean a la industria. Ese segmento también debe ser abierto, para que el negocio petrolero en Venezuela opere en la frontera de la eficiencia, pero también hay cabida para que participen compañías venezolanas a través de un grado de contenido local.

-El diputado de la Comisión de Finanzas de la Asamblea Nacional, Rafael Guzmán, cuestionó públicamente unos mensajes que usted escribió sobre la Ley de Hidrocarburos, ¿esto es síntoma de que no hay acuerdo político para aprobar el nuevo instrumento legal?

A mí no me gusta caer en estas discusiones estériles en Twitter, pero te voy a responder. Yo escribí un tweet que tenía dos partes. En la primera, dije que cuando escucháramos críticas a la propuesta de una nueva Ley de Hidrocarburos debíamos preguntarnos si la persona que está cuestionando sabe de petróleo, y si obtiene algún beneficio de que continúe el statu quo. El segundo mensaje decía que si las respuestas a estas preguntas eran que la persona es experta y no se está beneficiando, hay que sentarse a oírla, porque sus señalamientos son legítimos y no provienen de conflictos de interés. Ahora bien, no tengo idea de por qué el diputado Guzmán se pudo haber sentido aludido. Como dije antes, mi opinión tenía dos partes, no estaba dirigida a lectores ‘cuarto de milla’. A lo mejor lo que pasó fue que no llegó al segundo mensaje y reaccionó al primero, no lo sé. Pero sí quisiera rescatar el espíritu de lo que escribí: Venezuela necesita regresar a la especialización, y necesita servidores comprometidos con el país, que no tengan conflictos de intereses. En ese espacio, todas las críticas deben ser bienvenidas, y sopesadas.

-¿Cuáles son los riesgos de la dolarización desordenada que se está presentando en Venezuela?

El Gobierno ha renunciado a una de sus funciones esenciales, que es emitir papel moneda, para permitirle a los ciudadanos que puedan intercambiar bienes y servicios. En ausencia de medios de intercambio suficientes, se ha venido dolarizando gradualmente de facto la economía, cosa que sería riesgosa y que, en una eventual transición, definitivamente no es lo que más nos conviene. Una cosa es decretar la dolarización y otra, desdolarizar una economía ya dolarizada. Desde ese punto de vista, corremos el riesgo de que el programa económico en una eventual transición venga condicionado por la dolarización de facto, lo que te quita bastante más opciones de las que te da. Y mucho más en el entorno post Covid-19. Como ya ocurriera en 2008-2009, la crisis le va a pegar más fuerte a los países que no cuentan con una moneda propia.

-¿Cómo ve la recuperación económica del país si llegara a producirse esa transición?

Yo estoy convencido de que si hay una transición y los encargados de liderarla entienden lo que nos pasó y se mueven a buscar financiamiento internacional, promover una reestructuración de la deuda y abrir el petróleo para el sector privado internacional, se va a generar un contexto de país que permitirá una recuperación muy acelerada. El cambio en la sensación de bienestar, estoy seguro, va a generar muchísima esperanza. Venezuela no tienen ningún motivo para estar atravesando las penurias que hoy padece, y que es consecuencia de hay una élite política que se quiso perpetuar en el poder a costa de todos los venezolanos.

22 de junio de 2020

La Gran Aldea

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