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Mariza Bafile

Metamorfosis populistas

Mariza Bafile

El discurso del Presidente Trump al Congreso norteamericano debería ser estudiado como ejemplo magistral de manipulación populista pre-electoral. Como si fuera Madre Teresa de Calcutta, ha mostrado bondad y preocupación hacia los menos afortunados y hacia todas las minorías, desde las mujeres hasta los latinos, desde los afroamericanos hasta los enfermos que no pueden pagar los altos costos del sistema de salud en Estados Unidos. Son ellos quienes definirán el triunfo del próximo Jefe de Estado y Donald Trump lo sabe muy bien. Fortalecido por el respaldo de su partido que ha bloqueado, como se esperaba, el proceso de impeachment, dio comienzo al show electoral.

Habrá quien creerá en sus palabras. Muchos otros no olvidarán los atropellos verbales y las políticas xenófobas y machistas promovidas por el actual gobierno. Basta con pensar en la reciente votación del Tribunal Supremo que, tras una específica petición de la administración Trump, dio luz verde a una serie de normas vueltas a prohibir a los inmigrantes legales, quienes están recibiendo ayudas sociales, la posibilidad de optar a la Green Card. O también la reciente anexión de otros seis países en la lista de las naciones cuyos ciudadanos tienen prohibida la entrada en Estados Unidos. Ni hablar de los dreamers quienes siguen en el limbo de la incertidumbre y de la espera.

Y finalmente su gran logro, el que le genera la mayor satisfacción: el Muro que creó y está pagando el gobierno de México.

Pecunia non olet, decía el emperador romano Vespasiano. Y tenía razón. Desde siempre la economía determina la política de los diferentes gobiernos, sean del signo que sean.

En México el gobierno de López Obrador aceptó crear el Muro que ha poblado los sueños del presidente Trump desde su primera campaña electoral. Lo hizo en su frontera con Guatemala. Es un muro humano armado y violento constituido por la Guardia Nacional mexicana que bloquea la entrada a los centroamericanos para así evitarles llegar a territorio estadounidense.

La amenaza, fue suficiente la amenaza de aranceles a los productos mexicanos para que Trump obtuviera lo que quería: que México pagara el Muro. En los últimos meses miles y miles de emigrantes han intentado superar la frontera de ese país sin lograrlo. Miles y miles quedan atrapados en los campos de detención en los cuales son víctimas de todo tipo de maltrato y vejación antes de ser deportados.

Los años de la administración Trump se han caracterizado por su política ferozmente anti inmigratoria que ha golpeado con particular fuerza a los latinoamericanos. Lo positivo es que igualmente fuerte ha sido el rechazo generado por esa actitud en muchos sectores de la sociedad norteamericana.

La comunidad latina se ha fortalecido y organizado. Lo ha demostrado recientemente con su protesta contra la publicación del libro American Dirt de Jeanine Cummins, lleno de lugares comunes y con una visión novelada de los narcos que se transforma en un verdadero irrespeto hacia el dolor de todas las familias que sufren las consecuencias del narcotráfico.

Será gracias a esa consciencia y esa fuerza que, por más maquillajes electorales que quiera inventar el showman Donald Trump, muchos recordarán lo vivido hasta ahora cuando les llegará el momento de votar.

@MBAFILE

10 de febrero 2020

ViceVersa

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"El teatro se logra a partir del error" Stefano Fossa

Mariza Bafile

Foto Flavia Romani ©

Nueva York pareciera haber amanecido más caótica que nunca. Caminamos por la calle 25 de Manhattan. Desde la hilera infinita de automóviles se percibe el nerviosismo de los choferes. Una sirena grita a lo lejos. Oleadas de personas llenan las aceras y solo los turistas levantan la vista para mirar su entorno. Todos los demás van ensimismados, escuchan música, hablan por teléfono y gesticulan cual si fueran mimos dando un espectáculo. Cada uno anda en su burbuja, siempre contra reloj. El tiempo en Nueva York se escurre entre los dedos. Nunca es suficiente. Finalmente vemos la entrada del Johny’s Luncheonette en el 124 West de la 25th. Entramos y allí nos está esperando Stefano Fossa, actor y director.

Ocupamos la única mesa. El local consiste en una barra llena de jóvenes comiendo abundantes desayunos en un ambiente alegre y ruidoso. “Este lugar me recuerda un momento muy especial y feliz de mi vida. Estudiaba en The Stella Adler Studio of Acting y venía aquí a comer. Vivía en la burbuja que te permiten una escuela, una Universidad, lugares en los cuales todos se conocen y ayudan a lograr un sueño que es, finalmente, un sueño compartido. Veía la realidad como un espectador”.

Recientemente Stefano Fossa lanzó una primera serie denominada “Killing Tigers”, título que traduce una expresión muy común entre los venezolanos: “matar tigres”, empleada para indicar que se están realizando trabajitos ocasionales.

A pesar de las restricciones de producción, su aceptación ha sido mayor de lo esperado, seguramente porque muchos de los jóvenes venezolanos y latinoamericanos en general, quienes estudian y viven en Nueva York, pueden sentirse identificados con sus personajes.

“Es un poco autobiográfica. En cada personaje hay algo de mi historia personal. Algunas son cosas que me pasaron, otras son ficción y otras más las vivieron personas que conozco. Hubiera querido hacer algo más denso y complejo, pero la realicé con mi dinero y por eso tuvo que ser algo sencillo. El esfuerzo fue grande, no solamente de mi parte ya que yo estaba realizando mi proyecto y estaba tan entusiasmado que no conocía cansancio, sino de todos los amigos quienes trabajaron conmigo 12 y 13 horas al día sin cobrar nada”.

Stefano Fossa es venezolano, aunque sus raíces del lado materno tienen sangre catalana y del lado paterno italiana. Considera que ese amor por el arte lo heredó del abuelo paterno quien emigró desde Treviso en el norte de Italia y nunca más regresó. “No conocí a ese abuelo, pero me dicen que fue actor, pintor, artista y que me parezco mucho a él”.

La pasión por el cine y la actuación lo acompaña desde siempre. “Desde que era niño me encantaba ver películas. Quería ser actor y tomé un primer curso de actuación en el Banco del Libro cuando tenía 13 años. Apliqué para estudiar cine en la Universidad Central de Venezuela. Luego me aceptaron en Derecho en la Universidad Católica y la situación política del país empezó a deteriorarse tanto que preferí una carrera que hubiera podido darme instrumentos para luchar contra la injusticia y ayudar mi país”.

Situaciones familiares lo obligan a salir de Venezuela. Aprovecha la oportunidad para ir a estudiar Film Production en el Reino Unido. “Estaba en una pequeña ciudad a dos horas de Londres. La cultura de ese país era profundamente diferente de la mía, nadie saludaba, era muy difícil relacionarse. Así que de nuevo me encerré a ver películas. En clase veíamos muchas y en mi casa veía otras que alquilaba en la biblioteca. Conocí el cine de todo el mundo y me enamoré muchísimo más de este arte. Lo que más me gustaba era actuar, escribir y dirigir”.

Tras esta experiencia Fossa vuela a Milán, donde vivía su hermana, y se inscribe en la Escuela de Teatro Grock. “Toma el nombre del reconocido circense suizo Charles Adrien Wettach conocido como Grock. Es una escuela extremadamente dura y exigente. Se basa esencialmente en el movimiento. Te obliga a una exploración continua de ti mismo. Durante los primeros seis meses la profesora se dedicó únicamente a enseñarnos a caminar. No nos dieron ningún texto. Lo único que hacíamos era caminar. Yo era el más joven y cuando los más ancianos hacían preguntas, la profesora decía que en el teatro no hay respuestas porque tu mente trata de entender lo que estás haciendo y en realidad eso no tiene comprensión. A los seis meses nos dieron el primer texto. Teníamos que preparar un monólogo y luego audicionar para ser aceptados en el segundo año. Había que recitar frente a todos los profesores. Preparé un monólogo de Tennessee Williams y pasé al segundo año”.

Poco antes de terminar el segundo año lo aceptan en The Stella Adler Studio of Acting de Nueva York. “Era la primera vez que venía a Nueva York. Siempre le decía a mi familia que el día que llegara a esta ciudad me quedaría para siempre. Y así fue. Llegué a casa de una amiga actriz sin tener idea de dónde estaba. Al principio lo que más me impactó fue la diversidad de las personas y también de los vecindarios. Me encantaba caminar y así ir descubriendo la ciudad. Sentía que la quería comer”.

Stefano aprovecha cada segundo de su paso por la escuela de Stella Adler. “Quería aprender y aprender, era ese mi único objetivo. Me gusta empezar de cero, me da libertad porque no siento la presión de hacerlo perfecto. El teatro se logra a partir del error. Te equivocas una y otra vez hasta lograr hacerlo bien».

Actualmente comparte su trabajo actoral con la escritura. “Alguien dijo ‘Acting is Writing’. Comparto plenamente esa idea. Actuar y escribir van de la mano. Siempre he tenido un cuaderno y un bolígrafo. Así escribí mi primera canción a los 12 años, los poemas políticos dedicados a mi país, y también mi diario de Nueva York. Aquí deseo crear un espacio en el cual tenga cabida el talento venezolano. Quiero hacer proyectos que ayuden a conocer la realidad de mi país”.

Risas, conversaciones en voz alta, nos interrumpen de vez en cuando. Stefano mira a su alrededor y comenta: “Cuando estás entre las paredes de la escuela todo parece fácil. Yo había trazado mi plan de vida y, solo cuando salí de la Adler me di cuenta de cuán dura era la realidad. Sin embargo, vivir en Nueva York es una gran enseñanza. Entiendes que nadie está esperando por ti, que hay muchos otros compitiendo para lo mismo y que debes salir de la sombra si quieres ir adelante. Aquí aprendí la humildad y a respetar cualquier trabajo”.

Al hablar de su relación con Nueva York sonríe: “A veces la odio, pero la mayoría de las veces me encanta, aunque te jamaquee. Ha sido mágica en demasiados momentos. Me han pasado cosas que no me hubieran pasado en ninguna otra parte. Nueva York te deja una marca, te cambia, te exige que entiendas quién eres y qué quieres. Aquí no puedes ser falso, la ciudad expone tus defectos y debilidades y tienes que ver como los enfrentas porque o creces o te quedas atascado”.

ViceVersa

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¿Es posible salvar la democracia?

Mariza Bafile

La democracia en el mundo pareciera estar profundamente enferma. Y nunca como en estos últimos años politólogos, economistas, sociólogos e internacionalistas han realizado estudios profundos para entender cuál es su enfermedad y cómo curarla.

En la hermosa estructura de Casa de América en Madrid, el sociólogo Tomás Páez ha presentado la segunda edición del libro Democracia y Autoritarismo en América Latinaa y Autoritarismo en América Latina (Kalathos ediciones 2019), recopilación de ensayos escritos por el mismo Páez y por Carlos Alberto Montaner, Alejandro Arratia, Trino Márquez, Gustavo Portillo, Carlos Raúl Hernández, Alejandro Oropeza, Leonardo Vivas. Lo acompañaron en la discusión, Manuel Alcántara, catedrático de la Universidad de Salamanca, Manuel Hidalgo Trenado, profesor de Política Comparada e Internacional de la Universidad Carlos III de Madrid y Erika Rodríguez, coordinadora del panel de América Latina de la Fundación Alternativas.

Los análisis que desarrollaron, la animada conversación que siguió con la participación del público, mostraron no solamente diferentes facetas de las fortalezas y debilidades de nuestras democracias sino la rapidez de su transformación y la dificultad, para los estudiosos, de fotografiar en sus páginas, esa actualidad cambiante.

Como dice el filósofo Daniel Innerarity en su último libro “Una teoría de la democracia compleja”, el problema de nuestras democracias consiste precisamente en la incapacidad de entender la complejidad que deriva de las transformaciones de las sociedades.

Por un lado, como muestra el último informe de Oxfam, se agravan problemas viejos como la desigualdad económica. Según el estudio de Oxfam actualmente hay 2153 milmillonarios quienes poseen más riqueza que el 60 por ciento de la población mundial. En América Latina y el Caribe el 83 por ciento de la concentración de la riqueza está en manos del 20 por ciento de la población. Paralelamente está aumentando la pobreza extrema. En 2019 el 10,7 de la población vivía en condiciones de pobreza extrema.

Son cifras que explican, en parte, el malestar de las poblaciones y las grandes manifestaciones que han llenado las calles de diferentes naciones durante el año pasado. Sin embargo, son mucho más numerosas y complejas las razones que están llevando a un auge cada día más preocupante de los autoritarismos. Imposible sería crear una línea única para explicar la rabia que expresan las poblaciones en los diferentes países. No son iguales las protestas que se desencadenaron en Francia, Alemania, Italia, Reino Unido, de las que llenaron las calles de Hong Kong, o de América Latina. Y tampoco lo son entre los mismos países de América Latina.

Sin embargo, todas llevan a un igual debilitamiento de las democracias y a una creciente demanda de autoritarismo, de reducción de los poderes de las instituciones a favor de una única persona dispuesta a resolver problemas, sin importar su costo.

En los últimos años los investigadores de Latinobarómetro han mostrado el lento pero imparable deterioro de las democracias. Su último informe analiza 2018, un año que Latinobarómetro define “annus horribilis” por la gravedad de las cifras que muestran el altísimo índice de ciudadanos quienes perdieron la confianza en la democracia.

Como bien dice la investigadora Marta Lagos, Directora Fundadora de la Corporación Latinoabarómetro, en su análisis lúcido y exhaustivo “El fin de la tercera ola de democracias” que comenta los resultados del informe Latinobarómetro 2018: “En el mundo entero hay retrocesos de la libertad, la justicia, la equidad, en pueblos que habían logrado avanzar en ello”. Y hablando de América Latina subraya: “Ya no son los autoritarismos militares (que fracasaron con la llegada de la tercera ola democrática), sino que son nuevas formas de dominación autocrática, no siempre identificados como tales en el instante que éstas surgen.”.

Corrupción, narcotráfico, desigualdades son el caldo de cultivo en el cual germina el mal del autoritarismo, pero hay otros factores que no podemos dejar de considerar. Uno de los más importantes es la incapacidad de los gobiernos de dar la más mínima solución a problemáticas tan actuales y urgentes como, por ejemplo, el calentamiento global. Y también a la discriminación que sufren todas las minorías, a las olas inmigratorias, y a la expansión de las religiones. En América Latina en particular, la penetración masiva de la evangélica está determinando el auge de varios presidentes, entre ellos dos muy diferentes entre ellos: Jair Bolsonaro en Brasil y Andrés Manuel López Obrador en México.

Cual espejo que se rompe en mil pedazos reflejando partes de una misma imagen, la democracia tiene múltiples facetas y la mayoría de los textos y artículos que analizan su debilidad abren interrogantes nuevos y pocas veces ofrecen respuestas.

Quizás todos deberíamos replantearnos nuestro compromiso con la sociedad, con la libertad, con los derechos humanos. Posiblemente deberíamos modificar algunos de los mecanismos de la democracia. Sin embargo, lo más importante es evitar la destrucción de lo existente en aras de algo que se halla solamente en los sueños y ambiciones de los nuevos mesías.

Enero 27, 2020

@MBAFILE

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¡A enfrentar el 2020!

Mariza Bafile

Cuando pisamos el nuevo milenio, el mundo festejó la llegada del 2000 lleno de esperanzas. En los meses siguientes se elaboraron análisis, dossier, encuentros internacionales. Todos pensamos que en el 2020 la mayoría de los problemas de la humanidad estarían resueltos.

En 2015 se entendió claramente que para el 2020 muchos de ellos no solamente no iban a estarlo, sino que se habrían agudizado. Se elaboró, entonces, una agenda aún más ambiciosa y se fijó otra fecha en la cual depositar las esperanzas: el 2030.

Estaba claro que, mientras las soluciones caminan a paso de tortuga, los problemas aceleran y corren cada vez más rápidamente.

El más evidente y probablemente el que dejará daños irreversibles en todo el planeta es el cambio climático. A pesar de las múltiples alarmas que encendieron los científicos de todo el mundo y no obstante los evidentes desastres ambientales provocados por el calentamiento global, los gobiernos de los países más contaminantes, con Estados Unidos a la cabeza, no han logrado llegar a un mínimo acuerdo en la última Cumbre que se realizó en Madrid.

También los deseos de paz de las poblaciones se estrellan contra la ambición de poder de sus líderes, los intereses de los vendedores de armas y los nacionalismos exacerbados.

Grande es la preocupación que se vive en todo el mundo tras el recrudecimiento de la confrontación entre Irán y Estados Unidos y la escalada de las tensiones en Medio Oriente que, lejos de encontrar solución, se agudizan; por las guerras infinitas que dejan cada vez más muertos en Libia y Siria; por los conflictos y pobreza en África. Igual preocupación genera la ambición desmedida de la Rusia de Putin que amplía sus áreas de influencia política; la escalada económica de China; la irreflexiva actuación de Trump quien busca su reelección cueste lo que cueste; la debilidad de Europa que muestra más que nunca sus costuras. Los incendios, causados por la acción criminal de los seres humanos y las sequías provocadas por el calentamiento global, destruyeron inmensas áreas de Amazonia en Brasil y Bolivia y en Australia dejaron cenizas donde antes existían vegetación y vida, con daños que todavía no es posible cuantificar. En América Latina, las poblaciones se han lanzado a la calle gritando su creciente insatisfacción y asistimos al desgaste de las democracias en países como Brasil y Guatemala y al fortalecimiento de gobiernos que ya se quitaron la máscara de la democracia como son los de Venezuela y Nicaragua.

Largo sería adentrarnos con mayores detalles en las problemáticas que sacuden al mundo en los albores de esta nueva década. Las iremos desarrollando a lo largo de las próximas semanas. Sin embargo, consideramos importante buscar, entre tantos nubarrones obscuros, los rayos de luz que permiten mirar con optimismo al futuro.

In primis el gran movimiento de concientización que Greta Thunberg logró crear entre los más jóvenes, quienes asumieron la responsabilidad de luchar por su futuro. Esos jóvenes también lograron sacudir a los adultos que los rodean, sacándolos del sopor resignado y pesimista en el cual estaban sumergidos. Cada vez más personas están dispuestas a luchar por unos valores que parecían totalmente perdidos. Y así, mientras por un lado gritan sus consignan de odio los grupos neo-nazi, los suprematistas blancos, y todos aquellos quienes criminalizan a los inmigrantes y las diferentes minorías; por el otro, miles de personas, de manera más discreta y menos ruidosa, se colocan del lado de los más débiles y luchan junto con ellos. Así como la intolerancia va ganando terreno entre una parte de las poblaciones también crece el número de personas que dejan de temerle a las diversidades de religión, raza y preferencia sexual. En las marchas que lideran las mujeres para protestar contra la violencia de género hay siempre más hombres dispuestos a apoyarlas y los populismos que parecían barrer con toda estructura democrática, van perdiendo fuerza a medida que la ciudadanía sufre las consecuencias de las erráticas políticas de sus líderes.

Gritos y violencia logran siempre mayor visibilidad, sin embargo, no hay que perder de vista todo lo que se hace para contrarrestar las consecuencias de esos odios y esa violencia.

Es lo que hay que valorizar porque solo si logramos unir fuerzas, aportar cada uno su granito de arena, construir juntos un dique más fuerte de todo empuje destructor, podremos llegar al 2030 con una renovada esperanza de futuro.

13 de enero 2019

@MBAFILE

ViceVersa

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Los latinos tenemos que unirnos

Mariza Bafile

Durante un día particularmente intenso, celebrado en la sede de Naciones Unidas en Nueva York, una utopía se transformó en realidad: latinoamericanos de países diferentes y profesiones diversas, se unieron para mostrar el impacto positivo que tiene nuestra presencia en este país e ilustrar cómo en la región se está trabajando para alcanzar los objetivos de la agenda 2030 de desarrollo sostenible. Lo logró la organización Alianza de Impacto Latino que comenzó gracias a una iniciativa de la Fundación PVBLIC y la Fundación Ismael Cala y sobre todo a la pasión y perseverancia de sus respectivos fundadores, Sergio Fernández de Córdova e Ismael Cala.

Con gran visión de futuro los integrantes de Alianza de Impacto Latino construyeron una red que por cuarta vez ha mostrado al mundo el trabajo que desarrollan los latinoamericanos en sus patrias y en el exterior para luchar contra los grandes males de todos los países: la corrupción, la desigualdad, la pobreza, la violencia, la destrucción de la naturaleza. Es un trabajo que involucra a diferentes profesionales, desde empresarios hasta líderes comunitarios, desde integrantes de ONG’s, hasta abogados, periodistas, expertos en marketing, y también dirigentes del sector público. Personas todas que llevan adelante un trabajo silencioso que, gracias a la Alianza de Impacto Latino se dio a conocer en toda su variedad y fuerza.

En el cuarto Summit se habló de temáticas relacionadas con los objetivos de la agenda 2030 de desarrollo social sostenible adoptada por la ONU, haciendo énfasis sobre la necesidad de superar el esquema de los debates llenos de buenas intenciones, para proponer acciones concretas y soluciones viables para cada problemática.

Sería largo hablar de las muchas intervenciones, todas interesantes que nos permitieron conocer la labor de personas comprometidas, sensibles y el excelente trabajo que están realizando.

Lo que consideramos fundamental subrayar es la importancia, casi podríamos hablar de urgencia, de la unión entre todas las fuerzas socialmente comprometidas de nuestras sociedades. Ese llamado a crear redes, a trabajar juntos, estemos donde estemos, es fundamental. Solo así podremos transformar el esfuerzo individual en una voz colectiva fuerte, capaz de hacerse eco de las necesidades de los sectores de las poblaciones más vulnerables, de las mujeres, de todas las minorías. Solo así podremos lograr un desarrollo sostenible también en los países de América Latina y el Caribe, y defender nuestra naturaleza ofreciendo un apoyo fundamental a los líderes comunitarios y activistas sociales.

Trabajando juntos podremos mostrar, en toda su excelencia, el impacto positivo que tienen los latinoamericanos en Estados Unidos y así crear un cordón de solidaridad para defender a quienes trabajan de sol a sol siendo muchas veces víctimas de humillaciones y maltratos.

Como dijo Estefanía Grajales Rojas, directora ejecutiva de Alianza de Impacto Latino, si estamos logrando tanto en solitario no es difícil imaginar lo que podríamos hacer si nos uniéramos todos.

DICIEMBRE 9, 2019

@MBAFILE

Photo by: Flavia Romani ©

ViceVersa

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A punta de bayonetas

Mariza Bafile

La sombra de los militares sigue empañando las democracias de América Latina. Pareciera un destino inevitable. Ellos pueden mantener en el poder a un Presidente así como pueden poner la palabra fin a su mandato. Lo saben los jefes de Estado y también lo saben sus opositores.

Evo Morales, obcecado en su afincamiento al poder, no hubiera caído y no habría tenido que dejar el país si el Comandante de las Fuerzas Armadas Williams Kaliman Romero no le hubiera “sugerido” renunciar.

Había podido hacer la vista gorda al malestar que se palpaba en las calles desde el momento mismo en el cual la Corte Constitucional había anulado los resultados de un referéndum y le había permitido una nueva reelección, la cuarta después de 14 años de presidencia. Había podido dejar de escuchar los consejos y críticas de su misma gente, esos líderes indígenas que tanto lo apoyaron en su escalada al poder. Estaba convencido de poder torear descontentos y protestas y bien lo hubiera logrado si a las masas que se volcaron en la calle no se hubieran unido los policías antes y los militares después.

Consciente de esa espada de Damocles que pendía sobre su cabeza, Morales había favorecido a los militares más que a nadie. Les concedió puestos de mucho poder dentro de la administración pública, los ayudó económicamente y les concedió beneficios laborales como a ninguna otra categoría de trabajadores. Quitó poderes a la Policía con tal de favorecer a los militares y finalmente ambas fuerzas se le rebelaron.

¿Y quién no recuerda a los militares que en Venezuela, en un primer momento, apoyaron a quienes trataron de transformar una manifestación pacífica en un golpe, y luego devolvieron a Chávez en el poder? ¿Cuál hubiera sido el desenlace de los eventos del 11 de abril de 2002 si los militares hubiesen decidido “sugerir” a Chávez que renunciara?

¿Tanto Maduro como los Ortega podrían seguir en el poder de sus respectivos desdichados países sin contar con el apoyo de las Fuerzas Armadas?

El grito de dolor de los pueblos, las manifestaciones, los muertos, los heridos, los presos políticos, las declaraciones de solidaridad del resto del mundo, no son suficientes para “sugerir las dimisiones” de un Presidente, sobre todo de quien tiene vocación de caudillo y un ego que destruye su capacidad de comunicarse con la calle.

Es lo que pasó a Evo Morales. Triste final para el primer Jefe de Estado indígena en un país herido por una discriminación racial violenta y desigualdades profundas. De nada le sirvió haber encabezado gobiernos que llevaron Bolivia a un crecimiento económico constante y a una disminución considerable de los índices de pobreza. No tuvo la capacidad de decir basta cuando las reglas democráticas así lo exigían. Y, solo frente a la “sugerencia” de las armas, entendió que su tiempo había terminado.

Independientemente del desarrollo político de Bolivia, un país en el cual nadie ha respetado las reglas democráticas, y de su futuro incierto, sería importante que las democracias de América Latina abrieran un debate y una reflexión. Es necesario que las instituciones, la sociedad civil, los políticos, analicen a fondo el riesgo que representa para todos, para quienes gobiernan y para quienes se oponen, la ausencia de canales democráticos que permitan a los pueblos contrarrestar la ambición ciega de uno u otro presidente/caudillo sin tener que esperar que algún general le pida la “renuncia”.

@MBAFILE

18 de noviembre 2019

Viceversa

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La ¿última? víctima

Mariza Bafile

Se llamaba Paulo Paulino Guajajara, aunque lo apodaban Lobo Mau, y vivía en la selva Arariboia en el estado de Maranhão, al noroeste de Brasil. Allí, entre esos bosques que trató hasta el último instante de su vida, de preservar de las invasiones ilegales, cayó en una emboscada y lo mataron. Junto con él estaba otro líder indígena, Laercio Guajajara, quien logró salvarse, aunque resultó herido. Es el ¿último? activista ambiental asesinado por sicarios al sueldo de los muchos quienes desean explotar la Amazonía sin importarles ni los daños al ambiente ni, mucho menos, la vida de las comunidades que allí habitan desde generaciones. Quizás sería más justo decir que es el último cuyo asesinato ha superado la barrera de los silencios cómplices.

Mientras el mundo “civilizado” sigue atrapado en discusiones eternas entre quienes no creen en el cambio climático y quienes demuestran que vamos camino a una catástrofe, miles de héroes anónimos dan la vida para proteger su hábitat que es también el nuestro. Sus luchas deberían ser nuestras luchas y si bien ya son muchas las voces que se están levantando en el mundo para darles la solidaridad que merecen, esos líderes continúan muriendo y sus muertes siguen impunes.

Los silencios entre una y otra muerte, cuya noticia llega hasta nosotros, encubren la tragedia de pueblos originarios que, en todo el mundo, y sobre todo en América Latina, están constantemente amenazados. Quienes tratan de luchar contra garimpeiros, latifundistas, multinacionales, gobiernos locales, son víctimas de una violencia cruel e impune. Entre una y otra muerte hay decenas y decenas de amenazas, heridas, violaciones de las que no se habla con suficiente fuerza. Hasta que un nuevo asesinato desgarre esos silencios. Es lo que pasó con Lobo Mau quien ya había recibido varias amenazas de muerte.

Si Brasil a nivel ambiental y de respeto hacia las minorías vive uno de sus peores momentos a causa de la política e ideología de su Presidente Jair Bolsonaro, Colombia es otro de los países de América Latina, considerado fuertemente peligroso para ambientalistas, indígenas y defensores de derechos humanos.

En 2018, según el último reporte de Global Witness “Enemies of the State 2019”, Colombia fue la nación con el mayor número de activistas asesinados en el mundo. El primer lugar lo detiene Filipinas. Por primera vez el estudio analiza también las razones por las cuales fueron asesinados. La mayoría murió porque se opuso a las empresas de minería, en segundo lugar están quienes lucharon contra los latifundistas y seguidamente quienes defendían fuentes de agua, o trataron de contrarrestar la pesca y la cacería irregulares.

En Colombia las esperanzas que surgieron a raíz de los Acuerdos de Paz se están desmoronado poco a poco. La cifra de asesinados de líderes sociales, indígenas y defensores de derechos humanos va in crescendo. Para campesinos y comunidades indígenas nada ha cambiado para mejor. Siguen siendo el blanco de grupos guerrilleros, del narcotráfico y de los paramilitares. Según los registros de Indepaz (Instituto de Estudios sobre Paz y Desarrollo), y la Cumbre Agraria, Campesina, Étnica y Popular – CACEP, “entre el 1 de enero de 2016 y el 8 de septiembre de 2019, 777 líderes sociales y defensoras de los Derechos Humanos han sido asesinados en Colombia. 132 casos ocurrieron en el año 2016, 208 en el año 2017, 282 en el año 2018 y 155 en el año 2019 (corte 8 de septiembre de 2019)”.

En el mismo informe leemos también que “desde que se suscribió el acuerdo de Paz entre el Gobierno Nacional y las FARC – EP hasta septiembre de 2019, 151 ex guerrilleros de FARC – EP en proceso de reincorporación han sido asesinados en Colombia, 2 en el año 2016, 38 en el año 2017, 76 en el año 2018 y 55 en el año 2019 (8/09/2019). A nivel Nacional en el mismo periodo han sido asesinados 35 familiares de ex guerrilleros de las FARC – EP en proceso de reincorporación, 15 en el año 2017, 11 en el año 2018 y 9 en el año 2019”. En su gran mayoría estos crímenes siguen impunes.

Lamentablemente esta situación tan dramática es consecuencia de las graves desigualdades sociales y de las asimetrías regionales que caracterizan todos los países de América Latina sin que ningún gobierno, sin importar su orientación ideológica, haya logrado enfrentarlas o cuanto menos disminuirlas.

Hasta tanto enteras poblaciones vivan sin acceso a una educación y sanidad adecuadas, hasta tanto la corrupción y los intereses personales primen sobre el bienestar de las comunidades, seguiremos asistiendo a las muertes, torturas, violaciones y amenazas de esos héroes silenciosos quienes luchan por nuestro ambiente mucho más de quienes participan en cumbres y encuentros internacionales.

Y lo hacen a sabiendas que en esa lucha titánica lo más probable es que pierdan sus vidas.

@MBAFILE

11 de noviembre de 2019

Viceversa

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Los emperadores del siglo XXI

Mariza Bafile

Evo Morales llega a la presidencia de Bolivia por cuarta vez entre protestas y con un país profundamente dividido. Un sabor amargo queda en la boca de cuantos creen firmemente que hubo un fraude en el conteo de los votos. Las dudas a nivel nacional e internacional se dispararon cuando tras contar más del 80 por ciento de los votos electrónicos según los cuales Morales, aun estando en ventaja frente a su opositor Carlos Mesa, no lograba evitar una segunda vuelta, hubo un apagón de 24 horas. Cuando finalmente el Tribunal Supremo Electoral rompió el silencio para dar los resultados declaró ganador en primera vuelta a Evo Morales.

De poco servirán las protestas. Evo Morales está dispuesto a defender con uñas y dientes su sillón presidencial. Vocación que quedó demostrada en 2016 cuando, en contra de la decisión del pueblo que había manifestado en un referéndum su rechazo a una posible cuarta reelección, Morales pidió al Tribunal Constitucional que revocara tal decisión. Y así lo hicieron los jueces de ese tribunal muy cercanos al gobierno con un dictamen según el cual limitar la reelección hubiera significado una “violación a sus derechos humanos”.

Fue en 2006 cuando Evo Morales, ex recogedor de hojas de coca perteneciente a los Aymara, la comunidad indígena más grande del país, llegó a la Presidencia. Muchas las esperanzas que despertó su elección entre los pueblos originarios de Bolivia quienes vieron en él a la persona que finalmente los revindicaría después de tantos sufrimientos e injusticias padecidos en el pasado. Sin embargo Morales, si por un lado logró un fuerte crecimiento económico del país y una consecuente disminución de la pobreza, muchas veces apoyó medidas vueltas a favorecer las multinacionales y a los latifundistas más que a las comunidades indígenas.

La primera gran protesta de estas poblaciones contra su gobierno estalló en 2011 tras la decisión de construir una carretera de 300 kilómetros a través del Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure. Las consecuencias para el medio ambiente iban a ser devastadoras. Tras un mes de intensas protestas y enfrentamientos violentos con la policía, Morales decidió postergar el proyecto que, volvió a tomar en 2017.

Muchas las decisiones que en los años han alejado a Morales de su base indígena poniendo en peligro su hábitat y supervivencia. La indignación de los pueblos originarios se ha manifestado en diferentes ocasiones y varios líderes han expresado su amargura y desilusión diciendo que Morales se había distanciado de los ideales y de la manera de pensar de los indígenas. Una de las críticas se refiere justamente a la reelección ya que según la cultura de los pueblos originarios y en particular de los Aymara es necesaria la rotación de los cargos.

Las protestas volvieron a incendiar las calles del país cuando las llamas arrasaron con miles de hectáreas de tierra boscosa. Se trata de una superficie de más de 51mil kilómetros cuadrados que ha dejado sin tierra a miles de indígenas quienes organizaron una caminata de dos semanas llamada “Gran décima marcha de las Naciones Indígenas contra las leyes y decretos que destruyen nuestra casa grande”. Se refieren en particular a una ley, aprobada recientemente, que autoriza un aumento de cinco a veinte hectáreas, para la tala de árboles y uso de fuego finalizados a la expansión de la agricultura. Los manifestantes se han declarado asimismo en contra de la decisión del mandatario de no declarar “desastre nacional” impidiendo de esa manera la llegada de ayuda internacional.

A pesar de todo Morales, sordo y ciego a las protestas de su misma base, se ha proclamado Presidente por un cuarto mandato, mostrando claramente su egocentrismo y afán de poder. Al igual que Chávez en Venezuela (quien sigue mandando hasta después de muerto) y Ortega en Nicaragua, Morales ha llegado a la presidencia utilizando los instrumentos democráticos y la retórica populista. Gobiernos debilitados por la corrupción y partidos siempre más alejados de la gente les han facilitado la ascensión al poder. Característica común es un discurso agresivo, grosero, vuelto a señalar a culpables reales o imaginarios y a mostrar fallas y problemas sin nunca proponer soluciones. Se erigen como dioses dispuestos a dar la vida por la patria y piden plena confianza para llevar “leche y miel” en todas las casas.

Las poblaciones, hechizadas por tantas promesas, les siguen con pasión y alboroto. Las voces disidentes no logran sobrepasar el griterío de la fanaticada. Cualquier razonamiento es rechazado y lo que manda es el estómago.

Al poco tiempo empiezan a verse las costuras; sin embargo son pocos los que las denuncian. Abandonar los sueños es un proceso largo y difícil. Cuando ya las costuras se vuelven desgarres imposibles de ocultar y los sueños se quiebran, ya es demasiado tarde.

Los emperadores del siglo XXI y sus cohortes ya están atornillados en el poder.

octubre 28, 2019

@mbafile

Viceversa

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Causa de la muerte: ser mujer

Mariza Bafile

Mueren solas. A veces sus cuerpos y almas ya están marcados por cicatrices viejas dejadas por golpes y maltratos. Su culpa es amar demasiado, amar a la persona equivocada, nacer en la casa equivocada, o tener una sonrisa abierta y la inocencia de quien no se imagina el mal. Son mujeres, en su mayoría jóvenes, a veces niñas o apenas adolescentes. Sufren y mueren víctimas de una mentalidad machista, paternalista, enraizada hasta en los países que parecieran más democráticos y avanzados. Sociedades en las cuales el cuerpo de la mujer es considerado territorio de conquista, un bien común. De él deciden la familia, el esposo, las religiones.

A pesar de todo, la mujer sigue amando, sigue confiando, sigue culpándose.

Desde que empezó el año, en América Latina, hubo más de 280 femicidios. Seguramente más porque en muchos casos y en varios países no los tipifican de esa manera y por lo tanto quedan fuera de las estadísticas.

Desde enero hasta finales de mayo, solamente en Argentina, 133 mujeres fueron víctimas del odio. Murieron por el simple y sencillo hecho de ser mujer. Estamos hablando de un asesinato cada casi 27 horas, una cifra mayor de la que denuncia en su documental Cada 30 horas, la cineasta argentina Alejandra Perdomo.

Invitada a participar en el Congreso Latinoamericano LASA que se desarrolló en Boston, Perdomo vino a Nueva York para presentar su trabajo también en el Consulado General de Argentina. La acompañaba Jimena Adúriz, mamá de Ángeles Rawson, Mumi, como le decían en casa, una joven de 16 años quien fue al gimnasio y nunca regresó con vida. Fue asesinada, tras un intento de violación, por el portero, una persona de extrema confianza quien trabajaba en ese edificio desde hace 11 años y conocía a Ángeles desde que tenía cinco. El cuerpo fue encontrado, por simple casualidad, en una bolsa de basura en una planta de reciclaje manual. Si, como esperaba el asesino, hubiese ido a un reciclaje mecánico ese cuerpo hubiera desaparecido para siempre.

La muerte de Ángeles fue como la gota que rebosó el vaso. Tras tantas violencias, tantos homicidios, tanto dolor, la indignación desbordó y nació el movimiento Ni una menos. Una consigna que en los años se ha transformado en un grito internacional contra la violencia de género.

Jimena Adúriz, con entereza admirable y un dolor silencioso, palpable, que queda intacto y, como confesó ella misma, “a veces brota con la violencia de una erupción porque esos duelos no los mitiga el tiempo”, se dedica hoy a ayudar a otras mujeres víctimas de violencia, a tratar de evitar que más familias pasen por su misma tragedia y a trabajar con el Ministerio de Justicia para que esos delitos no queden impunes. Su lucha no ha sido en vano. En estos años, desde la muerte de su hija en 2013, hasta hoy, ha creado, junto con otros, el grupo Para que No te Pase, primer paso hacia la constitución de una Ley de Víctimas con la cual se logró, por primera vez, que se asegurara la protección integral de las víctimas. Actualmente Adúriz forma parte del Observatorio de Ley de Víctimas que tiene como objetivo controlar la aplicación de la ley y ofrecer ayuda en cada una de las etapas del juicio.

Es un rol mucho más importante de lo que cualquiera pudiera imaginar. Los delitos contra las mujeres, que hasta hace poco todavía eran considerados delitos pasionales, pocas veces logran la justicia que merecen. Casi nunca hay leyes ad hoc, ni los jueces, hombres y mujeres, ni los policías, están entrenados para hacerles frente y, a pesar de las denuncias, todavía es difícil evitar la reincidencia de la violencia. En la mayoría de los casos las mujeres y sus familias están solas. Y, peor todavía, cada vez que la víctima es una mujer, una parte de la sociedad y muchos medios amarillistas prefieren apuntar el dedo contra ella en lugar de hacerlo contra el asesino. Critican su manera de vestir, su modo de andar, si estaba sola de noche o había viajado sin compañía.

Las mismas mujeres, educadas con esa mentalidad, la aceptan y perpetúan. A veces empiezan a permitir pequeñas humillaciones desde sus primeros amores. No imaginan cuán invisible pueda resultar la frontera entre un insulto, una leve bofetada, y los maltratos más graves. Confunden los celos con el amor y no son capaces de poner límites a un control que se vuelve cada día más opresivo hasta volverse violento y muchas veces mortal.

El “no” de una mujer sigue siendo para muchos una palabra vacía y sin valor.

Las estadísticas indican también que, en muchos casos, los violadores fueron ellos mismos víctimas de violencia en su niñez. Para cortar ese círculo perverso, la sociedad debería prever una asistencia psicológica que permitiera, en lo posible, evitar que de adultos transformen su dolor en más dolor.

No hay diferencias de clase social ni de educación para la violencia de género aunque muchas veces las mujeres de clase media y media alta no denuncian por vergüenza o sencillamente porque temen al esposo maltratador conscientes de sus conexiones y poder.

Pensar que la violencia es algo que no nos concierne a todos es un error de enorme magnitud. Ese peligro está al acecho, siempre. La única manera de limitarlo es uniéndonos, trabajando como si todos fuéramos unas víctimas. Hay que denunciar, explicar, educar. En las casas, en las escuelas, en las Universidades, en cualquier espacio cultural. Las mujeres, los niños y las niñas, deben saber como defenderse, como anticipar lo peor y, si ya son víctimas, deben sentir que no están solos.

Valioso, realmente muy valioso es el trabajo que realizó la directora Alejandra Perdomo con el documental Cada 30 horas, que da una voz y un rostro a tantas víctimas y a sus familias.

Y aún más admirable es la lucha de personas como Jimena Adúriz, quien al transformar su dolor en activismo y su desespero en lucha, logró marcar una gran diferencia, un antes y un después. Escuchar de sus labios no solamente la narración de la tragedia que comporta la pérdida de una hija a manos de un violador y un asesino, sino todo lo que significa enfrentar el proceso, las calumnias machistas de una parte de la sociedad que vuelca sobre la víctima una curiosidad morbosa alimentada por la prensa amarillista y de un sistema judicial que no siempre termina con una condena justa, nos permitió conocer muchas facetas de una misma desgracia. Jimena nos dio la posibilidad de vivir junto con ella el desgarro de padres, abuelos, hermanos, obligados a mirar en la cara al asesino quien ensució con sus manos el cuerpo adolescente y lleno de vida de una joven. Pudimos sentir en nuestra propia alma la indignación que vivieron al escuchar sus declaraciones de inocencia a pesar de las pruebas abrumadoras de ADN en su contra.

Adúriz ha logrado, con su determinación y fuerza, evitar que Ángeles se transformara en un mero número de estadística. Ella emprendió esta lucha para sobrevivir a un dolor que mata, para evitar que su hija se convierta en un “caso”, sin nombre, sin rostro. La protege día tras día de otras violaciones, de otras muertes.

Cuando Ángeles cumplió 15 años pidió como regalo venir a Nueva York con su mamá cuando llegara a los 18. No lo logró.

Viajaron su madre y su abuela, para recordarla, para que nadie la olvide, para ser su voz. Para que ese Ni una menos se transforme en una consigna compartida, en una lucha de todos. Porque nadie está a salvo de la violencia.

Solo juntos podremos evitar que una mujer sufra y muera por el simple hecho de ser mujer.

@MBAFILE

Junio 3, 2019

Viceversa

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Nuestra muerte anunciada

Mariza Bafile

La distancia entre ciudadanos, científicos, activistas, y gobiernos se torna cada día más dramática y profunda. Millones de personas en el mundo asisten con preocupación a la destrucción del planeta, de sus especies animales y vegetales. Sin embargo, no saben como evitarla. Marchas, manifestaciones de estudiantes, luchas de indígenas y activistas ambientales, elaborados estudios científicos no logran crear la más mínima grieta en la pared compacta, impenetrable de grandes intereses económicos y políticos. Y nos encaminamos inexorablemente hacia una muerte anunciada: la nuestra.

El reciente informe de IPBES, panel de expertos internacionales sobre biodiversidad y ecosistemas vinculado a la ONU, lanza una alarma inquietante: un millón de especies animales está en peligro de extinción, casi 700 vertebrados ya desaparecieron en los últimos siglos y la productividad de los suelos, que se degrada con velocidad preocupante, en los últimos años se ha reducido en un 23 por ciento. El planeta se acerca rápidamente hacia la sexta extinción de masa de su historia, la primera ocasionada por los seres humanos.

No es el guión de una película de Ciencia Ficción. Son datos científicos que emergen de un estudio de 1800 páginas que recoge el atento trabajo realizado durante años por investigadores de todo el mundo. Queda así evidente que la acción humana, no solamente empeora cada vez más el calentamiento global sino que está destruyendo los pilares de nuestro sustentamiento. A raíz de estos datos la Organización para la Cooperación y el Desarrollo (OCDE) ha emitido otro informe en el cual queda evidenciado el daño económico que la pérdida de biodiversidad causará y ya está ocasionando. La desertificación con consecuente falta de agua, la pérdida de insectos que favorecen la polinización, el aumento del nivel de los mares y la violencia creciente de fenómenos meteorológicos extremos como huracanes y tornados, significan pérdidas económicas cuantiosas para todos los países agravando las desigualdades sociales, las migraciones y las asimetrías regionales. Será cada día más difícil lograr la reducción de la pobreza y un desarrollo más inclusivo y equitativo.

Frente a una realidad tan preocupante los gobiernos de muchos países manifiestan total indiferencia y, si en algunos casos se limitan a firmar pactos y convenios llenos de buenos propósitos, en otros sencillamente se niegan a aceptar como confiables los datos científicos y se obstinan en rechazar una realidad que está bajo los ojos de todos.

Hace pocos días, en Rovaniemi Finlandia el Consejo Ártico, que se reúne cada dos años, concluyó por primera vez sin un acuerdo conjunto, debido a la negativa de Estados Unidos a citar el cambio climático en el documento final.

Muchos y poderosos intereses económicos están detrás de las decisiones, aparentemente inexplicables de algunos políticos. Ellos no muestran interés alguno en implementar acciones vueltas a disminuir las causas que ocasionan la destrucción del ambiente. Y muchas veces persiguen con la fuerza de la ley a los activistas ambientales, en su mayoría indígenas, quienes se inmolan para salvar su habitat y en consecuencia nuestro planeta.

En Brasil, país que posee uno de los más importantes pulmones verdes del mundo, el actual presidente de extrema derecha Jair Bolsonaro, está decidido a dejar manos libres a las multinacionales que destruyen sistemáticamente la selva amazónica, y ha declarado una verdadera guerra a las comunidades indígenas despojándolas de sus privilegios y protección. América Latina no solo es una de las regiones más afectadas por el cambio climático y la destrucción de la biodiversidad, sino que además es la región en la cual los activistas ambientales corren el mayor riesgo de ser asesinados y de que sus muertes queden impunes. Viven constantemente amenazados por narcotraficantes, matones al servicio de grandes multinacionales y de los mismos gobernantes quienes, lejos de protegerlos, a veces buscan pretextos para encarcelarlos.

En 2018, según un informe de FrontLine Defenders, 247 líderes ambientales fueron asesinados de manera cruenta o desaparecidos. Alrededor del 80 por ciento eran ciudadanos de Brasil, Colombia, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua y Filipinas. Muchos más viven aterrados por las amenazas y atropellos constantes a los que son sometidos. Sus vidas y sus muertes casi nunca llegan a ser noticia, son sacrificios humanos que se ejecutan en un silencio aterrador.

Los informes del IPBES, del OCDE, de FrontLine Defender y de organizaciones similares, no pueden dejarnos indiferentes. Indican, sin lugar a dudas, que la muerte del planeta está tocando a nuestra puerta. Inútil creer que son problemas que no nos atañen porque en nuestras casas no falta el agua, y en los mercados seguimos encontrando frutas, verduras, carnes y pescado.

Ya lo entendieron los jóvenes quienes, respondiendo al llamado de la activista sueca Greta Thunberg, han marchado en todo el mundo. No podemos dejarlos solos. Es una responsabilidad que debemos sentir todos. La indiferencia puede ser tan dañina como la acción de quien sigue enriqueciéndose a costa de la vida de todos.

No podemos dejar en manos de políticos corruptos e insensibles, el futuro de la tierra y de nuestras vidas. Cada día será más necesaria una actitud comprometida y activa para que la voz de pocos se transforme en un coro que nadie podrá evitar de escuchar.

·@mbafile ·

13 de mayode 2019

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Photo Credits: @debjam ©